�Oh hijo del ser! Haz menci�n de M� en Mi tierra, para que Yo te recuerde en Mi cielo; as� encontrar�n solaz Mis ojos y los tuyos.
�Oh hijos de la divina e invisible esencia.�Oh hijo del polvo! En verdad te digo: de todos los hombres el m�s negligente es aquel que disputa in�til-mente y trata de sobresalir por encima de su hermano. Di: �Oh hermanos! Que las acciones, y no las palabras, sean vuestro adorno.
�Oh hijo del polvo! Son sabios aquellos que no hablan a menos que tengan quien les escuche, como el copero que no ofrece su copa hasta que encuentra un buscador, y como el amante que no exclama desde lo m�s hondo de su coraz�n hasta que contempla la belleza de su amada. Por tanto, siembra las semillas de la sabidur�a y del co-nocimiento en la tierra pura del coraz�n, y mant�nlas ocultas hasta que los jacintos de la divina sabidur�a bro-ten del coraz�n y no del lodo y la arcilla.
�Oh compa�ero de Mi trono! No escuches lo malo ni lo mires, no te degrades a ti mismo, ni suspires ni llores. No hables lo malo, para que no lo oigas decir a ti, y no agrandes las faltas de los dem�s para que tus propias fal-tas no parezcan grandes; y no desees la degradaci�n de nadie, para que no se exponga tu propia degradaci�n...
Aquel que busca comunicarse con Dios, que acuda a la compa��a de Sus amados; y aquel que desee escuchar la palabra de Dios, que preste o�do a las palabras de Sus escogidos.
�Oh emigrantes! He destinado la lengua para la men-ci�n de M�, no la manch�is con la difamaci�n. Si el fuego del yo os venciera, recordad vuestras propias faltas y no las faltas de Mis criaturas, puesto que cada uno de voso-tros se conoce a s� mismo mejor que a los dem�s.
�Oh hijos de Ad�n! Las palabras santas y las acciones puras y buenas ascienden al cielo de gloria celestial...
�Oh hijo de Mi sierva! La gu�a ha sido dada siempre con palabras, y ahora es dada con hechos. Todos deben manifestar acciones puras y santas, pues las palabras son propiedad de todos por igual, en tanto que acciones como �stas pertenecen s�lo a Nuestros amados. Esfor�zaos, pues, con alma y coraz�n para distinguiros por vuestras acciones. As� os aconsejamos en esta santa y resplandeciente tabla.
EL Kitáb-I-�Q�NAsimismo, esfu�rzate por comprender el significado del "cambio de la tierra". ... �Si no hubiera cambiado la tierra de sus corazones, c�mo hubiesen podido aquellas almas a quienes no se hab�a ense�ado una letra, que no hab�an conocido maestros, ni entrado en escuela alguna, pro-nunciar tales palabras y desplegar tal conocimiento, que nadie puede comprender?
El coraz�n debe ... ser purificado de las vanas pala�bras de los hombres y santificado de toda afici�n terre�nal, para que pueda descubrir el significado oculto de la divina inspiraci�n y se convierta en el dep�sito de los misterios del conocimiento divino.
Y de todos los hombres son la Manifestaciones del Sol de la Verdad los m�s perfectos, los m�s distinguidos y los m�s excelsos. ... Nunca podr� lengua humana cantar ade-cuadamente Su alabanza, ni voz humana revelar Su mis-terio.
El domino de Su decreto es demasiado vasto para que lo describa la lengua de los mortales ...
Ese buscador ... No debe nunca tratar de enaltecerse por encima de nadie, debe borrar de la tabla de su cora-z�n toda huella de orgullo y vanagloria, debe asirse a la paciencia y resignaci�n, guardar silencio y abstenerse de la conversaci�n ociosa. Pues la lengua es fuego latente, y el exceso de palabras un veneno mortal. El fuego mate�rial consume el cuerpo, mientras que el fuego de la len�gua de-vora tanto coraz�n como alma. La fuerza de aqu�l dura s�lo un tiempo, en tanto que los efectos de �ste persisten un siglo.
Ese buscador debiera considerar la murmuraci�n como grave error y mantenerse alejado de su dominio, por cuanto que la murmuraci�n apaga la luz del coraz�n y ex-tingue la vida del alma.
TABLAS DE Bahá'u'lláh�Oh pueblo de Baha! Vosotros sois los puntos de ama-necer del amor de Dios y las auroras de Su amorosa bon-dad. No mancill�is vuestras lenguas con la maledicencia y la injuria de ning�n alma, y proteged vuestros ojos de todo lo indigno. Manifestad lo que pose�is. Si es recibido favo-rablemente, vuestra finalidad se habr� logrado; si fuera lo contrario, protestar ser� en vano. Dejad tal alma a s� misma y volveos al Se�or, el Protector, Quien Sub�siste por S� Mismo. No caus�is dolor, mucho menos dis�cordia y contienda.
Bendito tu rostro, pues se ha vuelto hacia �l, y tu o�do, pues ha escuchado Su Voz, y tu lengua, pues ha celebrado la alabanza de Dios, el Se�or de Se�ores.
La gloria que ha amanecido sobre el horizonte de Mi tierna misericordia descanse sobre ti, y sobre quien�quiera se encuentre contigo y preste o�do a tus palabras concer-nientes a la Causa de Dios, el Todopoderoso, el Todo Alabado.
Concierne al pueblo de Bahá hacer triunfar al Se�or mediante el poder de sus expresiones y exhortando al pueblo a trav�s de un car�cter y acciones correctas, por cuanto los hechos ejercen mayor influencia que las pala-bras.
Convoca en su ayuda ... a las huestes de la sabidur�a y la expresi�n, para que puedan exaltar Tu Palabra entre Tus criaturas y proclamar Tu causa en medio de Tus sier-vos.
�Glorificado sea Dios! El tesoro del hombre es su ex�pre-si�n; sin embargo, este Agraviado ha detenido Su Lengua, pues los incr�dulos est�n emboscados al ace�cho; no obs-tante, la protecci�n es provista por Dios, el Se�or de to�dos los mundos.
Rogamos a Dios que los fortalezca para que manifies�ten una constancia inflexible, y convoque en su ayuda a las huestes de la sabidur�a y prolaci�n.
Lev�ntate por el triunfo de Mi Causa y, con la fuerza de tu palabra, somete los corazones de los hombres. De�bes manifestar aquello que asegure la paz y el bienes�tar del desdichado y del oprimido.
La lucha y el conflicto son dignos de las bestias salva-jes. Fue por la gracia de Dios y con la asistencia de pala-bras apropiadas y hechos encomiables, que retornaron a sus vainas las desenfundadas espadas de la comunidad b�b�. En verdad, a trav�s del poder de las buenas pala-bras, los rectos siempre han tenido �xito en lograr el do-minio de las praderas de los corazones de los hombres. Di: �Oh vosotros los amados! No olvid�is la prudencia. Inclinad vuestros corazones hacia los consejos de la M�s Exaltada Pluma y cuidaos, no sea que vuestras manos o vuestras lenguas causen da�o a alguien entre la huma�ni-dad.
Ciertamente, las buenas acciones de uno testifican la verdad de las palabras que uno mismo profiere.
�Oh pueblo de Baha! Sois los puntos del amanecer del amor de Dios y las auroras de Su amorosa bondad. No mancill�is vuestras lenguas con la maledicencia y el oprobio de ning�n alma, y guardad vuestra vista de lo in-decoroso. Manifestad lo que pose�is. Si es recibido favo-rablemente, vuestro prop�sito se habr� logrado; si fuera lo contrario, protestar ser� en vano.
Cuidaos de que vuestras palabras est�n purificadas de ociosas fantas�as y deseos mundanos, y que vuestros he-chos est�n limpios de astucias y sospechas.
Que vuestra vista sea casta, vuestra mano leal, vues-tra lengua veraz y vuestro coraz�n esclarecido.
Es indigno de ti dirigir tu mirada hacia remotas o m�s recientes �pocas. Haz menci�n de este D�a y alaba lo que ha aparecido en �l. En verdad, esto satisfacer�a a toda la humanidad. Ciertamente, las exposiciones y discursos explicando tales cosas hacen que los esp�ritus se enfr�en. Corresponde que hables de modo tal que los corazones de los creyentes se enciendan y sus cuerpos sean eleva-dos.
Ense�a la Causa de Dios con una expresi�n que haga que las zarzas se enciendan, y que el llamado "Verdaderamente, no hay otro Dios salvo Yo, el Todopo-deroso, el Libre", se eleve desde ellas. Di: La ex�presi�n humana es una esencia que aspira a ejercer su influen�cia y necesita moderaci�n. En cuanto a su in�fluen�cia, ella est� condicionada al refinamiento, el cual a su vez depende de que los corazones sean desprendidos y pu�ros. En cuanto a su moderaci�n, tiene que estar com�bi�nada con el tacto y la sabidur�a como est� prescrito en las Sagradas Escrituras y Tablas.
La verdadera recordaci�n es hacer menci�n del Se�or, el Todo Alabado, y olvidar todo lo que no sea �l.
La esencia de la fe es ser parco en palabras y abun-dante en hechos; aquel cuyas palabras exceden a sus he-chos, sabed en verdad, que su muerte es mejor que su vida.
Rogad al �nico Dios verdadero para que por el poder de la mano de la amorosa bondad y la educaci�n espiri�tual, pueda depurar y purificar a ciertas almas de la con�tami-naci�n de las bajas pasiones y los deseos corruptos, para que ellos puedan levantarse y soltar sus lenguas por amor a Dios, para que quiz� las evidencias de la in�justicia pue-dan borrarse y el esplendor de la Luz de la justicia pueda derramar su fulgor sobre el mundo entero. La gente es ig-norante y necesita de aquellos que expon�dr�n la verdad.
Este siervo apela a toda alma diligente y emprende�dora a realizar el mayor esfuerzo y a ofrecerse para reha�bilitar las condiciones de todas las regiones y a revi�vificar a los muertos con las aguas vivientes de la sabi�dur�a y la pro-laci�n, en virtud del amor que �l siente por Dios, el �nico, el Sin Par, el Todopoderoso, el Ben�volo.
Ning�n sabio puede demostrar su conocimiento por otro medio que no sean las palabras. Ello muestra la sig-nifica�ci�n de la Palabra como se afirma en todas las es�cri-turas, sean �stas de anta�o o de tiempos m�s re�cientes. Porque es a trav�s de su potencia y esp�ritu ani�madores que el pueblo del mundo ha alcanzado tan emi�nente po-sici�n. Por otra parte, las palabras y expresiones deber�an ser impresionantes y perspicaces. No obstante, ninguna pala�bra estar� imbuida de estas dos cualidades, a menos que sea expresada completamente por amor a Dios y con el debido respeto hacia las exigencias de la ocasi�n y de la gente.
El Gran Ser dice: La expresi�n humana es una esen�cia que aspira a ejercer su influencia y necesita modera�ci�n. En cuanto a su influencia, est� condicionada al re�fina-miento, el cual a su vez depende de que los corazones sean desprendidos y puros. En cuanto a su moderaci�n, �sta debe ser combinada con el tacto y la sabidur�a, tal como ha sido prescrito en las Sagradas Escrituras y Ta-blas.
Cada palabra est� dotada de esp�ritu; por lo tanto el orador y expositor deber�a emitir sus palabras cuidado-samente en el momento y lugar apropiados, puesto que la impresi�n que produce cada palabra es claramente evi-dente y perceptible. El Gran Ser dice: Una palabra puede compararse con el fuego, otra puede compararse con la luz, y la influencia que ambos ejercen est� mani�fiesta en el mundo. Por lo tanto, un sabio iluminado de�ber�a hablar principalmente con palabras tan suaves como la leche, para que los hijos de los hombres puedan nutrirse e ins-truirse mediante ellas y puedan alcanzar la meta final de la existencia humana, la cual es la posici�n del verdadero entendimiento y nobleza. Y adem�s �l dice: Una palabra es como la primavera, pues es la causa de que los tiernos renuevos del rosedal del conocimiento se tornen verdes y florecientes, mientras que otra palabra es como veneno mortal. Concierne al sabio prudente hablar con la mayor indulgencia y paciencia, para que la dulzu�ra de sus pala-bras pueda inducir a todos a lograr aquello que es digno de la posici�n del hombre.
Corresponde, sin embargo, que te esfuerces al m�ximo para alcanzar la esencia misma de la fidelidad. Ello im�pli-ca estar bien seguro en tu coraz�n y que testifiques con tu lengua lo que Dios ha testificado para Su propio exal�tado Ser, proclamando: "Verdaderamente, Yo soy el que subsiste por M� mismo, dentro del Reino de Gloria". Quienquiera pueda afirmar solamente esta verdad en es-tos d�as, ha al�canzado todo bien, y el Esp�ritu celestial descender� sobre �l de d�a y durante la noche, le ayudar� mun�ficamente a glorificar el Nombre de su Se�or y le har� soltar su lengua y sostener con sus palabras la Causa de su Se�or, el Misericordioso, el Compasivo. Y nadie podr� lograr esto salvo aquel que haya depurado su coraz�n de todo lo creado entre cielo y tierra, y se haya desprendido de todo salvo de Dios, el soberano Se��or, el Todopoderoso, el Glorioso.
Purifica tu coraz�n para que Nos hagamos brotar de �l fuentes de sabidur�a y prolaci�n, permiti�ndote de este modo elevar tu voz entre toda la humanidad. Suelta tu lengua y proclama la verdad por amor al recuerdo de tu misericordioso Se�or. No temas a nadie, pon toda tu con-fianza en Dios, el Todopoderoso, el Omnisciente.
Ciertamente, has comprendido la importancia de pres-tar ayuda a Dios, y te has levantado para lograrlo a tra�v�s del poder de la sabidur�a y la expresi�n. Di: Ayudar�me es ense�ar Mi Causa.
Di: Si fuese Nuestro deseo, har�amos victoriosa a la Causa, mediante el poder de una sola palabra prove�niente de Nuestra presencia. ... No obstante, como Nues�tra amo-rosa providencia sobrepasa todas las cosas, he�mos orde-nado que la victoria total sea alcanzada por me�dio del ha-bla y la prolaci�n, para que Nuestros siervos a trav�s de la tierra puedan por ella convertirse en recep�t�culos del bien divino. ...
Si cualquiera percibiese la dulzura del siguiente pasa�je de la Tabla revelada en honor a Nab�l de Q�'in, f�cil-mente comprender�a el significado de la ayuda: La prola-ci�n humana es una esencia que aspira a ejercer su in-fluencia y necesita moderaci�n. En cuanto a su influen-cia, est� condicionada al refinamiento, el que a su vez de-pende de los corazones que son desprendidos y puros. En cuanto a su moderaci�n, �sta debe ser combinada con el tacto y la sabidur�a, como est� prescrito en las Sa�gradas Escrituras y Tablas.
�Oh Mi Nombre! La expresi�n necesita poseer un po�der penetrante. Pues si est� privada de esta cualidad fra�ca-sar� en ejercer influencia. Y esta influencia penetrante de�pende de que el esp�ritu sea puro y el coraz�n inmacu-lado. De igual manera necesita moderaci�n, sin la cual el oyente ser�a incapaz de soportarla, m�s bien manifestar�a oposi�ci�n desde el comienzo mismo. Y la moderaci�n es alcan�zada por medio de la combinaci�n de la expresi�n con las se�ales de divina sabidur�a que est�n registradas en los Libros Sagrados y Tablas. De este modo, cuando la esen�cia de la expresi�n de uno est� dotada de estos dos re�quisitos, ser� sumamente efectiva y constituir� el fac�tor primordial en la transformaci�n de las almas de los hom-bres. Esta es la posici�n de la victoria suprema y del do-minio celestial. Quienquiera la haya alcanzado, se ha�lla investido con el poder para ense�ar la Causa de Dios y prevalecer sobre los corazones y las mentes de los hom-bres.
... Les concierne a todos buscar diligentemente modos de ayudar a la Causa de Dios de manera similar a la que hemos explicado. Esto no es m�s que una muestra de Su gracia conferida especialmente a sus amados para que cada uno de ellos pueda alcanzar la posici�n caracteri-zada por las palabras: "Quienquiera reviva un alma, ver-dade�ramente ha revivido a toda la humanidad". ...
Las almas santificadas deber�an ponderar y meditar en sus corazones con respecto a los m�todos de ense��anza. De los textos de las maravillosas Escrituras ce�lestiales de-ber�an memorizar frases y pasajes apropiados a diversas ocasiones, para que en el curso de sus diser�taciones ellos puedan recitar los versos divinos cada vez que la ocasi�n lo demande, puesto que estos versos sa�grados son el elixir m�s potente, el m�s grande y pode�ros�simo talism�n. Tan poderosa es su influencia que el oyente no tendr� raz�n para vacilar.
... Nos imploramos a Dios para que tu llamado sea como un im�n que atraiga las encarnaciones de los nom-bres en el mundo de la existencia, para que todos los se-res se apresuren espont�neamente a escucharlo.
Verdaderamente digo, la lengua es para mencionar lo bueno, no la mancill�is con pl�tica indecorosa. Dios ha perdonado lo pasado. En adelante todos deben expresar lo que es decoroso y digno, debiendo abstenerse de la ca-lumnia, de la injuria, y de todo cuanto pueda causar tris-teza a los hombres.
Permita Dios que seas siempre brillante y radiante, resplandeciente con la luz del Sol de la Verdad, y puedas soltar tu lengua alabando el Nombre de Dios, lo cual constituye la m�s laudable de todas las acciones.
Le corresponde al pueblo de Dios ser paciente. Deben impartir la Palabra de Dios de acuerdo a la medida parti-cular de entendimiento y capacidad del oyente, para que quiz� los hijos de los hombres puedan ser rescatados de la negligencia, y dirigir sus rostros hacia el Horizonte que es inmensurablemente exaltado por sobre todos los hori-zon�tes.
Di: �Oh concurso de gobernantes y sabios y eruditos! El D�a Prometido ha llegado y el Se�or de las Huestes ha aparecido. Regocijaos con gran alegr�a por esta suprema felicidad. Ayudadlo entonces, a trav�s del poder de la sa-bidur�a y la prolaci�n. As� os lo ordena Quien siempre ha proclamado: "Verdaderamente, no hay Dios fuera de M�, el Omnisciente, el Omnisapiente".
Les corresponde a todos en este d�a dedicarse a la en-se�anza de la Causa con la mayor prudencia y firmeza. Si descubriese un suelo puro, debe sembrar la semilla de la Palabra de Dios, de lo contrario ser�a preferible guar�dar silencio.
Persevera en ayudar a esta Causa por medio del poder fortalecedor de las huestes de la sabidur�a y prolaci�n. As� ha sido decretado por Dios, el Mun�fico, el Todo Ala�bado.
�D�nde est� el alma que volver� su rostro en direcci�n al Divino �rbol del Loto en forma tal que, ni el poder abrumador de los reyes, ni las violentas conmociones de sus s�bditos, podr�n impedirle elevar su voz en medio de la creaci�n entera a trav�s del poder de la sabidur�a y prolaci�n, y testificar lo que ha testificado Dios, que ver-daderamente no hay otro Dios fuera de �l, el Poderoso, el Invencible, el Omnipotente, el Conocedor, el Sabio?
Los frutos del �rbol humano son exquisitos, altamente deseados y muy apreciados. Entre ellos se encuentran un car�cter recto, acciones virtuosas y agradables ex�pre�sio-nes.
EP�STOLA AL HIJO DEL LOBO�l es Quien ha revelado Su Causa para gu�a de Sus criaturas y hecho descender Sus versos para demostrar Su Prueba y Su Testimonio, y Quien embelleci� el prefa�cio del Libro del Hombre con el ornamento de la expre�si�n, me�diante su sentencia: "El Dios de Misericordia ha profesado el Quran, ha creado al hombre y le ha ense�a-do a articu�lar palabra." No existe m�s Dios que �l, el �nico, el Incomparable, el Fuerte, el Poderoso, el Ben�fi-co.
T� me has dado una lengua para recordarte y alabarte y, sin embargo, ella ha expresado lo que ha hecho que las almas de aquellos de Tus escogidos que se hallan cerca de Ti, se disolvieran, y los corazones de los since�ros entre los moradores de las habitaciones de santidad, fueran con-sumidos.
Ahora es el momento de purificarte con las aguas del desprendimiento que han fluido de la Pluma Suprema, y reflexionar, enteramente por amor a Dios, sobre las cosas que una y otra vez han sido enviadas o manifestadas, y luego esforzarte todo lo que puedas por sofocar, mediante el poder de la sabidur�a y la fuerza de tu palabra, el fuego de la enemistad y el odio que arde en los pueblos del mundo.
Asociaos con todos los hombres, oh pueblo de Baha, en esp�ritu de amistad y compa�erismo. Si est�is entera�dos de cierta verdad, si pose�is una joya de la que otros est�n privados, compartidla con ellos en un lenguaje de sumo afecto y buena voluntad. Si ella es aceptada, si cumple su prop�sito, habr�is logrado vuestro objetivo. Si alguien le rehusara, dejadlo librado a s� mismo e implo�rad a Dios que le gu�e. Guardaos de tratarle sin bondad. Una lengua amable es la calamita de los corazones de los hombres. Es el pan del esp�ritu, reviste a las palabras de significado, es la fuente de luz de la sabidur�a y el en�ten�dimiento.
�Oh pueblos de la tierra! Apresuraos a realizar el deseo de Dios, y guerread valientemente, como os corresponde a vosotros guerrear, por amor a la proclamaci�n de su irre-sistible e inamovible Causa. Hemos decretado que la gue-rra debe hacerse en el sendero de Dios con los ej�rci�tos de la sabidur�a y la expresi�n, y de un car�cter ama�ble y ac-ciones dignas de alabanza.
Cuidaos, no sea que derram�is la sangre de alguien. Desenvainad la espada de vuestra lengua de la vaina de la prolaci�n, pues con ella podr�is conquistar las ciuda�de-las de los corazones de los hombres.
Es de tu incumbencia convocar al pueblo, bajo todas las condiciones, a todo lo que haga de ellos exponentes de caracter�sticas espirituales y buenas acciones, para que sean conscientes de lo que es la causa de la eleva�ci�n humana y puedan, con esfuerzo supremo, dirigirse hacia la m�s sublime Estaci�n y al Pin�culo de Gloria.
Depurad ... vuestras lenguas de la calumnia, ...�Oh pueblo de Baha! Subyugad las ciudadelas de los corazones de los hombres con las espadas de la sabidu�r�a y la prolaci�n.
�Oh Shaykh! Esta gente ha pasado m�s all� del redu�ci-do estrecho de los nombres y levantado sus tiendas so�bre las orillas del mar del renunciamiento. Gustosamente en-tregar�an sus vidas antes de exhalar la palabra de�seada por sus enemigos.
PASAJES DE LOS ESCRITOS DE Bahá'u'lláhAquellos quienes son los amados de Dios, dondequie�ra que se re�nan y a quienquiera que puedan encontrar, de-ben poner de manifiesto, en su actitud hacia Dios y en la forma en que celebran Su alabanza y glorificaci�n, tal humildad y sumisi�n que cada �tomo de polvo bajo sus pies pueda atestiguar la profundidad de su devoci�n.
La conversaci�n de estas almas santas debe estar im-buida de un poder tal que estos mismos �tomos de polvo se sientan estremecidos por su influencia.
Mostrad paciencia y benevolencia y amor los unos ha-cia los otros. Si alguno de entre vosotros no pudiera cap-tar cierta verdad o estuviera haciendo esfuerzos por com-pren�derla, mostrad en vuestra conversaci�n con �l un esp�ritu de suma bondad y benevolencia.
Di: �Oh hombres! Este es un d�a inigualable. Inigua-lable debe ser, asimismo, la lengua que celebra la ala-banza del Deseo de todas las naciones, e inigualable la acci�n que aspira a ser aceptable a Su vista.
Lejos est� de Su gloria que lengua humana pueda ex-presar apropiadamente Su alabanza...
Cada verdadero Profeta ha considerado Su Mensaje como fundamentalmente el mismo que la Revelaci�n de todos los otros Profetas que Le han precedido. Si alguien, por consiguiente, no comprendiera esta verdad y, en con-secuencia, se entregara al uso de lenguaje vano e indeco-roso, ning�n hombre cuya vista sea perspicaz y cuyo en-tendimiento sea iluminado, permitir�a jam�s que tal ocio-sa charla le haga vacilar en su creencia.
La Palabra de Dios es semejante a un �rbol tierno, cu-yas ra�ces han sido plantadas en los corazones de los hombres. Os incumbe nutrir su crecimiento por medio de las vivificadoras aguas de sabidur�a, de palabras santas y sagradas, para que su ra�z pueda asegurarse firmemente y sus ramas puedan extenderse hasta la altura de los cielos y a�n m�s all�.
Cuidaos, no os llen�is de orgullo ante Dios, y no re�cha-c�is desde�osamente a sus amados. Tratad humil�demen�te a los fieles, quienes han cre�do en Dios y en sus signos, cuyos corazones atestiguan Su unidad, cuyas lenguas proclaman Su unicidad y que hablan s�lo cuan�do �l lo permite. As� os exhortamos con justicia, y os ad�vertimos con verdad, que quiz� se�is despertados.
Sabed que, desde tiempo inmemorial, las pruebas y tri-bulaciones han sido el destino de los escogidos de Dios y de Sus amados, y de aquellos de Sus siervos que se han separado de todo excepto de �l, aquellos a quie�nes ni el comercio ni los bienes les han seducido como para impe-dir la recordaci�n del Todopoderoso, aquellos que no ha-blan hasta que �l no haya hablado, y que ac�t�an de acuerdo con Su mandamiento. Tal es el m�todo empleado por Dios en el pasado y tal lo ser� en el futuro. Benditos sean los que soportan con firmeza, los que son pacientes en las enfermedades y privaciones, quienes no se lamen-tan de nada que les acontezca, y que hollan el sendero de la resignaci�n...
�Cu�n grande la multitud de verdades que la vestidura de la palabra nunca podr� contener! �Cu�n vasto es el n�mero de verdades que ninguna expresi�n puede ade-cuadamente describir, cuyo significado nunca podr� ser revelado, y a las cuales no podr� hacerse tan siquiera la m�s remota alusi�n! �Cu�n m�ltiples son las verdades que deben permanecer sin ser pronunciadas hasta que haya llegado el tiempo se�alado! As� ha sido dicho: "No todo lo que un hombre sabe puede ser revelado; ni puede todo lo que �l pueda revelar ser considerado oportuno; ni tampoco toda expresi�n oportuna puede ser considerada como apropiada a la capacidad de aquellos que la oyen".
Si ellos se levantan para ense�ar Mi Causa, deben permitir que el h�lito de Aquel Quien es el Irrestringido, les anime, y deben difundirla por toda la tierra con ele-vada resoluci�n, con sus mentes completamente concen-tradas en �l, y con sus corazones absolutamente des-prendidos e independientes de todas las cosas, y con sus almas santificadas de este mundo y sus vanidades. Les corresponde escoger, como la mejor provisi�n para su viaje, la confianza en Dios, y ataviarse con el amor de su Se�or, el M�s Exaltado, el Todo Glorioso.
Si as� lo hacen, sus palabras tendr�n influencia sobre quienes les escuchen.
Quienquiera que se levante entre vosotros para ense-�ar la Causa de su Se�or, que ante todo se ense�e a s� mismo, para que su palabra atraiga los corazones de quienes le escuchan. A menos que se ense�e a s� mismo, las pala�bras de sus labios no ejercer�n influencia en el coraz�n del buscador. Tened cuidado, oh pueblo, de ser de aque�llos que dan buenos consejos a los dem�s, mien�tras olvi�dan seguirlos ellos mismos. Las palabras de tales perso�nas y, m�s all� de las palabras, las realidades de to-das las cosas, y m�s all� de estas realidades, los �nge�les que es�t�n cerca de Dios, les lanzan la acusaci�n de false-dad.
�l ha ordenado que Su Causa sea ense�ada por medio del poder de la palabra de los hombres, y no por medio del recurso de la violencia.
�Por la rectitud de Dios! Quienquiera que abra sus la-bios en este D�a y haga menci�n del nombre de su Se�or, las huestes de la inspiraci�n divina descender�n sobre �l, desde el cielo de Mi nombre, el Omnisciente, el Sa-pient�simo. Sobre �l tambi�n descender� el Concurso en lo alto, cada uno portando en lo alto un c�liz de luz pura. As� ha sido preordinado en el reino de la Revelaci�n de Dios, por mandato de Aquel Quien es el Todo Glorioso, el M�s Poderoso.
S� recto en tu juicio y moderado en tu palabra.Entona, oh Mi siervo, los vers�culos de Dios que t� has recibido, como son entonados por aquellos que se han acercado a �l, para que la dulzura de tu melod�a en�cien�da tu propia alma y atraiga los corazones de todos los hom-bres. Quienquiera que recite en la intimidad de su alcoba los vers�culos revelados por Dios, los �ngeles es�parcidores del Todopoderoso difundir�n por doquier la fragancia de las palabras pronunciadas por sus labios, y har�n que palpite el coraz�n de todo hombre recto. Aun�que al prin-cipio �l permanezca inconsciente de su efecto, sin embar-go, la virtud de la gracia concedida a �l debe necesaria-mente ejercer, m�s tarde o m�s temprano, in�fluencia sobre su alma.
Embelleced vuestras lenguas, oh pueblo, con la vera�ci-dad ...
Proclama ... lo que el M�s Grande Esp�ritu te inspirar� a expresar en el servicio a la Causa de tu Se�or, para que conmuevas las almas de todos los hombres y atraigas sus corazones hacia esta muy bendita y todo gloriosa Corte...
Sabe que hemos abolido la regla de la espada, como una ayuda a Nuestra Causa, y la hemos sustituido por el poder nacido de la prolaci�n de los hombres. ... Abrid, oh pueblo, la ciudad del coraz�n humano con la llave de vuestra prolaci�n.
Cada vez que Mi nombre, "el Todo Misericordioso", es-cuchaba que uno de Mis amados hab�a proferido una pa-labra que iba en contra de Mi deseo, se retiraba, herido de dolor y desconsolado, a Su morada ...
Camina firmemente en el amor de Dios, y mant�nte �n-tegro en Su Fe, y ay�dale con el poder de tu expre�si�n.
La Pluma del Alt�simo ha decretado e impuesto sobre cada uno la obligaci�n de ense�ar esta Causa ... Dios, sin duda, inspirar� a quienquiera que se desprenda de todo salvo de �l, y har� que las aguas puras de la sabi�dur�a y la prolaci�n fluyan copiosamente desde su cora�z�n.
Con firme determinaci�n, con todo el afecto de vuestro coraz�n, y con la fuerza plena de vuestras palabras, vol-veos hacia �l, y no transit�is por los caminos de los ne-cios.
El que desee promover la Causa del Dios �nico y ver�da-dero, que la promueva mediante su pluma y su len�gua, y no recurriendo a la espada ni a la violencia.
... Desatad vuestras lenguas y, sin cesar, proclamad Su Causa.
Si �l es encendido con el fuego de su amor, si renun�cia a todas las cosas creadas, las palabras que profiera pren-der�n fuego a quienes le escuchen.
Dios ha prescrito a cada uno el deber de ense�ar Su Causa. Quienquiera que se levante a cumplir con este de-ber, antes de proclamar Su Mensaje, necesariamente debe adornarse con el ornamento de un car�cter recto y loable, para que sus palabras puedan atraer los corazo-nes de aquellos que sean receptivos a su llamado. Sin esto, �l nunca podr� esperar influir sobre sus oyentes.
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