A medida que se ha ido acercando la Más Grande Festividad, nos hemos sentido transportados por sentimientos de gratitud y expectación: gratitud por las maravillas que Bahá’u’lláh ha permitido que logren Sus seguidores, y expectación por lo que nos depara el futuro inmediato.
El impulso generado por las celebraciones del bicentenario del Nacimiento de Bahá’u’lláh en todo el mundo no ha hecho más que aumentar desde entonces. El desarrollo acelerado de la comunidad bahá’í, su creciente capacidad, y su habilidad para beneficiarse de las energías de un mayor número de sus miembros, emergen claramente de una síntesis de sus recientes logros a nivel global. Entre ellos destaca, particularmente, un aumento de las actividades de construcción de comunidad. El Plan de Cinco Años actual es la continuación de veinte años de esfuerzos realizados por el mundo bahá’í por perfeccionar y multiplicar sistemáticamente estas actividades; pero lo destacado es que, en los primeros dos años y medio del Plan, el número de actividades básicas por sí solo aumentó en más de la mitad. La comunidad mundial ha demostrado la capacidad de incluir, en cualquier momento dado, a más de un millón de personas en estas actividades, y ayudarlas a examinar y responder a realidades espirituales. En el mismo breve período, casi se duplicó el número de reuniones de oración, respuesta muy necesaria al creciente distanciamiento de la humanidad de la Fuente de la esperanza y la generosidad. Este avance es especialmente prometedor, pues las reuniones devocionales infunden un nuevo espíritu en la vida de una comunidad. Entrelazadas con labores educativas para todas las edades, reafirman el noble propósito de esas labores: fomentar comunidades que se distingan por su adoración a Dios y por su servicio a la humanidad. En ninguna parte es esto más evidente que en aquellas agrupaciones en las que se está manteniendo la participación de un gran número de personas en las actividades bahá’ís y en las que los amigos han superado el tercer hito en el desarrollo de su comunidad. Nos complace ver que desde el inicio del Plan ya se ha duplicado con creces el número de agrupaciones en las que el proceso de crecimiento ha avanzado hasta este punto, y ahora asciende a alrededor de quinientos.
Este breve repaso no puede hacer justicia a la magnitud de la transformación que está teniendo lugar. Las perspectivas para los dos años restantes del Plan son alentadoras. Mucho se ha logrado durante este último año, gracias a la amplia difusión de las lecciones aprendidas de los programas de crecimiento más robustos de agrupaciones que, tal como esperábamos, se han convertido en reservas de conocimiento y recursos. El Centro Internacional de Enseñanza, los Consejeros y sus incansables auxiliares no se han detenido ante nada para asegurar que los amigos de todas partes del mundo se beneficien de esta aceleración del aprendizaje y apliquen las percepciones adquiridas a sus propias realidades. Nos alegra ver que en un número creciente de agrupaciones, y de barrios y aldeas dentro de las mismas, ha aparecido un núcleo de amigos que, mediante la acción y la reflexión, están descubriendo lo que se requiere en un punto dado para que el proceso de crecimiento avance en su entorno. Se están valiendo del potente instrumento del instituto, mediante el cual se realza la capacidad de contribuir a la prosperidad espiritual y material de la comunidad, y a medida que actúan aumenta el número de personas que se les unen. Naturalmente, las condiciones varían en gran medida de un lugar a otro, al igual que las características del crecimiento. Pero mediante un esfuerzo sistemático, cada uno puede contribuir de manera más y más efectiva a la labor por realizar. En cualquier contexto, se siente pura felicidad cuando se atrae a otras almas a participar en conversaciones significativas y edificantes que, ya sea rápida o gradualmente, llevan al despertar de susceptibilidades espirituales. Cuanto más viva sea la llama encendida en el corazón del creyente, mayor será la fuerza de atracción que sientan los que están expuestos a su calor. Y para un corazón consumido por el amor a Bahá’u’lláh, ¿qué tarea más apropiada puede imaginarse que buscar espíritus afines, alentarlos conforme entran en el sendero del servicio, acompañarlos a medida que adquieren experiencia y —quizás la mayor alegría de todas— ver almas confirmarse en su fe, levantarse de manera independiente y ayudar a otros en el mismo trayecto? Estos son algunos de los momentos más preciados de todos los que ofrece esta vida transitoria.
Las perspectivas del avance de esta empresa espiritual se vuelven más emocionantes con el acercamiento del bicentenario del Nacimiento del Báb. Al igual que el bicentenario que lo precedió, este aniversario es un momento inmensamente valioso. Proporciona a todos los bahá’ís maravillosas oportunidades para despertar a quienes los rodean al gran Día de Dios, a la extraordinaria efusión de gracia celestial marcada por la aparición de dos Manifestaciones del Ser Divino, Luminarias sucesivas que alumbraron el horizonte del mundo. La medida de lo que podría ser posible en los próximos dos ciclos es conocida por todos a partir de la experiencia del bicentenario de hace dos años, y todo lo que se aprendió en esa ocasión debe canalizarse hacia los planes para el Doble Natalicio Sagrado de este año. A medida que se acerca el doscientos aniversario, ofreceremos frecuentes súplicas en los Santuarios Sagrados en nombre de ustedes, orando para que sus esfuerzos por honrar adecuadamente al Báb tengan éxito en promover la Causa que Él auguró.
Faltan sólo dos años y medio para que concluya el primer siglo de la Edad Formativa. Sellará cien años de esfuerzos consagrados por consolidar y ampliar los cimientos colocados con tanto sacrificio durante la Edad Heroica de la Fe. En esa ocasión, la comunidad bahá’í también conmemorará el centenario de la Ascensión de ‘Abdu’l-Bahá, ese momento en que el amado Maestro fue librado de los confines de este mundo para reunirse con Su Padre en los retiros de gloria celestial. Su funeral, que tuvo lugar al día siguiente, fue un acontecimiento «como nunca se había visto en Palestina». A su conclusión, Sus restos mortales fueron depositados en una cripta del Mausoleo del Báb. Sin embargo, Shoghi Effendi previó que ello sería una disposición provisional. En el momento oportuno, habría de erigirse un Santuario de índole apropiada a la singular posición de ‘Abdu’l-Bahá.
Ese momento ha llegado. Se convoca al mundo bahá’í a construir el edificio que albergará para siempre esos restos sagrados. Se construirá en las inmediaciones del Jardín de Riḍván, en terrenos consagrados por las huellas de la Bendita Belleza; el Santuario de ‘Abdu’lBahá se ubicará así en la luna creciente que se dibuja entre los Santuarios Sagrados de ‘Akká y Haifa. El trabajo de los planos arquitectónicos está avanzando, y en los próximos meses compartiremos con ustedes más información.
Un sentimiento de alegría desbordante brota ahora dentro de nosotros al contemplar el año venidero y todo lo que promete. Esperamos que cada uno de ustedes —quienes están dedicados a prestar servicio a Bahá’u’lláh, laborando en todas las naciones por la causa de la paz— cumpla con su elevada vocación.
La Casa Universal de Justicia