Dos realidades emergentes nos han motivado a dirigirles estas palabras. La primera realidad es la creciente conciencia en el mundo entero de los amenazantes y terribles peligros que conlleva la pandemia del coronavirus. En muchos países, a pesar de esfuerzos colectivos valientes y decididos por evitar el desastre, la situación ya es grave y está provocando tragedias para familias e individuos, y sumiendo a sociedades enteras en la crisis. Las olas de sufrimiento y de dolor rompen en un lugar tras otro, y debilitarán a distintas naciones en diferentes momentos y de diferentes maneras.
La segunda realidad ―más evidente cada día― es la resistencia y la vitalidad incesante del mundo bahá’í frente a un desafío que no tiene parecido en la historia reciente. La respuesta de ustedes ha sido extraordinaria. Cuando les escribimos hace un mes, en Naw-Rúz, queríamos destacar las impresionantes cualidades que estaban demostrando comunidades cuya pauta de actividad normal se había visto trastocada. Todo lo que ha sucedido en las semanas transcurridas, durante las que muchos amigos han tenido que atenerse a restricciones cada vez más rigurosas, no ha hecho más que ahondar nuestros sentimientos de admiración. Aprendiendo de la experiencia adquirida en otras partes del mundo, algunas comunidades han encontrado maneras seguras y creativas de elevar la conciencia de las poblaciones sobre requisitos de salud pública. Se está prestando especial atención a aquellos que corren mayores riesgos a consecuencia del virus y de las dificultades económicas derivadas de su propagación; las iniciativas que se presentan a este respecto en el Bahá’í World News Service [Servicio Mundial de Noticias Bahá’í] no son más que un puñado entre las muchísimas que se están llevando a cabo. Estas iniciativas se complementan con esfuerzos por examinar, promover y cultivar esas cualidades espirituales que más se necesitan en este momento. Necesariamente, muchos de estos esfuerzos se están realizando en unidades familiares o en solitario, pero allí donde las condiciones lo permiten o las herramientas de comunicación lo hacen posible, se está fortaleciendo de manera activa un sentimiento de solidaridad extraordinario entre almas que comparten circunstancias similares. La dinámica de la vida comunitaria, tan importante para el progreso colectivo, no se dejará doblegar.
Nos hemos sentido alentados al ver la capacidad con la que las Asambleas Espirituales Nacionales ―infatigables generales del Ejército de la Luz― han guiado a sus comunidades y moldeado su respuesta a la crisis. Han estado enérgicamente apoyadas por los Consejeros y sus auxiliares, quienes, como siempre, han alzado heroicamente el estandarte del servicio amoroso. Manteniéndose bien informadas sobre las condiciones a menudo rápidamente cambiantes de sus países, las Asambleas han tomado las medidas necesarias para administrar los asuntos de la Causa y, en particular, llevar a cabo elecciones allí donde siguen siendo factibles. Por medio de comunicaciones periódicas, las instituciones y agencias han proporcionado consejos sabios, seguridad confortante y aliento constante. En muchos casos, han comenzado también a identificar temas constructivos que están emergiendo de los discursos que se abren en sus sociedades. La expectativa que expresamos en nuestro mensaje de Naw-Rúz de que esta prueba de resistencia de la humanidad le conferiría mayor percepción se está haciendo ya realidad. Líderes, pensadores destacados y comentaristas han comenzado a explorar conceptos fundamentales y aspiraciones audaces que, últimamente, han estado en gran medida ausentes en el discurso público. En la actualidad estos no son más que destellos iniciales, pero ofrecen la posibilidad de que pueda vislumbrarse un momento de conciencia colectiva.
El consuelo que nos da ver la resistencia del mundo bahá’í manifestarse en la acción está atenuado por nuestra tristeza por las consecuencias de la pandemia para la humanidad. Desafortunadamente, somos conscientes de que los creyentes y sus camaradas también comparten este sufrimiento. La distancia entre amigos y familiares que, debido a las exigencias de seguridad pública, tantas personas del mundo mantienen actualmente dará lugar, para algunos, a una separación permanente. A cada amanecer parece cierto que se padecerán más agonías antes de que se ponga el sol. Que la promesa del reencuentro en los reinos eternos traiga consuelo a los que pierden a seres queridos. Oramos por el alivio de sus corazones, y para que la gracia de Dios rodee a aquellos cuya educación, medios de vida, hogares, o incluso sus medios de sustento mismos corren peligro. Por ustedes, y por aquellos a quienes aman, y por todos sus compatriotas, suplicamos a Bahá’u’lláh e imploramos Sus bendiciones y Su favor.
Por largo y arduo que sea el camino que debamos recorrer, tenemos suprema confianza en su fortaleza y su determinación de llevar la travesía a buen puerto. Ustedes se valen de reservas de esperanza, fe y magnanimidad, y anteponen las necesidades de los demás a las suyas propias y hacen que se nutran espiritualmente los desposeídos, que se sacien quienes cada vez tienen mayor sed de respuestas y que se faciliten los medios a quienes anhelan laborar para el mejoramiento del mundo. De los devotos seguidores de la Bendita Perfección, ¿qué menos podíamos esperar?
La Casa Universal de Justicia