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Baha'u'llah : Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh
Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh

I. ¡Loado y glorificado eres Tú, oh Señor, mi Dios! ¿Cómo puedo yo hacer mención de Ti, estando seguro de que ninguna lengua, por muy profunda que sea su sabiduría, puede magnificar debidamente Tu nombre, ni el ave del corazón humano, por grande que sea su anhelo, jamás tendrá esperanza de ascender al cielo de Tu majestad y conocimiento?

Si Te describo, oh mi Dios, como Aquel que todo lo percibe, me veo compelido a admitir que Aquellos que son las más elevadas Personificaciones de la percepción han sido creados por virtud de Tu mandato. Y si Te alabo como Aquel que es el Omnisapiente, me veo igualmente forzado a reconocer que los mismos Manantiales de la sabiduría han sido generados por la acción de Tu Voluntad. Y si Te proclamo como el Incomparable, pronto descubro que Aquellos que son la íntima esencia de la unicidad han sido enviados por Ti y no son más que las pruebas de Tu obra maestra. Y si Te aclamo como el Conocedor de todas las cosas, debo confesar que Aquellos que son la Quintaesencia del conocimiento no son sino creación e instrumentos de Tu Propósito.

Excelso, inmensamente excelso eres Tú, por encima de los esfuerzos que haga el ser mortal por desentrañar Tu misterio, describir Tu gloria o siquiera insinuar la naturaleza de Tu Esencia. Pues por mucho que logren tales esfuerzos, jamás podrán tener la esperanza de trascender las limitaciones impuestas a Tus criaturas, ya que esos empeños están animados por Tu decreto y son engendrados por Tu inventiva. Los sentimientos más elevados que el más santo de los santos pueda expresar en Tu alabanza, y la más profunda sabiduría que el más erudito de los eruditos pueda pronunciar en su tentativa de comprender Tu naturaleza, giran todos alrededor de aquel Centro que está completamente subordinado a Tu soberanía, adora Tu Belleza y es propulsado por el movimiento de Tu Pluma.

¡Es más, no permitas, oh mi Dios, que yo haya pronunciado palabras tales que inevitablemente impliquen la existencia de alguna relación directa entre la Pluma de Tu Revelación y la esencia de todas las cosas creadas! ¡Lejos, muy lejos se hallan de concebir tal relación Quienes están relacionados contigo! Ninguna comparación ni semejanza hace justicia al Árbol de Tu Revelación, y están cerrados todos los caminos hacia la comprensión de la Manifestación de Tu Ser y la Aurora de Tu Belleza.

¡Lejos, muy lejos de Tu gloria esté lo que un mortal pueda afirmar de Ti o atribuirte, o la alabanza con que Te pueda glorificar! Cualquier deber que Tú hayas prescrito a Tus siervos de ensalzar al máximo Tu majestad y gloria es sólo una muestra de Tu gracia hacia ellos, para que puedan ascender a la estación conferida a su propio ser interior, la estación del conocimiento de sí mismos.

Nadie que no seas Tú ha podido, en ningún momento, desentrañar Tu misterio o ensalzar dignamente Tu grandeza. Inescrutable y muy por encima de la alabanza de los hombres permanecerás Tú eternamente. No hay otro Dios más que Tú, el Inaccesible, el Omnipotente, el Omnisciente, el Sacratísimo.

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II. El principio de todas las cosas es el conocimiento de Dios, y el fin de todas las cosas, la observancia estricta de todo lo que se ha hecho descender desde el empíreo de la Voluntad Divina, que penetra todo cuanto está en los cielos y todo cuanto está en la tierra.

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III. La Revelación que, desde tiempo inmemorial, ha sido aclamada como el Propósito y la Promesa de todos los Profetas de Dios y como el más caro Deseo de Sus Mensajeros ha sido ahora manifestada a los hombres en virtud de la penetrante Voluntad del Todopoderoso y por Su irresistible mandato. El advenimiento de semejante Revelación ha sido anunciado en todas las Sagradas Escrituras. Ved cómo, a pesar de ese anuncio, la humanidad se ha desviado de Su camino y se ha apartado de Su gloria.

Di: ¡Oh amantes del único Dios verdadero! Esforzaos por reconocerle y conocerle de verdad y observar adecuadamente Sus preceptos. Ésta es una Revelación tal que si alguien derramara por ella una sola gota de sangre, miríadas de océanos serían su recompensa. Estad alertas, oh amigos, no sea que, por incumplimiento, perdáis tan inestimable beneficio o despreciéis su trascendente rango. Considerad la multitud de vidas que han sido y son aún sacrificadas en un mundo engañado por un mero fantasma que las vanas imaginaciones de sus pueblos han concebido. Dad gracias a Dios, ya que habéis alcanzado el Deseo de vuestro corazón, y habéis sido unidos a Aquel que es la Promesa de todas las naciones. Proteged, con la ayuda del único Dios verdadero –ensalzada sea Su gloria– la integridad de la posición que habéis logrado y aferraos a lo que promueva Su Causa. Él, verdaderamente, os ordena lo que es justo y propicio para la elevación de la posición del hombre. Glorificado sea el Todomisericordioso, el Revelador de esta maravillosa Tabla.

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IV. Éste es el Día en que se han derramado sobre los seres humanos los muy excelentes favores de Dios, Día en que Su poderosísima gracia ha sido infundida en todo lo creado. Incumbe a todos los pueblos del mundo componer sus diferencias y, con perfecta unidad y paz, morar a la sombra del Árbol de Su cuidado y bondad. Les incumbe aferrarse a todo cuanto, en este Día, conduzca a la elevación de su posición, y a la promoción de su bienestar. Dichosos aquellos a quienes la gloriosísima Pluma se sintió impulsada a recordar, y bienaventurados aquellos cuyos nombres, en virtud de Nuestro inescrutable decreto, hemos preferido ocultar.

Suplicad al único Dios verdadero que conceda que todos sean bondadosamente ayudados a llevar a cabo lo que sea aceptable a Nuestra vista. Pronto el orden actual será enrollado y uno nuevo será desplegado en su lugar. Ciertamente, tu Señor habla la verdad, y es el Conocedor de lo invisible.

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V. Éste es el Día en que el Océano de la misericordia de Dios ha sido manifestado a los seres humanos, Día en que el Sol de Su bondad ha derramado su resplandor sobre ellos, Día en que las nubes de Su generoso favor han extendido su protección sobre toda la humanidad. Éste es el tiempo para alentar y refrescar al abatido por medio de la tonificante brisa del amor y la camaradería, y por las aguas vivas de la amistad y la caridad.

Aquellos que son los amados de Dios, doquiera que se reúnan y a quienquiera que encuentren, deben mostrar, en su actitud hacia Dios, y en la forma en que celebran Su alabanza y gloria, tal humildad y sumisión, que cada átomo de polvo que haya bajo sus pies atestigüe la profundidad de su devoción. La conversación que sostengan esas almas santas debe estar imbuida de tanto poder que esos mismos átomos se sientan estremecidos por su influencia. Deben comportarse de modo que la tierra que pisan jamás se permita dirigirles palabras como éstas: “Yo debo ser preferida a vosotros. Pues, presenciad con qué paciencia sobrellevo la carga que me pone encima el labrador. Yo soy el instrumento que continuamente confiere a todos los seres las bendiciones que me ha confiado Aquel que es la Fuente de toda gracia. No obstante el honor que me ha sido concedido, y las innumerables pruebas de mi riqueza, riqueza que cubre las necesidades de toda la creación, mirad cuán grande es mi humildad, presenciad con qué absoluta sumisión permito ser hollada por los pies de los hombres...”

Mostrad paciencia, benevolencia y amor los unos a los otros. Si alguno de entre vosotros no pudiera captar cierta verdad o tratara de comprenderla, mostrad en vuestra conversación con él un espíritu de suma bondad y benevolencia. Ayudadle a ver y reconocer la verdad, sin estimaros en lo más mínimo superiores a él ni poseedores de mayores dotes.

El mayor deber del hombre en este Día es alcanzar la parte correspondiente del torrente de la gracia que Dios derrama para él. Por tanto, que nadie considere si el receptáculo es grande o pequeño. La porción de algunos podría caber en la palma de una mano, la porción de otros pudiera llenar una taza y la de otros alcanzar la medida de un galón.

Cada cual debería, en este Día, buscar lo que mejor promueva la Causa de Dios. ¡Aquel que es la Eterna Verdad es Mi testigo! En este Día, nada puede hacer más daño a esta Causa que la disensión y la contienda, las disputas, el distanciamiento y la apatía entre los amados de Dios. Rehuidlos, mediante el poder de Dios y Su soberana ayuda, y esforzaos por unir los corazones humanos en Su Nombre, el Unificador, el Omnisciente, el Sapientísimo.

Suplicad al único Dios verdadero que os conceda saborear obras tales como las que son realizadas en Su sendero y participar de la dulzura de tal humildad y sumisión como las que se muestran por amor a Él. Olvidaos de vosotros mismos, y volved los ojos hacia vuestro prójimo. Concentrad vuestras energías en todo aquello que promueva la educación de las gentes. Nada es ni jamás podrá ser ocultado a Dios. Si seguís Su camino, sobre vosotros lloverán Sus incalculables e imperecederas bendiciones. Ésta es la luminosa Tabla cuyos versículos han brotado de la Pluma motriz de Aquel que es el Señor de todos los mundos. Meditad sobre ella en vuestros corazones, y sed de los que observan sus preceptos.

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VI. Ved cómo los diversos pueblos y linajes de la tierra han esperado el advenimiento del Prometido. Tan pronto como Se hubo manifestado Aquel que es el Sol de la Verdad, he aquí que todos se apartaron de Él, excepto aquellos a quienes Dios quiso guiar. No Nos atrevemos a levantar, en este Día, el velo que oculta la elevada posición que cada creyente verdadero puede alcanzar, por cuanto el júbilo que provocaría esa revelación bien pudiera hacer a algunos desfallecer y morir.

Aquel que es el Corazón y Centro del Bayán ha escrito: “El germen que contiene dentro de sí las potencialidades de la Revelación que ha de venir está dotado de una potencia superior a las fuerzas unidas de todos los que Me siguen”. Y, en otra parte, Él dice: “De todos los tributos que he rendido a Aquel que vendrá después de Mí, el más grande es éste: Mi confesión escrita de que ninguna palabra Mía puede describirle en forma adecuada, ni tampoco puede hacer justicia a Su Causa referencia alguna a Él contenida en Mi Libro, el Bayán”.

De quien haya explorado las profundidades de los océanos que se hallan ocultos en estas excelsas palabras y haya comprendido su trascendencia, puede decirse que ha descubierto un destello de la gloria inefable con que ha sido dotada esta grande, sublime y santísima Revelación. Bien puede imaginarse el honor con que han de ser investidos sus fieles seguidores, dada la excelencia de tan grande Revelación. ¡Por la rectitud del único Dios verdadero! Incluso el aliento de esas almas supera todos los tesoros de la tierra. Dichoso aquel que lo haya logrado, y ¡ay de los negligentes!

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VII. En verdad digo: Éste es el Día en que la humanidad puede contemplar el Rostro del Prometido y oír Su Voz. Se ha proclamado el Llamamiento de Dios y se ha alzado la Luz de Su semblante sobre los hombres. Les incumbe a todos borrar de la tabla de su corazón la huella de toda palabra vana, y contemplar con mente abierta e imparcial los signos de Su Revelación, las pruebas de Su Misión y las muestras de Su gloria.

¡Grande, en verdad, es este Día! Las alusiones que se hacen a él en todas las sagradas Escrituras como el Día de Dios dan testimonio de su grandeza. El alma de todo Profeta de Dios, de todo Mensajero divino ha añorado este maravilloso Día. Asimismo, todos los diversos linajes de la tierra han ansiado llegar a él. Sin embargo, en cuanto se manifestó el Sol de Su Revelación en el cielo de la Voluntad de Dios, todos se quedaron estupefactos y desatentos, excepto aquellos a quienes el Todopoderoso quiso guiar.

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VIII. ¡Por la rectitud de Dios! Éstos son los días en que Dios ha puesto a prueba los corazones de todo el conjunto de Sus Mensajeros y Profetas y, además de ellos, a quienes montan guardia en Su sagrado e inviolable Santuario, los moradores del Pabellón celestial y los habitantes del Tabernáculo de la Gloria. ¡Cuán severa será, entonces, la prueba a que se verán sometidos aquellos que Le atribuyen socios a Dios!

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IX. ¡Oh Ḥusayn! Con qué ansiedad esperaban ciertos pueblos y naciones el regreso del Imán Ḥusayn, cuya venida con posterioridad a la aparición del Qá’im había sido profetizada en días pasados por los elegidos de Dios, loada sea Su gloria. Además, estas almas santas han anunciado que cuando Se manifieste Aquel que es la Aurora de la múltiple gracia de Dios, todos los Profetas y Mensajeros, incluso el Qá’im, se reunirán a la sombra del sagrado Estandarte que enarbolará el Prometido. Esa hora ya ha llegado. El mundo está iluminado con la refulgente gloria de Su semblante. ¡Sin embargo, observa hasta dónde se han desviado sus pueblos de Su camino! Nadie ha creído en Él con excepción de quienes, mediante el poder del Señor de los Nombres, han hecho añicos los ídolos de sus vanas imaginaciones y deseos corruptos y han entrado en la ciudad de la certeza. En este Día y en Su Nombre, Quien subsiste por Sí mismo, se ha roto el sello del selecto Vino de Su Revelación y su gracia se derrama sobre la humanidad. Llena tu copa y bebe en Su Nombre, el Santísimo, el Loable.

¡Oh tú que Me has recordado! El más espeso velo ha ocultado Su gloria a los pueblos de la tierra, y ha impedido que escuchen Su llamada. Dios quiera que la luz de la unidad envuelva a toda la tierra, y que el sello “El Reino es de Dios” sea estampado en la frente de todos sus pueblos.

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X. El tiempo preordinado para los pueblos y linajes de la tierra ya ha llegado. Se han cumplido todas las promesas de Dios, que están consignadas en las santas Escrituras. Desde Sión se ha difundido la Ley de Dios, y Jerusalén y sus montañas y campos están llenos con la gloria de Su Revelación. Feliz quien sopesa en su corazón lo que ha sido revelado en los Libros de Dios, Quien ayuda en el peligro, Quien subsiste por Sí mismo. Meditad sobre ello, oh amados de Dios, y aseguraos de que vuestros oídos estén atentos a Su Palabra, para que, por Su gracia y misericordia, bebáis a plenitud de las cristalinas aguas de la constancia y seáis tan firmes e inamovibles en Su Causa como la montaña.

En el Libro de Isaías está escrito: “Entra en la roca y ocúltate en el polvo, por temor al Señor y ante la gloria de Su majestad”. Nadie que medite sobre este versículo puede dejar de reconocer la grandeza de esta Causa o poner en duda el sublime carácter de este Día: el Día de Dios mismo. A este versículo le siguen las palabras: “Y solamente el Señor será ensalzado en ese Día”. Éste es el Día que la Pluma del Altísimo ha glorificado en todas las santas Escrituras. No hay en ellas versículo alguno que no declare la gloria de Su santo Nombre, ni hay Libro que no testifique la sublimidad de este exaltadísimo tema. Si mencionáramos todo lo que ha sido revelado en esos Libros celestiales y santas Escrituras acerca de esta Revelación, esta Tabla llegaría a tener dimensiones enormes. Incumbe a cada cual, en este Día, poner toda su confianza en las múltiples mercedes de Dios y disponerse a diseminar, con suma sabiduría, las verdades de Su Causa. Entonces, y sólo entonces, será envuelta toda la tierra con la luz matinal de Su Revelación.

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XI. Toda gloria sea para este Día, Día en que las fragancias de la misericordia han sido esparcidas por sobre todo lo creado, Día tan bendito que nunca las edades y siglos del pasado podrán comparársele, Día en el cual el semblante del Anciano de Días Se ha vuelto hacia Su santa sede. En seguida se oyó cómo las voces de todo lo creado, y además de ellas las del Concurso de lo alto, exclamaban: “Apresúrate, oh Carmelo, pues he aquí que se ha derramado sobre ti la luz del semblante de Dios, el Soberano del Reino de los Nombres y Hacedor de los cielos.

Embargado por raptos de alegría y alzando la voz, exclamó: “Que mi vida sea sacrificada por Ti, pues Te has fijado en mí, otorgándome Tu merced y dirigiendo Tus pasos hacia mí. La separación de Ti, oh Fuente de vida eterna, casi me ha consumido, y la lejanía de Tu presencia ha abrasado mi alma. Toda alabanza sea para Ti por haberme permitido escuchar Tu llamada, por honrarme con Tus pasos y reanimar mi alma con la vivificante fragancia de Tu Día y la estridente voz de Tu Pluma, voz que Tú designaste como el toque de trompeta en medio de Tu pueblo. Y cuando sonó la hora en que debía manifestarse Tu irresistible Fe, insuflaste en Tu Pluma un soplo de Tu espíritu, con lo que, he aquí, toda la creación fue sacudida hasta sus mismos cimientos, y quedaron al descubierto ante la humanidad los misterios que se hallaban ocultos en los tesoros de Quien es el Poseedor de todo lo creado”.

Tan pronto como su voz alcanzó ese exaltadísimo Lugar, respondimos: “Da gracias a tu Señor, oh Carmelo. Te devoraba el fuego de la separación de Mí cuando el océano de Mi presencia se alzó ante ti, dando alegría a tus ojos y a los de toda la creación, y llenando de deleite todas las cosas visibles e invisibles. Regocíjate, porque, en este Día, Dios ha establecido Su trono en ti, te ha convertido en el amanecer de Sus signos y en la aurora de las evidencias de Su revelación. Bienaventurado quien gire a tu alrededor, proclame la revelación de tu gloria y relate lo que ha derramado sobre ti la munificencia del Señor tu Dios. Toma el Cáliz de la Inmortalidad en el nombre de tu Señor, el Todoglorioso, y dale gracias a Él, por cuanto, en señal de misericordia para contigo, ha trocado tu tristeza en alegría y ha transformado tu pena en venturosa dicha. Él, ciertamente, ama el sitio que se ha convertido en la sede de Su trono, que ha sido hollado por Sus pies y honrado con Su presencia, desde el cual hizo resonar Su llamada y sobre el cual derramó Sus lágrimas.

“Llama a Sión, oh Carmelo, y anuncia las alegres nuevas: ¡Aquel que estaba oculto a los ojos mortales ha llegado! Su soberanía conquistadora se ha manifestado; Su esplendor, que todo lo envuelve, se ha revelado. Cuidado, no sea que vaciles o te detengas. Apresúrate a caminar alrededor de la Ciudad de Dios que ha descendido del cielo, la Kaaba celestial alrededor de la cual han circulado en adoración los escogidos de Dios, los puros de corazón y la compañía de los ángeles más excelsos. Oh, cuánto anhelo anunciar a cada lugar de la superficie de la tierra y llevar a cada una de sus ciudades las buenas nuevas de esta Revelación hacia la cual ha sido atraído el corazón del Sinaí y en cuyo nombre la Zarza Ardiente proclama: ‘Los reinos de la tierra y del cielo pertenecen a Dios, el Señor de Señores’. En verdad, éste es el Día ante cuyo anuncio tierra y mar se alborozan, Día para el cual han sido puestas a recaudo aquellas cosas que Dios ha destinado que sean reveladas, merced a una generosidad a la que no alcanza la comprensión de la mente o corazón mortales. Dentro de poco Dios hará navegar Su Arca sobre ti y manifestará al pueblo de Bahá, que ha sido mencionado en el Libro de los Nombres”.

Santificado sea el Señor de toda la humanidad, ante la mención de Cuyo nombre han vibrado todos los átomos de la tierra y la Lengua de Grandeza ha sido impelida a desvelar lo que estaba velado en Su conocimiento y se hallaba oculto en el tesoro de Su poder. En verdad, mediante la potencia de Su nombre, el Poderoso, el Omnipotente, el Altísimo, Él es el soberano de todo lo que hay en los cielos y todo lo que hay en la tierra.

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XII. Preparaos, oh pueblo, a la espera de los días de la justicia divina, porque la hora prometida ha llegado. Aseguraos de reconocer su importancia y no vayáis a ser contados entre los descarriados

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XIII. Considera el pasado. Cuántos, tanto de distinguida como de baja condición, han esperado ansiosamente, en toda época, el advenimiento de las Manifestaciones de Dios en las santificadas personas de Sus Elegidos. Cuántas veces han aguardado Su venida, con qué frecuencia han suplicado que sople la brisa de la misericordia divina y aparezca la Belleza prometida desde detrás del velo del ocultamiento, y sea manifestada a todo el mundo. Y siempre que se abrieron las puertas de la gracia, y se vertieron sobre la humanidad las nubes de la munificencia divina, y resplandeció la luz del Invisible sobre el horizonte del poder celestial, todos Le negaron, y se apartaron de Su rostro, el rostro de Dios mismo...

Reflexiona: ¿Cuál pudo haber sido el motivo de tales hechos? ¿Qué pudo haber inducido a semejante comportamiento para con los Reveladores de la belleza del Todoglorioso? Lo que en días pasados fue la causa del rechazo y oposición de esas personas ahora ha ocasionado la perversidad de la gente de esta época. Sostener que el testimonio de la Providencia era incompleto y que por eso ha sido la causa del rechazo de la gente no es sino blasfemia evidente. ¡Cuán lejos está de la gracia del Munífico y de Su amorosa providencia y tierna misericordia elegir a una de entre todas las almas para que guíe a Sus criaturas, y, por un lado, privarle de la medida plena de Su testimonio divino, y, por otro, infligir severo castigo a Su pueblo por haberse apartado de Su Elegido! Es más, las múltiples generosidades del Señor de todos los seres han rodeado, en todo tiempo, mediante las Manifestaciones de Su divina Esencia, a la tierra y a todos los que viven en ella. Ni por un momento se le ha negado Su gracia al género humano, ni tampoco han cesado de verterse sobre éste las lluvias de Su bondad. Por consiguiente, semejante comportamiento no puede atribuirse sino a la estrechez de mente de aquellas almas que vagan por el valle de la arrogancia y el orgullo, que están perdidas en el desierto del alejamiento, que transitan por los caminos de sus vanas fantasías y siguen las órdenes de los jefes de su religión. Su principal interés es la mera oposición, y su único deseo es desconocer la verdad. Para todo observador perspicaz es evidente y manifiesto que si en los días de cada una de las Manifestaciones del Sol de la Verdad esta gente hubiese purificado sus ojos, sus oídos y sus corazones de todo lo que hubieran visto, oído y sentido, de seguro no se habrían privado de ver la belleza de Dios, ni se habrían desviado tanto de los aposentos de gloria. Pero pesaron el testimonio de Dios con la medida de su propio conocimiento, tomado de las enseñanzas de los jefes de su religión, y al encontrarlo en desacuerdo con su limitado entendimiento, se dispusieron a perpetrar actos tan indecorosos...

¡Considera a Moisés! Armado con la vara del dominio celestial, adornado con la blanca mano del conocimiento divino, y procedente del Parán del amor de Dios, y empuñando la serpiente del poder y majestad eterna, resplandeció sobre el mundo desde el Sinaí de la luz. Llamó a todos los pueblos y linajes de la tierra al reino de la eternidad, y los invitó a participar del fruto del árbol de la fidelidad. Seguramente sabes de la feroz oposición del Faraón y su pueblo, y de las piedras de ociosa fantasía que las manos de los infieles lanzaron contra ese Árbol bendito. Llegó a tal punto que finalmente el Faraón y su pueblo se dispusieron a hacer esfuerzos extremos por extinguir, con las aguas de la falsedad y negación, el fuego de ese Árbol sagrado, olvidando la verdad de que ninguna agua terrenal puede apagar la llama de la sabiduría divina, ni pueden ráfagas mortales extinguir la lámpara del dominio sempiterno. Es más, semejante agua no puede sino intensificar el ardor de la llama, y tales ráfagas no pueden más que asegurar la conservación de la lámpara, si observaras con el ojo del discernimiento y transitaras por el camino de la santa voluntad y complacencia de Dios...

Y cuando terminaron los días de Moisés, y envolvió al mundo la luz de Jesús, que brillaba desde la Aurora del Espíritu, todo el pueblo de Israel se dispuso a protestar contra Él. Aducían que Aquel Cuyo advenimiento había predicho la Biblia debía necesariamente promulgar y cumplir las leyes de Moisés, en tanto que ese joven nazareno, quien reclamaba como propia la posición del Mesías divino, había anulado las leyes del divorcio y del sábado: las más importantes de todas las leyes de Moisés. Por otra parte, ¿qué había de las señales de la Manifestación que aún estaba por venir? ¡Estas gentes de Israel hasta el día de hoy esperan a la Manifestación que la Biblia predijo! ¡Cuántas Manifestaciones de Santidad, cuántos Reveladores de la luz sempiterna han aparecido desde el tiempo de Moisés, y, sin embargo, Israel, envuelta en los más densos velos de fantasía satánica y falsas imaginaciones, aún espera que aparezca el ídolo creado por ella misma con los signos que ella ha concebido! Así Dios se ha apoderado de ellos a causa de sus pecados, ha extinguido en ellos el espíritu de fe, y los ha atormentado con las llamas del fuego del infierno. Y eso se debió sólo a que Israel rehusó comprender el significado de aquellas palabras que habían sido reveladas en la Biblia acerca de los signos de la Revelación venidera. Como jamás comprendió su verdadera significación y aparentemente tales acontecimientos nunca ocurrieron, permaneció privada de reconocer la belleza de Jesús y de ver la faz de Dios. ¡Y aún esperan Su venida! Desde tiempo inmemorial hasta el presente, todos los linajes y pueblos de la tierra se han aferrado a semejantes fantasías y pensamientos indecorosos, y se han privado así de las claras aguas que fluyen de las fuentes de pureza y santidad...

Para quienes están dotados de entendimiento, es claro y manifiesto que, cuando el fuego del amor de Jesús consumió los velos de las limitaciones de los judíos, y Su autoridad se hizo evidente y fue puesta parcialmente en vigor, Él, el Revelador de la Belleza invisible, al dirigirse un día a Sus discípulos, se refirió a Su muerte, y, encendiendo en sus corazones el fuego del luto, les dijo: “Me voy, y vengo de nuevo a vosotros”. Y en otra parte Él dijo: “Yo me voy y vendrá otro, Quien os dirá todo lo que no os he dicho, y cumplirá todo lo que he hablado”. Ambos dichos tienen un mismo significado, si reflexionarais sobre las Manifestaciones de la Unidad de Dios con percepción divina.

Todo observador perspicaz reconocerá que en la Dispensación del Corán fueron confirmados tanto el Libro como la Causa de Jesús. Y en cuanto a los nombres, Muḥammad mismo declaró: “Yo soy Jesús”. Él reconoció la verdad de los signos, profecías y palabras de Jesús, y atestiguó que todos provenían de Dios. En este sentido, ni la persona de Jesús, ni Sus escritos han diferido de los de Muḥammad y Su Libro sagrado, por cuanto ambos han abogado por la Causa de Dios, han pronunciado Su alabanza y revelado Sus mandamientos. Así, Jesús mismo declaró: “Yo me voy y vengo otra vez a vosotros.” Considera el sol. Si dijera ahora: “Soy el sol de ayer”, diría la verdad. Y si pretendiese ser otro sol, tomando en cuenta la secuencia del tiempo, diría también la verdad. Asimismo, si se dijera que todos los días no son sino uno y el mismo, sería correcto y verdadero. Y si se dijera respecto de sus nombres particulares y designaciones, que difieren, ello sería también verdadero. Pues, si bien son los mismos, se reconoce en cada uno una designación distinta, un atributo especial, un carácter particular. En consecuencia has de concebir la distinción, variación y unidad características de las diversas Manifestaciones de santidad, para que comprendas las alusiones hechas por el Creador de todos los nombres y atributos a los misterios de la distinción y unidad, y descubras la respuesta a tu pregunta acerca de por qué la eterna Belleza, varias veces, Se ha llamado con nombres y títulos diferentes...

Cuando el Invisible, el Eterno, la Esencia divina, hizo que saliera el Sol de Muḥammad en el horizonte del conocimiento, entre los reparos que Le pusieron los teólogos judíos estaba que ningún Profeta sería enviado por Dios después de Moisés. Más bien, mención se ha hecho en las Escrituras de un Ser que debía necesariamente manifestarse y que promovería la Fe de Moisés y fomentaría el bienestar de Su pueblo, a fin de que la Ley de la Dispensación de Moisés abarcase toda la tierra. Así se ha referido en Su Libro el Rey de gloria sempiterna a las palabras pronunciadas por esos vagabundos del valle del alejamiento y el error: “Dicen los judíos: ‘La mano de Dios está encadenada’. Encadenadas estén sus propias manos. Y, por lo que dijeron, fueron maldecidos. Es más, ¡extendidas están Sus dos manos!” La mano de Dios está por encima de las de ellos”. Aunque los comentaristas del Corán han relatado de diversas maneras las circunstancias que rodearon la revelación de este versículo, con todo debieras esforzarte por comprender su propósito. Él dice: ¡Cuán falso es lo que los judíos han imaginado! ¿Cómo puede la mano de Aquel que es el Rey en verdad, Quien hizo que se revelara el semblante de Moisés y Le confirió el manto de Profeta; cómo puede estar encadenada y trabada con grillos la mano de semejante Ser? ¿Cómo puede imaginársele incapaz de hacer surgir a otro Mensajero después de Moisés? ¡Mira lo absurdo de su afirmación; cuánto se han apartado de la senda del conocimiento y la comprensión! Observa cómo también en este día, toda esta gente se ha ocupado con tan absurdos disparates. ¡Durante más de mil años han estado recitando este versículo y censurando, sin saberlo, a los judíos, ignorando totalmente que ellos mismos, abierta y secretamente, expresan los sentimientos y creencia del pueblo judío! Seguramente estás informado de su vana aseveración de que toda Revelación ha terminado, que se han cerrado las puertas de la misericordia divina, que de las auroras de santidad eterna no saldrá de nuevo el Sol, que para siempre se ha calmado el Océano de la munificencia sempiterna, que los Mensajeros de Dios han cesado de aparecer desde el Tabernáculo de antigua gloria. Tal es el grado de comprensión de esta gente mezquina y despreciable. Han imaginado que se ha detenido el flujo de la omnímoda gracia de Dios y Sus abundantes favores, cuya interrupción ninguna mente puede contemplar. En todos lados se han dispuesto a actuar con tiranía, y han hecho los mayores esfuerzos para apagar, con las amargas aguas de su vana fantasía, la llama de la Zarza Ardiente de Dios, olvidando que el globo del poder protegerá, dentro de su poderosa fortaleza, olvidando que el globo del poder protegerá la Lámpara de Dios dentro de su poderosa fortaleza...

Mira cómo la soberanía de Muḥammad, el Mensajero de Dios, es hoy evidente y manifiesta entre el pueblo. Tú bien sabes lo que aconteció a Su Fe en los primeros días de Su Dispensación. ¡Cuán dolorosos sufrimientos causó la mano de los infieles y descarriados, los teólogos de esa época y sus socios, a esa Esencia espiritual, a ese muy puro y santo Ser! ¡Cuán abundantes las zarzas y espinas que esparcieron en Su camino! Es evidente que esa generación miserable, en su maligna y satánica fantasía, consideró todo daño a ese Ser inmortal como medio para alcanzar felicidad perdurable, por cuanto los teólogos reconocidos de esa época, como ‘Abdu’lláh-i-Ubayy, Abú ‘Ámir, el ermitaño, Ka‘b-ibn-i-Ashraf, y Nadr-ibn-i-Ḥárith, Le trataron todos como impostor y Le declararon demente y calumniador. Tan dolorosas acusaciones hicieron contra Él que, al relatarlas, Dios prohíbe que fluya la tinta, que corra Nuestra pluma o que las soporte la página. Estas imputaciones malévolas hicieron que el pueblo se dispusiera a atormentarle. ¡Y cuán feroz ha de ser ese tormento si los teólogos de la época son sus principales instigadores, si Le denuncian a sus seguidores y Le arrojan de su medio declarándole hereje! ¿No Le ha sucedido lo mismo a este Siervo, y todos lo han presenciado?

Por esta razón exclamó Muḥammad: “Ningún Profeta de Dios ha sufrido daño tal como el que Yo he sufrido”. Y constan en el Corán todas las calumnias y reproches que pronunciaron contra Él, así como todas las aflicciones que Él padeció. Remitíos a ese texto para que tal vez seáis informados de lo que aconteció a Su Revelación. Tan crítica era Su situación que por un tiempo todos dejaron de tener trato con Él y con Sus compañeros. Quien se asociara con Él caía víctima de la crueldad implacable de Sus enemigos...

¡Observa cuán grande es el cambio hoy en día! ¡Mira cuántos soberanos inclinan la rodilla ante Su nombre! ¡Cuán numerosas las naciones y reinos que han buscado amparo a Su sombra, y que guardan lealtad a Su Fe, enorgulleciéndose de ello! De los púlpitos ascienden hoy palabras de alabanza que, con toda humildad, glorifican Su bendito nombre; y de lo alto de los alminares resuena la llamada que convoca al concurso de Su pueblo para adorarle. Aun los reyes de la tierra que han rehusado abrazar Su Fe y quitarse el manto del descreimiento confiesan y reconocen empero la grandeza y majestad avasalladora de ese Sol de bondad. Tal es Su soberanía terrenal, de la cual ves evidencias por todas partes. Esta soberanía debe necesariamente revelarse y establecerse, ya sea durante la vida de cada Manifestación de Dios o después de Su ascensión a Su verdadera morada en los dominios de lo alto...

Es evidente que los cambios provocados en cada Dispensación constituyen las nubes oscuras que se interponen entre el ojo del entendimiento humano y el divino Luminar que brilla en la aurora de la Esencia divina. Considera cómo las gentes durante generaciones han imitado ciegamente a sus padres, y han sido educadas de acuerdo con las prácticas y costumbres establecidas por los preceptos de su Fe. Por tanto, si estas gentes descubrieran de repente que un Hombre que ha vivido en su medio, y que respecto a toda limitación humana ha sido su semejante, Se hubiera dispuesto a abolir todos los principios establecidos que impone su Fe – principios en los cuales, durante siglos, se han instruido, tomando como infieles, disolutos y perversos a sus opositores y negadores – ciertamente, estarían envueltas en velos e imposibilitadas para reconocer Su verdad. Es como cuando las “nubes” cubren los ojos de aquellos cuyo ser interior aún no ha probado el Salsabíl del desprendimiento, ni ha bebido del Kawthar del conocimiento de Dios. Esas gentes, al enterarse de esas circunstancias, llegan a cegarse hasta tal punto que sin la menor pregunta declaran infiel a la Manifestación de Dios y Le sentencian a muerte. Debes haber oído ya que tales cosas han sucedido en todas las épocas, y ahora las observas en estos días.

Nos incumbe, por tanto, hacer el máximo esfuerzo para que, con la invisible ayuda de Dios, esos velos oscuros, esas nubes de pruebas enviadas del Cielo, no nos impidan ver la belleza de Su luminoso Semblante, y Le reconozcamos sólo en virtud de Su propio Ser.

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XIV. Ha llegado la Divina Primavera, oh Exaltadísima Pluma, por cuanto la Festividad del Todomisericordioso se acerca rápidamente. Disponte a magnificar ante la creación entera el nombre de Dios, y a celebrar Su alabanza de tal manera que sean regeneradas y renovadas todas las cosas creadas. Habla, y no guardes silencio. El sol de la suprema felicidad brilla por encima del horizonte de Nuestro nombre, el Venturoso, por cuanto el reino del nombre de Dios ha sido adornado con el ornamento del nombre de tu Señor, el Creador de los cielos. Levántate ante las naciones de la tierra y ármate con el poder de éste, el Más Grande Nombre, y no seas de los que tardan.

Me parece que te has detenido y no te deslizas sobre Mi Tabla. ¿Es posible que te haya aturdido el resplandor del Semblante Divino, o que la conversación frívola de los díscolos te haya llenado de pesar y haya paralizado tu movimiento? Ten cuidado y no dejes que nada te impida ensalzar la grandeza de este Día: Día en que el Dedo de majestad y fuerza ha abierto el sello del Vino de la Reunión y ha llamado a todos los que están en el cielo y a todos los que están en la tierra. ¿Prefieres demorarte cuando ya ha soplado sobre ti la brisa anunciadora del Día de Dios, o eres de aquellos que como por un velo están apartados de Él?

No he permitido, oh Señor de todos los nombres y Creador de los cielos, que velo alguno me aparte del reconocimiento de las glorias de Tu Día, Día que es la lámpara de guía para todo el mundo, y el signo del Anciano de Días para todos aquellos que habitan en él. Mi silencio se debe a los velos que han impedido que Te vean los ojos de Tus criaturas, y mi mudez es a causa de los impedimentos que no han permitido a Tu pueblo reconocer Tu verdad. Tú conoces lo que hay en mí; pero yo no conozco lo que hay en Ti. Tú eres el Omnisciente, el Informado. ¡Por Tu nombre que excede cualquier otro nombre! Si alguna vez me alcanzara Tu mandato predominante e irresistible, me facultaría para hacer revivir a todas las almas mediante Tu exaltadísima Palabra, la cual he oído pronunciar a Tu Lengua de poder en Tu Reino de gloria. Me permitiría anunciar la revelación de Tu refulgente semblante mediante el cual lo que estaba oculto a los ojos de la gente ha sido manifestado en Tu nombre, el Perspicuo, el soberano Protector, Quien subsiste por Sí mismo.

Oh Pluma, ¿descubres en este Día a alguien que no sea Yo? ¿Qué hay de la creación y de sus manifestaciones? ¿Y qué ha sido de los nombres y su reino? ¿Adónde han ido todas las cosas creadas, ya sean visibles o invisibles? ¿Qué hay de los secretos ocultos del universo y sus revelaciones? ¡He aquí, la creación entera ha dejado de existir! Nada queda sino Mi Rostro, el Siempre Perdurable, el Resplandeciente, el Todoglorioso.

Éste es el Día en que nada se ve excepto los esplendores de la Luz que brilla en el rostro de Tu Señor, el Munífico, el Más Generoso. Verdaderamente, hemos hecho expirar a cada alma en virtud de Nuestra irresistible soberanía que todo lo sojuzga. Luego, hemos hecho surgir una nueva creación, como señal de Nuestra gracia para con los hombres. Soy, en verdad, el Todogeneroso, el Anciano de Días.

Éste es el Día en que el mundo invisible clama: “Grande es tu bienaventuranza, oh tierra, porque te has constituido en el escabel de tu Dios y has sido escogida como la sede de Su poderoso trono”. El dominio de la gloria exclama: “Ojalá pudiera sacrificar mi vida por ti, porque Aquel que es el Bienamado del Todomisericordioso ha establecido sobre ti Su soberanía, mediante la fuerza de Su Nombre que ha sido prometido a todas las cosas, tanto del pasado como del futuro”. Éste es el Día en que toda cosa bienoliente ha derivado su fragancia del aroma de Mi vestidura, vestidura que ha derramado su perfume sobre la creación entera. Éste es el Día en que las torrentosas aguas de la vida eterna han brotado de la Voluntad del Todomisericordioso. ¡Apresuraos de corazón y alma, y bebed a plenitud, oh Concurso de los dominios de lo alto!

Di: Él es la Manifestación de Aquel que es el Incognoscible, el Invisible de los Invisibles, ojalá lo comprendierais. Él es Quien ha puesto al descubierto ante vosotros la Joya oculta y atesorada, ojalá la buscarais. Él es el único Amado de todas las cosas, ya sean del pasado o del futuro. ¡Ojalá pusierais vuestros corazones y esperanzas en Él!

Hemos oído la voz de tu súplica, oh Pluma, y disculpamos tu silencio. ¿Qué es lo que te ha confundido tan penosamente?

La embriaguez de Tu presencia, oh Bienamado de todos los mundos, me ha embargado y se ha apoderado de mí.

Disponte a proclamar a la creación entera las nuevas de que Aquel que es el Todomisericordioso ha dirigido Sus pasos hacia el Riḍván y ha entrado en él. Guía, pues, al pueblo al jardín de delicias que Dios ha constituido en el Trono de Su Paraíso. Te hemos escogido a ti para que seas nuestra más grande Trompeta, cuyo toque ha de anunciar la resurrección de toda la humanidad.

Di: Éste es el Paraíso en cuyo follaje el vino de la expresión ha estampado el testimonio: “¡Aquel que estaba oculto a los ojos humanos ha sido revelado, investido de soberanía y poder!”. Éste es el Paraíso, el murmullo de cuyas hojas proclama: “¡Oh vosotros que moráis en los cielos y en la tierra! Ha aparecido aquello que no había aparecido nunca antes. Ha venido Aquel que desde la eternidad tenía oculto Su Rostro a la vista de la creación”. De la murmurante brisa que sopla entre sus ramas se oye el clamor: “Se ha hecho manifiesto Aquel que es el soberano Señor de todo. El Reino es de Dios”, mientras que de sus fluyentes aguas se oye el susurro: “Todos los ojos se alegran, porque Aquel a Quien nadie ha visto, Cuyo secreto nadie ha descubierto, ha alzado el velo de la gloria y ha revelado el semblante de la Belleza”.

Dentro de este Paraíso, y desde las alturas de sus más elevados aposentos, las Doncellas del Cielo han alzado la voz para exclamar: “Regocijaos, moradores de los dominios de lo alto, porque los dedos de Aquel que es el Anciano de Días hacen tañer, en el nombre del Todoglorioso, la Más Grande Campana en el corazón mismo de los cielos. Las manos de la generosidad han hecho circular la copa de la vida eterna. Aproximaos y bebed a plenitud. ¡Bebed con saludable fruición, oh vosotros que sois la encarnación misma del anhelo, la personificación del deseo vehemente!”

Éste es el Día en el cual Aquel que es el Revelador de los nombres de Dios ha salido del Tabernáculo de la gloria, y ha proclamado a todos los que están en los cielos y a todos los que están en la tierra: “Retirad las copas del Paraíso y toda el agua vivificadora que contienen, porque, he aquí, el pueblo de Bahá ha entrado en la dichosa morada de la Presencia divina, y ha bebido el vino de la reunión del cáliz de la belleza de su Señor, el Poseedor, el Altísimo”.

Oh Pluma, olvida el mundo de la creación, y vuélvete hacia la faz de tu Señor, el Señor de todos los nombres. Adorna, entonces, el mundo con el ornamento de los favores de tu Señor, el Rey de los días sempiternos. Porque percibimos la fragancia del Día en el cual Aquel que es el Deseo de todas las naciones ha derramado sobre los reinos de lo invisible y de lo visible el esplendor de la luz de Sus muy excelentes nombres, y los ha envuelto con el resplandor de los luminares de Sus muy bondadosos favores, favores que nadie puede calcular salvo Aquel que es el omnipotente Protector de toda la creación.

No mires a las criaturas de Dios sino con ojos de bondad y misericordia, porque Nuestra amorosa providencia ha impregnado todas las cosas creadas y Nuestra gracia ha envuelto la tierra y los cielos. Éste es el Día en el cual los verdaderos siervos de Dios participan de las vivificantes aguas de la reunión, Día en que los que están cerca de Él pueden beber de las corrientes tranquilas del río de la inmortalidad, y aquellos que creen en Su unidad pueden tomar el vino de Su Presencia, mediante su reconocimiento de Aquel que es el Más Alto y Último Fin de todo, dentro de Quien la Lengua de Majestad y Gloria pronuncia la llamada: “Mío es el Reino. Por derecho propio, Yo mismo soy su Soberano”.

Atrae los corazones humanos con el llamamiento de Aquel que es el solo y único Amado. Di: Ésta es la Voz de Dios, si la escucharais. Ésta es la Aurora de la Revelación de Dios, si lo supierais. Éste es el Punto de amanecer de la Causa de Dios, si lo reconocierais. Ésta es la Fuente del mandamiento de Dios, si la juzgarais con imparcialidad. Éste es el Secreto oculto y manifiesto, ojalá lo comprendierais. ¡Oh pueblos del mundo! En Mi nombre, que trasciende todos los demás nombres, desechad las cosas que poseéis y sumergíos en este Océano en cuyas profundidades se hallan ocultas las perlas de la sabiduría y de la expresión, océano que ondula en Mi nombre, el Todomisericordioso. Así os lo ordena Aquel con Quien está el Libro Madre.

Ha llegado el Más Amado. En Su mano derecha está el Vino sellado de Su nombre. Feliz quien se vuelve hacia Él, bebe a plenitud y exclama: “¡Alabado seas, oh Revelador de los signos de Dios!” ¡Por la rectitud del Todopoderoso! Cada cosa oculta ha sido manifestada por la fuerza de la verdad. Han sido enviados todos los favores de Dios, como muestra de Su gracia. Las aguas de la vida eterna, en su plenitud, han sido brindadas a las gentes. Cada copa ha sido ofrecida a todos por la mano del Bienamado. Acercaos, y no demoréis ni un breve instante.

Bienaventurados quienes se han remontado en alas del desprendimiento y han alcanzado la posición que, como lo ha ordenado Dios, ampara a la creación entera, a quienes no han logrado desviar de Su Causa ni las vanas imaginaciones de los doctos ni la multitud de las huestes de la tierra. ¿Hay alguien entre vosotros, oh pueblo, que renuncie al mundo y se acerque a Dios, el Señor de todos los nombres? ¿Dónde se encuentra quien, por la fuerza de Mi nombre que trasciende todo lo creado, ha de desechar lo que posee la gente, y aferrarse, con todo su poder, a lo que Dios, el Conocedor de lo visible e invisible, le ha ordenado observar? Es así como se ha hecho descender Su generosidad sobre todos, se ha cumplido Su testimonio, y ha resplandecido Su prueba sobre el Horizonte de la misericordia. Grande es el premio que ha de ganar aquel que ha creído y exclamado: “¡Loado eres, oh Amado de todos los mundos! ¡Magnificado sea Tu nombre, oh Deseo de todo corazón comprensivo!”.

Regocijaos con extrema alegría, oh pueblo de Bahá, cuando recordéis el Día de la felicidad suprema, en el cual ha hablado la Lengua del Anciano de Días, al partir de Su Casa para dirigirse al Sitio desde donde derramó sobre la creación entera los esplendores de Su nombre, el Todomisericordioso. Dios es Nuestro testigo. Si reveláramos los secretos ocultos de ese Día, se desvanecerían y morirían todos los que moran en los cielos y en la tierra, con excepción de aquellos que fuesen preservados por Dios, el Todopoderoso, el Omnisciente, el Sapientísimo.

Tal es el efecto embriagador de las palabras de Dios sobre Aquel que es el Revelador de Sus indudables pruebas, que Su Pluma ya no se desliza. Con estas palabras Él concluye Su Tabla: “No hay otro Dios fuera de Mí, el Más Exaltado, el Más Poderoso, el Más Excelso, el Omnisciente”.

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XV. La Pluma de la Revelación exclama: “¡En este Día el Reino es de Dios!” La Lengua del Poder proclama: “¡En este Día toda soberanía está, verdaderamente, con Dios!” El Fénix de los dominios de lo alto anuncia desde la Rama inmortal: “¡La gloria de toda grandeza pertenece a Dios, el Incomparable, el Imponente!” La Paloma Mística proclama, desde su morada de felicidad, en el eterno Paraíso: “¡En este Día la fuente de toda munificencia proviene de Dios, el Único, el Perdonador!” El Ave del Trono entona su melodía en sus retiros de santidad: “¡El ascendiente supremo no ha de ser atribuido, en este Día, a nadie salvo a Dios, Quien no tiene par ni igual, Quien es el Más Fuerte, Quien todo lo sojuzga!” La esencia íntima de todo lo creado expresa en todas las cosas el testimonio: “¡En este Día todo perdón fluye de Dios, con Quien nadie puede compararse, con Quien nadie puede ser asociado, el Soberano Protector de todos y el Encubridor de sus pecados!” La Quintaesencia de la Gloria ha alzado su voz sobre Mi cabeza, y llama desde tales alturas que no hay pluma ni lengua que de manera alguna puedan describirlas: “A Dios pongo por testigo de que Él, el Anciano de días sempiternos ha venido, investido de majestad y poder. ¡No hay otro Dios más que Él, el Todoglorioso, el Todopoderoso, el Altísimo, el Sapientísimo, Quien todo lo penetra, Quien todo lo ve, el Informado, el Soberano Protector, la Fuente de luz eterna!”

¡Oh Mi siervo, que has buscado la complacencia de Dios y te has aferrado a Su amor en el Día en que todos se han separado de Él, salvo unos pocos dotados de entendimiento! Que Dios, por Su gracia, te recompense con un premio generoso, incorruptible y eterno, por cuanto tú Le has buscado en el Día en que los ojos fueron cegados. Has de saber que si te revelásemos sólo una gota de las lluvias que, por decreto de Dios, han caído sobre Nos a manos de los envidiosos y perversos, llorarías con gran llanto y lamentarías de día y de noche Nuestra penosa condición. Ah, si se encontrara un alma perspicaz e imparcial que reconociese las maravillas de esta Revelación, maravillas que proclaman la soberanía de Dios y la grandeza de su poder. Ojalá alguien así se levantara y, enteramente por amor a Dios, aconsejara privada y públicamente a las gentes, para que quizá se muevan y ayuden a este Agraviado, a Quien han afligido tan penosamente los obradores de iniquidad.

Me parece oír la Voz del Espíritu Santo que llama desde detrás de Mí diciendo: Varía Tu tema y altera Tu tono, no sea que se entristezca el corazón de aquel que ha fijado su mirada en Tu rostro. Di: Por la gracia de Dios y Su poder, no he buscado la ayuda de nadie en el pasado, ni tampoco buscaré ayuda de ninguna persona en el futuro. Él es Quien Me ayudó con el poder de la verdad, durante los días de Mi destierro en Iráq. Él es Quien me amparó a la sombra de Su protección en una época en que disputaban conmigo los pueblos de la tierra. Él es Quien me permitió partir de la ciudad, investido con tal majestad que nadie puede dejar de reconocer, salvo el que reniega y el malévolo.

Di: Mi ejército es Mi fe en Dios; Mi pueblo, la fuerza de Mi confianza en Él. Mi amor es Mi estandarte, y Mi compañero, el recuerdo de Dios, el Soberano Señor de todo, el Más Poderoso, el Todoglorioso, el Incondicionado.

Disponte a ayudar a Su Causa, oh caminante en la senda del Amor de Dios. Di: ¡Oh pueblo! No troquéis a este Joven por las vanidades de este mundo ni por las delicias del cielo. ¡Por la rectitud del único Dios verdadero! Uno solo de Sus cabellos supera todo lo que está en los cielos y todo lo que está en la tierra. Cuidado, oh gentes, no sea que os sintáis tentadas a separaros de Él a cambio del oro y la plata que poseéis. Que Su amor sea un depósito de tesoros para vuestras almas, en el Día en que no os beneficiará ninguna otra cosa, fuera de Él, Día en que temblará todo pilar, en que la gente sentirá escalofríos, en que habrá terror en todas las miradas. Di: ¡Oh pueblo! Temed a Dios, y no os alejéis de Su Revelación con desdén. Caed postrados ante Dios y celebrad Su alabanza de día y de noche.

Que tu alma arda con la llama de este Fuego imperecedero, que está encendido en el mismo corazón del mundo, de manera tal que las aguas del universo sean incapaces de enfriar su ardor. Haz entonces mención de tu Señor, para que quizá sean amonestados por tus palabras los negligentes de entre Nuestros siervos, y se alborocen los corazones de los rectos.

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XVI. Di: ¡Oh gentes! Éste es un Día inigualable. Asimismo, inigualable debe ser la lengua que celebra la alabanza del Deseo de todas las naciones, e inigualable el hecho que aspira a ser aceptable a Su vista. Toda la raza humana ha anhelado este Día para que, por ventura, cumpla con aquello que es digno de su posición y que merece su destino. Bienaventurado aquel a quien los asuntos del mundo no le han impedido reconocer a Aquel que es el Señor de todas las cosas.

Tan ciego se ha vuelto el corazón humano que no pueden sacarlo de su letargo ni el desmoronamiento de las ciudades, ni la reducción de las montañas a polvo, ni siquiera el hendimiento de la tierra. Han sido descifradas las alusiones hechas en las Escrituras, y han sido revelados los signos que en ellas se consignan, y continuamente es proclamado el llamamiento profético. ¡Y, sin embargo, todos, salvo aquellos a quienes Dios ha querido guiar, están aturdidos en la embriaguez de su negligencia!

Presenciad cómo el mundo es afligido diariamente con una nueva calamidad. Su tribulación se agrava en forma continua. Desde que fue revelada la Súriy-i-Ra’ís (Tabla a Ra’ís) hasta el presente día, ni el mundo se ha apaciguado, ni los corazones de sus habitantes han tenido descanso. Una vez fue agitado por contiendas y disputas; otra vez fue convulsionado por guerras y fue víctima de enfermedades arraigadas. Su dolencia se aproxima a la etapa de total desesperanza, por cuanto se impide al verdadero Médico administrar el remedio, mientras se mira con aprobación a practicantes incompetentes y se les otorga completa libertad para actuar. ... El polvo de la sedición ha nublado los corazones y ha cegado los ojos de la gente. Dentro de poco comprenderán las consecuencias de lo que sus manos han hecho en el Día de Dios. Así os advierte Quien es el Informado, como lo ordena Aquel que es el Omnipotente, el Todopoderoso.

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XVII. ¡Por Aquel que es el Gran Anuncio! Ha venido el Todomisericordioso investido con indudable soberanía. Se ha designado la Balanza, y han sido congregados todos los que moran en la tierra. Ha sonado la trompeta y he aquí que hay terror en todas las miradas y se han estremecido los corazones de todos los que están en los cielos y en la tierra, salvo los que han sido vivificados por el hálito de los versículos de Dios y se han desprendido de todas las cosas.

Éste es el Día en que la tierra dará a conocer sus nuevas. Los obradores de iniquidad son su carga, ojalá pudierais comprenderlo. Se ha hendido la luna de la vana fantasía, y el cielo ha emitido una humareda palpable. Vemos a la gente abatida, sobrecogida por el temor a tu Señor, el Todopoderoso, el Más Fuerte. El Pregonero ha llamado, y las gentes han sido desarraigadas; tan grande ha sido la furia de Su ira. La gente de la siniestra suspira y se lamenta. La gente de la diestra mora en nobles habitaciones; beben de las manos del Todomisericordioso el Vino que es en verdad la vida, y son, ciertamente, los dichosos.

La tierra ha sido sacudida; las montañas han dejado de existir y han aparecido ante Nos los ángeles, fila tras fila. La mayoría de la gente está perpleja en su embriaguez y muestra en sus rostros los efectos de la ira. Así hemos juntado a los obradores de iniquidad. Los vemos abalanzarse sobre su ídolo. Di: En este Día nadie será eximido del decreto de Dios. Éste es verdaderamente un Día doloroso. Les señalamos quiénes los desviaron. Los ven; sin embargo, no los reconocen. Sus ojos están ebrios; son ciertamente un pueblo ciego. Sus pruebas son las calumnias que pronunciaron; sus calumnias las condena Dios, Quien ayuda en el peligro, Quien subsiste por Sí mismo. El Maligno ha sembrado la discordia en sus corazones, y sufren un tormento que nadie puede prevenir. Corren hacia los malvados, y se cuentan entre los obradores de iniquidad. Así son sus acciones.

Di: Los cielos han sido replegados y la tierra es sostenida por Su puño, y los corruptores han sido sujetados de las guedejas, y todavía no entienden. Beben del agua contaminada y no lo saben. Di: Se ha elevado el grito, y las gentes han salido de sus tumbas y, al levantarse, miran a su alrededor. Algunos se han apresurado en llegar a la corte del Dios de la Misericordia, otros se han precipitado en el fuego del Infierno, mientras que algunos están perdidos en su perplejidad. Han sido revelados los versículos de Dios, y, sin embargo, se han alejado de éstos. Se ha puesto de manifiesto Su prueba, y aún no son conscientes de ella. Cuando contemplan la faz del Todomisericordioso, sus propios rostros se entristecen, mientras ellos se divierten. Avanzan deprisa hacia el Fuego infernal confundiéndolo con la luz. ¡Lejos de Dios está lo que ingenuamente se imaginan! Di: Ya sea que os regocijéis o que reventéis de furia, los cielos se han hendido, y Dios ha descendido, investido con resplandeciente soberanía. Se oye cómo todas las cosas creadas exclaman: “El Reino es de Dios, el Todopoderoso, el Omnisciente, el Sapientísimo”.

Has de saber, además, que hemos sido encerrados en una penosa Prisión, y que estamos rodeados por las huestes de la tiranía, a consecuencia de lo que han hecho las manos de los infieles. Sin embargo, es tal la felicidad que ha gustado el Joven, que ningún gozo terrenal puede comparársele. ¡Por Dios! El daño que Él padece a manos del opresor nunca podrá apenar Su corazón, ni tampoco podrá entristecerlo el ascendiente de quienes han repudiado Su verdad.

Di: La tribulación es un horizonte para Mi Revelación. El sol de la gracia brilla sobre ella y derrama una luz que no pueden oscurecer ni las nubes de las inútiles fantasías de las gentes ni las vanas imaginaciones del agresor.

Sigue los pasos de tu Señor y recuerda a Sus siervos, así como Él te recuerda a ti, sin que te lo impida el clamor de los negligentes ni la espada del enemigo... Esparce por doquier las suaves fragancias de tu Señor, y no vaciles ni un instante en el servicio de Su Causa. Se aproxima el día en que será proclamada la victoria de tu Señor, Quien siempre perdona, el Generosísimo.

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XVIII. Di: Hemos hecho que de Nuestro trono dimanen los ríos de la divina expresión, para que broten de la tierra de vuestros corazones las tiernas hierbas de la sabiduría y el entendimiento. ¿Acaso no estaréis agradecidos? Aquellos que desdeñan adorar a su Señor serán de los rechazados. Y siempre que se recitan ante ellos Nuestros versículos, persisten en su soberbio desdén y en la flagrante violación de Su ley, y no se dan cuenta de ello. En cuanto a los que no han creído en Él, ésos estarán a la sombra de una humareda negra. Les ha sobrevenido “la Hora” mientras se divierten. Han sido sujetados de las guedejas, pero no lo saben.

Lo que debía llegar ha llegado repentinamente; ¡fijaos cómo huyen de ello! ¡Ha sucedido lo inevitable, mira cómo le han dado la espalda! Éste es el Día en que toda persona huirá de sí misma, cuánto más de los suyos, si pudierais comprenderlo. Di: ¡Por Dios! ¡Se ha hecho sonar el toque de trompeta, y he aquí que el género humano ha desfallecido ante nosotros! Ha exclamado el Heraldo, y el Emplazador ha alzado Su voz diciendo: “El Reino es de Dios, el Omnipotente, Quien ayuda en el peligro, Quien subsiste por Sí mismo”.

Éste es el Día en que habrá terror en todas las miradas, Día en que se estremecerán los corazones de los que habitan la tierra, salvo los de aquellos a quienes quiera librar tu Señor, el Omnisciente, el Sapientísimo. Se han ennegrecido todos los rostros, salvo los de aquellos a quienes el Dios de Misericordia ha concedido un corazón radiante. Ebrios están los ojos de aquellos que abiertamente han rehusado mirar la faz de Dios, el Todoglorioso, el Alabado.

Di: ¿No habéis examinado el Corán? Leedlo, para que quizás encontréis la Verdad, por cuanto ese Libro es ciertamente el Camino Recto. Ésta es la Senda de Dios para todos los que están en el cielo y para todos los que están en la tierra. Ya que habéis descuidado el Corán, al menos no podéis considerar que el Bayán esté lejano de vosotros. Vedlo abierto ante vuestros ojos. Leed sus versículos, para que, por ventura, desistáis de cometer aquello que haga llorar y lamentarse a los Mensajeros de Dios.

Salid de vuestros sepulcros. ¿Hasta cuándo vais a seguir dormidos? Ha sonado el segundo toque de trompeta. ¿A quién miráis? Éste es vuestro Señor, el Dios de la Misericordia. ¡Ved cómo contradecís Sus signos! La tierra ha temblado con una gran sacudida y ha depuesto su carga. ¿No vais a admitirlo? Di: ¿No vais a reconocer que las montañas han llegado a ser como copos de lana, y que las gentes han sido penosamente desconcertadas ante la imponente majestad de la Causa de Dios? Presenciad cómo sus casas son ruinas vacías y ellos mismos, un ejército hundido.

Éste es el Día en que el Todomisericordioso ha descendido en las nubes del conocimiento, ataviado de soberanía manifiesta. Él conoce bien las acciones de los hombres. Él es Aquel Cuya gloria nadie puede confundir, si pudierais comprenderlo. Ha sido hendido el cielo de toda religión, y ha sido partida la tierra del entendimiento humano, y se ve descender a los ángeles de Dios. Di: Éste es el Día de mutuo engaño; ¿adónde huís? Las montañas han desaparecido y los cielos se han replegado, y toda la tierra está sujeta en Su puño, si pudierais entenderlo. ¿Quién puede protegeros? ¡Nadie, por Aquel que es el Todomisericordioso! Nadie, salvo Dios, el Todopoderoso, el Todoglorioso, el Benéfico. Toda mujer que ha tenido una carga en el seno la ha depuesto. Vemos a la gente embriagada en este Día, Día en que la gente ha sido congregada con los ángeles.

Di: ¿Hay duda alguna acerca de Dios? Fijaos cómo Él ha descendido del cielo de Su gracia, dotado de poder e investido de soberanía. ¿Hay duda alguna acerca de Sus signos? Abrid los ojos y ved Su clara prueba. A vuestra diestra está el Paraíso, y ha sido acercado a vosotros, mientras que se ha hecho arder el Infierno. Presenciad su llama devoradora. Apresuraos a entrar en el Paraíso, como muestra de Nuestra merced para con vosotros, y bebed de manos del Todomisericordioso el Vino que es de verdad la vida.

Bebed con saludable fruición, oh pueblo de Bahá. Vosotros sois ciertamente los bienaventurados. Esto es lo que han alcanzado quienes tienen cercano acceso a Dios. Ésta es el agua fluyente que os fue prometida en el Corán, y luego en el Bayán, como recompensa de parte de vuestro Señor, el Dios de Misericordia. Benditos los que la beben.

¡Oh siervo Mío que has vuelto el rostro hacia Mí! Da gracias a Dios porque te ha revelado esta Tabla en esta Prisión, para que recuerdes a las gentes los días de tu Señor, el Todoglorioso, el Omnisciente. Así hemos sentado las bases de tu creencia, mediante las aguas de Nuestra sabiduría y expresión. Ésta es, en verdad, el agua sobre la que se ha erigido el Trono de tu Señor. “Su Trono había estado sobre las aguas”. Reflexiona sobre ello en tu corazón, para que comprendas su significado. Di: Alabado sea Dios, Señor de todos los mundos.

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XIX. Es evidente para todo corazón perspicaz e iluminado que Dios, la Esencia incognoscible, el Ser divino, es inmensamente excelso por encima de todo atributo humano, tal como existencia corpórea, ascenso y descenso, salida y retorno. Lejos está de Su gloria que lengua humana alguna haya de referir apropiadamente Su alabanza, o que algún corazón humano comprenda Su misterio insondable. Él está, y siempre ha estado, velado en la antigua eternidad de Su Esencia, y permanecerá en Su Realidad eternamente oculto a la vista de todos. “Ninguna visión Le abarca, pero Él abarca toda visión; Él es el Sutil, Quien todo lo percibe”...

Estando así cerrada la puerta del conocimiento del Anciano de Días ante la faz de todos los seres, la Fuente de gracia infinita ha hecho que, conforme a Su dicho: “Su gracia ha trascendido todas las cosas; Mi gracia las ha abarcado todas”, aparezcan del dominio del espíritu aquellas luminosas Joyas de Santidad, en la noble forma del templo humano, y sean reveladas a todos, a fin de que comuniquen al mundo los misterios del Ser inmutable y hablen de las sutilezas de Su Esencia imperecedera.

Estos Espejos santificados, estas Auroras de antigua gloria, son todos y cada uno los Exponentes en la tierra de Aquel que es el Astro central del universo, su Esencia y Propósito último. De Él proceden su conocimiento y poder; de Él proviene su soberanía. La belleza de su semblante es solamente un reflejo de Su imagen; y su revelación, un signo de Su gloria inmortal. Ellos son los Tesoros del conocimiento divino y los Depositarios de la sabiduría celestial. A través de ellos se transmite una gracia que es infinita, y por ellos se revela la Luz que jamás palidece... Esos Tabernáculos de Santidad, esos Espejos Primordiales que reflejan la luz de gloria inmarcesible, no son sino expresiones de Aquel que es el Invisible de los Invisibles. Por la revelación de estas Joyas de virtud divina se ponen de manifiesto todos los nombres y atributos de Dios, tales como conocimiento y poder, soberanía y dominio, misericordia y sabiduría, gloria, munificencia y gracia.

Estos atributos de Dios no son ni jamás han sido concedidos especialmente a ciertos Profetas y negados a otros. Al contrario, todos los Profetas de Dios, Sus favorecidos, Sus Mensajeros santos y escogidos son, sin excepción, los portadores de Sus nombres y las personificaciones de Sus atributos. Sólo difieren en la intensidad de su revelación y la relativa potencia de su luz. Así Él ha revelado: “Hemos hecho que algunos de los Apóstoles sobresalgan a otros”.

Por tanto, ha quedado de manifiesto y en evidencia que dentro de los tabernáculos de estos Profetas y Elegidos de Dios se ha reflejado la luz de Sus infinitos nombres y exaltados atributos, aunque la luz de algunos de esos atributos se revele o no visiblemente a los ojos dlas gentes en esos luminosos Templos. Que determinado atributo de Dios no haya sido exteriormente manifestado por esas Esencias del Desprendimiento no implica de manera alguna que no lo hayan poseído realmente aquellos que son las Auroras de los atributos de Dios y los Tesoros de Sus santos nombres. Por tanto, estas Almas iluminadas y bellos Semblantes han sido dotados cada uno con todos los atributos de Dios, tales como soberanía, dominio y otros, aunque en apariencia estén despojados de toda majestad terrenal...

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XX. Has de saber con certeza que de ninguna manera puede el Invisible encarnar Su Esencia y revelarla a la humanidad. Él es y siempre ha sido inmensamente exaltado sobre todo cuanto se pueda relatar o comprender. Desde Su retiro de gloria, Su voz siempre proclama: “En verdad, Yo soy Dios, no hay Dios más que Yo, el Omnisciente, el Sapientísimo. Me he manifestado a los hombres, y he enviado a Aquel que es la Aurora de los signos de Mi Revelación. Mediante Él he hecho que toda la creación atestigüe que no hay otro Dios salvo Él, el Incomparable, el Informado, el Sapientísimo”. Aquel que está eternamente oculto a los ojos humanos nunca podrá ser conocido sino a través de Su Manifestación, y Su Manifestación no podrá aducir una prueba mayor de la verdad de Su Misión que la prueba de Su propia Persona.

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XXI. ¡Oh Salmán! La puerta del conocimiento del Antiguo Ser siempre ha estado y continuará estando para siempre cerrada a la faz de los hombres. Ningún entendimiento humano tendrá jamás acceso a Su sagrada corte. Sin embargo, como muestra de Su misericordia y como prueba de Su bondad, Él ha puesto de manifiesto ante la humanidad los Soles de Su divina guía, los Símbolos de Su divina unidad y ha ordenado que el conocimiento de esos Seres santificados sea idéntico al conocimiento de Su propio Ser. Quien los reconozca ha reconocido a Dios. Quien escuche su llamada ha escuchado la Voz de Dios, y quien atestigüe la verdad de su Revelación ha atestiguado la verdad de Dios mismo. Quien se aleje de ellos se ha alejado de Dios, y quien no haya creído en ellos no ha creído en Dios. Cada uno de ellos es el Camino de Dios que conecta este mundo con los dominios de lo alto y el Estandarte de Su Verdad para todos los que están en los reinos de la tierra y del cielo. Ellos son las Manifestaciones de Dios entre las gentes, las pruebas de Su Verdad, y los signos de Su gloria.

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XXII. Los Portadores del Depósito de Dios se ponen de manifiesto a los pueblos de la tierra como Exponentes de una nueva Causa y Reveladores de un nuevo Mensaje. Dado que todas esas Aves del Trono celestial son enviadas del cielo de la Voluntad de Dios, y como todas surgen para proclamar Su irresistible Fe, son por tanto consideradas como una sola alma y una misma persona. Pues todas beben del mismo Cáliz del Amor de Dios, y todas comparten el fruto del mismo Árbol de la Unicidad

Estas Manifestaciones de Dios tienen, cada una de ellas, doble posición. Una es la posición de abstracción pura y unidad esencial. En este sentido, si las llamas a todas por un solo nombre y les asignas los mismos atributos, no te apartas de la verdad. Tal como Él ha revelado: “No hacemos distinción entre ninguno de Sus Mensajeros”. Pues todos y cada uno de ellos llaman a las gentes de la tierra a reconocer la unidad de Dios, y les anuncian el Kawthar de infinita gracia y munificencia. Todos han sido investidos con el manto profético, y han sido honrados con el ropaje de la gloria. Así ha revelado Muḥammad, el Punto del Corán: “Yo soy todos los Profetas”. Asimismo, dice: “Soy el primer Adán, Noé, Moisés y Jesús”. Declaraciones semejantes hizo el Imam ‘Alí. También han emanado dichos como éstos, que indican la unidad esencial de aquellos Exponentes de la Unicidad, de los Canales de la inmortal expresión de Dios y de los Tesoros de joyas de conocimiento divino, y han sido consignados en las Escrituras. Esos Semblantes son los recipientes del Mandato divino y las Auroras de Su Revelación. Esta Revelación está exaltada por encima de los velos de pluralidad y las exigencias de número. Así Él dice: “Nuestra Causa es una sola”. Ya que la Causa es una y la misma, los Exponentes de ésta también deben ser necesariamente uno y el mismo. Igualmente, los Imanes de la Fe de Muḥammad, esas lámparas de la certeza, han dicho: “Muḥammad es nuestro primero, Muḥammad es nuestro último, Muḥammad es todo lo que tenemos”.

Te resulta claro y evidente que todos los Profetas son los Templos de la Causa de Dios, Quienes han aparecido ataviados con diversas vestiduras. Si observaras con ojo perspicaz, Los verías a todos habitando en el mismo tabernáculo, remontándose hacia el mismo cielo, sentados en el mismo trono, pronunciando las mismas palabras y proclamando la misma Fe. ¡Tal es la unidad de esas Esencias del Ser, de esos Luminares de esplendor inmenso e infinito! Por tanto, si una de esas Manifestaciones de la Santidad proclamara: “Yo soy el retorno de todos los Profetas”, ciertamente diría la verdad. Del mismo modo, en cada Revelación siguiente el retorno de la Revelación anterior es un hecho cuya verdad está firmemente establecida...

La otra posición es la de la distinción, y pertenece al mundo de la creación y a las limitaciones de ésta. Al respecto, cada Manifestación de Dios tiene una individualidad distinta, una misión definitivamente ordenada, una revelación predestinada y limitaciones especialmente designadas. Cada una de ellas es conocida por un nombre diferente, se caracteriza por un atributo especial, cumple una misión definida y a cada una le es confiada una revelación concreta. Tal como Él dice: “Hemos hecho que algunos de los Apóstoles sobresalgan a otros. A algunos Dios les ha hablado; a otros los ha elevado y exaltado. Y a Jesús, Hijo de María, Le dimos signos manifiestos y Le fortalecimos con el Espíritu Santo”.

Es a causa de esta diferencia en su posición y misión que parecen divergir y diferir las palabras y expresiones que emanan de estas Fuentes del conocimiento divino. Por lo demás, a los ojos de quienes están iniciados en los misterios de la sabiduría divina, todo lo que ellas han pronunciado es en realidad la expresión de una sola Verdad. Como la mayoría de las gentes no ha apreciado aquellas posiciones a que Nos hemos referido, se sienten perplejas y consternadas ante las expresiones divergentes que han pronunciado Manifestaciones que en esencia son una y la misma.

Siempre ha sido evidente que todas estas divergencias en las palabras deben atribuirse a diferencias de posición. Así, desde el punto de vista de su unicidad y sublime desprendimiento, han sido y son aplicables a aquellas Esencias del Ser los atributos de Deidad, Divinidad, Suprema Singularidad e Íntima Esencia, pues todas habitan en el trono de la Revelación divina y están establecidas en la sede de la divina Ocultación. Mediante su aparición se manifiesta la Revelación de Dios, y por su semblante se revela la Belleza de Dios. Es así como se han oído las palabras de Dios mismo, pronunciadas por esas Manifestaciones del Ser divino

Visto a la luz de su segunda posición, que es la posición de la distinción, de la diferenciación, y de las limitaciones, características y normas temporales, aquéllas manifiestan servidumbre absoluta, suma pobreza y completa anulación del propio yo. Tal como Él dice: “Soy el siervo de Dios. No soy más que un hombre como vosotros”. ...

Si alguna de las omnímodas Manifestaciones de Dios declarase: “¡Yo soy Dios!”, diría ciertamente la verdad y no cabría duda de ello. Pues repetidamente se ha demostrado que mediante su Revelación, sus atributos y nombres, se manifiestan en el mundo la Revelación de Dios, Sus nombres y Sus atributos. Así, Él ha revelado: “¡Aquellos dardos eran de Dios; no Tuyos!” También dice: “En verdad, quienes Te prometieron fidelidad, realmente la prometieron a Dios”. Y si alguno de ellos pronunciase: “Soy el Mensajero de Dios”, también diría indudablemente la verdad. Tal como Él dice: “Muḥammad no es el padre de ninguno de vuestros hombres, sino que es el Mensajero de Dios”. A la luz de esto, todos ellos no son más que mensajeros de aquel Rey ideal, de aquella Esencia inmutable. Si todos proclamasen: “Soy el Sello de los Profetas”, no expresarían otra cosa que la verdad, sin la más leve sombra de duda. Pues todos ellos no son más que una sola persona, una sola alma, un solo espíritu, un solo ser, una sola revelación. Son todos la manifestación del “Principio” y el “Fin”, el “Primero” y el “Último”, el “Visible” y el “Oculto”, los cuales pertenecen todos a Aquel que es el más íntimo Espíritu de los Espíritus y la eterna Esencia de las Esencias. Y si dijesen: “Somos los Siervos de Dios”, éste también es un hecho manifiesto e indiscutible. Pues se han manifestado en condición de total servidumbre, un grado de servidumbre tal que nadie tiene posibilidad de alcanzar. Por eso, en momentos en que esas Esencias del ser estaban profundamente sumergidas en los océanos de antigua y eterna santidad, o cuando se remontaban a las más altas cimas de los misterios divinos, sostenían que sus palabras eran la Voz de la Divinidad, la Llamada de Dios mismo.

Si se abriera el ojo del discernimiento, reconocería que ellos, en ese preciso estado, se considerarían del todo desaparecidos e inexistentes ante Aquel que es Quien todo lo penetra, el Incorruptible. Es como si se vieran como la nada absoluta, y estimaran su mención en aquella Corte como un acto de blasfemia. Pues el más leve susurro del yo en tal Corte es una prueba de afirmación de sí mismo y de existencia independiente. A los ojos de quienes han llegado a esa Corte, semejante insinuación es en sí misma una grave transgresión. Cuánto más grave aún sería si se mencionara otra cosa en esa Presencia, si el corazón humano, su lengua, su mente o su alma se ocuparan con otro que no fuera el Bienamado, si sus ojos miraran otro semblante que no fuese Su belleza, si su oído escuchase otra melodía que no fuese Su voz y sus pies hollasen otro camino que no fuera Su camino...

En virtud de esa posición, han sostenido que es suya la Voz de la Divinidad y similares afirmaciones, en tanto que, en virtud de su posición de Mensajeros, se han declarado a sí mismos los Mensajeros de Dios. En cada caso han expresado palabras que se ajustan a los requerimientos de la ocasión, y se han atribuido a Sí mismos todas estas declaraciones, declaraciones que se extienden desde el reino de la Revelación divina hasta el reino de la creación, y desde el dominio de la Divinidad hasta el dominio de la existencia terrenal. Por consiguiente, cualesquiera que sean sus palabras, ya pertenezcan al reino de la Divinidad, Señorío, Posición Profética, Posición de Mensajero, Guardianía, Apostolado o Servidumbre, todo es cierto, sin la menor sombra de duda. Por lo tanto, debe prestarse mucha atención a los dichos que hemos citado en apoyo de Nuestro argumento, para que las palabras divergentes de las Manifestaciones del Invisible y Auroras de Santidad ya no agiten el alma ni dejen a la mente perpleja.

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XXIII. Considera las generaciones de antaño. Observa cómo cada vez que el Sol de divina munificencia ha derramado la luz de Su Revelación sobre el mundo, el pueblo de Su Día se ha alzado contra Él y ha rechazado Su verdad. Aquellos que eran vistos como los caudillos siempre lucharon por impedir que sus seguidores se volvieran hacia Aquel que es el Océano de la ilimitada munificencia de Dios.

Mira cómo el pueblo arrojó al fuego a Abraham, el Amigo de Dios, a consecuencia del veredicto pronunciado por los teólogos de Su época; cómo Moisés, Quien conversó con el Todopoderoso, fue denunciado como mentiroso y calumniador. Medita cómo fue tratado por Sus enemigos Jesús, el Espíritu de Dios, no obstante Su extrema mansedumbre y perfecta compasión. Tan feroz fue la oposición que debió soportar Él, la Esencia del Ser y Señor de lo visible e invisible, que no tenía dónde reclinar la cabeza. Vagaba continuamente de un lugar a otro, sin vivienda permanente. Reflexiona sobre lo que Le aconteció a Muḥammad, el Sello de los Profetas, que la vida de todos sea sacrificada por Él. ¡Cuán severas fueron las aflicciones que los caudillos del pueblo judío y de los idólatras hicieron llover sobre Él, Quien es el Soberano Señor de todo, a consecuencia de Su proclamación de la unidad de Dios y de la verdad de Su Mensaje! ¡Por la rectitud de Mi Causa! Mi Pluma gime y todas las cosas creadas lloran con gran llanto a causa de las tribulaciones que padeció a manos de quienes quebrantaron la Alianza de Dios, violaron Su Testamento, rechazaron Sus pruebas y pusieron en duda Sus signos. Así te narramos el relato de lo que ocurrió en días pasados, para que quizá comprendas.

Tú has sabido cuán penosamente han sido atormentados los Profetas de Dios, Sus Mensajeros y Escogidos. Medita un momento sobre los motivos y razones que han sido responsables de semejante persecución. En ningún tiempo, en ninguna Dispensación, se han librado los Profetas de Dios de la blasfemia de sus enemigos, la crueldad de sus opresores, la condena de los doctos de su época, los cuales han aparecido disfrazados de rectitud y piedad. Día y noche sobrellevaban sufrimientos tan intensos que nadie podría jamás medir, salvo el conocimiento del único Dios verdadero, exaltada sea Su gloria.

Considera a este Agraviado. Aunque las pruebas más claras afirman la verdad de Su Causa, y se han cumplido las profecías que Él ha hecho en lenguaje inequívoco, y si bien no Se contaba entre los doctos, no tenía instrucción, ni experiencia en las discusiones corrientes entre los teólogos, Él vertió sobre las gentes las lluvias de Su conocimiento múltiple y divinamente inspirado; sin embargo, ¡mira cómo esta generación ha rechazado Su autoridad y se ha rebelado contra Él! Durante la mayor parte de Su vida, Él ha sido dolorosamente afligido en las garras de Sus enemigos. Sus padecimientos han alcanzado ahora su culminación en esta penosa Prisión, en la que Sus opresores Lo han encarcelado tan injustamente. Dios conceda que, con penetrante visión y corazón radiante, observes las cosas que han ocurrido y que ahora acontecen, y, reflexionando en tu corazón sobre ellas, reconozcas aquello que las más de las gentes, en este Día, no han comprendido. Quiera Dios que aspires la perfumada fragancia de Su Día, participes de las ilimitadas efusiones de Su gracia, bebas a plenitud, por Su bondadoso favor, del ingente Océano que ondula en este Día en el nombre del Antiguo Rey, y permanezcas en Su Causa firme e inamovible como la montaña.

Di: Gloria sea a Ti, que has hecho que todos los Seres santos confiesen su impotencia ante las múltiples revelaciones de Tu poder, y que todo Profeta reconozca Su insignificancia ante la refulgencia de Tu perdurable gloria. Te imploro por Tu nombre, que ha abierto las puertas del Cielo y llenado de éxtasis al Concurso de lo alto, que me permitas servirte en este Día y me fortalezcas para que observe lo que Tú prescribiste en Tu Libro. Tú sabes, oh mi Señor, lo que hay en mí; pero yo no sé lo que hay en Ti. Tú eres el Omnisciente, el Informado de todo.

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XXIV. Cuidaos, oh creyentes en la Unidad de Dios, de ser tentados a hacer distinción alguna entre cualesquiera de las Manifestaciones de Su Causa, o de discriminar contra los signos que han acompañado y proclamado su Revelación. Esto es, de cierto, el verdadero significado de la Unidad Divina, ojalá fuerais de los que comprenden esta verdad y creen en ella. Además, estad seguros de que las obras y hechos de cada una de estas Manifestaciones de Dios, es más, cuanto a ellas atañe y cuanto manifiesten en el futuro, es todo ordenado por Dios y es un reflejo de Su Voluntad y Propósito. Quien haga la más leve diferencia entre sus personas, sus palabras, sus mensajes, sus hechos y su forma de ser, en verdad, no ha creído en Dios, ha rechazado Sus signos y traicionado la Causa de Sus Mensajeros.

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XXV. Es evidente que cada época en que ha vivido una Manifestación de Dios es divinamente ordenada y, en cierto modo, puede ser caracterizada como el Día designado de Dios. Sin embargo, este Día es único, y debe ser distinguido de los que lo han precedido. La designación de “Sello de los Profetas” revela plenamente su elevada posición. El Ciclo Profético, de cierto, ha terminado. La Eterna Verdad ya ha llegado. Él ha enarbolado la Enseña del Poder y derrama ahora sobre el mundo el nítido esplendor de Su Revelación.

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XXVI. La alabanza sea para Dios, el Poseedor de todo, el Rey de gloria incomparable, una alabanza que se halla inmensamente por encima del entendimiento de todas las cosas creadas, y excelsa sobre el alcance de las mentes humanas. Nadie, salvo Él, podrá nunca cantar en forma apropiada Su loanza, ni tampoco logrará nadie describir jamás la plenitud de Su gloria. ¿Quién puede pretender haber alcanzado las alturas de Su exaltada Esencia, y qué mente puede medir las profundidades de Su misterio insondable? De cada una de las revelaciones que emanan de la Fuente de Su gloria han aparecido santas e inacabables pruebas de inimaginable esplendor, y de cada manifestación de Su invencible fuerza han emanado océanos de eterna luz. ¡Cuán inmensamente excelsos son los maravillosos testimonios de Su soberanía todopoderosa, de la cual si les llegara sólo una vislumbre, consumiría completamente a todos los que están en los cielos y en la tierra! Cuán indescriptiblemente sublimes son las muestras de Su consumada fuerza, de las cuales un solo signo, por insignificante que sea, debe trascender la comprensión de cuanto ha sido creado desde el principio que no tiene principio, y ha de ser creado en el futuro hasta el fin que no tiene fin. Todas las Personificaciones de Sus Nombres vagan por el desierto de la búsqueda, sedientas y ansiosas por descubrir Su Esencia, y todas las Manifestaciones de Sus Atributos Le imploran, desde el Sinaí de la Santidad, que descifre Su misterio.

Una gota del ondeante océano de Su misericordia inagotable ha adornado toda la creación con el ornamento de la existencia, y un hálito proveniente de Su Paraíso sin igual ha investido a todos los seres con el manto de Su santidad y gloria. Unas gotas de las insondables profundidades de Su soberana Voluntad que todo lo penetra han engendrado de la nada absoluta una creación infinita en su alcance y eterna en su duración. Las maravillas de Su munificencia nunca podrán cesar, ni la corriente de Su misericordiosa gracia podrá jamás ser detenida. El proceso de Su creación no ha tenido principio ni podrá tener fin.

En toda edad y ciclo, mediante la esplendorosa luz derramada por las Manifestaciones de Su maravillosa Esencia, Él ha creado todo de nuevo para que nada que refleje los signos de Su gloria, ya sea en el cielo o en la tierra, sea privado de las efusiones de Su misericordia, ni pierda la esperanza de recibir las lluvias de Sus favores. ¡Cuán omnímodas son las maravillas de Su ilimitada gracia! Mirad cómo han penetrado toda la creación. Tal es su virtud que no puede encontrarse un solo átomo en todo el universo que no declare las pruebas de Su poder, que no glorifique Su santo Nombre, o exprese la refulgente luz de Su unidad. Tan perfecta y amplia es Su creación que ninguna mente ni corazón, por muy penetrantes o puros que sean, podrán jamás comprender la naturaleza de la más insignificante de Sus criaturas; cuánto menos aún desentrañar el misterio de Aquel que es el Sol de la Verdad, Quien es la invisible e incognoscible Esencia. Las concepciones del más devoto de los místicos, los logros del más competente de los mortales, la más alta alabanza que lengua o pluma humana puedan ofrecer son producto de la mente finita del hombre y están sujetos a sus limitaciones. Diez mil Profetas, cada uno de ellos un Moisés, están amilanados en el Sinaí de su búsqueda ante Su Voz prohibitoria: “Tú jamás Me verás”, mientras que una miríada de Mensajeros, cada uno tan grande como Jesús, están consternados en sus tronos celestiales por la interdicción: “Jamás comprenderás Mi Esencia”. Desde tiempo inmemorial Él ha estado velado por la inefable santidad de Su excelso Ser, y para siempre continuará envuelto en el impenetrable misterio de Su incognoscible Esencia. Toda tentativa de lograr la comprensión de Su inaccesible Realidad ha terminado en completa perplejidad, y todo esfuerzo por acercarse a Su excelso Ser y contemplar Su Esencia ha terminado en desesperación y fracaso.

¡Cuán desconcertante es para mí, insignificante como soy, intentar sondear las sagradas profundidades de Tu conocimiento! ¡Cuán vanos son mis esfuerzos por imaginar la magnitud de la fuerza inherente a Tu obra, la revelación de Tu fuerza creadora! ¿Cómo pueden mis ojos, que no son capaces de percibirse a sí mismos, afirmar haber distinguido Tu Esencia, y cómo puede mi corazón, ya impotente para comprender el significado de sus propias potencialidades, pretender haber comprendido Tu naturaleza? ¿Cómo puedo afirmar que Te he conocido cuando la creación entera está confundida por Tu misterio, y cómo puedo confesar que no Te he conocido, cuando he aquí que todo el universo proclama Tu Presencia y atestigua Tu verdad? Las puertas de Tu gracia han estado eternamente abiertas a todas las cosas creadas y los medios de acceso a Tu Presencia han estado a disposición de ellas, y las revelaciones de Tu Belleza inigualable han estado grabadas en todo momento sobre las realidades de todos los seres, visibles e invisibles. Sin embargo, a pesar de este generosísimo favor, esta dádiva perfecta y consumada, me siento impulsado a declarar que Tu corte de santidad y gloria es inmensamente exaltada por encima del conocimiento de todo cuanto no seas Tú, y que el misterio de Tu Presencia es inescrutable para toda mente salvo la Tuya. Nadie salvo Tú puede desentrañar el secreto de Tu naturaleza, y nada salvo Tu trascendental Esencia puede comprender la realidad de Tu inescrutable ser. ¡Cuán vasto es el número de aquellos seres celestiales y todogloriosos que han vagado todos los días de su vida en el páramo de su separación de Ti y jamás Te han encontrado! ¡Cuán grande es la multitud de almas santificadas e inmortales que se vieron perdidas y perplejas mientras buscaban ver Tu rostro en el desierto de la búsqueda! Una miríada son Tus ardientes amantes a quienes la llama consumidora de la lejanía de Ti ha hecho hundirse y perecer, e innumerables son las almas fieles que voluntariamente han ofrendado su vida con la esperanza de contemplar la luz de Tu semblante. Nunca podrán alcanzar Tu santa corte los suspiros y lamentos de estos ansiosos corazones que Te anhelan, ni tampoco podrán llegar a Tu sede de gloria las lamentaciones de los caminantes que ansían aparecer ante Tu faz.

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XXVII. Toda alabanza sea para la unidad de Dios, y todo honor para Él, el soberano Señor, el incomparable y todoglorioso Gobernante del universo, Quien de la nada absoluta ha creado la realidad de todo, Quien de la no existencia ha engendrado los más delicados y sutiles elementos de Su creación, y Quien, rescatando a Sus criaturas de la bajeza de la lejanía y de los peligros de una completa extinción, los ha recibido en Su reino de gloria incorruptible. Nada que no sea Su gracia que todo lo abarca, Su misericordia que todo lo penetra, podría haberlo logrado. ¿Cómo habría sido posible, de otro modo, que la simple nada adquiriera por sí misma el mérito y capacidad de surgir, a partir de su estado de inexistencia, en el dominio del ser?

Habiendo creado el mundo y todo lo que en él vive y se mueve, Él, por la acción directa de Su libre y soberana Voluntad, optó por conferirle al ser humano la singular distinción y capacidad de conocerle y amarle; una capacidad que debe necesariamente ser considerada el impulso generador y el objetivo primordial que sostiene la creación entera... Sobre la más íntima realidad de cada cosa creada, Él ha derramado la luz de uno de Sus nombres, y la ha convertido en depositario de la gloria de uno de Sus atributos. Sin embargo, en la realidad del hombre Él ha concentrado el esplendor de todos Sus nombres y atributos y ha hecho de ella un espejo de Su propio Ser. De todas las cosas creadas sólo el ser humano ha sido distinguido con tan grande favor y tan perdurable generosidad.

Estas energías con las que el Sol de la munificencia divina y la Fuente de la guía celestial han dotado a la realidad del hombre están, empero, latentes dentro de él, así como la llama está oculta dentro de la vela y los rayos de luz están potencialmente presentes en la lámpara. El resplandor de estas energías puede verse oscurecido por los deseos mundanos, tal como la luz del sol puede ser ocultada por el polvo y la escoria que cubren el espejo. Ni la candela ni la lámpara pueden encenderse sólo por su propio esfuerzo, ni tampoco le será jamás posible al espejo librarse por sí solo de su escoria. Es claro y evidente que la lámpara nunca se encenderá mientras no se prenda fuego, y a menos que se limpie la superficie del espejo de la escoria que la cubre, éste nunca podrá representar la imagen del sol ni reflejar su luz y gloria.

Y puesto que no puede haber ningún vínculo de comunicación directa que vincule al único Dios verdadero con Su creación, y ninguna semejanza puede existir entre lo transitorio y lo Eterno, lo contingente y lo Absoluto, Él ha ordenado que en toda época y dispensación se haga manifiesta un Alma pura e inmaculada en los reinos de la tierra y del cielo. A este sutil, misterioso y etéreo Ser Él Le ha asignado una doble naturaleza: la física, que pertenece al mundo de la materia, y la espiritual, que nace de la sustancia de Dios mismo. Él, además, Le ha conferido una doble estación. La primera estación, que está relacionada con Su más íntima realidad, Le representa como Aquel Cuya voz es la voz de Dios mismo. Esto lo atestigua la tradición “Múltiple y misteriosa es Mi relación con Dios. Yo soy Él, Él mismo, y Él es Yo, Yo mismo, salvo que Yo soy Quien soy y Él es Quien es”. Asimismo, las palabras “Levántate, oh Muḥammad, porque, he aquí, el Amante y el Amado son unidos y hechos uno solo en Ti”. De igual manera Él dice: “No hay distinción alguna entre Tú y Ellos, salvo que Ellos son Tus Siervos”. La segunda estación es la estación humana, ejemplificada por los siguientes versículos: “No soy más que un hombre como vosotros”. “Di: ¡Alabado sea mi Señor! ¿Soy más que un hombre, un apóstol?”. Estas Esencias del Desprendimiento, estas Realidades resplandecientes son los canales de la gracia de Dios, que todo lo penetra. Conducidos por la luz de la guía segura, e investidos con soberanía suprema, son comisionados para usar la inspiración de Sus palabras, las efusiones de Su infalible gracia y la brisa santificadora de Su Revelación con el fin de limpiar todo corazón anhelante y todo espíritu receptivo de la escoria y polvo de las preocupaciones y limitaciones terrenales. Entonces, y sólo entonces, el Depósito de Dios que está latente en la realidad del hombre emergerá, tan resplandeciente como el Astro naciente de la Revelación Divina, desde detrás del velo de la ocultación, para establecer la enseña de Su revelada gloria sobre las cumbres de los corazones humanos.

De los anteriores pasajes y alusiones queda indudablemente claro que en los reinos de la tierra y del cielo debe necesariamente manifestarse un Ser, una Esencia que ha de actuar como Manifestación y Vehículo para la transmisión de la gracia de la Divinidad misma, el Soberano Señor de todo. Mediante las Enseñanzas de este Sol de la Verdad, toda persona ha de avanzar y desarrollarse hasta que alcance el estado en que pueda manifestar todas las fuerzas potenciales con que ha sido dotado su más íntimo ser verdadero. Es con este preciso objetivo que en cada edad y dispensación los Profetas de Dios y Sus Elegidos han aparecido entre los hombres y han mostrado tal fuerza como la que nace de Dios, y tal poder como sólo el Eterno puede revelar.

¿Puede alguien en su sano juicio imaginar seriamente que, en vista de ciertas palabras cuyo significado no puede comprender, la puerta de la infinita guía de Dios puede cerrarse a la faz de todos? ¿Puede alguna vez concebir ya sea un comienzo o un fin para estos divinos Luminares, estas Luces resplandecientes? ¿Qué torrente puede compararse con la corriente de Su omnímoda gracia, y qué bendición puede sobrepasar las pruebas de tan grande y penetrante misericordia? No puede haber duda de que si por un momento el mundo fuera privado de la marea de Su misericordia y gracia, éste perecería totalmente. Por esta razón, desde el principio que no tiene principio, las puertas de la divina misericordia han estado abiertas de par en par ante todas las cosas creadas, y hasta el fin que no tiene fin las nubes de la Verdad continuarán derramando la lluvia de sus favores y mercedes sobre la tierra de la capacidad, realidad y personalidad humanas. Tal ha sido el método que ha seguido Dios desde la eternidad hasta la eternidad.

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XXVIII. Feliz aquel que se disponga a servir a Mi Causa y glorificar Mi hermoso Nombre. Toma Mi Libro con la fuerza de Mi poder y aférrate tenazmente a todo mandamiento que ha prescrito en él Tu Señor, el Ordenador, el Sapientísimo. Mira, oh Muḥammad, cómo los dichos y hechos de los seguidores del islam shí‘í han ensombrecido la alegría y fervor de sus primeros días y han empañado el prístino brillo de su luz. En sus comienzos, mientras aún se adherían a los preceptos asociados al nombre de su Profeta, el Señor de la humanidad, su carrera fue marcada por una cadena ininterrumpida de victorias y triunfos. Pero a medida que se alejaban gradualmente del camino de su Amo y Conductor ideal, y se apartaban de la Luz de Dios y corrompían el principio de Su unidad divina, y a medida que centraban su atención cada vez más en aquellos que sólo eran los reveladores de la potencia de Su Palabra, su fuerza se transformó en debilidad, su gloria en vergüenza y su coraje en temor. Tú ves a qué extremo han llegado. Observa cómo Le han atribuido socios a Aquel que es el Punto Focal de la unidad divina. Mira cómo sus malos actos les han impedido reconocer, en el Día de la Resurrección, la Palabra de la Verdad, exaltada sea Su gloria. Abrigamos la esperanza de que, en adelante, este pueblo se proteja de vanas esperanzas y ociosas fantasías y que logre entender verdaderamente el significado de la unidad divina.

La Persona de la Manifestación ha sido siempre el representante y portavoz de Dios. En verdad, Él es la Aurora de los muy excelentes Títulos de Dios, el Punto de Amanecer de Sus muy excelsos Atributos. Si se colocara a alguno a Su lado como Su igual y fuera considerado idéntico con Su persona, ¿cómo entonces podría sostenerse que el Ser Divino es Único e Incomparable, que Su Esencia es indivisible y sin par? Medita sobre lo que te hemos revelado mediante la fuerza de la verdad, y sé de aquellos que comprenden su significado.

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XXIX. El propósito de Dios al crear al hombre ha sido y siempre será el de permitirle reconocer a su Creador y alcanzar Su Presencia. Todos los Libros celestiales y las importantes Escrituras divinamente reveladas dan testimonio inequívoco de este muy excelente objetivo, de esta meta suprema. Quien haya reconocido la Aurora de la guía divina y haya entrado en Su sagrada corte se ha acercado a Dios y ha alcanzado Su Presencia, una Presencia que es el verdadero Paraíso y de la cual las más sublimes mansiones del cielo son sólo un símbolo. Asimismo, ha logrado el conocimiento de la posición de Aquel que está “a la distancia de dos arcos”, Quien está más allá del Sadratu’l-Muntahá. Quien no Le haya reconocido se habrá condenado a sí mismo a la miseria de la lejanía, lejanía que no es sino la nada absoluta y la esencia del fuego del abismo. Tal será su destino, aun cuando en apariencia ocupe los más elevados puestos de la tierra y esté establecido en su más exaltado trono.

Aquel que es la Aurora de la Verdad es, sin duda, totalmente capaz de rescatar de esa lejanía a las almas descarriadas y de hacer que se acerquen a Su corte y alcancen Su Presencia. “Si Dios lo hubiera deseado, seguramente habría hecho de todas las gentes un solo pueblo”. Su propósito, no obstante, es permitir que los de espíritu puro y corazón desprendido asciendan, por virtud de sus propios poderes innatos, a las orillas del Más Grande Océano, para que así, quienes buscan la Belleza del Todoglorioso sean distinguidos y separados de los descarriados y perversos. Así ha sido ordenado por la todogloriosa y resplandeciente Pluma...

El que las Manifestaciones de la justicia divina, las Auroras de gracia celestial, siempre hayan carecido de todo dominio terrenal y hayan estado despojadas de los medios del ascendiente mundano al aparecer entre las gentes debe atribuirse a este mismo principio de separación y distinción que anima el Propósito divino. Si la Esencia Eterna manifestara todo lo que tiene latente dentro de Sí, si brillara en la plenitud de Su gloria, no se hallaría a nadie que dudase de Su poder o que rechazara Su verdad. Es más, todas las cosas creadas estarían tan deslumbradas y estupefactas ante las evidencias de Su luz, que se reducirían a la nada absoluta. En tales circunstancias, ¿cómo habrían de ser distinguidos los piadosos de los indóciles?

Este principio ha actuado en cada una de las Dispensaciones anteriores y ha sido abundantemente demostrado... Por esta razón en toda época en que apareció otra Manifestación y fue otorgada a los hombres una nueva revelación del poder trascendente de Dios, aquellos que no creyeron en Él, engañados por la aparición de la incomparable y eterna Belleza en el atavío de los mortales, no Le reconocieron. Se desviaron de Su camino y evitaron Su compañía, la compañía de Aquel que es el Símbolo de la proximidad a Dios. Hasta se dispusieron a diezmar las filas de los fieles y exterminar a aquellos que creían en Él.

Mirad cómo en esta Dispensación los necios y despreciables han imaginado vanamente que con instrumentos tales como la matanza, el saqueo y el destierro pueden extinguir la Lámpara que ha encendido la Mano del poder divino, o eclipsar el Sol de eterno esplendor. ¡Hasta qué punto parecen haber ignorado la verdad de que esa adversidad es el aceite que alimenta la llama de esta Lámpara! ¡Así es la fuerza transformadora de Dios! Él cambia lo que Él desea; Él ciertamente tiene poder sobre todas las cosas...

Considerad en todo tiempo la soberanía ejercida por el Rey ideal y mirad las pruebas de Su poder y suprema influencia. Purificad vuestros oídos de las vanas palabras de quienes son los símbolos de la negación y los exponentes de la violencia y la ira. Se aproxima la hora en que presenciaréis la fuerza del único Dios verdadero triunfando sobre todas las cosas creadas y los signos de Su soberanía envolviendo a toda la creación. En aquel día descubriréis cómo todo, salvo Él, habrá sido olvidado y habrá llegado a ser estimado como la nada absoluta.

Sin embargo, debe tenerse presente que Dios y Su Manifestación en ninguna circunstancia pueden ser disociados de la majestad y sublimidad que, inherentemente, poseen. Es más, la majestad y la sublimidad son en sí mismas creaciones de Su Palabra, si optáis por ver con Mi vista y no con la vuestra.

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XXX. Dios atestigua que no hay Dios sino Él, el Benévolo, el Más Amado. Toda gracia y munificencia son Suyas. A quien Él quiere da lo que es Su deseo. Él es verdaderamente el Omnipotente, el Todopoderoso, Quien ayuda en el peligro, Quien subsiste por Sí mismo. Nos, en verdad, creemos en Aquel que, en la persona del Báb, ha sido enviado por la Voluntad del único Dios verdadero, el Rey de Reyes, el Alabado. Además, juramos lealtad a Aquel que está destinado a manifestarse en la época del Mustagháth, como asimismo a Quienes vendrán después de Él hasta el fin que no tiene fin. En la manifestación de cada uno de ellos, ya sea exterior o interiormente, no reconocemos la manifestación de nadie salvo Dios mismo, si sois de aquellos que comprenden. Cada uno de ellos es un espejo de Dios, que no refleja nada salvo Su Ser, Su Belleza, Su Potestad y Gloria, si quisierais entender. Todos los demás deben ser considerados como espejos capaces de reflejar la gloria de estas Manifestaciones, que son en sí los Espejos Primordiales del Ser Divino, si no carecéis de entendimiento. Nadie ha podido jamás escapar de ellos, ni se les puede impedir lograr su propósito. Estos Espejos se sucederán eternamente uno a otro, y continuarán reflejando la luz del Anciano de Días. Los que reflejan la gloria de éstos seguirán, asimismo, existiendo para siempre, puesto que nunca dejará de fluir la Gracia de Dios. Ésta es una verdad que nadie puede refutar.

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XXXI. Contempla con tu vista interior la cadena de Revelaciones sucesivas que ha unido la Manifestación de Adán con la del Báb. Atestiguo ante Dios que cada una de esas Manifestaciones ha sido enviada por la acción de la Voluntad y Propósito divinos, que cada una ha sido portadora de un Mensaje determinado, que a cada una se le ha confiado un Libro divinamente revelado y cada una ha sido comisionada para descifrar los misterios de una poderosa Tabla. La medida de la Revelación con la cual ha sido identificada cada una de ellas había sido definitivamente preordinada. Esto es, en verdad, una muestra de Nuestro favor para con ellos; ojalá fuerais de aquellos que comprenden esta verdad... Y cuando este proceso de Revelación progresiva culminó en la etapa en que debía ser descubierto a los ojos de las gentes, Su incomparable, Su muy sagrado y exaltado Semblante, Él prefirió ocultar Su propio Ser detrás de mil velos, para que ojos profanos y mortales no fueran a descubrir Su gloria. Hizo esto cuando se vertían sobre Él los signos y muestras de una Revelación divinamente designada, signos y muestras que nadie puede contar salvo el Señor tu Dios, Señor de todos los mundos. Y cuando se hubo cumplido el tiempo fijado para la ocultación, mientras aún permanecía envuelto en una miríada de velos, enviamos un destello infinitesimal de la refulgente Gloria que envuelve la Faz del Joven, y he aquí que fueron sobrecogidos por una violenta conmoción todos los moradores de los Reinos de lo alto, y los predilectos de Dios se postraron en adoración ante Él. En verdad, Él ha manifestado una gloria tal que nadie en toda la creación ha presenciado, por cuanto Él Se ha dispuesto a proclamar Su Causa en persona a todos los que están en los cielos y a todos los que están en la tierra.

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XXXII. Aquello que has escuchado referente a Abraham, el Amigo del Todomisericordioso, es la verdad y no hay duda de ello. La Voz de Dios Le ordenó ofrendar en sacrificio a Ismael, para que se demostrara ante todos Su firmeza en la Fe de Dios y Su desprendimiento de todo salvo de Él. El propósito de Dios fue, además, sacrificarle en redención por los pecados e iniquidades de todos los pueblos de la tierra. Jesús, el Hijo de María, suplicó al único Dios verdadero, ensalzados sean Su nombre y gloria, Le confiriera a Él este mismo honor. Por la misma razón Muḥammad, el Apóstol de Dios, ofrendó en sacrificio a Ḥusayn.

Nadie podrá jamás pretender haber comprendido la naturaleza de la oculta y múltiple gracia de Dios; nadie puede entender Su misericordia que todo lo abarca. Tales han sido la perversidad de los hombres y sus transgresiones, tan penosas han sido las pruebas que han afligido a los Profetas de Dios y Sus escogidos, que toda la humanidad merece ser atormentada y perecer. No obstante, la oculta y muy amorosa providencia de Dios la ha protegido por medios tanto visibles como invisibles, y continuará protegiéndola del castigo merecido por su iniquidad. Reflexiona sobre esto en tu corazón para que te sea revelada la verdad, y mantente firme en Su camino.

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XXXIII. Hemos decretado que la Palabra de Dios y todas sus potencialidades han de manifestarse a la humanidad en estricta conformidad con las condiciones que han sido preordinadas por Aquel que es el Omnisciente, el Sapientísimo. Hemos ordenado, además, que el velo de su ocultación no sea otro que su propio Ser. Tal es, en verdad, Nuestra Fuerza para lograr Nuestro Propósito. Si se le permitiera a la Palabra liberar repentinamente todas las energías que están latentes dentro de ella, nadie podría soportar el peso de tan poderosa Revelación. Es más, todos los que están en el cielo y en la tierra huirían de ella consternados.

Considera lo que se ha hecho descender a Muḥammad, el Apóstol de Dios. La medida de la Revelación de la cual Él fue portador había sido claramente preordinada por Aquel que es el Todopoderoso, el Omnipotente. Sin embargo, quienes Le oyeron sólo pudieron comprender Su propósito de acuerdo con su propia posición y capacidad espiritual. Él, de igual manera, descubrió la Faz de la Sabiduría en proporción a la capacidad de ellos para soportar el peso de Su Mensaje. Tan pronto como la humanidad alcanzó la etapa de la madurez, la Palabra reveló a los ojos de todos las energías latentes con que había sido dotada, energías que se manifestaron en la plenitud de su gloria cuando en el año sesenta apareció la Antigua Belleza en la persona de ‘Alí-Muḥammad, el Báb.

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XXXIV. Toda alabanza y gloria sean para Dios, Quien por la fuerza de Su poder ha librado a Su creación de la desnudez de la no existencia y la ha ataviado con el manto de la vida. De entre todo lo creado, Él eligió para conferir Su especial favor a la atesorada realidad del ser humano, y la dotó con la capacidad singular de conocerle y de reflejar la grandeza de Su gloria. Esta doble distinción que le fue concedida ha limpiado su corazón de la herrumbre de todo deseo vano y le ha hecho merecedor de la vestidura con que su Creador Se ha dignado cubrirle. Le ha servido para rescatar su alma de la miseria de la ignorancia.

Este manto con que han sido adornados el cuerpo y el alma humanos es el fundamento mismo de su bienestar y desarrollo. ¡Oh cuán bendito el día en que, ayudado por la gracia y el poder del único Dios verdadero, el hombre se haya liberado del cautiverio y la corrupción del mundo y de cuanto en él existe, y haya logrado el descanso verdadero y perdurable a la sombra del Árbol del Conocimiento!

Los cantos que ha entonado el ave de tu corazón en su gran amor por sus amigos han llegado hasta sus oídos, y Me han movido a responder a tus preguntas y revelarte los secretos que Me sea permitido exponer. En tu estimada carta has preguntado cuáles de los Profetas de Dios deben ser considerados superiores a los demás. Has de saber con toda seguridad que la esencia de todos los Profetas de Dios es una y la misma. Su unidad es absoluta. Dios, el Creador, dice: No hay distinción alguna entre los Portadores de Mi Mensaje. Todos ellos tienen un solo propósito; su secreto es el mismo secreto. No es de ninguna manera permitido preferir a uno sobre los demás, ni exaltar a algunos por encima de los otros. Cada verdadero Profeta ha juzgado Su Mensaje como fundamentalmente el mismo que la Revelación de todo otro Profeta que Le haya precedido. Por lo tanto, si alguien no comprendiera esta verdad y, en consecuencia, se entregara al uso de lenguaje vano e indecoroso, nadie que posea vista perspicaz y entendimiento iluminado permitiría jamás que tal ociosa charla le hiciera vacilar en su creencia.

Sin embargo, el grado de revelación de los Profetas de Dios en este mundo debe diferir. Cada uno de ellos ha sido Portador de un Mensaje bien diferenciado y ha sido comisionado para revelarse a Sí mismo mediante hechos determinados. Es por esta razón que parecen variar en su grandeza. Su Revelación puede compararse con la luz de la luna que derrama su resplandor sobre la tierra. Aun cuando ella revela una nueva medida de su resplandor cada vez que aparece, con todo, su inherente esplendor no puede nunca disminuir ni puede su luz sufrir extinción.

Por lo tanto, es claro y evidente que cualquier variación aparente en la intensidad de su luz no es inherente a la luz misma, sino debe ser atribuida más bien a la receptividad variante de este mundo que siempre cambia. A todo Profeta que el Creador Todopoderoso e Incomparable ha determinado enviar a los pueblos de la tierra Le ha sido confiado un Mensaje, y Se Le ha encargado actuar de la forma que mejor satisfaga los requisitos de la época en que aparece. Dios tiene dos propósitos al enviar a Sus Profetas a la humanidad. El primero es librar a los hijos de los hombres de la oscuridad de la ignorancia y guiarlos a la luz del verdadero entendimiento. El segundo es asegurar la paz y tranquilidad del género humano y proveer todos los medios por los cuales éstas pueden ser establecidas.

Los profetas de Dios deben ser vistos como médicos cuya tarea es fomentar el bienestar del mundo y sus pueblos para que, mediante el espíritu de la unicidad, curen la dolencia de esta humanidad dividida. Nadie tiene el derecho de poner en duda Sus palabras ni de menospreciar Su conducta, porque ellos son los únicos que pueden afirmar haber comprendido al paciente y haber diagnosticado correctamente sus males. Nadie, por aguda que sea su percepción, puede jamás tener la esperanza de alcanzar las alturas a que han llegado la sabiduría y el entendimiento del Médico divino. No sería de extrañar, entonces, si se encontrara que el tratamiento prescrito por el médico en este día no fuese idéntico al que prescribió anteriormente. ¿Cómo podría ser de otra manera, cuando las dolencias que afectan al paciente necesitan un remedio especial en cada etapa de su enfermedad? De igual modo, cada vez que los Profetas de Dios han iluminado el mundo con el resplandeciente brillo del Sol del conocimiento divino, invariablemente han convocado a sus pueblos a abrazar la luz de Dios, por los medios que mejor se adaptaran a las exigencias de la época en que aparecieron. Así fueron capaces de dispersar la oscuridad de la ignorancia y derramar sobre el mundo la gloria de su propio conocimiento. Por consiguiente, los ojos de toda persona de discernimiento deben dirigirse hacia la más íntima esencia de estos Profetas, puesto que su único propósito ha sido siempre el de guiar a los errados y dar paz a los afligidos. Éstos no son días de prosperidad y triunfo. La humanidad entera está en las garras de múltiples males. Esfuérzate, entonces, por salvarle la vida con la saludable medicina que ha preparado la todopoderosa mano del Médico infalible.

Y ahora respecto de tu pregunta acerca de la naturaleza de la religión. Has de saber que los que son verdaderamente sabios han comparado al mundo con el templo humano. Así como el cuerpo del hombre necesita una vestimenta para

cubrirse, también el cuerpo de la humanidad debe ser necesariamente adornado con la vestidura de la justicia y la sabiduría. Su atavío es la Revelación que Dios le ha concedido. Cada vez que este atavío haya cumplido su propósito, el Todopoderoso de seguro lo renovará. Porque cada edad requiere una nueva medida de la luz de Dios. Toda Revelación divina se ha hecho descender de modo que corresponda a las circunstancias de la época de su aparición.

En cuanto a tu pregunta sobre los dichos de los dirigentes de religiones pasadas. Toda persona sabia y digna de alabanza sin duda evitará conversación tan vana e infructuosa. El incomparable Creador ha creado a todos de una misma sustancia y ha elevado su realidad por encima del resto de Sus criaturas. El éxito o fracaso de un alma, su ganancia o pérdida dependen, por tanto, de sus propios esfuerzos. Cuanto más se esfuerce, tanto mayor será su progreso. Ojalá que las lluvias primaverales de la munificencia de Dios hagan que las flores del verdadero entendimiento broten del suelo de los corazones humanos y los purifiquen de toda corrupción terrenal.

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XXXV. Reflexiona un momento. ¿Qué es lo que en toda Dispensación incitó a los pueblos de la tierra a rechazar a la Manifestación del Todomisericordioso? ¿Qué pudo haberlos impulsado a alejarse de Él y desafiar Su autoridad? Si las gentes meditasen sobre estas palabras que han brotado de la Pluma del Divino Ordenador, se apresurarían, todos y cada uno, a abrazar la verdad de esta perdurable Revelación dada por Dios, y atestiguarían lo que Él mismo ha afirmado solemnemente. El velo de las vanas imaginaciones es lo que, en los días de las Manifestaciones de la Unidad de Dios y las Auroras de Su eterna gloria, se ha interpuesto y continuará interponiéndose entre ellos y el resto de la humanidad. Pues en esos días Aquel que es la Verdad Eterna Se manifiesta en conformidad con lo que Él mismo ha determinado y no de acuerdo con los deseos y expectativas de los mortales. Así, Él ha revelado: “Siempre que viene a vosotros un Apóstol con lo que no desean vuestras almas os ensoberbecéis, y a unos los tratáis de impostores y a otros los matáis”.

No puede haber duda alguna de que, si en edades y ciclos pasados hubieran aparecido estos Apóstoles de acuerdo con las vanas imaginaciones que habían ideado los corazones humanos, nadie habría rechazado la verdad de estos Seres santificados. A pesar de que esas personas han estado recordando, día y noche, al único Dios verdadero y han estado piadosamente ocupados en el ejercicio de sus oraciones, con todo, al final no reconocieron a las Auroras de los signos de Dios, ni a las Manifestaciones de Sus irrefutables pruebas, ni participaron de Sus favores. De esto dan testimonio las Escrituras. Sin duda, has tenido conocimiento de ello.

Considera la Dispensación de Jesucristo. Mira cómo todos los doctos de aquella generación, aunque esperaban ansiosamente la venida del Prometido, con todo, Le negaron. Tanto Anás, el más erudito entre los teólogos de Su día, como Caifás, el sumo sacerdote, Le denunciaron y pronunciaron sentencia de muerte contra Él.

De igual manera, cuando apareció Muḥammad, el Profeta de Dios -- que todos sean sacrificados por Él -- los doctos de La Meca y Medina se alzaron contra Él, en los primeros días de Su Revelación, y rechazaron Su Mensaje, en tanto que quienes carecían de todo saber reconocieron y abrazaron Su Fe. Reflexiona un momento. Piensa en cómo Balál, el etíope, a pesar de ser iletrado, ascendió al cielo de la fe y certeza, mientras que ‘Abdu’lláh Ubayy, un caudillo entre los doctos, se empeñó malévolamente en oponérsele. He aquí que un simple pastor fue tan arrobado por el éxtasis de las palabras de Dios que fue admitido en la morada de su Bienamado y fue unido a Aquel que es el Señor de la Humanidad, mientras que aquellos que se enorgullecían de su conocimiento y sabiduría se desviaron de Su camino y permanecieron privados de Su gracia. Por esta razón Él ha escrito: “El que es enaltecido entre vosotros será humillado y el humillado será enaltecido”. Pueden encontrarse referencias a este tema en la mayoría de los Libros celestiales, así como en los dichos de los Profetas y Mensajeros de Dios.

En verdad os digo que tal es la grandeza de esta Causa, que el padre huye de su hijo y el hijo huye de su padre. Recordad la historia de Noé y Canaán. Quiera Dios que, en estos días de delicia celestial, no os privéis de las suaves fragancias de Dios Todoglorioso, y participéis, en esta Primavera espiritual, de las efusiones de Su gracia. Levantaos en el nombre de Aquel que es el Objeto de todo conocimiento y, con absoluto desprendimiento del saber humano, alzad la voz para proclamar Su Causa. ¡Juro por el Sol de la Revelación Divina! En el momento mismo en que os levantéis, presenciaréis cómo brota de vuestros corazones un torrente de conocimiento divino, y veréis ante vosotros las maravillas de Su sabiduría celestial manifiestas en toda su gloria. Si probarais la dulzura de las palabras del Todomisericordioso, sin vacilar renunciaríais a vosotros mismos y ofrendaríais vuestras vidas por el Bienamado.

¿Quién podría jamás creer que este Siervo de Dios hubiese acariciado en Su corazón deseo alguno de honor o beneficio terrenales? La Causa asociada con Su Nombre está muy por encima de las cosas transitorias de este mundo. Hele aquí en ésta, la Más Grande Prisión, exiliado, víctima de la tiranía. Sus enemigos Le han atacado por todos lados y continuarán haciéndolo hasta el fin de Su vida. Por tanto, todo lo que Él os diga será sólo por amor de Dios, para que quizá los pueblos de la tierra limpien de sus corazones la mancha de los malos deseos, desgarren su velo y logren conocer al único Dios verdadero: la más excelsa posición a que persona alguna puede aspirar. Ni su aceptación ni su rechazo de Mi Causa podrán beneficiarme ni hacerme daño. Los exhortamos enteramente por Dios. Él, en verdad, puede permitirse prescindir de toda criatura.

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XXXVI. Has de saber que cuando el Hijo del hombre exhaló Su último suspiro y se entregó a Dios, la creación entera lloró con gran llanto. Sin embargo, al sacrificarse, se infundió una nueva capacidad en todas las cosas creadas. Sus efectos, de los cuales dan testimonio todos los pueblos de la tierra, están manifiestos ahora ante ti. La más honda sabiduría que los sabios hayan expresado, el más profundo saber que mente alguna haya descifrado, las obras de arte que las manos más diestras hayan producido, la influencia ejercida por el más poderoso de los gobernantes, no son sino manifestaciones de la fuerza vivificadora liberada por Su resplandeciente, omnímodo y trascendente Espíritu.

Atestiguamos que cuando Él vino al mundo, derramó el esplendor de Su gloria sobre todo lo creado. Mediante Él, el leproso se restableció de la lepra de la perversidad y de la ignorancia. Por Él fueron curados el incasto y el descarriado. Mediante Su poder, nacido de Dios Todopoderoso, fueron abiertos los ojos del ciego, y el alma del pecador fue santificada.

La lepra puede ser interpretada como todo velo que se interpone entre el ser humano y el reconocimiento del Señor, su Dios. Quien se permite aislarse de Él es realmente un leproso y no será recordado en el Reino de Dios, el Poderoso, el Alabado. Atestiguamos que por el poder de la Palabra de Dios fue sanado todo leproso, fue curada toda enfermedad y toda debilidad humana fue eliminada. Él fue Quien purificó el mundo. Bienaventurado el que, con el rostro lleno de luz, se ha vuelto hacia Él.

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XXXVII. Bienaventurado el hombre que ha confesado su creencia en Dios y en Sus signos, y ha reconocido que “a Él no Se Le han de pedir cuentas de Sus hechos”. Dios ha dispuesto que ese reconocimiento sea el adorno de toda creencia y su fun¬da¬mento mismo. De él debe depender la aceptación de toda buena obra. Fijad vuestros ojos en él, para que tal vez los su-surros de los rebeldes no os hagan resbalar.

Si Él decretare lícito lo que desde tiempo inmemorial ha sido vedado, y prohibiere lo que en todo tiempo se había considerado lícito, nadie tiene el derecho de poner en duda Su autoridad. Quien vacile, aunque fuere por menos que un ins¬tante, ha de ser considerado como transgresor.

Si alguien no ha reconocido esta verdad sublime y funda¬men¬tal, ni ha alcanzado esta exaltadísima estación, será agi¬tado por los vientos de la duda, y los dichos de los infieles perturba¬rán su alma. Aquel que haya reconocido este princi¬pio será dotado de la más perfecta constancia. Todo honor sea para esta gloriosísima estación, cuyo recuerdo adorna todas las Tablas exaltadas. Así es la enseñanza que Dios os confie¬re, enseñanza que os librará de cualquier clase de duda y per¬plejidad y os permitirá alcanzar la salvación, tanto en este mundo como en el venidero. Él es, en verdad, Quien siempre perdona, el Más Ge¬neroso.

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XXXVIII. Has de saber con certeza que, en toda Dispensación, la Luz de la Revelación divina ha sido otorgada a la humanidad en proporción directa a su capacidad espiritual. Considera el sol. Cuán débiles son sus rayos en el momento en que aparece en el horizonte. Cómo aumentan, gradualmente, su calor y potencia a medida que se aproxima a su cenit, permitiendo, mientras tanto, que todas las cosas creadas se adapten a la intensidad creciente de su luz. Cómo declina paulatinamente hasta alcanzar su ocaso. Si manifestara súbitamente las energías latentes en él, sin duda haría daño a todas las cosas creadas... De igual manera, si el Sol de la Verdad revelara repentinamente, en las primeras etapas de su manifestación, en toda su medida, las potencialidades que la providencia del Todopoderoso le ha conferido, la tierra de la comprensión humana decaería y se consumiría, ya que los corazones no podrían soportar la intensidad de su revelación, ni reflejar el brillo de su luz. Consternados y abrumados, dejarían de existir.

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XXXIX. Alabado seas, oh Señor Mi Dios, por las maravillosas Revelaciones de Tu inescrutable decreto y las múltiples tribulaciones y pruebas que has destinado para Mí. En cierto tiempo Me entregaste en manos de Nimrod; en otra época permitiste que Me persiguiera la vara del Faraón. Sólo Tú, mediante Tu conocimiento que todo lo abarca y la acción de Tu Voluntad, puedes calcular las innumerables aflicciones que he sufrido a manos de ellos. Otra vez, Me encerraste en el calabozo de los descreídos, sólo porque Me sentí impulsado a susurrar a los oídos de los agraciados moradores de Tu Reino un indicio de la visión con que Tú, mediante Tu conocimiento, Me habías inspirado y cuyo significado Me habías revelado mediante la fuerza de Tu poder. Además, decretaste que la espada del infiel Me cercenara la cabeza. Otra vez fui crucificado por haber descubierto ante los ojos de los pueblos las joyas ocultas de Tu gloriosa unidad, por haberles revelado los maravillosos signos de Tu soberano y eterno poder. ¡Cuán amargas las humillaciones que se acumularon sobre Mí, en una época posterior, en la llanura de Karbilá! ¡Cuán solitario Me sentí en medio de Tu pueblo! ¡A qué estado de desamparo fui reducido en aquella tierra! Insatisfechos con tales indignidades, Mis perseguidores Me decapitaron y, llevando en alto Mi cabeza de país en país, la pasearon ante la vista de la multitud incrédula y la depositaron en las sedes de los perversos e infieles. En una época posterior, fui suspendido y Mi pecho se convirtió en blanco de los dardos de la malévola crueldad de Mis enemigos. Mis miembros fueron acribillados con proyectiles y Mi cuerpo, despedazado. Finalmente, mira cómo en este Día, Mis traicioneros enemigos se han aliado contra Mí y conspiran continuamente para inculcar el veneno del odio y la malevolencia en las almas de Tus siervos. Traman con todo su poder para llevar a cabo su objetivo... A pesar de lo penosa que es Mi condición, oh Dios, Mi Bienamado, Te doy gracias, y Mi Espíritu está agradecido por todo lo que Me ha acontecido en el camino de Tu complacencia. Estoy contento con todo lo que Tú has ordenado para Mí y recibo con beneplácito las penas y sufrimientos que tengo que padecer, por calamitosos que sean.

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XL. ¡Oh mi Bienamado! Tú has insuflado Tu Hálito en Mí y Me has separado de Mí mismo. Tú posteriormente decretaste que de Tu Realidad que se halla dentro de Mí quedara entre los perversos y envidiosos apenas un tenue reflejo, un simple emblema. ¡Mira cómo, engañados por este emblema, se han alzado contra Mí y han acumulado sus recusaciones contra Mí! Por consiguiente, descubre Tu Ser, oh Mi Bienamado y líbrame de Mi aflictiva situación.

En seguida, respondió una Voz: “Amo este emblema y siento gran cariño por él. ¿Cómo voy a consentir que sólo Mis ojos contemplen este emblema y que ningún corazón salvo el Mío lo reconozca? ¡Por Mi Belleza, que es lo mismo que Tu Belleza! Mi deseo es ocultarte de Mis propios ojos, ¡cuánto más de los ojos mortales!”.

Me disponía a responder, cuando he aquí que la Tabla fue terminada repentinamente, dejando Mi tema sin concluir, y sin engarzar la perla de Mi expresión.

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XLI. ¡Dios es Mi testigo, oh pueblo! Dormía en Mi lecho cuando, he aquí que la Brisa de Dios, acariciándome, Me despertó de Mi sueño. Su Espíritu vivificador Me hizo revivir, y se desató Mi lengua para proclamar Su Llamamiento. No Me acuséis de haber transgredido contra Dios. No Me miréis con vuestros ojos sino con los Míos. Así os amonesta Aquel que es el Bondadoso, el Omnisciente. Oh pueblo, ¿pensáis que tengo en Mis manos el dominio de la última Voluntad y Propósito de Dios? Lejos de Mí está pretender eso. Lo atestiguo ante Dios, el Todopoderoso, el Excelso, el Omnisciente, el Sapientísimo. Si el destino final de la Fe de Dios hubiera estado en Mis manos, nunca habría consentido, ni por un momento, en manifestarme a vosotros, ni hubiera permitido que una sola palabra brotase de Mis labios. De ello Dios mismo es ciertamente testigo.

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XLII. ¡Oh Hijo de la Justicia! Durante la noche, desde la cumbre esmeralda de la fidelidad, la belleza del Ser inmortal acudió al Sadratu'l-Muntahá y lloró con tal llanto que el concurso de lo alto y los moradores de los dominios celestiales gimieron por Su lamento. Entonces se Le preguntó: ¿por qué ese llanto y ese lamento? Él respondió: tal como se Me ordenó, aguardé expectante en el monte de la fidelidad, mas no aspiré la fragancia de la lealtad de quienes habitan la tierra. Luego, llamado entonces a regresar miré, y he aquí que ciertas palomas de santidad estaban padeciendo duramente en las garras de los perros de la tierra. En seguida, la Doncella celestial salió rápidamente de Su mística mansión, resplandeciente y sin velos, preguntando por sus nombres, y todos le fueron comunicados menos uno. Y al insistir , fue pronunciada la primera letra de éste; en ese momento los moradores de los aposentos celestiales salieron precipitadamente de su morada de gloria. Y al pronunciarse la segunda letra cayeron todos al polvo. En ese instante se oyó una voz proveniente del santuario más íntimo: "Hasta aquí y no más allá". Ciertamente, reconocemos lo que han hecho y lo que hacen ahora.

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XLIII. ¡Oh Afnán, oh tú que has brotado de Mi antigua Estirpe! Mi gloria y Mi bondad sean contigo. ¡Cuán vasto es el tabernáculo de la Causa de Dios! Ha amparado a todos los pueblos y linajes de la tierra y dentro de poco reunirá bajo su abrigo a toda la humanidad. Ya te ha llegado el día del servicio. Innumerables Tablas atestiguan las mercedes que te han sido otorgadas. Disponte a hacer triunfar Mi Causa, y con la fuerza de tu expresión somete los corazones humanos. Debes manifestar aquello que asegure la paz y el bienestar de los míseros y de los oprimidos. Apréstate para la acción, a fin de que quizá libres al cautivo de sus cadenas y le permitas alcanzar la libertad verdadera.

La Justicia en este día lamenta su penosa condición, y la Equidad gime bajo el yugo de la opresión. Las densas nubes de la tiranía han oscurecido la faz de la tierra y han envuelto a sus habitantes. Mediante el movimiento de Nuestra Pluma de gloria, y por mandato del omnipotente Ordenador, hemos insuflado nueva vida a todo cuerpo humano, y hemos infundido una nueva potencia en toda palabra. Todas las cosas creadas proclaman las pruebas de esta regeneración mundial. Ésta es la más grande, la más jubilosa nueva impartida a la humanidad por la Pluma de este Agraviado. ¿Por qué teméis, bienamados Míos? ¿Quién os puede consternar? Basta un poco de humedad para disolver la arcilla endurecida de que está moldeada esta generación perversa. El simple hecho de reuniros es suficiente para dispersar las fuerzas de esta gente vana e inútil...

En este día toda persona perspicaz admitirá prontamente que los consejos revelados por la Pluma de este Agraviado constituyen la suprema fuerza animadora del progreso del mundo y la exaltación de sus pueblos. Levantaos, oh pueblo, y por la fuerza del poder de Dios, decidíos a ganar la victoria sobre vosotros mismos, para que quizá toda la tierra sea librada y purificada de su servidumbre a los dioses de sus vanas fantasías, dioses que a sus desdichados adoradores les han infligido tanta pérdida y de cuya miseria son responsables. Estos ídolos constituyen el obstáculo que ha estorbado al ser humano en sus tentativas por avanzar en el camino de perfección. Abrigamos la esperanza de que la Mano del poder divino preste su ayuda a la humanidad y la libere de su estado de penosa degradación.

En una de las Tablas se han revelado estas palabras: ¡Oh pueblo de Dios! No os ocupéis con vuestros propios asuntos; que vuestros pensamientos se fijen en lo que ha de restituir la prosperidad de la humanidad y santificar los corazones y las almas. La mejor manera de lograr esto es mediante acciones puras y santas, una vida casta y un buen comportamiento. Las acciones valientes asegurarán el triunfo de esta Causa, y un carácter santo reforzará su poder. ¡Aferraos a la rectitud, oh pueblo de Bahá! Ciertamente, éste es el mandamiento que este Agraviado os ha dado, y lo que Su libre Voluntad ha escogido para cada uno de vosotros.

¡Oh amigos! Os incumbe refrescar y revivir vuestras almas mediante los muníficos favores que, en esta divina e inspiradora Primavera, se vierten sobre vosotros. El Sol de Su gran gloria ha derramado su resplandor sobre vosotros, y os han amparado las nubes de Su ilimitada gracia. ¡Cuán grande es la recompensa de quien no se haya privado de tan inmensa generosidad ni haya dejado de reconocer la belleza de su Bienamado en ésta, Su nueva vestidura! Cuidaos, pues el Maligno os acecha, listo para atraparos. Aprestaos para defenderos de sus infames artificios y, guiados por la luz del nombre de Dios, Quien todo lo ve, escapad de la oscuridad que os rodea. Que vuestra visión abarque el mundo en vez de limitarse a vuestro propio ser. El Maligno es aquel que impide el ascenso de los hijos de los hombres y detiene su progreso espiritual.

En este Día incumbe a todos asirse a lo que promueva los intereses de todas las naciones y gobiernos justos y exalte su posición. Mediante cada uno de los versículos revelados por la Pluma del Altísimo, las puertas del amor y unidad se han abierto enteramente ante los seres humanos. Anteriormente hemos declarado, y Nuestra Palabra es la verdad: “Asociaos con los seguidores de todas las religiones en espíritu de amistad y compañerismo”. Cuanto haya hecho que los hijos de los hombres se rehuyan unos a otros y haya causado disensiones y divisiones entre ellos ha sido anulado y abolido por la revelación de estas palabras. Desde el cielo de la Voluntad de Dios, y con el propósito de ennoblecer el mundo del ser y elevar la mente y el alma humana, se ha hecho descender aquello que constituye el instrumento más eficaz para la educación de toda la raza humana. La más elevada esencia y la más perfecta expresión de todo lo que hayan dicho o escrito los pueblos del pasado, por esta potentísima Revelación, ha descendido del cielo de la Voluntad del Poseedor de todo, el Dios Perdurable. En el pasado se ha revelado: “El amor al propio país es un elemento de la Fe de Dios”. Sin embargo, la Lengua de Grandeza, en el día de Su manifestación, ha proclamado: “No debe preciarse quien ama a su patria, sino quien ama al mundo”. Mediante el poder liberado por estas excelsas palabras, Él ha dado un nuevo impulso y fijado una nueva dirección al ave del corazón humano, y ha borrado toda huella de restricción y limitación del santo Libro de Dios.

¡Oh pueblo de la Justicia! Sé brillante como la luz e intenso como el fuego encendido en la Zarza Ardiente. El resplandor del fuego de vuestro amor sin duda fundirá y unificará a los pueblos y linajes opuestos de la tierra, mientras que la ferocidad de la llama de la enemistad y el odio no pueden dar otro resultado que la lucha y la ruina. Rogamos a Dios que escude a Sus criaturas contra los malos designios de Sus enemigos. Él ciertamente tiene poder sobre todas las cosas.

Toda alabanza sea para el único Dios verdadero -- exaltada sea Su gloria -- por cuanto Él ha abierto las puertas de los corazones humanos mediante la Pluma del Altísimo. Cada versículo que ha revelado esta Pluma es una puerta brillante y luminosa que descubre las glorias de la vida santa y piadosa, de las acciones puras e inmaculadas. El llamamiento y el mensaje que dimos no fueron nunca destinados a alcanzar o beneficiar a una sola tierra o a un solo pueblo. La humanidad entera debe aferrarse firmemente a cuanto le ha sido revelado y otorgado. Entonces, y sólo entonces, alcanzará la verdadera libertad. Toda la tierra está iluminada con la resplandeciente gloria de la Revelación de Dios. En el año sesenta Aquel que anunció la Luz de la Guía Divina -- que toda la creación sea sacrificada por Él -- se dispuso a anunciar una nueva revelación del Espíritu divino, y fue seguido, veinte años más tarde, por Aquel mediante Cuya venida el mundo fue hecho destinatario de esta gloria prometida, de este maravilloso favor. He aquí que la mayoría de la humanidad ha sido dotada con la capacidad de escuchar la exaltadísima Palabra de Dios, Palabra de la cual debe depender la reunión y resurrección espiritual de todo el género humano...

Inclinad el corazón, oh pueblo de Dios, hacia los consejos de vuestro verdadero e incomparable Amigo. La Palabra de Dios puede compararse con un árbol joven que ha echado raíces en los corazones de los hombres. Os incumbe favorecer su crecimiento mediante las aguas vivas de la sabiduría, de palabras santas y sagradas, para que su raíz se fije firmemente y sus ramas se extiendan hasta los cielos y aún más allá.

¡Oh vosotros que moráis en la tierra! El rasgo distintivo que marca el carácter preeminente de esta Suprema Revelación consiste en que, por una parte, hemos borrado de las páginas del santo Libro de Dios todo cuanto ha sido causa de lucha, desorden y daño entre los hijos de los hombres y, por otro lado, hemos sentado los requisitos esenciales de la concordia, del entendimiento y de la unidad completa y perdurable. Venturosos quienes guardan Mis leyes.

Una vez tras otra hemos amonestado a Nuestros bienamados para que eviten, es más, rehúyan todo aquello de lo que perciban el olor de la maldad. El mundo está sumamente trastornado y la mente de sus habitantes se halla en estado de total confusión. Suplicamos al Todopoderoso que bondadosamente los ilumine con la gloria de Su Justicia, y les permita descubrir lo que les sea provechoso en todo tiempo y en toda condición. Él ciertamente es el Poseedor, el Altísimo.

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XLIV. No dejéis de lado el temor a Dios, oh doctos del mundo, y juzgad con ecuanimidad la Causa de este Iletrado, de Quien han dado testimonio todos los Libros de Dios, el Protector, Quien subsiste por Sí mismo... ¿No os despertará el miedo al divino desagrado, el temor a Aquel que no tiene par ni igual? Aquel a Quien el mundo ha agraviado en ningún momento se ha asociado con vosotros, nunca ha estudiado vuestros escritos ni ha participado en ninguna de vuestras controversias. El atuendo que lleva, las guedejas de Su cabello y Su tocado atestiguan la verdad de Sus palabras. ¿Hasta cuándo persistiréis en vuestra injusticia? Mirad la habitación en que han obligado a morar a Aquel que es la encarnación de la justicia. Abrid los ojos y, al ver Su grave situación, meditad diligentemente sobre lo que han hecho vuestras manos, para que quizá no seáis privados de la luz de Su divina expresión, ni quedéis sin vuestra parte del océano de Su conocimiento.

Algunos, tanto plebeyos como nobles, han objetado que este Agraviado no es miembro del orden eclesiástico ni descendiente del Profeta. Di: ¡Oh vosotros que pretendéis ser justos! Reflexionad un momento y reconoceréis cuán infinitamente excelsa es Su posición actual con respecto a la condición que afirmáis que Él debería tener. La Voluntad del Todopoderoso ha decretado que de una casa completamente libre de todo cuanto poseen comúnmente los teólogos, doctores, sabios y letrados surja y se manifieste Su Causa.

El Hálito del Espíritu divino Le despertó y Le pidió que Se levantara y proclamara Su Revelación. Tan pronto como fue despertado de Su sueño, alzó la voz y llamó a toda la humanidad hacia Dios, el Señor de todos los mundos. Hemos sido movidos a revelar estas palabras en vista de la debilidad y fragilidad de las gentes; de lo contrario, la Causa que hemos proclamado es tal que ninguna pluma podrá jamás describirla, ni mente alguna concebir su grandeza. Esto lo atestigua Aquel con Quien está el Libro Madre.

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XLV. La Antigua Belleza ha consentido ser encadenada para que la humanidad sea liberada de su cautiverio, y ha aceptado ser encarcelada en esta muy poderosa Fortaleza para que todo el mundo logre la verdadera libertad. Ha apurado la copa del dolor para que todos los pueblos de la tierra alcancen felicidad perdurable y sean colmados de alegría. Esto emana de la misericordia de vuestro Señor, el Compasivo, el Más Misericordioso. Hemos aceptado ser humillados, oh creyentes en la Unidad de Dios, para que vosotros seáis enaltecidos, y hemos sufrido múltiples tribulaciones para que podáis prosperar y florecer. ¡Mirad cómo aquellos que han atribuido socios a Dios han forzado a residir en la más desolada de las ciudades a Aquel que ha venido a reconstruir el mundo entero!

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XLVI. No me apeno por el peso de Mi encarcelamiento. Tampoco Me aflijo por Mi humillación, ni por las tribulaciones que sufro a manos de Mis enemigos. ¡Por mi vida! Son Mi gloria, gloria con la cual Dios Se ha adornado a Sí mismo. ¡Ojalá lo supierais!

La vergüenza que Me obligaron a sobrellevar ha descubierto la gloria con que había sido dotada toda la creación; y mediante las crueldades que he soportado, el Sol de la Justicia se ha manifestado y ha derramado su esplendor sobre el género humano.

Mis penas son por aquellos que se han entregado a sus pasiones corruptas y pretenden estar asociados con la Fe de Dios, el Magnánimo, el Alabado por todos.

Incumbe al pueblo de Bahá morir al mundo y a todo lo que hay en él, ser tan desprendidos de todos los bienes terrenales que los moradores del Paraíso perciban de su vestimenta la suave fragancia de la santidad, para que todos los pueblos de la tierra reconozcan en sus rostros el resplandor del Todomisericordioso y mediante ellos se difundan los signos y señales de Dios, el Todopoderoso, el Sapientísimo. ¡Los que han empañado el buen nombre de la Causa de Dios al dejarse llevar por las inclinaciones de la carne, ésos están en palpable error!

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XLVII. ¡Oh judíos! Si os empeñáis en crucificar otra vez a Jesús, el Espíritu de Dios, dadme muerte a Mí, porque en Mi persona Él Se ha manifestado una vez más a vosotros. Tratadme como queráis, porque he prometido sacrificar Mi vida en el camino de Dios. No temeré a nadie, aunque los poderes de la tierra y del cielo se alíen contra Mí. ¡Seguidores del Evangelio! Si abrigáis el deseo de matar a Muḥammad, el Apóstol de Dios, apresadme y poned fin a Mi vida, porque Yo soy Él, y Mi Ser es Su Ser. Haced conmigo lo que queráis, porque el más profundo deseo de Mi corazón es alcanzar la presencia de Mi Bienamado en Su Reino de Gloria. Ése es el decreto divino; ojalá lo supierais. ¡Seguidores de Muḥammad! Si es vuestro deseo acribillar con vuestras saetas el pecho de Aquel que ha hecho descender a vosotros Su Libro, el Bayán, prendedme y perseguidme, porque Yo soy Su Bienamado, la revelación de Su propio Ser, aunque Mi nombre no sea Su nombre. He venido a la sombra de las nubes de la gloria, y he sido investido por Dios con invencible soberanía. Él es, ciertamente, la Verdad, el Conocedor de lo invisible. Verdaderamente, espero de vosotros el mismo trato que habéis dado a Aquel que Me precedió. De esto dan testimonio todas las cosas, si fuerais de aquellos que escuchan. ¡Oh pueblo del Bayán! Si habéis resuelto derramar la sangre de Aquel Cuya venida ha proclamado el Báb, Cuyo advenimiento ha profetizado Muḥammad y Cuya Revelación Jesucristo mismo ha anunciado, vedme aquí, listo e indefenso, ante vosotros. Proceded conmigo según vuestros propios deseos.

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XLVIII. ¡A Dios pongo por testigo! Si no hubiese sido incompatible con lo que las Tablas de Dios han decretado, gustosamente habría besado las manos de quien intentara derramar Mi sangre en el camino del Bienamado. Aún más, le habría dado parte de los bienes terrenales que Dios Me había permitido poseer, aun cuando quien perpetrara ese acto habría provocado la ira del Todopoderoso, habría incurrido en Su maldición y merecido ser atormentado durante toda la eternidad de Dios, el Poseedor, el Equitativo, el Sapientísimo.

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XLIX. Has de saber, en verdad, que cada vez que este Joven vuelve los ojos hacia Su propio ser encuentra que es lo más insignificante de toda la creación. Sin embargo, cuando contempla las brillantes refulgencias que ha sido facultado para manifestar, he aquí que ese ser se transforma ante Él en una Potencia soberana que satura la esencia de todas las cosas visibles e invisibles. Gloria a Aquel que, por la fuerza de la verdad, ha hecho descender a la Manifestación de Su propio Ser y Le ha confiado Su mensaje para toda la humanidad.

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L. Sacudíos el sueño de la negligencia, oh desatentos, para que veáis el resplandor que Su gloria ha difundido por todo el mundo. ¡Qué necios son quienes murmuran contra el nacimiento prematuro de Su luz! ¡Oh ciegos de corazón! Sea tarde o temprano, las pruebas de Su refulgente gloria de hecho ya están manifiestas. Os incumbe determinar si ha aparecido o no esa luz. No está en vuestro poder ni en el mío fijar el momento en que ha de ponerse de manifiesto. La Sabiduría inescrutable de Dios ha fijado la hora de antemano. Estad contentos, oh pueblo, con lo que Dios os ha deseado y ha predestinado para vosotros... ¡Oh vosotros que me deseáis el mal! El Sol de la Guía eterna me lo atestigua: Si hubiera estado en mi poder, en ninguna circunstancia habría consentido distinguirme entre los hombres, pues el Nombre que llevo desdeña totalmente asociarse con esta generación cuyas lenguas están sucias y cuyos corazones son falsos. Y cada vez que optaba por callar y guardar silencio, he aquí que me despertaba la voz del Espíritu Santo, a mi diestra, y el Supremo Espíritu aparecía ante mi faz, y Gabriel me cubría con su sombra, y se movía dentro de mi pecho el Espíritu de Gloria, pidiéndome levantarme y romper mi silencio. Si fuese purificada vuestra audición y vuestros oídos estuviesen atentos, seguramente comprenderíais que cada miembro de mi cuerpo, es más, todos los átomos de mi ser, proclaman y atestiguan este llamamiento: “Dios, fuera de Quien no hay ningún otro Dios, y Aquel Cuya belleza está ahora manifiesta, es el reflejo de Su gloria para todos los que están en el cielo y en la tierra”.

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LI. ¡Oh pueblo! ¡Juro por el único Dios verdadero! Éste es el Océano del cual han procedido todos los mares, y con el cual cada uno de ellos se reunirá finalmente. De Él se han generado todos los Soles y a Él regresarán todos ellos. Por Su potencia los Árboles de la Revelación Divina han dado sus frutos, cada uno de los cuales ha sido enviado en la forma de un Profeta que lleva un Mensaje a las criaturas de Dios en cada uno de los mundos cuyo número sólo Dios, en Su Conocimiento omnímodo, puede calcular. Él ha logrado esto por la acción de sólo una Letra de Su Palabra, revelada por Su Pluma, una Pluma que es movida por Su Dedo guiador, Dedo a su vez sostenido por la fuerza de la Verdad de Dios.

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LII. Di: ¡Oh pueblo! No os privéis de la gracia de Dios y de Su misericordia. Quien se prive de ellas incurre en grave pérdida ¡Cómo, oh pueblo! ¿Adoráis el polvo y os alejáis de vuestro Señor, el Magnánimo, el Todogeneroso? Temed a Dios y no seáis de los que perecen. Di: El Libro de Dios ha sido enviado en la forma de este Joven. Por tanto, ¡santificado sea Dios, el más excelente de los hacedores! Prestad atención, oh pueblos del mundo, no sea que huyáis de Su faz. Es más, apresuraos en alcanzar Su presencia y sed de aquellos que han vuelto a Él. Orad para que seáis perdonados, oh pueblo, por no haber cumplido vuestro deber para con Dios y por haber transgredido Su Causa, y no seáis de los necios. Él es Quien os ha creado; Él es Quien ha alimentado vuestras almas mediante Su Causa y os ha permitido reconocer a Aquel que es el Todopoderoso, el Más Exaltado, el Omnisciente. Él es Quien ha descubierto a vuestros ojos los tesoros de Su conocimiento y os ha hecho ascender al cielo de la certeza de Su irresistible, Su irrefutable y muy exaltada Fe. Cuidado, no os privéis de la gracia de Dios, y no hagáis que vuestras obras resulten vanas; y no os neguéis a reconocer la verdad de esta muy manifiesta, majestuosa, resplandeciente y gloriosa Revelación. Juzgad imparcialmente la Causa de Dios, vuestro Creador; ved lo que ha sido enviado desde el Trono de lo alto y meditad sobre ello con corazones inocentes y santificados. Entonces la verdad de esta Causa se os hará tan evidente como el sol en su gloria meridiana. Entonces seréis de aquellos que han creído en Él.

Di: El primer y más importante testimonio que establece Su verdad es Su propio Ser. A continuación de ese testimonio está Su Revelación. Para quien no reconozca ni lo uno ni lo otro, Él ha establecido las palabras que ha revelado como prueba de Su realidad y verdad. Ésta es, ciertamente, una demostración de Su tierna misericordia para con la humanidad. Él ha dotado a toda alma con la capacidad de reconocer los signos de Dios. De otra manera, ¿cómo habría podido cumplir Su testimonio para con los seres humanos Ojalá fuerais de los que reflexionan sobre Su Causa en sus corazones. Él nunca procederá injustamente con nadie, ni tampoco asignará a alma alguna una tarea superior a sus capacidades. Él es ciertamente el Compasivo, el Todomisericordioso.

Di: Es tan grande la gloria de la Causa de Dios, que aun los ciegos pueden percibirla, cuánto más aquellos que poseen vista perspicaz y visión pura. Los ciegos, a pesar de no ser capaces de percibir la luz del sol, con todo, pueden sentir su continuo calor. No obstante, los ciegos de corazón de entre el pueblo del Bayán – y de esto Dios es Mi testigo – son incapaces, por mucho que el Sol brille sobre ellos, de percibir el resplandor de su gloria o apreciar el calor de sus rayos.

Di: ¡Oh pueblo del Bayán! De entre todo el mundo os hemos escogido para conocer y reconocer Nuestro Ser. Os hemos hecho acercaros al lado derecho del Paraíso, Lugar desde el cual el Fuego inmortal proclama en múltiples tonos: “¡No hay otro Dios sino Yo, el Omnipotente, el Altísimo!”. Cuidado: no os permitáis estar separados como por un velo de este Sol que brilla sobre la Aurora de la Voluntad de vuestro Señor, el Todomisericordioso, y cuya luz ha envuelto a pequeños y grandes. Purificad vuestra vista para que percibáis su gloria con vuestros propios ojos, y no dependáis de la vista de otro que no sea vosotros mismos, pues Dios jamás ha puesto sobre un alma una carga mayor de la que puede soportar. Así ha sido anunciado a los Profetas y Mensajeros de antaño y se ha consignado en todas las Escrituras.

Esforzaos, oh pueblo, por conseguir entrar en esta vasta Inmensidad que, por orden de Dios, no tiene ni principio ni fin, en la cual se ha hecho oír Su voz y sobre la cual se han esparcido los fragantes aromas de la santidad y gloria. No os despojéis del Manto de la grandeza, ni permitáis que vuestros corazones se priven del recuerdo de vuestro Señor, ni vuestros oídos, de escuchar las dulces melodías de Su maravillosa, Su sublime, Su imponente, Su clara y muy elocuente voz.

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LIII. ¡Oh Naṣír, siervo Mío! Pongo por testigo a Dios, la Eterna Verdad, de que, en este Día, el Joven Celestial ha alzado por sobre las cabezas de los hombres el glorioso Cáliz de la Inmortalidad y permanece a la espera en Su sede, preguntándose qué ojo reconocerá Su gloria, y qué brazo se extenderá sin vacilar para asir la Copa de Su nívea Mano y apurarla. Hasta ahora unos pocos han bebido de esta incomparable, esta fluyente gracia del Antiguo Rey. Éstos ocupan las más sublimes mansiones del Paraíso y están firmemente establecidos en las sedes de autoridad. ¡Por la rectitud de Dios! Ni los espejos de Su gloria, ni los reveladores de Sus nombres, ni ninguna cosa creada que haya existido o exista jamás, podrán nunca superarlos, si sois de los que comprenden esta verdad.

¡Oh Naṣír! La excelencia de este Día está inmensamente por encima de la comprensión de las gentes, por muy extenso que sea su conocimiento y por muy profundo que sea su entendimiento. ¡Cuánto más ha de trascender la imaginación de los que se han desviado de su luz y han sido apartados de su gloria! Si desgarraras el agraviante velo que ciega tu visión, verías una gracia tal a la que nada podría jamás asemejarse o igualarse desde el principio que no tiene principio hasta el fin que no tiene fin. ¿En qué lenguaje debería optar por hablar Aquel que es el Portavoz de Dios, para que los que están separados de Él como por un velo pudieran reconocer Su gloria? Los rectos, moradores del Reino de lo alto, beberán copiosamente del Vino de la Santidad en Mi nombre, el todoglorioso. Nadie salvo ellos participará de tales beneficios.

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LIV. ¡Por la rectitud de Dios, mi Bienamado! Jamás he ambicionado mando terrenal. Mi único propósito ha sido entregar a la humanidad lo que Dios, el Magnánimo, el Incomparable, Me ordenó darles, para que los desligara de todo lo que pertenece a este mundo y les hiciera alcanzar tales alturas que ni los impíos pudieran concebir ni los indóciles imaginar.

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LV. Recuerda, oh Tierra de Ṭá (Teherán), los días pasados en que tu Señor te había hecho la sede de Su trono y te había envuelto con la refulgencia de Su gloria. ¡Cuán vasto el número de aquellos seres santificados, aquellos símbolos de certidumbre, que en su gran amor a ti han entregado sus vidas y sacrificado todo por ti! La alegría sea contigo y la felicidad con aquellos que en ti moran. Testifico que, como lo sabe todo corazón perspicaz, de ti procede el hálito viviente de Quien es el Deseo del mundo. En ti ha sido revelado el Invisible y de ti ha salido aquello que estaba oculto a los ojos de todos. ¿A quién recordaremos entre la multitud de tus sinceros amantes, cuya sangre ha sido vertida dentro de tus muros y cuyo polvo está ahora oculto bajo tu suelo? Los fragantes aromas de Dios se han esparcido incesantemente y continuarán esparciéndose eternamente sobre ti. Nuestra Pluma se siente impulsada a conmemorarte y ensalzar a las víctimas de la tiranía, aquellos hombres y mujeres que yacen bajo tu polvo.

Entre ellos está Nuestra propia hermana, a quien ahora recordamos como una señal de Nuestra fidelidad y como una prueba de Nuestra bondad hacia ella. ¡Cuán penosa era su condición! ¡Con qué resignación regresó a su Dios! Sólo Nos lo hemos sabido, en Nuestro conocimiento omnímodo.

¡Oh Tierra de Ṭá! Por la gracia de Dios todavía eres un centro alrededor del cual se han reunido Sus bienamados. ¡Felices ellos; feliz cada refugiado que busca tu amparo en sus padecimientos, en el sendero de Dios, el Señor de este maravilloso Día! Bienaventurados los que recuerdan al único Dios verdadero, que magnifican Su nombre y procuran diligentemente servir a Su Causa. Es a ellos que se hace referencia en los Libros sagrados de antaño. A ellos el Comandante de los Fieles les ha prodigado sus alabanzas diciendo: “La bienaventuranza que les espera supera la bienaventuranza que ahora gozamos”. Él, ciertamente, ha dicho la verdad y de ello damos ahora testimonio. Sin embargo, no ha sido revelada aún la gloria de su posición. La Mano del poder divino de seguro levantará el velo y expondrá a la vista de todos aquello que alegrará y alumbrará los ojos del mundo.

Agradecedle a Dios, la Verdad Eterna, exaltada sea Su Gloria, por cuanto habéis logrado tan maravilloso favor, y habéis sido adornados con el ornamento de Su alabanza. Apreciad el valor de estos días, y asíos a todo lo que sea digno de esta Revelación. Él, ciertamente, es el Consejero, el Compasivo, el Omnisciente.

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LVI. Que nada te entristezca, oh Tierra de Ṭá (Ṭihrán), pues Dios te ha es¬cogido para ser la fuente de alborozo de toda la humanidad. Si es Su Voluntad, Él bendecirá tu trono con alguien que ha¬brá de go¬bernar con justicia, quien reunirá la grey de Dios que los lobos han dispersado. Ese gobernante volverá su ros¬tro hacia el pueblo de Bahá con regocijo y alegría y le otorga¬rá sus favores. A los ojos de Dios es considerado, realmente, por cierto, como una joya entre los hombres. Sobre él sean por siempre la gloria de Dios y la gloria de todos los que moran en el reino de Su revelación.

Regocíjate con gran júbilo, porque Dios ha hecho de ti “la Aurora de Su Luz”, ya que dentro de ti nació la Mani¬festación de Su Gloria. Alégrate por este nombre que se te ha confe¬ri¬do, un nombre mediante el cual ha derramado su esplendor el Sol de la gracia, y han sido iluminados el cielo y la tierra.

Dentro de poco cambiará tu situación interna, y las riendas del poder caerán en manos del pueblo. En verdad, tu Señor es el Omnisciente. Su autoridad abarca todas las cosas. Ten con-fianza en la gracia y favor de tu Señor. La mirada de Su ternura estará siempre dirigida hacia ti. Se acerca el día en que tu agitación se habrá transmutado en paz y sosiego. Así ha sido decretado en el Libro maravilloso.

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LVII. ¡Oh Muḥammad! Cuando hayas partido de la corte de Mi presencia, dirige tus pasos hacia Mi casa (Casa de Bagdad) y visítala en nombre de tu Señor. Cuando llegues a su puerta detente ante ella y di: ¿Adónde ha ido la Antigua Belleza, oh muy grande Casa de Dios, Él, por Quien Dios te ha hecho el centro de atracción de un mundo adorador y te ha proclamado como el signo de Su recuerdo para todos los que están en los cielos y todos los que están en la tierra? ¡Ah, qué días aquellos en que tú, oh Casa de Dios, fuiste hecha Su escabel, días en que las incesantes melodías del Todomisericordioso brotaban de ti! ¿Qué ha sido de tu joya, cuya gloria ha brillado sobre toda la creación? ¿Adónde se han ido los días en que Él, el Antiguo Rey, había hecho de ti el trono de Su gloria, días en que Él te había escogido a ti sola para que fueras la lámpara de salvación entre la tierra y el cielo, y al amanecer y a la caída de la tarde te había hecho difundir la suave fragancia del Todoglorioso?

¿Dónde está, oh Casa de Dios, el Sol de majestad y poder que te había envuelto con el brillo de Su presencia? ¿Dónde está Él, la Aurora de las tiernas dádivas de tu Señor, el Libre, Quien había establecido Su sede dentro de tus murallas? ¿Qué ha alterado tu semblante y ha hecho que tiemblen tus pilares, oh trono de Dios? ¿Qué ha podido cerrar tu puerta en la cara de quienes te buscan ansiosamente? ¿Qué te ha dejado tan abandonada? ¿Te han dicho acaso que el Amado del mundo es perseguido por las espadas de Sus enemigos? El Señor te bendiga y bendiga tu fidelidad hacia Él, por cuanto tú has seguido siendo Su compañera durante todas Sus penas y padecimientos.

Afirmo que tú eres el escenario de Su trascendente gloria, Su sacratísima habitación. De ti ha emanado el Hálito del Todoglorioso, Hálito que se ha esparcido sobre todas las cosas creadas y ha llenado de alegría los pechos de los devotos que moran en las mansiones del Paraíso. El Concurso de lo alto y los que habitan las Ciudades de los Nombres de Dios lloran por ti y lamentan las cosas que te han acaecido.

Todavía eres el símbolo de los nombres y atributos del Todopoderoso, el Punto al cual están dirigidos los ojos del Señor de la tierra y del cielo. Te ha acontecido lo que aconteció al Arca en que ha sido establecida la promesa de seguridad de Dios. Bienaventurado quien comprende la intención de estas palabras y reconoce el propósito de Aquel que es el Señor de toda la creación.

Felices quienes aspiran de ti los fragantes aromas del Misericordioso, que reconocen tu exaltación, que protegen tu santidad, que en todo tiempo reverencian tu rango. Imploramos al Todopoderoso que conceda que se abran los ojos de quienes se han alejado de ti y no han apreciado tu valor, para que verdaderamente te reconozcan a ti y a Aquel que te ha levantado en alto por la fuerza de la verdad. Ciertamente, están ciegos con relación a ti, y te ignoran completamente en este día. Tu Señor es, verdaderamente, el Bondadoso, el Perdonador.

Atestiguo que por ti Dios ha puesto a prueba los corazones de Sus siervos. Bienaventurado el que dirige sus pasos hacia ti y te visita. Ay de quien niegue tu derecho, se aleje de ti, deshonre tu nombre y profane tu santidad.

No te aflijas, oh Casa de Dios, si el velo de tu santidad es rasgado por los infieles. En el mundo de la creación Dios te ha adornado con la joya de Su recuerdo. Nadie podrá jamás profanar tal ornamento. Los ojos de tu Señor permanecerán en toda circunstancia puestos en ti. Él, ciertamente, escuchará la oración de cada uno que te visite, circule alrededor de ti y Le llame en tu nombre. Él es, en verdad, el Perdonador, el Todomisericordioso.

Te suplico, oh mi Dios, por esta Casa que ha sufrido tal cambio en su separación de Ti, que llora su alejamiento de Tu presencia y lamenta Tu tribulación, que me perdones a mí, a mis padres, a mis parientes y a aquellos de mis hermanos que han creído en Ti. Concede, por Tu munificencia, que todas mis necesidades sean satisfechas, oh Tú que eres el Rey de los Nombres. Tú eres el Más Generoso de los generosos, el Señor de todos los mundos.

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LVIII. Recuerda aquello que fue revelado a Mihdí, Nuestro siervo, en el primer año de Nuestro exilio a la Tierra del Misterio (Adrianópolis). A él le predijimos lo que debía acaecer a Nuestra Casa (Casa de Bagdad) en los días por venir, para que no se afligiera por los actos de violencia y robo que ya se habían perpetrado contra ella. Ciertamente, el Señor, tu Dios, conoce todo lo que está en los cielos y todo lo que está en la tierra.

A él le hemos escrito: Ésta no es la primera humillación infligida a Mi Casa. En días pasados la mano del opresor la ha colmado de ultrajes. Ciertamente, en los días por venir será degradada a tal extremo que hará correr las lágrimas de todo ojo perspicaz. Así te hemos revelado cosas ocultas tras el velo, inescrutables para todos salvo Dios, el Todopoderoso, el Alabado por todos. En la plenitud de los tiempos, por el poder de la verdad, el Señor la exaltará a los ojos de todos. Él hará que se convierta en el Estandarte de Su Reino, el Santuario alrededor del cual gire el concurso de los fieles. Así ha hablado el Señor, tu Dios, antes de que llegue el día de lamentación. Te hemos dado esta Revelación en Nuestra santa Tabla para que no te apenes por todo lo que ha sobrevenido a nuestra Casa por los ataques del enemigo. Toda alabanza sea para Dios, el Omnisciente, el Sapientísimo.

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LIX. Todo observador imparcial admitirá sin vacilación que, desde el amanecer de Su Revelación, este Agraviado ha invitado a toda la humanidad a dirigir el rostro hacia la Aurora de la Gloria, y ha prohibido la corrupción, el odio, la opresión y la iniquidad. Sin embargo, ¡ved lo que han obrado las manos del opresor! Ninguna pluma se atreve a describir su tiranía. Aun cuando el propósito de Aquel que es la Eterna Verdad ha sido conferir vida sempiterna a todos y lograr su paz y seguridad, fijaos cómo se han dispuesto a derramar la sangre de Sus amados y han pronunciado sentencia de muerte contra Él.

Los instigadores de esta opresión son aquellas mismas personas que, siendo tan necias, son consideradas como las más sabias de todos los sabios. Tal es su ceguera que, con severidad no disimulada, han encarcelado en esta dolorosa Prisión fortificada a Aquel para los siervos de Cuyo Umbral ha sido creado el mundo. Sin embargo, el Todopoderoso, a pesar de ellos y de quienes han repudiado la verdad de este “Gran Anuncio”, ha transformado esta Casa Prisión en el Más Exaltado Paraíso, el Cielo de los Cielos.

No hemos rechazado los beneficios materiales que pudieran aliviar Nuestras aflicciones. Sin embargo, cada uno de Nuestros compañeros dará testimonio de que Nuestra santa corte está purificada de todos esos beneficios materiales y muy por encima de ellos. No obstante, mientras estábamos confinados en esta Prisión, aceptamos aquellas cosas de las cuales los infieles han tratado de privarnos. Si se encontrara a alguien que desease, en Nuestro nombre, levantar un edificio de oro puro o de plata pura, o una casa engastada en piedras preciosas de inestimable valor, sin duda, tal deseo le sería concedido. Él, ciertamente, hace lo que Él quiere y ordena lo que es de Su agrado. Además, se ha permitido a quien lo desee erigir estructuras nobles e imponentes a lo largo y ancho de este territorio, y dedicar las ricas y sagradas tierras adyacentes al Jordán y sus vecindades al culto y servicio del único Dios verdadero, magnificada sea Su gloria, para que se cumplan las profecías consignadas por la Pluma del Altísimo en las Sagradas Escrituras y para que se ponga de manifiesto lo que ha determinado Dios, el Señor de todos los mundos, para esta exaltadísima, santísima y maravillosa Revelación.

Antaño hemos pronunciado estas palabras: ¡Extiende tu saya, oh Jerusalén! Meditad esto en vuestro corazón, oh pueblo de Bahá, y dad gracias a vuestro Señor, el Expositor, el Más Manifiesto.

Si fuesen desentrañados los misterios que nadie conoce salvo Dios, toda la humanidad presenciaría las evidencias de una perfecta y consumada justicia. Con una certeza que nadie puede poner en duda, todos se aferrarían a Sus mandamientos y los cumplirían escrupulosamente. Verdaderamente, hemos decretado en nuestro Libro una recompensa buena y generosa para quienes se aparten de la impiedad y sigan una vida casta y santa. Él es, en verdad, el Gran Dador, el Munífico.

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LX. Mi cautiverio no puede deshonrarme. Es más, por Mi Vida, Me confiere gloria. Lo que puede avergonzarme es la conducta de aquellos de Mis seguidores que dicen amarme, y sin embargo siguen de hecho al Maligno. En verdad, son de los perdidos.

Cuando se cumplió el tiempo fijado para esta Revelación, y apareció en Iráq Aquel que es el Sol del mundo, Él les pidió a Sus seguidores observar aquello que los purificaría de toda profanación terrenal. Algunos prefirieron seguir los deseos de una inclinación corrupta, mientras que otros transitaron por el camino de la rectitud y la verdad, y fueron bien guiados.

Di: No ha de ser contado entre el pueblo de Bahá aquel que sigue sus deseos mundanos o fija su corazón en las cosas de la tierra. Es Mi verdadero seguidor quien, si llegare a un valle de oro puro, pasará derecho por él, distante como una nube, y no se volverá ni se detendrá. Tal hombre es, ciertamente, de Mí. De su vestidura el Concurso de lo alto puede percibir la fragancia de la santidad....Y si se encontrare con la más bella y atractiva de las mujeres, no sentirá su corazón seducido por la menor sombra de deseo hacia su belleza. De hecho, semejante persona es la creación de inmaculada castidad. Así os instruye la Pluma del Anciano de Días, como ha sido ordenado por vuestro Señor, el Todopoderoso, el Munífico.

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LXI. El mundo padece y su agitación aumenta día a día. Su rostro se ha vuelto hacia el descarrío y la incredulidad. Tal será su condición, que exponerla ahora no sería apropiado ni correcto. Su perversidad continuará por largo tiempo. Y cuando llegue la hora señalada, aparecerá súbitamente aquello que hará temblar los miembros del cuerpo de la humanidad. Entonces, y sólo entonces, será desplegado el Estandarte Divino, y el Ruiseñor del Paraíso gorjeará su melodía.

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LXII. Recuerda Mis penas, Mis preocupaciones y ansiedades, Mis aflicciones y pruebas, las condiciones de Mi cautiverio, las lágrimas que he derramado, la amargura de Mi angustia y ahora Mi encarcelamiento en esta lejana tierra. Oh Muṣṭafá, Dios es Mi testigo. Si te contaran lo que Le ha acontecido a la Antigua Belleza, huirías al desierto y llorarías con gran llanto. En tu dolor te golpearías la cabeza y gritarías como alguien que ha sido mordido por una víbora. Dale gracias a Dios, pues hemos rehusado revelarte el secreto de los inescrutables decretos que Nos han sido enviados desde el cielo de la Voluntad de tu Señor el Omnipotente, el Todopoderoso.

¡Por la rectitud de Dios! Al levantarme de Mi lecho cada mañana, descubría las huestes de innumerables aflicciones reunidas tras Mi puerta; y cada noche, al acostarme, he aquí que Mi corazón se desgarraba de agonía por lo que había padecido a causa de la diabólica crueldad de sus enemigos. Cada pedazo de pan que parte la Antigua Belleza va acompañado del ataque de una nueva aflicción, y cada gota que bebe está mezclada con la amargura de la más dolorosa de las pruebas. Cada paso que Él da es precedido por un ejército de calamidades imprevistas, mientras que por detrás le siguen legiones de atormentadoras penas.

Tal es Mi condición, si reflexionaras en tu corazón sobre ella. Mas, que tu alma no se apene por lo que Dios ha dejado caer sobre Nos. Que tu voluntad se sumerja en Su agrado, porque en ningún momento hemos deseado algo que no sea Su Voluntad, y hemos acogido cada uno de Sus irrevocables decretos. Que tu corazón sea paciente, y no desmayes. No sigas el camino de aquellos que están profundamente perturbados.

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LXIII. ¡Oh tú, cuyo rostro se ha vuelto hacia Mí! Tan pronto como tus ojos contemplen desde lejos Mi ciudad natal (Teherán), ponte de pie y di: He venido hasta ti desde la Prisión, oh Tierra de Ṭá, con nuevas de Dios, Quien ayuda en el peligro, Quien subsiste por Sí mismo. Te anuncio, oh madre del mundo y fuente de luz para todos sus pueblos, las tiernas mercedes de tu Señor, y te saludo en el nombre de Aquel que es la Verdad Eterna, el Conocedor de lo invisible. Atestiguo que dentro de ti fue revelado Aquel que es el Nombre Oculto, y fue descubierto el Tesoro Invisible. Por medio de ti se ha dado a conocer el secreto de todas las cosas, sean del pasado o del futuro.

¡Oh Tierra de Ṭá! Aquel que es el Señor de los Nombres te recuerda en Su gloriosa estación. Tú fuiste la Aurora de la Causa de Dios, la fuente de Su Revelación, la manifestación de Su Más Grande Nombre, un Nombre que ha hecho temblar los corazones y a las almas. Cuán numerosos han sido aquellos hombres y mujeres, víctimas de la tiranía, que, dentro de tus murallas, han sacrificado sus vidas en la senda de Dios, y han sido sepultados bajo tu polvo con tanta crueldad que todo honrado siervo de Dios ha lamentado su condición.

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LXIV. Es Nuestro deseo recordar la Morada de la dicha suprema (Teherán), la santa y resplandeciente ciudad, ciudad en que se derramó la fragancia del Bienamado, donde se difundieron Sus signos, donde se revelaron las evidencias de Su gloria, donde se enarbolaron Sus estandartes, donde se armó Su tabernáculo, donde fue proclamado cada uno de Sus sabios decretos.

Es la ciudad en que han sido exhalados los fragantes aromas de la reunión, los cuales han hecho que los sinceros amantes de Dios se acerquen a Él y logren entrar en la Habitación de la santidad y belleza. Feliz el caminante que dirige sus pasos hacia esta ciudad, que consigue entrar en ella, que bebe el vino de la reunión mediante la gracia que fluye de su Señor, el Magnánimo, el Alabado.

He venido a ti, oh tierra del deseo del corazón, con nuevas de Dios, para anunciarte Su bondadoso favor y misericordia, y para saludarte y ensalzarte en Su nombre. Él es, en verdad, inmensamente generoso y bondadoso. Bienaventurado el que torna su rostro hacia ti y percibe de ti la fragancia de la Presencia de Dios, el Señor de todos los mundos. Que Su gloria sea contigo y la brillantez de Su luz te envuelva, por cuanto Dios ha hecho de ti un paraíso para Sus siervos y te ha proclamado como la tierra bendita y sagrada que Él mismo ha mencionado en los Libros que han revelado Sus Profetas y Mensajeros.

Mediante ti, oh tierra de gloria resplandeciente, se ha desplegado la enseña: “No hay otro Dios más que Él”, y se ha izado el estandarte: “Ciertamente, Yo soy la Verdad, el Conocedor de lo invisible”. Incumbe a cada uno que te visite gloriarse en ti y en quienes te habitan, que han brotado de Mi Árbol, que son sus hojas, que son los signos de Mi gloria, que Me siguen y son Mis amantes, y que, con la más fuerte determinación, han vuelto sus rostros en dirección a Mi gloriosa posición.

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LXV. Recuerda Tu llegada a la Ciudad (Constantinopla); cómo los ministros del Sultán pensaron que desconocías sus leyes y reglamentos y Te creyeron uno de los ignorantes. Di: ¡Sí, por Mi Señor! Soy ignorante de todas las cosas salvo de lo que Dios, mediante Su generoso favor, ha deseado enseñarme. Esto lo atestiguamos con toda seguridad y lo confesamos sin vacilar.

Di: Si las leyes y reglamentos a los cuales os atenéis son hechos por vosotros mismos, de ningún modo los seguiremos. Así Me lo ha ordenado Quien es el Sapientísimo, el Informado. Tal ha sido Mi proceder en el pasado y así seguirá siendo en el futuro, por la fuerza de Dios y Su poder. Éste es ciertamente el camino recto y verdadero. Si han sido ordenadas por Dios, mostrad entonces vuestras pruebas, si sois de aquellos que hablan la verdad. Di: Hemos escrito en un Libro que no deja sin consignar la acción de nadie, por insignificante que sea, todo lo que Te han imputado y todo lo que Te han hecho.

Di: Os incumbe, oh Ministros de Estado, observar los preceptos de Dios y abandonar vuestras propias leyes y reglamentos, y ser de aquellos que están bien guiados. Esto es mejor para vosotros que todo cuanto poseéis, si lo supierais. Si quebrantáis los mandamientos de Dios, ni lo más mínimo de vuestras obras será aceptable a Su vista. Pronto descubriréis las consecuencias de lo que habéis hecho en esta vida vana, y recibiréis vuestra paga por ellas. Ésta es, ciertamente, la verdad, la indudable verdad.

¡Cuán grande ha sido el número de aquellos que, en épocas pasadas, han cometido las mismas acciones que habéis cometido vosotros, y que, a pesar de tener un rango superior al vuestro, finalmente han regresado al polvo y han sido relegados a su inevitable perdición! ¡Ojalá reflexionarais en vuestro corazón sobre la Causa de Dios! Seguiréis su huella, y se os hará entrar en una habitación en la cual no encontraréis a nadie que os ampare o ayude. Ciertamente, se os preguntará por vuestros hechos, se os pedirá cuenta por haber faltado a vuestros deberes para con la Causa de Dios y por haber rechazado desdeñosamente a sus amados, quienes con evidente sinceridad han venido a vosotros.

Sois vosotros los que habéis consultado juntos acerca de ellos, los que habéis preferido seguir las instigaciones de vuestros propios deseos y abandonar el mandamiento de Dios, Quien ayuda en el peligro, el Todopoderoso.

Di: ¿Cómo es que os aferráis a vuestros ardides y desecháis los preceptos de Dios? Ciertamente, ¡os habéis agraviado a vosotros mismos y a otros! ¡Ojalá pudierais comprenderlo! Di: Si vuestras reglas y principios están basados en la justicia, ¿por qué, entonces, seguís los que están de acuerdo con vuestras inclinaciones corruptas y rechazáis los que se contraponen a vuestros deseos? ¿Con qué derecho, entonces, pretendéis juzgar con imparcialidad entre las gentes? ¿Pueden vuestras reglas y principios justificar que persigáis a Aquel que, por orden vuestra, Se ha presentado ante vosotros y que Le hayáis rechazado y Le hayáis infligido, cada día, penoso daño? ¿Os ha desobedecido Él alguna vez, aunque sea por un instante? Todos los habitantes de Iráq y, además de ellos, todo observador perspicaz atestiguan la verdad de Mis palabras.

¡Sed imparciales en vuestro juicio, oh Ministros de Estado! ¿Qué hemos cometido que justifique Nuestro destierro? ¿Qué delito ha merecido Nuestra expulsión? ¡Somos Nos Quien os hemos buscado y, sin embargo, mirad cómo habéis rehusado recibirnos! ¡Por Dios! Ésta es una penosa injusticia que habéis perpetrado, injusticia que no puede compararse con ninguna otra injusticia terrenal. El Todopoderoso mismo da testimonio de ello....

Sabed que el mundo y sus vanidades y sus adornos desaparecerán. Nada perdurará salvo el Reino de Dios, que no pertenece a nadie sino a Él, el Soberano Señor de todo, Quien ayuda en el peligro, el Todoglorioso, el Todopoderoso. Los días de vuestra vida pasarán, y perecerán todas las cosas con que os ocupáis y de las cuales os jactáis, y vosotros, con toda seguridad, seréis llamados por una compañía de Sus ángeles a comparecer en el lugar donde temblarán los miembros de toda la creación, y sentirá escalofrío la carne de todo opresor. Se os pedirá cuentas de las cosas que vuestras manos han hecho en vuestra vana vida y recibiréis el justo pago por vuestras acciones. Éste es el día que os llegará inevitablemente, la hora que nadie puede postergar. Esto lo ha atestiguado la Lengua de Quien habla la verdad y es el Conocedor de todas las cosas.

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LXVI. Temed a Dios, habitantes de la Ciudad (Constantinopla), y no sembréis las semillas de la disensión entre la gente. No transitéis por los caminos del Maligno. Durante los pocos días que os restan de vuestra vida, seguid el camino del único Dios verdadero. Vuestros días se acabarán como se han acabado los días de los que os han precedido. Regresaréis al polvo, como lo hicieron vuestros antecesores.

Sabed que no temo a nadie excepto a Dios. No he depositado Mi confianza en nadie salvo en Él. A nadie sino a Él Me aferraré y sólo deseo lo que Él ha deseado para Mí. Éste es, en verdad, el deseo de Mi corazón, si lo supierais. He ofrendado Mi alma y Mi cuerpo como un sacrificio para Dios, el Señor de todos los mundos. Quien haya conocido a Dios no conocerá a nadie sino a Él, y quien tema a Dios no tendrá miedo de nadie salvo de Él, aunque las fuerzas de toda la tierra se dispongan en formación para atacarle. No hablo nada sino por Su mandato y no sigo sino Su verdad, mediante la fuerza de Dios y Su poder. Él, ciertamente, recompensará a los veraces.

Narra, oh Siervo, las cosas que viste cuando arribaste a la Ciudad, para que Tu testimonio perdure entre la gente y sirva de advertencia a los que creen. Al llegar a la Ciudad encontramos tanto a sus gobernantes como a sus dignatarios reunidos como niños que se divierten con arcilla. No encontramos a nadie lo suficientemente maduro como para recibir de Nos las verdades que Dios Nos ha enseñado, ni preparado para escuchar Nuestras maravillosas palabras de sabiduría. Nuestro ojo interior lloró amargamente por ellos y por sus transgresiones y por su descuido total de aquello para lo que fueron creados. Eso es lo que observamos en aquella ciudad y lo que hemos decidido anotar en Nuestro Libro, para que les sirva de advertencia a ellos y al resto de la humanidad.

Di: Si sois buscadores de esta vida y sus vanidades, deberíais haberlas buscado cuando aún estabais encerrados en el vientre de vuestra madre, porque entonces os aproximabais continuamente a ellas, si lo comprendierais. Por el contrario, desde que nacisteis hasta vuestra madurez os habéis ido alejando del mundo y acercando al polvo. ¿Por qué, entonces, demostráis tanta avidez por acaparar los tesoros de la tierra, cuando vuestros días están contados y vuestra oportunidad está casi perdida? ¿Acaso, oh negligentes, no vais a despertar de vuestro sueño?

Prestad atención a los consejos que este Siervo os da por el amor de Dios. Él, en verdad, no os pide ninguna recompensa, y está resignado a lo que Dios ha decretado para Él y es completamente sumiso a la Voluntad de Dios.

Los días de vuestra vida en gran parte se han consumido, oh pueblo, y vuestro final se aproxima rápidamente. Abandonad, entonces, las cosas que habéis ideado y a las cuales os aferráis, y asíos firmemente a los preceptos de Dios, para que quizás alcancéis lo que Él ha determinado para vosotros y seáis de aquellos que siguen un curso recto. No os deleitéis con las cosas del mundo y sus vanos ornamentos, ni pongáis vuestra esperanza en ellas. Depositad vuestra confianza en el recuerdo de Dios, el Más Exaltado, el Magno. Pronto Él reducirá a la nada cuanto poseéis. Que Él sea vuestro temor, y no olvidéis Su alianza con vosotros, y no seáis de aquellos que, como por un velo, están separados de Él.

Cuidado, no sea que os envanezcáis ante Dios y rechacéis desdeñosamente a Sus amados. Condescended humildemente con los fieles, quienes han creído en Dios y en Sus signos, cuyos corazones atestiguan Su unidad, cuyas lenguas proclaman Su unicidad, y que sólo hablan cuando Él lo permite. Así os exhortamos con la justicia, y os advertimos con la verdad, para que tal vez seáis despertados.

No sometáis a ningún alma a una carga a la que no quisierais ser sometidos vosotros, y no le deseéis a nadie lo que no desearíais para vosotros mismos. Éste es Mi mejor consejo para vosotros, ojalá lo observarais.

Respetad a los sacerdotes y doctos de entre vosotros, aquellos cuya conducta es acorde con lo que profesan, quienes no traspasan los límites fijados por Dios, cuyas opiniones están en armonía con Sus mandatos tal como están revelados en Su Libro. Sabed que ellos son las lámparas de guía para los que están en los cielos y en la tierra. Aquellos que menosprecian y desdeñan a los sacerdotes y doctos que viven entre ellos, ciertamente han cambiado el favor con que Dios los ha favorecido.

Di: Esperad hasta que Dios haya cambiado Su favor para con vosotros. A Él nada Le pasa inadvertido. Él conoce los secretos tanto de los cielos como de la tierra. Su conocimiento abarca todas las cosas. No os regocijéis por lo que habéis hecho o por lo que haréis en el futuro, ni tampoco os deleitéis con la tribulación que Nos habéis infligido, pues no podéis exaltar vuestra estación por tales medios, si tan sólo examinarais vuestras obras con agudo discernimiento. Tampoco podréis disminuir la sublimidad de Nuestro estado. Por el contrario, Dios aumentará la recompensa con la cual ha de premiarnos por haber soportado con paciencia perseverante las tribulaciones que hemos padecido. Él, en verdad, aumentará la recompensa de aquellos que soportan con paciencia.

Sabed que, desde tiempo inmemorial, las pruebas y tribulaciones han sido el destino de los Escogidos de Dios y de Sus amados, y de aquellos de Sus siervos que se han desprendido de todo menos de Él, aquellos a quienes ni el comercio ni los negocios han hecho olvidar el recuerdo del Todopoderoso, aquellos que no hablan hasta que Él haya hablado y actúan de acuerdo con Su mandamiento. Así es el método llevado a cabo por Dios en el pasado y así seguirá siendo en el futuro. Benditos son los que soportan con firmeza, los que son pacientes en las enfermedades y privaciones, que no se lamentan de nada de lo que les acontezca y que huellan el sendero de la resignación...

Se aproxima el día en que Dios habrá creado un pueblo que recordará Nuestros días, que relatará la historia de Nuestras pruebas, que exigirá la restitución de Nuestros derechos a aquellos que, sin ninguna tilde de prueba, Nos han tratado con manifiesta injusticia. Dios, por cierto, domina la vida de aquellos que Nos han hecho daño, y conoce muy bien sus acciones. Sin duda, Él los aprehenderá por sus pecados. Él, verdaderamente, es el más feroz de los vengadores.

Así os hemos relatado las historias del único Dios verdadero, y os hemos enviado aquello que Él ha preordinado, para que quizá Le pidáis perdón, regreséis a Él, os arrepintáis de verdad, os deis cuenta de vuestras fechorías, os sacudáis el sueño, seáis despertados de vuestra negligencia, expiéis lo que se os ha escapado y seáis de aquellos que hacen el bien. Aquel que quiera, que reconozca la verdad de Mis palabras; y quien no quiera, que se aparte de ellas. Mi único deber es recordaros que no habéis cumplido con vuestro deber hacia la Causa de Dios, para que quizá seáis de aquellos que prestan atención a Mi advertencia. Por lo tanto, escuchad Mis palabras, y volved a Dios, y arrepentíos, para que Él por Su gracia tenga misericordia de vosotros, lave vuestros pecados y perdone vuestras transgresiones. La grandeza de Su misericordia sobrepasa la furia de Su ira, y Su gracia abarca todos los que han sido creados y ataviados con el manto de la vida, sean ellos del pasado o del futuro.

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LXVII. En esta Revelación ha aparecido lo que nunca había aparecido antes. En cuanto a los infieles que han presenciado lo que se ha manifestado, ellos murmuran y dicen: “En verdad, éste es un hechicero que ha inventado una mentira contra Dios”. De hecho, ésa es una gente proscrita.

¡Oh Pluma del Anciano de Días! Proclama a las naciones lo que ha ocurrido en Iráq. Cuéntales del mensajero que fue delegado por la congregación de los sacerdotes de esa tierra para entrevistarse con Nos, quien, al llegar a Nuestra presencia, Nos preguntó sobre ciertas ciencias y a quien contestamos en virtud del conocimiento que inherentemente poseemos. Tu Señor, ciertamente, es el Conocedor de lo oculto. “Atestiguamos”, dijo él, “que el conocimiento que Tú posees es tal que nadie puede igualarlo. Sin embargo, ese conocimiento es insuficiente para justificar la exaltada estación que el pueblo Te atribuye. Si hablas la verdad, produce lo que las fuerzas unidas de los pueblos de la tierra son incapaces de producir”. Así fue irrevocablemente decretado en la corte de la presencia de tu Señor, el Todoglorioso, el Amoroso.

«¡Mira! ¿Qué ves?». Él quedó anonadado. Y cuando volvió en sí dijo: «Yo de veras creo en Dios, el Todoglorioso, el Alabado». «Ve hacia el pueblo y diles: “Pedid lo que deseéis. Poderoso es Él para hacer lo que Él quiera. Ninguna cosa, sea del pasado o del futuro, puede frustrar Su Voluntad”. Di: “¡Oh congregación de teólogos! Escoged cualquier asunto que deseéis y pedid a vuestro Señor, el Dios de Misericordia, que os lo revele. Si Él satisface vuestro deseo, por virtud de Su soberanía, entonces creed en Él y no seáis de aquellos que rechazan Su verdad”». «Ha despuntado la aurora del entendimiento», dijo él, «y se ha cumplido el testimonio del Todomisericordioso». Se levantó y regresó a aquellos que lo enviaron, por el mandato de Dios, el Todoglorioso, el Bienamado.

Pasaron los días y él no volvió a Nos. Finalmente, vino otro mensajero que Nos informó que la gente había abandonado su propósito original. Ellos son, de hecho, gente despreciable. Esto es lo que ocurrió en Iráq, y de lo que acabo de revelar Yo mismo soy testigo. Este acontecimiento fue ampliamente divulgado, pero no se encontró a nadie que comprendiera su significado. Así lo ordenamos. ¡Si lo supierais!

¡Por Mí mismo! En edades pasadas, todos aquellos que Nos pidieron que produjéramos los signos de Dios, tan pronto como se los revelamos, rechazaron la verdad de Dios. Sin embargo, la mayor parte de la gente ha permanecido indiferente. Aquellos cuyos ojos están iluminados con la luz del entendimiento percibirán los suaves aromas del Todomisericordioso y abrazarán Su verdad. Éstos son los verdaderamente sinceros.

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LXVIII. ¡Oh tú que eres el fruto de Mi Árbol y su hoja! Contigo sean Mi gloria y Mi misericordia. Que tu corazón no se apene por lo que te ha acontecido. Si recorrieras las páginas del Libro de la Vida, ciertamente, descubrirías aquello que disiparía tus penas y disolvería tu angustia.

Has de saber, oh fruto de Mi Árbol, que los decretos del Soberano Ordenador, respecto del hado y la predestinación, son de dos clases. Ambas deben ser obedecidas y aceptadas. Una es irrevocable; la otra es lo que se conoce como inminente. A la primera todos deben someterse sin reserva, puesto que está fijada y establecida. Sin embargo, Dios puede alterarla o revocarla. Como el daño que debe resultar de tal cambio será mayor que si el decreto hubiere permanecido inalterado, todos, por tanto, deben voluntariamente aceptar lo que Dios ha deseado y confiadamente atenerse a ello.

Sin embargo, el decreto que es inminente es tal que la oración y la súplica pueden conseguir desviarlo.

Conceda Dios que tú, que eres el fruto de Mi Árbol, y aquellos que están asociados contigo sean protegidos de sus malas consecuencias.

Di: ¡Oh Dios, mi Dios! Tú has puesto en mis manos un fideicomiso Tuyo, y ahora, de acuerdo con el beneplácito de Tu Voluntad, lo has llamado de vuelta a Ti. No me corresponde a mí, que soy Tu sierva, preguntar de dónde me viene esto o por qué ha ocurrido, ya que Tú eres glorificado en todos Tus actos, y has de ser obedecido en Tu decreto. Tu sierva, oh mi Señor, ha puesto sus esperanzas en Tu gracia y generosidad. Concede que ella obtenga lo que la acerque a Ti y le beneficie en todos Tus mundos. Tú eres el Perdonador, el Todogeneroso. No hay otro Dios más que Tú, el Ordenador, el Anciano de Días.

Confiere Tus bendiciones, oh Señor, mi Dios, a quienes han bebido el vino de Tu amor ante la faz de los hombres, y que, a pesar de Tus enemigos, han reconocido Tu unidad, han atestiguado Tu unicidad y han confesado su creencia en aquello que ha hecho temblar los miembros de los opresores entre Tus criaturas y estremecerse la carne de los orgullosos de la tierra. Atestiguo que Tu Soberanía jamás perecerá ni podrá alterarse Tu Voluntad. Decreta para aquellos que han vuelto el rostro hacia Ti, y para Tus siervas que se han sostenido firmemente de Tu Cuerda, aquello que es digno del Océano de Tu munificencia y el Cielo de Tu gracia.

Tú eres Aquel, oh Dios, que Se ha proclamado a Sí mismo el Señor de la Riqueza, y ha caracterizado a todos cuantos Le sirven como pobres y necesitados. Así como Tú has escrito: “¡Oh vosotros que creéis! No sois sino pobres que necesitan a Dios; pero Dios es el Poseedor, el Alabado”. Habiendo admitido mi pobreza, y reconocido Tu riqueza, no permitas que sea privado de la gloria de Tu opulencia. Tú eres, ciertamente, el Supremo Protector, el Omnisciente, el Sapientísimo.

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LXIX. Recuerda el proceder de la madre de Ashraf, cuyo hijo ofrendó su vida en la Tierra de Zá (Zanján). Él, de cierto, ocupa el asiento de la verdad, en presencia de Aquel que es el Más Fuerte, el Todopoderoso.

Cuando los infieles, tan injustamente, decidieron darle muerte, mandaron a buscar a su madre, para que quizás ella le amonestara e indujera a retractarse de su fe y seguir los pasos de quienes han repudiado la verdad de Dios, el Señor de todos los mundos.

Tan pronto como vio el rostro de su hijo, le habló con palabras tales que hicieron que clamaran y se afligieran con gran dolor los corazones de los amantes de Dios, y además de ellos los del Concurso de lo alto. Verdaderamente, tu Señor sabe lo que Mi lengua pronuncia. Él mismo da testimonio de Mis palabras.

Y, cuando se dirigía a él, le dijo: “¡Hijo, hijo mío! No dejes de ofrendarte como sacrificio en el camino de tu Señor. Cuidado: no vayas a traicionar tu fe en Aquel ante Cuyo rostro se han inclinado en adoración todos los que están en los cielos y todos los que están en la tierra. Sigue adelante, hijo mío, y persevera en el camino del Señor, tu Dios. Apresúrate a alcanzar la presencia de Aquel que es el Bienamado de todos los mundos”.

Para ella sean Mis bendiciones, y Mi misericordia, y Mi alabanza y Mi gloria. Yo mismo repararé la pérdida de su hijo, un hijo que ahora habita dentro del tabernáculo de Mi majestad y gloria, y cuyo rostro brilla con una luz que envuelve con su resplandor a las Doncellas del Cielo que habitan en sus aposentos celestiales, y además, a los moradores de Mi Paraíso y a los habitantes de las Ciudades de la Santidad. Si alguien contemplara su rostro exclamaría: “Mirad, éste no es sino un ángel noble”.

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LXX. El equilibrio del mundo ha sido trastornado por la vibrante influencia de este más grande, este nuevo Orden Mundial. La vida ordenada de la humanidad ha sido revolucionada por medio de este Sistema único y maravilloso, nada semejante al cual jamás han presenciado ojos mortales.

Sumergíos en el océano de Mis palabras, para que desci¬fréis sus secretos y descubráis todas las perlas de sabiduría que se hallan ocultas en sus profundidades. Cuidaos de no vacilar en vuestra decisión de abrazar la verdad de esta Causa, una Causa por medio de la cual se han revelado las potencialidades del poder de Dios y Su soberanía ha sido es¬tablecida. Con rostros radiantes de alegría, acudid presurosos hacia Él. Ésta es la in¬mutable Fe de Dios, eterna en el pasado, eterna en el futuro. Que aquel que busque, la alcance; y en cuanto a quien haya rehusado buscarla, ciertamente, Dios Se basta a Sí mismo y está por encima de necesidad alguna de Sus criaturas.

Di: Ésta es la Balanza infalible que la Mano de Dios sos¬tiene, en la que se pesan todos los que están en los cielos y en la tierra, y se determina su destino, si fuerais de quienes creen en esta verdad y la reconocen. Di: Mediante ella los pobres han sido enriqueci¬dos; los doctos, ilustrados, y los buscadores, capacitados para ascender hasta la presencia de Dios. Cuidado, no sea que la convirtáis en causa de disensión entre vosotros. Estad firme¬mente asentados, cual montaña inamovible, en la Causa de vuestro Señor, el Fuerte, el Amoroso.

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LXXI. Oh pueblos del mundo, no os consternéis cuando el sol de Mi belleza se haya puesto y el cielo de Mi tabernáculo esté oculto a vuestros ojos. Disponeos a promover Mi Causa y a exaltar Mi Palabra entre los hombres. Estamos con vosotros en todo momento y os fortaleceremos con el poder de la ver¬dad. Somos, en verdad, todopoderoso. Quien Me haya reco¬nocido se levantará para servirme con tal determinación que los pode¬res de la tierra y el cielo serán incapaces de frustrar su propósito.

Los pueblos del mundo están profundamente dormidos. Si despertasen de su sueño, con ansia irían presurosos hacia Dios, el Omnisciente, el Sapientísimo. Desecharían cuanto poseen, así fueran todos los tesoros de la tierra, para que su Señor los recordase siquiera para dirigirles una sola palabra. Tal es la instrucción que os ha sido dada por Quien tiene el conocimiento de cosas ocultas en una Tabla que el ojo de la creación no ha visto y que a nadie ha sido revelada salvo a Su propio Ser, el Protector omnipotente de todos los mundos. Tan aturdidos están en la embriaguez de sus deseos perver¬sos, que son incapaces de reconocer al Señor de toda la exis¬tencia, Cuya voz proclama desde todas las direcciones: “No hay otro Dios sino Yo, el Fuerte, el Omnisapiente”.

Di: No os regocijéis con las cosas que poseéis; esta noche son vuestras, mañana otros las poseerán. Así os advierte Quien es el Omnisciente, el Informado de todo. Di: ¿Podéis aseverar que lo que tenéis es duradero o seguro? ¡No! Por Mi propio Ser, el Todomisericordioso, no podéis hacerlo, si sois de los que juzgan con equidad. Los días de vuestra vida se es¬capan como un soplo de viento, y toda vuestra pompa y gloria serán replegadas como lo fueron la pompa y gloria de quienes partie¬ron antes que vosotros. Reflexionad, oh pueblo: ¿Qué ha sido de vuestros días pasados, vuestros siglos perdidos? Feli¬ces los días consagrados al recuerdo de Dios y benditas las horas dedi¬cadas a alabar a Quien es el Omnisapiente. ¡Por Mi vida! No perdurará ni la pompa de los poderosos, ni la opu¬lencia de los ricos, ni aun el ascendiente de los impíos. Todo perecerá por una palabra Suya. Él es, en verdad, el Om¬nipo-tente, el Impo¬nente, el Todopoderoso. ¿Qué provecho hay en las cosas terre¬nales que poseen los hombres? Aquello que ha de aprovechar¬les lo han desatendido completamente. Dentro de poco, des¬pertarán de su sueño y encontrarán que no pue¬den conseguir lo que se les escapó en los días de su Señor, el Todopoderoso, el Alabado. Si lo supieran, renunciarían a todo lo que tienen con tal de que sus nombres fuesen menciona¬dos ante Su trono. Cier¬tamente, se cuentan entre los muertos.

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LXXII. Que no se perturben vuestros corazones, oh pue¬blo, cuando se haya retirado la gloria de Mi presencia y silen¬ciado el océano de Mi discurso. En Mi presencia entre voso¬tros hay una sabiduría, y en Mi ausencia hay otra, inescrutable para todos salvo Dios, el Incomparable, el Omnisciente. En verdad, os vemos desde Nuestro dominio de gloria, y ayuda¬remos a quienquiera que se levante por el triunfo de Nuestra Causa con las huestes del Concurso de lo Alto y una compa¬ñía de Nuestros ángeles predilectos.

¡Pueblos de la tierra! Dios, la Eterna Verdad, es Mi testigo de que frescas y mansas corrientes de agua han brotado de las rocas por la dulzura de las palabras pronunciadas por vuestro Señor, el Libre, ¡y aún dormís! Desechad cuanto poseéis y, con las alas del desprendimiento, remontaos por encima de todas las cosas creadas. Así os lo ordena el Señor de la crea¬ción, el movimiento de Cuya Pluma ha revolucionado el alma de la humanidad.

¿Sabéis desde qué alturas os llama vuestro Señor, el To¬do¬glorioso? ¿Pensáis que habéis reconocido la Pluma con la cual os rige vuestro Señor, el Señor de todos los nombres? ¡No, por Mi vida! Si lo supierais, renunciaríais al mundo y de todo corazón correríais a la presencia del Bienamado. Vues¬tros espíritus se extasiarían tanto con Su Palabra que hasta el Mundo Mayor sería sacudido, ¡cuánto más este mundo pe¬queño y mezquino! Así han caído del cielo de Mi bondad las lluvias de Mi munificencia, como señal de Mi gracia, para que seáis de los agradecidos...

Cuidado, no sea que los deseos de la carne y de una incli¬nación corrupta provoquen división entre vosotros. Sed como los dedos de una mano y como los miembros de un solo cuerpo. Así os lo aconseja la Pluma de la Revelación, si sois de los que creen.

Considerad la misericordia de Dios y Sus dones. Él os manda hacer lo que os ha de aprovechar, por más que Él mismo bien puede prescindir de todas las criaturas. Vuestras malas obras jamás podrán dañarnos, como tampoco podrán beneficiarnos vuestras buenas obras. Os exhortamos entera¬mente por el amor de Dios. De ello da testimonio todo hombre de entendimiento y perspicacia.

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LXXIII. Es claro y evidente que cuando se hayan rasgado los velos que ocultan las realidades de las manifestaciones de los Nombres y Atributos de Dios, es más, de todas las cosas creadas visibles o invisibles, nada quedará sino el Signo de Dios, un signo que Él mismo ha puesto dentro de estas realidades. Este signo perdurará tanto tiempo como sea el deseo del Señor, tu Dios, Señor de los cielos y de la tierra. Si tales son las bendiciones conferidas a todas las cosas creadas, cuán superior debe ser el destino del verdadero creyente, cuya existencia y vida deben ser vistas como el propósito primordial de toda la creación. Así como la concepción de la fe ha existido desde el principio que no tiene principio, y perdurará hasta el fin que no tiene fin, similarmente el verdadero creyente vivirá y perdurará eternamente. Su espíritu girará por siempre en torno de la Voluntad de Dios. Él durará tanto tiempo como dure Dios mismo. Él es manifestado por la Revelación de Dios, y ocultado por Su mandato. Es evidente que las más excelsas mansiones del Dominio de la Inmortalidad han sido destinadas como morada de aquellos que verdaderamente han creído en Dios y en Sus signos. La muerte jamás podrá invadir aquella sagrada sede. Así te hemos confiado los signos de tu Señor, para que perseveres en tu amor a Él, y seas de aquellos que comprenden esta verdad.

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LXXIV. Toda palabra que emana de la boca de Dios está dotada de tal potencia que puede infundir nueva vida en todo cuerpo humano, ojalá fuerais de aquellos que comprenden esta verdad. Todas las maravillosas obras que contempláis en este mundo han sido manifestadas mediante la acción de Su suprema y exaltadísima Voluntad, Su maravilloso e inflexible Propósito. Con la mera revelación de la palabra “Artífice”, pronunciada por Sus labios y que proclama Su atributo a la humanidad, es liberada tal potencia que puede engendrar, a lo largo de edades sucesivas, todas las múltiples artes que las manos del hombre pueden producir. Ésta es, verdaderamente, una verdad cierta. En cuanto es pronunciada esta resplandeciente palabra, sus energías animadoras, agitándose dentro de todas las cosas creadas, dan nacimiento a los medios e instrumentos con los cuales pueden ser producidas y perfeccionadas esas artes. Todas las maravillosas realizaciones que ahora presenciáis son consecuencia directa de la Revelación de este Nombre. En días venideros, veréis ciertamente cosas de las cuales jamás habéis oído hablar. Así ha sido decretado en las Tablas de Dios, y nadie puede comprenderlo salvo aquellos cuya vista es aguda. Igualmente, en el instante en que emane de Mi boca la palabra que expresa Mi atributo “El Omnisciente”, toda cosa creada, de acuerdo con su capacidad y limitaciones, será investida con la fuerza para exponer el conocimiento de las más maravillosas ciencias y será facultada para manifestarlas con el transcurso del tiempo por el mandato de Aquel que es el Todopoderoso, el Omnisciente. Has de saber con certeza que la Revelación de todos los demás Nombres viene acompañada de una similar manifestación de fuerza divina. Cada letra que procede de la boca de Dios es verdaderamente una letra madre, y cada palabra pronunciada por Aquel que es la Fuente de la Revelación Divina es una palabra madre, y Su Tabla, una Tabla Madre. Dichosos son quienes comprenden esta verdad.

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LXXV. Rasgad, en Mi Nombre, los velos que han cegado gravemente vuestra vista y, mediante el poder nacido de vuestra creencia en la unidad de Dios, dispersad los ídolos de la vana imitación. Entrad, entonces, en el santo paraíso de la complacencia del Todomisericordioso. Purificad vuestras almas de todo lo que no sea de Dios y gustad la dulzura del descanso dentro de los confines de Su vasta y poderosa Revelación, y a la sombra de Su suprema e infalible autoridad. No permitáis que os envuelvan los densos velos de vuestros deseos egoístas, ya que he perfeccionado Mi creación en cada uno de vosotros, para que la excelencia de Mi obra sea plenamente revelada a la humanidad. Por consiguiente, cada individuo ha sido, y continuará siendo, capaz de apreciar por sí mismo la Belleza de Dios, el Glorificado. Si no hubiera sido dotado de dicha capacidad, ¿cómo podría ser llamado a rendir cuentas por no haberlo hecho? Si, en el Día en que han de ser congregados todos los pueblos de la tierra, se preguntare a alguien, mientras estuviere en presencia de Dios: “¿Por qué no has creído en Mi belleza y te has apartado de Mí?”, y esa persona respondiere diciendo: “Ya que todos han errado, y no se ha encontrado a nadie dispuesto a volver el rostro hacia la Verdad, yo también, siguiendo su ejemplo, he dejado gravemente de reconocer la Belleza del Eterno”, tal excusa será seguramente rechazada. Pues la fe de una persona no puede depender de otra que no sea sí misma.

Ésta es una de las verdades que están atesoradas en Mi Revelación, verdad que he revelado en todos los Libros celestiales, que he hecho pronunciar a la Lengua de Grandeza y he hecho inscribir a la Pluma del Poder. Meditad un momento sobre ella, para que, con vuestra visión interior y exterior, percibáis las sutilezas de la sabiduría divina y descubráis las joyas del conocimiento celestial, que en lenguaje claro y solemne he revelado en esta exaltada e incorruptible Tabla, y para que no os alejéis del Altísimo Trono, del Árbol más allá del cual no hay paso y de la Habitación de eterno poder y gloria.

Los signos de Dios brillan tan manifiestos y resplandecientes como el sol entre las obras de Sus criaturas. Todo lo que procede de Él siempre ha sido distinto y seguirá siendo diferente del producto de la inventiva humana. De la Fuente de Su conocimiento han surgido innumerables Luminares de erudición y sabiduría y, procedente del Paraíso de Su Pluma, el hálito del Todomisericordioso ha sido insuflado continuamente en los corazones y almas. Felices son aquellos que han reconocido esta verdad.

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LXXVI. Presta atención, oh Mi siervo, a lo que se te envía desde el Trono de tu Señor, el Inaccesible, el Magno. No hay otro Dios salvo Él. Él ha hecho existir a Sus criaturas, para que conozcan a Aquel que es el Compasivo, el Todomisericordioso. A las ciudades de todas las naciones Él ha enviado a Sus Mensajeros, a Quienes ha dado la misión de anunciar a las gentes las nuevas del Paraíso de Su complacencia, y de atraerlos al Refugio de perdurable seguridad, la Sede de la eterna santidad y trascendente gloria.

Algunos fueron guiados por la Luz de Dios, fueron admitidos en la corte de Su presencia, y de manos de la resignación bebieron las aguas de la vida eterna y fueron contados entre aquellos que verdaderamente Le reconocieron y creyeron en Él. Otros se rebelaron contra Él y rechazaron los signos de Dios, el Más Fuerte, el Todopoderoso, el Omnisapiente.

Fueron pasando las edades, hasta que alcanzaron su consumación en éste, el Señor de los días, Día en que el Sol del Bayán se manifestó sobre el horizonte de la misericordia, Día en que la Belleza del Todoglorioso brilló en la exaltada persona de ‘Alí-Muḥammad, el Báb. Tan pronto como Se reveló, todo el mundo se alzó contra Él. Fue por algunos denunciado como uno que había calumniado a Dios, el Todopoderoso, el Anciano de Días. Otros Le consideraron un hombre poseído por la locura, acusación que Yo mismo he oído de los labios de uno de los teólogos. Y otros disputaron Su aseveración de ser el Portavoz de Dios, y Le estigmatizaron como uno que había sustraído y usado como suyas las palabras del Todopoderoso, y que había pervertido su significado, mezclándolas con las suyas propias. El Ojo de la Grandeza llora amargamente por las cosas que sus labios han pronunciado, mientras ellos continúan regocijándose en sus asientos.

Él dijo: “¡Dios es Mi testigo, oh pueblo! He venido a vosotros con una Revelación del Señor, vuestro Dios, el Señor de vuestros antepasados. No miréis, oh pueblo, las cosas que poseéis. Más bien, mirad las cosas que Dios os ha enviado. Esto, seguramente, será mejor para vosotros que toda la creación, ojalá pudierais comprenderlo. Mirad de nuevo, oh pueblo, y considerad el testimonio de Dios y Su prueba que tenéis en vuestras manos, y comparadlos con la Revelación que os ha sido enviada en este Día, para que la verdad, la infalible verdad, os sea manifestada sin duda alguna. No sigáis, oh pueblo, los pasos del Maligno; seguid la Fe del Todomisericordioso, y sed de aquellos que verdaderamente creen. ¿Qué aprovecharía al hombre si no reconociera la Revelación de Dios? Nada en absoluto. De ello da testimonio Mi propio Ser, el Omnipotente, el Omnisciente, el Sapientísimo”.

Cuanto más los exhortaba, más feroz se volvía su enemistad, hasta que finalmente Le dieron muerte con vergonzosa crueldad. ¡La maldición de Dios caiga sobre los opresores!

Unos cuantos creyeron en Él; pocos de Nuestros siervos son agradecidos. A éstos los amonestó en todas Sus Tablas –es más, en cada pasaje de Sus maravillosos escritos– para que no se entregaran a nada en el Día de la Revelación prometida, ya fuese del cielo o de la tierra. “¡Oh pueblo!”, dijo Él, “Me he revelado por Su Manifestación y he hecho que Mi Libro, el Bayán, descienda sobre vosotros sin otro propósito que el de establecer la verdad de Su Causa. Temed a Dios y no disputéis con Él como ha disputado conmigo el pueblo del Corán. Cuandoquiera que escuchéis hablar de Él, corred hacia Él y aferraos a todo cuanto Él os revele. Nada que no sea Él jamás os puede aprovechar; no, aunque presentéis de principio a fin los testimonios de todos los que os han precedido”.

Y cuando después de algunos años fue hendido el cielo del divino decreto, y apareció la Belleza del Báb en las nubes de los nombres de Dios, ataviado con una nueva vestidura, esa misma gente se levantó con maldad contra Aquel Cuya luz abarca todas las cosas creadas. Quebrantaron Su Alianza, rechazaron Su verdad, disputaron con Él, pusieron reparos a Sus signos, tildaron de falso Su testimonio y se unieron a la compañía de los infieles. Finalmente, determinaron darle muerte. ¡Tal es el estado de quienes están sumidos en grave error!

Y cuando se dieron cuenta de que no eran capaces de alcanzar su propósito, urdieron intrigas contra Él. Fijaos cómo a cada momento inventan un nuevo recurso para dañarle y así perjudicar y deshonrar la causa de Dios. Di: ¡Ay de vosotros! ¡Por Dios! Vuestras artimañas os cubren de vergüenza. Vuestro Señor, el Dios de misericordia, bien puede prescindir de todas las criaturas. Nada puede aumentar o disminuir lo que Él posee. Si creéis, será en vuestro propio provecho; y si no creéis, vosotros mismos padeceréis. En ningún momento puede la mano del infiel profanar la orla de Su Manto.

¡Siervo Mío que crees en Dios! ¡Por la rectitud del Todopoderoso! Si te relatara la historia de las cosas que Me han acontecido, las almas y mentes serían incapaces de soportar su peso. Pongo a Dios por testigo. Cuida de ti mismo y no sigas los pasos de esa gente. Medita diligentemente sobre la Causa de tu Señor. Esfuérzate por conocerle mediante Su propio Ser y no por medio de otros. Pues nadie sino Él jamás podrá beneficiarte. Esto lo atestiguan todas las cosas creadas, ojalá pudieras comprenderlo.

Emerge desde detrás del velo, con el consentimiento de tu Señor, el Todoglorioso, el Más Fuerte, y, a la vista de aquellos que están en los cielos y en la tierra, toma el Cáliz de la Inmortalidad en el nombre de tu Señor, el Inaccesible, el Altísimo, y bebe a plenitud, y no seas de los que tardan. ¡Juro por Dios! En el momento en que tus labios toquen el Cáliz, el Concurso de lo alto te aclamará diciendo: “¡Bebe con saludable fruición, oh tú que has creído de veras en Dios!”, y los habitantes de las Ciudades de la Inmortalidad exclamarán: “¡La alegría sea para ti, oh tú que has apurado el Cáliz de Su amor!”, y la Lengua de Grandeza te saludará diciendo: “Grande es la bienaventuranza que te espera, oh Mi siervo, pues tú has alcanzado lo que nadie ha alcanzado, salvo quienes se han desprendido de cuanto hay en los cielos y cuanto hay en la tierra, quienes son los emblemas del verdadero desprendimiento”.

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LXXVII. Y ahora respecto de tu pregunta que se refiere a la creación del hombre. Has de saber que todos los seres humanos han sido creados en la naturaleza hecha por Dios, el Guardián, Quien subsiste por Sí mismo. A cada uno le ha sido prescrita una medida preordinada, según está decretado en las sublimes y resguardadas Tablas de Dios. Sin embargo, todo lo que poseéis potencialmente sólo puede manifestarse como resultado de vuestra propia voluntad. Vuestras acciones atestiguan esta verdad. Considerad, por ejemplo, aquello que ha sido prohibido a las gentes en el Bayán. En aquel Libro, Dios, por Su mandato, ha declarado legal todo lo que Él ha deseado decretar y, mediante la fuerza de Su soberano poder, ha prohibido todo aquello que Él ha decidido prohibir. Esto lo testifica el texto de ese Libro. ¿No lo reconocéis? Sin embargo,

las gentes han violado conscientemente Su ley. ¿Tal comportamiento debe ser atribuido a Dios o a ellos mismos? Sed justos en vuestro juicio. Toda cosa buena es de Dios y todo lo malo procede de vosotros. ¿No os dais cuenta? Esta misma verdad ha sido revelada en todas las Escrituras, si sois de los que entienden. Toda acción que meditáis es para Él tan clara como cuando esa acción ya ha sido ejecutada. No hay otro Dios salvo Él. Suya es toda la creación y su imperio. Todo está revelado ante Él; todo está consignado en Sus santas y ocultas Tablas. Sin embargo, esta precognición de Dios no debe entenderse como causa de las acciones de la gente, al igual que vuestro propio conocimiento previo acerca de que cierto acontecimiento ha de ocurrir, o vuestro deseo de que ocurra, no es y nunca podrá ser la razón de que éste suceda.

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LXXVIII. En cuanto a tu pregunta sobre el origen de la creación, has de saber, con toda seguridad, que la creación de Dios ha existido desde la eternidad, y continuará existiendo para siempre. Su principio no ha tenido principio y su fin no conoce fin. Su nombre, el Creador, presupone una creación, así como Su título, el Señor de la humanidad, necesariamente implica la existencia de un siervo.

En cuanto a aquellos dichos atribuidos a los Profetas del pasado, como “En el comienzo era Dios; no existían criaturas para conocerle” y “El Señor estaba solo; no había nadie que Le adorara”, el significado de esas y otras frases similares es claro y evidente, y en ningún momento deben ser malinterpretadas. De esta misma verdad dan testimonio las siguientes palabras que Él ha revelado: “Dios estaba solo; no había nadie excepto Él; Él siempre seguirá siendo lo que Él siempre ha sido”. Todo ojo perspicaz puede ver fácilmente que el Señor está manifiesto ahora; sin embargo, no hay nadie que reconozca Su gloria. Con esto se quiere decir que la morada en que reside el Ser Divino está muy por encima del alcance y comprensión de otro que no sea Él. Nada que pueda ser expresado o comprendido en el mundo contingente podrá jamás traspasar los límites que por su naturaleza inherente le han sido impuestos. Sólo Dios trasciende esas limitaciones. Él, verdaderamente, ha existido desde siempre. Ningún par o socio ha sido ni podrá jamás serle atribuido a Él. Ningún nombre puede compararse con Su Nombre. Ninguna pluma puede retratar Su naturaleza, como tampoco puede lengua alguna describir Su gloria. Por siempre permanecerá inmensurablemente exaltado por encima de cualquiera salvo Él mismo.

Considera la hora en que la suprema Manifestación de Dios Se revela a las gentes. Hasta la llegada de esa hora, el Antiguo Ser, Quien permanece todavía desconocido a los hombres y no ha dado aún expresión a la Palabra de Dios, es, Él mismo, el Omnisciente en un mundo en que no hay nadie que Le haya conocido. Él es, realmente, el Creador sin creación. Por cuanto, en el momento que precede a Su Revelación, cada una de las cosas creadas y todas ellas habrán de entregar su alma a Dios. Éste es, de hecho, el Día del cual se ha escrito “¿De quién será el Reino en ese Día?” ¡Y no se encuentra a nadie preparado para contestar!

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LXXIX. Respecto de tu pregunta sobre los mundos de Dios. Has de saber que, en verdad, los mundos de Dios son incontables en su número e infinitos en su extensión. Nadie puede contarlos ni comprenderlos salvo Dios, el Omnisciente, el Sapientísimo. Considera tu estado cuando duermes. En verdad digo que este fenómeno es el más misterioso de los signos de Dios entre los hombres, si reflexionaran sobre él en sus corazones. Fíjate cómo aquello que has visto en tu sueño, después de cierto tiempo, se realiza plenamente. Si el mundo en que te encontrabas en tu sueño fuera idéntico al mundo en que vives, sería necesario que el acontecimiento que ocurre en aquel sueño sucediera en este mundo en el mismo instante de su acaecimiento. Si fuera así, tú mismo lo habrías presenciado. Sin embargo, como éste no es el caso, necesariamente se deduce que el mundo en que vives es diferente y distinto de aquel que has presenciado en tu sueño. Aquel mundo no tiene principio ni fin. Sería verdad si afirmaras que ese mismo mundo, como lo ha decretado Dios Todoglorioso y Omnipotente, está dentro de tu propio ser y está envuelto dentro de ti. Sería igualmente cierto sostener que tu espíritu, después de haber traspasado las limitaciones del sueño y de haberse desligado de toda atracción terrenal, por la acción de Dios ha sido impulsado a recorrer un reino que se halla oculto en la más íntima realidad de este mundo. Verdaderamente digo que la creación de Dios abarca otros mundos además de éste, y otras criaturas aparte de éstas. En cada uno de esos mundos Él ha ordenado cosas que nadie puede escudriñar, excepto Él mismo, Quien todo lo escudriña, el Omnisapiente. Medita sobre aquello que te hemos revelado, para que descubras el propósito de Dios, tu Señor y el Señor de todos los mundos. En estas palabras han sido atesorados los misterios de la Sabiduría Divina. Nos hemos abstenido de extendernos sobre este tema por el dolor que Nos ha rodeado a causa de las acciones de aquellos que han sido creados mediante Nuestras palabras. Ojalá fuerais de aquellos que escuchan Nuestra Voz.

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LXXX. Me has preguntado si el hombre, siendo distinto de los Profetas de Dios y de Sus escogidos, conserva, después de su muerte física, la misma individualidad, personalidad, conciencia y entendimiento que caracterizan su vida en este mundo. Has observado que si esto fuera así, ¿cómo es que, mientras ligeras perturbaciones de sus facultades mentales tales como desmayo y enfermedad severa le privan de su entendimiento y conciencia, la muerte, que implica la descomposición de su cuerpo y la disolución de sus elementos, es impotente para destruir ese entendimiento y extinguir esa conciencia? ¿Cómo puede alguien imaginar que persista la conciencia y personalidad del hombre cuando los instrumentos necesarios para su existencia y funcionamiento se hayan desintegrado por completo?

Has de saber que el alma está por encima de todas las enfermedades del cuerpo y de la mente y es independiente de ellas. Que una persona enferma muestre signos de debilidad se debe a los obstáculos que se interponen entre su alma y su cuerpo, porque el alma misma no es afectada por ninguna dolencia del cuerpo. Considera la luz de la lámpara. Aunque un objeto exterior interfiera con su resplandor, la luz en sí continúa brillando sin disminuir su poder. De igual manera, cualquier mal que afecte al cuerpo humano es un obstáculo que impide la manifestación del poder y fuerza inherentes al alma. Sin embargo, cuando ésta abandone el cuerpo, evidenciará tal ascendiente y revelará tal influencia como ninguna fuerza de la tierra puede igualar. Toda alma pura, refinada y santificada estará dotada de tremenda fuerza, y se regocijará con inmensa alegría.

Piensa en la lámpara que está escondida debajo de un celemín. Aunque brille su luz, su resplandor está oculto. De igual modo, considera el sol cuando ha sido oscurecido por las nubes. Observa cómo su esplendor parece haber disminuido, cuando en realidad la fuente de aquella luz no ha cambiado. El alma del hombre debe ser comparada con este sol, y todas las cosas de la tierra deben ser consideradas como su cuerpo. Mientras ningún obstáculo externo intervenga entre ellos, el cuerpo en su totalidad continuará reflejando la luz del alma y será sostenido por su fuerza. Sin embargo, tan pronto como un velo se interpone entre ellos, el brillo de esa luz parece disminuir.

Considera además el sol cuando está completamente oculto tras las nubes. Aunque la tierra está todavía iluminada con su luz, la medida de luz que recibe se ha reducido notablemente. Hasta que las nubes no se hayan dispersado, el sol no brillará en la plenitud de su gloria. Ni la presencia ni la ausencia de la nube pueden, en forma alguna, afectar el esplendor inherente al sol. El alma del hombre es el sol que ilumina su cuerpo y del cual deriva su sustento, y debe verse así.

Considera, además, cómo el fruto, antes de formarse, se halla potencialmente dentro del árbol. Si se cortara el árbol en pedazos, no podría encontrarse ningún signo ni parte del fruto, por pequeña que fuese. Sin embargo, como has observado, cuando aparece el fruto, se manifiesta en su maravillosa hermosura y gloriosa perfección. Ciertos frutos, de hecho, sólo alcanzan su pleno desarrollo después de ser cortados del árbol.

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LXXXI. Y ahora, referente a tu pregunta acerca del alma del hombre y su supervivencia después de la muerte, has de saber que, ciertamente, el alma después de su separación del cuerpo continuará progresando hasta que alcance la presencia de Dios, en un estado y condición que ni la revolución de las edades y siglos, ni los cambios o azares de este mundo pueden alterar. Perdurará tanto como perdure el Reino de Dios, Su soberanía, Su dominio y fuerza. Manifestará los signos de Dios y Sus atributos y revelará Su ternura y generosidad. El movimiento de Mi Pluma se detiene cuando intenta describir apropiadamente la grandeza y gloria de tan exaltada estación. El honor con el cual la Mano de la Misericordia investirá al alma es tal, que ninguna lengua puede revelarlo adecuadamente, ni ningún otro medio terrenal puede describirlo. Bienaventurada el alma que a la hora de su separación del cuerpo esté purificada de las vanas imaginaciones de los pueblos del mundo. Esa alma vive y se mueve de acuerdo con la Voluntad de su Creador y entra en el altísimo Paraíso. Las Doncellas del Cielo, habitantes de las más sublimes mansiones, girarán en torno a ella y los Profetas de Dios y Sus escogidos buscarán su compañía. Esa alma conversará con ellos libremente, y les contará lo que ha tenido que soportar en el sendero de Dios, el Señor de todos los mundos. Si se le dijera a alguien lo que ha sido ordenado para tal alma en los mundos de Dios, el Señor del trono de lo alto y de aquí en la tierra, todo su ser se inflamaría instantáneamente en su gran anhelo por alcanzar aquella exaltadísima, santificada y resplandeciente estación.... La naturaleza del alma después de la muerte nunca podrá ser descrita, ni es conveniente ni permisible revelar todo su carácter a los ojos humanos. Los Profetas y Mensajeros de Dios han sido enviados con el único propósito de guiar a la humanidad al recto Camino de la Verdad. El propósito fundamental de Su revelación ha sido educar a todas las gentes para que, a la hora de su muerte, asciendan, con la mayor pureza y santidad y con absoluto desprendimiento, al trono del Altísimo. La luz que irradian estas almas es responsable del progreso del mundo y del adelanto de sus pueblos. Son como levadura para el mundo del ser y constituyen la fuerza animadora por la cual se manifiestan las artes y maravillas del mundo. Por medio de ellas las nubes derraman su munificencia sobre la humanidad, y la tierra produce sus frutos. Todas las cosas tienen necesariamente una causa, una fuerza motriz, un principio animador. Estas almas y símbolos del desprendimiento han provisto y continuarán proveyendo al mundo del ser con el supremo impulso motor. El otro mundo es tan diferente de este mundo como lo es éste del mundo de la criatura mientras está en el vientre de la madre. Cuando el alma alcance la Presencia de Dios, tomará la forma que sea más apropiada a su inmortalidad y sea digna de su habitación celestial. Tal existencia es contingente y no una existencia absoluta, ya que aquélla es precedida por una causa, mientras que ésta es independiente de ella. La existencia absoluta está limitada estrictamente a Dios, exaltada sea Su gloria. Venturosos son quienes comprenden esta verdad. Si reflexionaras en tu corazón sobre la conducta de los Profetas de Dios, seguramente atestiguarías de inmediato que necesariamente ha de haber otros mundos además de éste. Como ha sido consignado en la Tabla de la Sabiduría por la Pluma de Gloria, la mayoría de los verdaderos sabios y doctos, a lo largo de todas las edades, han atestiguado la verdad de lo que ha revelado la santa Escritura de Dios. Incluso los materialistas han dejado testimonio en sus escritos de la sabiduría de estos Mensajeros divinamente nombrados, y han considerado que las referencias hechas por los Profetas acerca del Paraíso, fuego del infierno, futura recompensa y castigo han tenido su origen en el deseo de educar y elevar las almas. Por consiguiente, piensa en cómo la mayoría de la humanidad, cualesquiera que fueran sus creencias o teorías, ha reconocido la excelencia de esos Profetas de Dios y ha admitido Su superioridad. Esas Joyas del Desprendimiento son aclamadas por algunos como las personificaciones de la sabiduría, en tanto que otros las identifican como portavoces de Dios mismo. ¿Cómo podrían esas Almas haber consentido entregarse a sus enemigos, si hubieran creído que todos los mundos de Dios se reducen a esta vida terrenal? ¿Hubieran sufrido voluntariamente tales aflicciones y tormentos como jamás nadie ha experimentado o presenciado?

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LXXXII. Me has preguntado acerca de la naturaleza del alma. Has de saber que, en verdad, el alma es un signo de Dios, una joya celestial cuya realidad los más doctos no han comprendido, y cuyo misterio ninguna mente, por aguda que sea, jamás tendrá esperanza de desentrañar. Es, entre todas las cosas creadas, la primera en declarar la excelencia de su Creador, la primera en reconocer Su gloria, en aferrarse a Su verdad, e inclinarse en adoración ante Él. Si es fiel a Dios, reflejará Su luz y finalmente regresará a Él. Si, por el contrario, no es leal a su Creador, se convertirá en una víctima del yo y de la pasión y, por último, se hundirá en sus profundidades.

Quien haya rehusado permitir, en este Día, que las dudas y fantasías de la gente le aparten de Aquel que es la Verdad Eterna, y no haya dejado que el tumulto provocado por las autoridades seglares y eclesiásticas le impidan reconocer Su Mensaje, será considerado por Dios, el Señor de toda la humanidad, como uno de Sus poderosos signos y será contado entre aquellos cuyos nombres han sido inscritos por la Pluma del Altísimo en Su Libro. Bienaventurado aquel que ha reconocido la verdadera categoría de esa alma, ha admitido su posición y ha descubierto sus virtudes.

En los libros de antaño mucho se ha escrito sobre las diversas etapas del desarrollo del alma, tales como concupiscencia, irascibilidad, inspiración, benevolencia, contento, divina complacencia y otros; sin embargo, la Pluma del Altísimo no está dispuesta a tratar sobre ellos. En este Día toda alma que camine humildemente con su Dios y se aferre a Él alcanzará el honor y la gloria de todas las virtudes y estaciones.

Cuando una persona está dormida, de ningún modo puede decirse que su alma haya sido afectada inherentemente por algún objeto externo. No es susceptible de ningún cambio en su estado o carácter originales. Cualquier variación en sus funciones se debe a causas externas. Es a estas influencias externas que deben ser atribuidas cualesquiera variaciones que afecten a su ambiente, entendimiento y percepción.

Considera el ojo humano. Aunque tiene la facultad de percibir todas las cosas creadas, con todo, el más pequeño impedimento puede obstruir su visión tanto como para privarlo del poder de distinguir objeto alguno. Alabado sea el nombre de Quien ha creado todas estas causas, y es la Causa de ellas, Quien ha ordenado que dependa de ellas todo cambio y variación en el mundo del ser. Toda cosa creada en el universo entero no es sino una puerta que conduce al conocimiento de Él, un signo de Su soberanía, una revelación de Sus nombres, un símbolo de Su majestad, una muestra de Su fuerza, un medio de ser admitido en Su recto Camino...

En verdad, digo que el alma humana es, en su esencia, uno de los signos de Dios, un misterio entre Sus misterios. Es uno de los poderosos signos del Omnipotente, el heraldo que proclama la realidad de todos los mundos de Dios. En ella se halla oculto lo que ahora el mundo es completamente incapaz de comprender. Reflexiona en tu corazón sobre la revelación del Alma de Dios que impregna todas Sus Leyes, y compárala con esa naturaleza baja de los apetitos que se ha rebelado contra Él, que prohíbe a la gente volverse hacia el Señor de los Nombres y que la empuja a ir tras su lujuria y perversidad. En verdad semejante alma se ha extraviado en el camino del error...

Además, me has preguntado sobre el estado del alma después de su separación del cuerpo. Has de saber que, en realidad, si el alma ha transitado por los caminos de Dios, ciertamente regresará y será recogida en la gloria del Amado. ¡Por la rectitud de Dios! Logrará una estación que ninguna pluma puede retratar, ni lengua describir. El alma que se ha mantenido fiel a la Causa de Dios y ha permanecido invariablemente firme en Su Senda poseerá, después de su ascensión, tal poder que obtendrán provecho de ella todos los mundos que el Todopoderoso ha creado. Esa alma es, a petición del Rey Ideal y Educador Divino, la levadura pura que eleva el mundo del ser, y provee la fuerza por la cual se ponen de manifiesto las artes y maravillas del mundo. Recuerda que la harina necesita levadura para fermentar. Aquellas almas que son el símbolo del desprendimiento son la levadura del mundo. Medita sobre esto y sé de los agradecidos.

En varias de Nuestras Tablas Nos hemos referido a este tema y hemos mostrado las diversas etapas del desarrollo del alma. En verdad digo que el alma humana está por encima de toda salida y retorno. Está quieta, mas se remonta; se mueve, y empero está quieta. Es, en sí, una prueba que da testimonio de la existencia de un mundo contingente, así como la realidad de un mundo que no tiene principio ni fin. Fíjate cómo el sueño que has tenido, después del lapso de muchos años, se representa de nuevo ante tus ojos. Considera cuán extraño es el misterio del mundo que se te aparece en tu sueño. Reflexiona en tu corazón sobre la inescrutable sabiduría de Dios y medita sobre sus múltiples revelaciones...

Contempla las maravillosas pruebas de la obra maestra de Dios, y reflexiona sobre su alcance y carácter. Aquel que es el Sello de los Profetas ha dicho: “¡Acrecienta mi admiración y asombro por Ti, oh Dios!”

Respecto de tu pregunta sobre si el mundo físico está sujeto a limitaciones, has de saber que la comprensión de este tema depende del observador mismo. En un sentido es limitado; en otro, está por encima de toda limitación. El único Dios verdadero ha existido eternamente, y continuará existiendo para siempre. Su creación, asimismo, no ha tenido principio ni tendrá fin. Sin embargo, todo lo creado es precedido por una causa. Este hecho, en sí, establece, sin la menor sombra de duda, la unidad del Creador.

Además, Me has preguntado acerca de la naturaleza de las esferas celestes. Para comprender su naturaleza sería necesario inquirir el significado de las alusiones que se han hecho sobre las esferas celestes y los cielos en los Libros de antaño, y descubrir el carácter de su relación con este mundo físico y la influencia que ejercen sobre él. Todo corazón se maravilla ante un tema tan anonadador, y toda mente queda perpleja por su misterio. Solamente Dios puede desentrañar su significación. Los sabios, que han fijado en varios miles de años la vida de esta tierra, no han tenido en cuenta, durante el largo período de sus observaciones, ni el número ni la edad de los otros planetas. Ten presentes, además, las múltiples divergencias que han resultado de las teorías propuestas por ellos. Has de saber que cada estrella fija tiene sus propios planetas, y cada planeta sus propias criaturas, cuyo número nadie puede calcular.

¡Oh tú que has fijado tus ojos en Mi semblante! La Aurora de Gloria ha manifestado en este Día su esplendor, y está llamando la Voz del Altísimo. Anteriormente hemos pronunciado estas palabras: “Éste no es un día para que alguien cuestione a su Señor. Incumbe a quien haya escuchado el Llamamiento de Dios, proclamado por Aquel que es la Aurora de Gloria, levantarse y exclamar: ‘¡Aquí estoy, aquí estoy, oh Señor de todos los Nombres; aquí estoy, aquí estoy, oh Hacedor de los Cielos! Atestiguo que por Tu Revelación han sido reveladas las cosas ocultas en los Libros de Dios, y se ha cumplido todo lo que ha sido consignado por Tus Mensajeros en las Sagradas Escrituras’”.

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LXXXIII. Considera la facultad racional con que Dios ha dotado la esencia del ser humano. Examínate a ti mismo, y observa cómo tu movimiento y quietud, tu voluntad y propósito, tu vista y oído, tu olfato y poder de expresión, y todo aquello que esté en relación con tus sentidos físicos o espirituales, o los trascienda, proceden de la misma facultad y deben a ella su existencia. Están tan íntimamente ligados a ella que si en menos de un abrir y cerrar de ojos se interrumpiera su relación con el cuerpo humano, cada uno de esos sentidos cesaría inmediatamente de ejercer su función y sería privado de la capacidad de manifestar los signos de su actividad. Es indudablemente claro y evidente que cada uno de los instrumentos anteriormente mencionados ha dependido y continuará dependiendo para su propio funcionamiento de esta facultad racional, que debe ser vista como un signo de la revelación de Aquel que es el soberano Señor de todo. Mediante su manifestación han sido revelados todos estos nombres y atributos, y por la suspensión de su acción son todos destruidos y perecen.

Sería totalmente falso sostener que esta facultad es igual al sentido de la vista, por cuanto la vista se deriva de ella y actúa dependiendo de ella. Igualmente, sería vano afirmar que esta facultad puede ser identificada con el sentido del oído, ya que éste recibe de la facultad racional la energía necesaria para ejercer sus funciones.

La misma relación liga a esta facultad con todo lo que ha sido el depositario de estos nombres y atributos dentro del templo humano. Estos nombres diversos y atributos revelados han sido generados mediante la acción de este signo de Dios. En su esencia y realidad, este signo es inmensamente exaltado por encima de todos esos nombres y atributos. Es más, todo lo que existe fuera de él, al compararse con su gloria, se reduce a la nada absoluta y se convierte en una cosa olvidada.

Si reflexionaras en tu corazón, desde ahora y hasta el fin que no tiene fin, concentrando toda la inteligencia y entendimiento que las más grandes mentes hayan logrado en el pasado o hayan de lograr en el futuro, sobre esta Realidad sutil y divinamente ordenada, este signo de la revelación del Dios Perdurable y Todoglorioso, no comprenderías su misterio ni podrías valorar su virtud. Habiendo reconocido tu incapacidad de lograr un entendimiento suficiente de aquella Realidad que mora dentro de ti, admitirás prontamente la inutilidad de los esfuerzos que hagas tú o cualquiera de las cosas creadas por desentrañar el misterio del Dios Viviente, el Sol de gloria inmarcesible, el Anciano de días sempiternos. Esta confesión de impotencia, que finalmente la contemplación madura debe impulsar a que cada mente la haga, es en sí la cima del entendimiento humano y marca la culminación del desarrollo del hombre.

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LXXXIV. Considera al único Dios verdadero como Aquel que está separado de todas las cosas creadas y está inmensamente por encima de ellas. Todo el universo refleja Su gloria, mientras que Él mismo es independiente de Sus criaturas y las trasciende. Éste es el verdadero significado de la unidad divina. Aquel que es la Verdad Eterna es el único Poder que ejerce indiscutida soberanía sobre el mundo del ser, Cuya imagen se refleja en el espejo de la creación entera. Toda la existencia depende de Él, y de Él proviene la fuente de sustento de todas las cosas. Éste es el significado de la unidad divina; éste es su principio fundamental.

Algunos, engañados por sus vanas fantasías, han concebido que todas las cosas creadas son copartícipes y socios de Dios, e imaginan que ellos mismos son los exponentes de Su unidad. ¡Por Aquel que es el único Dios verdadero! Tales personas han sido, y continuarán siendo, las víctimas de ciegas imitaciones y deben ser contados entre aquellos que han restringido y limitado el concepto de Dios.

Es un verdadero creyente en la unidad divina aquel que, lejos de confundir la dualidad con la unicidad, rehúsa permitir que ninguna noción de multiplicidad nuble su concepto de la singularidad de Dios, y quien considera al Ser Divino como Aquel que, por Su propia naturaleza, trasciende las limitaciones de los números.

La esencia de la creencia en la unidad divina consiste en considerar a Aquel que es la Manifestación de Dios y a Aquel que es la Esencia invisible, inaccesible e incognoscible como uno y el mismo. Con esto se quiere decir que todo lo que pertenezca a aquél, con todos Sus actos y hechos, todo lo que Él ordene o prohíba, debe ser visto, en todos sus aspectos y en todas las circunstancias, y sin reserva alguna, como idéntico con la Voluntad de Dios mismo. Ésta es la condición más elevada que puede lograr un verdadero creyente en la unidad de Dios. Bienaventurado quien alcanza esa condición y es de aquellos que son firmes en su creencia.

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LXXXV. ¡Oh Mis siervos! Os incumbe refrescar y revivir vuestras almas mediante los muníficos favores que, en esta divina e inspiradora Primavera, se vierten sobre vosotros. El Sol de Su gran gloria ha derramado su resplandor sobre vosotros, y os han amparado las nubes de Su ilimitada gracia. ¡Cuán grande es la recompensa de quien no se haya privado de tan inmensa generosidad ni haya dejado de reconocer la belleza de su Bienamado en ésta, Su nueva vestidura!

Di: ¡Oh pueblo! La lámpara de Dios está encendida; prestad atención, no sea que los impetuosos vientos de vuestra desobediencia extingan su luz. Ahora es el tiempo de disponeros a magnificar al Señor, vuestro Dios. No luchéis por las comodidades materiales, y conservad vuestro corazón puro y sin mancha. El Maligno os acecha, listo para atraparos. Preparaos para defenderos de sus malvados artificios y, conducidos por la luz del nombre del único Dios verdadero, libraos de la oscuridad que os envuelve. Centrad vuestros pensamientos en el Bienamado, antes que en vosotros mismos.

Di: ¡Oh vosotros que os habéis desviado y habéis perdido el camino! El Mensajero Divino, Quien no habla sino la verdad, os ha anunciado la venida del Bienamado. He aquí que Él ya ha llegado. ¿Por qué motivo estáis deprimidos y abatidos? ¿Por qué permanecéis desalentados, cuando el Puro y Oculto Ser ha aparecido libre de velos entre vosotros? Aquel que es tanto el Principio como el Fin, Aquel que es tanto Quietud como Movimiento ya está manifiesto ante vuestros ojos. Ved cómo, en este Día, el Principio se refleja en el Fin, cómo de la Quietud se ha engendrado el Movimiento. Este movimiento se ha generado por las potentes energías que las palabras del Todopoderoso han liberado por toda la creación. Quien haya sido vivificado por su fuerza vitalizadora será impulsado a alcanzar la corte del Amado; y quien se haya privado de ella se hundirá en irreparable abatimiento. Es realmente sabio aquel a quien el mundo y todo lo que en él existe no han impedido reconocer la luz de este Día, quien no permite que la vana palabrería de las gentes lo desvíe del camino de la rectitud. Es realmente como un muerto aquel que, en el maravilloso amanecer de esta Revelación, no se ha vivificado con su inspiradora brisa. Es en verdad un cautivo aquel que no ha reconocido al Supremo Redentor, sino que ha aceptado que su alma esté trabada, afligida y desamparada en las cadenas de sus deseos.

¡Oh mis siervos! Quien haya probado de esta Fuente ha alcanzado la Vida eterna, y quien haya rehusado beber de ella es como los muertos. Di: ¡Oh obradores de iniquidad! La codicia os ha impedido prestar oído atento a la dulce voz de Aquel que es el Suficiente. Limpiad vuestros corazones de ella para que Su Secreto Divino sea descubierto a vosotros. Vedle aquí manifiesto y resplandeciente como el sol en toda su gloria.

Di: ¡Oh vosotros que carecéis de entendimiento! Una severa prueba os persigue y repentinamente os alcanzará. Despertad, para que quizá pase sin causaros daño. Reconoced el carácter exaltado del nombre del Señor, vuestro Dios, Quien ha venido a vosotros en la grandeza de Su gloria. Él, en verdad, es el Omnisciente, Quien todo lo posee, el Supremo Protector.

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LXXXVI. Ahora, referente a tu pregunta sobre si las almas siguen siendo conscientes unas de las otras después de su separación del cuerpo. Has de saber que las almas del pueblo de Bahá, que han entrado en el Arca Carmesí y se han establecido en ella, se asociarán y comulgarán íntimamente unas con otras, y estarán tan estrechamente ligadas en sus vidas, aspiraciones, fines y anhelos, que serán como una sola alma. Ellas son, en verdad, las que están bien informadas, poseen vista penetrante y están dotadas de entendimiento. Así lo ha decretado Aquel que es el Omnisciente, el Sapientísimo.

El pueblo de Bahá, los moradores del Arca de Dios, son bien conscientes del estado y condición unos de otros, y están unidos por los lazos de intimidad y amistad. No obstante, tal estado debe depender de su fe y conducta. Aquellos que son del mismo grado y estación comprenden perfectamente la capacidad, el carácter, los logros y los méritos de cada cual. Sin embargo, quienes son de un grado inferior son incapaces de comprender adecuadamente la estación de los que ocupan rangos superiores o de estimar sus méritos. Cada cual recibirá su porción de tu Señor. Bienaventurado el que ha vuelto su rostro hacia Dios, y se ha mantenido firmemente en Su amor, hasta que su alma haya remontado el vuelo hacia Dios, el Soberano Señor de todo, el Más Poderoso, Quien siempre perdona, el Todomisericordioso.

Sin embargo, las almas de los infieles -- y de esto soy testigo -- al exhalar su último suspiro serán informadas de lo bueno que se les ha escapado, y lamentarán su condición, y se humillarán ante Dios. Continuarán haciéndolo después de que sus almas se hayan separado de sus cuerpos.

Es claro y evidente que, después de su muerte física, todos estimarán el valor de sus acciones y se darán cuenta de aquello que sus manos han hecho. ¡Juro por el Sol que brilla sobre el horizonte del poder divino! Quienes sean los seguidores del único Dios verdadero, en el momento en que abandonen esta vida, experimentarán tal gozo y alegría que será imposible describir, mientras que aquellos que viven en el error serán sobrecogidos por tal temor y estremecimiento, y se llenarán de tal consternación, que nada podrá exceder. Bienaventurado quien ha bebido el selecto e incorruptible vino de la fe por el dadivoso favor y las múltiples generosidades de Aquel que es el Señor de todas las Religiones...

Éste es el Día en que los amados de Dios deben mantener la vista dirigida hacia Su Manifestación, y deben fijarla en todo lo que esa Manifestación desee revelar. Ciertas tradiciones de edades pasadas no tienen fundamento alguno; en tanto que las ideas abrigadas por generaciones de antaño, y que han consignado en sus libros, han sido influidas, en su mayor parte, por los deseos de una inclinación corrupta. Tú ves cómo la mayoría de los comentarios e interpretaciones de las palabras de Dios, ahora corrientes entrela gente, carecen de verdad. En algunos casos, su falsedad ha sido expuesta al rasgarse los velos interpuestos. Ellos mismos han reconocido que no han comprendido el significado de ninguna de las palabras de Dios.

Nuestro propósito es mostrar que si los amados de Dios purificaran sus corazones y oídos de las vanas palabras dichas en el pasado, y se volvieran desde lo más íntimo de su alma a Aquel que es la Aurora de Su Revelación y a todo lo que Él ha manifestado, ese comportamiento sería juzgado muy meritorio a los ojos de Dios...

Magnifica Su Nombre, y sé de los agradecidos. Transmite Mis saludos a Mis amados, a quienes Dios ha elegido para Su amor y les ha hecho lograr su objetivo. ¡Toda gloria sea para Dios, el Señor de todos los mundos!

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LXXXVII. Ahora acerca de tu pregunta: “¿Por qué no se encuentran documentos referentes a los Profetas que precedieron a Adán, el Padre de la Humanidad, ni de los reyes que vivieron en los días de esos Profetas?” Has de saber que la falta de toda referencia a ellos no prueba que no existieran realmente. El que actualmente no se disponga de ningún documento acerca de ellos debe atribuirse a su extrema antigüedad, así como también a los grandes cambios que el mundo ha sufrido desde su tiempo.

Además, los modos y formas de escritura que ahora son usuales entre la gente eran desconocidos para las generaciones anteriores a Adán. Incluso hubo un tiempo en que se ignoraba por completo el arte de la escritura y se adoptó un sistema enteramente distinto del que se usa en la actualidad. Para una exposición apropiada de este asunto se requeriría una explicación detallada.

Considera las diferencias que han surgido desde los días de Adán. Las diversas y muy conocidas lenguas que ahora hablan los pueblos de la tierra eran originalmente desconocidas, así como las variadas reglas y costumbres que ahora son comunes entre ellos. Los pueblos de aquella época usaban un lenguaje distinto de los que conocemos actualmente. Las diferencias entre las lenguas aparecieron en una época posterior, en una tierra llamada Bábel. Recibió el nombre de Bábel porque este término significa “lugar en que surgió la confusión de idiomas”.

Posteriormente, el siríaco se hizo prominente entre las lenguas existentes. Las Sagradas Escrituras de tiempos pasados fueron reveladas en ese idioma. Más tarde apareció Abraham, el Amigo de Dios, y derramó sobre el mundo la luz de la Revelación Divina. La lengua que habló cuando cruzaba el Jordán fue conocida como hebreo (‘ibrání) que significa “lengua de la travesía”. Entonces los Libros de Dios y las Escrituras Sagradas fueron revelados en ese idioma, y sólo después de un lapso considerable se convirtió el árabe en la lengua de Revelación...

Observa, entonces, cuán numerosos y trascendentales han sido los cambios del lenguaje, de la palabra y de la escritura desde los días de Adán. ¡Cuánto mayores aun han debido ser los cambios previos a Él!

Al revelar estas palabras Nuestro propósito ha sido demostrar que el único Dios verdadero, en Su altísima y trascendente posición, ha estado siempre y continuará estando eternamente por encima de la loanza y concepción de cualquiera salvo de Él. Su creación ha existido siempre, y las Manifestaciones de Su divina gloria y las Auroras de eterna santidad han sido enviadas desde tiempo inmemorial y han sido comisionadas para convocar a la humanidad hacia el único Dios verdadero. Que se hayan olvidado los nombres de algunos de ellos y se hayan perdido los vestigios de sus vidas debe atribuirse a las alteraciones y los cambios que han sobrevenido al mundo.

En algunos libros se hace mención de un diluvio que causó la destrucción de todo lo que existía en la tierra, incluyendo documentos históricos y otras cosas. Además, han ocurrido muchos cataclismos que han borrado las huellas de muchos acontecimientos. Asimismo hay divergencias entre los antecedentes históricos existentes, y cada uno de los diferentes pueblos del mundo tiene su propio relato sobre la edad de la tierra y su historia. Algunos extienden su historia hasta ocho mil años atrás, mientras que otros lo hacen hasta doce mil años. Para cualquiera que haya leído el libro de Júk, es claro y evidente cuánto han variado las relaciones proporcionadas por los diversos libros.

Quiera Dios que vuelvas los ojos hacia la Más Grande Revelación, y desatiendas completamente esas tradiciones y relatos contradictorios.

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LXXXVIII. Sabed, ciertamente, que la esencia y la fuente de la justicia están incorporadas en las ordenanzas prescritas por Aquel que es la Manifestación de Dios mismo entre las gentes, si sois de aquellos que reconocen esta verdad. Él, por cierto, encarna la altísima, la infalible norma de justicia para toda la creación. Aunque Su ley fuera tal que infundiera terror en el corazón de todos los que están en el cielo y en la tierra, esa ley no sería sino justicia manifiesta. Los temores y agitación que la revelación de esta ley provoca en los corazones deben realmente compararse con el llanto del niño al quitársele la leche materna, si sois de aquellos que comprenden. Si las gentes descubrieran el propósito que motiva la Revelación de Dios, seguramente desecharían sus temores y, con el corazón lleno de gratitud, se regocijarían con gran alegría.

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LXXXIX. Has de saber con toda seguridad que, así como crees firmemente que la Palabra de Dios, exaltada sea Su gloria, perdura para siempre, también debes creer con fe incuestionable que su significado nunca podrá ser agotado. Sin embargo, aquellos que son sus intérpretes señalados, aquellos cuyos corazones son los depositarios de sus secretos, son los únicos que pueden comprender su múltiple sabiduría. Quienquiera que, al leer las Sagradas Escrituras, se sienta tentado a extraer de ellas lo que le convenga para desafiar la autoridad del Representante de Dios entre los seres humanos es por cierto como un muerto, aunque en apariencia camine y converse con sus semejantes, y comparta con ellos su alimento y bebida.

¡Ah, si el mundo Me creyera! Si todo lo que está guardado dentro del corazón de Bahá, y que Le ha enseñado el Señor, Su Dios, el Señor de todos los nombres, fuera descubierto a la humanidad, cada uno de los habitantes de la tierra quedaría atónito.

¡Cuán grande es la multitud de verdades que la vestidura de las palabras no podrá jamás contener! ¡Cuán vasto es el número de realidades que ninguna expresión puede describir adecuadamente, cuyo significado nunca podrá ser revelado, y a las cuales no podrá hacerse ni siquiera la más remota alusión! ¡Cuán múltiples son las verdades que deben permanecer sin ser pronunciadas hasta que haya llegado el tiempo señalado! Así se ha dicho: “No todo lo que se sabe se puede expresar, ni todo lo que se pueda expresar ha de considerarse oportuno, ni tampoco puede toda expresión oportuna estimarse adecuada a la capacidad de quienes la oyen”.

De estas verdades algunas pueden ser reveladas solamente de acuerdo con la capacidad de los depositarios de la luz de Nuestro conocimiento, y los destinatarios de Nuestra gracia oculta. Rogamos a Dios que te fortalezca con Su poder, y que te permita reconocer a Aquel que es la Fuente de todo conocimiento, para que te desligues de todo saber humano, por cuanto “¿de qué le serviría a alguien esforzarse por obtener el saber cuando ya ha encontrado y reconocido a Aquel que es el Objeto de todo conocimiento?” Aférrate a la Raíz del Conocimiento, y a Aquel que es el Manantial de éste, para que seas independiente de todos los que aseguran ser versados en el saber humano, y cuya pretensión no puede ser sustentada por ninguna prueba clara ni por el testimonio de ningún libro esclarecedor.

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XC. Todo lo que hay en los cielos y en la tierra es prueba directa de la revelación en sí de los atributos y nombres de Dios, ya que en cada átomo están atesoradas las señales que dan testimonio elocuente de la revelación de aquella Muy Grande Luz. Me parece que, a no ser por la potencia de esa revelación, ningún ser podría jamás existir. ¡Cuán resplandecientes son los luminares de conocimiento que brillan en un átomo, y cuán vastos los océanos de sabiduría que ondulan dentro de una gota! Esto, en grado sumo, es aplicable al hombre, quien, entre todas las cosas creadas, ha sido investido con el manto de tales dones y señalado para la gloria de tal distinción. Pues en él se hallan revelados potencialmente todos los atributos y nombres de Dios en un grado que no ha sido superado ni excedido por ningún otro ser creado. A él le son aplicables todos esos nombres y atributos. Así Él ha dicho: “El hombre es Mi misterio, y Yo soy su misterio”. Son múltiples los versículos que se han revelado repetidamente en todos los Libros celestiales y santas Escrituras con referencia a este muy sutil y elevado tema. Así, Él ha revelado: “De seguro les mostraremos Nuestros signos en el mundo y dentro de ellos mismos”. Otra vez dice: “Y también en vosotros mismos: ¿acaso no veréis los signos de Dios?” Y en otra parte Él revela: “Y no seáis como los que olvidan a Dios, y por tanto Él los ha hecho olvidarse de sí mismos”. Con respecto a esto, ha dicho Aquel que es el Rey eterno -que las almas de todos los que moran en el Tabernáculo místico sean sacrificados por Él-: “Ha conocido a Dios quien se ha conocido a sí mismo”.

... De lo que se ha dicho queda claro que todas las cosas, en su más íntima realidad, muestran la revelación de los nombres y atributos de Dios dentro de ellas mismas. Cada una, según su capacidad, señala y expresa el conocimiento de Dios. Es tan potente y universal esta revelación, que ha abarcado todas las cosas visibles e invisibles. Así Él ha revelado: “¿Tiene alguien que no seas Tú un poder de revelación que no sea poseído por Ti, para que hubiese podido manifestarte? Ciego es el ojo que no Te percibe”. Asimismo ha dicho el Rey eterno: “Ninguna cosa he percibido sin percibir a Dios dentro de ella, a Dios antes de ella o a Dios después de ella”. Y también aparece en la tradición de Kumayl: “Mirad, una luz ha resplandecido en la mañana de la eternidad y he aquí, sus ondas han penetrado la más íntima realidad de todos los hombres”. El ser humano, lo más noble y perfecto de todo lo creado, supera a todo en la intensidad de esta revelación y es una expresión más plena de su gloria. Y de todos seres humanos son las Manifestaciones del Sol de la Verdad los más perfectos, los más distinguidos y los más excelsos. Es más, todos excepto estas Manifestaciones viven por la acción de Su Voluntad, y se mueven y existen por las efusiones de Su gracia.

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XCI. Entre las pruebas que demuestran la verdad de esta Revelación está que, en toda época y Dispensación, cuando quiera que se revelara la Esencia invisible en la persona de Su Manifestación, ciertas almas humildes y liberadas de todo apego mundano buscaban iluminación en el Sol del Manto Profético y en la Luna de la guía divina, y llegaban a la Presencia divina. Por esta razón, los teólogos de la época y quienes poseían riquezas se burlaban desdeñosamente de esas personas. Así Él ha revelado refiriéndose a los errados: «Entonces dijeron los jefes de su pueblo que no creían: “En Ti no vemos más que un mortal como nosotros; y no vemos que Te hayan seguido sino aquellos que son los más viles de nosotros, faltos de reflexión, ni os vemos con excelencia alguna sobre nosotros; es más, os consideramos mentirosos”». Pusieron reparos a estas santas Manifestaciones, y protestaron diciendo: «Nadie os ha seguido, excepto los despreciables entre nosotros, aquellos que no merecen atención». Su objetivo era demostrar que nadie de entre los eruditos, los ricos y los renombrados creía en ellos. Mediante ésta y semejantes pruebas pretendían demostrar la falsedad de Aquel que no dice sino la verdad.

Sin embargo, en esta muy resplandeciente Dispensación y poderosísima Soberanía, varios teólogos iluminados, personas de consumada erudición, doctores de madura sabiduría, llegaron a Su Corte, bebieron del cáliz de Su divina Presencia y fueron investidos con el honor de Su muy excelente favor. Renunciaron, por amor al Bienamado, al mundo y a todo lo que hay en él...

Todos ellos fueron guiados por la luz del Sol de la Revelación divina, confesaron y reconocieron Su verdad. Tal era su fe, que la mayoría de ellos renunciaron a sus bienes y familia, y se aferraron a la complacencia del Todoglorioso. Dieron la vida por su Bienamado y lo entregaron todo en Su camino. Sus pechos fueron el blanco de los dardos del enemigo y sus cabezas adornaron las lanzas de los infieles. No quedó tierra que no bebiese la sangre de esas personificaciones del desprendimiento ni espada que no hiriese su cuello. Sus actos, por sí solos, atestiguan la verdad de sus palabras. ¿No les basta a la gente de este día el testimonio de esas almas santas, que se dispusieron a ofrendar su vida por su Amado tan gloriosamente que todo el mundo quedó maravillado ante su sacrificio? ¿No es testimonio suficiente contra la infidelidad de quienes, por una baratija, traicionaron su fe y trocaron la inmortalidad por aquello que perece; quienes cedieron el Kawthar de la Presencia divina a cambio de fuentes salobres y cuyo único objetivo en la vida es usurpar la propiedad ajena? Así ves cómo todos ellos se han ocupado con las vanidades del mundo y se han apartado de Aquel que es el Señor, el Altísimo.

Sé justo: ¿no es aceptable y digno de atención el testimonio de aquellos cuyos hechos concuerdan con sus palabras, cuyo comportamiento exterior se ajusta a su vida interior? La mente queda atónita ante sus hechos y el alma se maravilla ante su valor y resistencia física. ¿O lo aceptable es el testimonio de esas almas sin fe, que no exhalan sino el aliento de sus deseos egoístas y están presos en la jaula de sus ociosas fantasías? Al igual que los murciélagos de las tinieblas, no levantan la cabeza de su lecho salvo para buscar las cosas pasajeras del mundo y no encuentran descanso de noche si no es empeñándose en promover los fines de su sórdida vida. Absortos en sus planes egoístas, son inconscientes del Decreto divino. De día, se afanan con toda su alma por conseguir beneficios mundanos; de noche, su única ocupación es satisfacer sus deseos carnales. ¿Con qué ley o norma podría justificarse a quienes se adhieran a las recusaciones de almas tan limitadas y hagan caso omiso de la fe de los que, por la complacencia de Dios, han renunciado a su vida y sus bienes, su fama y su renombre, su reputación y honor?...

¡Con qué amor, devoción, alborozo y santo arrobamiento sacrificaron su vida en el camino del Todoglorioso! Todos dan testimonio de esta verdad. Y, sin embargo, ¿cómo pueden menospreciar esta Revelación? ¿Ha presenciado época alguna acontecimientos tan trascendentales? Si estos compañeros no son los que verdaderamente se afanan por llegar a Dios, ¿a quiénes puede considerarse como tales? ¿Han sido estos compañeros buscadores de poder o de gloria? ¿Alguna vez han anhelado la riqueza? ¿Han abrigado deseo alguno que no sea la complacencia de Dios? Si estos compañeros, con todos sus maravillosos testimonios y prodigiosas obras, son falsos, ¿quién entonces puede dignamente pretender que posee la verdad? ¡Juro por Dios! Sus propios actos constituyen un testimonio suficiente y una prueba irrefutable para todos los habitantes de la tierra, si las gentes reflexionasen en su corazón sobre los misterios de la Revelación divina. “¡Y aquellos que actúan injustamente pronto sabrán lo que les espera!”...

Reflexiona sobre estos mártires de sinceridad incuestionable, cuya veracidad la testifica el texto explícito del Libro, y los cuales, como has visto, sacrificaron su vida, sus bienes, sus esposas, sus hijos y todo cuanto tenían, y ascendieron a los más elevados aposentos del Paraíso. ¿Es justo rechazar el testimonio que han dado estos seres excelsos y desprendidos de la verdad de esta preeminente y gloriosa Revelación, y juzgar aceptables las denuncias que contra esta Luz resplandeciente han presentado esos incrédulos, quienes por el oro han renegado de su fe, y por su afán de mando han rechazado a Aquel que es el Primer Conductor de toda la humanidad? Y esto a pesar de que su carácter ha quedado expuesto a todos que los han reconocido ahora como aquellos que de ningún modo renunciarán a una tilde o ápice de su autoridad temporal por la santa Fe de Dios, cuánto menos a su vida, sus bienes y cosas así.

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XCII. El Libro de Dios está completamente abierto y Su Palabra convoca al género humano a volverse a Él. Sin embargo, se ha encontrado apenas a un puñado de individuos dispuestos a aferrarse a Su Causa, o convertirse en instrumentos para su promoción. Estos pocos han sido provistos con el Elíxir Divino, que es lo único que puede trasmutar en oro puro la escoria del mundo, y han sido capacitados para administrar el remedio infalible para todos los males que afligen a los hijos de los hombres. Nadie podrá lograr vida eterna, a menos que abrace la verdad de esta inestimable, esta maravillosa y sublime Revelación.

Prestad atención, oh amigos de Dios, a la voz de Aquel a Quien el mundo ha agraviado, y aferraos firmemente a todo aquello que ha de exaltar a Su Causa. Él, ciertamente, guía a quien Él desea a Su recto Camino. Ésta es una Revelación que infunde fuerzas al débil y corona con riqueza al desamparado.

Con la mayor amistad y con espíritu de perfecta fraternidad, reuníos a consultar, y dedicad los preciosos días de vuestras vidas al mejoramiento del mundo y a la promoción de la Causa de Aquel que es el Anciano y Soberano Señor de todo. Él, ciertamente, prescribe a todos lo que es justo y les prohíbe lo que degrada su posición.

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XCIII. Has de saber que toda cosa creada es un signo de la revelación de Dios. Cada una, de acuerdo con su capacidad, es y siempre será una señal del Todopoderoso. Por cuanto Él, el soberano Señor de todo, ha dispuesto revelar Su soberanía en el reino de los nombres y atributos, toda cosa creada, por el acto de la Voluntad Divina, ha sido hecha un signo de Su gloria. Tan penetrante y universal es esta revelación que en todo el universo no puede descubrirse nada que no refleje Su esplendor. En tales circunstancias desaparece toda consideración de proximidad o lejanía... Si la Mano del poder divino despojara a todas las cosas creadas de este elevado don, todo el universo quedaría desierto y vacío.

¡Observa cuán inmensamente excelso es el Señor, tu Dios, por encima de todas las cosas creadas! Qué majestuosa es Su soberanía, Su dominio y supremo poder Atestigua la majestad de Su soberanía, Su dominio y supremo poder. Si las cosas que han sido creadas por Él -- magnificada sea Su gloria -- y dispuestas para ser las manifestaciones de Sus nombres y atributos, por virtud de la gracia con la cual han sido dotadas, están mucho más allá de toda proximidad o lejanía, ¿cuánto más elevada debe estar aquella Esencia Divina que les ha dado la existencia?...

Medita sobre lo que ha escrito el poeta: “No os sorprendáis si mi Bienamado está más cerca de mí que mi propio ser; maravillaos de que, a pesar de tal proximidad, esté yo todavía tan lejos de Él”... Considerando lo que Dios ha revelado en el sentido de que “Nos estamos más cerca del hombre que su vena yugular”, el poeta, aludiendo a este versículo, ha declarado que aun cuando la revelación de mi Bienamado ha impregnado a tal punto mi ser que Él está más cerca de mí que mi vena yugular, con todo, a pesar de mi certeza de su realidad y el reconocimiento de mi posición, me encuentro todavía tan lejos de Él. Con esto quiere decir que su corazón, que es la sede del Todomisericordioso y el trono donde habita el esplendor de Su revelación, ha olvidado a su Creador, se ha desviado de Su camino, se ha privado de Su gloria y está manchado con la corrupción de los deseos terrenales.

Debe recordarse al respecto que el único Dios verdadero es en Sí excelso, estando más allá de toda proximidad y lejanía y por encima de ellas. Su realidad trasciende esas limitaciones. La relación con Sus criaturas no comprende grados. Que algunas estén cerca y otras lejos debe atribuirse a las manifestaciones mismas.

Que el corazón es el trono en que está centrada la Revelación de Dios, el Todomisericordioso, lo atestiguan las santas palabras que hemos revelado anteriormente. Entre ellas está el dicho: “El cielo y la tierra no Me pueden contener; lo único que puede contenerme es el corazón de aquel que cree en Mí y es fiel a Mi Causa”. Cuántas veces el corazón humano -- que es el depositario de la luz de Dios y la sede de la revelación del Todomisericordioso – se ha apartado de Aquel que es la Fuente de esa luz y el Manantial de esa revelación. Es la rebeldía del corazón que lo aleja de Dios y lo condena a la separación de Él. Sin embargo, aquellos corazones que son conscientes de Su Presencia están cerca de Él, y debe vérseles como que se han aproximado a Su trono.

Ten presente, además, cuántas veces uno se olvida de sí mismo, mientras que Dios, por Su conocimiento omnímodo, permanece consciente de Su criatura y continúa derramando sobre ella el manifiesto resplandor de Su gloria. Es evidente, por tanto, que en tales circunstancias, Él está más cerca de éste que éste lo está de sí mismo. Ciertamente, Él permanecerá siempre así, pues mientras que el único Dios verdadero conoce todas las cosas, percibe todas las cosas y comprende todas las cosas, el ser humano es propenso a errar, e ignora los misterios que se hallan envueltos dentro de él...

Que nadie imagine que Nuestra aseveración de que todas las cosas creadas son signos de la revelación de Dios significa -- no lo quiera Dios – que todas las almas, sean buenas o malas, piadosas o infieles, son iguales a los ojos de Dios. Tampoco implica que el Ser Divino – magnificado sea Su nombre y exaltada sea Su gloria -- sea, en ninguna circunstancia, comparable con los seres humanos, ni que pueda en modo alguno ser asociado con Sus criaturas. Tal error ha sido cometido por ciertos insensatos que, habiendo ascendido a los cielos de sus vanas fantasías, han interpretado la Unidad Divina en el sentido de que ésta significaría que todas las cosas creadas son los signos de Dios, y, consecuentemente, no existiría distinción alguna entre ellas. Otros han ido aún más allá sosteniendo que estos signos son pares y copartícipes de Dios mismo. ¡Valgame Dios! Él, en verdad, es único e indivisible; único en Su esencia, único en Sus atributos. Todo lo que hay fuera de Él no es nada al confrontarse con la resplandeciente revelación de apenas uno de Sus nombres, con el más tenue indicio de Su gloria; ¡cuánto menos aún al compararse con Su propio Ser!

¡Por la rectitud de Mi nombre, el Todomisericordioso! La Pluma del Altísimo tiembla con gran estremecimiento y se siente tremendamente conmovida ante la revelación de estas palabras. ¡Cuán exigua e insignificante es una gota evanescente al ser comparada con las olas y ondas del ilimitado y eterno Océano de Dios, y cuán despreciable debe parecer todo lo contingente y perecedero al medirse con la increada e inefable gloria del Eterno! Imploramos el perdón de Dios, el Todopoderoso, para aquellos que abrigan tales creencias y pronuncian semejantes palabras. Di: ¡Oh pueblo! ¿Cómo puede ser comparada una fantasía fugaz con Quien subsiste por Sí mismo, y cómo puede asemejarse el Creador a Sus criaturas, que son tan sólo como la escritura de Su Pluma? Es más, Su escritura excede todas las cosas, está por encima de todas las criaturas y es inmensamente superior a ellas.

Más aún, fijaos en los signos de la revelación de Dios en su relación mutua. ¿Puede el sol, que no es sino uno de esos signos, considerarse de igual categoría que la oscuridad? ¡Pongo al único Dios verdadero como testigo de que nadie puede creerlo, a menos que sea de aquellos cuyos corazones son limitados y cuyos ojos han sido engañados! Di: Fijaos en vosotros mismos. Tanto vuestras uñas como vuestros ojos son partes de vuestro cuerpo. ¿Acaso los consideráis de igual categoría y valor? Si decís que sí; di, entonces: verdaderamente habéis acusado de fraude al Señor, mi Dios, el Todoglorioso, por cuanto aquellas las cortáis y a éstos los estimáis tanto como a vuestra propia vida.

De ningún modo es permisible transgredir los límites del propio grado y posición. Forzosamente ha de preservarse la integridad de cada grado y posición. Esto significa que toda cosa creada debe ser vista a la luz de la posición que se le ha ordenado ocupar.

Sin embargo, se debe tener presente que una vez que ha derramado su resplandor sobre el universo la luz de Mi Nombre, Quien todo lo penetra, todas y cada una de las cosas creadas, de acuerdo con un mandato establecido, han sido dotadas con la capacidad de ejercer una influencia concreta y se les ha hecho poseer una virtud particular. Mira el efecto del veneno. Aunque mortífero, posee el poder de ejercer en ciertas circunstancias una influencia benéfica. La potencialidad infundida en todas las cosas creadas es consecuencia directa de la revelación de ese muy bendito Nombre. ¡Glorificado sea Aquel que es el Creador de todos los nombres y atributos! Arroja al fuego el árbol podrido y seco, y habita a la sombra del Árbol verde y hermoso, y participa de sus frutos.

La gente que vivió en los días de las Manifestaciones de Dios, en su mayoría, pronunció tales frases indecorosas. Éstas han sido consignadas detalladamente en los Libros revelados y en las Santas Escrituras.

Es realmente un creyente en la Unidad de Dios aquel que reconoce en cada una de las cosas creadas el signo de la revelación de Aquel que es la Verdad Eterna, y no aquel que sostiene que la criatura no se distingue del Creador.

Considera, por ejemplo, la revelación de la luz del Nombre de Dios, el Educador. Observa cómo se hallan manifiestas las pruebas de esa revelación en todas las cosas, cómo la mejora de todos los seres depende de ella. Esta educación es de dos clases. Una es universal. Su influencia impregna todas las cosas y las sostiene. Por esta razón, Dios ha asumido el título de “Señor de todos los mundos”. La otra está limitada a quienes se han cobijado a la sombra de este Nombre y han buscado la protección de esta poderosísima Revelación. Sin embargo, quienes no han buscado esa protección se han privado de este privilegio y son incapaces de beneficiarse del sustento espiritual que ha sido enviado por la gracia celestial de éste, el Más Grande Nombre. ¡Cuán profundo es el abismo que separa al uno del otro! Si se levantara el velo, y se manifestara la gloria plena de la posición de aquellos que se han vuelto completamente hacia Dios y han renunciado al mundo en su amor a Él, toda la creación quedaría atónita. El verdadero creyente en la Unidad de Dios, como ya se ha explicado, reconoce, tanto en el creyente como en el incrédulo, las pruebas de la revelación de esos dos Nombres. Si esta revelación fuera retirada, todos perecerían.

Igualmente, considera la revelación de la luz del Nombre de Dios, el Incomparable. Observa cómo esa luz ha envuelto a toda la creación, cómo cada una de las cosas manifiesta el signo de Su Unidad, atestigua la realidad de Aquel que es la Verdad Eterna, proclama Su soberanía, Su unicidad y Su poder. Esa revelación es una muestra de Su misericordia, que envuelve todas las cosas creadas. Sin embargo, aquellos que Le han atribuido socios son inconscientes de tal revelación, y están privados de la Fe mediante la cual pueden acercarse y unirse a El. Mira cómo los diversos pueblos y razas de la tierra dan testimonio de Su unidad y reconocen Su unicidad. De no ser por el signo de la Unidad de Dios que hay dentro de ellos, nunca habrían reconocido la verdad de las palabras “No hay otro Dios sino Dios”. Y, no obstante, mira cuán penosamente han errado y se han desviado de Su camino. Por cuanto no han reconocido al Soberano Revelador, han dejado de ser contados entre aquellos que han de ser considerados verdaderos creyentes en la Unidad de Dios.

Este signo de la revelación del Ser Divino en aquellos que Le han atribuido socios a Él puede ser considerado, en cierto sentido, como un reflejo de la gloria con que son iluminados los fieles. Sin embargo, nadie puede comprender esta verdad salvo los seres dotados de entendimiento. Aquellos que realmente han reconocido la Unidad de Dios deberían ser vistos como las manifestaciones primordiales de este Nombre. Son ellos quienes han bebido el vino de la Unidad Divina de la copa que la mano de Dios les ha ofrecido y han vuelto sus rostros hacia Él. ¡Cuán enorme es la distancia que separa a estos seres santificados de aquellos que están tan lejos de Dios!...

Quiera Dios que, con visión penetrante, percibas en todas las cosas el signo de la revelación de Aquel que es el Antiguo Rey, y reconozcas cuán exaltado y santificado por encima de toda la creación es aquel santísimo y sagrado Ser. Ésta es, en verdad, la raíz y la esencia misma de la creencia en la unidad y singularidad de Dios. “Dios estaba solo, no había nadie fuera de Él”. Él es ahora lo que siempre ha sido. No hay otro Dios sino Él, el Único, el Incomparable, el Todopoderoso, el Más Exaltado, el Magno.

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XCIV. Y en cuanto a tu referencia a la existencia de dos Dioses. ¡Cuidado, cuidado, que no seas llevado a atribuir socios al Señor, tu Dios! Él es y ha sido desde siempre uno y solo, sin par ni igual, eterno en el pasado, eterno en el futuro, separado de todas las cosas, siempre existente, inmutable y subsistente por Sí mismo. Él no ha designado a ningún copartícipe para Sí en Su Reino, a ningún consejero para que Le aconseje, a nadie que pueda compararse con Él, ni nada que rivalice con Su gloria. Todos los átomos del universo atestiguan esto, y más allá de ellos, los moradores de los reinos de lo alto, quienes ocupan las sedes más excelsas y cuyos nombres son recordados ante el Trono de Gloria.

Atestigua en lo más íntimo de tu corazón este testimonio que Dios mismo ha pronunciado por Sí y para Sí: que no hay otro Dios sino Él, que todos fuera de Él han sido creados por Su mandato, han sido modelados por Su consentimiento, están sujetos a Su ley, son como una cosa olvidada cuando se comparan con las gloriosas pruebas de Su unicidad y son como la nada ante las imponentes revelaciones de Su unidad.

Él, ciertamente, ha sido por toda la eternidad único en Su Esencia, único en Sus atributos, único en Sus obras. Toda comparación es sólo aplicable a Sus criaturas, y todas las ideas de asociación son conceptos que pertenecen solamente a aquellos que Le sirven. Su Esencia es inmensamente excelsa, más allá de las descripciones de Sus criaturas. Él solo ocupa la Sede de majestad trascendente, de suprema e inaccesible gloria. El ave del corazón humano, por muy alto que se remonte, nunca tendrá esperanza de alcanzar las alturas de Su incognoscible Esencia. Es Él Quien ha llamado a existir a toda la creación, Quien ha hecho que toda cosa creada cobre vida por Su mandato. ¿Debe, entonces, lo que ha nacido en virtud de la palabra que Su Pluma ha revelado, la cual ha sido dirigida por el dedo de Su Voluntad, ser considerado como Su asociado, o como una personificación de Su Ser? No corresponde a Su gloria que la pluma o la lengua humana haga alusión a Su misterio, ni que el corazón humano conciba Su Esencia. Todos fuera de Él se hallan pobres y desolados ante Su puerta, todos son impotentes ante la grandeza de Su poder, y todos no son más que esclavos en Su Reino. Él es lo suficientemente rico como para prescindir de todas Sus criaturas.

El lazo de servidumbre establecido entre el adorador y el Adorado, entre la criatura y el Creador, debería ser visto, en sí mismo, como una prueba de Su bondadoso favor hacia ellos, y no como indicación de algún mérito que pudieran tener. Esto lo atestigua todo creyente verdadero y perspicaz.

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XCV. Has de saber que, de acuerdo con lo que tu Señor, el Señor de todos, ha prescrito en Su libro, los favores conferidos por Él a la humanidad han sido y siempre serán ilimitados en su alcance. El primero y más sobresaliente de esos favores que el Todopoderoso ha otorgado al ser humano es el don del entendimiento. Su propósito al conferir dicho don no es otro que permitir a Su criatura conocer y reconocer al único Dios verdadero, ¡exaltada sea Su gloria! Ese don da al hombre el poder de percibir la verdad en todas las cosas, lo conduce hacia aquello que es justo y le ayuda a descubrir los secretos de la creación. El siguiente en importancia es el poder de la visión, el instrumento principal mediante el cual puede funcionar su entendimiento. Los sentidos del oído, del corazón y otros similares deben, de igual manera, ser considerados entre los dones con que ha sido dotado el cuerpo humano. Inmensamente exaltado es el Todopoderoso, Quien ha creado esos poderes y los ha revelado en el cuerpo del hombre.

Cada uno de esos dones es una prueba indudable de la majestad, el poder, el ascendiente y el conocimiento omnímodo del único Dios verdadero, ¡exaltada sea Su gloria! Observa el sentido del tacto. Fíjate cómo se ha extendido su poder sobre todo el cuerpo humano. Mientras que los sentidos de la vista y el oído están circunscritos cada uno a un centro particular, el sentido del tacto abarca todo el cuerpo. ¡Glorificado sea Su poder, magnificada sea Su soberanía!

Estos dones son inherentes al ser humano. Aquello que predomina sobre todos los demás dones, que es incorruptible en su naturaleza y que pertenece a Dios mismo, es el don de la Revelación Divina. A ésta se halla subordinada toda dádiva conferida al hombre por el Creador, ya sea material o espiritual. En su esencia es y siempre será el Pan que desciende del Cielo. Es el supremo testimonio de Dios, la más clara demostración de Su verdad, el signo de Su plena generosidad, la señal de Su misericordia omnímoda, la prueba de Su muy amorosa providencia, el símbolo de Su perfecta gracia. Verdaderamente, ha sido partícipe de este grandioso don de Dios quien haya reconocido a Su Manifestación en este Día.

Da gracias a tu Señor por haberte otorgado tan grande dádiva. Alza la voz y di: ¡Toda alabanza sea para Ti, oh Tú, el Deseo de todo corazón comprensivo!

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XCVI. La Pluma del Altísimo llama sin cesar; y, sin embargo, ¡cuán pocos son los que han prestado oído a su voz! Los moradores del reino de los nombres se han ocupado con los alegres ropajes del mundo, olvidando que todo el que tenga ojos para percibir y oídos para escuchar no puede sino reconocer cuán fugaces son sus colores.

Una nueva vida se agita, en esta época, dentro de todos los pueblos de la tierra; y, sin embargo, nadie ha descubierto su causa ni comprendido su motivo. Considerad los pueblos de Occidente. Mirad cómo, en su búsqueda de lo vano y trivial, han sacrificado y aún siguen sacrificando incontables vidas en aras de su establecimiento y promoción. Por otra parte, los pueblos de Persia, aun cuando son depositarios de una clara y luminosa Revelación, la gloria de cuya grandeza y renombre ha alcanzado al mundo entero, están desalentados y sumidos en un profundo letargo.

¡Oh amigos! No descuidéis las virtudes con que habéis sido dotados, ni seáis negligentes con vuestro alto destino. No permitáis que vuestros esfuerzos se pierdan a causa de las vanas imaginaciones que algunos corazones han ideado. Sois las estrellas del cielo del entendimiento, la brisa que sopla al amanecer, las mansas aguas de las cuales debe depender la vida misma de todas las criaturas, las letras inscritas en Su pergamino sagrado. Con la mayor unidad y con un espíritu de perfecta fraternidad, esforzaos, a fin de que podáis alcanzar aquello que es digno de este Día de Dios. Ciertamente, digo que las contiendas, disensiones y cualquier cosa que la mente humana detesta son totalmente indignas de su rango. Centrad vuestras energías en la propagación de la Fe de Dios. Quien sea digno de vocación tan elevada, que se disponga a promoverla. Quien sea incapaz de hacerlo tiene el deber de designar a quien, en su lugar, haya de proclamar esta Revelación, cuya fuerza ha hecho temblar las más poderosas estructuras, ha reducido a polvo todas las montañas y ha dejado anonadadas a todas las almas. Si la grandeza de este Día fuera revelada en toda su amplitud, todo ser humano en su anhelo por participar, aunque sólo fuera por un momento, de su gran gloria, sacrificaría una miríada de vidas, ¡cuánto más este mundo y sus tesoros corruptibles!

Dejaos guiar por la prudencia en todas vuestras acciones y aferraos tenazmente a ella. Quiera Dios que todos seáis fortalecidos para llevar a cabo lo que es la Voluntad de Dios, y seáis ayudados benévolamente a apreciar el rango conferido a aquellos de Sus amados que se han dispuesto a servirle y magnificar Su nombre. Con ellos sea la gloria de Dios, la gloria de todo lo que está en los cielos y todo lo que está en la tierra, y la gloria de los moradores del exaltadísimo Paraíso, el cielo de los cielos.

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XCVII. Considera las dudas que aquellos que han atribuido socios a Dios han infundido en el corazón de la gente de esta tierra. Preguntan: “¿Es posible que el cobre sea transmutado en oro?”. Di: Sí, por mi Señor, es posible. Sin embargo, su secreto se halla oculto en Nuestro Conocimiento. A quien queramos se lo revelaremos. Que quien dude de Nuestro poder pida al Señor, su Dios, le descubra el secreto y le asegure su verdad. El hecho de que el cobre puede transformarse en oro es en sí prueba suficiente de que el oro puede igualmente transmutarse en cobre, si fueran de los que pueden comprender esta verdad. Se puede hacer que cualquier mineral adquiera la densidad, forma y sustancia de cualquier otro mineral. El conocimiento de ello está con Nos en el Libro Oculto.

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XCVIII. Di: ¡Oh jefes de la religión! No peséis el Libro de Dios con los criterios y ciencias comunes entre vosotros, ya que el Li¬bro mismo es la Balanza infalible establecida entre los hombres. En ésta, la más perfecta Balanza, debe pesarse todo cuanto poseen los pueblos y linajes de la tierra, en tanto que su medida ha de comprobarse según su propia norma, si lo supierais.

El ojo de Mi amorosa bondad llora por vosotros amarga¬mente, por cuanto no habéis reconocido a Aquel a Quien ha¬béis estado invocando de día y de noche, por la mañana y al atardecer. Avanzad, oh pueblo, con rostros níveos y corazo¬nes radiantes, hacia el bendito Punto carmesí, desde donde el Sadratu’l-Muntahá proclama: “¡Verdaderamente, no hay otro Dios aparte de Mí, el Protector Omnipotente, Quien subsiste por Sí mismo!”

¡Oh adalides de la religión! ¿Quién de vosotros puede ri¬valizar conmigo en visión y entendimiento? ¿Dónde se halla quien se atreva a sostener que es Mi igual en sabiduría y elu-cidación? ¡No, por Mi Señor, el Todomisericordioso! Todo lo que hay en la tierra dejará de ser, mas ésta es la faz de vuestro Señor, el Todopoderoso, el Bienamado.

Hemos decretado, oh pueblo, que el fin último y supremo de todo saber sea el reconocimiento de Quien es el Objeto de todo conocimiento; y, sin embargo, mirad cómo habéis per¬mitido que vuestro saber os aparte, como con un velo, de Quien es la Aurora de esta Luz, por Cuya mediación toda cosa oculta ha sido revelada. Si pudierais descubrir la fuente de donde se difunde el esplendor de estas palabras, desecha¬ríais a los pueblos del mundo y todo cuanto poseen y os acer¬caríais a esta muy bendita Sede de gloria.

Di: Éste es, verdaderamente, el cielo donde se atesora el Libro Madre, si pudierais comprenderlo. Él es Quien ha he¬cho que grite la Roca y que la Zarza Ardiente levante su voz en el Monte que se alza sobre Tierra Santa, proclamando: “¡El Reino es de Dios, el soberano Señor de todo, el Omni¬potente, el Amoroso!”

No hemos asistido a escuela alguna, ni hemos leído ningu¬na de vuestras disertaciones. Prestad oído a las palabras de este Iletrado con las que os llama hacia Dios, Quien siempre permanece. Mejor es esto para vosotros que todos los tesoros de la tierra, si pudierais comprenderlo.

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XCIX. La vitalidad de la fe en Dios se está extinguiendo por doquier; nada que no sea Su saludable medicina podrá jamás restaurarla. La corrosión de la impiedad está carcomiendo las entrañas de la sociedad; ¿qué otra cosa sino el Elíxir de Su potente Revelación puede limpiarla y hacerla revivir? ¿Está dentro del poder humano, oh Ḥakím, producir una transformación tan completa en los elementos constitutivos de cualquiera de las diminutas e indivisibles partículas de materia como para transmutarlas en oro puro? Por desconcertante y difícil que esto parezca, Nos hemos sido facultados para llevar a cabo la tarea aún mayor de convertir la fuerza satánica en poder celestial. La Fuerza capaz de tal transformación supera la potencia del Elíxir mismo. Solamente la Palabra de Dios puede ostentar la distinción de estar dotada de la capacidad requerida para un cambio tan grande y trascendental.

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C. La voz del Heraldo Divino, que procede del Trono de Dios, declara: ¡Oh Mis amados! No permitáis que la orla de Mi sagrada vestidura sea mancillada y enlodada con las cosas de este mundo, y no sigáis las instigaciones de vuestros deseos malos y corruptos. La Aurora de la Revelación Divina, que brilla en la plenitud de su gloria en el cielo de esta Prisión, es Mi testigo. Aquellos cuyos corazones están vueltos hacia Quien es el Objeto de la adoración de toda la creación deben necesariamente, en este Día, trascender todas las cosas creadas, visibles e invisibles, y estar purificados de ellas. Si se disponen a enseñar Mi Causa, deben dejar que los mueva el hálito de Aquel que es el Libre, y deben difundirla por toda la tierra con gran determinación, con la mente completamente centrada en Él, con el corazón totalmente desprendido de todas las cosas e independiente de ellas, y con el alma purificada de este mundo y de sus vanidades. Les incumbe escoger la confianza en Dios como la mejor provisión para su viaje, y ataviarse con el amor de su Señor, el Excelso, el Todoglorioso. Si así lo hacen, sus palabras influirán en sus oyentes.

¡Cuán grande, cuán inmensamente grande es el abismo que Nos separa de aquellos que, en este Día, están ocupados con sus perversas pasiones y han puesto sus esperanzas en las cosas de la tierra y su efímera gloria! Muchas veces la corte del Todomisericordioso parecía tan desprovista exteriormente de la riqueza de este mundo que aquellos que vivían en íntima asociación con Él sufrían penosa indigencia. A pesar de sus padecimientos, la Pluma del Altísimo no ha deseado en ningún momento referirse, ni hacer la más ligera alusión, a las cosas que pertenecen a este mundo y sus tesoros. Y si alguna vez Le era presentado algún obsequio, éste era aceptado como una muestra de Su gracia hacia quien Se lo ofrecía. Si alguna vez quisiéramos apropiarnos, para Nuestro uso, de todos los tesoros de la tierra, a nadie se le ha dado el derecho de objetar Nuestra autoridad o desafiar Nuestro derecho. Sería imposible concebir una acción más despreciable que solicitar, en nombre del único Dios verdadero, la riqueza que los hombres poseen.

Te incumbe a ti y a los seguidores de Aquel que es la Verdad Eterna invitar a todos a lo que los purifique del apego a las cosas de la tierra y los limpie de su contaminación, para que se perciba el fragante aroma de la vestidura del Todoglorioso en todos aquellos que Le aman.

Sin embargo, los que poseen riqueza deben tener la mayor consideración para con los pobres, ya que grande es el honor destinado por Dios para los pobres que son firmes en la paciencia. ¡Por Mi vida! No hay otro honor, fuera del que Dios desee conceder, que pueda compararse con este honor. Grande es la bienaventuranza que espera a los pobres que soportan pacientemente y encubren sus padecimientos, y venturosos son los ricos que donan sus riquezas a los necesitados y los prefieran a ellos antes que a sí mismos.

Quiera Dios que los pobres se esfuercen y luchen por ganarse los medios de subsistencia. Éste es un deber que ha sido prescrito para todos en esta muy grande Revelación, y es considerado a los ojos de Dios como una buena acción. Quienquiera que cumpla con este deber, ciertamente, recibirá ayuda del Invisible. Él puede enriquecer, mediante Su gracia, a quien Él desee. Verdaderamente, Él tiene poder sobre todas las cosas...

¡Oh ‘Alí! Diles a los amados de Dios que la equidad es la más fundamental de las virtudes humanas. La evaluación de todas las cosas debe necesariamente depender de ella. Medita un momento sobre las penalidades y aflicciones que ha padecido este Prisionero. Todos los días de Mi vida he estado a merced de Mis enemigos, y cada día he padecido una nueva tribulación en el camino del amor de Dios. He aguantado pacientemente hasta que la fama de la Causa de Dios se hubo difundido sobre la tierra. Si ahora alguien se dispusiera, incitado por las vanas imaginaciones que su corazón haya ideado, a esforzarse por sembrar abierta o secretamente las semillas de la disensión entre la gente, ¿se puede decir que esa persona ha obrado con equidad? ¡No, por Aquel Cuyo poder se extiende sobre todas las cosas! ¡Por Mi vida! Mi corazón gime y mis ojos lloran penosamente por la Causa de Dios y por aquellos que no entienden lo que dicen e imaginan lo que no pueden comprender.

Conviene a todos en este Día asirse firmemente al Más Grande Nombre y establecer la unidad de toda la humanidad. No hay adonde huir, ni refugio que nadie pueda buscar sino Él. Si alguien fuera llevado a pronunciar palabras que hicieran al pueblo apartarse de las riberas del ilimitado océano de Dios y fijar sus corazones en cualquier cosa que no fuera Su Ser glorioso y manifiesto - que ha tomado una forma sujeta a las limitaciones humanas -, esa persona, por muy elevada que sea la posición que ocupe, será denunciado por toda la creación como alguien que se ha privado de las suaves fragancias del Todomisericordioso.

Di: ¡Sed equitativos en vuestro juicio, vosotros que tenéis corazón comprensivo! Aquel que es injusto en su juicio carece de las características que distinguen la posición del hombre. Aquel que es la Verdad Eterna conoce bien lo que se oculta en el pecho de las personas. Su longanimidad ha envalentonado a Sus criaturas, pues hasta que no llegue el tiempo señalado Él no rasgará ningún velo. Su incomparable misericordia ha reprimido la furia de Su cólera y ha hecho imaginar a la mayoría de la gente que el único Dios verdadero no sabe lo que secretamente han cometido. ¡Por Aquel que es el Omnisapiente, el Informado! El espejo de Su conocimiento refleja con absoluta claridad, precisión y fidelidad las acciones de todos. Di: ¡Loanzas a Ti, oh Encubridor de los pecados de los débiles y desamparados! ¡Magnificado sea Tu nombre, oh Tú que perdonas a los negligentes que Te ofenden!

Hemos prohibido a los hombres que se dejen llevar por las imaginaciones de su corazón, para que puedan reconocer a Aquel que es la soberana Fuente y Objeto de todo conocimiento y admitir todo lo que Él desee revelar. Mira cómo se han enredado en sus ociosas fantasías y vanas imaginaciones. ¡Por Mi vida! Ellos mismos son las víctimas de lo que sus propios corazones han inventado y, empero, no se dan cuenta. Vana e inútil es la palabra de sus labios y, sin embargo, no lo comprenden.

Imploramos a Dios que otorgue benévolamente Su gracia a todos los seres humanos y les permita lograr el conocimiento de Él y de sí mismos. ¡Por Mi vida! Quien Le haya conocido se remontará en la inmensidad de Su amor y se desligará del mundo y de todo lo que hay en él. Nada en el mundo le desviará de su camino, menos aún los que, impulsados por sus vanas imaginaciones, dicen lo que Dios ha prohibido.

Di: Éste es el Día en que todo oído necesariamente debe prestar atención a Su voz. Escuchad el Llamamiento de este Agraviado, magnificad el nombre del único Dios verdadero, adornaos con el ornamento de Su recuerdo e iluminad vuestros corazones con la luz de Su amor. Ésta es la llave que abre el corazón de los seres humanos, el bruñidor que limpia el alma de todos los seres. Aquel que descuida lo que ha manado del dedo de la Voluntad de Dios vive en error evidente. La amistad y rectitud de conducta, y no la disensión y la maldad, son las señales de la verdadera fe.

Proclama lo que te ha mandado observar Aquel que habla la verdad y es el Fiduciario de Dios. Que Mi gloria sea contigo, oh tú que invocas Mi nombre, que diriges la mirada hacia Mi corte y cuya lengua expresa la alabanza de tu Señor, el Benéfico.

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CI. El propósito que fundamenta la revelación de todo Libro sagrado, aún más, de todo versículo divinamente revelado, es dotar de rectitud y entendimiento a todos los seres humanos, para que la paz y la tranquilidad se establezcan firmemente entre ellos. Todo lo que infunda confianza en sus corazones, todo lo que enaltezca su posición o promueva su contento, es aceptable a los ojos de Dios. ¡Cuán elevada es la posición que puede alcanzar el hombre si opta por cumplir con su alto destino! ¡A qué profundidades de degradación puede hundirse, profundidades a las que ni la más vil de las criaturas jamás ha llegado! Aprovechad la oportunidad que este Día os ofrece, oh amigos, y no os privéis de las generosas efusiones de Su gracia. Imploro a Dios que benévolamente permita a cada uno de vosotros, en este bendito Día, adornaros con el ornamento de acciones puras y santas. Él, en verdad, hace lo que es Su voluntad.

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CII. Prestad oído atento, oh pueblo, a lo que Yo, en verdad, os digo. El único Dios verdadero -- exaltada sea Su gloria -- siempre ha considerado y continuará considerando a los corazones humanos como Su posesión propia y exclusiva. Todo lo demás, ya pertenezca a la tierra o al mar, o bien sea riqueza o gloria, Él lo ha legado a los reyes y gobernantes de la tierra. Desde el principio que no tiene principio, el estandarte que proclama las palabras “Él hace lo que es Su voluntad” ha sido desplegado con todo su esplendor ante Su Manifestación. Lo que la humanidad necesita en este día es obediencia a aquellos que ejercen autoridad y fiel adhesión a la cuerda de la sabiduría. Los instrumentos que son esenciales para la protección inmediata, la seguridad y paz de la raza humana, han sido confiados en manos de los gobernantes de la sociedad humana y están en su poder. Éste es el deseo de Dios y Su decreto... Abrigamos la esperanza de que uno de los reyes de la tierra, por amor a Dios, se disponga a hacer victorioso a este pueblo agraviado y oprimido. Tal soberano será exaltado y glorificado eternamente. Dios ha prescrito a este pueblo el deber de ayudar a quienquiera que les ayude, obrar en su mejor interés y demostrarle su lealtad perdurable. Aquellos que Me siguen deben luchar en todas las circunstancias para promover el bienestar de quien se disponga a apoyar el triunfo de Mi Causa, y deben demostrar en todo momento su devoción y fidelidad hacia él. Feliz aquel que escucha Mi consejo y lo observa. ¡Ay de aquel que no cumpla con Mi deseo!

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CIII. Por medio de Su lengua que dice la verdad, Dios, en todas Sus Tablas, ha dado testimonio de estas palabras: “Yo soy Aquel que vive en el Reino de la Gloria de Abhá”.

¡Por la rectitud de Dios! Él, desde las alturas de esta sublime, esta santa, esta grande y trascendente posición, ve todo y oye todo, y en esta hora proclama: Bienaventurado eres, oh Javád, por cuanto has logrado lo que nadie antes de ti ha logrado. ¡Juro por Aquel que es la Verdad Eterna! Por ti se han alegrado los ojos de los moradores del Exaltado Paraíso. Sin embargo, la gente está completamente desatenta. Si reveláramos tu posición, los corazones humanos quedarían penosamente perturbados, resbalarían sus pasos, las personificaciones de la vanagloria quedarían atónitas, y se desplomarían, y, por temor a oír, se taparían los oídos con los dedos de la negligencia.

No te apenes por causa de aquellos que se han ocupado con las cosas de este mundo y han olvidado el recuerdo de Dios, el Magno. ¡Por Aquel que es la Verdad Eterna! Se aproxima el día en que la indignada ira del Todopoderoso se habrá apoderado de ellos. Verdaderamente Él es el Omnipotente, el Sojuzgador, el Todopoderoso. Él limpiará el mundo de la contaminación de su corrupción, y lo legará a aquellos de Sus siervos que están cerca de Él.

Di: ¡Oh pueblo! Que vuestras bocas se llenen de polvo y las cenizas cieguen vuestros ojos por haber trocado al Divino José por el más mezquino de los precios. ¡Ay, miserables de vosotros, que os habéis desviado tanto! ¿Habéis imaginado en vuestros corazones que tenéis el poder para aventajarle a Él y a Su Causa? ¡Lejos estáis de ello! Así lo atestigua Él mismo, el Omnipotente, el Exaltadísimo, el Magno.

Pronto os golpearán las ráfagas de Su castigo, y os envolverá el polvo del infierno. Aquellos que, habiendo acumulado las vanidades y adornos de la tierra, se han alejado de Dios con desdén, han perdido tanto este mundo como el mundo venidero. Dentro de poco, Dios, con la Mano del Poder, les arrancará sus posesiones y los despojará del manto de Su generosidad. Esto pronto lo presenciarán ellos mismos. Tú también serás testigo.

Di: ¡Oh pueblo! No dejéis que esta vida y sus falacias os engañen, pues el mundo y todo lo que hay en él está asido firmemente en el puño de Su Voluntad. Él concede Su favor a quien Él quiere, y a quien Él quiere se lo quita. Él hace lo que desea. Si a Su vista el mundo tuviera algún valor, Él de cierto jamás habría permitido que Sus enemigos lo poseyeran, ni siquiera en la medida de un grano de mostaza. Sin embargo, Él ha hecho que os enredéis en sus asuntos en pago por lo que vuestras manos han obrado en Su Causa. Esto es, de hecho, un castigo que vosotros por vuestra propia voluntad os habéis infligido, si pudierais comprenderlo. ¿Os regocijáis con las cosas que, de acuerdo con el juicio de Dios, son despreciables e indignas, cosas con que Él pone a prueba los corazones de los que dudan?

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CIV. ¡Pueblos del mundo! Sabed que, en verdad, una calamidad imprevista os sigue, y os espera un doloroso castigo. No penséis que las acciones que habéis cometido han sido ocultadas a Mi vista. ¡Por Mi belleza! Todas vuestras acciones han sido grabadas por Mi Pluma, con caracteres claros, en tablas de crisolita.

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CV. ¡Oh reyes de la tierra! Ha llegado Aquel que es el soberano Señor de todos. El Reino es de Dios, el Protector omnipoten¬te, Quien subsiste por Sí mismo. No adoréis más que a Dios y, con corazón radiante, levantad el rostro hacia vuestro Se¬ñor, el Señor de todos los nombres. Ésta es una Revelación con la cual no podrá nunca compararse nada de lo que po¬seéis, si lo supierais.

Vemos cómo os regocijáis con lo que habéis acumulado para otros, y cómo os excluís de mundos que sólo Mi Tabla resguar¬dada puede calcular. Los tesoros que habéis acumula¬do os han alejado inmensamente de vuestra meta última. Esto es indigno de vosotros, ojalá pudierais comprenderlo. Lim¬piad vuestros cora¬zones de toda contaminación terrenal y apresu¬raos a entrar en el Reino de vuestro Señor, el Creador de la tierra y del cielo, Quien hizo que el mundo temblara y gimie¬ran todos sus pueblos, salvo quienes han renunciado a todas las cosas y se han aferrado a lo que la Tabla Oculta ha orde¬nado.

Éste es el Día en que Quien conversó con Dios ha alcan¬zado la luz del Anciano de Días y ha bebido las aguas puras de la reunión de esta Copa que ha hecho levantarse el oleaje de los mares. Di: ¡Por el único Dios verdadero! El Sinaí gira en torno a la Aurora de la Revelación, al tiempo que de las alturas del Reino se oye la Voz del Espíritu de Dios que pro¬clama: “Moveos, vosotros los orgullosos de la tierra, y acudid presurosos a Él”. En este Día el Carmelo, anhelante de adora¬ción, se ha apresurado a alcanzar Su corte, mientras que del corazón de Sión surge el grito: “La promesa está cumplida. Se ha hecho manifiesto lo que había sido anunciado en la sa¬grada Escritura de Dios, el Exaltadísimo, el Todopoderoso, el Más Amado”.

¡Oh reyes de la tierra! La Ley Suprema ha sido revelada en este Lugar, en este escenario de trascendental esplendor. Toda cosa oculta ha sido traída a la luz en virtud de la Voluntad del Supremo Ordenador, Quien ha anunciado la Hora Final, por Quien la Luna ha sido hendida y han sido explicados todos los decretos irrevocables.

¡No sois más que vasallos, oh reyes de la tierra! Aquel que es el Rey de Reyes ha aparecido ataviado con Su maravillosa gloria y os llama ante Él, Quien ayuda en el peligro, Quien subsiste por Sí mismo. Estad atentos, no sea que el orgullo os impida reconocer la Fuente de la Revelación, o que las cosas del mundo os aparten como por un velo de Quien es el Crea¬dor del cielo. Levantaos a servirle a Él, Quien es el Deseo de todas las naciones, Quien os ha creado mediante una palabra proveniente de Él y ha ordenado que seáis, por siempre, los emblemas de Su soberanía.

¡Por la rectitud de Dios! No es Nuestro deseo adueñarnos de vuestros reinos. Nuestra misión es capturar y poseer los corazones de los hombres. En ellos están fijos los ojos de Bahá. De ello da fe el Reino de los Nombres, si pudierais comprenderlo. Quien siga a su Señor renunciará al mundo y a todo lo que hay en él. ¡Cuánto mayor, entonces, ha de ser el desprendimiento de Quien ocupa tan augusta posición! Aban¬donad vuestros palacios y apresuraos a ser admitidos en Su Reino. Esto, realmente, os aprovechará tanto en este mundo como en el venidero. Así lo atestigua el Señor del dominio de lo alto, ojalá lo supierais.

¡Cuán grande es la bienaventuranza que aguarda al rey que se disponga a ayudar a Mi Causa en Mi reino, y se desprenda de todo menos de Mí! Ese rey se cuenta entre los compañeros del Arca Carmesí, Arca que Dios ha preparado para el pueblo de Bahá. Todos deben glorificar su nombre, reverenciarle y ayudarle a abrir las puertas de las ciudades con las llaves de Mi Nombre, el omnipotente Protector de todos los que habi¬tan en el reino visible y el invisible. Tal rey es el ojo mismo de la humanidad, el ornamento luminoso de la frente de la creación, el manantial de bendiciones para el mundo entero. ¡Oh pueblo de Bahá! Ofrendad en su ayuda vuestros bienes, es más, vuestras propias vidas.

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CVI. El Médico Omnisciente tiene puesto Su dedo en el pulso de la humanidad. Percibe la enfermedad y en Su infalible sabiduría prescribe el remedio. Cada época tiene su propio problema y cada alma su aspiración particular. El remedio que el mundo necesita para sus aflicciones actuales no puede ser nunca el mismo que el que pueda requerir una época posterior. Preocupaos fervientemente de las necesidades de la edad en que vivís y centrad vuestras deliberaciones en sus exigencias y requerimientos.

Percibimos perfectamente cómo toda la raza humana está rodeada de grandes, de incalculables aflicciones. La vemos languidecer en su lecho de enferma, severamente atribulada y desilusionada. Los que están embriagados de presunción se han interpuesto entre ella y el divino e infalible Médico. Presenciad cómo los han enredado a todos, incluso a sí mismos, en la red de sus artificios. No pueden ni descubrir la causa de la enfermedad ni tampoco poseen ningún conocimiento del remedio. Han concebido que lo recto es torcido y han imaginado que su amigo es un enemigo.

Prestad oídos a la dulce melodía de este Prisionero. Disponeos a alzar la voz, para que quizás sean despertados aquellos que están profundamente dormidos. Di: ¡Oh vosotros que estáis como muertos! La Mano de la generosidad divina os brinda el Agua de la Vida. Apresuraos y bebed a plenitud. Quien haya nacido de nuevo en este Día nunca morirá; quien permanezca muerto nunca vivirá.

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CVII. Aquel que es vuestro Señor, el Todomisericordioso, abriga en Su corazón el deseo de ver a toda la raza humana como una sola alma y un solo cuerpo. Apresuraos a ganar vuestra porción de la bondadosa gracia y misericordia de Dios en este Día que eclipsa a todos los otros Días creados. ¡Cuán grande es la felicidad que espera a la persona que abandona todo cuanto posee en su deseo por obtener las cosas de Dios! Atestiguamos que está entre los venturosos de Dios.

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CVIII. Hemos fijado un plazo para vosotros, oh pueblos. Si a la hora señalada no os volvéis hacia Dios, Él en verdad os asirá violentamente y hará que penosas aflicciones os acosen por todos lados ¡Cuán severo es, en verdad, el castigo con que entonces os castigará vuestro Señor!

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CIX. ¡Oh Kamál! Las alturas que, mediante el munífico favor de Dios, puede alcanzar el ser mortal, en este Día, aún no han sido reveladas a su vista. El mundo de la existencia nunca ha tenido ni posee todavía la capacidad para tal revelación. Sin embargo, se aproxima el día en que serán manifestadas a ante todos las potencialidades de tan grandioso favor en virtud de Su mandato. Aun si los ejércitos de las naciones se dispusieran en formación para atacarle, aun si los reyes de la tierra se aliaran para socavar Su Causa, la fuerza de Su poder permanecería inmutable. Él, ciertamente, habla la verdad e invita a toda la humanidad al camino de Aquel que es el Incomparable, el Omnisciente.

Todos los seres humanos han sido creados para llevar adelante una civilización en continuo progreso. El Todopoderoso es Mi testigo: Actuar como las bestias salvajes no es digno del hombre. Las virtudes que corresponden a su dignidad son la tolerancia, la misericordia, la compasión y bondad hacia todos los pueblos y razas de la tierra. Di: ¡Oh amigos! Bebed a plenitud de esta corriente cristalina que fluye por la gracia celestial de Aquel que es el Señor de los Nombres. Dejad que, en Mi nombre, otros participen de sus aguas, para que los gobernantes de todos los países reconozcan plenamente el propósito para el cual la Verdad Eterna ha sido revelada y la razón por la cual ellos mismos han sido creados.

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CX. El Gran Ser dice: ¡Oh hijos de los hombres! El propósito fundamental que anima a la Fe de Dios y a Su Religión es proteger los intereses de la raza humana, promover su unidad y estimular el espíritu de amor y fraternidad entre sus miembros. No dejéis que se convierta en fuente de disensión y discordia, de odio y enemistad. Éste es el Camino recto, el cimiento fijo e inamovible. Los cambios y azares del mundo nunca podrán menoscabar la resistencia de todo lo que sea erigido sobre este cimiento, ni el transcurso de incontables siglos podrá socavar su estructura. Nuestra esperanza es que los jefes religiosos del mundo y sus gobernantes, unidos, se dispongan a reformar esta edad y rehabilitar su destino. Que después de haber meditado sobre sus necesidades, se reúnan a consultar y, mediante deliberación ferviente y plena, suministren a este mundo enfermo y penosamente afligido el remedio que requiere. Incumbe a las autoridades observar moderación en todas las cosas. Todo lo que traspase los límites de la moderación cesará de ejercer influencia beneficiosa. Considerad, por ejemplo, la libertad, la civilización y cosas similares. Por muy favorablemente que las estimen los dotados de entendimiento, éstas, si son llevadas a exceso, ejercerán influencia perniciosa sobre las gentes. Conceda Dios que los pueblos del mundo, como resultado de los elevados esfuerzos hechos por sus gobernantes y sabios y eruditos, sean conducidos a reconocer lo que más les conviene. ¿Hasta cuándo persistirá la humanidad en su descarrío? ¿Hasta cuándo continuará la injusticia? ¿Hasta cuándo reinarán el caos y la confusión entre las gentes? ¿Hasta cuándo agitará la discordia la faz de la sociedad? Los vientos de la desesperación, lamentablemente, soplan desde todas direcciones, y la contienda que divide y aflige a la raza humana crece día a día. Ya se perciben los signos de convulsiones y caos inminentes, por cuanto el orden prevaleciente resulta ser deplorablemente defectuoso. Imploro a Dios, exaltada sea Su gloria, que benévolamente despierte a los pueblos de la tierra, que conceda que les sea provechoso el resultado de su conducta y les ayude a realizar lo que es digno de su posición.

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CXI. ¡Oh pueblos y linajes contendientes de la tierra! Dirigid el rostro hacia la unidad y dejad que el fulgor de su luz brille sobre vosotros. Reuníos y, por amor a Dios, decidíos a extirpar todo lo que sea fuente de discordia entre vosotros. Entonces, el resplandor del gran Luminar del mundo envolverá a toda la tierra y sus habitantes llegarán a ser los ciudadanos de una sola ciudad y los ocupantes de un solo trono. Este Agraviado, desde los primeros días de Su vida, nunca ha tenido otro deseo más que éste, ni sentirá anhelo alguno que no sea este anhelo. Es indudable que los pueblos del mundo de cualquier raza o religión derivan su inspiración de una sola Fuente celestial y son los súbditos de un solo Dios. La diferencia entre las disposiciones por las que se rigen debe ser atribuida a los requisitos y exigencias variables de la época en que fueron reveladas. Todas ellas, excepto algunas que son producto de la perversidad humana, fueron ordenadas por Dios y son el reflejo de Su Voluntad y Propósito. Levantaos y, armados con el poder de la fe, despedazad los dioses de vuestras vanas imaginaciones, los sembradores de disensión entre vosotros. Aferraos a aquello que os junte y os una. Esto es, en verdad, la más exaltada Palabra que el Libro Madre ha enviado y revelado a vosotros. Esto lo atestigua la Lengua de Grandeza desde Su morada de gloria.

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CXII. Ved los disturbios que por muchos años han afligido a la tierra y la perturbación que ha azotado a sus pueblos. Ora ha sido asolada por guerras, ora atormentada por calamidades repentinas e imprevistas. A pesar de que el mundo está rodeado de miseria y sufrimiento, nadie se ha detenido a reflexionar sobre cuál ha de ser la causa o fuente de ello. Cada vez que el Verdadero Consejero pronunciaba una palabra de amonestación, he aquí que todos Le denunciaban como autor de maldad y rechazaban Su afirmación. ¡Cuán incomprensible y desconcertante es tal conducta! No hay dos personas de quienes pueda decirse que están unidas tanto interior como exteriormente. Las señales de discordia y malevolencia son evidentes en todas partes, a pesar de que todos fueron creados para la armonía y la unión. El Gran Ser dice: ¡Oh bienamados! Ha sido erigido el tabernáculo de la unidad; no os miréis como extraños los unos a los otros. Sois los frutos de un solo árbol y las hojas de una sola rama. Abrigamos la esperanza de que la luz de la justicia brille sobre el mundo y lo purifique de la tiranía. Si los gobernantes y reyes de la tierra, los símbolos del poder de Dios -- exaltada sea Su gloria -- se disponen con firme propósito a dedicarse a cuanto promueva los más altos intereses de toda la humanidad, ciertamente, será establecido el reinado de la justicia entre los hijos de los hombres y el fulgor de su luz envolverá toda la tierra. El Gran Ser dice: La estructura de la estabilidad y el orden mundial ha sido erigida sobre los dos pilares de la recompensa y el castigo y continuará siendo sostenida por ellos. En otro pasaje Él ha escrito: ¡Prestad atención, oh concurso de gobernantes del mundo! No hay fuerza en la tierra que pueda igualarse en su poder conquistador a la fuerza de la justicia y sabiduría... Bienaventurado es el rey que marcha con el emblema de la sabiduría desplegado al frente y con los batallones de la justicia formados trás él. Él es, en verdad, el ornamento que adorna la frente de la paz y el semblante de la seguridad. No hay ninguna duda de que si el sol de la justicia, que las nubes de la tiranía han oscurecido, derramara su luz sobre la humanidad, la faz de la tierra se transformaría completamente.

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CXIII. ¿Imaginas, oh Ministro del Sháh en la Ciudad (Constantinopla), que Yo tengo en Mis manos el destino final de la Causa de Dios? ¿Piensas que Mi encarcelamiento o la vergüenza que he tenido que soportar, o incluso Mi muerte y completa aniquilación, pueden desviar su curso? ¡Infame es lo que has imaginado en tu corazón! Tú eres ciertamente de aquellos que siguen las vanas imaginaciones que conciben sus corazones. No hay Dios sino Él. Potente es Él para manifestar Su Causa, y para exaltar Su testimonio, y para establecer todo lo que sea Su Voluntad, y para elevarla a una posición tan eminente que ni tus propias manos ni las de quienes se han apartado de Él podrán tocarla ni dañarla jamás.

¿Crees que tienes poder para frustrar Su Voluntad, impedirle ejecutar Su juicio o evitar que ejerza Su soberanía? ¿Pretendes que algo de lo que haya en los cielos o en la tierra puede resistir Su Fe? ¡No, por Aquel que es la Verdad Eterna! Nada, en toda la creación, puede frustrar Su Propósito. Desecha, por tanto, la vana presunción que persigues, pues la mera presunción no podrá jamás tomar el lugar de la verdad. Sé tú de aquellos que de verdad se han arrepentido y han retornado a Dios, Quien te ha creado, te ha alimentado y te ha hecho un ministro entre los que profesan tu fe.

Además, has de saber que Él es Quien, por Su propio deseo, ha creado todo lo que está en los cielos y todo lo que está en la tierra. ¿Cómo puede vencerle, entonces, aquello que ha sido creado por Su mandato? ¡Excelso es Dios sobre lo que podéis imaginar de Él, oh gentes de malevolencia! Si esta Causa es de Dios, nadie puede derrotarla; y si no es de Dios, los teólogos entre vosotros, los que siguen sus deseos corruptos y quienes se han rebelado contra Él seguramente bastarán para vencerla.

¿No has oído lo que un hombre de la familia del Faraón, un creyente, ha dicho antaño, y que Dios contó a Su Apóstol, a Quien Él ha elegido por encima de todos los seres humanos, ha confiado Su Mensaje y ha hecho que sea la fuente de Su misericordia para todos los que moran en la tierra? Él dijo, y Él ciertamente habla la verdad: «¿Vais a matar a un hombre por el hecho de decir “Mi Señor es Dios” siendo así que os ha traído las pruebas de vuestro Señor? Si miente, su mentira recaerá sobre él. Pero, si dice verdad, os alcanzará algo de aquello con que os amenaza». Esto es lo que Dios ha revelado a Su Bienamado, en Su Libro infalible.

Y, sin embargo, no habéis prestado oídos a Su llamada, habéis desatendido Su ley, habéis rechazado Su consejo, según está consignado en Su Libro, y habéis sido de los que se han desviado lejos de Él. ¡Cuántos son aquellos que cada año y cada mes han muerto a causa de vosotros! ¡Cuán múltiples las injusticias que habéis perpetrado, injusticias tales que los ojos de la creación no han visto nada igual, ni cronista alguno ha puesto jamás por escrito! ¡Cuán numerosos los niños y criaturas que quedaron huérfanos, y los padres que perdieron a sus hijos a causa de vuestra crueldad, oh vosotros, obradores de injusticia! ¡Cuán a menudo la hermana ha llorado desconsolada la muerte de su hermano, y cuántas veces la esposa ha lamentado la desaparición de su esposo y único sostenedor!

Vuestra iniquidad creció cada vez más hasta que disteis muerte a Aquel que nunca había apartado Su vista de la faz de Dios, el Exaltadísimo, el Magno. ¡Si por lo menos Le hubierais matado de la manera que los hombres suelen matarse! Le matasteis empero en tales circunstancias que nadie ha presenciado jamás. Los cielos lloraron penosamente por Él y las almas de los que están cerca de Dios clamaron por Su aflicción. ¿No era Él un Vástago de la antigua Casa de vuestro Profeta? ¿No se había difundido entre vosotros Su fama de ser descendiente directo del Apóstol? ¿Por qué, entonces, Le infligisteis lo que nadie, por lejos que miréis atrás hacia el pasado, ha infligido a otro? ¡Por Dios! ¡El ojo de la creación no ha visto a nadie como vosotros! ¡Matáis a Aquel que es Vástago de la Casa de vuestro Profeta y os regocijáis y divertís mientras estáis sentados en vuestros asientos de honor! ¡Pronunciáis vuestras imprecaciones contra los que fueron antes de vosotros, y que han perpetrado lo que vosotros habéis perpetrado, y permanecéis todo el tiempo sin reparar en vuestras atrocidades!

Sed justos en vuestro juicio. ¿Aquellos a quienes maldecís, contra quienes invocáis el mal, actuaron de forma diferente a vosotros? ¿No han matado al descendiente de su Profeta tal como vosotros habéis matado al descendiente del vuestro? ¿No es vuestra conducta similar a la de ellos? ¿Cómo, entonces, pretendéis ser diferentes de ellos, oh sembradores de disensión entre la gente?

Y cuando Le quitasteis la vida, uno de Sus seguidores se dispuso a vengar Su muerte. Era un desconocido, y el propósito que había concebido no fue notado por nadie. Éste acabó por efectuar lo que estaba predestinado. Os incumbe, por lo tanto, no culpar a nadie sino a vosotros mismos por lo que habéis cometido, si juzgáis con rectitud. ¿Quién en toda la tierra ha hecho lo que vosotros habéis hecho? ¡Nadie, por Aquel que es el Señor de todos los mundos!

Todos los gobernantes y reyes de la tierra honran y reverencian a los descendientes de sus Profetas y santos, si al menos pudierais comprenderlo. Vosotros, en cambio, sois responsables de unos hechos semejantes a los cuales no ha cometido nadie jamás. Vuestros delitos han sido la causa de que todo corazón comprensivo se consuma de dolor. Y sin embargo, habéis permanecido sumidos en vuestra negligencia y no habéis comprendido la iniquidad de vuestras acciones.

Persististeis en vuestro descarrío hasta que os alzasteis contra Nos, aunque no habíamos hecho nada que justificara vuestra enemistad. ¿No teméis a Dios, Quien os ha creado, Quien os ha modelado, Quien os ha hecho lograr vuestra fuerza y Quien os ha unido a los que se han resignado a Él (musulmanes)? ¿Hasta cuándo vais a persistir en vuestro descarrío? ¿Hasta cuándo rehusaréis reflexionar? ¿Cuánto tiempo ha de pasar hasta que salgáis de vuestro letargo y despertéis de vuestra negligencia? ¿Hasta cuándo permaneceréis inconscientes de la verdad?

Reflexionad en vuestros corazones. A pesar de vuestro comportamiento y de lo que vuestras manos han hecho, ¿habéis conseguido extinguir el fuego de Dios o apagar la luz de Su Revelación, una luz que ha envuelto con su brillo a quienes están sumergidos en los ondulantes océanos de la inmortalidad, y ha atraído a las almas de los que verdaderamente creen en Su unidad y la defienden? ¿No sabéis que la Mano de Dios está por encima de vuestra mano, que Su irrevocable Decreto trasciende todas vuestras maquinaciones, que El tiene supremo poder sobre Sus siervos, que Él es capaz de cumplir Su propósito, que Él hace lo que desea, que a Él no Se Le debe pedir cuentas de lo que sea Su voluntad, que Él ordena lo que Le place, que Él es el Más Poderoso, el Omnipotente? Si creéis que esto es la verdad, ¿por qué entonces no dejáis de causar disturbios y os quedáis en paz?

Cada día perpetráis una nueva injusticia y Me tratáis como Me tratasteis en épocas pasadas, aunque jamás intenté entrometerme en vuestros asuntos. Nunca Me opuse a vosotros, ni Me rebelé contra vuestras leyes. ¡He aquí que finalmente Me encarcelasteis en esta tierra lejana! Sin embargo, sabed ciertamente que nada que hayan hecho vuestras manos o las manos de los infieles pudo nunca en el pasado ni jamás podrá en el futuro cambiar la Causa de Dios ni alterar Sus procedimientos.

¡Prestad atención a Mi advertencia, pueblo de Persia! Si Me matáis, de cierto, Dios levantará a alguien que ocupará el asiento dejado por Mi muerte, porque tal es el método que Dios ha llevado a efecto antaño, y no podréis encontrar cambio en la forma de proceder de Dios. ¿Tratáis de extinguir la luz de Dios que brilla en Su tierra? Dios detesta lo que deseáis. Él perfeccionará Su luz a pesar de que vosotros la aborrecéis en lo íntimo de vuestros corazones.

Detente por un momento y reflexiona, oh Ministro, y sé justo en tu juicio. ¿Qué hemos cometido que justifique el que Nos hayas difamado ante los Ministros del Rey, hayas seguido tus deseos, hayas tergiversado la verdad y expuesto tus calumnias contra Nos? Nunca nos hemos visto excepto cuando te conocimos en la casa de tu padre en los días en que se conmemoraba el martirio del Imán Ḥusayn. En esas ocasiones nadie tenía oportunidad de dar a conocer a otros sus opiniones o creencias ni en conversación ni en discurso. Reconocerás la verdad de Mis palabras si eres de los veraces. No he frecuentado otras reuniones en las que pudieras haber conocido Mi pensamiento o algún otro pudiera haberlo hecho. ¿Cómo entonces pronunciaste tu veredicto contra Mí, cuando no habías oído Mi testimonio de Mis propios labios? ¿No has escuchado lo que Dios, exaltada sea Su gloria, ha dicho, “No digáis a todo el que os salude al encontraros: ‘Tú no eres un creyente’”. “No rechacéis a los que en la mañana y en la noche suplican a su Señor, ansiosos de contemplar Su faz”. ¡Tú, en verdad, has incumplido lo que el Libro de Dios ha prescrito y no obstante te consideras un creyente!

A pesar de lo que has hecho - y de esto Dios es Mi testigo - no guardo rencor contra ti ni contra nadie, aunque de ti y de otros recibimos tal daño que ningún creyente en la unidad de Dios puede soportar. Mi causa no está en manos de nadie sino de Dios y Mi confianza no está en ningún otro más que en Él. Dentro de poco acabarán vuestros días, así como pasarán los días de quienes se vanaglorian con exorbitante orgullo ante sus semejantes. ¡Pronto seréis reunidos en presencia de Dios, y seréis interrogados sobre vuestras acciones y obtendréis el pago por lo que vuestras manos han hecho, y desdichada es la morada de los hacedores de iniquidad!

¡Por Dios! Si te dieras cuenta de lo que has hecho, seguramente llorarías tristemente por ti mismo, huirías hacia Dios en busca de refugio, te desconsolarías y te lamentarías todos los días de tu vida hasta que Dios te perdonara, pues Él es en verdad el Más Generoso, el Munífico. Sin embargo, persistirás en tu negligencia hasta la hora de tu muerte, por cuanto con todo tu corazón, tu alma y más íntimo ser te has ocupado con las vanidades del mundo. Después de tu partida, descubrirás lo que te hemos revelado y encontrarás todas tus acciones registradas en el Libro en el cual se anotan las obras de todos los que viven en la tierra, sean éstas mayores o menores que el peso de un átomo. Atiende, por tanto, Mi consejo y escucha con el oído de tu corazón Mis palabras y no las descuides, ni seas de los que rechazan Mi verdad. No te gloríes de las cosas que te han sido dadas. Pon ante tus ojos lo que ha sido revelado en el Libro de Dios, Quien ayuda en el peligro, el Todoglorioso: “Y cuando habían olvidado sus advertencias, les abrimos las puertas de todas las cosas”, así como te abrimos a ti y a tus iguales las puertas de esta tierra y de sus ornamentos. Aguarda, por tanto, lo que ha sido prometido en la última parte de este santo versículo, pues ésta es una promesa de Aquel que es el Todopoderoso, el Omnisapiente, promesa que no resultará ser falsa.

No conozco el camino que habéis escogido y que holláis, ¡oh congregación de los que Me deseáis el mal! ¡Os convocamos hacia Dios, os recordamos Su Día, os anunciamos las nuevas de vuestra reunión con Él, os atraemos a Su corte y os enviamos señales de Su maravillosa sabiduría, y aun así, ved cómo Nos rechazáis, cómo Nos condenáis como a un infiel mediante lo que vuestros mendaces labios han pronunciado, cómo tramáis vuestras maquinaciones contra Nos! Y cuando os manifestamos lo que Dios, por Su munífico favor, Nos ha concedido, decís “Esto no es sino magia evidente”. Las mismas palabras fueron dichas por las generaciones anteriores a vosotros, que eran lo que sois vosotros, si tan sólo lo comprendierais. Con esto, os habéis privado de la munificencia de Dios y de Su gracia, y jamás las obtendréis hasta el día en que Dios haya juzgado entre Nos y vosotros, y Él, ciertamente, es el mejor de los jueces.

Algunos de entre vosotros han dicho: “Él es Quien ha pretendido ser Dios”. ¡Por Dios! Ésa es una grave calumnia. No soy sino un siervo de Dios que ha creído en Él, y en Sus signos, y en Sus profetas y en Sus ángeles. Mi lengua, y Mi corazón, y Mi ser interior y exterior atestiguan que no hay Dios sino Él, que todos los demás han sido creados por Su mandato y modelados por la acción de Su Voluntad. No hay otro Dios sino Él, el Creador, el Resucitador de los muertos, Quien da la vida, Quien da la muerte. Yo soy Aquel que esparce los favores con que Dios, por Su munificencia, Me ha favorecido. Si ésta es Mi transgresión, entonces soy ciertamente el primero de los transgresores. Yo y Mis parientes estamos a vuestra merced. Haced lo que os plazca y no seáis de los que vacilan, para que Yo pueda volver a Dios Mi Señor, y alcanzar el lugar donde ya no vea vuestras caras. Esto, verdaderamente, es Mi mayor anhelo, Mi más ardiente deseo. De Mi condición, en verdad, Dios está suficientemente enterado y es observante.

¡Imagina que estás bajo los ojos de Dios, oh Ministro! Si no Le ves a Él, en verdad, Él sí te ve claramente. Observa y juzga Nuestra Causa con justicia. ¿Qué hemos cometido que te haya inducido a levantarte contra Nos y calumniarnos ante la gente, si eres de los que son justos? Partimos de Teherán por mandato del Rey y, a su petición, trasladamos Nuestra residencia a Iráq. Si hubiese transgredido contra él, ¿por qué entonces Me liberó? Y si estaba libre de culpa, ¿por qué razón Nos afligisteis con tales tribulaciones que nadie entre los que profesan vuestra fe ha sufrido? ¿Alguna de Mis acciones, después de Mi llegada a Iráq, ha socavado la autoridad del gobierno? ¿Quién puede decir que ha percibido algo reprensible en Nuestro comportamiento? Pregunta tú mismo entre su pueblo, para que seas de aquellos que han aclarado la verdad.

Durante once años vivimos en esa tierra, hasta que llegó el Ministro que representaba a tu gobierno, cuyo nombre Nuestra pluma abomina mencionar, quien era dado a la bebida, quien seguía sus pasiones, y cometía iniquidad, y era corrupto y corrompía a Iráq. Esto lo atestiguarían la mayoría de los habitantes de Bagdad, si quisieras inquirir de ellos y fueras de los que buscan la verdad. Fue él quien se apoderó ilícitamente de los bienes de sus congéneres, quien rechazó todos los mandamientos de Dios y perpetró todo lo que Dios ha prohibido. Finalmente, siguiendo sus deseos, se levantó contra Nos y caminó por la senda de los injustos. En su carta dirigida a ti Nos acusó, y tú le creíste y seguiste su camino, sin requerir de él ninguna prueba ni testimonio fidedigno. No pediste ninguna explicación ni trataste de investigar o comprobar el asunto, para que la verdad fuese distinguida de la falsedad ante tus ojos y tuvieses claridad de discernimiento. Indaga tú mismo qué clase de hombre era, consultando a los Ministros que estaban en ese tiempo en Iráq, como asimismo al Gobernador de la Ciudad (Bagdad) y a su primer Consejero, para que te sea revelada la verdad y seas de los bien informados.

¡Dios es Nuestro testigo! En ninguna circunstancia hemos mostrado oposición ni a él ni a otros. Observamos, en todas condiciones, los preceptos de Dios y nunca fuimos de los que provocaban desórdenes. Esto lo atestigua él mismo. Su intención era prendernos y enviarnos de vuelta a Persia, para poder así exaltar su fama y reputación. Tú has cometido el mismo crimen y con el mismo propósito. Ambos sois de la misma condición a los ojos de Dios, el soberano Señor de todo, el Omnisciente.

No es Nuestro propósito al dirigirte estas palabras aliviar el peso de Nuestra aflicción, o inducirte a interceder por Nos ante nadie. ¡No, por Aquel que es el Señor de todos los mundos! Hemos expuesto todo este asunto ante ti, para que quizá te des cuenta de lo que has hecho, desistas de infligir a otros el daño que tú Nos has infligido, y seas de los que se han arrepentido verdaderamente ante Dios, Quien te creó a ti y a todas las cosas, y actúes con discernimiento en el futuro. Esto es mejor para ti que todo cuanto posees y que tu ministerio, cuyos días están contados.

Ten cuidado de no ser inducido a tolerar la injusticia. Asienta tu corazón sobre la justicia, y no alteres la Causa de Dios, y sé de aquellos cuyos ojos están dirigidos hacia las cosas que han sido reveladas en Su Libro. No sigas, en ninguna circunstancia, los impulsos de tus malos deseos. Guarda la ley de Dios, tu Señor, el Benéfico, el Anciano de Días. Tú, con toda seguridad, volverás al polvo y perecerás como todas las cosas con que te deleitas. Esto lo ha dicho la Lengua de la verdad y gloria.

¿Acaso no recuerdas la advertencia de Dios pronunciada en tiempos pasados, para que seas de aquellos que acatan Su advertencia? Él dijo, y Él, ciertamente, habla la verdad: “De ella (la tierra) os hemos creado y a ella os retornaremos y de ella os sacaremos una segunda vez”. Esto es lo que Dios ha ordenado para todos los que moran en la tierra, ya sean de elevada o de humilde condición. No corresponde, por tanto, a aquel que fue creado del polvo, que volverá a éste y será nuevamente sacado de él, henchirse de orgullo ante Dios y ante Sus amados, menospreciarlos altivamente y estar lleno de desdeñosa arrogancia. Más bien, te corresponde a ti y a aquellos semejantes a ti someteros a Quienes son las Manifestaciones de la unidad de Dios, y mostrar humilde deferencia hacia los fieles, que han abandonado todo por causa de Dios y se han desprendido de las cosas que absorben la atención de las gentes y las extravían del camino de Dios, el Todoglorioso, el Alabado. Así os enviamos lo que os aprovechará a vosotros y a quienes han puesto toda su fe y confianza en su Señor.

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CXIV. Escucha, oh Rey (Sultán ‘Abdu’l-‘Azíz) la palabra de Aquel que habla la verdad, Quien no te pide que Le recompenses con aquello que Dios ha determinado conferirte, Quien, sin errar, huella el Camino recto. Él es Quien te convoca ante Dios, tu Señor, Quien te muestra el rumbo correcto, la senda que lleva a la verdadera felicidad, para que quizá seas de los bienaventurados.

Ten cuidado, oh Rey, no te rodees de aquellos ministros que siguen los deseos de una inclinación corrupta, que han desechado lo que ha sido encomendado en sus manos y manifiestamente han traicionado la confianza puesta en ellos. Sé generoso con los demás como Dios ha sido generoso contigo y no abandones los intereses de tu pueblo a merced de ministros como éstos. No deseches el temor a Dios y sé de los que obran con rectitud. Rodéate de ministros en quienes puedas percibir la fragancia de la fe y la justicia, consulta con ellos, y opta por lo que sea lo mejor a tu vista, y sé de los que obran con generosidad.

Has de saber con certeza que quien no cree en Dios no es digno de confianza ni veraz. Esto es de hecho la verdad, la indudable verdad. Quien traicione a Dios también traicionará a su rey. Nada puede apartar a esa persona del mal, nada puede impedirle traicionar a su prójimo, nada puede inducirle a actuar con rectitud.

Ten cuidado de no entregar las riendas de los asuntos de tu estado en manos de otros, y no pongas tu confianza en ministros indignos de tu crédito, y no seas de los que viven en negligencia. Rehúye a aquellos cuyos corazones se han apartado de ti, no pongas tu confianza en ellos ni les encomiendes tus asuntos ni los asuntos de los que profesan tu fe. Debes estar alerta: no vayas a permitir que el lobo llegue a ser pastor del rebaño de Dios, y no abandones el destino de Sus amados a merced de los malévolos. No esperes que los que violan las disposiciones de Dios sean veraces ni sinceros en la fe que profesan. Evítalos y mantén guardia estricta sobre ti mismo, no sea que sus maquinaciones y maldades te dañen. Apártate de ellos y fija tu mirada en Dios, tu Señor, el Todoglorioso, el Más Generoso. Dios, ciertamente, estará con aquel que se entregue por completo a Dios; y Él, verdaderamente, protegerá a aquel que ponga toda su confianza en Dios de todo lo que pueda dañarle, y le escudará de la iniquidad de todo confabulador

Si prestaras oído a Mi voz y siguieras Mi consejo, Dios te exaltaría a tan eminente posición que los designios de nadie sobre la tierra podrían nunca tocarte ni lastimarte. Observa, oh Rey, con lo más íntimo de tu corazón y con todo tu ser, los preceptos de Dios y no camines por las sendas del opresor. Toma las riendas de los asuntos de tu pueblo y sostenlas firmes en la mano de tu poder, y examina personalmente cualquier cosa que les concierna. Que nada se te escape, pues en ello está el bien supremo.

Da gracias a Dios por haberte escogido a ti entre el mundo entero y haberte hecho rey de los que profesan tu fe. Te corresponde apreciar los maravillosos favores con que Dios te ha favorecido y magnificar continuamente Su nombre. Le alabarás de la mejor manera si amas a Sus amados y resguardas y proteges a Sus siervos de la maldad de los pérfidos, para que nadie los siga oprimiendo. Deberías, además, levantarte a imponer la ley de Dios entre ellos, para que seas de los que están firmemente establecidos en Su ley.

Si hicieras que ríos de justicia difundieran sus aguas entre tus súbditos, Dios de seguro te ayudaría con las huestes de lo invisible y de lo visible, y te fortalecería en tus asuntos. No hay Dios sino Él. Toda la creación y su imperio son Suyos. A Él vuelven las obras de los fieles.

No te fíes de tus tesoros. Pon toda tu fe en la gracia de Dios, tu Señor. Que Él sea tu confianza en todo lo que hagas, y sé de los que se han sometido a Su Voluntad. Que Él sea tu ayuda, y enriquécete con Sus tesoros, pues con Él están los tesoros de los cielos y de la tierra. Él los concede a quien quiere, y a quien quiere se los niega. No hay otro Dios sino Él, el Poseedor, el Alabado. Todos son sólo indigentes ante la puerta de Su misericordia; todos son impotentes ante la revelación de Su soberanía, e imploran Sus favores.

No sobrepases los límites de la moderación, y procede justamente con quienes te sirven. Dales lo que sea acorde a sus necesidades, pero no lo que les permita acumular riquezas para adornarse a sí mismos, embellecer sus hogares, adquirir cosas que no son de ningún beneficio para ellos, y ser contados entre los derrochadores. Procede con ellos con justicia inflexible, de modo que ninguno sufra privación ni sea mimado con lujos. Esto no es sino justicia manifiesta.

No permitas que los abyectos gobiernen y dominen a quienes son nobles y dignos de honor, y no dejes que los magnánimos estén a merced de los despreciables e indignos, pues esto es lo que Nos observamos a Nuestra llegada a la Ciudad (Constantinopla), y de ello damos testimonio. Entre sus habitantes, encontramos que algunos que poseían una fortuna opulenta y vivían en medio de excesiva riqueza, en tanto que otros se hallaban en penosa necesidad y pobreza miserable. Esto es impropio de tu soberanía e indigno de tu posición.

Que Mi consejo te sea aceptable, y esfuérzate por gobernar con equidad entre las gentes, para que Dios exalte tu nombre y difunda la fama de tu justicia en todo el mundo. Ten cuidado, no sea que enriquezcas a tus ministros a expensas de tus súbditos. Teme los suspiros de los pobres y de los rectos de corazón, quienes al amanecer de cada día deploran su condición, y sé para ellos un soberano benigno. Ellos, en verdad, son tus tesoros sobre la tierra. Te atañe, por tanto, proteger tus tesoros de los asaltos de quienes desean robarte. Investiga sus asuntos e indaga cada año, es más, cada mes, su situación, y no seas de los que son descuidados con sus deberes.

Pon ante tus ojos la infalible Balanza de Dios, y como si estuvieras en Su Presencia, sopesa en esa Balanza tus acciones cada día, en cada momento de tu vida. Hazte un examen de conciencia antes de que seas llamado a rendir cuentas, en el Día en que nadie tendrá fuerza para sostenerse por temor a Dios, Día en que se hará estremecer los corazones de los desatentos.

Incumbe a todo rey ser tan generoso como el sol, que estimula el crecimiento de todos los seres y da a cada uno lo que se merece, cuyos beneficios no son inherentes a él, sino que son ordenados por Aquel que es el Omnipotente, el Todopoderoso. El Rey debería ser tan generoso, tan munífico en su misericordia como las nubes, las efusiones de cuya generosidad son derramadas sobre todas las tierras, por el mandato de Aquel que es el Supremo Ordenador, el Omnisciente.

Ten cuidado de no confiar los asuntos de Estado enteramente en manos de otro. Nadie puede cumplir tus funciones mejor que tú mismo. Así te aclaramos Nuestras palabras de sabiduría y hacemos descender sobre ti lo que te permitirá pasar de la siniestra de la opresión a la diestra de la justicia, y aproximarte al resplandeciente océano de Sus favores. Así es la senda que han hollado los reyes que fueron antes de ti, quienes actuaron equitativamente con sus súbditos y caminaron por las vías de inflexible justicia.

Tú eres la sombra de Dios en la tierra. Por lo tanto, esfuérzate por actuar de la manera que corresponda a una posición tan augusta. Si dejas de seguir las cosas que hemos hecho descender sobre ti y te hemos enseñado, ciertamente menoscabarás este grande e inapreciable honor. Vuelve entonces y aférrate enteramente a Dios, y purifica tu corazón del mundo y todas sus vanidades, y no permitas que el amor hacia un extraño entre y more en él. Mientras no hayas purificado tu corazón de todo vestigio de ese amor, sobre él no podrá derramar su resplandor el brillo de la luz de Dios, porque Dios no ha dado a nadie más que un solo corazón. Verdaderamente, esto ha sido decretado y escrito en Su antiguo Libro. Y ya que el corazón humano, tal como Dios lo ha modelado, es uno e indiviso, te incumbe cuidar que su amor sea también uno e indiviso. Aférrate, por tanto, con todo el afecto de tu corazón, a Su amor, y deslígalo del amor a cualquier otro fuera de Él, para que Él te ayude a sumergirte en el océano de Su unidad, y te permita ser un verdadero sostenedor de Su unicidad. Dios es Mi testigo. Mi único propósito al revelarte estas palabras es purificarte de las cosas transitorias de la tierra y ayudarte a entrar en el dominio de gloria sempiterna, para que, con el consentimiento de Dios, seas de los que moran y gobiernan allí...

¡Juro por Dios, oh Rey! No es Mi deseo presentarte Mi queja contra quienes Me persiguen. Solamente expreso Mi pena y sufrimiento a Dios, Quien Me ha creado a Mí y a ellos, Quien conoce bien nuestra condición y Quien vigila todas las cosas. Mi deseo es advertirles de las consecuencias de sus acciones, para que quizá desistan de tratar a otros como Me han tratado a Mí, y sean de los que atienden Mi advertencia.

Las tribulaciones que Nos han sobrevenido, la privación que sufrimos, las variadas dificultades que Nos han rodeado, todas pasarán, como pasarán asimismo los placeres con que se regocijan ellos y la opulencia de que disfrutan. Ésta es la verdad que nadie sobre la tierra puede rechazar. Pronto se acabarán los días en que hemos sido compelidos a habitar en el polvo, al igual que los días en que ellos ocupaban los asientos de honor. Dios, de seguro, juzgará con verdad entre Nos y ellos, y Él, ciertamente, es el mejor de los jueces.

Damos gracias a Dios por todo lo que Nos ha acontecido, y sobrellevamos pacientemente las cosas que Él ha ordenado en el pasado o que ha de ordenar en el futuro. En Él he depositado Mi confianza, y en Sus manos he encomendado Mi Causa. Él, ciertamente, retribuirá a todos los que resisten con paciencia y ponen su confianza en Él. Suya es la creación y su imperio. Él exalta a quien quiere, y a quien quiere Él rebaja. A Él no Se Le han de pedir cuentas de Sus hechos. Él, verdaderamente, es el Todoglorioso, el Omnipotente.

Que tu oído esté atento, oh Rey, a las palabras que te hemos dirigido. Haz que el opresor desista de su tiranía y separa a los perpetradores de injusticia de entre quienes profesan tu fe. ¡Por la rectitud de Dios! Las tribulaciones que hemos soportado son tales que cualquier pluma que las narre no puede ser sino sobrecogida por la angustia. Ninguno de los que creen de verdad en la unidad de Dios y la defienden puede soportar el peso de su narración. Tan grandes han sido Nuestros sufrimientos que hasta los ojos de Nuestros enemigos han llorado por Nos y, más allá de ellos, los de toda persona perspicaz. Y hemos sido sometidos a todas estas pruebas a pesar de Nuestra acción de dirigirnos a ti y de exhortar al pueblo a ponerse a tu sombra, para que fueras una fortaleza para los que creen en la unidad de Dios y la defienden.

¿Acaso alguna vez, oh Rey, te he desobedecido? ¿Alguna vez he transgredido alguna de tus leyes? ¿Puede alguno de los ministros que te representaban en Iráq aducir alguna prueba que establezca mi deslealtad hacia ti? ¡No, por Aquel que es el Señor de todos los mundos! Ni por un breve instante Nos rebelamos contra ti ni contra ninguno de tus ministros. Y nunca, Dios mediante, Nos sublevaremos contra ti, aunque seamos expuestos a pruebas más severas que ninguna de las que hayamos sufrido en el pasado.

De día y de noche, por la tarde y al amanecer, oramos a Dios por ti, para que benévolamente te ayude a ser obediente a Él, y a observar Su mandamiento, para que te proteja de las huestes de los malvados. Haz, por tanto, como te plazca y trátanos como corresponda a tu posición y sea digno de tu soberanía. No seas negligente con la ley de Dios en todo lo que desees lograr, ahora o en los días por venir. Di: ¡Alabado sea Dios, Señor de todos los mundos!

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CXV. La Pluma de la Revelación, oh Dhabíḥ, en la mayoría de las Tablas divinamente reveladas, ha consignado estas palabras: Hemos amonestado a todos los amados de Dios a que tengan cuidado de que la orla de Nuestra sagrada vestidura no sea manchada con la inmundicia de acciones ilícitas o ensuciada con el polvo de una conducta reprensible. Además, les hemos exhortado a fijar su mirada en todo lo que ha sido revelado en Nuestras Tablas. Si su oído interior hubiera estado atento a los consejos divinos que han brillado en la Aurora de la Pluma del Todomisericordioso, y si hubieran hecho caso de Su Voz, la mayoría de los pueblos de la tierra ya habrían sido adornados con el ornamento de Su guía. Empero, ha ocurrido lo que había sido preordinado.

Una vez más, la Lengua del Anciano de Días, desde ésta, la Más Grande Prisión, revela estas palabras que están consignadas en este Pergamino de nívea blancura: ¡Oh vosotros, los bienamados del único Dios verdadero! Trascended los estrechos retiros de vuestros deseos malos y corruptos, avanzad hacia la vasta inmensidad del reino de Dios, y morad en los prados de la santidad y del desprendimiento para que la fragancia de vuestras obras guíe a toda la humanidad al océano de la imperecedera gloria de Dios. Absteneos de ocuparos en los asuntos de este mundo y de todo lo que pertenece a él, o de mezclaros en las actividades de los que son sus jefes visibles.

El único Dios verdadero, exaltada sea Su gloria, ha concedido a los reyes el gobierno del mundo. A nadie se le ha dado el derecho de actuar de una manera contraria a las opiniones respetables de quienes tienen autoridad. Lo que Él ha reservado para Sí son las ciudades de los corazones humanos; y los amados de Quien es la Verdad Soberana son en este Día como sus llaves. Quiera Dios que todos ellos sean capacitados para abrir, mediante el poder del Más Grande Nombre, las puertas de estas ciudades. Esto es lo que significa ayudar al único Dios verdadero, tema al que se ha referido en todos Sus Libros y Tablas la Pluma de Quien hace que rompa el alba.

Incumbe, asimismo, a los amados de Dios ser indulgentes con sus semejantes, estar tan santificados y desprendidos de todas las cosas, y mostrar tal sinceridad y equidad, que todos los pueblos de la tierra puedan reconocer que ellos son los fiduciarios de Dios entre las gentes. Considera a qué elevadas alturas se han remontado los mandatos del Todopoderoso, y cuán abyecta es la habitación donde viven estas almas endebles. Bienaventurados son aquellos que, en alas de la certeza, han volado por los cielos que ha desplegado la Pluma de tu Señor, el Todomisericordioso.

Mira, oh Dhabíḥ, las obras que ha producido Dios, la Soberana Verdad. Di tú: ¡Cuán grande, cuán inmensamente grande es la fuerza de Su poder que abarca todos los mundos! ¡Exaltado, inmensamente exaltado es Su desprendimiento por encima del alcance y comprensión de toda la creación! ¡Glorificada, glorificada sea Su mansedumbre, mansedumbre que ha derretido los corazones de quienes han sido traídos a la cercanía de Dios!

A pesar de ser afligidos por innumerables tribulaciones, que hemos sufrido a manos de Nuestros enemigos, hemos proclamado a todos los gobernantes de la tierra lo que Dios ha querido proclamar, para que todas las naciones sepan que ninguna forma de aflicción puede impedir a la Pluma del Anciano de Días lograr su propósito. Su Pluma se mueve con el permiso de Dios, Quien moldea los huesos descompuestos que se deshacen.

Considerando esta grandiosa empresa, incumbe a todos los que Le aman aprestar sus esfuerzos y fijar sus pensamientos en lo que asegure la victoria de la causa de Dios, en vez de cometer acciones viles y despreciables. Si, por un momento, reflexionaras sobre las obras y acciones visibles de Aquel que es la Verdad Eterna, caerías al suelo y exclamarías: ¡Oh, Tú que eres el Señor de los Señores! Atestiguo que Tú eres el Señor de toda la creación, y el Educador de todos los seres visibles e invisibles. Soy testigo de que Tu poder ha abarcado el universo entero, y que las huestes de la tierra nunca podrán desalentarte, ni el dominio de todos los pueblos y naciones podrá impedirte ejecutar Tu propósito. Confieso que Tú no tienes otro deseo que la regeneración del mundo entero, el establecimiento de la unidad de sus pueblos y la salvación de cuantos habitan en él.

Reflexiona un momento y piensa cómo deben conducirse quienes son los amados de Dios y a qué alturas deben remontarse. Ruega en todo momento a tu Señor, el Dios de Misericordia, que les ayude a hacer lo que es Su Voluntad. Verdaderamente Él es el Más Poderoso, el Todoglorioso, el Omnisciente.

La encarcelación impuesta a este Agraviado, oh Dhabíḥ, no Le hizo ningún daño ni podrá nunca hacérselo; tampoco podrán causarle ningún perjuicio la pérdida de todos Sus bienes terrenales, Su exilio, ni aun Su martirio y aparente humillación. Lo que sí puede perjudicarle son las malas acciones que cometen los amados de Dios, y que Se las imputan a Aquel que es la Soberana Verdad. Ésta es la aflicción que padezco, y de esto Aquel que es poderoso sobre todas las cosas es Mi testigo. Lo que Me ha dolido enormemente son las pretensiones que el pueblo del Bayán formula cada día. Algunos han declarado su lealtad a una de Mis Ramas (Hijos), mientras que otros han afirmado sus pretensiones independientes y han actuado de acuerdo con sus propios deseos.

¡Oh Dhabíḥ! La Lengua de Grandeza dice: ¡Por Mi propio Ser, que habla la verdad! En esta poderosísima Revelación, todas las Dispensaciones del pasado han alcanzado su más elevada y definitiva consumación. Quien se arrogue una Revelación después de Él semejante hombre es de seguro un mendaz impostor. Suplicamos a Dios que benignamente le ayude a retractarse y repudiar tamaña pretensión. Si se arrepintiere, Dios, sin duda, le perdonará. Mas si persistiere en su error, de seguro Dios enviará a uno que le tratará sin misericordia. Verdaderamente Él es el Todopoderoso, el Omnipotente.

Mira cómo el pueblo del Bayán no ha reconocido de ningún modo que el único objetivo de todo lo que ha revelado Mi Manifestación Anterior y Precursor de Mi Belleza ha sido Mi Revelación y la proclamación de Mi Causa. Él nunca habría pronunciado, sino por Mí, lo que pronunció, y de esto pongo por testigo a Aquel que es la Soberana Verdad. ¡Observa cómo esta gente insensata ha tratado la Causa de Aquel que es el Poseedor, el Inaccesible, como juego y pasatiempo! Sus corazones inventan cada día una nueva maquinación y su fantasía los lleva a buscar un retiro nuevo. Si lo que dicen es cierto, ¿cómo, entonces, puede asegurarse la estabilidad de la Causa de tu Señor? Reflexiona sobre esto en tu corazón y sé de aquellos de vista aguda, que inquieren con cuidado, que son de propósito firme y de creencia confiada. Tal debería ser tu certeza, que si toda la humanidad declarara pretensiones que nadie haya jamás presentado ni ninguna mente concebido, tú no harías caso de ellas, las desecharías y volverías tu rostro hacia Aquel que es el Objeto de la adoración de todos los mundos.

¡Por la rectitud de Mi propio Ser! ¡Grande, inmensamente grande es esta Causa! ¡Magno, inconcebiblemente magno es este Día! Bienaventurado, de verdad, es aquel que ha renunciado a todo y ha fijado su vista en Aquel Cuya faz ha iluminado a todos los que están en los cielos y a todos los que están en la tierra.

Tu vista ha de ser aguda, oh Dhabíḥ, tu alma diamantina, y tus pies como el bronce, si deseas no ser conmovido por los asaltos de los deseos egoístas que susurran en los pechos de los hombres. Éste es el firme mandamiento que, en virtud de la Voluntad del Antiguo Rey, la Pluma del Más Grande Nombre ha sido movida a revelar. Cuídalo como la niña de tus ojos y sé de los agradecidos. Empéñate de día y de noche en servir a la Causa de Aquel que es la Verdad Eterna, y sé desprendido de todo menos de Él. ¡Por Mí mismo! Todo lo que veas en este Día perecerá. Sumamente elevada será tu posición si permaneces firme en la Causa de tu Señor. Hacia Él están dirigidos tus diligentes movimientos y en Él está tu descanso final.

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CXVI. ¡Oh reyes de la Cristiandad! ¿No oísteis las palabras de Jesús, el Espíritu de Dios: “Yo Me voy, y vuelvo a vosotros”?. ¿Por qué, entonces, cuando Él vino nuevamente a vosotros en las nubes del cielo, no os acercasteis a Él, para que pudierais ver Su rostro y ser de los que alcanzaron Su Presencia? En otro pasaje Él dice: “Cuando venga Él, el Espíritu de la Verdad, Él os guiará a toda verdad”. Empero, ved cómo, cuando Él os trajo la verdad, rehusasteis volver vuestros rostros hacia Él, y persististeis en divertiros en vuestros pasatiempos y vanidades. No Le disteis la bienvenida, ni buscasteis Su Presencia, para que pudierais oír los versículos de Dios de Sus propia boca y participar de la múltiple sabiduría del Todopoderoso, el Todoglorioso, el Sapientísimo. Debido a vuestra falta, habéis impedido que sople sobre vosotros el aliento de Dios, y habéis privado a vuestras almas de la dulzura de su fragancia. Continuáis vagando con deleite en el valle de vuestros deseos corruptos. Vosotros y todo lo que poseéis pasará. De cierto, volveréis a Dios y seréis llamados a rendir cuenta de vuestros actos en presencia de Aquel que reunirá a toda la creación...

Han pasado veinte años, oh reyes, durante los cuales cada día hemos probado la angustia de una nueva tribulación. Ninguno de los que Nos precedieron ha soportado lo que Nos hemos soportado. ¡Ah, si lo comprendierais! Aquellos que se levantaron contra Nos nos han matado, han derramado nuestra sangre, han saqueado nuestros bienes y violado nuestro honor. Aunque conscientes de la mayoría de nuestras aflicciones, no habéis detenido, sin embargo, la mano del agresor. Pues ¿no es acaso vuestro claro deber refrenar la tiranía del opresor y tratar con equidad a vuestros súbditos, para que vuestro alto sentido de la justicia se demuestre plenamente ante toda la humanidad?

Dios ha confiado en vuestras manos las riendas del gobierno del pueblo, para que reinéis con justicia sobre ellos, defendáis los derechos de los humillados y castiguéis a los malhechores. Si descuidáis el deber prescrito a vosotros por Dios en Su Libro, vuestros nombres serán contados entre los injustos a Su vista. Grave, ciertamente, será vuestro error. ¿Os aferráis a lo que vuestras imaginaciones han maquinado y arrojáis tras de vosotros los mandamientos de Dios, el Exaltadísimo, el Inaccesible, el Imponente, el Todopoderoso? Desechad las cosas que poseéis y aferraos a lo que Dios os ha ordenado observar. Buscad Su gracia, pues aquel que la busca huella Su recto Camino.

Reflexionad sobre la condición en que estamos y fijaos en los males y dificultades a los que hemos sido sometidos. No Nos desatendáis ni por un momento y juzgad entre Nos y Nuestros enemigos con equidad. Esto, de seguro, será para vosotros un beneficio manifiesto. Así os relatamos Nuestra historia y os contamos las cosas que Nos han acaecido, para que remediéis Nuestros males y aliviéis Nuestra carga. Que aquel que quiera Nos libere de Nuestra dificultad; y en cuanto a aquel que no quiera, Mi Señor es de seguro el mejor socorro.

Advierte y haz conocer a la gente, oh Siervo, aquello que Te hemos enviado, y no dejes que el temor a nadie Te desaliente, y no seas de los que vacilan. Se aproxima el día en que Dios habrá exaltado Su Causa y magnificado Su testimonio a los ojos de todos los que están en los cielos y todos los que están en la tierra. Pon, en todas las circunstancias, plena confianza en Tu Señor, fija Tu mirada en Él, y apártate de todos los que repudian Su verdad. Que Dios, Tu Señor, sea Tu único socorro y ayuda. Nos hemos comprometido a asegurar Tu triunfo sobre la tierra y a exaltar Nuestra Causa por encima de todos los seres humanos, aunque no encontremos ningún rey que dirija su mirada a Ti.

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CXVII. El Gran Ser, deseando revelar los requisitos para la paz y tranquilidad del mundo y el avance de sus pueblos, ha escrito: Debe llegar el tiempo en que se reconozca universalmente la imperativa necesidad de celebrar una reunión vasta y omnímoda de personas. Los gobernantes y reyes de la tierra deben necesariamente concurrir a ella y, participando en sus deliberaciones, deben considerar los medios y arbitrios para echar los cimientos de la Gran Paz mundial entre los hombres. Esa paz exige que las grandes potencias decidan, para la tranquilidad de los pueblos de la tierra, estar completamente reconciliadas entre sí. Si algún rey se levantare en armas contra otro, todos unidos deberán alzarse para impedírselo. Si esto se hace, las naciones del mundo ya no necesitarán armamentos, salvo con el fin de preservar la seguridad de sus dominios y mantener el orden interno dentro de sus territorios. Esto asegurará la paz y la calma de todos los pueblos, gobiernos y naciones. Ojalá que los reyes y gobernantes de la tierra, los espejos del dadivoso y omnipotente nombre de Dios, alcancen esta posición y escuden a la humanidad de la embestida de la tiranía... Se aproxima el día en que todos los pueblos de la tierra habrán adoptado un idioma universal y una escritura común. Cuando se haya logrado esto, a cualquier ciudad que uno viaje, será como llegar a la suya propia. Estas cosas son obligatorias y absolutamente esenciales. Incumbe a toda persona dotada de discernimiento y comprensión esforzarse por traducir lo que ha sido escrito a la realidad y acción... Es un verdadero ser humano quien hoy se dedica al servicio de toda la raza humana. El Gran Ser dice: Bienaventurado y feliz es aquel que se dispone a promover los mejores intereses de los pueblos y linajes de la tierra. En otro pasaje Él ha proclamado: No debe enaltecerse quien ama a su patria, sino quien ama al mundo entero. La tierra es un solo país y la humanidad, sus ciudadanos.

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CXVIII. No dejéis de lado el temor a Dios, oh reyes de la tierra, y tened cuidado, no sea que transgredáis los límites que ha fijado el Todopoderoso. Observad los mandamientos que os han sido prescritos en Su Libro, y tened mucho cuidado de no sobrepasar sus límites. Estad alerta para que no hagáis injusticia a nadie, aunque fuera en la medida de un grano de mostaza. Hollad la senda de la justicia, porque éste es, ciertamente, el camino recto.

Componed vuestras diferencias y reducid vuestros armamentos, para que se alivie el peso de vuestros gastos y se tranquilicen vuestras mentes y corazones. Reparad las disensiones que os dividen, y ya no necesitaréis armamentos, excepto los que requiera la protección de vuestras ciudades y territorios. Temed a Dios y guardaos de transgredir los límites de la moderación y ser contados entre los derrochadores.

Hemos sabido que aumentáis vuestros gastos cada año, y cargáis el peso de ello sobre vuestros súbditos. Esto, en verdad, es más de lo que pueden soportar y es una grave injusticia. Decidid justamente entre las almas y sed los emblemas de la justicia entre ellas. Esto, si juzgáis imparcialmente, es lo que os incumbe y corresponde a vuestra posición.

Guardaos de tratar injustamente a quienquiera que recurra a vosotros y entre bajo vuestro amparo. Tened temor a Dios y sed de los que llevan una vida piadosa. No os fiéis de vuestro poder, vuestros ejércitos, ni vuestros tesoros. Poned toda vuestra fe y confianza en Dios, Quien os ha creado, y buscad Su ayuda en todos vuestros asuntos. El socorro viene sólo de Él. Él socorre a quien quiere con las huestes de los cielos y de la tierra.

Sabed que los pobres son el fideicomiso de Dios entre vosotros. Cuidaos de que no traicionéis Su fideicomiso, que no procedáis injustamente con ellos y que no transitéis por los caminos de los pérfidos. Con toda seguridad, seréis llamados a dar cuenta de Su fideicomiso en el día en que se establezca la Balanza de la Justicia, día en que cada cual recibirá lo que merezca, en que se pesarán los hechos de todos, ricos y pobres.

Si no prestáis atención a los consejos que, en lenguaje incomparable e inequívoco, hemos revelado en esta Tabla, el castigo divino os asaltará desde todas direcciones y la sentencia de Su justicia será pronunciada contra vosotros. En ese día no tendréis poder para resistirle, y reconoceréis vuestra propia impotencia. Tened misericordia de vosotros mismos y de los que están bajo vosotros. Juzgad entre ellos de acuerdo con los preceptos prescritos por Dios en Su muy santa y exaltada Tabla, Tabla en que Él ha asignado a cada cosa una medida determinada, en que Él ha dado una clara explicación de todas las cosas y que es, en sí misma, una amonestación para los que creen en Él.

Examinad Nuestra Causa, investigad las cosas que Nos han acaecido, y decidid con justicia entre Nos y Nuestros enemigos y sed de los que obran equitativamente con sus semejantes. Si no detenéis la mano del opresor, si no resguardáis los derechos de los oprimidos, ¿qué justifica entonces que os vanagloriéis ante la gente? ¿De qué podéis jactaros con derecho? ¿Es de vuestros alimentos o bebidas que os enorgullecéis, de las riquezas que almacenáis en vuestros tesoros, de la diversidad y valor de los ornamentos con que os adornáis? Si la verdadera gloria consistiera en la posesión de esas cosas perecederas, entonces la tierra sobre la cual camináis debería enaltecerse por encima de vosotros, porque os suministra y confiere esas mismas cosas por decreto del Todopoderoso. En sus entrañas se halla, de acuerdo con lo que Dios ha ordenado, todo cuanto poseéis. De ella, como un signo de Su misericordia, deriváis vuestra riqueza. ¡Mirad, entonces, vuestra condición, aquella de que os gloriáis! ¡Ojalá pudierais comprenderlo!

¡Es más! ¡Por Aquel que sostiene en Su mano el reino de toda la creación! En nada reside vuestra gloria verdadera y perdurable salvo en la adhesión firme a los preceptos de Dios, la observancia plena de Sus leyes, la decisión de asegurar que no queden sin cumplir, y seguir firmemente el camino recto.

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CXIX. ¡Oh gobernantes de la tierra! ¿Por qué habéis ofuscado el resplandor del Sol y hecho que deje de brillar? Escuchad el consejo que os da la Pluma del Altísimo, para que quizá tanto vosotros como los pobres alcancéis tranquilidad y paz. Imploramos a Dios que ayude a los reyes de la tierra a establecer la paz en el mundo. Él verdaderamente hace lo que es Su Voluntad.

¡Oh reyes de la tierra! Vemos que aumentáis vuestros gastos cada año y cargáis su peso sobre vuestros súbditos. Esto, en verdad, es grave y totalmente injusto. Temed los suspiros y las lágrimas de este Agraviado y no impongáis cargas excesivas a vuestros pueblos. No les robéis con el fin de erigir palacios para vosotros; más bien, escoged para ellos lo que escogeríais para vosotros mismos. Así desplegamos a vuestros ojos lo que os aprovecha, si lo comprendierais. Vuestros pueblos son vuestros tesoros. Tened cuidado, no sea que vuestro dominio viole los mandamientos de Dios y entreguéis a vuestros protegidos a manos del ladrón. Por ellos reináis, mediante ellos subsistís, con su ayuda conquistáis. ¡Empero, con qué desdén los miráis! ¡Cuán extraño, cuán profundamente extraño!

Ya que habéis rechazado la Más Grande Paz, aferraos a ésta, la Paz Menor, para que por ventura podáis mejorar en alguna medida vuestra propia condición y la de los que dependen de vosotros.

Reconciliaos entre vosotros, oh gobernantes de la tierra, para que no necesitéis más armamentos, salvo en la medida que fuere necesaria para resguardar vuestros territorios y dominios. Cuidado, no sea que desatendáis el consejo del Omnisciente, el Fiel.

Estad unidos, oh reyes de la tierra, pues así será apaciguada la tempestad de la discordia entre vosotros y vuestros pueblos hallarán descanso, ojalá fuerais de los que comprenden. Si alguno de vosotros se levantara en armas contra otro, levantaos todos contra él, porque esto no es sino justicia manifiesta.

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CXX. ¡Oh vosotros, los representantes elegidos del pueblo en todos los países! Reuníos a consultar y ocupaos sólo con lo que beneficie a la humanidad y mejore su condición, ojalá fuerais de los que inquieren con cuidado. Considerad al mundo como el cuerpo humano que, aunque al ser creado era sano y perfecto, ha sufrido, por diversas causas, graves trastornos y enfermedades. Ni un día logró alivio; más bien su dolencia se hizo más severa, puesto que cayó en manos de médicos ignorantes que, dando rienda suelta a sus deseos personales, han errado gravemente. Y si alguna vez, por el cuidado de un médico competente, sanaba un miembro de aquel cuerpo, el resto quedaba enfermo como antes. Así os informa el Omnisciente, el Sapientísimo.

Lo vemos, en este día, a merced de gobernantes tan embriagados de orgullo que no pueden distinguir claramente lo que más les conviene, ni menos aún reconocer una Revelación tan asombrosa y desafiante como ésta. Y cuando alguno entre ellos se ha empeñado en mejorar su condición, su motivo ha sido su propio provecho, lo haya declarado o no; y la indignidad de este motivo ha limitado su poder para curar o sanar.

Lo que el Señor ha dispuesto como el supremo remedio y el más poderoso instrumento para la curación del mundo entero es la unión de todos sus pueblos en una Causa universal, una misma Fe en común. Esto no puede lograrse sino por el poder de un Médico inspirado, competente y todopoderoso. Esto, ciertamente, es la verdad y todo lo demás no es sino error.

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CXXI. Di: ¡Oh vosotros que Me envidiáis y queráis causarme daño! ¡Que la furia de vuestra ira contra Mí os confunda! He aquí que el Sol de Gloria ha salido del horizonte de Mi Revelación y ha envuelto con su resplandor a toda la humanidad. Y ved cómo, no obstante, os habéis apartado de su esplendor y estáis sumergidos en la mayor negligencia. Tened misericordia de vosotros mismos y no repudiéis el anuncio de Aquel Cuya verdad ya habéis reconocido y no seáis de los transgresores.

¡Por la rectitud del único Dios verdadero! Si rechazáis esta Revelación, todas las naciones de la tierra se mofarán de vosotros y os menospreciarán, pues vosotros habéis sido los que, al objeto de vindicar la verdad de vuestra Causa, habéis expuesto ante sus ojos los testimonios de Dios, el Soberano Protector, el Todopoderoso, el Todoglorioso, el Sapientísimo. Y, a pesar de esto, tan pronto como fue enviada a vosotros Su siguiente Revelación, investida con la gloria de una soberanía irresistible, la desechasteis, ¡oh vosotros que sois contados entre los negligentes!

¡Cómo! ¿Creéis de corazón que poseéis el poder de extinguir el resplandor del Sol o eclipsar su esplendor? ¡No, por Mi vida! No podéis ni podréis nunca lograr vuestro propósito, aunque tengáis la ayuda de todo lo que está en los cielos y de todo lo que está en la tierra. Vivid en el temor a Dios, y no hagáis vanas vuestras obras. Prestad oído a Sus palabras y no seáis de los que están apartados de Él como por un velo. Di: ¡Dios es Mi testigo! Nada he deseado para Mí mismo. Lo que he deseado es la victoria de Dios y el triunfo de Su Causa. Él mismo es testigo suficiente entre vosotros y Yo. Si limpiarais vuestros ojos, percibiríais fácilmente cómo Mis acciones atestiguan la verdad de Mis palabras, cómo Mis palabras son una guía para Mis acciones.

¡Cegados están vuestros ojos! ¿No habéis percibido la grandeza del poder de Dios y de Su soberanía? ¿No habéis visto Su majestad y gloria? ¡Ay de vosotros, oh congregación de los malévolos y envidiosos! Escuchad Mis palabras y no vaciléis ni por un momento. Así os lo pide Aquel que es la Belleza del Todomisericordioso, para que quizás os desprendáis de lo que poseéis y ascendáis a las alturas desde donde podréis descubrir cómo la creación entera está cobijada a la sombra de Su Revelación.

Di: En este Día no hay refugio para vosotros, ni asilo adonde podáis huir, ni nadie para defenderos o protegeros de la furia de la ira de Dios y de Su vehemente poder, a menos que busquéis el amparo de Su Revelación. Ésta es, en verdad, Su Revelación, que ha sido manifestada a vosotros en la persona de este Joven. Glorificado, entonces, sea Dios por tan resplandeciente, preciosa y maravillosa visión.

Apartaos de todo menos de Mí, y volved vuestros rostros hacia Mi rostro, pues esto es mejor para vosotros que todas las cosas que poseéis. La Lengua de Dios atestigua la verdad de Mis palabras mediante Mi propia Palabra que habla la verdad, y abarca y comprende todas las cosas.

Di: ¿Pensáis que vuestra lealtad a Su Causa puede alguna vez servirle de ganancia, o que vuestro rechazo de su verdad puede causarle algún daño? ¡No, por Mí mismo, Quien todo lo somete, el Inaccesible, el Altísimo! Rasgad los velos de los nombres y hendid su reino. ¡Por Mi Belleza! Ha llegado Aquel que es el Monarca de todos los nombres, Aquel por Cuyo mandato ha sido creado cada uno de los nombres, desde el principio que no tiene principio, Aquel que continuará creándolos como Él quiera. Él verdaderamente es el Todopoderoso, el Sapientísimo.

Cuidaos, no sea que os despojéis del atavío de la guía divina. Bebed a plenitud de la Copa que los Jóvenes del Cielo han alzado por encima de vuestras cabezas. Así os lo ordena Aquel que os tiene más misericordia de la que os tenéis vosotros mismos, Quien no os pide ninguna recompensa ni agradecimiento. Su recompensa viene de Aquel que, por el poder de la verdad, Le ha hecho descender a vosotros, Le ha elegido y proclamado como Su propio testimonio para toda la creación. Él es Quien Le ha dado el poder de manifestar todos Sus signos. Volved a mirar para que percibáis aquello a que os ha llamado la Lengua del Anciano de Días, para que quizá seáis de los que han comprendido la verdad. ¿Habéis oído alguna vez relatar a vuestros antepasados, o las generaciones que les precedieron, hasta el primer Adán, que alguien que viniera en las nubes de la revelación, investido de manifiesta y trascendente soberanía, con el Reino de Dios en su diestra y en su siniestra todo el poder y gloria de Su dominio eterno, alguien precedido por las huestes de Dios, el Todopoderoso, el Imponente, el Omnipotente, y pronunciando continuamente versículos cuyo significado ni aun las mentes de los más eruditos y sabios fueran capaces de desentrañar, sea, a pesar de esto, portador de un mensaje que no es de Dios? Sed perspicaces, entonces, y decid la verdad, la verdad misma, si pretendéis ser sinceros y magnánimos.

Di: Los versículos que hemos revelado son tan numerosos como los que en la Revelación anterior descendieron sobre el Báb. Que aquel que dude de las palabras que ha pronunciado el Espíritu de Dios busque la corte de Nuestra presencia y escuche la melodía de Nuestros versículos divinamente revelados, y sea testigo ocular de la prueba evidente de Nuestro anuncio.

Di: ¡Por la rectitud del Todopoderoso! Se ha colmado la medida de los favores de Dios, ha sido perfeccionada Su Palabra, ha sido revelada la luz de Su semblante, Su soberanía ha envuelto a toda la creación, se ha puesto de manifiesto la gloria de Su Revelación, y Sus dádivas han llovido sobre toda la humanidad.

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CXXII. El hombre es el Talismán supremo. Sin embargo, la falta de una educación adecuada le ha privado de aquello que inherentemente posee. Por una sola palabra procedente de la boca de Dios fue creado; por una palabra más fue guiado a reconocer la Fuente de su educación; y por otra palabra más, fue asegurada su posición y destino. El Gran Ser dice: Considerad al ser humano como una mina, rica en gemas de valor inestimable. Solamente la educación puede hacerle revelar sus tesoros y permitir a la humanidad beneficiarse de éstos. Si alguien meditare sobre lo que han revelado las Escrituras enviadas desde el cielo de la santa Voluntad de Dios, reconocerá fácilmente que el propósito de ellas es que todos sean considerados como una sola alma, para que sea estampado en cada corazón el sello con las palabras “El Reino será de Dios”, y la luz de la generosidad, gracia y misericordia divinas envuelvan a toda la humanidad. El único Dios verdadero, exaltada sea Su gloria, no ha deseado nada para Sí. La lealtad del género humano no Le aprovecha, ni Le causa daño su perversidad. El Ave del Reino de la Expresión pronuncia continuamente esta llamada: “Todas las cosas las he deseado para ti, y a ti, también, para ti mismo”. Si los eruditos y gentes de sabiduría mundana de esta época permitieran a la humanidad aspirar la fragancia de la fraternidad y del amor, todo corazón comprensivo entendería el significado de la verdadera libertad y descubriría el secreto de la paz imperturbable y de la absoluta serenidad. Si la tierra alcanzara esta posición y fuera iluminada con su luz, entonces, en verdad, se podría decir de ella: “No se verán en ella depresiones ni elevaciones”.

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CXXIII. Las generaciones que fueron antes de vosotros, ¿adónde han ido? Y aquellos en torno de los cuales giraban las más bellas y hermosas del país, ¿dónde se encuentran ahora? Que su ejemplo os aproveche, oh pueblo, y no seáis de los que se han desviado.

Otros, dentro de poco, pondrán sus manos sobre lo que poseéis y ocuparán vuestras habitaciones. Prestad oído a Mis palabras y no seáis contados entre los necios.

Cada uno de vosotros tiene el deber supremo de escoger para sí lo que nadie pueda violar ni usurpar. Esto es –y de ello el Todopoderoso es Mi testigo– el amor a Dios, si tan sólo pudierais comprenderlo

Construíos casas que ni la lluvia ni las inundaciones puedan jamás destruir, y que os protejan de los cambios y azares de esta vida. Así os instruye Aquel a Quien el mundo ha agraviado y desamparado.

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CXXIV. ¡Cuán maravillosa es la unidad del Dios Viviente y Perdurable, unidad que está por encima de toda limitación, que trasciende la comprensión de todas las cosas creadas! ¡Desde la eternidad, Él ha habitado Su inaccesible morada de santidad y gloria, y continuará siempre entronizado sobre las alturas de Su independiente soberanía y grandeza! ¡Cuán sublime ha sido Su incorruptible Esencia, cuán independiente del conocimiento de todas las cosas creadas, y cuán inmensamente excelsa permanecerá por encima de la alabanza de todos los habitantes de los cielos y de la tierra!

Procedente de la excelsa fuente y de la esencia de Su favor y generosidad Él ha dotado a toda cosa creada con un signo de Su conocimiento, para que ninguna de Sus criaturas sea privada de su parte, cada una de acuerdo con su capacidad y grado, en la expresión de este conocimiento. Este signo es el espejo de Su belleza en el mundo de la creación. Cuanto más grande sea el esfuerzo hecho por pulir este espejo sublime y noble, tanto más fielmente reflejará la gloria de los nombres y atributos de Dios, y revelará las maravillas de Sus signos y conocimiento. Toda cosa creada podrá revelar (tan grande es este poder de reflexión) las potencialidades de su posición preordinada, reconocerá su capacidad y limitaciones, y dará testimonio de la verdad de que “Él, ciertamente, es Dios; no hay otro Dios fuera de Él”...

No puede haber ninguna duda de que, a consecuencia de los esfuerzos que cada uno haga conscientemente y como resultado del ejercicio de sus propias facultades espirituales, este espejo podrá a tal punto ser limpiado de la escoria de la inmundicia terrenal y purgado de fantasías satánicas, que será capaz de aproximarse a los prados de la eterna santidad y alcanzar las cortes de la fraternidad sempiterna. Sin embargo, en cumplimiento del principio de que para cada cosa ha sido fijado un tiempo y para cada fruto ha sido ordenada una sazón, las energías latentes en tal generosidad pueden ser liberadas mejor y la gloria vernal de tal dádiva sólo puede ser manifestada en los Días de Dios. Aunque cada día esté investido con su parte preordinada de la maravillosa gracia de Dios, los Días asociados directamente con la Manifestación de Dios poseen una distinción única y ocupan una posición que ninguna mente podrá comprender jamás. Tal es la virtud infundida en ellos que si, en esos días de delicia sempiterna, se colocara a los corazones de todos los que moran en los cielos y en la tierra frente a frente con aquel Sol de gloria imperecedera y fuesen puestos en armonía con Su Voluntad, cada uno se hallaría por encima de todas las cosas terrenales, radiante con Su luz y santificado por Su gracia. ¡Alabada sea esta gracia, que ninguna bendición, por grande que sea, puede exceder, y todo honor sea para esta bondad, nada semejante a la cual ha visto el ojo de la creación! ¡Excelso es Él por encima de lo que Le atribuyen o cuentan de Él!

Por esta razón, nadie necesitará en esos días de su prójimo. Ya se ha demostrado plenamente que en ese Día divinamente designado la mayoría de los que han buscado y han alcanzado Su santa corte han mostrado tal grado de conocimiento y sabiduría, de los cuales ni siquiera una sola gota ha sido ni será jamás comprendida por nadie salvo estas almas benditas y santificadas, por mucho que haya enseñado o estudiado. En virtud de este poder, en los días de la Manifestación del Sol de la Verdad, los amados de Dios han sido exaltados por encima de toda erudición humana e independizados de ésta. Es más, de sus corazones y de los manantiales de sus poderes innatos ha brotado incesantemente la esencia íntima de la erudición y sabiduría humanas.

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CXXV. ¡Oh Mi hermano! Cuando un buscador verdadero decide dar el paso de la búsqueda por el camino que conduce al conocimiento del Anciano de Días, debe antes que nada purificar su corazón, que es la sede de la revelación de los misterios interiores de Dios, del polvo ofuscador de todo conocimiento adquirido y de las insinuaciones de las personificaciones de la fantasía satánica. Debe purgar su pecho, que es el santuario del amor perdurable del Amado, de toda contaminación, y purificar su alma de todo lo que pertenece al agua y la arcilla y de todo apego oscuro y efímero. Debe limpiar su corazón tanto que no quede en él ningún vestigio de amor ni de odio, no sea que ese amor le incline ciegamente al error o ese odio le aleje de la verdad. Así puedes ver, en este Día, cómo la mayoría de la gente, a causa de ese amor y ese odio, está privada de la Faz inmortal, se ha apartado lejos de las Personificaciones de los Misterios divinos y vaga sin pastor por los desiertos del olvido y del error.

Ese buscador debe, en todo momento, poner su confianza en Dios, debe renunciar a los pueblos de la tierra, desprenderse del mundo del polvo y aferrarse a Aquel que es el Señor de los Señores. No debe nunca tratar de enaltecerse por encima de nadie, debe borrar de la tabla de su corazón toda huella de orgullo y vanagloria, debe asirse a la paciencia y resignación, guardar silencio y abstenerse de la conversación ociosa. Pues la lengua es fuego latente y el exceso de palabras, un veneno mortal. El fuego material consume el cuerpo, mientras que el fuego de la lengua devora tanto el corazón como el alma. La fuerza de aquél dura sólo un tiempo, en tanto que los efectos de éste persisten un siglo.

Ese buscador también ha de considerar la murmuración como grave error y mantenerse alejado de su dominio, por cuanto la murmuración apaga la luz del corazón y extingue la vida del alma. Debiera conformarse con poco y librarse de todo deseo desmesurado. Ha de apreciar la compañía de quienes han renunciado al mundo y considerar que rehuir a la gente jactanciosa y mundana es de gran beneficio. Al amanecer de cada día ha de comulgar con Dios y perseverar con toda su alma en la búsqueda de su Amado. Ha de consumir todo pensamiento descarriado con la llama de Su amorosa mención y, con la rapidez del relámpago, pasar por encima de todo lo que no sea Él. Ha de socorrer al desposeído y nunca rehusar su favor al menesteroso. Ha de ser bondadoso con los animales, y más aún con su semejante, que está dotado de la facultad del lenguaje. No ha de vacilar en sacrificar su vida por su Amado, ni permitir que la desaprobación de la gente le aparte de la Verdad. No ha de desear a otros lo que no desea para sí mismo, ni prometer lo que no ha de cumplir. Con todo su corazón el buscador ha de evitar la compañía de malhechores y orar por la remisión de sus pecados. Ha de perdonar al pecaminoso y jamás despreciar su baja condición, pues nadie sabe cuál será su propio fin. ¡Cuántas veces un pecador, en la hora de su muerte, ha llegado a la esencia de la fe, y tomando la bebida inmortal, ha alzado el vuelo hacia el Concurso celestial! ¡Y cuántas veces un creyente piadoso ha cambiado tanto al momento de la ascensión de su alma, que ha caído en el fuego más profundo!

Es Nuestro propósito, al revelar estas convincentes e importantes palabras, inculcar en el buscador que él ha de considerar que todo excepto Dios es transitorio, y estimar que todo lo que no sea Él, Quien es el Objeto de toda adoración, es como la nada absoluta.

Éstos son algunos de los atributos de los exaltados y constituyen el sello de quienes están dotados de espiritualidad. Ya se han mencionado a propósito de los requisitos para los caminantes que huellan la Senda del Conocimiento Positivo. Cuando el caminante desprendido y buscador sincero ha cumplido con estas condiciones esenciales, entonces, y sólo entonces, puede llamársele buscador verdadero. Cuandoquiera que haya cumplido las condiciones implícitas en el versículo: “Quien se esfuerce por Nos”, disfrutará de las bendiciones conferidas por las palabras: “De seguro le guiaremos por Nuestros caminos”.

Sólo cuando se haya encendido en el corazón del buscador la lámpara de la búsqueda, del esfuerzo ardiente, del deseo anhelante, de la devoción apasionada, del amor fervoroso, del arrobamiento y del éxtasis, y sople en su alma la brisa de Su bondad, será disipada la oscuridad del error, será dispersada la bruma de las dudas y los recelos, y su ser será envuelto por la luz del conocimiento y de la certeza. En ese momento, el Heraldo Místico, portador de las felices nuevas del Espíritu, desde la Ciudad de Dios, brillará resplandeciente como la mañana, y, mediante el son de trompeta del conocimiento, despertará del sueño de la negligencia al corazón, al alma y al espíritu. Entonces los múltiples favores y la efusión de gracia del santo y eterno Espíritu conferirán al buscador una nueva vida tal que se hallará dotado de vista nueva, oído nuevo, corazón nuevo y mente nueva. Contemplará las manifiestas señales del universo y penetrará los misterios ocultos del alma. Mirando con el ojo de Dios, percibirá dentro de cada átomo una puerta que le conducirá a los niveles de la certeza absoluta. En todas las cosas descubrirá los misterios de la Revelación divina y las pruebas de una Manifestación perdurable.

Juro por Dios que si aquel que sigue el camino de la guía y busca escalar las alturas de la rectitud llegara a esta gloriosa y suprema posición, aspiraría la fragancia de Dios a una distancia de mil leguas y percibiría la resplandeciente mañana de una Guía divina apareciendo en el Amanecer de todas las cosas. Cada cosa, por pequeña que fuese, sería para él una revelación que le llevaría a su Amado, el Objeto de su búsqueda. Será tan grande el discernimiento de ese buscador que distinguirá entre verdad y falsedad como distingue el sol de la sombra. Si se esparcen en los rincones más remotos del Oriente los fragantes perfumes de Dios, él de seguro los reconocerá y percibirá su fragancia, aunque habite en los últimos confines del Occidente. Asimismo, distinguirá todos los signos de Dios -- Sus maravillosas palabras, Sus grandes obras y magnos hechos -- de las acciones, las palabras y los hábitos de los seres humanos, al igual que el joyero separa la joya de la piedra, o el que distingue la primavera del otoño y el calor del frío. Cuando el canal del alma humana se haya limpiado de todo apego impeditivo y mundano, percibirá indefectiblemente, a través de distancias inmensurables, el hálito del Amado y, guiado por su perfume, llegará a la Ciudad de la Certeza y entrará en ella.

Allí descubrirá las maravillas de Su antigua Sabiduría y percibirá todas las enseñanzas ocultas en el susurro de las hojas del Árbol que florece en esa Ciudad. Escuchará, con su oído interior y exterior, los himnos de alabanza y gloria que desde su polvo ascienden hacia el Señor de los Señores, y descubrirá con su vista interior los misterios del “retorno” y del “renacimiento”.

¡Cuán inefablemente gloriosos son los signos, las señales, las revelaciones y los esplendores que ha destinado para esa Ciudad Aquel que es el Rey de los nombres y atributos! La llegada a esa Ciudad apaga la sed sin agua, y enciende el amor a Dios sin fuego. Dentro de cada tallo de hierba se atesoran los misterios de una sabiduría inescrutable, y en cada rosal una miríada de ruiseñores cantan sus melodías con venturoso éxtasis. Sus maravillosos tulipanes revelan el misterio del fuego permanente de la Zarza Ardiente, y sus fragantes aromas de santidad exhalan el perfume del Espíritu Mesiánico. Otorga riquezas sin oro, y confiere inmortalidad sin muerte. En cada hoja se atesoran inefables delicias, y en cada aposento se hallan ocultos innumerables misterios.

Aquellos que valientemente se afanan en la búsqueda de Dios, una vez que hayan renunciado a todo salvo a Él, estarán de tal manera apegados y ligados a esa Ciudad, que una momentánea separación de ella les será inconcebible. Escucharán pruebas infalibles del Jacinto de esa asamblea, y percibirán los más seguros testimonios en la belleza de su Rosa y la melodía de su Ruiseñor. Una vez alrededor de cada mil años será esta Ciudad renovada y adornada nuevamente...

Aquella Ciudad no es otra que la Palabra de Dios, revelada en cada época y dispensación. En los días de Moisés fue el Pentateuco; en los días de Jesús, el Evangelio; en los días de Muḥammad, el Mensajero de Dios, el Corán; en este día, es el Bayán; y, en la Dispensación de Aquel a Quien Dios ha de manifestar, Su propio Libro, Libro al que necesariamente han de referirse todos los Libros de las Dispensaciones anteriores, Libro que entre todos sobresale, trascendente y supremo.

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CXXVI. Adondequiera que Nos destierren, por grande que sea la tribulación que suframos, aquellos que son el pueblo de Dios, con firme resolución y perfecta confianza, deben mantener su vista dirigida hacia la Aurora de Gloria, y ocuparse con todo lo que conduzca al mejoramiento del mundo y a la educación de sus pueblos. Todo lo que Nos ha acaecido en el pasado ha promovido los intereses de Nuestra Revelación y ha proclamado su fama; y todo lo que Nos acaezca en el futuro tendrá un resultado semejante. Aferraos, con lo más íntimo de vuestro corazón, a la Causa de Dios, Causa que ha sido enviada por Aquel que es el Ordenador, el Sapientísimo. Con la mayor bondad y misericordia hemos llamado y dirigido a todos los pueblos y naciones hacia lo que de cierto les ha de aprovechar.

¡El Sol de la Verdad, que brilla con su esplendor meridiano, es Nuestro testigo! Aquellos que son el pueblo de Dios no tienen otra ambición que no sea hacer revivir al mundo, ennoblecer su vida y regenerar a sus pueblos. La veracidad y buena voluntad han señalado, en todo tiempo, sus relaciones entre todas las gentes. Su comportamiento no es sino un reflejo de su vida interior, y su vida interior, un espejo de su comportamiento. Ningún velo oculta ni oscurece las verdades sobre las que está establecida su Fe. Ante los ojos de todos, estas verdades han sido descubiertas y pueden ser reconocidas inequívocamente. Sus propias acciones atestiguan la verdad de estas palabras.

Todo ojo perspicaz puede percibir en este Día la luz matutina de la Revelación de Dios, y todo oído atento puede reconocer la Voz que se escuchó en la Zarza Ardiente. Tal es el ímpetu de las aguas de la misericordia divina, que Aquel que es la Aurora de los signos de Dios y el Revelador de las señales de Su gloria Se asocia sin velo ni encubrimiento con los pueblos y naciones de la tierra y conversa con ellos. ¡Cuántos son los que, con intención malévola en su corazón, han buscado Nuestra Presencia, y han salido de ella como leales y cariñosos amigos! Las puertas de la gracia están abiertas de par en par frente a todos los seres humanos. En Nuestras relaciones externas con ellos hemos tratado igualmente al recto y al pecador, para que quizás el malhechor alcance el ilimitado océano del perdón divino. Nuestro nombre “el Encubridor” ha derramado tal luz sobre los hombres, que el díscolo ha imaginado ser de los piadosos. Jamás desilusionaremos a nadie que Nos busque, ni se le negará a aquel que haya puesto su rostro en Nos acceso a Nuestra Corte...

¡Oh amigos! Ayudad al único Dios verdadero, loada sea Su gloria, con vuestras buenas acciones, con tal conducta y carácter que sean aceptables a Su vista. Quien aspire a ser un ayudante de Dios en este Día, que cierre los ojos a todo cuanto posea y los abra a las cosas de Dios. Que cese de ocuparse con aquello que le dé provecho, y se dedique a lo que exalte el nombre imponente del Todopoderoso. Deberá limpiar su corazón de toda mala pasión y deseo corrupto, porque el temor a Dios es el arma que le puede hacer victorioso, el instrumento primordial con el que puede lograr su objetivo. El temor a Dios es el escudo que defiende Su Causa, la adarga que permite a Su pueblo alcanzar la victoria. Es un estandarte que nadie puede derribar, una fuerza con la que ningún poder es capaz de rivalizar. Con su ayuda, y con el consentimiento de Aquel que es el Señor de las Huestes, los que se han aproximado a Dios han podido someter y conquistar las ciudadelas de los corazones.

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CXXVII. Si deseáis, oh pueblo, conocer a Dios y descubrir la grandeza de Su poder, miradme entonces con Mis propios ojos, y no con los ojos de alguien fuera de Mí. De otro modo, no seréis nunca capaces de reconocerme, aunque reflexionéis sobre Mi Causa tanto como perdure Mi Reino, y meditéis sobre todas las cosas creadas, a lo largo de la eternidad de Dios, el Soberano Señor de todo, el Omnipotente, el Perdurable, el Omnisapiente. Así hemos manifestado la verdad de Nuestra Revelación, para que quizás el pueblo sea despertado de su negligencia y sea de los que comprenden.

Mira el vil estado de estos hombres que saben muy bien cómo Me he ofrendado a Mí mismo y a Mis parientes en el camino de Dios y por la preservación de su fe en Él, quienes son plenamente conscientes de cómo Me han rodeado Mis enemigos en los días en que los corazones de todos temían y temblaban, días en que se ocultaban de los ojos de los amados de Dios y de Sus enemigos, y estaban ocupados con el afianzamiento de su propia seguridad y paz.

Finalmente conseguimos manifestar la Causa de Dios, y la elevamos a una posición tan eminente que todos, salvo los que abrigaban en su corazón rencor contra este Joven y atribuían socios al Todopoderoso, reconocieron la soberanía de Dios y Su poderoso dominio. Mas, no obstante esta Revelación cuya influencia ha penetrado todas las cosas, y a pesar del brillo de esta Luz, nada semejante a la cual ninguno de ellos ha visto, mirad cómo el pueblo del Bayán Me ha negado y se ha enfrentado a Mí. Algunos se han apartado de la Senda de Dios, han rechazado la autoridad de Aquel en Quien habían creído y han actuado insolentemente hacia Dios, el Poderosísimo, el Supremo Protector, el Más Exaltado, el Magno. Otros vacilaron y se detuvieron en Su Camino, y juzgaron la Causa del Creador, en su verdad íntima, como inválida a menos que fuera acreditada por la aprobación de aquel que fue creado por acción de Mi Voluntad. Así sus obras se redujeron a la nada, y, sin embargo, no se dieron cuenta de ello. Entre ellos está aquel que quiso medir a Dios con la medida de sí mismo, y fue tan confundido por los nombres de Dios, que se levantó contra Mí, Me condenó como merecedor de la muerte, y Me imputó las ofensas de las cuales él mismo era culpable.

Por lo tanto, declaro Mi pena y Mi dolor a Quien Me creó y Me confió Su Mensaje. A Él Le doy gracias y elevo alabanzas por lo que ha ordenado, por Mi soledad y la angustia que sufro en manos de estos hombres que se han desviado tanto de Él. He soportado pacientemente las tribulaciones que Me han acosado, y continuaré soportándolas y pondré toda Mi fe y confianza en Dios. A Él Le suplicaré diciendo: Guía a Tus siervos, Señor Mío, hacia la corte de Tu favor y munificencia, y no permitas que sean privados de las maravillas de Tu gracia y de Tus múltiples bendiciones. Pues no saben lo que Tú has dispuesto para ellos, en virtud de Tu misericordia que abarca toda la creación. Exteriormente, oh Señor, son débiles e impotentes; interiormente no son sino huérfanos. Tú eres el Todogeneroso, el Munífico, el Más Exaltado, el Magno. No descargues sobre ellos, oh Mi Dios, la furia de Tu ira, mas permíteles durar hasta el tiempo en que se hayan manifestado las maravillas de Tu misericordia, para que por ventura vuelvan a Ti y Te pidan perdón por las cosas que han cometido contra Ti. Verdaderamente, Tú eres el Perdonador, el Todomisericordioso.

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CXXVIII. Di: ¿Es digno de quien pretende ser un seguidor de su Señor, el Todomisericordioso, cometer en su corazón las acciones propias del Maligno? No, es completamente indigno de él, y de esto Aquel que es la Belleza del Todoglorioso, es Mi testigo. ¡Ojalá pudierais comprenderlo!

Limpiad vuestro corazón del amor a las cosas mundanas; vuestra lengua, de todo recuerdo salvo Su recuerdo; vuestro ser, de todo lo que os impida ver Su Faz u os tiente a seguir los impulsos de vuestras inclinaciones malas y corruptas. Que Dios sea vuestro temor, oh pueblo, y sed de los que huellan la senda de la rectitud.

Di: ¡Oh pueblo! Si vuestra conducta se contradice con lo que profesáis, ¿cómo pensáis, entonces, distinguiros de quienes, aunque profesaban su fe en el Señor, su Dios, tan pronto como Él vino a ellos en la nube de la santidad, rehusaron reconocerle y rechazaron Su verdad? Libraos de todo apego a este mundo y sus vanidades. Guardaos de acercaros a ellas, por cuanto os incitan a seguir vuestros propios placeres y deseos codiciosos y os impiden entrar en el recto y glorioso Camino.

Sabed que “el mundo” significa vuestra inconsciencia de Aquel que es vuestro Hacedor y vuestra absorción en cualquier cosa que no sea Él. La “vida por venir”, por otra parte, designa las cosas que os conducen a un acercamiento seguro a Dios, el Todoglorioso, el Incomparable. Cualquier cosa que os impida amar a Dios en este Día no es sino el mundo. Escapad de él, para que seáis contados entre los bienaventurados. Si alguien deseare adornarse con los ornamentos de la tierra, vestir sus prendas, o participar de los beneficios que ésta pueda conferirle, ningún daño podrá acaecerle, con tal de que no permita que nada intervenga entre él y Dios, pues Dios ha ordenado todas las cosas buenas, creadas en el cielo o en la tierra, para los siervos Suyos que realmente creen en Él. Comed, oh pueblo, de las cosas buenas que Dios os ha permitido, y no os privéis de Sus maravillosas dádivas. Dadle gracias a Él y alabadle, y sed de los que de verdad son agradecidos.

¡Oh tú que has abandonado tu hogar y has buscado la presencia de Dios! Proclama el Mensaje de tu Señor a las gentes, para que quizá les impida seguir los impulsos de sus deseos malos y corruptos, y les traiga al recuerdo de Dios, el Exaltadísimo, el Magno. Di: Temed a Dios, oh pueblo, y absteneos de derramar la sangre de nadie. No contendáis con vuestro prójimo y sed de los que hacen el bien. Guardaos de cometer desórdenes en la tierra, después que haya sido bien ordenada y no sigáis las huellas de los descarriados.

Quien de entre vosotros se disponga a enseñar la Causa de su Señor, que antes de nada, se enseñe a sí mismo, para que su palabra atraiga los corazones de quienes le escuchen. A menos que se enseñe a sí mismo, las palabras de su boca no influirán en el corazón del buscador. Cuidado, oh pueblo, no seáis de los que dan buenos consejos a otros, pero olvidan seguirlos ellos mismos. Las palabras de tales seres, y más allá de las palabras, las realidades de todas las cosas, y más allá de estas realidades los ángeles que están cerca de Dios los acusan de falsedad.

Si lograra alguna vez esa persona influir en alguien, ese éxito no debe atribuírsele a ella, sino más bien a la influencia de las palabras de Dios, como ha sido decretado por Aquel que es el Todopoderoso, el Sapientísimo. A la vista de Dios, es considerada como una lámpara que imparte su luz, y que, no obstante, en todo momento se consume a sí misma.

Di: No cometáis, oh pueblo, aquello que os traiga vergüenza o deshonre la Causa de Dios a los ojos de las gentes, y no seáis de los sediciosos. No os acerquéis a aquello que condenan vuestras mentes. Evitad toda clase de maldad, porque ello os ha sido prohibido en el Libro que nadie puede tocar, excepto aquellos a quienes Dios ha limpiado de toda mancha de culpa y ha contado entre los purificados.

Sed justos con vosotros mismos y con los demás, para que sean reveladas por vuestras acciones las señales de la justicia entre Nuestros fieles siervos. Guardaos de usurpar la propiedad de vuestro prójimo. Probad ser dignos de la confianza y fe que ha depositado en vosotros, y no neguéis al pobre las dádivas que la gracia de Dios os ha conferido. Él, ciertamente, recompensará a los caritativos y les devolverá el doble de lo que hayan dado. No hay otro Dios sino Él. Toda la creación y su imperio son Suyos. Él confiere Sus dones a quien Él quiere, y se los niega a quien quiere. Él es el Gran Donador, el Más Generoso, el Benévolo.

Di: Enseñad la Causa de Dios, oh pueblo de Bahá, porque Dios ha prescrito a todos y a cada uno el deber de proclamar Su Mensaje y lo considera como la más meritoria de todas las acciones. Tal acción es aceptable sólo cuando aquel que enseña la Causa ya es un firme creyente en Dios, el Supremo Protector, el Magnánimo, el Todopoderoso. Además, Él ha ordenado que Su Causa sea enseñada por el poder de la palabra y no recurriendo a la violencia. Así ha sido enviado Su mandato desde el Reino de Aquel que es el Exaltadísimo, el Omnisapiente. Cuidaos, no sea que disputéis con alguien; es más, esforzaos por hacerle consciente de la verdad de manera bondadosa y con muy convincente exhortación. Si vuestro oyente responde, responderá por su propio bien, y si no, apartaos de él y volved vuestros rostros hacia la sagrada Corte de Dios, la sede de resplandeciente santidad.

No disputéis con nadie sobre las cosas de este mundo y sus asuntos, porque Dios las ha abandonado a quienes han puesto sus afectos en ellas. De todo el mundo, Él ha escogido para Sí los corazones humanos, corazones que las huestes de la revelación y de la palabra pueden someter. Así ha sido ordenado por los Dedos de Bahá, sobre la Tabla del decreto irrevocable de Dios, por mandato de Aquel que es el Supremo Ordenador, el Omnisciente.

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CXXIX. ¡Oh tú que caminas por la senda de Dios! Toma tu porción del océano de Su gracia y no te prives de las cosas que se hallan ocultas en sus profundidades. Sé de los que han participado de sus tesoros. Una gota de este océano, si fuera derramada sobre todos los que están en los cielos y en la tierra, sería suficiente para enriquecerles con la munificencia de Dios, el Todopoderoso, el Omnisciente, el Sapientísimo. Con las manos de la renuncia, toma de sus aguas vivificadoras, y rocía con ellas todas las cosas creadas, para que sean limpiadas de todas las limitaciones humanas y se aproximen a la poderosa sede de Dios, este resplandeciente y sagrado Lugar.

No te apenes si lo realizas solo. Que Dios te sea suficiente para todo. Comulga íntimamente con Su Espíritu y sé de los agradecidos. Proclama la Causa de tu Señor a todos los que están en los cielos y en la tierra. Si alguien respondiera a tu llamada, descubre ante él las perlas de la sabiduría del Señor, tu Dios, que Su Espíritu te ha enviado, y sé de los que de verdad creen. Y si alguien rechazara tu ofrecimiento, apártate de él y deposita tu fe y confianza en el Señor, tu Dios, el Señor de todos los mundos.

¡Por la rectitud de Dios! Siempre que alguien, en este Día, abra sus labios y haga mención del nombre de su Señor, las huestes de la inspiración divina descenderán sobre esa persona desde el cielo de Mi nombre, el Omnisciente, el Sapientísimo. También descenderá sobre ella el Concurso de lo alto, sosteniendo cada uno de ellos un cáliz de luz pura. Así ha sido preordinado en el reino de la Revelación de Dios por el mandato de Aquel que es el Todoglorioso, el Todopoderoso.

Se halla oculta tras el Santo Velo, y preparada para el servicio de Dios, una compañía de Sus escogidos que se pondrán de manifiesto ante la humanidad, ayudarán a Su Causa y no temerán a nadie, aunque toda la raza humana se disponga a lidiar contra ellos. Éstos son los que, ante la vista de los habitantes de la tierra y los moradores del cielo, se alzarán, y aclamando en alta voz el nombre del Todopoderoso, llamarán a los hijos de los hombres a la senda de Dios, el Todoglorioso, el Alabado. Sigue su camino y que nadie te desanime. Sé de aquellos a quienes la conmoción del mundo, por mucho que les agite en la senda de su Creador, nunca podrá entristecer, y cuyo propósito el reproche de los acusadores jamás podrá derrotar.

Avanza con la Tabla de Dios y Sus signos, reúnete con los que han creído en Mí y anúnciales las nuevas de Nuestro sacratísimo Paraíso. Amonesta, entonces, a los que Le han atribuido socios. Di: Vengo a vosotros, oh pueblo, desde el Trono de gloria y os traigo un anuncio de Dios, el Más Poderoso, el Exaltadísimo, el Magno. En mi mano llevo el testimonio de Dios, vuestro Señor y el Señor de vuestros antepasados. Pesadlo en la Balanza justa que poseéis, la Balanza del testimonio de los Profetas y Mensajeros de Dios. Si lo encontráis fundado en la verdad, si creéis que es de Dios, cuidad, entonces, de no ponerle reparos y volver vanas vuestras obras, y ser contados entre los infieles. Es ciertamente el signo de Dios que ha sido enviado por el poder de la verdad, con el cual se ha demostrado a Sus criaturas la validez de Su Causa, y se han levantado las insignias de la pureza entre la tierra y el cielo.

Di: Éste es el Pergamino místico y sellado, el depósito del irrevocable Decreto de Dios, que contiene las palabras que ha trazado el Dedo de la Santidad, que se hallaba envuelto en el velo del misterio impenetrable y que ahora se ha hecho descender como muestra de la gracia de Aquel que es el Todopoderoso, el Anciano de Días. En él hemos decretado los destinos de todos los habitantes de la tierra y los moradores del cielo, y hemos inscrito el conocimiento de todas las cosas desde la primera hasta la última. Nada puede pasarle inadvertido, ni frustrarle, bien que haya sido creado en el pasado, o sea creado en el futuro. Ojalá pudierais comprenderlo.

Di: La Revelación enviada por Dios, con toda seguridad, se ha repetido, y la Mano extendida de Nuestro poder ha amparado a todos los que están en los cielos y a todos los que están en la tierra. Hemos manifestado por el poder de la verdad, la verdad misma, una vislumbre infinitesimal de Nuestro Misterio impenetrable, y he aquí que quienes han reconocido el fulgor del esplendor sinaico expiraron al percibir un ligero atisbo de esta Luz Carmesí que envuelve el Sinaí de Nuestra Revelación. Así ha venido en las nubes de Su testimonio Aquel que es la Belleza del Todomisericordioso, y se ha cumplido el decreto en virtud de la Voluntad de Dios, el Todoglorioso, el Omnisapiente.

Di: ¡Sal de Tu sagrado aposento, oh Doncella del Cielo, moradora del Exaltado Paraíso! Atavíate de la manera que Te agrade con la sedosa Vestidura de la Inmortalidad, y ponte, en nombre del Todoglorioso, el bordado Manto de la Luz. Escucha, entonces, el dulce y maravilloso tono de la Voz que viene del Trono de Tu Señor, el Inaccesible, el Altísimo. Quítate el velo del rostro y muestra la belleza de la Zagala de ojos negros, y no permitas que los siervos de Dios sean privados de la luz de Tu luminoso semblante. No te apenes si oyes los gemidos de los que habitan la tierra o las lamentaciones de los que moran en el cielo. Deja que perezcan en el polvo de la extinción. Que sean reducidos a la nada, por cuanto el fuego del odio ha sido encendido en sus pechos. Entona, entonces, ante la faz de los pueblos de la tierra y del cielo, y con voz muy melodiosa, el himno de alabanza, en conmemoración de Aquel que es el Rey de los nombres y atributos de Dios. Así hemos decretado Tu destino. Y bien podemos lograr Nuestro propósito.

Cuida de no despojarte de Tu manto de gloria reluciente, Tú que eres la Esencia de la Pureza. Antes bien, en el reino de la creación, enriquécete cada vez más con las vestiduras incorruptibles de Tu Dios, para que la hermosa imagen del Todopoderoso sea reflejada por Ti en todas las cosas creadas, y sea infundida la gracia de Tu Señor, en la plenitud de su poder, en toda la creación.

Si percibes en alguien el aroma del amor de Tu Señor, ofréndate por él, porque Te hemos creado para ese fin, y hemos hecho contigo un pacto, desde tiempo inmemorial y en la presencia de la congregación de Nuestros agraciados, con el mismo propósito. No Te impacientes si los ciegos de corazón Te lanzan los dardos de sus vanas fantasías. No les hagas caso, pues siguen las instigaciones de los malignos.

Proclama a la vista de los moradores del cielo y de la tierra: Yo soy la Doncella del Cielo, la Criatura engendrada por el Espíritu de Bahá. Mi morada es la Mansión de Su Nombre, el Todoglorioso. Ante el Concurso de lo alto fui adornada con el ornamento de Sus nombres. Estaba envuelta en el velo de una seguridad inviolable y oculta a la vista de la gente. Me parece haber oído una Voz de divina e incomparable dulzura, que procedía de la diestra del Dios de Misericordia y he aquí que todo el Paraíso se conmovió y tembló ante Mí en su anhelo por oír sus cadencias y contemplar la belleza de Quien las pronunciaba. Así hemos revelado en esta luminosa Tabla, y en el más dulce de los idiomas, los versículos que la Lengua de la Eternidad fue movida a pronunciar en el Qayyúmu’l-Asmá’.

Di: Él ordena lo que desea, en virtud de Su soberanía, y hace lo que es Su Voluntad por Su propia decisión. No debe ser cuestionado sobre lo que Él desee ordenar. Él, en verdad, es el Libre, el Todopoderoso, el Sapientísimo.

Aquellos que no han creído en Dios y se han rebelado contra Su soberanía son las impotentes víctimas de sus deseos e inclinaciones corruptas. Éstos regresarán a su morada del fuego del infierno: ¡miserable es la morada de los negadores!

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CXXX. Sé generoso en la prosperidad y agradecido en la adversidad. Sé digno de la confianza de tu prójimo, y mírale con rostro resplandeciente y amistoso. Sé para el pobre un tesoro, para el rico, un amonestador; sé uno que responde al llamado del menesteroso, y guarda la santidad de tu promesa. Sé recto en tu juicio y moderado en tu palabra. No seas injusto con nadie, y a todos muestra mansedumbre. Sé como una lámpara para quienes andan en tinieblas, una alegría para los entristecidos, un mar para los sedientos, un asilo para los afligidos, un sostenedor y defensor de la víctima de la opresión. Que la integridad y rectitud distingan todos tus actos. Sé un hogar para el forastero, un bálsamo para el que padece, un baluarte para el fugitivo. Sé ojos para el ciego y una luz de guía a los pies de los que yerran. Sé un ornamento del semblante de la verdad, una corona sobre la frente de la fidelidad, un pilar del templo de la rectitud, un hálito de vida para el cuerpo de la humanidad, una insignia de las huestes de la justicia, un lucero sobre el horizonte de la virtud, un rocío para la tierra del corazón humano, un arca en el océano del conocimiento, un sol en el cielo de la munificencia, una gema en la diadema de la sabiduría, una luz refulgente en el firmamento de tu generación, un fruto del árbol de la humildad.

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CXXXI. La Pluma del Antiguo Rey nunca ha cesado de recordar a los amados de Dios. En un tiempo ríos de misericordia han fluido de Su Pluma; en otro, mediante su movimiento, ha sido revelado el claro Libro de Dios. Él es Aquel con Quien nadie es comparable, con Cuya expresión ningún mortal puede nunca competir. Él es Quien desde la eternidad ha estado establecido en la sede del ascendiente y poder, de Cuyos labios han procedido consejos que pueden satisfacer las necesidades de toda la humanidad y advertencias que pueden beneficiarla.

Pongo como testigo al único Dios verdadero y a Sus criaturas de que ni por un momento Me he permitido estar oculto a los ojos de los mortales ni he consentido escudarme contra su agravio. Ante la faz de todos, Me he levantado y les he ordenado cumplir Mi voluntad. Mi objetivo no es sino el mejoramiento del mundo y la tranquilidad de sus pueblos. El bienestar de la humanidad, su paz y seguridad son inalcanzables, a menos que su unidad sea firmemente establecida. Esta unidad no podrá jamás lograrse mientras se permita que sean desatendidos los consejos que ha revelado la Pluma del Altísimo.

Mediante el poder de las palabras que Él ha pronunciado, toda la raza humana puede ser iluminada con la luz de la unidad, y el recuerdo de Su Nombre es capaz de inflamar los corazones de todos y consumir los velos que se interponen entre ellos y Su gloria. Una acción recta está dotada de tal potencia que puede enaltecer a tal punto el polvo como para hacerlo ir más allá del cielo de los cielos. Puede rasgar toda atadura y tiene el poder de restaurar la fuerza que se ha gastado y desvanecido...

Sed puros, oh pueblo de Dios, sed puros; sed rectos, sed rectos... Di: ¡Oh pueblo de Dios! Lo que puede asegurar la victoria de Aquel que es la Verdad Eterna, Sus huestes y ayudantes en la tierra, ha sido anotado en los Libros y Escrituras sagradas, y está tan claro y manifiesto como el sol. Estas huestes son los actos rectos, la conducta y carácter que son aceptables a Su vista. Siempre que alguien se levante a ayudar a Nuestra Causa en este Día, y llame en su ayuda a las huestes de un carácter loable y una conducta recta, la influencia que fluye de tal acción, ciertamente, será difundida por todo el mundo.

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CXXXII. El propósito del único Dios verdadero, exaltada sea Su gloria, al revelarse a la humanidad es exponer a la luz las gemas que se hallan ocultas en la mina de su ser íntimo y verdadero. Corresponde a la esencia de la Fe de Dios y Su Religión en este Día el que no deba permitirse nunca a las diversas confesiones de la tierra y a los múltiples sistemas de creencias religiosas fomentar sentimientos de animosidad entre las gentes. Estos principios y leyes, estos sistemas inmensos y firmemente establecidos, han procedido de una sola Fuente y son los rayos de una sola Luz. Que difieran unos de otros debe atribuirse a los requisitos variables de las edades en que fueron promulgados.

¡Oh pueblo de Bahá! Aprestad vuestros esfuerzos para que quizás sea aquietado el tumulto de lucha y disensión religiosas que agita a los pueblos de la tierra, y sea completamente borrada toda huella de él. Por el amor a Dios y a quienes Le sirven, levantaos para ayudar a esta muy sublime y trascendental Revelación. El fanatismo y odio religiosos son un fuego que devora al mundo, cuya violencia nadie puede extinguir. Sólo la Mano del Poder Divino puede librar a la humanidad de esta aflicción desoladora...

La expresión de Dios es una lámpara, cuya luz son estas palabras: Sois los frutos de un solo árbol y las hojas de una sola rama. Trataos unos a otros con extremo amor y armonía, con amistad y compañerismo. ¡Aquel que es el Sol de la Verdad es Mi testigo! Tan potente es la luz de la unidad que puede iluminar toda la tierra. El único Dios verdadero, Quien conoce todas las cosas, atestigua Él mismo la verdad de estas palabras.

Esforzaos por alcanzar esta trascendente y muy sublime posición, que puede asegurar la protección y seguridad de toda la humanidad. Esta meta supera todas las demás metas, y esta aspiración es la soberana de todas las aspiraciones. Sin embargo, mientras no se disipen las espesas nubes de la opresión que oscurecen el sol de la justicia, será difícil que sea revelada a los ojos humanos la gloria de esa posición...

Asociaos con todas las personas, oh pueblo de Bahá, con espíritu de amistad y compañerismo. Si sois conscientes de cierta verdad, si poseéis una joya de la que otros están privados, compartidla con ellos en un lenguaje de sumo afecto y buena voluntad. Si es aceptada, si cumple su propósito, habréis logrado vuestro objetivo. Si alguien la rehusa, dejadle en paz, e implorad a Dios que le guíe. Guardaos de tratarle sin bondad. Una lengua amable es el imán del corazón humano. Es el pan del espíritu, reviste de significado las palabras, es fuente de la luz de la sabiduría y el entendimiento...

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CXXXIII. Las ordenanzas de Dios han sido enviadas desde el cielo de Su muy augusta Revelación. Todos deben observarlas diligentemente. La suprema distinción del ser humano, su verdadero adelanto, su victoria final, ha dependido siempre y continuará dependiendo de ellas. Quienquiera que guarde los mandamientos de Dios alcanzará felicidad eterna.

Una doble obligación descansa sobre aquel que ha reconocido la Aurora de la Unidad de Dios y aceptado la verdad de Aquel que es la Manifestación de Su unicidad. La primera es la constancia en Su amor, una constancia tal que ni el clamor del enemigo ni las pretensiones del impostor ocioso puedan impedirle aferrarse a Aquel que es la Verdad Eterna, una constancia tal que prescinda totalmente de ellos. La segunda es la estricta observancia de las leyes que Él ha prescrito, leyes que Él siempre ha ordenado y continuará ordenando a la humanidad, mediante las cuales la verdad puede ser distinguida y separada de la falsedad.

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CXXXIV. El primer deber y el más sobresaliente prescrito a todos después del reconocimiento de Aquel que es la Verdad Eterna, es la constancia en Su Causa. Aférrate a ella, y sé de aquellos cuyas mentes están fijas y fundadas firmemente en Dios. Ninguna acción, por muy meritoria que sea, ha sido ni será jamás comparable a ésta. Es la reina de todas las acciones, y esto lo atestigua tu Señor, el Altísimo, el Más Poderoso...

Las virtudes y atributos que pertenecen a Dios son todos evidentes y manifiestos, y han sido mencionados y descritos en todos los Libros celestiales. Entre éstos se encuentran la honradez, la veracidad, la pureza de corazón al comulgar con Dios, la indulgencia, la resignación a todo lo que el Todopoderoso ha decretado, el contento con las cosas que Su Voluntad ha provisto, la paciencia, es más, el agradecimiento en medio de las tribulaciones, y completa confianza en Él en todas las circunstancias. De acuerdo con la estimación de Dios, éstas figuran como las más elevadas y loables entre todas las acciones. Todas las demás acciones son secundarias y subordinadas a ellas, y continuarán siempre siéndolo...

El espíritu que anima al corazón humano es el conocimiento de Dios, y su mejor adorno es el reconocimiento de la verdad de que: “Él hace todo cuanto desea y ordena lo que es Su voluntad”. Su atavío es el temor a Dios, y su perfección es la constancia en Su Fe. Así instruye Dios a todos los que Le buscan. Él, en verdad, ama a aquel que se vuelve hacia Él. No hay otro Dios sino Él, el Perdonador, el Más Generoso. Toda loanza sea a Dios, el Señor de todos los mundos.

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CXXXV. ¡Oh Letra del Viviente! El oído de Dios ha percibido tu clamor, y Sus ojos han visto la súplica que has escrito. Él te llama desde Su sede de gloria y te revela los versículos que hizo descender Quien ayuda en el peligro, Quien subsiste por Sí mismo.

Bienaventurado eres porque has abolido enteramente el ídolo del egoísmo y de la vana imaginación, y porque has rasgado el velo de la ociosa fantasía, mediante la fuerza del poder de tu Señor, el Supremo Protector, el Todopoderoso, el único Amado. Ciertamente has de ser contado entre aquellas Letras que han superado a toda otra Letra. Por eso Dios te ha elegido, por la lengua de tu Señor, el Báb, el resplandor de Cuyo semblante ha envuelto y continuará envolviendo a toda la creación. Da gracias al Todopoderoso y magnifica Su nombre, por cuanto Él te ha ayudado a reconocer esta Causa que ha hecho temblar los corazones de los habitantes de los cielos y de la tierra, que ha sido el motivo de que clamen los moradores de los Reinos de la creación y de la Revelación, y por la cual se han descubierto y probado los secretos ocultos de los corazones.

Tu Señor, el Altísimo (el Báb), desde Su Reino de gloria, te dirige estas palabras: Grande es la bienaventuranza que te espera, oh Letra del Viviente, porque tú de verdad has creído en Mí, has rehusado avergonzarme ante el Concurso de lo alto, has cumplido tu promesa, te has despojado del velo de las vanas imaginaciones y has fijado tu mirada en el Señor, tu Dios, el Señor de lo invisible y lo visible, el Señor del Templo Frecuentado. Estoy muy contento contigo, por cuanto he encontrado tu rostro radiante de luz en el Día en que los rostros se han tornado lúgubres y se han vuelto negros.

Di: ¡Oh pueblo del Bayán! ¿No os hemos advertido, en todas Nuestras Tablas y en todas Nuestras Escrituras ocultas, que no sigáis vuestras pasiones malas e inclinaciones corruptas, sino que dirijáis vuestra mirada hacia la Escena de gloria trascendente en el Día en que será establecida la Más Grande Balanza, Día en que las dulces melodías del Espíritu de Dios manarán de la diestra del trono de vuestro Señor, el omnipotente Protector, el Todopoderoso, el Santísimo? ¿No os hemos prohibido aferraros a las cosas que os pudieran apartar de la Manifestación de Nuestra Belleza en su siguiente Revelación, ya fuesen las personificaciones de los nombres de Dios y toda su gloria, o los reveladores de Sus atributos y su dominio? ¡Ved cómo, en cuanto Me revelé, rechazasteis Mi verdad y os alejasteis de Mí, y fuisteis de aquellos que consideraron los signos de Dios como un juego y pasatiempo!

¡Por Mi Belleza! En este Día nada en absoluto se aceptará de vosotros, aunque continuéis adorando a Dios y postrándoos ante Él por toda la eternidad de Su dominio, pues todas las cosas dependen de Su Voluntad, y el valor de todos los hechos está condicionado a Su aceptación y agrado. Todo el universo no es más que un puñado de arcilla en Sus manos. A no ser que uno reconozca a Dios y Le ame, su llamada no será escuchada por Dios en este Día. Ésta es parte de la esencia de Su Fe, si lo supierais.

¿Os contentáis con aquello que es como el vapor en la llanura y estáis dispuestos a privaros del Océano Cuyas aguas, en virtud de la Voluntad de Dios, refrescan las almas humanas? ¡Ay de vosotros, por haber respondido a la generosidad de Dios con algo tan vano y despreciable! Sois, en verdad, de aquellos que Me han rechazado en Mi Revelación anterior. ¡Si vuestros corazones al menos comprendieran!

Levantaos y, ante los ojos de Dios, expiad vuestras faltas de deber hacia Él. Éste es Mi mandamiento para vosotros, si prestarais oídos a Mi mandamiento. ¡Por Mí mismo! Ni el pueblo del Corán, ni los seguidores de la Torá o del Evangelio, ni los de ningún otro Libro han cometido lo que vuestras manos han hecho. Yo mismo he dedicado toda Mi vida a la defensa de la verdad de esta Fe. Yo mismo, en todas Mis Tablas he anunciado el advenimiento de Su Revelación. Sin embargo, tan pronto como Él Se manifestó en Su Revelación siguiente, ataviado con la gloria de Bahá y engalanado con el manto de Su grandeza, os rebelasteis contra Aquel que es el Supremo Protector, Quien subsiste por Sí mismo. ¡Cuidado, oh pueblo! Avergonzaos de aquello que Me ha acaecido a vuestras manos en el camino de Dios. Cuidaos de no llegar a ser contados entre los que han rechazado cuanto les ha sido enviado desde el Cielo de la trascendente gloria de Dios.

Tales son, oh Letra del Viviente, las palabras que tu Señor ha pronunciado y te ha dirigido desde los dominios de lo alto. Proclama las palabras de tu Señor a Sus siervos, para que tal vez se sacudan el sueño y pidan perdón a Dios, Quien los ha formado y creado, y les ha enviado esta muy refulgente, esta muy santa y manifiesta Revelación de Su Belleza.

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CXXXVI. Di: Oh pueblo, librad vuestras almas de las cadenas del yo y purificadlas de todo apego a cualquier cosa que no sea Yo. Mi recuerdo limpia todas las cosas de profanación, si pudierais comprenderlo. Di: Si todas las cosas creadas fuesen despojadas enteramente del velo de la vanidad y el deseo mundanos, la Mano de Dios las ataviaría en este Día, a todas y cada una de ellas, con el manto de “Él hace lo que desea en el reino de la creación”, para que así fuera manifestado en todas las cosas el signo de Su soberanía. Exaltado, entonces, sea Él, el Soberano Señor de todo, el Todopoderoso, el Supremo Protector, el Todoglorioso, el Omnipotente.

Entona, oh Mi siervo, los versículos de Dios que has recibido, como son entonados por aquellos que se han acercado a Él, para que la dulzura de tu melodía encienda tu propia alma y atraiga los corazones de todos. Siempre que alguien recite en la intimidad de su aposento los versículos que Dios ha revelado, los ángeles esparcidores del Todopoderoso difundirán por doquier la fragancia de las palabras emanadas de su boca, y harán que palpite el corazón de toda persona recta. Aunque al principio permanezca inconsciente de su efecto, sin embargo, la virtud de la gracia que le ha sido concedida debe necesariamente ejercer tarde o temprano influencia sobre su alma. Así han sido decretados los misterios de la Revelación de Dios en virtud de la Voluntad de Aquel que es la Fuente de poder y sabiduría.

¡Oh Khalíl! Dios es Mi testigo. A pesar de que Mi Pluma aún se desliza sobre Mi Tabla, en el fondo de su corazón llora y está dolorosamente afligida. La lámpara que arde ante el Trono, asimismo, llora y gime a causa de lo que la Antigua Belleza ha sufrido a manos de aquellos que no son sino una creación de Su Voluntad. Dios mismo sabe y atestigua la verdad de Mis palabras. Nadie que haya purgado su oído del ruidoso clamor de los infieles y lo haya orientado hacia todas las cosas creadas puede dejar de oír la voz de su lamento y llanto por el dolor que Nos ha acaecido a manos de aquellos de Nuestros siervos que no han creído y se han rebelado contra Nos. Así te hemos descubierto una vislumbre de las penas que Nos han sobrevenido para que seas consciente de Nuestros sufrimientos, y para que, pacientemente, soportes tus aflicciones.

Disponte a asistir a tu Señor en todo tiempo y en toda circunstancia, y sé tú uno de Sus ayudantes. Advierte, entonces, a las gentes que presten atención a las palabras que el Espíritu de Dios ha pronunciado en esta refulgente y esplendorosa Tabla. Di: No sembréis, oh pueblo, las semillas de la disensión entre las personas, y no contendáis con vuestro prójimo. Sed pacientes en todas las circunstancias, y depositad toda vuestra fe y confianza en Dios. Ayudad a vuestro Señor con la espada de la sabiduría y la palabra. Esto, ciertamente, es propio de la posición del ser humano. Apartarse de ello sería indigno de Dios, el Soberano Señor de todo, el Glorificado. Sin embargo, el pueblo ha sido desviado, y es, ciertamente, de los desatentos.

Abrid, oh pueblo, las puertas de los corazones con las llaves del recuerdo de Aquel que es el Recuerdo de Dios y la Fuente de sabiduría entre vosotros. Él ha elegido de entre todo el mundo los corazones de Sus siervos, y los ha hecho sede de la revelación de Su gloria. Por tanto, purificadlos de toda profanación, para que en ellos sea grabado aquello para lo cual fueron creados. Esto, de hecho, es una muestra del generoso favor de Dios.

Embelleced vuestras lenguas, oh pueblo, con la veracidad, y adornad vuestras almas con el ornamento de la honradez. Cuidado, oh pueblo, no sea que tratéis traicioneramente a alguien. Sed los fiduciarios de Dios entre Sus criaturas y los emblemas de Su generosidad en medio de Su pueblo. Aquellos que siguen sus deseos lujuriosos e inclinaciones corruptas han errado y malgastado sus esfuerzos. Ellos, de veras, son de los perdidos. Esforzaos, oh pueblo, para que vuestros ojos sean dirigidos hacia la misericordia de Dios, vuestros corazones estén en consonancia con Su maravilloso recuerdo, vuestras almas dependan confiadamente de Su gracia y munificencia, y vuestros pies huellen el camino de Su complacencia. Ésos son los consejos que os lego. ¡Ojalá siguierais Mis consejos!

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CXXXVII. Algunos han considerado que es lícito violar la integridad de los bienes de su prójimo y no han dado importancia a la orden de Dios prescrita en Su Libro. ¡Que el mal recaiga sobre ellos y les aflija el castigo de Dios, el Todopoderoso, el Omnisciente! ¡Por Aquel que brilla sobre la Aurora de santidad! Si toda la tierra fuera convertida en plata y oro, nadie de quien pueda decirse que verdaderamente ha ascendido al cielo de fe y certeza se dignaría a mirarlo, menos aun a tomarlo y guardarlo. Nos hemos referido anteriormente a este tema en pasajes revelados en lengua árabe, en palabras de exquisita belleza. ¡Dios es Nuestro testigo! Quien haya gustado la dulzura de esas palabras nunca consentirá traspasar los límites que Dios ha fijado, ni volverá su mirada hacia nadie excepto su Bienamado. Esa persona reconocerá fácilmente, con su vista interior, cuán vanas y fugaces son las cosas de este mundo, y pondrá sus afectos en cosas de lo alto.

Di: ¡Avergonzaos, oh vosotros que pretendéis ser quienes aman a la Antigua Belleza! Que os sirvan de amonestación las tribulaciones que Él ha sufrido, el peso de la angustia que ha soportado por amor de Dios. Que vuestros ojos se abran. ¿Con qué propósito Se ha afanado Él, si las múltiples pruebas que ha sobrellevado van a tener finalmente como resultado tan despreciables declaraciones y tan miserable conducta? Todo ladrón, todo obrador de iniquidades, en los días anteriores a Mi Revelación, ha pronunciado esas mismas palabras, y ha actuado de esa misma manera.

Ciertamente digo: Prestad atención a Mi dulce voz y purificaos de la profanación de vuestras malas pasiones y deseos corruptos. Aquellos que moran dentro del tabernáculo de Dios, y están establecidos en las sedes de gloria sempiterna, aunque estuviesen muriendo de hambre, rehusarían extender la mano para tomar ilícitamente los bienes de su prójimo, por muy bajo y despreciable que éste sea.

El propósito del único Dios verdadero al manifestarse a Sí mismo es invitar a toda la humanidad a la veracidad y sinceridad, a la piedad y honradez, a la resignación y sumisión a la Voluntad de Dios, a la paciencia y amabilidad, a la rectitud y sabiduría. Su objetivo es vestir a cada uno con el manto de un carácter santificado y adornarlo con el ornamento de acciones buenas y santas.

Di: Tened misericordia de vosotros mismos y de vuestros semejantes, y no permitáis que la Causa de Dios – una Causa inmensamente exaltada por encima de la esencia íntima de la santidad – sea manchada por la inmundicia de vuestras ociosas fantasías, de vuestras imaginaciones indecorosas y corruptas.

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CXXXVIII. Tú ves, oh Dios de Misericordia, Cuyo poder penetra todas las cosas creadas, a estos siervos Tuyos, Tus esclavos, quienes de acuerdo con el beneplácito de Tu Voluntad, observan de día el ayuno prescrito por Ti, quienes se levantan con las primeras luces para hacer mención de Tu Nombre y celebrar Tu alabanza, esperando obtener su parte de las cosas buenas que están guardadas en los tesoros de Tu gracia y munificencia. Te imploro, oh Tú que tienes en Tus manos las riendas de toda la creación, en Cuyo puño está todo el reino de Tus nombres y de Tus atributos, que no prives en Tu Día a Tus siervos de las lluvias que se vierten de las nubes de Tu misericordia, ni les impidas tomar su porción del océano de Tu complacencia.

Todos los átomos de la tierra dan testimonio, oh mi Señor, de la grandeza de Tu poder y soberanía, y todos los signos del universo atestiguan la gloria de Tu majestad y fuerza. Ten misericordia entonces, oh Tú que eres el soberano Señor de todo, que eres el Rey de los días sempiternos y Monarca de todas las naciones, de estos siervos Tuyos, que se han aferrado a la cuerda de Tus mandamientos, que han doblado la cerviz ante las revelaciones de Tus leyes enviadas desde el cielo de Tu Voluntad.

Mira, oh mi Señor, cómo sus ojos están elevados en dirección al punto de amanecer de Tu bondad, cómo sus corazones están orientados hacia los océanos de Tus favores, cómo se acallan sus voces ante los tonos de Tu muy dulce Voz que llama desde la Posición más sublime, en Tu nombre, el Todoglorioso. Ayuda a Tus amados, oh mi Señor, a aquellos que han abandonado todo para obtener lo que Tú posees, quienes han sido rodeados de pruebas y tribulaciones por haber renunciado al mundo y depositado su afecto en Tu dominio de gloria. Escúdalos, Te imploro, oh mi Señor, contra los asaltos de las malas pasiones y deseos, y ayúdales a obtener lo que ha de aprovecharles en este mundo y en el venidero.

Te pido, oh mi Señor, por Tu oculto, Tu atesorado Nombre, que llama en alta voz en el reino de la creación y convoca a todos los pueblos al Árbol más allá del cual no hay paso, la sede de trascendente gloria, que derrames sobre nosotros y sobre Tus siervos la anegante lluvia de Tu misericordia, para que nos limpie del recuerdo de todo salvo de Ti, y nos acerque a las orillas del océano de Tu gracia. Ordena, oh Señor, por Tu muy exaltada Pluma, lo que ha de inmortalizar nuestras almas en el Dominio de gloria, perpetuar nuestros nombres en Tu Reino, y guardar nuestras vidas en los tesoros de Tu protección y nuestros cuerpos en el baluarte de Tu inviolable fortaleza. Potente eres Tú sobre todas las cosas, ya sean del pasado o del futuro. No hay otro Dios sino Tú, el Protector omnipotente, Quien subsiste por Sí mismo.

Tú ves, oh Señor, nuestras manos suplicantes levantadas hacia el cielo de Tu favor y generosidad. Concede que sean colmadas con los tesoros de Tu munificencia y Tu generoso favor. Perdónanos a nosotros, a nuestros padres y a nuestras madres, y haz que se cumpla todo lo que hemos deseado del océano de Tu gracia y divina generosidad. Acepta, oh Amado de nuestros corazones, nuestras obras hechas en Tu camino. Tú eres, verdaderamente, el Todopoderoso, el Más Exaltado, el Incomparable, el Único, el Perdonador, el Magnánimo.

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CXXXIX. Presta atención, oh Nabíl-i-A‘ẓam, a la Voz del Anciano de Días, que te llama desde el Reino de Su Nombre todoglorioso. Es Él Quien está proclamando ahora desde los dominios de lo alto y dentro de la esencia íntima de todas las cosas creadas: “Yo, verdaderamente, soy Dios, no hay otro Dios sino Yo. Yo soy Quien, desde siempre, ha sido la Fuente de toda soberanía y poder, Quien continuará, por la eternidad, ejerciendo Su reinado y dando Su protección a todas las cosas creadas. Mi prueba es la grandeza de Mi poder y Mi soberanía que abarca toda la creación”...

Bendito eres tú, oh Mi nombre, por cuanto has entrado en Mi Arca, y por la fuerza de Mi soberano y muy exaltado poder, surcas veloz el océano de la grandeza, y te cuentas entre Mis predilectos, cuyos nombres ha inscrito el Dedo de Dios. Has bebido de la copa que es en verdad la vida de las manos de este Joven, en torno a Quien giran las Manifestaciones del Todoglorioso, y el brillo de Cuya presencia ensalzan de día y de noche Aquellos que son las Auroras de la Misericordia.

Su gloria sea contigo, por cuanto has ido de Dios a Dios y has entrado en los aledaños de la Corte de esplendor inmarcesible, Lugar que ningún mortal podrá jamás describir. Allí la brisa de la santidad, cargada del amor de tu Señor, ha conmovido tu espíritu dentro de ti, y las aguas del entendimiento te han lavado de las manchas del alejamiento e impiedad. Has sido admitido en el Paraíso del Recuerdo de Dios a través de tu reconocimiento de Aquel que es la Personificación de ese Recuerdo entre la humanidad.

Por tanto, sé agradecido a Dios, porque te ha fortalecido para ayudar a Su Causa, porque ha hecho que las flores del conocimiento y la comprensión broten en el jardín de tu corazón. Así te ha envuelto Su gracia, como ha envuelto a toda la creación. Cuidado, no permitas que nada te entristezca. Líbrate de todo apego a las vanas alusiones de las gentes y arroja tras de ti las ociosas y sutiles disputas de los que están separados de Dios por velos. Proclama, entonces, lo que el Más Grande Espíritu te hará pronunciar en el servicio de la Causa de tu Señor, para que conmuevas las almas de todos y atraigas sus corazones hacia esta muy bendita y todogloriosa Corte...

Has de saber que hemos anulado la ley de la espada como ayuda a Nuestra Causa, y la hemos sustituido por el poder nacido de la expresión humana. Así lo hemos decretado irrevocablemente, en virtud de Nuestra gracia. Di: ¡Oh pueblo! No sembréis las semillas de la discordia entre la gente, y absteneos de contender con vuestro prójimo, pues vuestro Señor ha encomendado el mundo y las ciudades de éste al cuidado de los reyes de la tierra, y los ha hecho los emblemas de Su propio poder, en virtud de la soberanía que Él ha deseado conferirles. Él ha rehusado reservar para Sí parte alguna del dominio de este mundo. Esto lo atestigua Aquel que es, Él mismo, la Verdad Eterna. Lo que Él Se ha reservado son las ciudades de los corazones humanos, para limpiarlos de toda corrupción terrenal y permitirles aproximarse al Lugar santificado que las manos de los infieles no podrán nunca profanar. Abrid, oh pueblo, la ciudad del corazón humano con la llave de vuestra palabra. Así, de acuerdo con una medida preordinada, os hemos prescrito vuestro deber.

¡Por la rectitud de Dios! El mundo y sus vanidades, y su gloria, y todas las delicias que pueda ofrecer, es todo, a la vista de Dios, tan vil como polvo y cenizas, y aún más despreciable que éstos. ¡Si los corazones pudieran comprenderlo! Limpiaos completamente, oh pueblo de Bahá, de la corrupción del mundo, y de todo lo que le pertenece. Dios mismo es Mi testigo. Las cosas de la tierra no os convienen. Desechadlas para quienes las deseen, y fijad vuestros ojos en esta muy santa y refulgente Visión.

Lo que os conviene es el amor a Dios, y el amor a Aquel que es la Manifestación de Su Esencia, y la observancia de todo lo que Él desee prescribiros, si lo supierais.

Di: Que la veracidad y la cortesía sean vuestro adorno. No permitáis ser privados del manto de la paciencia y la justicia, para que las deleitables fragancias de la santidad sean exhaladas desde vuestros corazones sobre todas las cosas creadas. Di: Cuidado, oh pueblo de Bahá, no sea que transitéis por los caminos de aquellos cuyas palabras difieren de sus hechos. Esforzaos para que se os permita manifestar a los pueblos de la tierra los signos de Dios y reflejar Sus mandamientos. Que vuestros hechos sean una guía para toda la humanidad, pues lo que profesa la mayoría de la gente, ya sea de elevada o de humilde condición, difiere de su conducta. Es por vuestros actos que podéis distinguiros de los demás. Por ellos puede ser derramado sobre toda la tierra el brillo de vuestra luz. Feliz aquel que atiende Mi consejo y guarda los preceptos prescritos por Aquel que es el Omnisciente, el Omnisapiente.

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CXL. ¡Oh Muḥammad-‘Alí! Grande es la bienaventuranza que te espera, por cuanto has adornado tu corazón con el ornamento del amor a tu Señor, el Todoglorioso, el Alabado. Todo el bien será con quien alcance esta posición en este día.

No prestes atención a la humillación a que han sido sometidos en este Día los amados de Dios. Esta humillación es el orgullo y la gloria de todo honor temporal y elevación mundana. ¿Qué honor puede imaginarse mayor que el honor conferido por la Lengua del Anciano de Días cuando recuerda a Sus amados en Su Más Grande Prisión? Se aproxima el día en que las nubes interpuestas se habrán disipado completamente, en que la luz de las palabras: “Todo honor pertenece a Dios y a aquellos que Le aman”, habrá aparecido, tan manifiesta como el sol, sobre el horizonte de la Voluntad del Todopoderoso.

Todos, ya sean de elevada o de humilde condición, han buscado y siguen buscando tan grande honor. Sin embargo, tan pronto como el Sol de la Verdad hubo derramado su resplandor sobre el mundo, todos se privaron de sus beneficios y se apartaron como por un velo de su gloria, excepto aquellos que se han aferrado a la cuerda de la infalible providencia del único Dios verdadero, y que, con completo desprendimiento de todo fuera de Él, han dirigido sus rostros hacia Su santa corte.

Dale gracias a Quien es el Deseo de todos los mundos por haberte investido con tan alto honor. Dentro de poco el mundo y todo lo que hay en él será como algo olvidado, y todo el honor será de los amados de tu Señor, el Todoglorioso, el Más Generoso.

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CXLI. ¡Un Libro enviado en verdad a las gentes de discernimiento! Éste ordena al pueblo observar justicia y obrar con rectitud, y les prohíbe seguir sus inclinaciones corruptas y deseos carnales, acaso los hijos de los hombres sean despertados de su negligencia.

Di: Seguid, oh pueblo, lo que ha sido prescrito a vosotros en Nuestras Tablas, y no os dejéis llevar por las imaginaciones que han maquinado los sembradores de maldad, aquellos que cometen perversidad y la imputan a Dios, el Más Santo, el Todoglorioso, el Exaltadísimo. Di: Hemos aceptado ser sometidos a males y aflicciones para que os purifiquéis de toda inmundicia terrenal. ¿Por qué rehusáis entonces meditar sobre Nuestro propósito en vuestros corazones? ¡Por la rectitud de Dios! A quienquiera que reflexione sobre las tribulaciones que hemos sufrido se le desvanecerá el alma de pena. Tu Señor mismo atestigua la verdad de Mis palabras. Hemos soportado el peso de todas las calamidades para purificaros de toda corrupción terrenal, y, sin embargo, os mostráis indiferentes.

Di: Incumbe a cada uno que se sostiene firmemente del borde de Nuestro Manto no mancharse con nada que repugne al Concurso de lo alto. Así ha sido decretado por tu Señor, el Todoglorioso, en Su perspicua Tabla. Di: ¿Dejáis a un lado Mi amor y cometéis lo que entristece Mi corazón? ¿Qué os impide comprender lo que os ha sido revelado por Aquel que es el Omnisciente, el Omnisapiente?

Nos, en verdad, vemos vuestras acciones. Si percibimos de ellas el suave aroma de la pureza y santidad, con toda certeza os bendeciremos. Entonces, las lenguas de los moradores del Paraíso pronunciarán vuestra alabanza y magnificarán vuestros nombres entre los que se han acercado a Dios.

Aférrate al borde del Manto de Dios y sostente firmemente de Su Cuerda, una Cuerda que nadie puede cortar. Cuida que el clamor de los que han repudiado a este Más Grande Anuncio no te impida lograr tu propósito. Proclama lo que te ha sido prescrito en esta Tabla, aunque todos los pueblos se levanten contra ti. Tu Señor es, en verdad, el Imponente, el Protector Infalible.

Mi gloria sea contigo y con aquellos de mis amados que se asocian contigo. Éstos de verdad serán bienaventurados.

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CXLII. ¡Juro por la belleza del Bienamado! Ésta es la Misericordia que ha envuelto a toda la creación, el Día en que la gracia de Dios ha penetrado e impregnado todas las cosas. Las aguas vivificadoras de Mi misericordia, oh ‘Alí, manan copiosamente, y Mi corazón se funde con el calor de Mi ternura y amor. En ningún momento he podido conciliarme con las aflicciones acaecidas a Mis amados ni con ninguna pena que pudiera ensombrecer la alegría de sus corazones.

Cada vez que Mi nombre “el Todomisericordioso” escuchaba que uno de Mis amados había proferido una palabra que era contraria a Mi deseo, se retiraba herido de dolor y desconsolado a su morada; y cuando Mi nombre “el Encubridor” descubría que alguno de Mis seguidores había infligido una afrenta o humillación a su prójimo, volvía apesadumbrado y lleno de tristeza a sus retiros de gloria, y allí lloraba y se lamentaba penosamente. Y cuando Mi nombre “Quien siempre perdona” percibía que alguno de Mis amigos había cometido una transgresión, gritaba en su gran tormento, y vencido por la angustia, caía sobre el polvo y era llevado por una compañía de los ángeles invisibles a su habitación de los dominios de lo alto.

¡Por Mí mismo, el Verdadero, oh ‘Alí! El fuego que ha inflamado el corazón de Bahá es más abrasador que el fuego que arde en tu corazón, y Su lamentación, más aguda que tu lamentación. Cada vez que el pecado cometido por alguno de ellos era pronunciado en la Corte de Su Presencia, la Antigua Belleza Se llenaba tanto de vergüenza como para desear que pudiese ocultar la gloria de Su semblante a los ojos de todos, porque Él en todo momento ha fijado Su mirada en su fidelidad y ha cumplido los requisitos esenciales de ésta.

Las palabras que escribiste, tan pronto fueron leídas en Mi Presencia, han hecho que el océano de Mi fidelidad se mueva dentro de Mí, que la brisa de Mi perdón acaricie tu alma, y te dé amparo el árbol de Mi bondad, y las nubes de Mi generosidad viertan sus dádivas sobre ti. Juro por el Sol que brilla sobre el horizonte de la eternidad. Lloro por ti en tu tristeza, y Me lamento contigo en tu tribulación... Soy testigo de los servicios que Me has prestado, y atestiguo las diversas aflicciones que has soportado por Mí. Todos los átomos de la tierra declaran Mi amor por ti.

La llamada que elevaste, oh ‘Alí, es altamente aceptable a Mi vista. Proclama Mi Causa con tu pluma y tu lengua. Llama e invita al pueblo hacia Aquel que es el Soberano Señor de todos los mundos con tal celo y fervor que todos sean encendidos por ti.

Di: ¡Oh mi Señor, mi Bienamado, el Motor de mis acciones, la Estrella de Guía de mi alma, la Voz que llama en lo más profundo de mi ser, el Objeto de la adoración de mi corazón! Loanza sea a Ti por haberme permitido volver el rostro hacia Ti, por haber inflamado mi alma mediante Tu recuerdo, por haberme ayudado a proclamar Tu Nombre y cantar Tus alabanzas.

¡Mi Dios, mi Dios! Si no se encontrara a nadie que se desviase de Tu camino, ¿cómo podría entonces ser desplegada la enseña de Tu misericordia o enarbolado el estandarte de Tu generoso favor? Y si no se cometiera iniquidad, ¿qué podría proclamarte como el Encubridor de los pecados, Quien siempre perdona, el Omnisciente, el Sapientísimo? Que mi alma sea un sacrificio por los delitos de aquellos que delinquen contra Ti, porque sobre éstos sopla la suave fragancia de las tiernas mercedes de Tu Nombre, el Compasivo, el Todomisericordioso. Que mi vida sea ofrendada por las transgresiones de aquellos que Te desobedecen, porque mediante ellas se dan a conocer y se difunden el hálito de Tu gracia y la fragancia de Tu bondad. Que lo íntimo de mi ser sea ofrendado por los pecados de aquellos que han pecado contra Ti, porque es a consecuencia de esos pecados que el Sol de Tus múltiples favores se revela sobre el horizonte de Tu generosidad y las nubes de Tu infalible providencia vierten sus dádivas sobre las realidades de todas las cosas creadas.

Yo soy aquel, oh mi Señor, que Te ha confesado sus múltiples malas obras, que ha reconocido lo que nadie ha reconocido. Me he apresurado a alcanzar el océano de Tu perdón, y he buscado refugio a la sombra de Tu muy bondadoso favor. Concede, Te lo imploro, oh Tú que eres el Rey Eterno y el Soberano Protector de todos, que se me permita manifestar lo que haga que los corazones y almas se remonten a la inmensidad ilimitada de Tu amor y comulguen con Tu Espíritu. Fortaléceme con la fuerza de Tu soberanía, para que yo logre hacer que todas las cosas creadas se orienten hacia la Aurora de Tu Manifestación y la Fuente de Tu Revelación. Ayúdame, oh mi Señor, a someterme completamente a Tu Voluntad, y a levantarme para servirte, porque yo no estimo esta vida terrenal para ningún propósito que no sea el de rodear el Tabernáculo de Tu revelación y la Sede de Tu Gloria. Tú me ves, oh mi Dios, desprendido de todo salvo de Ti y humilde y sumiso a Tu Voluntad. Procede conmigo como sea propio de Ti y como corresponda a Tu alteza y gran gloria.

¡Oh ‘Alí! La munificencia de Aquel que es el Señor de todos los mundos ha sido y sigue siendo conferida a ti. Ármate con Su fortaleza y fuerza, y disponte a ayudar a Su Causa y a magnificar Su santo nombre. No dejes que tu ignorancia del conocimiento humano y tu incapacidad de leer y escribir entristezcan tu corazón. Las puertas de Su múltiple gracia están dentro del poderoso puño de la fuerza del único Dios verdadero. Él las ha abierto y continuará abriéndolas a la faz de todos aquellos que Le sirven. Ojalá que esta brisa de dulzura divina continúe soplando del prado de tu corazón sobre todo el mundo, de manera que sus efectos sean manifiestos en cada país. Él es Quien tiene poder sobre todas las cosas. Él, ciertamente, es el Más Fuerte, el Todoglorioso, el Omnipotente.

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CXLIII. Bienaventurado eres, oh Mi siervo, por cuanto has reconocido la Verdad y te has apartado de aquel que repudió al Todomisericordioso, y fue condenado como malvado en la Tabla Madre. Mantente firme en el amor de Dios, permanece recto en Su Fe, y ayúdale con el poder de tu palabra. Así te lo ordena el Todomisericordioso, Quien sufre el encarcelamiento a manos de Sus opresores.

Si te llega la tribulación por Mí, trae a la memoria Mis males y aflicciones, y recuerda Mi destierro y encarcelamiento. Así te transmitimos lo que sobre Nos ha descendido proveniente de Aquel que es el Todoglorioso, el Omnisapiente.

¡Por Mí mismo! Se aproxima el día en que habremos enrollado el mundo y todo lo que hay en él, y habremos extendido un nuevo orden en su lugar. Él, ciertamente, es potente sobre todas las cosas.

Santifica tu corazón para recordarme, y purifica tu oído para escuchar Mis palabras. Orienta, entonces, tu rostro hacia el Punto donde ha sido establecido el trono de tu Señor, el Dios de Misericordia, y di: Alabado seas, oh mi Señor, por haberme permitido reconocer la Manifestación de Tu propio Ser, y ayudado a fijar mi corazón en la corte de Tu presencia, el objeto de la adoración de mi alma. Te suplico, por Tu nombre que ha hecho rasgarse los cielos y hendirse la tierra, que ordenes para mí lo que Tú ordenaste para aquellos que se han alejado de todo menos de Ti y han fijado sus corazones firmemente en Ti. Concede que esté sentado, en Tu presencia, en el asiento de la verdad, dentro del Tabernáculo de la Gloria. Potente eres para hacer Tu voluntad. No hay otro Dios sino Tú, el Todoglorioso, el Omnisapiente.

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CXLIV. La Pluma del Altísimo ha decretado la obligación de enseñar esta Causa y la ha impuesto a cada uno. (...) Dios, sin duda, inspirará a quien se desprenda de todo fuera de Él, y hará que de su corazón manen y fluyan copiosamente las aguas puras de la sabiduría y la expresión. Verdaderamente, tu Señor, el Todomisericordioso, es potente para hacer Su voluntad y ordena todo lo que desea.

Si consideraras este mundo y te dieras cuenta de cuán fugaces son las cosas que pertenecen a él, no optarías por hollar ningún camino excepto el camino del servicio a la Causa de tu Señor. Nadie tendría poder para impedirte celebrar Su alabanza, aunque todos se levantaran para oponerse a ti.

Sigue adelante y persevera en Su servicio. Di: ¡Oh pueblo! El Día, prometido a vosotros en todas las Escrituras, ya ha llegado. Temed a Dios y no os abstengáis de reconocer al Objeto de vuestra creación. Acercaos a Él. Esto es mejor para vosotros que el mundo y todo lo que hay en él. ¡Ojalá pudierais comprenderlo!

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CXLV. Si os encontráis con los humillados u oprimidos, no les deis la espalda desdeñosamente, porque el Rey de la Gloria siempre los guarda y los rodea con una ternura tal que nadie puede imaginar salvo aquellos que han hecho que sus esperanzas y deseos se sumerjan en la Voluntad de vuestro Señor, el Conferidor de Gracia, el Omnisapiente. ¡Oh ricos de la tierra! No huyáis de la faz del pobre que yace en el polvo; más bien amparadlo y pedidle que os cuente el relato de los dolores con que el Decreto inescrutable de Dios ha hecho que sea afligido. ¡Por la rectitud de Dios! Mientras os asociáis con él, el Concurso de lo alto os estará observando, estará intercediendo por vosotros, estará ensalzando vuestros nombres y glorificando vuestra acción. Bienaventurados los doctos que no se enorgullecen de sus logros y el bien sea con los rectos que no menosprecian a los pecaminosos, sino, más bien, ocultan sus malas acciones, para que sus propias faltas permanezcan veladas a los ojos de los demás.

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CXLVI. Es Nuestra esperanza y deseo que cada uno de vosotros se convierta en fuente de toda bondad hacia todos y un ejemplo de rectitud para la humanidad. Cuidado, no sea que os prefiráis a vuestros semejantes. Fijad vuestra mirada en Aquel que es el Templo de Dios entre la humanidad. Él, en verdad, ha ofrendado Su vida en rescate por la redención del mundo. Él, ciertamente, es el Munificente, el Magnánimo, el Altísimo. Si aparecen diferencias entre vosotros, vedme de pie ante vuestra faz, y pasad por alto las faltas de cada uno en aras de Mi nombre y como una muestra de vuestro amor por Mi manifiesta y resplandeciente Causa. Nos agrada veros en todo momento uniéndoos en amistad y concordia dentro del paraíso de Mi complacencia, y percibir en vuestros actos la fragancia de la amabilidad y unidad, de la bondad y fraternidad. Así os aconseja el Omnisapiente, el Fiel. Siempre estaremos con vosotros; si aspiramos el perfume de vuestra fraternidad, Nuestro corazón de seguro se regocijará, pues nada más Nos puede satisfacer. Esto lo atestigua toda persona de verdadero entendimiento.

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CXLVII. ¡El Más Grande Nombre es Mi testigo! ¡Cuán triste sería si en este Día alguien pusiera su corazón en las cosas transitorias de este mundo! Levantaos y aferraos firmemente a la Causa de Dios. Sed muy amorosos unos con otros. Quemad el velo del yo con la llama del Fuego inextinguible por amor al Bienamado, y asociaos con vuestro prójimo con rostros alegres y radiantes de luz. Habéis observado bien, en todos sus aspectos, el comportamiento de Aquel que es la Palabra de la Verdad entre vosotros. Conocéis muy bien cuán duro es para este Joven permitir, aunque fuere por una noche, que sea entristecido por Él el corazón de cualquiera de los amados de Dios.

La Palabra de Dios ha prendido fuego al corazón del mundo: ¡Cuán deplorable ha de ser si no os encendéis con su llama! Quiera Dios que consideréis esta bendita noche como la noche de la unidad, entrelacéis vuestras almas, y decidáis adornaros con el ornamento de un carácter bueno y loable. Que vuestro interés principal sea rescatar al caído de la ciénaga de la extinción inminente y ayudarle a abrazar la antigua Fe de Dios. Vuestro comportamiento para con vuestro prójimo debe ser tal que manifieste claramente los signos del único Dios verdadero, porque entre la humanidad, vosotros sois los primeros en ser creados de nuevo por Su Espíritu, los primeros en adorarle y arrodillarse ante Él, los primeros en rodear Su trono de gloria. ¡Juro por Quien Me ha hecho revelar todo lo que ha deseado! Sois más conocidos para los habitantes del Reino de lo alto que lo sois de vosotros mismos. ¿Pensáis que estas palabras son vanas y huecas? ¡Ojalá pudierais percibir las cosas que ve vuestro Señor, el Todomisericordioso, cosas que atestiguan la excelencia de vuestro grado, que dan testimonio de la grandeza de vuestra valía, que proclaman la sublimidad de vuestra posición! Conceda Dios que vuestros deseos y pasiones irrefrenadas no os impidan alcanzar lo que ha sido ordenado para vosotros.

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CXLVIII. ¡Oh Salmán! Todo lo que han dicho o escrito los sabios o místicos nunca ha excedido las limitaciones a que ha estado estrictamente sujeta la limitada mente humana, ni podrá jamás esperar excederlas. A cualquier altura que se remonte la mente más excelsa, por muy grandes que sean las profundidades en que penetre el corazón comprensivo y desprendido, esa mente y ese corazón no podrán nunca trascender aquello que es lo creado por sus propios conceptos y el producto de sus propios pensamientos. Las meditaciones del pensador más profundo, las plegarias del más santo de los santos, las más elevadas expresiones de alabanza de lengua o pluma humanas, no son sino un reflejo de aquello que ha sido creado dentro de ellos mismos, mediante la revelación del Señor, su Dios. Quien medite en su corazón sobre esta verdad fácilmente admitirá que hay ciertos límites que nadie puede traspasar. Todo intento que, desde el principio que no tiene principio, se haya hecho para representarse a Dios y conocerle está limitado por los requisitos de Su propia creación, creación que Él ha hecho existir por la acción de Su propia Voluntad y no para los fines de nadie sino los de Su propio Ser. Inmensamente exaltado es Él sobre los afanes de la mente humana por concebir Su Esencia, o los de la lengua humana por describir Su misterio. Ningún lazo de relación directa podrá jamás unirle a las cosas que Él ha creado, ni pueden las más abstrusas ni las más remotas alusiones de Sus criaturas hacer justicia a Su ser. Por Su Voluntad que domina a todo el mundo, Él ha dado la existencia a todas las cosas creadas. Él está velado en la antigua eternidad de Su propia Esencia, exaltada e indivisible; siempre lo ha estado, y continuará eternamente encubierto en Su inaccesible majestad y gloria. Todo lo que hay en el cielo y todo lo que hay en la tierra ha sido creado por Su mandato, y por Su Voluntad todos han salido de la nada absoluta al dominio de la existencia. ¿Cómo puede, entonces, la criatura que la Palabra de Dios ha formado comprender la naturaleza de Aquel que es el Anciano de Días?

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CXLIX. Si alguien se levantare en este Día y, con absoluto desprendimiento de todo lo que hay en los cielos y de todo lo que hay en la tierra, pusiere sus afectos en Aquel que es la Aurora de la santa Revelación de Dios, ciertamente se le dará poder para someter a todas las cosas creadas mediante la potencia de uno de los Nombres del Señor, su Dios, el Omnisciente, el Sapientísimo. Has de saber con certeza que el Sol de la Verdad en este día ha derramado sobre el mundo un esplendor nada semejante al cual han presenciado edades pasadas. Que la luz de Su gloria, oh pueblo, brille sobre vosotros, y no seáis de los negligentes.

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CL. Cuando llegue la victoria, todos se declararán creyentes y correrán al refugio de la Fe de Dios. Felices aquellos que en los días de pruebas mundiales se han mantenido firmes en la Causa y han rehusado desviarse de su verdad.

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CLI. Libraos, oh ruiseñores de Dios, de las espinas y zarzas de la desdicha y la miseria, y alzad el vuelo hacia el rosedal de esplendor inmarcesible. ¡Oh Mis amigos que habitáis en el polvo! Entrad en vuestra habitación celestial. Anunciaos a vosotros mismos las buenas nuevas: “¡Aquel que es el Más Amado ya ha llegado! Él Se ha coronado con la gloria de la Revelación de Dios, y ha abierto, a la faz de todos los hombres, las puertas de Su antiguo Paraíso”. Que todos los ojos se regocijen y que todo oído se alegre, porque ahora es tiempo de contemplar Su belleza, justo ahora es el momento de escuchar Su voz. Proclamad a todo amador anhelante: “¡Mirad, vuestro Bienamado ha venido entre las gentes!” y a los mensajeros del Monarca del amor impartid la noticia: “¡He aquí, el Adorado ha aparecido ataviado en la plenitud de Su gloria!” ¡Oh amantes de Su belleza! Convertid la angustia de vuestra separación de Él en la alegría de una reunión sempiterna, y que la dulzura de Su presencia disuelva la amargura de vuestra lejanía de Su corte.

Ved cómo la múltiple gracia de Dios, que está siendo vertida de las nubes de Gloria divina, ha envuelto al mundo en este día. Pues mientras que en días pasados todo amante suplicaba y buscaba a su Amado, ahora es el Amado mismo Quien llama a Sus amantes y les invita a alcanzar Su presencia. Cuidado, no sea que perdáis tan preciado favor; estad atentos, no sea que menospreciéis tan maravillosa muestra de Su gracia. No abandonéis los beneficios incorruptibles, y no os contentéis con lo que perece. Levantad el velo que oscurece vuestra visión y disipad las tinieblas en que está envuelta, para que contempléis la belleza descubierta de la faz del Amado, veáis lo que ningún ojo ha visto y escuchéis lo que ningún oído ha escuchado.

¡Escuchadme, oh aves mortales! En el Rosedal de esplendor inmutable ha brotado una Flor, comparada con la cual toda flor no es sino una espina, y ante el brillo de cuya gloria palidece y se marchita la esencia misma de la belleza. Levantaos, por tanto, y, con todo el entusiasmo de vuestros corazones, con todo el anhelo de vuestras almas, el pleno fervor de vuestra voluntad y los esfuerzos concentrados de todo vuestro ser, luchad por alcanzar el paraíso de Su presencia, y esforzaos por aspirar la fragancia de la Flor inmarchitable respirar los suaves aromas de la santidad y obtener una porción de este perfume de gloria celestial. Quien siga este consejo romperá sus cadenas, gustará del abandono del amor arrobador, logrará el deseo de su corazón y entregará su alma en manos de su Amado. Rompiendo su jaula, al igual que el ave del espíritu, emprenderá el vuelo a su santo y eterno nido.

La noche ha sucedido al día, el día ha sucedido a la noche, las horas y momentos de vuestra vida han venido y se han ido, y, sin embargo, ninguno de vosotros ha consentido, ni por un instante, en desprenderse de aquello que perece. Moveos, para que no se disipen ni se pierdan los breves momentos que aún os quedan. Vuestros días pasarán con la rapidez del relámpago, y vuestros cuerpos serán sepultados bajo un dosel de polvo. ¿Qué podréis obtener entonces? ¿Cómo podréis reparar vuestra falta pasada?

El Cirio eterno brilla en su gloria descubierta. Ved cómo ha consumido todo velo mortal. ¡Oh vosotros, que, cual polillas, sois amantes de Su luz! Arrostrad todo peligro, y consagrad vuestras almas a su llama consumidora. ¡Oh vosotros que estáis sedientos de Él! Despojaos de todo afecto terrenal, y apresuraos a abrazar a vuestro Amado. Con un gozo que nada puede igualar, daos prisa en alcanzarle. La Flor, hasta ahora oculta a la vista de todos, está descubierta a vuestros ojos. En el esplendor patente de Su gloria está Él ante vosotros. Su voz invita a todos los seres santos y consagrados a venir y unirse a Él. Feliz aquel que se vuelve a ella; bienaventurado aquel que ha alcanzado y ha contemplado la luz de tan maravilloso semblante.

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CLII. Tu ojo es Mi fideicomiso, no permitas que el polvo de los vanos deseos empañe su lustre. Tu oído es un signo de Mi munificencia, no dejes que el tumulto de motivos indecorosos lo aparte de Mi Palabra que envuelve a toda la creación. Tu corazón es Mi tesoro, no consientas que la traicionera mano del yo te despoje de las perlas que he atesorado dentro de él. Tu mano es un símbolo de Mi bondad, no le impidas asirse firmemente a Mis resguardadas y ocultas Tablas... Sin que Me lo pidieras, he derramado sobre ti Mi gracia. Sin que Me lo demandaras, he cumplido tu deseo. A pesar de tu desmerecimiento, te he escogido para recibir Mis muy valiosos, Mis incalculables favores... ¡Oh Mis siervos! Sed tan resignados y sumisos como la tierra, para que en el suelo de vuestro ser florezcan los fragantes y santos jacintos multicolores de Mi conocimiento. Sed llameantes como el fuego, para que podáis consumir los velos de la negligencia y encendáis, mediante las vivificadoras energías del amor de Dios, el corazón arrecido y indiferente y rebelde. Sed ligeros y libres como la brisa, para que seáis admitidos en los aledaños de Mi corte, Mi inviolable Santuario.

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CLIII. ¡Oh desterrado y fiel amigo! Apaga la sed de la negligencia con las aguas santificadas de Mi gracia, y desaloja la lobreguez de la lejanía con la luz matutina de Mi divina presencia. No permitas que la habitación donde mora Mi imperecedero amor por ti sea destruida por la tiranía de los deseos codiciosos, ni empañes la belleza del Joven celestial con el polvo del yo y la pasión. Atavíate con la esencia de la rectitud, y que tu corazón no tema a nadie excepto a Dios. No obstruyas el luminoso manantial de tu alma con las espinas y zarzas de afectos inmoderados y vanos, y no impidas que fluyan las aguas vivas que manan de la fuente de tu corazón. Pon toda tu esperanza en Dios, y aférrate tenazmente a Su infalible misericordia. ¿Quién sino Él puede enriquecer al indigente, y librar al caído de su envilecimiento?

¡Oh Mis siervos! Si descubrieseis los ilimitados océanos ocultos de Mi incorruptible riqueza, con toda certeza no estimaríais en nada al mundo, ni siquiera a la creación entera. Que la llama de la búsqueda arda en vuestros corazones con tal vehemencia que os permita alcanzar vuestro supremo y muy excelso objetivo: la posición en que podáis acercaros a vuestro Más Amado y uniros a Él...

¡Oh Mis siervos! No dejéis que vuestras vanas esperanzas y ociosas fantasías socaven los fundamentos de vuestra creencia en el Dios Todoglorioso, por cuanto tales imaginaciones han sido totalmente inútiles para las gentes, y no las han dirigido hacia el Camino recto. ¿Pensáis, oh Mis siervos, que está encadenada la Mano de Mi soberanía omnímoda, protectora y trascendente, que está detenido el flujo de Mi antigua, Mi incesante misericordia que lo impregna todo o que las nubes de Mis sublimes e insuperables favores han cesado de verter sus dádivas sobre los seres humanos? ¿Podéis imaginar que han sido retiradas las portentosas obras que han proclamado Mi divino e irresistible poder, o que se ha impedido a la potencia de Mi voluntad y propósito dirigir los destinos de la humanidad? Si no es así, ¿por qué entonces os habéis esforzado por evitar que la Belleza inmortal de Mi sagrado y bondadoso Semblante sea descubierta a los ojos humanos? ¿Por qué habéis luchado por impedir que la Manifestación del Ser Todoglorioso y Todopoderoso derrame el resplandor de Su Revelación sobre la tierra? Si fueseis justos en vuestro juicio, fácilmente reconoceríais cómo las realidades de todas las cosas están embriagadas con la alegría de esta nueva y maravillosa Revelación, cómo todos los átomos de la tierra han sido iluminados con el brillo de su gloria. ¡Vano y miserable es lo que habéis imaginado y aún imagináis!

Desandad vuestros pasos, oh Mis siervos, e inclinad vuestros corazones hacia Aquel que es la Fuente de vuestra creación. Libraos de vuestros afectos malos y corruptos, y apresuraos a abrazar la luz del Fuego inmortal que arde en el Sinaí de esta misteriosa y trascendente Revelación. No corrompáis la santa Palabra primordial de Dios, que abarca todo, y no tratéis de profanar su santidad ni rebajar su carácter exaltado. ¡Oh negligentes! Aun cuando las maravillas de Mi misericordia han envuelto a todas las cosas creadas, visibles e invisibles, y las revelaciones de Mi gracia y munificencia han impregnado cada átomo del universo, con todo, dolorosa es la vara con que puedo castigar a los malvados, y terrible es la fiereza de Mi ira contra ellos. Con oídos que estén santificados de vanagloria y deseos mundanos, escuchad los consejos que Yo, en Mi misericordiosa bondad, os he revelado, y con vuestra vista interior y exterior, contemplad las pruebas de Mi maravillosa Revelación...

¡Oh Mis siervos! No os privéis de la inmarcesible y resplandeciente Luz que brilla dentro de la Lámpara de gloria divina. Que la llama del amor a Dios arda brillantemente dentro de vuestros corazones radiantes. Alimentadla con el aceite de la guía divina y protegedla al amparo de vuestra constancia. Cuidadla de todo lo que no sea Dios al amparo de la confianza y el desprendimiento para que las malas murmuraciones de los impíos no extingan su luz. ¡Oh Mis siervos! Mi santa, Mi divinamente ordenada Revelación puede ser comparada con un océano en cuyas profundidades se hallan ocultas innumerables perlas de gran precio, de excelente lustre. Es el deber de todo buscador moverse y luchar por alcanzar las riberas de este océano, para que así, en proporción a la intensidad de su búsqueda y los esfuerzos que haya hecho, participe de los beneficios que han sido preordinados en las irrevocables y ocultas Tablas de Dios. Si nadie quisiera dirigir sus pasos hacia sus riberas, si ninguno se dispusiera a encontrarle a Él, ¿puede decirse que eso ha despojado a este océano de su poder o ha disminuido, en grado alguno, sus tesoros? ¡Cuán vanas, cuán despreciables son las imaginaciones que vuestros corazones han concebido, y aún conciben! ¡Oh Mis siervos! ¡El único Dios verdadero es Mi testigo! Este muy grande, este insondable y ondeante Océano está cerca, asombrosamente cerca de vosotros. ¡Ved, está más próximo a vosotros que vuestra vena yugular! Veloces como el pestañeo del ojo podríais, si lo desearais, alcanzar este favor imperecedero, y participar de él, de esta gracia dada por Dios, este don incorruptible, esta muy potente e inefablemente gloriosa merced.

¡Oh Mis siervos! Si pudieseis comprender qué maravillas de Mi munificencia y generosidad he querido confiar a vuestras almas, de verdad os libraríais del apego a todas las cosas creadas, y obtendríais verdadero conocimiento de vosotros mismos, conocimiento que es lo mismo que la comprensión de Mi propio Ser. Os encontraríais independientes de todo salvo de Mí y percibiríais, con vuestra vista interior y exterior, y tan manifiestos como la revelación de Mi refulgente Nombre, los mares de Mi bondad y generosidad en movimiento dentro de vosotros. No dejéis que vuestras vanas fantasías, vuestras malas pasiones, vuestra insinceridad y ceguera de corazón apaguen el brillo ni manchen la santidad de tan excelsa posición. Sois como el pájaro que se remonta, con toda la fuerza de sus poderosas alas y con completa y alegre confianza, en la inmensidad de los cielos hasta que, impelido a satisfacer su hambre, se vuelve anhelante al agua y barro de la tierra que está bajo él y, atrapado en la red de su deseo, se encuentra impotente para reanudar el vuelo hacia los reinos de donde vino. Impotente para sacudir la carga que pesa sobre sus alas enlodadas, aquel pájaro, hasta entonces habitante de los cielos, es forzado ahora a buscar morada en el polvo. Por lo tanto, oh Mis siervos, no manchéis vuestras alas con el barro del descarrío y deseos vanos y no dejéis que se ensucien con el polvo de la envidia y el odio, para que nada os impida remontaros en los cielos de Mi divino conocimiento.

¡Oh Mis siervos! Mediante el poder de Dios y Su fuerza, y del tesoro de Su conocimiento y sabiduría, he hecho aparecer y os he revelado las perlas que se hallaban ocultas en las profundidades de Su eterno océano. He llamado a las Doncellas del Cielo para que emerjan desde detrás del velo del encubrimiento y las he revestido con éstas, Mis palabras de consumado poder y sabiduría. Además, con la mano del poder divino, he roto el sello del vino selecto de Mi Revelación, y he esparcido esta santa, esta oculta fragancia cargada de almizcle sobre todas las cosas creadas. ¿Quién sino vosotros debe ser culpado si optáis por permanecer privados de tan grande efusión de la trascendente y omnímoda gracia de Dios, de tan luminosa revelación de Su resplandeciente misericordia?...

¡Oh Mis siervos! Nada brilla en Mi corazón salvo la inmarcesible luz de la Mañana de la guía divina, y de Mi boca no procede nada sino la esencia de la verdad, que el Señor, vuestro Dios, ha revelado. No sigáis, por tanto, vuestros deseos mundanos, y no violéis la Alianza de Dios, ni rompáis vuestro compromiso con Él. Con firme determinación, con todo el afecto de vuestro corazón, y con la plena fuerza de vuestras palabras, volveos hacia Él, y no transitéis por los caminos de los necios. El mundo no es más que una apariencia, vana y vacía, una mera nada que parece realidad. No pongáis vuestros afectos en él. No rompáis el vínculo que os une con vuestro Creador y no seáis de aquellos que han errado y se han desviado de Sus caminos. Ciertamente digo: El mundo es como el vapor en un desierto; el sediento sueña que es agua y lucha por alcanzarlo con todas sus fuerzas, hasta que cuando llega a él, encuentra que es sólo una mera ilusión. Más aún, puede compararse con la imagen sin vida de la amada, a quien el amante ha buscado y, al fin, después de larga búsqueda y para su mayor pesar, ha encontrado que es tal que no puede “apagar ni aquietar su hambre”.

¡Oh Mis siervos! No os apenéis si, en estos días y en este plano terrenal, Dios ha ordenado y manifestado cosas contrarias a vuestros deseos, porque días de inmensa alegría, de delicia celestial, hay de seguro en abundancia para vosotros. Mundos santos y espiritualmente gloriosos serán descubiertos a vuestros ojos. Habéis sido destinados por Él a participar, en este mundo y en el próximo, de sus beneficios, compartir sus alegrías y obtener una porción de su gracia sostenedora. A todos y a cada uno de ellos, sin duda, llegaréis.

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CLIV. Advierte, oh Salmán, a los amados del único Dios verdadero, que no juzguen con ojos demasiado críticos los dichos y escritos de los hombres. Que más bien consideren esos dichos y escritos con actitud de receptividad y de compresión. Sin embargo, aquellos que, en este Día, han sido llevados a atacar, en sus escritos incendiarios, las normas de la Causa de Dios, deben ser tratados de forma diferente. Incumbe a todos, cada cual de acuerdo con su capacidad, refutar los argumentos de los que han atacado la Fe de Dios. Así ha sido decretado por Quien es el Omnipotente, el Todopoderoso. Que aquel que desee promover la Causa del único Dios verdadero, la promueva mediante su pluma y lengua, sin recurrir a la espada ni la violencia. En una ocasión previa revelamos este mandato, y ahora lo confirmamos, si sois de aquellos que comprenden. Por la rectitud de Aquel que, en este Día, exclama dentro del corazón íntimo de todas las cosas creadas: “¡Dios, no hay otro Dios aparte de Mí!” Si alguien se dispusiera a defender, en sus escritos, la Causa de Dios contra sus atacantes, esa persona, por muy insignificante que fuese su aporte, sería tan honrada en el mundo venidero que el Concurso de lo alto envidiaría su gloria. Ninguna pluma puede retratar la sublimidad de su posición, ni puede lengua alguna describir su esplendor, porque a quien se mantenga firme y constante en esta santa, esta gloriosa y exaltada Revelación, le será dado tal poder que le permitirá arrostrar y resistir todo lo que hay en el cielo y en la tierra. De esto Dios mismo es testigo.

¡Oh amados de Dios! No reposéis en vuestros lechos; más bien, en cuanto reconozcáis a vuestro Señor, el Creador, y oigáis lo que Le ha sucedido, aprestaos a ayudarle. Desatad vuestras lenguas y proclamad sin cesar Su Causa. Esto será para vosotros mejor que todos los tesoros del pasado y del futuro, si fuerais de los que comprenden esta verdad.

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CLV. El primer deber prescrito por Dios a Sus siervos es el reconocimiento de Aquel que es la Aurora de Su Revelación y la Fuente de Sus leyes, Quien representa a la Deidad tanto en el Reino de Su Causa como en el mundo de la creación. El que haya cumplido este deber ha lo-grado todo bien; y el que esté privado de ello se ha extravia¬do, aun¬que fuese autor de toda obra justa. Incumbe a todo el que al¬cance esta muy sublime estación, esta cumbre de tras-cendente glo¬ria, observar cada uno de los preceptos de Aquel que es el Deseo del mundo. Estos dos deberes son insepara¬bles. Nin¬guno es aceptable sin el otro. Así lo ha decretado Quien es la Fuente de Inspiración Divina.

Aquellos a quienes Dios ha dotado de perspicacia recono¬cerán fácilmente que los preceptos establecidos por Dios constituyen el medio supremo para el mantenimiento del or¬den en el mundo y la seguridad de sus pueblos. Quien se aparta de ellos se cuenta entre los abyectos y necios. En ver¬dad, os hemos ordenado rechazar los dictados de vuestras malas pasiones y deseos corruptos, y no transgredir los lími¬tes que ha fijado la Pluma del Altísimo, pues son éstos el há¬lito de la vida para todas las cosas creadas. Los mares de la sabi¬duría divina y la divina expresión se han agitado por el soplo de la brisa del Todomisericordioso: ¡apresuraos y bebed a plenitud, hombres de entendimiento! Quienes han violado la Alianza de Dios quebrantando Sus mandamientos, y se han vuelto atrás, ésos han cometido un lamentable error a los ojos de Dios, Quien todo lo posee, el Altísimo.

¡Pueblos del mundo! Tened por cierto que Mis manda¬mientos son las lámparas de Mi amorosa providencia entre Mis siervos, y las llaves de Mi misericordia para con Mis criaturas. Así ha sido enviado desde el cielo de la Voluntad de vuestro Señor, el Señor de la Revelación. Si algún hombre probara la dulzura de las palabras que han querido proferir los labios del Todomisericordioso, aunque poseyera los tesoros de la tierra, renunciaría a todos y a cada uno de ellos para po¬der vindicar la verdad de siquiera uno solo de Sus manda¬mientos, los cuales brillan sobre la Aurora de Su generoso cuidado y amorosa bondad.

Di: De Mis leyes se desprende el fragante aroma de Mi ves¬tidura, y con su ayuda serán plantados sobre las cumbres más altas los estandartes de la Victoria. La Lengua de Mi po¬der, desde el cielo de Mi omnipotente gloria, ha dirigido a Mi crea¬ción estas palabras: “Observa Mis mandamientos por amor a Mi belleza”. Feliz el amante que ha percibido la divi¬na fragan-cia de su Bienamado en estas palabras, impregnadas del per¬fume de una gracia que ninguna lengua puede descri¬bir. ¡Por Mi vida! Quien haya bebido el vino selecto de la equidad de manos de Mi generoso favor circulará alrededor de Mis man¬damientos que brillan sobre la Aurora de Mi crea¬ción.

No penséis que os hemos revelado un mero código de le¬yes. Antes bien, hemos roto el sello del Vino selecto con los dedos de la fuerza y del poder. De ello da testimonio lo que ha sido revelado por la Pluma de la Revelación. ¡Meditad so¬bre esto, hombres de discernimiento! (…)

Cada vez que Mis leyes aparecen como el sol en el cielo de Mi expresión, deben ser fielmente obedecidas por to¬dos, aunque Mi decreto sea tal que haga henderse el cielo de toda religión. Él hace Su voluntad. Él elige, y nadie puede objetar Su elección. Todo lo que el Bienamado ordena, eso mismo es, en verdad, amado. De ello pongo como testigo al Señor de toda la creación. Quienquiera que haya percibido la perfumada fragancia del Todomisericordioso y haya recono¬cido la Fuente de estas palabras, con sus propios ojos dará la bienvenida a las saetas del enemigo, a fin de demostrar en¬tre los hombres la verdad de las leyes de Dios. Bienaventura¬do aquel que se ha vuelto hacia ellas y ha comprendido el significado de Su decisivo decreto.

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CLVI. Aquel que es la Verdad Eterna, desde la Aurora de Gloria, ha dirigido Sus ojos hacia el pueblo de Bahá, y les dice las siguientes palabras: “Ocupaos en la promoción del bienestar y la tranquilidad de los hijos de los hombres. Dedicad vuestra mente y voluntad a la educación de los pueblos y razas de la tierra, para que quizás sean borradas de su faz las disensiones que la dividen, por la fuerza del Más Grande Nombre, y todos los seres humanos se conviertan en sostenedores de un Orden único y en habitantes de una sola Ciudad. Iluminad y santificad vuestros corazones; no dejéis que sean profanados por las espinas del odio ni por los abrojos de la malevolencia. Moráis en un solo mundo y habéis sido creados por la acción de una sola Voluntad. Bienaventurado el que se relaciona con todos en espíritu de máxima bondad y amor”.

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CLVII. A los que han abandonado su país con el propósito de enseñar Nuestra Causa, a éstos el Fiel Espíritu fortalecerá mediante Su poder. Una compañía de Nuestros ángeles escogidos los acompañará, como lo ha ordenado Aquel que es el Todopoderoso, el Omnisapiente. ¡Cuán grande la bienaventuranza que le espera a aquel que ha alcanzado el honor de servir al Todopoderoso! ¡Por Mi vida! Ningún acto, por muy grande que sea, puede comparársele, excepto los hechos que han sido ordenados por Dios, el Omnipotente, el Más Poderoso. Tal servicio es, en verdad, el príncipe de toda buena acción y el ornamento de toda obra meritoria. Así ha sido ordenado por Aquel que es el Soberano Revelador, el Anciano de Días.

Quien se levante a enseñar Nuestra Causa debe necesariamente desprenderse de todas las cosas terrenales, y debe considerar, en todo momento, el triunfo de Nuestra Fe como su objetivo supremo. Esto, ciertamente, ha sido decretado en la Tabla Guardada. Y cuando determine dejar su hogar, por amor a la Causa de su Señor, que ponga toda su confianza en Dios como la mejor provisión para su viaje, y que se atavíe con el manto de la virtud. Así ha sido decretado por Dios, el Todopoderoso, el Alabado.

Si es encendido con el fuego de Su amor, si renuncia a todas las cosas creadas, las palabras que profiera abrasarán a quienes le escuchen. Verdaderamente, tu Señor es el Omnisciente, el Informado de todo. Dichoso aquel que ha oído Nuestra voz y ha respondido a Nuestra llamada. Él, en verdad, es de los que serán traídos cerca de Nos.

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CLVIII. Dios ha prescrito a cada uno el deber de enseñar Su Causa. Aquel que se disponga a cumplir este deber debe necesariamente, antes de proclamar Su Mensaje, adornarse con el ornamento de un carácter recto y loable, para que sus palabras atraigan los corazones de aquellos que son receptivos a su llamamiento. Sin ello, nunca podrá esperar influir en sus oyentes.

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CLIX. Considerad la mezquindad de las mentes humanas. Piden lo que les perjudica y desechan lo que les aprovecha. Son ellos, a buen seguro, de los que andan realmente perdidos. Comprobamos que algunos hombres desean la libertad y se enorgullecen de ella. Tales hombres se hallan en las profun¬didades de la ignorancia.

La libertad, finalmente, ha de llevar a la sedición, cuyas llamas nadie puede apagar. Así os advierte Quien es el Ajus¬tador de Cuentas, el Omnisciente. Sabed que la personifica¬ción de la libertad y su símbolo es el animal. Lo que conviene al hombre es la sumisión a aquellas restricciones que le pro¬tejan de su propia ignorancia y le resguarden contra el daño de los intrigantes. La libertad hace que el hombre traspase los límites de la decencia y vulnere la dignidad de su condición. Lo degrada a un nivel de depravación y perversidad extremas.

Considerad a los hombres como un rebaño de ovejas que necesitan de un pastor que las proteja. Ésa es, ciertamente, la verdad, la clara verdad. Aprobamos la libertad en ciertas cir-cunstancias, y en otras, rehusamos sancionarla. Nos, en ver¬dad, somos el Omnisciente.

Di: La verdadera libertad consiste en la sumisión del hombre a Mis mandamientos, por si no lo sabéis. Si los hombres observaran lo que hemos hecho descender para ellos del Cielo de la Revelación, ciertamente alcanzarían la libertad perfecta. Feliz el hombre que haya comprendido el Propósito de Dios en todo cuanto Él ha revelado desde el Cielo de Su Voluntad, que penetra todas las cosas creadas. Di: La libertad que os aprovecha no se halla sino en la completa servidumbre a Dios, la Verdad Eterna. Quien haya gustado su dulzura rehu¬sará trocarla por todo el dominio de la tierra y el cielo.

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CLX. ¡Ciertamente es un verdadero creyente en la unidad de Dios quien, en este Día, Le considere como Aquel que es inmensamente exaltado sobre todas las comparaciones y semejanzas con que Le han comparado. Ha errado gravemente quien haya tomado estas comparaciones y semejanzas por Dios mismo. Medita sobre la relación entre el artesano y su obra, entre el pintor y su pintura. ¿Podría alguna vez sostenerse que la obra producida por sus manos es igual que ellos mismos? ¡Por Aquel que es el Señor del Trono de lo alto y de aquí en la tierra! No pueden interpretarse de ningún modo sino como pruebas que proclaman la excelencia y perfección de su autor.

¡Oh Shaykh, oh tú que has sometido tu voluntad a Dios! Por autosometimiento y unión perpetua con Dios se entiende que las almas deberían sumir su voluntad totalmente en la Voluntad de Dios, y considerar sus deseos como la nada extrema en comparación con Su Propósito. Deben disponerse a cumplir diligentemente y con el mayor regocijo y vehemencia todo lo que el Creador ordene observar a Sus criaturas. En ningún caso deben permitir que su fantasía oscurezca su juicio, ni tampoco deben estimar sus propias imaginaciones como la voz del Eterno. Hemos revelado en la oración del ayuno: “Si la boca de Tu voluntad se dirigiere a ellos diciendo: ‘Observad, por Mi belleza, el ayuno, oh pueblo, y no fijéis límite alguno a su duración’, juro por la majestad de Tu gloria que cada uno de ellos lo observará fielmente, se abstendrá de todo lo que viole Tu ley y continuará haciéndolo hasta que entregue su alma a Ti”. En esto consiste el completo sometimiento de la voluntad de uno a la Voluntad de Dios. Medítalo para que bebas de las aguas de vida sempiterna que fluyen a través de las palabras del Señor de toda la humanidad, y atestigües que el único Dios verdadero siempre ha estado inmensurablemente exaltado por encima de Sus criaturas. Él, ciertamente, es el Incomparable, el Perdurable, el Omnisciente, el Sapientísimo. La posición del absoluto autosometimiento trasciende todas las demás posiciones y permanecerá siempre por encima de ellas.

Te incumbe consagrarte a la Voluntad de Dios. Todo lo que ha sido revelado en Sus Tablas no es más que un reflejo de Su Voluntad. Tan completa debe ser tu consagración, que toda huella de deseo mundano debe ser lavada de tu corazón. Éste es el significado de la verdadera unidad.

Ruega a Dios que te permita permanecer firme en esta senda y que te ayude a guiar a los pueblos del mundo hacia Aquel que es el manifiesto y soberano Gobernante, Quien se ha revelado en un atavío distinto, Quien da expresión a un Mensaje divino y particular. Ésta es la esencia de la fe y certeza. Aquellos que son los adoradores del ídolo que han cincelado sus imaginaciones, y que lo llaman Realidad Interior, son, en verdad, contados entre los paganos. Esto lo ha testificado el Todomisericordioso en Sus Tablas. Él, ciertamente es el Omnisciente, el Omnisapiente.

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CLXI. Apresta tus esfuerzos, para que quizá puedas guiar a tu prójimo a la ley de Dios, el Más Misericordioso. Tal acto, ciertamente, supera todos los demás actos a la vista de Dios, Quien todo lo posee, el Altísimo. Tal debe ser tu constancia en la Causa de Dios, que ninguna cosa terrenal tenga la fuerza de disuadirte de tu deber. Aunque las fuerzas de la tierra se alíen contra ti, aunque todos disputen contigo, debes permanecer inconmovible.

Sé como el viento al llevar el Mensaje de Aquel que hizo romper el alba de la Guía Divina. Observa cómo el viento, fiel a lo que Dios ha ordenado, sopla por todas las regiones de la tierra, estén habitadas o desoladas. Ni el espectáculo de desolación, ni las muestras de la prosperidad pueden causarle dolor ni agradarle. Sopla en todas direcciones, como le ha sido ordenado por su Creador. Así debería ser quien pretenda ser amante del único Dios verdadero. Le incumbe fijar su mirada en los fundamentos de Su Fe y afanarse diligentemente por su propagación. Deberá proclamar, enteramente por amor a Dios, Su Mensaje, y con ese mismo espíritu, aceptar cualquier respuesta que sus palabras susciten en quien le escucha. Aquel que acepte y crea recibirá su recompensa; y aquel que se aparte no recibirá nada sino su propio castigo.

En la víspera de Nuestra partida de Iráq, hemos advertido a los fieles que esperen la aparición de los Pájaros de la Oscuridad. No puede haber duda alguna de que se elevará en ciertas tierras el graznido del Cuervo, como se ha oído en años recientes. Suceda lo que suceda, busca refugio en el único Dios verdadero, para que te escude de las astucias del impostor.

Ciertamente digo: En esta magna Revelación, todas las Dispensaciones del pasado han alcanzado su más elevada consumación final. Así te aconseja tu Señor, el Omnisciente, el Sapientísimo. La loanza a Dios, el Señor de todos los mundos.

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CLXII. El Todomisericordioso ha conferido al hombre el sentido de la vista y le ha dotado de audición. Algunos le han descrito como el “mundo menor”, cuando en realidad, debería considerársele como el “mundo mayor”. Las potencialidades inherentes a la posición del ser humano, la medida plena de su destino en el mundo y la excelencia innata de su realidad deben ser todas puestas de manifiesto en este Día prometido de Dios.

La Pluma del Altísimo, en todo tiempo y en todas condiciones, ha recordado, con alegría y ternura, a Sus amados, y les ha aconsejado seguir Su camino. Bienaventurado aquel a quien ni los cambios ni los azares de este mundo han impedido reconocer la Aurora de la Unidad de Dios, quien ha bebido, con resolución inquebrantable, y en nombre de Quien subsiste por Sí mismo, el vino sellado de Su Revelación. En el Libro de Dios, el Señor de todos los mundos,esa persona será contada entre los moradores del Paraíso.

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CLXIII. Toda alabanza sea para Dios, Quien ha adornado el mundo con un ornamento y lo ha ataviado con una vestidura de la que no puede ser despojado por ninguna fuerza terrenal, por muy poderosos que sean sus batallones, por muy vasta que sea su riqueza, por muy profunda que sea su influencia. Di: La esencia de toda fuerza es de Dios, el Fin último y más alto de toda la creación. La fuente de toda majestad es de Dios, el Objeto de adoración de todo cuanto hay en los cielos y todo cuanto hay en la tierra. Las fuerzas que tienen su origen en este mundo de polvo son, por su misma naturaleza, indignas de consideración.

Di: Los manantiales que sostienen la vida de estas aves no son de este mundo. Su fuente está muy por encima del alcance y percepción de la comprensión humana. ¿Quién hay que pueda apagar la luz que la nívea Mano de Dios ha encendido? ¿Dónde se encuentra aquel que tenga la fuerza para extinguir el fuego que ha sido encendido por el poder de tu Señor, el Omnipotente, el Imponente, el Todopoderoso? Lo que ha sofocado las llamas de la disensión es la Mano del poder divino. Potente es Él para hacer lo que desea. Él dice: Sé y es. Di: Los fieros ventarrones y torbellinos del mundo y sus pueblos no podrán nunca sacudir el fundamento sobre el cual está basada la firme estabilidad de Mis escogidos. ¡Magnánimo Dios! ¿Qué pudo haber impulsado a esta gente a esclavizar y aprisionar a los amados de Aquel que es la Verdad Eterna?... Sin embargo, se aproxima el día en que los fieles verán al Sol de la justicia que brillará en su pleno esplendor desde la Aurora de gloria. Así te lo informa el Señor de todo ser en ésta, Su dolorosa Prisión.

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CLXIV. ¡Miembros de la raza humana! Asíos firmemente a la Cuerda que nadie puede cortar. Esto, de veras, os aprovechará todos los días de vuestra vida, pues su resistencia es de Dios, el Señor de todos los mundos. Aferraos a la justicia y la equidad, y apartaos de los susurros de los necios, aquellos que se han alejado de Dios, que han cubierto sus cabezas con el ornamento de los doctos y han condenado a muerte a Aquel que es la Fuente de sabiduría. Mi nombre los ha elevado a tan altos grados y, sin embargo, tan pronto como Me hube revelado a sus ojos, ellos, con manifiesta injusticia, pronunciaron sentencia de muerte contra Mí. Así Nuestra Pluma ha revelado la verdad y, sin embargo, el pueblo está sumido en la negligencia.

Quienquiera que se aferre a la justicia no puede, en ninguna circunstancia, traspasar los límites de la moderación. Discierne la verdad en todas las cosas, por la guía de Aquel que todo lo ve. La civilización, tan a menudo preconizada por los doctos representantes de las artes y ciencias, traerá, si se le permite rebasar los límites de la moderación, gran daño sobre las gentes. Así os advierte Aquel que es el Omnisciente. Si es llevada a exceso, la civilización resultará ser una fuente tan prolífica de mal como lo fue de bien cuando era mantenida dentro de las restricciones de la moderación. Meditad sobre esto, oh pueblo, y no seáis de aquellos que vagan errantes por el páramo del error. Se aproxima el día en que su llama devorará las ciudades, en que la Lengua de Grandeza proclamará: “¡El Reino es de Dios, el Todopoderoso, el Alabado!”

Todo lo demás está sujeto a este mismo principio de moderación. Da gracias a tu Señor, Quien te ha recordado en esta maravillosa Tabla. Toda alabanza sea para Dios, el Señor del glorioso trono.

Todo aquel que medite en su corazón sobre lo que ha revelado la Pluma del Altísimo y saboree su dulzura, ciertamente se hallará vacío y liberado de sus propios deseos, y enteramente sumiso a la Voluntad del Todopoderoso. Dichoso aquel que ha alcanzado tan elevada posición y no se ha privado de tan munífica gracia.

En este Día, no podemos ni aprobar la conducta del temeroso que trata de disimular su fe ni ratificar el comportamiento del creyente declarado que clamorosamente anuncia su lealtad a esta Causa. Ambos deberían observar los dictados de la prudencia y luchar diligentemente por obrar en los mejores intereses de la Fe.

Que cada uno observe y medite sobre la conducta de este Agraviado. Siempre, desde el alba de esta Revelación hasta el tiempo presente, hemos rehusado ocultarnos de Nuestros enemigos, así como apartarnos de la compañía de Nuestros amigos. Aunque envueltos en una miríada de dolores y aflicciones, con enorme confianza hemos invitado a los pueblos de la tierra hacia la Aurora de la Gloria. La Pluma del Altísimo no está dispuesta a relatar, en cuanto a esto, los males que ha sufrido. Si se revelaran, sin duda sumirían en el dolor a los predilectos de entre los fieles, aquellos que verdaderamente defienden la unidad de Dios y están totalmente consagrados a Su Causa. Él, ciertamente, habla la verdad y es Quien todo lo oye, el Omnisapiente. Nuestra vida, en su mayor parte, ha transcurrido en medio de Nuestros enemigos. Mira cómo, en el presente, estamos viviendo en un nido de serpientes.

Esta Tierra Santa ha sido mencionada y ensalzada en todas las sagradas Escrituras. En ella han aparecido los Profetas de Dios y Sus Elegidos. Éste es el desierto por el que han vagado todos los Mensajeros de Dios, desde el cual sonó su grito: “Aquí estoy, aquí estoy, oh mi Dios”. Ésta es la Tierra prometida donde estaba destinado a ser manifestado Aquel que es la Revelación de Dios. Éste es el Valle del inescrutable decreto de Dios, el Lugar de nívea blancura, la Tierra de esplendor inmarcesible. Todo lo que ha sucedido en este Día ha sido predicho en las Escrituras de antaño. Sin embargo, estas mismas Escrituras condenan unánimemente al pueblo que habita esta tierra. En una época, han sido tildados como la “generación de víboras”. Ved cómo este Agraviado, ahora, en tanto que está rodeado de una “generación de víboras”, llama y convoca a todos a la presencia de Aquel que es el Deseo Último del mundo, la Cima y Aurora de Gloria. Dichoso aquel que haya escuchado la voz de Aquel que es el Señor del Reino de la Expresión, y ¡ay de los negligentes, aquellos que se han desviado lejos de Su verdad!

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CLXV. Has de saber que todo oído atento, si se mantiene puro e impoluto, debe, en todo momento y desde todas direcciones, escuchar la voz que pronuncia estas santas palabras: “Ciertamente, somos de Dios, y a Él volveremos”. Los misterios de la muerte física del hombre y de su retorno no han sido divulgados, y aún permanecen sin ser leídos. ¡Por la rectitud de Dios! Si fuesen revelados, evocarían tal miedo y tristeza que algunos perecerían, mientras que otros se llenarían tanto de alegría que ansiarían la muerte e implorarían, con anhelo incesante, al único Dios verdadero -- ensalzada sea Su gloria -- que apresurase su fin.

La muerte ofrece a todo creyente seguro la copa que es, en verdad, la vida. Confiere regocijo y es portadora de alegría. Concede el don de la vida eterna.

En cuanto a aquellos que han saboreado el fruto de la existencia terrenal del ser humano, que es el reconocimiento del único Dios verdadero, exaltada sea Su gloria, su vida venidera es tal que somos incapaces de describir. El conocimiento de ella es únicamente de Dios, el Señor de todos los mundos.

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CLXVI. Quien se arrogue una Revelación directa de Dios antes del término de mil años completos, semejante hombre es de segu¬ro un mendaz impostor. Suplicamos a Dios que benignamente le ayude a retractarse y repudiar tamaña pretensión. Si se arrepin¬tiere, Dios, sin duda, le perdonará. Mas si persistiere en su error, de seguro Dios enviará a uno que le tratará sin mise¬ricor¬dia. ¡De cierto, terrible es Dios al castigar! El que inter¬prete este versículo de un modo que no sea su significado ob¬vio está privado del Espíritu de Dios y de Su misericordia, la cual abarca todas las cosas creadas. Temed a Dios y no si¬gáis vues¬tras ociosas fantasías. Antes bien, seguid el mandato de vuestro Señor, el Todopoderoso, el Omnisapiente.

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Bahá'u'lláh

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