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Mensajes de Ridvan : 1998-155BE
La Casa Universal de Justicia
Ridván 1998 / 155BE
A los bahá’ís del mundo
Queridos amigos bahá’ís:

Al cumplirse el punto medio del Plan de Cuatro Años, afirmamos con corazones henchidos que la comunidad mundial bahá'í está labrando nuevo terreno en lo que constituye una etapa dinámica de su evolución. El proceso de entrada en tropas, sobre el que se centran sus energías, avanza claramente.

Tres hechos realzan nuestras expectativas. El primero reside en los sólidos resultados que vienen obteniéndose dondequiera que han entrado a funcionar los institutos de formación. Durante los últimos dos años decenas de miles de personas han concluido al menos un curso de instituto. Los resultados inmediatos por ellas cosechados han consistido en una fe hondamente reforzada, una identidad espiritual más consciente y un compromiso más profundo hacia el servicio bahá’í. El segundo hecho se refiere a la notable mejoría experimentada en las condiciones que afectan al establecimiento y renovación de las Asambleas Espirituales Locales. En 1997 entro en vigor la decisión de que estas instituciones se formaran únicamente el primer día de Ridván, y ello sobre todo por iniciativa de las comunidades afectadas. Si bien hubo a nivel mundial un descenso inmediato, pero no por ello inesperado, del número de Asambleas Locales, éste no ha sido muy abultado; es más, en algunos países incluso se registraron aumentos. Este efecto indica que el proceso de maduración de estas instituciones divinamente dispuestas sigue su curso. El tercer hecho se caracteriza por una confianza al enseñar que está conmoviendo a los amigos y que viene produciendo resultados magníficos en diversas regiones. Siempre ha existido gran potencial para la entrada continua e ininterrumpida de nuevos creyentes, y podemos afirmar con seguridad que la capacidad de plasmar ese potencial metódicamente se está desarrollando más que nunca con la prosecución del presente Plan.

Además de estas señales de progreso, nos sentimos gratificados por la maravillosa celeridad con que los proyectos del Monte Carmelo han avanzado en cumplimiento del calendario previsto para el año que acaba de finalizar. Es ya inminente el establecimiento en mayo de tres nuevas Asambleas Nacionales —Sabah, Sarawak y Eslovaquia—, así como el restablecimiento de la Asamblea Nacional de Liberia, con lo que el número de pilares de la Casa Universal de Justicia se eleva a 179. Al contemplar los favores divinos otorgados a nuestra comunidad, reconocemos con honda gratitud la constancia de los servicios que están prestando las Manos de la Causa de Dios, el Centro Internacional de Enseñanza, y los Consejeros y sus auxiliares de todos los continentes. La creciente fortaleza de las Asambleas Espirituales Nacionales reafirma nuestra certeza en la inminencia de rotundas victorias.

A la saludable panorámica que ofrecen las perspectivas de la comunidad se contrapone el confuso telón de fondo de un mundo en pugna consigo mismo. Y, sin embargo, entre la extendida desolación en que se halla el espíritu humano, se hace patente que a cierto nivel de conciencia cobra intensidad entre los pueblos del mundo una sensación de movimiento irresistible hacia la unidad y la paz globales. Esta sensación se refuerza conforme las barreras físicas que se interponen entre los pueblos se ven virtualmente eliminadas gracias a los avances espectaculares de la ciencia y tecnología. Ello no obstante, todo un catálogo entremezclado de acontecimientos y tribulaciones que forjan y conmocionan al mundo mantienen a la humanidad a un tiempo aturdida y deslumbrada. La tormenta y el tráfago que azotan el tejido social son incomprensibles para todos excepto para los relativamente escasos habitantes del planeta que reconocen el propósito de Dios para este Día.

Nuestros congéneres se hallan por todo el mundo sometidos insensiblemente y a un mismo tiempo a emociones enfrentadas, producto de la operación continua de los procesos simultáneos de "auge y caída, de integración y desintegración, de orden y caos". Son estos aspectos que Shoghi Effendi identificó como facetas del Plan Mayor y Plan Menor de Dios, las dos formas conocidas con que avanza Su propósito para la humanidad. El Plan Mayor se relaciona con las turbulencias y calamidades, y avanza aparentemente con desorden y al azar, si bien, de hecho, conduce inexorablemente a la humanidad hacia la unidad y la madurez. Sus agentes lo constituyen principalmente personas que ignoran su curso o que incluso se demuestran enemigas de sus fines. Tal como Shoghi Effendi señaló, el Plan Mayor de Dios utiliza "a los poderosos y a los humildes como peones en Su juego reformador del mundo, con las miras puestas en el cumplimiento de Su propósito inmediato y en el establecimiento de Su Reino sobre la tierra". La aceleración de los procesos que ello genera da fuerzas a acontecimientos que, a pesar del dolor inicial y angustias que les son atribuibles, nosotros los bahá’ís los percibimos como signos del surgimiento de la Paz Menor.

A diferencia de Su Plan Mayor, el cual actúa misteriosamente, el Plan Menor de Dios está claramente delineado, opera de acuerdo con procesos ordenados y bien conocidos, siéndonos dado a nosotros el ejecutarlo. Su meta última es la Más Grande Paz. La campaña de cuatro años, a cuyo punto medio hemos llegado, constituye la etapa presente del Plan Menor. Todos nosotros debemos dedicar nuestra atención y energías al logro de su cometido.

Quizá a veces parezca que la actuación del Plan Mayor provoca perturbaciones en el Plan Menor; pero los amigos tienen todos los motivos para no desfallecer. Pues ellos reconocen la fuente de estas turbulencias intermitentes que intervienen en el mundo y, en palabras de nuestro Guardián, "admiten su necesidad, observan con confianza sus misteriosos procesos, oran con fervor para que se mitigue su severidad, trabajan inteligentemente para apaciguar su furia, y prevén con nítida visión la consumación de los miedos y esperanzas que necesariamente debe engendrar".

Incluso un somero repaso al escenario mundial de estos últimos años no puede por menos de conducirnos a observaciones repletas de especial significado para el observador bahá’í. Para empezar, entre el estruendo de una sociedad trastornada cabe discernir una tendencia inconfundible hacia la Paz Menor. Una vislumbre intrigante de ello es la que suministra el mayor grado de intervención de Naciones Unidas, respaldada por gobiernos poderosos, en respuesta a inveterados y urgentes problemas mundiales; otro atisbo lo proporciona el reconocimiento espectacular que los dirigentes del mundo han tendido hace tan solo escasos meses a cuanto comporta la interconexión de todas las naciones en materia de comercio y finanzas (circunstancia que Shoghi Effendi previó como uno de los aspectos esenciales de un mundo orgánicamente integrado). Ahora bien, mayor repercusión para la comunidad bahá’í entraña el hecho de que un número masivo de personas ande en búsqueda de la verdad espiritual. Varios estudios de aparición reciente han centrado su atención en este fenómeno. Las ideologías que dominaron gran parte de este siglo han quedado agotadas; con su desvanecimiento en estos años finiseculares crece ahora un hambre de sentido, un anhelo del alma.

Esta hambre espiritual se caracteriza por un desasosiego, una insatisfacción en alza frente al estado moral de la sociedad; se vuelve también evidente en el resurgir del fundamentalismo entre diversas sectas religiosas, así como en la multiplicación de los nuevos movimientos que se hacen pasar por religiones o que aspiran a ocupar el puesto de la religión. En estas observaciones puede apreciarse la interacción entre los dos procesos divinamente impulsados que operan sobre el planeta. Las múltiples oportunidades que por ello providencialmente se nos ofrecen para entregar el mensaje de Bahá'u'lláh a las almas buscadoras crean una situación dinámica para el maestro bahá’í. Las repercusiones que ello entraña para las labores en curso son inmensamente alentadoras.

Nuestras esperanzas, nuestras metas, nuestras posibilidades de adelanto pueden realizarse todas mediante la concentración de nuestros empeños en el propósito principal del Plan Divino en su etapa presente; esto es: efectuar un avance significativo en el proceso de entrada en tropas. Cabe enfrentarse a este desafío mediante esfuerzos persistentes y proseguidos con paciencia. La entrada en tropas es una posibilidad situada perfectamente al alcance de nuestra comunidad. Una fe infatigable, la oración, los impulsos del alma, el divino socorro, estos son algunos de los elementos esenciales para el progreso de cualquier empresa bahá’í. Ahora bien, asimismo es de vital importancia para la plasmación de la entrada en tropas que se dé un enfoque realista, una acción sistemática. Atajos no hay. La sistematización comporta la congruencia de las líneas de acción basadas en planes bien concebidos. En sentido general, conlleva un orden en la manera de enfocar todo cuanto atañe al servicio bahá’í, ya sea en la enseñanza o en la administración, en el esfuerzo personal o en el colectivo. Al tiempo que permite la espontaneidad e iniciativa personal, sugiere la necesidad de mantener la mente clara y de mostrarse metódicos, eficientes, constantes, equilibrados y armonizados. La sistematización es un modo necesario de funcionamiento animado por la urgencia de actuar.

A fin de asegurar la evolución ordenada de la comunidad, una de las funciones de las instituciones bahá’ís consiste en organizar y mantener un proceso de desarrollo de recursos humanos mediante el cual los bahá’ís, nuevos y veteranos por igual, puedan adquirir el conocimiento y la capacidad de dar sostén a la expansión y consolidación continuas de la comunidad. El establecimiento de institutos de formación es clave en tales esfuerzos, puesto que son centros gracias a los cuales gran número de personas pueden adquirir y mejorar su capacidad de enseñar y administrar la Fe. Su existencia subraya la importancia del conocimiento de la Fe como fuente de poder con que potenciar la vida de la comunidad bahá’í y de las personas que la componen.

Los datos que barajamos confirman que el Plan de Cuatro Años resulta efectivo allá donde el enfoque sistemático es comprendido y aplicado. Estos mismos datos demuestran que las instituciones de la Fe, en sus esfuerzos de colaboración en los niveles nacional, regional y local, claramente han estado ajustándose a esta inteligencia. Sin embargo, a nivel personal, dicha inteligencia parece ser menos clara por lo que respecta a los creyentes, sobre quienes en última instancia descansa el éxito del plan. Por esta razón, debemos hacer hincapié ante nuestros correligionarios sobre la importancia que en sus esfuerzos personales reúne este requisito para el éxito en la enseñanza y otras empresas.

Llevado al terreno de los programas y proyectos de las instituciones nacionales y locales, el Plan proporciona —entre otras cosas— orientación, identifica metas, estimula el esfuerzo, proporciona una variedad de instalaciones y recursos materiales necesarios para la mejora del trabajo de maestros y administradores. Por supuesto, todo ello es preciso para el funcionamiento adecuado de la comunidad, pero carece de utilidad a menos que sus componentes, las personas, respondan mediante una participación activa. En respuesta a ello, cada persona debe asimismo tomar una decisión consciente sobre que es lo que va a hacer para servir al Plan, y sobre el cómo, dónde y cuándo. Esta decisión capacita a la persona para comprobar el progreso de sus actos y, caso de ser necesario, modificar los pasos que viene dando. Acostumbrarse a este procedimiento de esfuerzos sistemáticos realiza y llena de sentido la vida de todo bahá’í.

Pero aún más allá de la necesidad de responder a la llamada de las instituciones, cada creyente ha recibido el encargo de Bahá’u’lláh mismo de enseñar Su Causa, hecho descrito por Él como la "más meritoria de todas las obras". Por tanto tiempo como existan almas necesitadas de iluminación, dicho deber sagrado ha de constituir a buen seguro la ocupación constante de cada creyente. La persona responde directamente ante Bahá’u’lláh por su cumplimiento. Shoghi Effendi aconseja: "Que no aguarde él a ninguna indicación o espere ningún estimulo especial de los representantes elegidos de su comunidad, ni le disuada de ello cualesquiera obstáculos que sus parientes o conciudadanos se sientan inclinados a interponer a su paso, ni preste atención a la censura de sus críticos o de sus enemigos". Los escritos de las Figuras Centrales y de nuestro Guardián están repletos de consejos y exhortaciones relativos al cometido irreemplazable de cada creyente en el avance de la Causa. Por tanto, es inevitable que en este preciso momento de la vida del conjunto de la humanidad nos sintamos impulsados a apelar directamente a cada miembro de nuestra comunidad a ponderar la situación urgente a que nos enfrentamos todos como ayudantes de la Belleza de Abhá.

Nuestro destino, queridos hermanos y hermanas, consiste en participar conscientemente en un vasto proceso histórico cuyo igual nunca ha sido experimentado antes por ningún pueblo. Como comunidad global, hemos conseguido hasta la fecha un éxito singular y magnifico al constituirnos en representantes del espectro completo de toda la raza humana gracias a la inestimable inversión de vida, esfuerzos y hacienda voluntariamente realizada por miles de nuestros antepasados espirituales. No existe otro conjunto de seres humanos que pueda reclamar para sí el logro de haber erigido un sistema con la capacidad demostrada de unir a todos los hijos de Dios en un Orden Mundial global. Este logro nos coloca no sólo en una posición de fuerza incomparable, sino de forma especial también de responsabilidad ineludible. ¿Acaso no significa esto que cada uno de nosotros tiene una obligación divina que cumplir, un deber sagrado que colmar hacia todo aquel que no esté consciente todavía de la llamada de la más reciente Manifestación de Dios? El tiempo no se detiene, no espera. Con cada hora que pasa, una nueva aflicción se abate sobre una humanidad desencaminada. ¡Cómo atrevernos a demorarnos!

En dos cortos años el Plan de Cuatro Años tocará a su fin, justamente algunos meses antes del cierre de un siglo inolvidable. Sobre nosotros se avecina, pues, un encuentro doble con el destino. Al alabar el potencial sin precedentes del siglo XX, el amado Maestro aseguró que sus huellas perdurarían por siempre. Dominada por tal visión, la conciencia despierta del creyente en la Bendita Belleza indudablemente debe sentirse agitada por preguntas inquietas relacionadas con el papel que él o ella va a desempeñar en estos escasos años fugaces; o sobre si, al final de este período seminal, habrá dejado su impronta entre las huellas duraderas que la mente del Maestro percibió. Para dar una respuesta que satisfaga al alma, una cosa ante todo resulta necesaria: actuar, actuar ahora y continuar actuando.

Vaya a beneficio de todos nosotros nuestra sentida súplica ante el Sagrado Umbral, para que podamos ser auxiliados divinamente y confirmados con abundancia en todo cuanto sea que obremos a fin de cumplir el urgente objetivo del Plan Divino en tan presagiosa hora de la historia humana.

La Casa Universal de Justicia

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