Hemos llegado a la Festividad reina bajo el incesante resplandor de las maravillosas bendiciones del Año Santo por el que acabamos de pasar, confirmados, renovados y fortalecidos en nuestros anhelos sagrados. Fue un tiempo en el que la Belleza de Abhá derramó sobre su comunidad mundial el resplandor de Su gracia con tanto fulgor que envolvió con asombroso éxito los esfuerzos de Sus seguidores por celebrar un doble aniversario tan significativo como el centenario de Su Ascensión y el de la inauguración de Su Convenio. Fue la pausa conmemorativa que generó una proclamación del Mas Grande Nombre que resonó por toda la Tierra como nunca antes; pero lo que era claramente un fenómeno externo, era un claro reflejo de un logro interior: una mas profunda comprensión, nunca antes alcanzada, de nuestra relación con Bahá'u'lláh. La mayor apreciación en nosotros mismos de la universalidad de la comunidad, de su encarnación del primer principio supremo de Su Fe, ha dejado una nueva y compulsiva huella en nuestros corazones; los efectos de esa consciencia fueron resaltados en la conmemoración en Tierra Santa en mayo del pasado año y, de forma más amplia, en el Congreso Mundial en noviembre, como para confirmar nuestra convicción, en estos tiempos desesperadamente agitados, de que el mundo de la humanidad se mueve inexorablemente hacia su hasta ahora huidizo destino de unidad y paz. De hecho, durante el Año Santo fuimos transportados en las alas del espíritu a una cumbre desde la que hemos visto acercarse rápidamente la gloria de la promesa inmemorial del Señor de que un día toda la humanidad estará unida.
Los emocionantes detalles de los acontecimientos del año son demasiado numerosos para describirlos aquí, pues se sintió universalmente el efecto del Espíritu Santo revistiendo las actividades de los amigos de una fuerza misteriosa. Conformémonos, entonces, con recordar hitos tales como la reunión en mayo del mayor número de bahá'ís que haya participado en un acontecimiento en Tierra Santa; la circunvalación del Santuario de Bahá'u'lláh por representantes de prácticamente todas las naciones; la presencia de la mayoría de los Caballeros de Bahá'u'lláh vivos en el momento de depositar el Rollo de Honor en la entrada de la Tumba Más Sagrada; la magnitud sin precedentes del Congreso Mundial y la vasta variedad de sus participantes que incluía a un enorme grupo de jóvenes que tuvo su propio programa complementario; el desfile de los representantes de las razas y naciones del mundo en esa espectacular ocasión; la transmisión por satélite que enlazó el Congreso y el Centro Mundial con todos los continentes. Todas ellas fueron experiencias de inusitada categoría y han inmortalizado la fama de las conmemoraciones del Centenario.
Los innumerables e imaginativos esfuerzos llevados a cabo por los amigos en todo el mundo, desde remotos pueblos a grandes ciudades, en conmemoración de estos importantes aniversarios ilustraron, de nuevo, el profundo grado hasta el cual la Fe de Bahá'u'lláh se ha consolidado y generaron trabajos de enseñanza en muchas áreas, con resultados inusuales y sorprendentes. La publicidad sin precedentes que se le dio al propósito y a las actividades del Año Santo en los medios de comunicación de países grandes y pequeños, la atención prestada por cuerpos legislativos y altos funcionarios al Centenario, los gestos de reconocimiento y valoración de la Fe por organismos gubernamentales, la implicación de representantes de la Comunidad Internacional Bahá'í en destacados eventos globales entre los que se incluye la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo celebrada en Río de Janeiro el pasado junio, con motivo del cual se inauguró un monumento público con una inscripción de los escritos de Bahá'u'lláh y una gran reproducción del Más Grande Nombre; tales acontecimientos dieron claras señales de que la imagen de la comunidad se ha elevado para la opinión pública.
Aparte de todos estos destacados acontecimientos y progresos, pero incluso de mayor magnitud por sus implicaciones de largo alcance para toda la raza humana, fue la publicación en Naw Rúz de la traducción inglesa anotada del Kitáb i Aqdas, el Libro Más Sagrado. Así nos acercamos una etapa más al tiempo previsto por 'Abdu'l Bahá. "Cuando se impongan las leyes del Libro Más Sagrado", dijo el Maestro, "[...] la paz universal levantará su tienda en el centro de la Tierra, y el bendito Árbol de la Vida crecerá y se extenderá a un grado tal que su sombra abrazará a oriente y occidente". (Contestación a unas preguntas, EBILA, Buenos Aires, 1985, p. 81).
El año del centenario fue también un período en el que la situación del mundo en general se hizo más confusa y paradójica: hubo signos simultáneos de orden y caos, de promesa y frustración. En medio de las convulsiones de la situación actual, pero con sentimientos de asombro y alegría, valentía y fe que el Año Santo ha inducido en nuestro corazones, nosotros, en este Ridván, en el año ciento cincuenta de nuestra Fe, estamos embarcados en un Plan de Tres Años. Su brevedad viene obligada por las oleadas de rápidos cambios de los tiempos. Pero el propósito principal del Plan es indispensable para el futuro de la Causa y de la humanidad. Es la siguiente etapa en el desenvolvimiento del plan divino de enseñanza procedente de la pluma del Centro del Convenio. El Plan será una medida de nuestro empeño en dar respuesta a las inmensas oportunidades de este momento critico de la evolución social del planeta. Mediante un esfuerzo decidido por alcanzar sus objetivos señalados y la plena consecución de sus metas, adecuadas a las circunstancias de cada comunidad nacional, se preparará el camino para una adecuada proyección del papel de la Fe con relación a los desafíos inevitables con los que se enfrente la humanidad hacia el inminente final del siglo veinte cargado de premoniciones.
Debe lograrse una expansión masiva de la comunidad bahá'í muy por encima de lo logrado anteriormente. Se debe extender rápidamente la tarea de esparcir el Mensaje a la generalidad de la humanidad en aldeas, pueblos y ciudades. La necesidad de esto es tan critica que sin ello los organismos del Orden Administrativo, laboriosamente levantados, no podrán contar con el alcance necesario para ser capaces de desarrollar y demostrar adecuadamente su capacidad inherente de atender las necesidades acuciantes de la humanidad en su hora de creciente desesperación. A este respecto, la reciprocidad de la enseñanza y la administración debe ser completamente entendida y ampliamente recalcada ya que se refuerzan mutuamente. Los problemas de la sociedad que afectan a nuestra comunidad y los que de forma natural surgen del interior de la propia comunidad, ya sean sociales, espirituales, económicos o administrativos, se resolverán a medida que se multipliquen nuestros números y recursos, y a medida que, a todos los niveles de la comunidad, los amigos desarrollen la capacidad, disposición, valentía y determinación de obedecer las leyes, aplicar los principios y administrar los asuntos de la Fe de acuerdo con los preceptos divinos.
El nuevo Plan gira alrededor de una triple temática: realzar la vitalidad de la fe de los creyentes, desarrollar considerablemente los recursos humanos de la Causa y fomentar el funcionamiento correcto de las instituciones bahá'ís locales y nacionales. Esto debe ayudar a fijar los requisitos del éxito a medida que se trabaja en las múltiples metas del Plan en estos tiempos turbulentos.
Frente a los claros signos de la decadencia moral que a diario corroe los cimientos de la vida civilizada, estas gráficas palabras de Bahá'u'lláh adquieren una urgencia decisiva: "La vitalidad de la creencia de los hombres en Dios se está extinguiendo en todos los países; nada que no sea su saludable medicina podrá jamás restaurarla. La corrosión de la impiedad está carcomiendo las entrañas de la sociedad humana; ¿qué otra cosa que no sea el Elixir de Su potente Revelación puede limpiarla y revivirla?" (Pasajes de los Escritos de Bahá'u'lláh, EBILA, Buenos Aires, 1988, p. 163). Dichas palabras tienen implicaciones concretas para las acciones de cualquier persona que haya reconocido al Señor de la Edad. Una consecuencia crucial de este reconocimiento es una creencia que conlleva la aceptación de Sus mandamientos. La profundidad de la creencia viene asegurada por la transformación interior, esa saludable adquisición de un carácter espiritual y moral, que es el fruto de la obediencia a las leyes y principios divinos. Con este fin, la publicación en inglés del Kitáb i Aqdas con sus anotaciones, y la que se prevé pronta publicación en otras lenguas mayoritarias, proporciona una potente efusión de guía divina para alcanzar la vitalidad de fe que es esencial para el bienestar y felicidad espirituales de los individuos y el fortalecimiento de la estructura de la comunidad. Igualmente esencial para nutrir esta vitalidad es cultivar un sentido de espiritualidad, ese sentimiento místico que une al individuo con Dios y que se logra mediante la meditación y la oración.
Instruir a los amigos y adiestrarlos en sus esfuerzos por lograr conocimiento de la Fe, por aplicar sus principios y administrar sus asuntos mediante el estudio individual serio, es indispensable para desarrollar los recursos humanos necesarios para el progreso de la Causa. Pero el conocimiento por sí solo no es adecuado; es vital que el entrenamiento se proporcione de una manera que inspire amor y devoción, fomente firmeza en el Convenio, conduzca al individuo a la participación activa en el trabajo de la Causa y a tomar iniciativas válidas para la promoción de los intereses de la misma. Los esfuerzos especiales por atraer a personas de capacidad a la Fe también contribuirán mucho a proporcionar los recursos humanos tan necesarios en este tiempo. Además, estos esfuerzos estimularán y fortalecerán la capacidad de las Asambleas Espirituales para cumplir sus importantes responsabilidades.
El funcionamiento correcto de estas instituciones depende, en gran medida, de los esfuerzos de sus miembros por familiarizarse con sus deberes y por adherirse escrupulosamente a los principios fundamentales en su comportamiento personal y en la conducción de sus responsabilidades oficiales. Igualmente de marcada importancia son: su resolución de eliminar todo rastro de desamor y tendencias sectarias de entre ellos, su capacidad de ganarse el afecto y apoyo de los amigos bajo su cuidado y de implicar a tantos individuos como sea posible en el trabajo de la Causa. Al proponerse constantemente mejorar su funcionamiento, las comunidades que ellos guían reflejarán un modelo de vida que dará crédito a la Fe y, como grata consecuencia, volverá a encender la llama de la esperanza entre el número creciente de miembros desilusionados de la sociedad.
A medida que las Asambleas Espirituales Nacionales, con el apoyo dispuesto de los Consejeros Continentales, tracen el curso a seguir en este breve período, el Centro Mundial se dedicará a coordinar actividades muy diversas por todo el planeta, prestando más atención a los asuntos externos de la Fe conforme la Comunidad Internacional Bahá'í se vea comprometida más profundamente en la resolución de los asuntos del mundo. Esto se hará al tiempo que prosiguen con deliberada velocidad los gigantescos proyectos de construcción en la Montaña Sagrada de Dios, formando parte de lo que Shoghi Effendi claramente percibía como un proceso sincronizado con otros dos no menos significativos: el establecimiento de la Paz Menor y la evolución de instituciones nacionales y locales bahá'ís. Antes del final del Plan, todas las fases restantes de construcción de los proyectos del Monte Carmelo se habrán puesto en marcha; se habrán levantado las estructuras del Centro Internacional de Enseñanza, del Centro para el Estudio de los Textos y la extensión para el Edificio de los Archivos Internacionales; y se habrán completado siete terrazas por debajo de la Tumba del Báb.
La impresionante expansión del trabajo de la Causa en años recientes y el desarrollo esperado durante este nuevo Plan requieren unos recursos materiales que, durante algún tiempo, no han sido los adecuados, a pesar de que se han producido aumentos sustanciales en las contribuciones a los Fondos bahá'ís. Las crisis económicas, de las que se ha informado tan ampliamente, parecen destinadas a empeorar aún más, pero ni el problema económico ni otros igualmente acuciantes a los que se enfrenta la humanidad se podrán acabar de resolver a menos que las naciones y los pueblos presten la debida consideración a la Causa de Bahá'u'lláh y a menos que reciba el apoyo material adecuado de sus adherentes declarados. Que los amigos de todas partes consideren individualmente y junto con sus instituciones bahá'ís, despreocupados de las incertidumbres, los peligros y los apuros económicos que afligen a las naciones, lo que ahora tienen que hacer todos y cada uno para cumplir esta responsabilidad ineludible y sagrada que recae sobre ellos.
Nuestro llamamiento a una acción inmediata, redoblada y sostenida en todos los aspectos del Plan va dirigida principalmente al creyente individual de cada localidad, que posee el grado de iniciativa que asegura el éxito de cualquier empresa global bahá'í, y "de quien, en última instancia", como afirmaba abiertamente el amado Guardián, "depende el destino de toda la comunidad". (Citadel of Faith: Messages to América 1947 1957, Wilmette, Bahá'í Publishing Trust, 1980, p. 130). Las metas del Plan de Tres Años no se ganarán fácilmente, pero deberán alcanzarse brillantemente cualquiera que sea el sacrificio. Así pues, no debe haber ninguna vacilación o retraso por parte de los individuos o las Asambleas Espirituales en responder a ellas, no sea que los problemas de la humanidad se acumulen sin ser atendidos, o nos frene la aparición de crisis internas. Que siempre se tenga en cuenta que ganamos nuestras victorias mediante pruebas y dificultades; la crisis la transformamos en una ventaja para el progreso cuando aprovechamos la oportunidad que nos brinda para demostrar la viabilidad y el poder triunfante de nuestros principios. En el avance de la Causa de Dios, siempre han alternado la crisis y la victoria y constantemente han demostrado ser motivo de progreso. Al saborear los triunfos del Año Santo, no olvidemos la realidad de esta experiencia recurrente. Recordemos también que nuestras bendiciones igualan a nuestros desafíos, como lo muestra repetidamente nuestra historia gloriosa.
Amados amigos: No se aflijan ni se desalienten. Adquieran valor en la seguridad de la ley y las ordenanzas de Dios. Estas son las horas más oscuras antes del alba. La paz, como ha sido prometido, llegará al final de la noche. Apresúrense al encuentro del amanecer.
La Casa Universal de Justicia