"La Fe establecida por Bahá'u'lláh nació en Persia a mediados del siglo XIX y ha fijado su centro espiritual permanente en la Tierra Santa, como resultado de los destierros sucesivos de su Fundador, que culminaron en su exilio a la colonia penal turca de ‘Akká, y su posterior muerte y entierro en sus vecindades..."
"El principio fundamental enunciado por Bahá'u'lláh -en el que creen firmemente los seguidores de su Fe- es que la verdad religiosa no es absoluta sino relativa, que la Revelación Divina es un proceso continuo y progresivo, que todas las grandes religiones del mundo son de origen divino, que sus principios básicos están en completa armonía, que sus objetivos y propósitos son uno y el mismo, que sus enseñanzas no son más que facetas de una sola verdad, que sus funciones son complementarias, que sólo difieren en los aspectos no esenciales de sus doctrinas, y que sus misiones representan etapas sucesivas en la evolución espiritual de la sociedad humana."
La misión de Bahá'u'lláh "es proclamar que las edades de infancia y niñez de la raza humana han pasado, que las convulsiones asociadas con su actual etapa de adolescencia la están preparando, lenta y dolorosamente, para alcanzar la etapa de madurez, y anuncian la aproximación de aquella Edad de Edades, en que las espadas serán forjadas en arados, en que habrá sido establecido el Reino prometido por Jesucristo, y asegurada definitiva y permanentemente la paz del planeta..."
"La Fe Bahá'í mantiene la unidad de Dios, reconoce la unidad de sus Profetas e inculca el principio de la unicidad e integridad de toda la raza humana. Proclama la necesidad e inevitabilidad de la unificación del género humano, afirma que ésta se aproxima gradualmente, y asevera que nada salvo el espíritu transmutador de Dios, que actúa en este día por mediación de su Portavoz escogido, puede llegar a lograrla. Además, impone a sus seguidores el deber primordial de la libre búsqueda de la verdad, condena toda clase de prejuicio y superstición, declara que el propósito de la religión es la promoción de la amistad y la concordia, proclama su armonía esencial con la ciencia, y reconoce que es el agente preponderante para la pacificación y el progreso ordenado de la sociedad humana. Sostiene de forma inequívoca el principio de la igualdad de derechos, oportunidades y privilegios para hombres y mujeres, insiste en la edu-cación obligatoria, elimina extremos de pobreza y ri-queza, suprime la institución del sacerdocio, prohíbe la esclavitud, el ascetismo, la mendicidad y el monaquismo, prescribe la monogamia, desaprueba el divorcio, enfatiza la necesidad de obediencia estricta al gobierno del propio país, exalta al grado de adoración cualquier trabajo ejecutado en espíritu de servicio, aboga por la creación o selección de un idioma internacional auxiliar y delinea las trazas de aquellas instituciones que deben establecer y perpetuar la paz universal de la humanidad."
El hijo mayor de Bahá'u'lláh, "‘Abbás Effendi, conocido como ‘Abdu'l-Bahá (el Siervo de Bahá), designado por Él como su sucesor legítimo e intérprete autorizado de sus enseñanzas, Quien desde temprana edad había estado estrechamente vinculado a su Padre, y compartiera su exilio y tribulaciones, permaneció prisionero hasta 1908, año en que, como resultado de la Revolución de los Jóvenes Turcos, fue liberado de su confinamiento. Habiendo establecido su residencia en Haifa, pronto embarcó para su viaje de tres años a Egipto, Europa y Norteamérica, durante el cual expuso ante vastos auditorios las enseñanzas de su Padre y predijo el acaecimiento de aquella catástrofe que pronto había de sobrevenir a la humanidad. Volvió a su hogar en vísperas de la Primera Guerra Mundial... En 1921 falleció y fue enterrado en el mausoleo erigido en el Monte Carmelo..."
Shoghi EffendiEL DEBER DE MOSTRAR AMABILIDAD Y COMPRENSIÓN A LOS FORASTEROS
Y EXTRANJEROSCuando una persona dirige su rostro a Dios encuentra el sol por doquier. Todos los seres humanos son sus hermanos. No permitáis que los convencionalismos os hagan parecer fríos e indiferentes cuando os encontréis con personas de otros países. No les miréis como si sospecharais que fuesen malvados, ladrones y ruines. Vosotros pensáis que es necesario tener mucho cuidado, para no exponeros al riesgo de conocer, posiblemente, a personas indeseables.
Os pido que no penséis sólo en vosotros. Sed amables con los forasteros, ya sea que provengan de Turquía, Japón, Persia, Rusia, China o de cualquier otro país del mundo.
Ayudadles a que se sientan como en su propia casa; averiguad dónde se hospedan, preguntadles si podéis prestarles algún servicio, y procurad que sus vidas sean un poco más agradables.
De esta manera, aunque algunas veces lo que vosotros sospechabais al principio fuese verdad, procurad ser amables con ellos, pues esta bondad ayudará a que sean mejores.
Después de todo, ¿por qué ha de tratarse a los extranjeros como si fuesen extraños?
Que todos los que os conozcan comprendan que sois Bahá'ís, sin que vosotros lo proclaméis.
Poned en práctica la enseñanza de Bahá'u'lláh de ser amables con todas las naciones. No os contentéis con demostrar amistad sólo con palabras; dejad que vuestro corazón se encienda con amorosa bondad hacia todos los que se crucen en vuestro camino.
¡Oh vosotros, los occidentales, sed amables con aquellos orientales que vienen a residir entre vosotros! Olvidad vuestro convencionalismo cuando habléis con ellos; no están acostumbrados a eso. A los orientales ese proceder les resulta frío y poco amistoso. Procurad, en cambio, que vuestro comportamiento sea comprensivo. Demostrad que estáis llenos de amor universal. Cuando os encontréis con un persa, o con cualquier otro extranjero, habladle como a un amigo; si está solo, ayudadle, servidle complacidos; si está triste, consoladle; si es pobre, socorredle; si está opri-mido, liberadle; si está en la miseria, confortadle; si así lo hacéis, demostraréis, no sólo con palabras, sino con hechos y con la verdad, que consideráis que todos los seres humanos son vuestros hermanos.
¿Qué provecho existe en estar de acuerdo en que la amistad universal es buena, y en hablar de la solidaridad de la raza humana como un gran ideal?; a menos que estos pensamientos se trasladen al mundo de la acción, serán inútiles.
El mal continúa existiendo en el mundo debido a que las personas tan sólo hablan de sus ideales, pero no hacen lo necesario por llevarlos a la práctica. Si las acciones tomaran el lugar de las palabras, muy pronto la miseria del mundo desaparecería para transformarse en prosperidad.
Una persona que hace mucho bien y no habla de ello, está en el camino de la perfección.
El individuo que ha realizado un bien insignificante, pero lo magnifica con palabras, vale muy poco.
Si yo os amo, no necesito hablaros de mi amor conti-nuamente, pues sin necesidad de palabras lo comprenderéis. Por el contrario, si no os amo, también os daréis cuenta, y no me creeríais aunque os dijese que os amo con un millón de palabras.
Las personas hacen mucha profesión de bondad, con infinidad de hermosas palabras, porque quieren que les consideren mejores que sus congéneres, buscando, de este modo, la fama ante los ojos del mundo. Aquellos que verdaderamente hacen el bien son los que emplean menos palabras con referencia a sus actos.
Los hijos de Dios trabajan sin ostentación, obedeciendo las leyes de Dios.
Es mi esperanza que vosotros siempre tratéis de abolir la tiranía y la opresión; que trabajéis sin cesar hasta que la justicia reine en cada región, que conservéis vuestros corazones puros y vuestras manos limpias de injusticia.
Esto es lo que necesitáis para acercaros a Dios, y es lo que espero de vosotros.
2EL PODER Y EL VALOR DEL VERDADERO PENSAMIENTO DEPENDEN DE SU
MANIFESTACIÓN EN ACCIÓNLa realidad del ser humano es su pensamiento, no su cuerpo material. La fuerza del pensamiento y la fuerza animal son compañeras. Aunque el ser humano es parte de la creación animal, posee un poder de pensamiento superior al de todos los demás seres creados.
Si el pensamiento humano aspira constantemente a las cosas celestiales, entonces se santifica; si, por el contrario, este pensamiento no está dirigido hacia lo alto sino concentrado en las cosas de este mundo, se irá haciendo cada vez más material hasta alcanzar un estado apenas mejor que el de un simple animal.
Los pensamientos pueden dividirse en dos clases:1.- Pensamientos que sólo pertenecen al mundo del pensamiento.
2.- Pensamientos que se expresan en acción.Algunos hombres y mujeres se vanaglorian de sus pensamientos elevados, pero si estos pensamientos nunca alcanzan el plano de la acción, serán infructuosos: el poder del pensamiento depende de su manifestación en hechos. Sin embargo, en el mundo del progreso y la evolución, el pensamiento filosófico puede traducirse en las acciones de otras personas, aunque los propios filósofos estén incapacitados o carentes de voluntad para manifestar sus grandes ideales en sus propias vidas. A esta clase pertenece la mayor parte de los filósofos, cuyas enseñanzas están por encima de sus hechos. Ésta es la diferencia entre los filósofos que son Maestros Espirituales y aquellos que son simplemente filósofos: el Maestro Espiritual es el primero en seguir sus propias enseñanzas; Él lleva al plano de la acción sus concepciones espirituales y sus ideales. Sus pensamientos divinos son manifestados al mundo. Su pensamiento es Él mismo, y son inseparables. Cuando encontramos a un filósofo enfatizando la importancia y grandeza de la justicia, y alentando a la vez a un monarca codicioso en su opresión y tiranía, inmediatamente nos damos cuenta de que pertenece al primer grupo; pues tiene pensamientos celestiales, pero no practica las correspondientes virtudes celestiales.
Esta situación es imposible con los Filósofos Espirituales, pues Ellos expresan siempre sus elevados y nobles pensamientos en acciones.
3¡Toda verdadera curación proviene de Dios! Existen dos causas de enfermedad: una es material, la otra espiritual. Si la enfermedad es del cuerpo, es necesario un remedio material; si es del alma, un remedio espiritual.
Si durante la curación, la bendición celestial está con nosotros, entonces sanaremos, pues la medicina no es sino el instrumento externo y aparente por el cual obtenemos la curación celestial. A menos que el espíritu se cure, la curación del cuerpo no será de valor alguno. ¡Todo está en las manos de Dios, y sin Él no tenemos salud!
Han existido muchas personas que han fallecido de la misma enfermedad sobre la que habían realizado estudios específicos. Aristóteles, por ejemplo, que hizo un estudio especial sobre la digestión, falleció de una enfermedad del aparato digestivo. Avicena fue un especialista del corazón, pero falleció de una enfermedad cardíaca. Dios es el gran Médico compasivo, el único que tiene el poder de propor-cionar verdadera curación.
Todas las criaturas dependen de Dios, por muy grande que pueda parecer su conocimiento, su poder e independencia. Observad a los poderosos reyes de la tierra; tienen todo el poder del mundo que se puede conceder a una persona y, no obstante, cuando la muerte los llama, tienen que obedecer, como cuando llama a las puertas de los campesinos.
¡Observad también a los animales, cuán impotentes son a pesar de su aparente fuerza! Al elefante, el más grande de los animales, le molesta una mosca, y el león no puede evitar la irritación causada por un gusano. El ser humano mismo, siendo la forma más elevada de los seres creados, necesita muchas cosas para su propia vida; ante todo, necesita aire, y si se le priva de él durante unos pocos minutos, muere. También depende del agua, del alimento, de la vestimenta, del calor y de muchas otras cosas. Sobre él se ciernen muchos peligros y dificultades, a los que no puede hacer frente sólo con su cuerpo físico. Si un individuo observa el mundo que le rodea, se convencerá de que todas las cosas creadas dependen y están sujetas a las leyes de la naturaleza.
Sólo el ser humano, por su poder espiritual, ha podido liberarse y elevarse sobre el mundo material y convertirlo en su siervo.
Sin la ayuda de Dios, el ser humano es como las bestias que perecen, pero Dios le ha dotado con un poder tan maravilloso, que siempre puede mirar hacia arriba y recibir, entre otros dones, la curación de su Divina Generosidad.
Desgraciadamente, la humanidad no agradece este supremo bien, y se duerme en el lecho de la negligencia, mostrándose indiferente ante la gran misericordia que Dios ha mostrado hacia ella, apartando su rostro de la luz, y siguiendo su camino en la oscuridad.
Es mi más ferviente plegaria que vosotros no seáis así, sino que conservéis vuestros rostros constantemente vueltos hacia la luz, para que seáis como antorchas luminosas en los rincones oscuros de la vida.
4Tanto en el pasado, como en el presente, el Sol Espiritual de la Verdad ha brillado siempre desde el horizonte de Oriente.
Abraham apareció en Oriente. Fue en Oriente donde surgió Moisés para guiar y enseñar a su pueblo. También en el horizonte de Oriente se manifestó Cristo. Mu¥ammad fue enviado a una nación de Oriente. El Báb nació en Persia, región de Oriente. Bahá'u'lláh vivió y enseñó en Oriente. Todos los grandes Maestros Espirituales aparecieron en el mundo oriental. A pesar de que el Sol de Cristo amaneció en Oriente, Su esplendor irradió hasta Occidente, donde el brillo de Su gloria pudo verse con mayor claridad. La luz divina de Su Enseñanza brilló con mayor fuerza en el mundo occidental, donde se ha extendido más rápidamente que en la tierra de Su nacimiento.
En esta época, Oriente necesita progreso material, y Occidente está falto de un ideal espiritual. Convendría que Occidente buscase la iluminación de Oriente, y que diera a cambio sus conocimientos científicos. Debe hacerse este intercambio de dones.
Oriente y Occidente deben unirse para complementarse uno al otro en lo que les falta. Esta unión traerá consigo la verdadera civilización, en la que lo espiritual se expresa y se lleva a cabo en lo material.
Colaborando el uno con el otro, reinará una gran armonía, todos los pueblos se unirán, se alcanzará un estado de gran perfección, la unión será firme y este mundo se convertirá en un brillante espejo donde se reflejarán los atributos de Dios.
Todos nosotros, tanto de las naciones de Oriente como de las naciones de Occidente, debemos esforzarnos día y noche con alma y corazón para realizar este alto ideal, y establecer la unidad entre todas las naciones de la tierra. Entonces todo corazón será vivificado, los ojos se abrirán, el más maravilloso poder nos será otorgado, y la felicidad de la humanidad estará asegurada.
Debemos orar para que, por la Munificencia de Dios, Persia pueda recibir la civilización material e intelectual de Occidente y que, por la Divina Gracia, pueda retribuir con su luz espiritual. El esfuerzo incondicional y enérgico de los pueblos de occidente y oriente unidos, podrá lograr este resultado, porque la fuerza y la asistencia del Espíritu Santo les ayudará.
Los principios de las Enseñanzas de Bahá'u'lláh deberían estudiarse cuidadosamente, uno por uno, hasta sentirlos y comprenderlos con la mente y el corazón, para que os convirtáis en firmes seguidores de la luz, verdaderamente espirituales, soldados celestiales de Dios, para alcanzar y difundir la verdadera civilización en Persia, en Europa y en el mundo entero.
Éste será el paraíso terrenal anunciado, cuando toda la humanidad se reúna bajo la tienda de la unidad en el Reino de Gloria.
5Diariamente se celebran numerosas reuniones en París con diferentes propósitos; se discute sobre política, comercio, educación, arte, ciencia y muchos otros temas.
Todas estas reuniones son buenas; pero esta asamblea se ha reunido para volverse a Dios, para aprender cómo trabajar mejor por el bien de la humanidad, para encontrar la manera de abolir los prejuicios, y para sembrar la semilla del amor y la hermandad universal en el corazón de cada persona.
Dios aprueba el motivo de nuestras reuniones y nos da su bendición.
En el Antiguo Testamento leemos que Dios dijo: "Hagamos al ser humano a nuestra propia imagen." En el Evangelio, Cristo dijo: "Yo estoy en el Padre y el Padre está en Mí."1 En el Quran, Dios dijo: "El ser humano es mi misterio y Yo soy el suyo." Bahá'u'lláh escribe que Dios dice: "Tu corazón es mi morada; santifícalo para mi descenso. Tu espíritu es el lugar de mi revelación; purifícalo para mi manifestación."
Todas estas palabras sagradas nos demuestran que el ser humano está hecho a imagen de Dios; no obstante, la Esencia de Dios es incomprensible a la mente humana, porque el entendimiento finito no puede aplicarse a este Misterio infinito. Dios lo contiene todo; Él no puede ser contenido. Aquello que contiene es superior a aquello que es contenido. El todo es más grande que sus partes.
Las cosas que un ser humano es capaz de comprender no pueden ser mayores que su capacidad de comprensión, por lo cual es imposible que el corazón humano abarque la naturaleza de la Majestad de Dios. Nuestra imaginación sólo puede visualizar aquello que es capaz de crear.
El poder de comprensión tiene diferentes grados en los diversos reinos de la creación. El reino mineral, el vegetal y el animal son incapaces cada uno de ellos de comprender otra creación fuera de la suya propia. El mineral no puede concebir el poder de crecimiento de la planta. El árbol no puede entender el poder de movimiento del animal, ni tampoco comprender lo que significaría poseer vista, oído o sentido del olfato. Todo esto pertenece a la creación física.
1 Cf. Jn 14:11.1 Cierto individuo que se hallaba presente cuando Badí fue convocado para llevar la Epístola al Sháh, dijo que lo vio transfigurarse; estaba radiante.
1 Cf. Jn 3:5.1 Es decir: Todas las buenas acciones traen su propia recompensa.
1 Un pequeño naranjo sobre una mesa cercana.El ser humano también participa de esta creación; pero no es posible para ninguno de los reinos inferiores comprender qué es lo que tiene lugar en la mente humana. El animal no puede imaginar la inteligencia del ser humano; él sólo conoce lo que percibe por sus sentidos animales; no puede imaginar nada en abstracto. Un animal no podría comprender que la Tierra es redonda, que gira alrededor del Sol, o la construcción del telégrafo. Estas cosas sólo son posibles para las personas. El ser humano es la obra más elevada de la creación, la más cercana a Dios de entre todas las criaturas.
Todos los reinos superiores son incomprensibles a los inferiores. ¿Cómo podría ser, entonces, que la criatura, el ser humano, fuera capaz de comprender al omnipotente Creador de todo?
Lo que nosotros imaginamos no es la Realidad de Dios; Él, el Incognoscible, el Impenetrable, está muy por encima de la más elevada concepción humana.
Todas las criaturas que existen dependen de la Munifi-cencia Divina. La Misericordia Divina proporciona la vida misma. Así como la luz del Sol brilla sobre el mundo entero, así también la Misericordia del Dios infinito se difunde sobre todas las criaturas. Así como el sol madura los frutos de la tierra y otorga vida y calor a todos los seres vivos, así también brilla el Sol de la Verdad sobre todas las almas, llenándolas con el fuego del amor y la comprensión de Dios.
La superioridad del ser humano sobre el resto del mundo creado se observa nuevamente en lo siguiente: cada criatura humana tiene un alma, en la cual mora el espíritu divino; las almas de las criaturas inferiores son inferiores en su esencia.
No existe duda entonces, de que entre todos los seres creados, el ser humano es el que más se aproxima a la naturaleza de Dios y, por consiguiente, recibe un mayor don de la Munificencia Divina.
El reino mineral tiene el poder de la existencia. La planta tiene el poder de la existencia y el crecimiento. El animal, además de la existencia y el crecimiento, tiene la capacidad del movimiento y el uso de las facultades de los sentidos. En el reino humano encontramos todos los atributos de los mundos inferiores, con el agregado de muchos otros. Además el ser humano es la suma de toda la creación anterior, pues la contiene en su totalidad.
Al género humano le ha sido concedido el don especial del intelecto, por medio del cual está capacitado para recibir una mayor parte de la Luz Divina. El Ser humano Perfecto es como un espejo bruñido en el cual se refleja el Sol de la Verdad, manifestando los atributos de Dios.
El Señor Jesucristo dijo: "El que Me ha visto a Mí, ha visto al Padre." Dios hecho manifiesto en el ser humano.
El sol no abandona su lugar en los cielos para descender al espejo, por cuanto las acciones de ascender y descender, de venir e ir, no pertenecen al Infinito; son métodos propios de los seres finitos. En la Manifestación de Dios, el espejo perfectamente pulido, aparecen las cualidades de la Deidad en una forma que el ser humano es capaz de comprender.
Esto es tan simple que todos pueden comprenderlo, y aquello que somos capaces de entender, forzosamente tenemos que aceptarlo.
Nuestro Padre no nos hará responsables de rechazar los dogmas que no estamos capacitados para creer o comprender, pues Él es por siempre infinitamente justo con sus hijos.
Este ejemplo, no obstante, es tan lógico, que todas las mentes deseosas de prestarle un poco de consideración pueden comprender fácilmente.
¡Ojalá que cada uno de vosotros se convierta en una lámpara brillante, cuya llama es el Amor de Dios! ¡Que vuestros corazones se enciendan con el esplendor de la unidad! ¡Que vuestros ojos se iluminen con la refulgencia del Sol de la Verdad!
La ciudad de París es muy hermosa; sería imposible encontrar en el mundo actual una ciudad más civilizada y mejor equipada en cuanto a desarrollo material. Pero la luz espiritual no ha brillado sobre ella desde hace mucho tiempo; su progreso espiritual se halla muy por detrás de su civilización material. Se necesita un poder supremo para despertarla a la realidad de la verdad espiritual, para que su alma adormecida reciba el soplo de vida. Debéis uniros todos en esta empresa, y reanimar a sus habitantes con la ayuda de aquella Fuerza Superior.
Cuando la enfermedad es leve un remedio ligero es suficiente para curarla, pero cuando la enfermedad leve se convierte en una terrible epidemia, entonces el Médico Divino deberá emplear un remedio más fuerte. Existen algunos árboles que florecen y fructifican en climas fríos, otros que necesitan de los ardientes rayos del sol para que los frutos alcancen su completa madurez. París es uno de estos árboles que, para su desenvolvimiento espiritual, necesita de los más ardientes rayos del Sol del Divino Poder de Dios.
Yo os pido a todos y a cada uno de vosotros que sigáis la luz de la verdad en las Sagradas Enseñanzas, y Dios os fortalecerá con Su Espíritu Santo, para que podáis superar las dificultades y destruir los prejuicios que son la causa de separación y odio entre la gente. Dejad que vuestros corazones se llenen con el gran amor de Dios; dejad que todos lo sientan; pues todos los seres humanos son siervos de Dios, y todos tienen derecho a participar de la Munificencia Divina.
Demostrad, especialmente, el mayor amor y paciencia, a aquellas mentes materialistas y retrógradas, atrayéndoles dentro de la unidad fraternal con el esplendor de vuestra bondad.
Si sois fieles a vuestra gran labor, siguiendo al Sagrado Sol de la Verdad sin titubeos, entonces el bendito día de la hermandad universal amanecerá sobre esta hermosa ciudad.
6Espero que todos vosotros os sintáis felices y bien. Yo no estoy contento, sino muy triste. Las noticias de la batalla de Bengasi atormentan mi corazón. ¡Me asombro del salvajismo humano que aún existe en el mundo! ¿Cómo es posible que las personas combatan de la mañana a la noche, matándose unas a otras, derramando la sangre de sus semejantes? ¿Con qué objeto? ¡Para ganar la posesión de un pedazo de tierra! Hasta los animales, cuando pelean, tienen una razón más inmediata y más razonable para sus ata-ques. ¡Cuán terrible es que el ser humano, que pertenece al reino más elevado, pueda rebajarse a matar y a causar sufrimiento a sus semejantes, por la posesión de un pedazo de tierra!
¡El ser más elevado de la creación luchando por obtener la materia más baja, la tierra! La tierra no pertenece a un pueblo, sino a todos los pueblos. Esta tierra no es su hogar, sino su tumba. ¡Y es por sus tumbas por lo que se pelean! No existe en este mundo nada más horrible que la tumba, la morada donde se descomponen los cuerpos de los seres humanos.
Por grande que sea el conquistador, por muchos que sean los países que reduzca a su esclavitud, no puede conservar más que una parte insignificante de tierra, ¡su propia tumba! Si fuese necesario adquirir más tierras para el mejoramiento de la condición de sus habitantes, para la expansión de la civilización (para sustituir prácticas crueles por leyes justas), seguramente podría conseguirse, de una forma pacífica, la necesaria extensión de territorio.
¡Pero la guerra se hace para satisfacer la ambición de las personas; por afán de ganancia material para unos pocos, causando una terrible miseria a innumerables hogares, destrozando los corazones de centenares de hombres y mujeres!
¡Cuántas viudas lloran a sus esposos, cuántas historias de salvaje crueldad llegan a nuestros oídos! ¡Cuántos pequeños huérfanos claman por sus padres muertos, cuántas mujeres lloran a sus hijos asesinados!
¡No hay nada tan desgarrador y terrible como un arrebato de salvajismo humano!
Os exhorto a todos para que cada uno de vosotros concentréis vuestros pensamientos y sentimientos en el amor y la unidad. Cuando se os presente un pensamiento de guerra, oponedle uno más fuerte de paz. Un pensamiento de odio debe ser destruido por uno más grande de amor. Los pensamientos de guerra traen consigo la destrucción de toda armonía, bienestar, tranquilidad y felicidad.
Los pensamientos de amor son los forjadores de her-mandad, paz, amistad y felicidad.
¡Cuando los soldados del mundo desenvainen sus espadas para matar, que los soldados de Dios unan sus manos! Para que la barbarie de la humanidad desaparezca por la Misericordia de Dios, debéis trabajar con pureza de corazón y sinceridad de alma. ¡Y no penséis que la paz del mundo es un ideal imposible de alcanzar!
Nada es imposible para la Divina Benevolencia de Dios.
Si realmente deseáis amistad con todas las razas de la tierra, vuestro pensamiento, espiritual y positivo, se difundirá; se convertirá en el deseo de otros, fortaleciéndose cada vez más, hasta alcanzar la mente de todos los seres humanos.
¡No desesperéis! Trabajad con tesón. La sinceridad y el amor conquistarán al odio. ¡Cuántos hechos aparentemente imposibles llegarán a suceder en estos días! Constantemente, dirigid vuestros rostros hacia la Luz del Mundo. Mostrad amor hacia todos; "el amor es el hálito del Espíritu Santo en el corazón del Ser Humano." ¡Sed valerosos! Dios nunca abandona a aquellos de sus hijos que luchan, trabajan y oran. Haced que vuestros corazones se llenen con el intenso anhelo de que la tranquilidad y la armonía envuelvan a este mundo en guerra. Así, el éxito coronará vuestros esfuerzos y, con la hermandad universal, llegará el Reino de Dios en paz y buena voluntad.
Hoy, en este salón, hay personas pertenecientes a muchas nacionalidades: francesas, americanas, inglesas, alemanas, italianas, ¡hermanos y hermanas reunidos en amistad y armonía! ¡Que esta congregación sea un presagio de lo que, en verdad, tendrá lugar en el mundo cuando los hijos de Dios comprendan que todos son hojas de un mismo árbol, flores de un mismo jardín, gotas de un mismo océano, e hijos e hijas de un mismo Padre, cuyo nombre es amor!
7Éste es un hermoso día, el sol brilla radiante sobre la tierra, brindando luz y calor a todas las criaturas. El Sol de la Verdad también está brillando, concediendo luz y calor a las almas de los seres humanos. El sol es el vivificador de los cuerpos físicos de todas las criaturas de la tierra; sin su calor, su crecimiento se vería detenido, su desarrollo se entorpecería, se debilitarían y morirían. Del mismo modo, las almas de los seres humanos necesitan que el Sol de la Verdad derrame sus rayos sobre ellas, para desarrollarlas, educarlas y alentarlas. El sol es para el cuerpo del ser humano lo que el Sol de la Verdad es para su alma.
Un individuo puede haber alcanzado el más alto grado de progreso material, pero si no ha recibido la luz de la verdad, su alma permanecerá atrofiada y hambrienta. Otro individuo puede carecer de dones materiales, puede estar en el escalón más bajo de la sociedad, pero si ha recibido el calor del Sol de la Verdad, su alma se engrandece y su entendimiento espiritual es iluminado.
Un filósofo griego que vivió en los primeros tiempos del cristianismo y que estaba bien empapado de los fundamentos cristianos, aunque no profesaba el cristianismo, escribió lo siguiente: "Es mi creencia que la religión es la base misma de la verdadera civilización." Puesto que, a menos que se eduque el carácter moral de una nación, así como su cerebro y su talento, la civilización no tiene bases seguras.
Al inculcar moralidad, la religión es por tanto la verda-dera filosofía, y sobre ella se edifica la única civilización duradera. Como un ejemplo de ello él señala a los cristianos de esa época, cuya moralidad se hallaba en un nivel muy elevado. La creencia de ese filósofo coincide con la verdad, pues la civilización cristiana fue la mejor y la más culta del mundo. La enseñanza cristiana fue iluminada por el Divino Sol de la Verdad, por lo que sus discípulos aprendieron a amar a todos los seres humanos como a sus hermanos, a no temer a nada, ¡ni siquiera a la muerte! A amar al prójimo como a sí mismos, y a olvidar sus propios intereses egoístas por el bien de la humanidad. El gran propósito de la religión de Cristo fue el de atraer los corazones humanos más cerca de la resplandeciente Verdad de Dios.
Si los discípulos de Cristo hubiesen continuado cum-pliendo estos principios con inquebrantable fidelidad, no hubiese sido necesario renovar el Mensaje Cristiano, ni hubiese habido necesidad de volver a despertar a Su pueblo, por cuanto una civilización grande y gloriosa regiría actualmente en el mundo, y el Reino del Cielo habría descendido sobre la tierra.
Pero en lugar de esto, ¿qué ha sucedido? Los seres humanos dejaron de seguir los preceptos divinamente inspirados de su Maestro, y el invierno cayó sobre los corazones de la humanidad. Porque así como el cuerpo del ser humano depende para su vida de los rayos del sol, así también las virtudes celestiales no pueden crecer en el alma sin los rayos del Sol de la Verdad.
Dios no deja a sus hijos sin consuelo; por el contrario, cuando la oscuridad del invierno los envuelve, Él les envía nuevamente sus Mensajeros, los Profetas, con una renovación de la bendita primavera. El Sol de la Verdad aparece una vez más en el horizonte del mundo, brillando ante los ojos de aquellos que duermen, despertándoles para que puedan contemplar la gloria de una nueva aurora. Entonces, el árbol de la humanidad vuelve a florecer, produciendo los frutos de rectitud para la curación de las naciones. Porque el ser humano ha sellado sus oídos a la Voz de la Verdad y cerrado sus ojos a la Sagrada Luz, olvidándose de la Ley de Dios; por ello, las tinieblas de la guerra y el tu-multo, la intranquilidad y la miseria, han desolado la tierra. Yo os suplico que procuréis traer a todos los hijos de Dios bajo los rayos del Sol de la Verdad, para que la oscuridad pueda disiparse con los penetrantes rayos de su gloria, y que el rigor y el frío del invierno se derritan con el misericordioso calor de su radiante luz.
8Cuando una persona encuentra la alegría de vivir en algún lugar, vuelve al mismo sitio en busca de más alegría. Cuando alguien descubre oro en una mina, regresa a la misma mina para extraer más oro.
Ello muestra la fuerza interior y el instinto natural que Dios ha otorgado al ser humano, y el poder de la energía vital que es innato en él.
Occidente siempre ha recibido iluminación espiritual de Oriente. El Canto del Reino se ha escuchado primeramente en Oriente, pero ha sido en Occidente donde ha resonado con mayor intensidad en los oídos de los que escuchan.
El Señor Jesucristo surgió como una brillante Estrella en el firmamento de Oriente, pero la luz de su enseñanza resplandeció con mayor perfección en Occidente, donde su influencia se ha arraigado con mayor firmeza, y su Causa se ha difundido en mayor grado que en la tierra de su nacimiento.
El eco de la melodía del Cántico de Cristo se ha difundido por todas las naciones del mundo occidental y ha penetrado en los corazones de sus pueblos.
Los pueblos de Occidente son firmes, las bases sobre las cuales se asientan son de roca; son constantes y no olvidan fácilmente.
Occidente es como una planta fuerte y vigorosa; cuando la lluvia cae suavemente para proporcionarle su alimento y el sol brilla sobre ella, entonces florece a su debido tiempo y proporciona magníficos frutos. Hace mucho tiempo que el Sol de la Verdad reflejado por el Señor Jesucristo derramó su esplendor sobre Occidente, pero el Rostro de Dios ha sido velado con el pecado y el olvido del ser humano. ¡Mas ahora, nuevamente, alabado sea Dios, el Espíritu Santo ha hablado una vez más al mundo! La constelación de amor, sabiduría y poder está brillando de nuevo desde el Horizonte Divino, para dar alegría a todos aquellos que dirijan sus rostros hacia la Luz de Dios. Bahá'u'lláh ha rasgado el velo del prejuicio y la superstición que estaba ahogando las almas de toda la humanidad. Roguemos a Dios que el hálito del Espíritu Santo les confiera esperanzas y les reconforte, despertándoles el deseo de cumplir la Voluntad de Dios. Que cada corazón y cada alma se vivifiquen para que todos los seres humanos se regocijen de un nuevo nacimiento.
¡Entonces la humanidad vestirá una nueva vestimenta en el esplendor del amor de Dios, y será el amanecer de una nueva creación! Entonces la misericordia del más Misericordioso será derramada sobre toda la humanidad, y los seres humanos surgirán a una nueva vida.
Mi más fervoroso deseo es que todos vosotros luchéis y trabajéis por este glorioso fin; que seáis fieles y devotos trabajadores en la edificación de esta nueva civilización espiritual. ¡Los elegidos de Dios, llevando a cabo Su supremo diseño con decidida y alegre obediencia! ¡En verdad, el éxito está al alcance de la mano, pues el Estandarte de la Divinidad ha sido enarbolado en lo alto, y el Sol de la Rectitud de Dios ha aparecido sobre el horizonte, a la vista de toda la humanidad!
9— Mi misión en la vida es dar a conocer al mundo el mensaje de Krisna, en la medida en que me sea posible.
‘Abdu'l-Bahá le contestó:— El mensaje de Krisna es un mensaje de amor. Todos los Profetas de Dios han traído un mensaje de amor. Ninguno ha concebido que la guerra y el odio son buenos. Todos están de acuerdo en decir que el amor y la bondad son lo mejor.
El amor manifiesta su realidad con hechos, no sólo con palabras; éstas, por sí solas, no tienen efecto. Para que el amor pueda manifestar su poder debe existir un objeto, un instrumento, un motivo.
Existen muchos modos de expresar el principio del amor; existe el amor por la familia, por la patria, por la raza; hay entusiasmo político; existe también el amor de la sociedad por el servicio. Todas éstas son maneras y medios de expresar el poder del amor. Sin esos medios, el amor permanecería oculto, sin ser oído ni percibido, absolutamente inexpresado, sin posibilidad de manifestarse. El agua muestra su poder de diferentes modos, satisfaciendo la sed, favo-reciendo el desarrollo de la semilla, etc. El carbón ex-presa uno de sus principios en la luz a gas, y uno de los poderes de la electricidad se pone de manifiesto en la luz eléctrica. Si no existieran ni el gas ni la electricidad, las noches del mundo serían profundas tinieblas. Es necesario, por tanto, tener un instrumento, un motivo para la manifestación del amor, un objeto, un modo de expresión.
Debemos encontrar el modo de difundir el amor entre los hijos de la humanidad.
¡El amor es ilimitado, sin fronteras, infinito! Las cosas materiales son limitadas, circunscritas, finitas. Nunca podréis expresar adecuadamente el amor infinito con medios finitos.
El amor perfecto requiere un instrumento desprovisto de egoísmo, absolutamente libre de cualquier clase de restricciones. El amor a la familia es limitado; el vínculo de sangre no es el lazo más fuerte. Con frecuencia, miembros de una misma familia están en desacuerdo, e incluso llegan a odiarse unos a otros.
El amor patriótico es finito; el amor al propio país que despierta el odio hacia los demás, no puede ser un amor perfecto. E incluso los mismos compatriotas no están libres de disputas entre ellos.
El amor por la raza es limitado; en éste se muestra una cierta unión, pero no es suficiente. ¡El amor debe estar libre de fronteras!
El amor por nuestra propia raza puede significar el odio a las demás y, con frecuencia, individuos de la misma raza se tienen aversión.
El amor político también está muy ligado con el odio de un partido hacia otro; este amor es muy limitado e incierto.
El amor por el servicio al interés común es igualmente fluctuante; con frecuencia surge la competencia que conduce a los celos y, con el tiempo, la envidia reemplaza al amor.
Hace unos años, Turquía e Italia mantenían un entendi-miento político amistoso; en la actualidad están en guerra.
Todos estos vínculos de amor son imperfectos. Es evi-dente que estos limitados vínculos materiales son insuficientes para expresar adecuadamente el amor universal.
El gran amor desinteresado por la humanidad no está limitado por ninguna de estas imperfecciones, de estos lazos semiegoístas; éste es el único amor perfecto, posible para toda la humanidad, y que sólo puede alcanzarse por el poder del Espíritu Divino. Ningún poder de este mundo puede lograr el amor universal.
¡Unámonos todos en este divino poder del amor! Esforcémonos por crecer bajo la luz del Sol de la Verdad, y, al reflejar este amor luminoso sobre todos los seres humanos, que lleguen a unirse sus corazones de un modo tal, que les permita morar por siempre en el resplandor de este amor sin límites.
Recordad estas palabras que os dirijo durante mi breve estancia con vosotros, aquí en París. Os exhorto fervientemente: ¡no dejéis que vuestros corazones se esclavicen con las cosas materiales de este mundo; os encomiendo a no descansar complacidos en el lecho de la negligencia, cautivos de la materia; levantaos y libraos de sus cadenas!
La creación animal es cautiva de la materia; Dios ha conferido libertad al ser humano. El animal no puede escapar a la ley de la naturaleza, mientras que el ser humano puede controlarla, pues él, conteniendo en sí a la naturaleza, puede elevarse sobre ella.
El poder del Espíritu Santo, iluminando la inteligencia del individuo, ha hecho posible que éste descubra los medios de doblegar a su arbitrio una gran cantidad de leyes naturales. Vuela por los aires, flota sobre el mar, y hasta se desplaza bajo las aguas.
Todo ello prueba cómo la inteligencia humana ha sido capacitada para librarle de las limitaciones de la naturaleza, y para resolver muchos de sus misterios. El ser humano, hasta cierto punto, ha roto las cadenas de la materia.
El Espíritu Santo le otorgará al individuo mayores poderes que éstos, si tan sólo se esfuerza por alcanzar las cosas del espíritu y se empeña en armonizar su corazón con el amor infinito y divino.
Cuando améis a algún miembro de vuestra familia o a un compatriota, ¡que este amor sea como un rayo del Amor Infinito! ¡Que sea en Dios y por Dios! Dondequiera que encontréis los atributos de Dios, amad a esa persona, ya sea de vuestra familia o de otra. Derramad la luz del amor sin límites sobre todas las personas que os encontréis, ya sean de vuestra patria, de vuestra raza, de vuestro partido político o de cualquier otra nación, color o tendencia política. El cielo os ayudará mientras trabajéis en reunir a los dispersos pueblos del mundo bajo la sombra de la todopoderosa tienda de la unidad.
Seréis los siervos de Dios que moran cerca de Él, sus ayudantes divinos en el servicio, atendiendo a toda la humanidad. ¡Toda la humanidad! ¡Cada ser humano! ¡Nunca olvidéis esto!
No digáis, es un italiano, un francés, un americano, o un inglés; sólo recordad que es un hijo de Dios, un siervo del Altísimo, ¡un ser humano! ¡Todos son seres humanos! ¡Olvidad las nacionalidades; todos son iguales a los ojos de Dios!
No os acordéis de vuestras limitaciones; la ayuda de Dios os alcanzará. Olvidaos de vosotros mismos. ¡La ayuda de Dios con seguridad llegará!
Cuando acudáis a la Misericordia de Dios, que os está aguardando, vuestra fuerza será multiplicada.
Observadme a mí; soy tan débil y, sin embargo, he recibido la fuerza para venir a vosotros; ¡un pobre siervo de Dios a quien se le ha permitido traeros este mensaje! No permaneceré mucho tiempo con vosotros. Uno nunca debe considerar su propia debilidad; es la fuerza del Sagrado Espíritu del Amor la que proporciona el poder de enseñar. El recuerdo de nuestra propia debilidad sólo podrá traernos desesperación. Debemos mirar más allá de los pensa-mientos terrenales, librarnos de todas las ideas materialistas, y buscar las cosas del espíritu; fijemos nuestros ojos en la eterna y bondadosa Misericordia del Todopoderoso, Quien llenará nuestras almas con la alegría del servicio gozoso a su mandamiento: "Amaos los unos a los otros".
10Siento mucho haberos hecho esperar esta mañana, pero ¡tengo tanto que hacer en tan poco tiempo por la Causa del amor de Dios!
No creo que os moleste el haber tenido que esperar un poco para verme. Yo he esperado años y años en prisión para poder ahora venir a veros.
Sobre todo, ¡alabado sea Dios!, nuestros corazones siempre laten al unísono y, con un único propósito, son atraídos hacia el amor de Dios. Nuestros deseos, nuestros corazones y nuestros espíritus, ¿no están todos unidos en un solo lazo, por la Munificencia del Reino? Nuestras oraciones, ¿no son acaso para que se reúnan todos los seres humanos en perfecta armonía? Por consiguiente, ¿no estamos siempre juntos?
Ayer por la tarde, cuando regresé de la casa del señor Dreyfus, me sentía muy cansado, sin embargo, no dormí; yacía despierto, pensando.
Me dije: ¡Oh Dios, aquí estoy en París! ¿Qué es París y quién soy yo? Jamás había soñado que de la oscuridad de mi prisión podría llegar alguna vez hasta vosotros; aun cuando leyeron mi sentencia, no podía creerla.
Me habían dicho que ‘Abdu'l-Æamíd había ordenado mi encarcelamiento perpetuo, y entonces me dije: "Eso es imposible. No voy a ser siempre un prisionero. Si ‘Abdu'l-Æamíd fuese inmortal, tal sentencia posiblemente podría llevarse a cabo. Pero tengo la certeza de que algún día seré libre. Mi cuerpo puede estar cautivo durante algún tiempo, pero ‘Abdu'l-Æamíd no tiene poder sobre mi espíritu, que siempre debe permanecer libre, y que ningún ser humano puede encarcelar."
Liberado de mi prisión por el Poder de Dios, me he re-unido aquí con los amigos de Dios, y Le estoy muy agradecido.
Difundamos la Causa de Dios, por la cual he sufrido persecución.
¡Qué privilegio tan grande es el poder reunirnos aquí en libertad! ¡Qué felicidad para nosotros que Dios haya decidido que trabajemos juntos por el advenimiento de su Reino!
¿Os sentís contentos de recibir a este huésped, liberado de su prisión para traeros este glorioso Mensaje? ¡Él, quien nunca pudo creer que esta reunión fuese posible! Ahora, por la Gracia de Dios y su maravilloso Poder, yo, que fui condenado a prisión perpetua en una lejana ciudad de Oriente, estoy aquí, en París, hablando con vosotros!
De hoy en adelante debemos estar siempre juntos de corazón, alma y espíritu, trabajando con ahínco hasta que todos los seres humanos se reúnan bajo la Tienda del Reino, cantando alabanzas de paz.
11El mayor don de Dios para el ser humano es el intelecto o entendimiento.
El entendimiento es el poder por el cual el ser humano adquiere su conocimiento de los diferentes reinos de la creación, y de los distintos grados de la existencia, así como también de lo que es invisible.
Al poseer este don, él es en sí mismo la suma de las creaciones anteriores, está capacitado para ponerse en contacto con esos otros reinos; y por intermedio de este don frecuentemente puede alcanzar la visión profética, a través de su conocimiento científico.
El intelecto es, en verdad, el don más preciado que la Munificencia Divina ha concedido al género humano. Entre todos los seres creados, sólo el ser humano posee este maravilloso poder.
Toda la creación que precede al ser humano, está sometida a las severas leyes de la naturaleza. El gran sol, la multitud de estrellas, los océanos y mares, las montañas, los ríos, los árboles, todos los animales, grandes o pequeños, ninguno puede huir de la obediencia a las leyes de la naturaleza.
La criatura humana es la única que tiene libertad, y por su entendimiento o intelecto, ha sido capaz de dominar y adaptar varias de estas leyes naturales a sus propias necesidades. Por el poder de su intelecto, ha descubierto los medios con los que, no sólo atraviesa grandes continentes en trenes expresos y cruza vastos océanos en barcos, sino que, como los peces, viaja bajo el agua en submarinos e, imitando a los pájaros, vuela por el aire en aviones.
El ser humano ha logrado emplear la electricidad de diferentes maneras: para iluminar, como fuerza motriz, para enviar mensajes de uno a otro extremo de la tierra y, por medio de la electricidad, también puede escuchar una voz a muchos kilómetros de distancia.
Por este don del entendimiento o intelecto también ha sido capaz de emplear los rayos del sol para fotografiar a las personas y las cosas, e incluso captar la forma de los distantes cuerpos celestes.
Vemos que han sido diferentes los modos que ha em-pleado para doblegar a su voluntad a la naturaleza.
Cuán triste es ver cómo la humanidad ha empleado tan preciado don de Dios para forjar instrumentos de guerra, para violar uno de los Mandamientos de Dios -"No matarás"- y desafiar la súplica de Cristo de "Amaos los unos a los otros".
Dios otorgó este poder al género humano para que lo empleara en el mejoramiento de la civilización, en el beneficio de la humanidad, para acrecentar el amor, la concordia y la paz. Pero prefiere emplear este don para destruir en lugar de construir, para la injusticia y la opresión, para el odio, la discordia y la devastación; para la destrucción de sus semejantes, a quienes Cristo le ordenó que debería amar como a sí mismo.
Yo espero que vosotros emplearéis vuestro entendimiento para promover la unidad y tranquilidad de la humanidad, para proporcionar ilustración y civilización al pueblo, para generar amor a vuestro alrededor, y para hacer posible la paz universal.
Estudiad las ciencias, adquirid cada vez más conoci-miento. ¡Ciertamente debemos aprender hasta el fin de la vida! Emplead vuestro conocimiento siempre en beneficio de los demás; de tal modo que la guerra sea borrada de la superficie de esta hermosa tierra, y sea erigido un glorioso edificio de paz y concordia. Esforzaos para que vuestros elevados ideales se lleven a cabo en el Reino de Dios en la tierra, así como se realizarán en el Cielo.
12El día es hermoso, el aire puro, el sol brilla, ni la niebla ni las nubes oscurecen su esplendor.
Estos rayos brillantes penetran en todas partes de la ciudad; ojalá el Sol de la Verdad ilumine así las mentes de los seres humanos.
Cristo dijo: "Verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del Cielo."1 Bahá'u'lláh dijo: "Cuando Cristo vino la primera vez vino sobre las nubes."2 Cristo dijo que había venido del Cielo -que había venido de Dios-, aunque nació de María, su Madre. Pero cuando declaró que había venido del Cielo, se comprende claramente que no quiso decir del firmamento azul, sino que hablaba del Cielo del Reino de Dios, y que de ese Cielo descendió sobre las nubes. Así como las nubes son obstáculos para el brillo del sol, las nubes del mundo del género humano ocultaron a los ojos de los seres humanos el esplendor de la divinidad de Cristo.
Las gentes dijeron: "Él es de Nazaret, nacido de María, le conocemos y conocemos a sus familiares. ¿Qué puede querer? ¿Qué va diciendo? ¿Que vino de Dios?"
El cuerpo de Cristo nació de María, de Nazaret, pero el Espíritu era de Dios. Las capacidades de su cuerpo humano eran limitadas, pero la fuerza de su espíritu era vasta, infinita, inmensurable.
Las gentes preguntaron: "¿Por qué dice que viene de Dios?" Si ellos hubiesen comprendido la realidad de Cristo, hubiesen sabido que Su cuerpo humano era una nube que escondía Su divinidad. El mundo sólo vio Su forma humana, por lo que se maravillaba acerca de cómo había podido "descender del Cielo."
Bahá'u'lláh dijo: "Así como las nubes ocultan al sol y al cielo de nuestra vista, así la humanidad de Cristo ocultó a los seres humanos Su verdadero carácter divino."
Espero que dirijáis vuestros ojos libres de nubes hacia el Sol de la Verdad, sin tomar en consideración las cosas terrenales, no sea que vuestros corazones sean atraídos por los vanos y efímeros placeres de este mundo; dejad que este Sol os fortalezca, y así las nubes de los prejuicios no podrán ocultar su luz a vuestros ojos. Entonces, el Sol aparecerá despejado ante vosotros.
Respirad el aire de pureza. Que todos y cada uno de vosotros participéis de las Divinas Munificencias del Reino del Cielo. Que el mundo no sea un obstáculo que oculte la verdad a vuestros ojos, como el cuerpo humano de Cristo ocultó Su divinidad a los ojos de la gente de Su tiempo. Que podáis recibir la clara visión del Espíritu Santo, para que vuestros corazones puedan ser iluminados y seáis capaces de reconocer el Sol de la Verdad brillando a través de todas las nubes materiales, y su esplendor inundando el universo.
No permitáis que lo que pertenece al cuerpo oculte la luz celestial del espíritu, para que, por la Divina Munificencia, podáis entrar con los hijos de Dios en Su Reino Eterno.
Ésta es mi oración por todos vosotros.La base de la enseñanza de Bahá'u'lláh es la Unidad de la Humanidad, y su mayor deseo fue que el amor y la buena voluntad habitaran en el corazón de los seres humanos.
Así como Él exhortó al mundo para terminar con las luchas y discordias, así deseo yo explicaros la razón principal de la perturbación entre las naciones. La principal causa es la desfiguración de la religión por parte de sus líderes y maestros. Ellos enseñan a sus seguidores a creer que su propio modelo de religión es el único que agrada a Dios, y que los adeptos de cualquier otra creencia están condenados por el Amantísimo Padre y privados de su Gracia y Mi-sericordia. De ahí que surjan entre los pueblos la censura, el desprecio, las disputas y el odio. Si estos prejuicios religiosos pudieran eliminarse completamente, las naciones disfrutarían muy pronto de paz y concordia.
En una ocasión estuve en Tiberiades, donde los judíos tienen un templo. Me alojaba en una casa justamente frente al templo, y allí vi y oí a un rabino dirigiéndose a su congregación de judíos, en estos términos:
"¡Oh judíos, sois en verdad el pueblo de Dios! Todas las demás razas y religiones pertenecen al demonio. Dios os ha creado descendientes de Abraham y ha derramado sus bendiciones sobre vosotros. Dios os envió a Moisés, a Jacob y José, y a muchos otros grandes profetas. Todos los profetas, absolutamente todos, fueron de vuestra raza.
Fue por vosotros por quienes Dios doblegó el poder del faraón e hizo que el Mar Rojo se secara; os envió el maná del cielo para vuestro sustento, y extrajo agua de la roca para apagar vuestra sed. ¡Sois, sin duda, el pueblo escogido de Dios; estáis por encima de todas las razas de la tierra! Por tanto, todas las demás razas son aborrecidas por Dios, y están con-denadas por Él. En verdad, vosotros gobernaréis y subyugaréis al mundo, y todos los seres humanos se convertirán en vuestros esclavos.
No os profanéis a vosotros mismos asociándoos con gente que no sea de vuestra propia religión; no hagáis amistad con tales personas."
Cuando el rabino finalizó su elocuente discurso, sus oyentes se sintieron colmados de alegría y satisfacción. ¡Es imposible describiros su felicidad!
¡Ay! Los descarriados como éstos son la causa de la división y el odio sobre la tierra. En la actualidad, existen millones de personas que todavía adoran ídolos, y las grandes religiones del mundo están en guerra entre ellas. Durante mil trescientos años los cristianos y musulmanes han estado en pugna, cuando con un mínimo esfuerzo podrían haber superado sus diferencias y disputas, y la paz y la armonía reinarían entre ellos, y el mundo estaría tranquilo.
En el Quran leemos que Mu¥ammad habló a sus discí-pulos diciendo:
"¿Por qué no creéis en Cristo, y en el Evangelio? ¿Por qué no aceptáis a Moisés y a los Profetas, ya que, con toda seguridad, la Biblia es el Libro de Dios? En verdad, Moisés fue un Profeta sublime, y Jesús estaba colmado con el Espíritu Santo. Vino al mundo por medio del Poder de Dios, nació del Espíritu Santo y de la Santa Virgen María. María, su madre, era una santa del Cielo. Pasaba los días en el templo orando, y recibía el sustento de lo alto. Su padre, Zacarías, fue hacia ella preguntándole de dónde recibía el alimento, y María le respondió: 'De lo alto.' Ciertamente, Dios exaltó a María por encima de todas las demás muje-res".
Esto es lo que Mu¥ammad enseñó a su pueblo referente a Jesús y Moisés, reprochándoles su falta de fe en esos grandes Maestros, y enseñándoles lecciones de verdad y de tolerancia. Mu¥ammad fue enviado por Dios para desempeñar su misión en un pueblo tan salvaje y carente de civilización como las bestias. Estaban completamente faltos de entendimiento, y no poseían sentimientos de amor, comprensión o piedad. Las mujeres se hallaban degradadas y eran tan despreciadas que un hombre podía enterrar viva a su propia hija, y tener tantas esposas esclavas como deseara.
Entre este pueblo semisalvaje, fue enviado Mu¥ammad con su Mensaje divino. Él enseñó a este pueblo que la adoración de ídolos era una práctica errónea y que debían reverenciar a Cristo, a Moisés y a los Profetas. Bajo su influencia se convirtió en un pueblo más ilustrado y civilizado, elevándose del estado de degradación en que Él lo había encontrado. ¿No fue ésta una buena obra, merecedora de toda alabanza, respeto y amor?
¡Observad el Evangelio del Señor Jesucristo, y descubriréis cuán glorioso es! No obstante, aún hoy, muchas personas fracasan en comprender su belleza sin igual, y malinterpretan sus palabras de sabiduría.
¡Cristo prohibió la guerra! Cuando el discípulo Pedro, queriendo defender a su Señor, cortó la oreja de uno de los siervos del Sumo Sacerdote, Cristo le dijo: "Envaina tu espada".1 Sin embargo, a pesar de este mandamiento directo del Señor que ellos profesan servir, aún disputan, hacen la guerra, y se matan uno a otro, y parece que Sus consejos y enseñanzas han sido olvidados.
Por tanto, no debéis atribuir a los Maestros y Profetas las perversas acciones de sus seguidores. Si los sacerdotes, los maestros y la gente conducen su vida por senderos contrarios a la religión que profesan, ¿es ello, acaso, por culpa de Cristo o de los demás Maestros?
Al pueblo del Islam se le enseñó a comprender cómo Jesús vino de Dios y nació del Espíritu, y que debía ser glorificado por todo el mundo. Moisés fue un Profeta de Dios, y reveló, en su día y para el pueblo al que había sido enviado, el Libro de Dios.
Mu¥ammad reconoció la sublime grandeza de Cristo, y la grandiosidad de Moisés y los profetas. Si el mundo entero tan sólo reconociera la grandeza de Mu¥ammad y la de todos los Maestros que han descendido del Cielo, los enfrentamientos y la discordia desaparecerían muy pronto de la faz de la tierra, y el Reino de Dios sería establecido entre los seres humanos.
En el pueblo del Islam, quien glorifica a Cristo no se siente humillado por hacerlo.
Cristo fue el Profeta de los cristianos, Moisés el de los judíos. ¿Por qué los seguidores de cada profeta no reconocen y honran también a los demás profetas? Si todos ellos tan sólo pudiesen aprender la lección de mutua tolerancia, entendimiento y amor fraternal, la unidad del mundo pronto sería un hecho consumado.
Bahá'u'lláh pasó su vida enseñando esta lección de Amor y Unidad. Hagamos a un lado todo prejuicio e intolerancia, y esforcémonos con alma y corazón por lograr entendimiento y unidad entre cristianos y musulmanes.
14Dios es el único que ordena todas las cosas y es Todopoderoso. ¿Por qué, entonces, envía pruebas a sus siervos?
Las pruebas para el ser humano son de dos clases:a) Las consecuencias de sus propias acciones. Si el ser humano come demasiado, estropea su digestión; si ingiere veneno, enferma o muere. Si una persona juega, pierde su dinero; si bebe mucho, pierde su ecuanimidad. Todos estos sufrimientos son causados por el individuo mismo, por lo que resulta claro, entonces, que ciertas penas son el resultado de nuestras propias acciones.
b) Existen otros sufrimientos que son los que sobrevienen a los Fieles de Dios. ¡Considerad las grandes tribulaciones que soportaron Cristo y sus apóstoles!
Aquellos que más sufren alcanzan mayor perfección.
Aquellos que manifiestan el deseo de sufrir por Cristo deben probar su sinceridad; quienes proclaman su anhelo por hacer grandes sacrificios, sólo pueden probarlo con sus acciones. Job probó la fidelidad de su amor a Dios siendo fiel durante su gran adversidad, así como en la prosperidad de su vida. Los apóstoles de Cristo, que soportaron estoicamente todas las pruebas y sufrimientos, ¿no probaron, acaso, con ello, su fidelidad? ¿No fue su abnegación su mejor prueba?
Estos sufrimientos ya han terminado.Caifás vivió una vida de comodidad y felicidad, mien-tras la vida de Pedro estuvo llena de aflicción y de pruebas. ¿Cuál de estos dos es más envidiable? Con seguridad escogeríamos el estado actual de Pedro, pues él posee vida inmortal, en tanto que Caifás ha logrado vergüenza eterna. Las pruebas de Pedro confirmaron su fidelidad. Las pruebas son favores de Dios, por lo que debemos estarle agradecidos. Las penas y las desgracias no nos vienen por casualidad; la Misericordia Divina nos las envía para nuestro perfeccionamiento.
Mientras una persona sea feliz, puede olvidar a su Dios; pero cuando le sobrevienen las penas y el dolor lo abruma, entonces recuerda a su Padre que está en el Cielo, Quien puede librarlo de su pesadumbre.
Las personas que no sufren no alcanzan la perfección. La planta más podada por los jardineros es la que, al llegar el verano, tendrá los capullos más bellos y los frutos más abundantes.
Los labradores aran la tierra con sus arados, y de esa tierra se obtiene la más rica y abundante cosecha. Cuanto más castigado sea un individuo, mayor será la cosecha de virtudes espirituales que manifestará. Un soldado no puede ser buen general hasta que no haya estado en el frente de la batalla más encarnizada y haya recibido las heridas más profundas.
La oración de los profetas de Dios siempre ha sido, y aún es: "¡Oh Dios! ¡Anhelo ofrecer mi vida en el sendero que conduce hacia Ti! ¡Deseo derramar mi sangre por Ti, y realizar el supremo sacrificio!"
15De este mismo Dios surgió a la existencia toda la crea-ción, y Él es la única meta que toda la naturaleza anhela. Este concepto está representado en las palabras de Cristo, cuando dijo: "Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin." El ser humano es la suma de la Creación, y el Ser humano Perfecto es la expresión del pensamiento consumado del Creador -la Palabra de Dios.
Considerad el mundo de las cosas creadas, cuánta variedad y diversidad de especies, aun cuando todas tienen un mismo origen. Todas las diferencias que se observan son de forma exterior y de color. Esta diversidad es evidente a través de toda la naturaleza.
Contemplad un hermoso jardín lleno de flores, arbustos y árboles. Cada flor tiene un encanto diferente, una belleza peculiar, su propio y delicioso perfume, y un hermoso color. Los árboles, también, cuán variados son de tamaño, de vegetación, de follaje, y ¡cuán diferentes los frutos que producen! Sin embargo, todas estas flores, arbustos y árboles nacen de la misma tierra, el mismo sol brilla sobre ellos y las mismas nubes les brindan su lluvia.
Lo mismo sucede con la humanidad. Está compuesta de muchas razas, y sus pueblos son de diferente color -blanco, negro, amarillo, moreno y rojo- pero todos ellos provienen del mismo Dios, y todos son siervos de Él. Lamentablemente, esta diversidad entre los hijos de los seres humanos no tiene el mismo efecto que tiene en la creación vegetal, donde se evidencia un espíritu de mayor armonía. Entre los seres humanos existe animosidad, que es la causa de la guerra y el odio entre las diferentes naciones del mundo.
Diferencias que sólo son de sangre también causan la destrucción y la matanza de unos y otros. ¡Qué desgracia que esto aún tenga que ser así! Observemos más bien la belleza en la diversidad, la belleza de la armonía, y aprendamos la lección que nos ofrece la creación vegetal. Si contemplaseis un jardín en el cual todas las plantas fueran de la misma forma, del mismo color y perfume, no os resultaría hermoso en absoluto, sino, por el contrario, monótono y aburrido. El jardín que más agrada a la vista y alegra al corazón es aquel en el que crecen, una al lado de otra, flores de diferente matiz, forma y perfume, siendo este vivo contraste de color el que lo hace atractivo y hermoso. Lo mismo sucede con los árboles. Un huerto lleno de árboles frutales es una delicia; igualmente lo es una plantación de diferentes especies de arbustos. Su encanto reside precisamente en la diversidad y la variedad; cada flor, cada árbol, cada fruto, además de ser hermoso en sí mismo, pone de manifiesto, por contraste, las cualidades de los demás, y muestra la especial belleza de cada uno y de todos ellos.
¡Así debería ser entre los hijos de los seres humanos! La diversidad en la familia humana debería ser causa de amor y armonía, como lo es en la música donde diferentes notas se funden logrando un acorde perfecto. Si os encontrarais con personas de diferente color y raza que vosotros, no desconfiéis de ellas y no os encerréis en vuestro caparazón de convencionalismo sino, por el contrario, estad alegres y mostradles bondad. Pensad que son como rosas de diferentes colores, creciendo en el hermoso jardín de la humanidad, y regocijaos de hallaros entre ellas.
De igual modo, cuando os encontréis con personas cuyas opiniones difieren de las vuestras, no les volváis la cara. Todas están buscando la verdad, y existen muchos caminos que conducen a ella. La verdad tiene muchos aspectos, pero siempre es una.
No permitáis que la diferencia de opinión, o la diversi-dad de pensamiento os distancien de vuestros semejantes, o que sea causa de discordia, de odio y rivalidad en vuestro corazón.
Por el contrario, indagad diligentemente la verdad y haced de todos los seres humanos vuestros amigos.
Todo edificio se construye con muchas piedras diferentes; sin embargo, cada una depende de la otra en un grado tal que si alguna se desplazara, todo el edificio sufriría; y si alguna fuese defectuosa, la estructura sería imperfecta.
Bahá'u'lláh ha trazado el círculo de la unidad; ha hecho un diseño para la unidad de todos los pueblos, y para que todos se reúnan bajo la sombra de la unidad universal. Ésta es la obra de la Munificencia Divina, y todos debemos esforzarnos con alma y corazón hasta que la realidad de la unidad se consiga entre nosotros, y de acuerdo a lo que trabajemos, se nos proporcionarán las fuerzas. Olvidaos de vosotros mismos y perseverad únicamente en ser obedientes y sumisos a la Voluntad de Dios. Sólo de este modo po-dremos convertirnos en ciudadanos del Reino de Dios, y alcanzar la vida eterna.
16EL VERDADERO SIGNIFICADO DE LAS PROFECÍAS CONCERNIENTES AL ADVENIMIENTO DE CRISTO
30 de octubreEn la Biblia existen profecías sobre la venida de Cristo. Los judíos todavía esperan la venida del Mesías, y suplican a Dios día y noche que apresure Su advenimiento.
Cuando Cristo vino, ellos lo denunciaron y lo mataron, diciendo: "Éste no es Aquel que esperábamos. Cuando venga el Mesías, ciertas señales y maravillas atestiguarán que Él es verdaderamente el Cristo. Conocemos las señales y las condiciones, y no han aparecido aún. El Mesías saldrá de una ciudad desconocida. Se sentará sobre el trono de David y, ¡prestad atención!, ¡vendrá con una espada de acero, y reinará con un cetro de hierro! ¡Él cumplirá la Ley de los Profetas, conquistará Oriente y Occidente, y glorificará a Su pueblo escogido, los judíos. Traerá un reino de paz, durante el cual hasta los animales cesarán su enemistad con el ser humano. Pues ¡he aquí!, el lobo y el cordero beberán de la misma fuente, y el león y el ciervo descansarán en el mismo prado, la serpiente y el ratón compartirán la misma guarida, y todas las criaturas de Dios descansarán."
De acuerdo con los judíos, Jesús, el Cristo, no cumplió ninguna de estas condiciones, ya que ellos tenían sus ojos cerrados y no podían ver.
Él provenía de Nazaret, un lugar que no era descono-cido. No llevaba espada en su mano, ni siquiera un bastón. No ocupó el trono de David, pues era un hombre pobre. Reformó la Ley de Moisés, y quebrantó el sábado como día de descanso. No conquistó Oriente ni Occidente, y estaba sujeto a la ley romana. No exaltó a los judíos, sino que predicó la igualdad y la hermandad, e increpó a los escribas y fariseos. No trajo consigo un reinado de paz, pues durante su vida la injusticia y la crueldad alcanzaron un grado tal que Él mismo sucumbió víctima de ellas, y murió vergon-zosamente en la cruz.
Así hablaban y pensaban los judíos porque no com-prendieron las Escrituras ni las gloriosas verdades que ellas contenían. Conocían la letra de memoria, pero del Espíritu de vida allí encerrado, no comprendían ni una palabra.
Escuchad, yo os mostraré su significado. A pesar de que Cristo vino de Nazaret, que era un lugar conocido, también vino del Cielo. Su cuerpo nació de María, pero su Espíritu vino del Cielo. La espada que portaba era la espada de Su lengua, con la que separó el bien del mal, lo verdadero de lo falso, los fieles de los infieles, y la luz de la oscuridad. ¡Su Palabra era, sin duda, una afilada espada! El Trono que ocupó es el Trono Eterno, desde el cual Cristo reinará eternamente; un trono celestial, no terrenal, pues las cosas de la tierra pasan, mientras que las del cielo son eternas. Él inter-pretó y completó la Ley de Moisés y cumplió la Ley de los Profetas. Su palabra conquistó Oriente y Occidente. Su Reino es eterno. Él exaltó a aquellos judíos que Le reconocieron. Éstos fueron hombres y mujeres de humilde cuna, pero su asociación con Él les hizo grandes y ganaron dignidad imperecedera. Los animales que habrían de vivir los unos con los otros representaban las diferentes sectas y razas que, después de haber estado en guerra, deberían vivir en adelante unidas por el amor y la caridad, bebiendo juntas el Agua de Vida de Cristo, la Fuente Eterna.
De este modo, todas las profecías espirituales concer-nientes al advenimiento de Cristo fueron cumplidas, pero los judíos cerraron sus ojos para no ver, y sus oídos para no oír, y la Divina Realidad de Cristo pasó junto a ellos, sin ser oído, ni amado, ni reconocido.
Es muy fácil leer las Sagradas Escrituras, pero sólo con un corazón limpio y con una mente pura puede uno comprender su verdadero significado. Pidamos ayuda a Dios para que nos permita entender los Libros Sagrados. Oremos para tener ojos que vean, oídos que oigan, y corazones que anhelen la paz.
La eterna Misericordia de Dios es inmensurable. Él siempre ha escogido a ciertas almas, sobre las que ha derramado la Divina Munificencia de Su Corazón, cuyas mentes Él ha iluminado con la luz celestial, a quienes ha revelado los sagrados misterios, y ante cuyos ojos ha mantenido limpio el Espejo de la Verdad. Éstos son los discípulos de Dios, y Su bondad no tiene límites. Vosotros, siervos del Altísimo, podéis ser también Sus discípulos. Los tesoros de Dios son inagotables.
El Espíritu que emana de las Sagradas Escrituras es el alimento para todos los hambrientos. Dios, que ha conferido Su revelación a Sus Profetas, seguramente proveerá de Su abundancia el pan de cada día a todos aquellos que lo pidan con fe.
17EL ESPÍRITU SANTO, EL PODER INTERMEDIARIO ENTRE DIOS Y EL SER HUMANO
Av. de Camoëns 4La Realidad Divina es inimaginable, ilimitada, eterna, inmortal e invisible.
El mundo de la creación está sujeto a las leyes naturales, finitas y mortales.
De la Realidad Infinita no puede decirse que asciende o desciende. Está más allá del entendimiento del ser humano, y no puede describirse en términos aplicables a la esfera fenoménica del mundo creado.
El ser humano, por tanto, se encuentra en extrema necesidad del único Poder por el cual es capaz de recibir ayuda de la Realidad Divina, siendo tal Poder el único capaz de ponerlo en contacto con la Fuente de toda vida.
Se necesita un intermediario para poner en contacto dos extremos. Riqueza y pobreza, abundancia y necesidad; sin un poder intermediario, no podría existir relación alguna entre esos pares de opuestos.
Por ello podemos decir que debe haber un Mediador entre Dios y el ser humano, y ése no es otro que el Espíritu Santo, el cual pone en contacto a la creación terrenal con el "Inimaginable", la Realidad Divina.
La Realidad Divina puede ser comparada con el sol y el Espíritu Santo con los rayos del sol. Así como los rayos del sol traen la luz y el calor del sol a la tierra, dando vida a todos los seres creados, las "Manifestaciones" traen el poder del Espíritu Santo del Sol de la Realidad Divina para dar luz y vida a las almas de los seres humanos.
Observad: necesariamente ha de existir un intermediario entre el sol y la tierra; el sol no desciende a la tierra, ni la tierra asciende al sol. Este contacto se realiza por medio de los rayos del sol, que son los que confieren luz y calor.
El Espíritu Santo es la luz del Sol de la Verdad que trae, por su infinito poder, vida e iluminación a toda la humanidad, inundando todas las almas con el Resplandor Divino, llevando las bendiciones de la Misericordia de Dios al mundo entero. La tierra, sin la mediación del calor y la luz de los rayos del sol, no recibiría ningún beneficio del sol.
De igual modo, el Espíritu Santo es la causa misma de la vida humana; sin el Espíritu Santo el ser humano no tendría intelecto y estaría incapacitado para adquirir conocimiento científico, por el que ha logrado su gran influencia sobre el resto de la creación. La iluminación del Espíritu Santo confiere al género humano el poder del pensamiento, y le capacita para descubrir el modo de doblegar a su voluntad las leyes de la naturaleza.
El Espíritu Santo es el que, a través de la mediación de los Profetas de Dios, nos enseña las virtudes espirituales y nos capacita para alcanzar la Vida Eterna.
Todas estas bendiciones le son otorgadas al ser humano por el Espíritu Santo; por lo que podemos entender que el Espíritu Santo es el intermediario entre el Creador y su creación. La luz y el calor del sol hacen que la tierra sea fértil, y crean vida en todo lo que crece; y el Espíritu Santo vivifica las almas de los seres humanos.
Los dos grandes apóstoles, San Pedro y San Juan el Evangelista, eran simples y humildes trabajadores, que bregaban por su sustento diario. Por el Poder del Espíritu Santo, sus almas fueron iluminadas, y ellos recibieron las bendiciones eternas del Señor Jesucristo.
18¡Hoy, en París, es un día de regocijo! Se celebra la festividad de "Todos los Santos". ¿Por qué creéis que esas personas fueron llamadas "Santos"? La palabra tiene un significado muy real. Un santo es el que lleva una vida de pureza, alguien que se ha liberado de todas las debilidades e imperfecciones humanas.
En el ser humano existen dos naturalezas; su naturaleza superior o espiritual, y su naturaleza inferior o material. Con una se acerca a Dios, con la otra vive sólo para el mundo. Los signos de estas dos naturalezas se hallan presentes en cada persona. En su aspecto material, expresa falsedad, crueldad e injusticia; todas éstas son el producto de su naturaleza inferior. Los atributos de su naturaleza divina se manifiestan en amor, misericordia, bondad, verdad y justicia; todas y cada una de ellas son la expresión de su naturaleza superior. Todos los buenos hábitos, todas las cualidades nobles, pertenecen a la naturaleza espiritual del ser humano, mientras que todas sus imperfecciones y acciones pecaminosas nacen de su naturaleza material. Si la naturaleza divina de la persona domina a su naturaleza humana, entonces tenemos a un santo.
El ser humano tiene el poder de realizar buenas y malas acciones; si predomina su poder para lo bueno y vence sus inclinaciones para hacer el mal, entonces, en verdad, puede llamarse santo. Pero si, por el contrario, desprecia las cosas de Dios y permite que sus pasiones perversas le dominen, no será mejor que un simple animal.
Los santos son personas que se han librado del mundo de la materia y han vencido al pecado. Viven en el mundo, pero no pertenecen a él; sus pensamientos están continuamente en el mundo del espíritu. Sus vidas transcurren en santidad, y sus acciones expresan amor, justicia y piedad. Están iluminados desde lo alto; son como lámparas brillantes y luminosas en los lugares oscuros de la tierra. Éstos son los santos de Dios. Los apóstoles, que fueron los discípulos de Jesucristo, eran como los demás seres humanos; ellos, como sus compañeros, se sentían atraídos por las cosas del mundo, y cada uno pensaba sólo en su provecho personal. Conocían muy poco acerca de la justicia; tampoco se encontraban entre ellos las perfecciones divinas. Pero cuando siguieron a Cristo y creyeron en Él, su ignorancia se convirtió en entendimiento, la crueldad se trocó en justicia, la falsedad en verdad, la oscuridad en luz. Habían sido mundanos, se volvieron espirituales y divinos. Habían sido hijos de las tinieblas, y se convirtieron en hijos de Dios: ¡llegaron a ser santos! Esforzaos, pues, por seguir sus pasos, dejando atrás todas las cosas terrenales, y tratad de alcanzar el Reino Espiritual.
Rogad a Dios que os fortalezca en la virtud divina, para que seáis como ángeles en el mundo, y faros de luz para revelar los misterios del Reino a quienes poseen un corazón comprensivo.
Dios envió a sus Profetas al mundo para enseñar e ilu-minar al ser humano, para explicarle el misterio del Poder del Espíritu Santo, para permitirle reflejar la luz, y para que a su vez, sea la fuente de guía de otros. Los Libros Celestiales, la Biblia, el Quran, y otras Escrituras Sagradas, han sido otorgados por Dios como guías en los senderos de la divina virtud, del amor, la justicia y la paz.
Por tanto, os digo que debéis esforzaros por seguir los consejos de estos Libros Sagrados, y ordenar vuestras vidas para que, siguiendo los ejemplos expuestos ante vosotros, podáis convertiros en los Santos del Altísimo.
19¡Qué día más hermoso hace hoy! El cielo está despejado, el sol brilla y, por ello, el corazón de la gente está alegre.
Un día tan radiante y hermoso otorga nueva vida y fuerzas a todo el mundo, y si alguien estaba enfermo, siente renacer en su corazón la jubilosa esperanza de la salud. Todos estos dones de la naturaleza conciernen a la parte física del ser humano, pues sólo su cuerpo puede recibir los beneficios materiales.
Si un individuo triunfa en su negocio, en su arte o pro-fesión, gracias a ello, es capaz de mejorar su bienestar físico, proporcionando a su cuerpo el descanso y la tranquilidad que le agradan. Hoy vemos a nuestro alrededor cómo las personas procuran rodearse de todas las comodidades modernas y de lujo, sin negarle nada al lado físico y material de su naturaleza. Pero tened cuidado, no sea que por pensar demasiado en las cosas del cuerpo os olvidéis de las cosas del alma; pues los progresos materiales no elevan el espíritu hu-mano. La perfección en las cosas mundanas es una dicha para el cuerpo humano, pero en modo alguno glorifica su alma.
Puede suceder que un individuo que posee todos los beneficios materiales y que vive rodeado de la mayor opulencia que la civilización moderna es capaz de proporcionarle, esté desprovisto de todos los importantes dones del Espíritu Santo.
Sin duda, el progreso material es algo bueno y digno de alabanza, pero al proceder así, no olvidemos el importantísimo progreso espiritual, cerrando nuestros ojos a la luz divina que está brillando entre nosotros.
Sólo progresando tanto espiritual como materialmente, podemos evolucionar verdaderamente y convertirnos en seres perfectos. Todos los grandes Maestros han aparecido para traer al mundo esta vida espiritual y esta luz. Vinieron para que el Sol de la Verdad pudiera manifestarse y brillar en los corazones de los seres humanos, y para que, a través de su poder maravilloso, pudiesen alcanzar la Luz Sempiterna.
Cuando el Señor Jesucristo vino, derramó la luz del Es-píritu Santo sobre todos los que Le rodeaban, y sus discípulos y todos los que recibieron su iluminación fueron inspirados, convirtiéndose en seres espirituales.
Bahá'u'lláh nació y vino a este mundo para manifestar esta luz. Él enseñó la Verdad Eterna a los seres humanos, y derramó los rayos de Luz Divina por doquier.
¡Ay!, ved cómo la humanidad menosprecia esta Luz. Aún sigue su camino de oscuridad y de desunión, y las discordias y las terribles guerras aún continúan vigentes.
El ser humano emplea el progreso material para satisfacer su ansia de guerra, y fabrica instrumentos y dispositivos de destrucción para aniquilar a sus hermanos.
A pesar de ello, esforcémonos por alcanzar los beneficios espirituales, pues éste es el único modo de lograr el verdadero progreso, aquel que proviene de Dios y que sólo a Dios pertenece.
Ruego por todos vosotros para que podáis recibir las Munificencias del Espíritu Santo; para que verdaderamente seáis iluminados, y avancéis siempre hacia adelante y hacia lo alto, hacia el Reino de Dios. Entonces vuestros corazones se hallarán preparados para recibir las buenas nuevas, vuestros ojos se abrirán, y veréis la Gloria de Dios; vuestros oídos se limpiarán y podrán percibir el llamado del Reino, y con lenguaje elocuente llamaréis a los seres humanos a la comprensión del Poder Divino y el Amor de Dios.
20París se está poniendo muy frío, tan frío que pronto me veré obligado a marchar, pero el calor de vuestro amor aún me retiene aquí. Dios mediante, espero estar todavía un breve tiempo entre vosotros; el calor y el frío del cuerpo no pueden afectar al espíritu, pues éste recibe su calor del fuego del Amor de Dios. Cuando seamos capaces de comprender esto, empe-zaremos a entender algo de nuestra vida en el mundo venidero.
Dios, en Su Munificencia, nos ha dado un conocimiento previo aquí, nos ha proporcionado ciertas pruebas de la diferencia que existe entre el cuerpo, el alma y el espíritu.
Vemos que el frío, el calor, el sufrimiento, etc., sólo conciernen al cuerpo, sin afectar al espíritu.
Cuán frecuentemente vemos a un individuo, pobre, enfermo, miserablemente vestido y sin medios de subsistencia, pero fuerte espiritualmente. Aunque su cuerpo ha sufrido, su espíritu está intacto y en perfecto estado. Y cuán a menudo vemos a una persona rica, físicamente fuerte y saludable, pero con el alma mortalmente enferma.
Es suficientemente evidente para la mente perspicaz que el espíritu del ser humano es algo muy diferente de lo que es su cuerpo físico.
El espíritu es inmutable, indestructible. El progreso y el desarrollo del alma, la alegría y el pesar del alma, son independientes del cuerpo físico.
Si algún amigo nos causa alegría o pena, si un amor resulta verdadero o falso, es el alma la afectada. Si nuestros seres queridos están lejos de nosotros, es el alma la que sufre, y las penas y las tribulaciones del alma pueden manifestarse en el cuerpo.
De este modo, cuando el espíritu se alimenta de virtudes santas, entonces el cuerpo está alegre; si el alma cae en el pecado, el cuerpo sufre.
Cuando encontramos verdad, constancia, fidelidad y amor, nos sentimos felices; pero si encontramos mentira, infidelidad y engaño, nos sentimos desgraciados.
Todas estas cosas pertenecen al alma, y no son enfermedades corporales. Por ello vemos claramente que el alma, lo mismo que el cuerpo, tiene su propia individualidad. Pero si el cuerpo experimenta algún cambio, el espíritu no resulta necesariamente afectado. Cuando se rompe un espejo en el cual brilla el sol, el espejo queda roto, pero ¡el sol continúa brillando! Si una jaula que contiene un pájaro es des-truida, el pájaro no sufre ningún daño. Si se rompe una lámpara, ¡la llama puede continuar ardiendo!
Lo mismo puede aplicarse al espíritu del ser humano; aunque la muerte destruya su cuerpo, no tiene poder sobre el espíritu, éste es eterno, indestructible, sin principio ni fin.
En lo que respecta al alma del ser humano después de la muerte, ésta permanece en el grado de pureza hasta el que ha evolucionado durante su vida en el cuerpo físico, y después que ha sido liberada del cuerpo, permanece sumergida en el océano de la Misericordia de Dios.
Desde el momento en que el alma deja el cuerpo y alcanza el Mundo Celestial, su evolución es espiritual, y dicha evolución es el acercamiento a Dios.
En la creación física, la evolución consiste en pasar de un grado de perfección a otro mayor. El mineral, con sus perfecciones minerales, pasa al mundo vegetal; los vegetales, con sus perfecciones, pasan al mundo animal, y así sucesivamente, hasta el de la humanidad. Este mundo está lleno de aparentes contradicciones; en cada uno de estos reinos (mineral, vegetal y animal), la vida existe en diferentes grados; si bien, cuando la comparamos con la vida en el ser humano, la tierra parece estar muerta, y sin embargo, vive y tiene vida propia. En este mundo las cosas viven y mueren, y continúan viviendo en otras formas de vida, pero en el mundo del espíritu es absolu-tamente diferente.
El alma no evoluciona de un grado a otro como siguiendo una ley; sólo evoluciona en su acercamiento a Dios, por la bondad y la Munificencia de Dios.
Es mi sincera oración que todos podamos alcanzar el Reino de Dios, y acercarnos a Él.
21En la actualidad, en toda Europa se oye que se celebran reuniones y asambleas, y que se forman sociedades de todo tipo. Hay algunas interesadas en el comercio, en las ciencias, la política, y muchas otras. El propósito de todas ellas es material, pues su deseo es el progreso y esclarecimiento del mundo de la materia. Pero raramente sopla sobre ellas un hálito del mundo del espíritu. Parecen inconscientes a la Voz Divina, indiferentes a las cosas relacionadas con Dios. Pero esta reunión en París, en verdad, es una reunión espiritual. El Hálito Divino se está derramando entre vosotros, la luz del Reino está brillando en todos los corazones. El Amor Divino de Dios es un poder que está entre vosotros, y con almas sedientas recibís las buenas nuevas de gran felicidad.
Todos vosotros os halláis aquí reunidos de común acuerdo, con vuestros corazones atraídos, vuestras almas llenas de amor divino, trabajando y anhelando la unidad del mundo.
¡En verdad, ésta es una reunión espiritual! ¡Es como un hermoso y perfumado jardín! Sobre ella el Sol Celestial derrama sus dorados rayos, y su calor penetra y alegra cada corazón expectante. El amor de Cristo, que trasciende todo conocimiento, está entre vosotros, y el Espíritu Santo es vuestra ayuda.
¡Día a día esta reunión crecerá y se hará más poderosa, hasta que gradualmente su espíritu conquistará todo el mundo!
Esforzaos de todo corazón para estar dispuestos a ser canales para la Munificencia de Dios. Por cuanto os digo que Él os ha escogido para que seáis sus mensajeros de amor a lo largo y ancho del mundo, para que seáis los portadores de los dones espirituales para la humanidad, y para que a través de vosotros se difundan sobre la tierra la unidad y la concordia. Dad gracias a Dios de todo corazón por haberos otorgado tal privilegio. Pues una vida dedicada a la alabanza no es suficiente para agradecer a Dios un favor tan grande.
¡Elevad vuestros corazones más allá del presente y contemplad el futuro con fe! Hoy la semilla ha sido sembrada, sus granos caen sobre la tierra, mas aguardad el día cuando se convertirá en un árbol glorioso y sus ramas se llenarán de frutos. ¡Regocijaos y estad contentos, pues este día ha amanecido, tratad de comprender su poder, pues, en verdad, es maravi-lloso! ¡Dios os ha coronado con honor y en vuestros corazones ha puesto una estrella radiante; verda-deramente, su luz iluminará el mundo entero!
22¡Hoy el cielo está nublado y el día es triste! En Oriente el sol brilla a diario, las estrellas nunca están veladas, y hay muy pocas nubes. La luz siempre amanece en Oriente, e irradia su esplendor sobre Occidente.
Hay dos clases de luz. Una es la luz visible del sol, con cuya ayuda podemos discernir las bellezas del mundo que nos rodea; sin ella no podríamos ver nada.
No obstante, aun cuando la función de esta luz es hacer visibles las cosas, no nos puede dar el poder de ver o comprender los variados encantos que encierran, pues esa luz no tiene inteligencia, ni discernimiento. Es la luz del intelecto la que nos otorga conocimiento y entendimiento, y sin esta luz los ojos físicos serían inútiles.
La luz del intelecto es la luz más sublime que existe, pues nace de la Luz Divina.
La luz del intelecto nos permite conocer y comprender todo lo que existe, pero tan sólo la Luz Divina puede proporcionarnos una visión de las cosas invisibles, y permitirnos visualizar verdades que sólo serán evidentes al mundo dentro de miles de años.
Fue la Luz Divina la que permitió a los profetas ver con dos mil años de anticipación lo que iba a suceder, y hoy en día contemplamos la realización de su visión. Por ello debemos esforzarnos por buscar esta Luz, pues es más grande que ninguna otra.
Gracias a esta Luz, Moisés pudo ver y comprender la Aparición Divina, y oyó la Voz Celestial que le habló desde la Zarza Ardiente.1
Mu¥ammad habla acerca de esta Luz cuando dice: "¡Alláh es la luz de los cielos y de la tierra!"
Buscad con todo vuestro corazón esta Luz Celestial para que podáis ser capacitados en la comprensión de las realidades, para que podáis conocer las cosas secretas de Dios, y que los caminos ocultos se vuelvan claros ante vuestros ojos.
Esta Luz puede compararse con un espejo, y así como el espejo refleja todo lo que se halla delante de él, así esta Luz muestra a los ojos de nuestro espíritu todo lo que existe en el Reino de Dios, y logra que la realidad de las cosas se haga visible. Con la ayuda de esta resplandeciente Luz, todas las interpretaciones espirituales de las Sagradas Escrituras han sido aclaradas, las cosas ocultas del Universo de Dios se han hecho manifiestas, y hemos sido capacitados para comprender los propósitos divinos para el ser humano.
Ruego que Dios en su Misericordia ilumine vuestros corazones y vuestras almas con su gloriosa Luz, para que cada uno de vosotros brille como una estrella radiante en los lugares oscuros del mundo.
23¡Sed bienvenidos! He venido desde las tierras de Oriente a Occidente a convivir por un tiempo con vosotros. En Oriente se oye decir muy a menudo que la gente de Occidente carece de espiritualidad, pero yo no he encontrado que eso sea así. Gracias a Dios, veo y siento que existe un gran anhelo espiritual entre los pueblos de Occidente y, en algunos casos, su percepción espiritual es incluso más aguda que la de sus hermanos orientales. Si las enseñanzas dadas en Oriente hubiesen sido difundidas conscientemente en Occidente, en la actualidad el mundo sería un lugar más iluminado.
Aunque en el pasado todos los grandes Maestros Espirituales aparecieron en Oriente, aún existen allí muchas personas que están absolutamente desprovistas de espiritualidad. Con respecto a las cosas del espíritu, están tan faltas de vida como una piedra; ni siquiera desean ser diferentes, pues consideran que el ser humano no es más que una forma de animal superior, y que las cosas de Dios no le conciernen.
Pero la ambición del ser humano debería estar por encima de esto; debería dirigir siempre su mirada más allá de sí mismo, siempre hacia lo alto y hacia adelante, hasta que por la Misericordia de Dios pueda alcanzar el Reino de los Cielos. Además, existen personas cuyos ojos están abiertos sólo para el progreso físico y la evolución en el mundo de la mate-ria. Estas personas prefieren estudiar la semejanza en-tre su propio cuerpo físico y el del mono, en lugar de contemplar la gloriosa relación entre su espíritu y el de Dios. En verdad, esto es extraño, pues el ser humano solamente se asemeja a la creación inferior en la parte física, pero con respecto a su intelecto es absolutamente diferente.
El individuo está siempre progresando. Su círculo de conocimiento está ampliándose continuamente, y su actividad mental fluye a través de muchos cauces diferentes. Observad lo que el ser humano ha realizado en el campo de la ciencia; considerad sus múltiples descubrimientos y sus incontables invenciones, y su profundo entendimiento de las leyes naturales.
En el mundo del arte ocurre exactamente lo mismo, y este maravilloso desarrollo de las facultades humanas se torna cada vez más rápido a medida que transcurre el tiempo. Si los descubrimientos, los inventos, y los logros materiales de los últimos mil quinientos años pudieran juntarse, veríais que ha habido más adelantos en los últimos cien años que en los mil cuatrocientos años anteriores. Pues la rapidez con la que el ser humano está progresando se incrementa de siglo en siglo.
El poder del intelecto es uno de los dones más grandes que Dios ha otorgado al ser humano; es el poder que hace de él una criatura superior al animal. Porque, mientras que siglo tras siglo y edad tras edad la inteligencia humana aumenta y se hace más penetrante, la del animal permanece siempre igual. ¡Ellos no son más inteligentes de lo que eran hace mil años! ¿Se necesita mayor prueba que ésta para de-mostrar la desigualdad entre la creación humana y la creación animal? Seguramente está tan claro como el día.
En cuanto a las perfecciones espirituales, son un derecho de nacimiento de la persona y sólo a ella pertenecen entre todos los seres creados. El ser humano es, en realidad, un ser espiritual, y solamente cuando vive en espíritu es, en verdad, feliz. Este anhelo y percepción espirituales pertenecen a todo el mundo por igual, y tengo la firme convicción de que las gentes de Occidente poseen una gran aspiración espiritual.
Es mi más ferviente oración que la estrella de Oriente derrame sus brillantes rayos sobre el mundo occidental, y que los pueblos de Occidente se levanten con fuerza, con entereza y valor, para ayudar a sus hermanos orientales.
24Verdaderamente, ésta es una casa bahá'í. Cada vez que se establece una casa o un lugar de reunión de esta naturaleza, se convierte en una de las ayudas más grandes para el progreso general de la ciudad y el país a los que pertenece. Estimula el desarrollo de la erudición y la ciencia, y es conocida por su intensa espiritualidad y por el amor que difunde entre la gente.
El establecimiento de uno de estos lugares de reunión siempre viene acompañado de una gran prosperidad. ¡La primera Asamblea Bahá'í que existió en Teherán fue especialmente bendecida! En sólo un año creció tan rápidamente que el número de sus miembros había aumentado nueve veces. En la actualidad, en la lejana Persia, existen muchas asambleas similares donde los amigos de Dios se reúnen llenos de alegría, de amor y unidad. Enseñan la Causa de Dios, educan al ignorante, y estrechan sus corazones con un amor fraternal. Son ellos los que ayudan al pobre y al ne-cesitado y les suministran el pan de cada día. Aman y cuidan de los enfermos, y son mensajeros de esperanza y consuelo para los desolados y oprimidos.
¡Oh vosotros en París, esforzaos para que vuestras asambleas puedan ser como éstas, y que logren los mayores frutos!
¡Oh amigos de Dios! Si tenéis confianza en la Palabra de Dios y sois fuertes; si seguís los preceptos de Bahá'u'lláh de atender al enfermo, levantar al caído, cuidar del pobre y del necesitado, dar cobijo al indigente, proteger al oprimido, consolar a los atribulados y amar al género humano con todo vuestro corazón, entonces puedo deciros que antes de que pase mucho tiempo, este lugar de reunión recogerá una maravillosa cosecha. Día a día cada miembro progresará y se volverá más y más espiritual. Pero debéis tener una base firme, y vuestros propósitos y aspiraciones deben ser comprendidos claramente por cada uno de los miembros. Deben ser los siguientes:
1.- Mostrar compasión y buena voluntad a todo el género humano.
2.- Rendir servicio a la humanidad.3.- Esforzarse por guiar e iluminar a quienes están en oscuridad.
4.- Ser bondadosos con todos, y manifestar afecto hacia toda alma viviente.
5.- Ser humildes en vuestra actitud hacia Dios, ser constantes en la oración a Él, para crecer diariamente en el acercamiento a Dios.
6.- Ser tan fieles y sinceros en todas vuestras acciones que cada uno de los miembros se distinga por la encarnación de las cualidades de honestidad, amor, fe, amabilidad, generosidad y valor. Ser desprendidos de todo lo que no sea Dios, atraídos por el Hálito Celestial, un alma divina; para que el mundo pueda conocer que un Bahá'í es un ser perfecto.
Tratad de alcanzar esto en vuestras reuniones. ¡Entonces, en verdad, vosotros, los amigos de Dios, os reuniréis con gran alegría! Ayudaos los unos a los otros, convertíos en un solo ser, y habréis alcanzado la unidad perfecta.
Ruego a Dios que diariamente podáis avanzar en espiritualidad, que el amor a Dios se manifieste cada vez más en vosotros, que los pensamientos de vuestros corazones se purifiquen, y que vuestros rostros puedan estar siempre vueltos hacia Él. Que todos y cada uno de vosotros alcance el umbral de la unidad y entre en el Reino. Que cada uno de vosotros sea como una antorcha llameante, encendida y ardiendo vivamente con el fuego del Amor de Dios.
25Hoy les hablaré de Bahá'u'lláh. Al tercer año después que el Báb había declarado su Misión, Bahá'u'lláh, acusado por los fanáticos mullás de ser un creyente de la nueva doctrina, fue arrestado y encerrado en prisión. Al día siguiente, sin embargo, varios ministros del gobierno y otros hombres influyentes lograron ponerle en libertad. Más tarde, fue arrestado nueva-mente y los sacerdotes Le condenaron a muerte. El gobernador vaciló en llevar a cabo esta sentencia, por temor a una revolución. Los sacerdotes se reunieron en la mezquita ante la cual se hallaba el lugar de la ejecución. Todos los habitantes del pueblo se reunieron en masa fuera de la mezquita. Los carpinteros llevaron sus serruchos y sus martillos, los carniceros llegaron con sus cuchillos, los albañiles y constructores con palas sobre sus hombros; todos estos hombres, incitados por los enardecidos mullás, estaban ansiosos por participar en el honor de matarle. Dentro de la mezquita estaban reunidos los doctores de la religión. Bahá'u'lláh, de pie frente a ellos, respondía a todas sus preguntas con gran sabiduría. El sabio más importante, en particular, había enmudecido completamente ante Bahá'u'lláh, Quien refutaba todos sus argumentos.
Surgió una discusión entre dos de estos sacerdotes respecto al significado de algunas palabras de los escritos del Báb; le acusaban de errores, y desafiaron a Bahá'u'lláh para que Le defendiera, si Le era posible. Estos sacerdotes fueron completamente humillados, pues Bahá'u'lláh probó ante la asamblea en pleno que el Báb tenía razón, y que la acusación se había formulado por ignorancia.
Los derrotados Le condenaron a la tortura del bastinado, y más enfurecidos que antes, Le condujeron fuera ante los muros de la mezquita, al lugar de la ejecución, donde el descarriado pueblo Le aguardaba.
El gobernador todavía se resistía a aceptar la demanda del clero de ejecutarle. Comprendiendo el peligro en el cual Se hallaba el digno prisionero, envió a algunos hombres a rescatarlo. Pudieron llevar a cabo su cometido abriendo un boquete en una de las paredes de la mezquita, y guiando a Bahá'u'lláh a través de la abertura hasta un lugar seguro, aunque no hacia la libertad; pues el gobernador eludió la responsabilidad que recaía sobre sus propios hombros enviándole a Teherán. Aquí fue encarcelado en una mazmorra subterránea, donde nunca llegaba la luz del día. Se Le colocó al cuello una pesada cadena por medio de la cual fue encadenado a otros cinco Bábís; estos grilletes fueron asegurados con fuertes y pesados cerrojos y candados. Su ropa fue hecha jirones, lo mismo que su taj. Y en esta terrible condición permaneció durante cuatro meses.
Durante este tiempo, ninguno de sus amigos pudo llegar hasta Él.
Un oficial de la prisión trató de envenenarle, pero el veneno no tuvo efecto, aunque Le provocó grandes sufrimientos.
Después de cierto tiempo, el gobierno Le puso en libertad y Le desterró con toda su familia a Baghdád, donde permaneció durante once años. En este lapso de tiempo, soportó severas persecuciones, y estuvo rodeado y acechado por el odio encarnizado de sus enemigos.
Sobrellevó todas las tribulaciones y tormentos con el mayor coraje y fortaleza. A menudo, cuando Se levantaba por la mañana, no sabía si llegaría vivo a la puesta del sol. Mientras tanto, todos los días los sacerdotes venían para hacerle preguntas sobre religión y metafísica.
Finalmente, el gobernador turco Le exilió a Constanti-nopla, de donde fue enviado a Adrianópolis; aquí vivió durante cinco años. Por último, fue desterrado a la remota fortaleza-prisión de San Juan de Acre. Aquí fue encarcelado en la zona militar de la fortaleza, y custodiado bajo la más estricta vigilancia. No tengo palabras suficientes para expresarles las muchas tribulaciones que tuvo que sufrir, y toda la miseria que padeció en esa prisión. No obstante, desde esta prisión Bahá'u'lláh escribió a todos los monarcas de Europa, y esas cartas, con una sola excepción, fueron enviadas por correo.
La Epístola a NáÐiri'd-Dín Sháh fue confiada a un Bahá'í persa, Mirza Badí Khurásání, quien se comprometió a entregarla en las propias manos del Sháh. Este hombre valiente esperó en las cercanías de Teherán a que pasara el Sháh, que tenía la intención de recorrer esa ruta hacia su palacio de verano. Este valeroso mensajero siguió al Sháh hasta su palacio, y estuvo esperando en el camino cerca de la entrada durante varios días. Siempre se le veía en el mismo lu-gar aguardando en el camino hasta que la gente comenzó a preguntarse la razón de que estuviera allí. Por fin la noticia llegó a oídos del Sháh, y ordenó a sus sirvientes que lo llevaran ante sí.
"¡Oh servidores del Sháh!, soy portador de una carta que debo entregar en sus propias manos", dijo Badí, y luego le dijo al Sháh: "¡Os traigo una carta de Bahá'u'lláh!"
Inmediatamente fue detenido e interrogado por aquellos que querían obtener información que los ayudara en futuras persecuciones de Bahá'u'lláh. Badí no respondió una sola palabra; entonces lo torturaron, pero él se mantuvo firme. Después de tres días, le asesinaron, habiendo fracasado en sus intentos de hacerle hablar. Estos hombres crueles lo fotografiaron mientras se hallaba bajo tortura.1
El Sháh entregó la carta de Bahá'u'lláh a los sacerdotes para que se la explicaran. Transcurridos unos días, estos sacerdotes dijeron al Sháh que la carta procedía de un enemigo político. El Sháh se enojó, y respondió: "Ésa no es una explicación. Os pago por leer y contestar mis cartas, por consiguiente, obedeced."
El espíritu y el significado de la Tabla a NáÐiri'd-Dín Sháh era, en resumen, el siguiente:
"Ahora que el tiempo ha llegado, cuando la Causa de la Gloria de Dios ha aparecido, pido que se Me permita ir a Teherán para responder a todas las preguntas que los sacerdotes quieran hacerme.
Os exhorto a que os desprendáis de la magnificencia mundana de vuestro Imperio. Recordad a todos los grandes reyes que han vivido antes que vos: sus glorias han pasado."
La carta estaba redactada con una corrección admirable, y continuaba advirtiéndole al Rey con respecto al futuro triunfo del Reino de Bahá'u'lláh, tanto en Oriente como en Occidente.
El Sháh no prestó ninguna atención a las advertencias de esta carta, y continuó viviendo del mismo modo hasta el fin de su vida.
¡Aunque Bahá'u'lláh estaba encarcelado, el Gran Poder del Espíritu Santo se hallaba con Él!
Ningún otro estando en prisión, podría haber hecho lo que Él hizo. A pesar de los terribles padecimientos que sufrió, nunca Se quejó.
En la dignidad de Su Majestad, siempre rehusó ver al gobernador, o a las personas influyentes de la ciudad.
Aunque la vigilancia era sumamente estricta, Él iba y venía a voluntad. Falleció en una casa situada a unos tres kilómetros de San Juan de Acre.
26Por todas partes se oye cómo ensalzan los dichos her-mosos y admiran los nobles preceptos. ¡Todo el mundo dice que ama lo que es bueno y aborrece todo lo que es malo! La sinceridad debe ser admirada, mientras que la mentira es despreciable. La fe es una virtud, y la traición es una ignominia para la humanidad. Es una bendición alegrar el corazón de las personas, y una maldad causarles pena. Ser amable y generoso es bueno, en tanto que el odio es un peca-do. La justicia es una noble cualidad, y la injusticia una iniquidad. Es un deber de cada uno ser compasivo y no dañar a nadie, y evitar la envidia y la malicia a toda costa. La sabiduría es la gloria del ser humano, no la ignorancia. ¡Luz, no oscuridad! Es bueno volver el rostro hacia Dios, y una necedad el ignorarlo. Es nuestro deber guiar al ser humano hacia lo alto, y no desviarlo para provocar su caída. Existen infinidad de ejemplos como éstos.
Mas todos estos dichos no son más que palabras, y vemos que muy pocos de ellos se trasladan al dominio de la acción. Por el contrario, percibimos que las personas se dejan llevar por la pasión y el egoísmo, y que cada cual sólo piensa en lo que puede beneficiarle, aun cuando ello signifique la ruina de su hermano. Todas están ansiosas por hacer fortuna, y se preocupan poco o nada por el bienestar de los de-más. Sólo les importa su propia tranquilidad y co-modidad, mientras que la condición de sus semejantes no les preocupa en absoluto.
Lamentablemente, éste es el sendero que hollan la mayoría de los seres humanos.
Pero los Bahá'ís no deben ser así; deben elevarse por encima de esta condición. Para ellos las acciones deben ser más que las palabras. Deben ser misericordiosos con sus acciones, y no sólo con sus palabras. Sus hechos deben probar su fidelidad, y sus acciones deben manifestar la Luz Divina.
Permitid que vuestras acciones proclamen al mundo que sois verdaderos Bahá'ís, pues son las acciones las que hablan al mundo y son la causa del progreso de la humanidad.
Si somos verdaderos Bahá'ís la palabra no es necesaria. Nuestras acciones ayudarán al mundo, difundirán la civilización, ayudarán al progreso de la ciencia y permitirán el desarrollo de las artes. Sin acción no puede llevarse a cabo nada en el mundo material, ni las palabras por sí solas pueden hacer que el ser humano progrese en el Reino espiritual. No sólo a través de la expresión han alcanzado la santidad los elegidos de Dios, sino que por sus pacientes vidas de servicio activo han difundido la luz en el mundo.
Por consiguiente, esforzaos para que vuestras acciones sean a diario hermosas oraciones. Volveos hacia Dios, y procurad hacer siempre aquello que es justo y noble. ¡Ayudad al pobre, levantad al caído, confortad al afligido, procurad remedio al enfermo, tranquilizad al temeroso, librad al oprimido, brindad esperanza al desesperado, y albergue al desamparado!
Éste es el trabajo del verdadero bahá'í, y esto es lo que se espera de él. Si nos esforzamos por hacer todo esto, entonces podremos considerarnos verdaderos Bahá'ís, pero si no lo hacemos, no seremos seguidores de la Luz, y no tendremos derecho al nombre.
Dios, Quien ve todos los corazones, sabe hasta qué punto nuestras vidas son el cumplimiento de nuestras palabras.
27En el Evangelio según San Juan, Cristo ha dicho: "A menos que el ser humano nazca del agua y del Espíritu, no podrá entrar en el Reino de los Cielos."1 Los sacerdotes han interpretado esto en el sentido de que el bautismo es necesario para la salvación. En otra parte del Evangelio se dice: "Él os bautizará con Espíritu Santo y con fuego."2
¡Y así, el agua del bautismo y el fuego son una misma cosa! Ello no puede significar que el "agua" de la cual se habla sea agua física, por cuanto es el opuesto directo de "fuego", y una destruye al otro. Cuando en los Evangelios Cristo habla de "agua" se refiere a aquel agua que es causa de vida, pues sin agua ninguna criatura en el mundo puede vivir; los minerales, los vegetales, los animales y el ser humano, todos dependen del agua para su misma existencia. Los últimos descubrimientos científicos nos demuestran que incluso los minerales poseen alguna forma de vida, y que también necesitan agua para su existencia.
El agua es la fuente de vida, y cuando Cristo habla de agua, simboliza aquello que es la causa de la Vida Sempiterna.
Este agua de vida a la cual Él se refiere es como el fuego, por cuanto éste no es más que el Amor de Dios, y este amor significa vida para nuestras almas.
Con el fuego del Amor de Dios se quema el velo que nos separa de las Realidades Celestiales, y así con una visión clara estaremos capacitados para esforzarnos en nuestro camino hacia lo alto, progresando constantemente en los senderos de la virtud y la santidad y convirtiéndonos en los instrumentos de luz para el mundo.
¡No hay nada más grande ni más sagrado que el Amor de Dios! Da salud al enfermo, bálsamo al herido, alegría y consuelo al mundo entero, y sólo a través de él puede el ser humano alcanzar la Vida Sempiterna. La esencia de todas las religiones y el fundamento de todas las enseñanzas sagradas es el Amor de Dios.
Fue el Amor de Dios el que guió a Abraham, a Isaac y Jacob, el que fortaleció a José en Egipto y concedió a Moisés valor y paciencia.
Por medio del Amor de Dios, Cristo fue enviado al mundo con su inspirador ejemplo de una vida perfecta de autosacrificio y devoción, trayendo a todo el mundo el mensaje de la Vida Sempiterna. Fue el Amor de Dios el que otorgó a Mu¥ammad el poder de conducir a los árabes desde el estado de degradación animal en que se hallaban hacia una existencia más elevada.
El Amor de Dios sustentó al Báb y le condujo a su sacrificio supremo, haciendo de su seno la diana anhelante de miles de balas.
Por último, fue el Amor de Dios el que trajo a Bahá'u'lláh a Oriente, y el que ahora está extendiendo la luz de sus enseñanzas hasta los confines de Occidente, y de polo a polo.
Por tanto, os exhorto a cada uno de vosotros a que, comprendiendo su poder y belleza, sacrifiquéis todos vuestros pensamientos, vuestras palabras y acciones para llevar el conocimiento del Amor de Dios a todos los corazones.
28Deseo expresaros mi gratitud por vuestra hospitalidad, y mi alegría al veros inclinados a lo espiritual. Me siento feliz de encontrarme en una reunión como ésta, congregados para escuchar un Mensaje Divino. Si pudieseis ver con el ojo de la verdad, contemplaríais grandes ondas de espiritualidad en este lugar. El poder del Espíritu Santo está aquí para todos. ¡Alabad a Dios por haber inspirado vuestros corazones con el divino fervor! Vuestras almas son como las olas en el mar del espíritu; aunque cada individuo es una ola diferente, el océano es uno solo, todos estamos unidos en Dios.
Todos los corazones deberían irradiar unidad, para que la Luz del único Manantial Divino de todas las cosas pueda resplandecer con gran luminosidad. No debemos considerar las olas por separado, sino el mar como un todo. Deberíamos elevarnos de lo individual a la totalidad. El espíritu es como un gran océano y sus olas son las almas de los seres humanos.
Se nos ha dicho en las Sagradas Escrituras que la Nueva Jerusalén aparecerá sobre la tierra. Ahora bien, es evidente que esta ciudad celestial no será construida con piedra y argamasa, ni levantada con las manos, sino que será eterna en los Cielos.
Éste es un símbolo profético, que significa un nuevo ad-venimiento de las Enseñanzas Divinas para iluminar los corazones de las personas. Hace ya mucho tiempo que la Guía Sagrada no ha conducido las vidas de la humanidad. Pero ahora, al fin, la Ciudad Santa de la Nueva Jerusalén ha vuelto nuevamente al mundo, ha aparecido una vez más bajo el cielo de Oriente; de los horizontes de Persia ha surgido la refulgencia que iluminará el mundo entero. Observamos en estos días el cumplimiento de la Divina Profecía. Jerusalén ha desaparecido. La ciudad celestial que fue destruida, ahora es reconstruida; fue arrasada hasta sus cimien-tos, pero ahora sus muros y pináculos han sido restau-rados, y se yerguen en lo alto con renovada y gloriosa belleza.
En el mundo occidental, la prosperidad material ha triunfado, mientras que en Oriente ha brillado el sol espiritual.
Siento mucha alegría al ver una asamblea como ésta en París, donde el progreso espiritual y material están unidos en armonía.
El ser humano -el verdadero ser humano- es alma, no cuerpo; aunque físicamente pertenece al reino animal, sin embargo su alma lo eleva por encima del resto de la creación. Observad cómo la luz del sol ilumina el mundo de la materia; de la misma manera la Luz Divina derrama sus rayos sobre el reino del alma. ¡El alma es lo que hace de las criaturas humanas una entidad celestial!
Por el poder del Espíritu Santo, actuando a través de su alma, el ser humano es capaz de percibir la realidad Divina de las cosas. Todas las grandes obras de arte y de la ciencia son testigos de este poder del Espíritu.
Este mismo Espíritu otorga la Vida Sempiterna.Tan sólo aquellos que sean bautizados por el Espíritu Divino, estarán capacitados para atraer a todos los pueblos a la alianza de la unidad. Es por medio del poder del Espíritu, que el mundo oriental de los pensamientos espirituales puede amalgamarse con el mundo occidental de la acción, para que el mundo de la materia pueda transformarse en divino.
De ello se deduce, que todos aquellos que trabajan para el Designio Supremo, son soldados del ejército del Espíritu.
La luz del mundo celestial lucha contra el mundo de las sombras y de la falsedad. Los rayos del Sol de la Verdad dispersan la oscuridad de la superstición y de las interpretaciones erróneas.
¡Vosotros pertenecéis al Espíritu! A vosotros que buscáis la verdad, ¡la Revelación de Bahá'u'lláh os traerá una gran alegría! Esta doctrina es del Espíritu, en ella no existe ningún precepto que no sea del Espíritu Divino.
El Espíritu no puede ser percibido con los sentidos ma-teriales del cuerpo físico, excepto cuando se manifiesta en acciones y signos externos. El cuerpo humano es visible, el alma es invisible. No obstante, es el alma la que dirige las facultades del ser humano, la que gobierna su existencia.
El alma tiene dos facultades esenciales: a) Así como las circunstancias exteriores son transmitidas al alma por los ojos, los oídos y el cerebro del ser humano, así también el alma comunica sus deseos y propósitos a través del cerebro a las manos y a la lengua del cuerpo físico, utilizando a éstos como un medio de expresión. El espíritu en el alma es la esencia misma de la vida. b) La segunda facultad del alma se expresa en el mundo de la visión, donde el alma, animada por el espíritu, tiene su existencia y funciona sin la ayuda de los sentidos materiales del cuerpo. Allí, en el reino de la visión, el alma ve sin la ayuda del ojo físico, oye sin la mediación del oído material, y viaja sin depender del movimiento físico. Resulta claro, por consiguiente, que el espíritu en el alma del ser humano puede funcionar a través del cuerpo físico, empleando los órganos de los sentidos, pudiendo también vivir y actuar sin su ayuda en el mundo de la visión. Ello prueba, sin duda alguna, la superioridad del alma sobre el cuerpo, la superioridad del espíritu sobre la materia.
Por ejemplo, observad esta lámpara: ¿no es acaso su luz superior a la lámpara que la sostiene? No obstante lo hermosa que pueda ser la forma de la lámpara, si no tiene luz no cumple su propósito, no tiene vida, es una cosa muerta. La lámpara necesita de la luz, pero la luz no necesita de la lámpara.
El espíritu no necesita un cuerpo, pero el cuerpo necesita del espíritu, de lo contrario no puede vivir. El alma puede vivir sin un cuerpo, pero el cuerpo sin un alma muere.
Si una persona pierde la vista, el oído, una mano o un pie, vivirá si su alma aún permanece en el cuerpo, y puede manifestar las divinas virtudes. Por el contrario, sin espíritu, le sería imposible existir incluso a un cuerpo perfecto.
El poder más grande del Espíritu Santo existe en las Divinas Manifestaciones de la Verdad. A través del poder del Espíritu, la Enseñanza Celestial ha sido concedida al Mundo de la Humanidad. Por medio del poder del Espíritu, la vida sempiterna ha alcanzado a toda la raza humana. Mediante el poder del Espíritu, la Gloria Divina ha resplandecido desde Oriente a Occidente, y a través del poder del mismo Espíritu, se harán manifiestas las divinas virtudes de la hu-manidad.
Nuestros mayores esfuerzos deben estar dirigidos hacia el desprendimiento de las cosas del mundo; debemos luchar por ser más espirituales, más luminosos, por seguir el consejo de las Enseñanzas Divinas, por servir a la causa de la unidad y de la verdadera igualdad, por ser generosos, por reflejar el amor del Altísimo sobre todos los seres humanos, para que la luz del Espíritu se manifieste en todos nuestros actos, con el fin de que toda la humanidad se una, que el turbulento mar del mundo se calme, y que las rugientes olas desaparezcan de la superficie del océano de la vida, y esté por siempre tranquilo y apacible. Entonces la humanidad verá la Nueva Jeru-salén, entrará a través de sus puertas y recibirá la Munificencia Divina.
Agradezco a Dios que me haya permitido estar entre vosotros esta tarde, y os doy las gracias por vuestra sensibilidad espiritual.
Ruego para que podáis crecer en fervor divino, y que el poder de la unidad en el Espíritu aumente, a fin de que se cumplan las profecías, y que en este gran siglo de la Luz de Dios puedan ocurrir todas las buenas nuevas a que hacen referencia los Libros Sagrados. Éste es el tiempo glorioso del que el Señor Jesucristo habló cuando nos dijo que oráramos: "Venga a noso-tros tu Reino, hágase tu Voluntad así en la tierra como en el Cielo." Espero que ésta sea también vuestra esperanza y vuestro gran deseo.
¡Estamos unidos en el mismo propósito y la misma esperanza, de que todos seamos como uno solo y que cada corazón sea iluminado por el Amor de nuestro Padre Divino, Dios!
¡Que todas nuestras acciones sean espirituales, y que todos nuestros intereses y afectos se concentren en el Reino de Gloria!
29Esta noche os hablaré de la evolución o el progreso del espíritu.
En la naturaleza, el reposo absoluto no existe. Todas las cosas progresan o retroceden. Todo se mueve hacia adelante o hacia atrás, nada existe sin movimiento. Desde su nacimiento, un ser humano progresa físicamente hasta alcanzar la madurez y, entonces, habiendo llegado a la plenitud de su vida, comienza a declinar; la fuerza y el poder de su cuerpo van decreciendo hasta llegar gradualmente a la hora de la muerte. Del mismo modo, una planta progresa desde la semilla hasta su madurez, luego su vida comienza a declinar hasta que se marchita y muere. Un pájaro se remonta a una cierta altura y, habiendo alcanzado en su vuelo el punto más alto posible, comienza su descenso a la tierra.
Así pues, es evidente que el movimiento es esencial a toda existencia. Todas las cosas materiales progresan hasta cierto punto, luego comienzan a declinar. Ésta es la ley que gobierna a toda la creación física.
Consideremos ahora el alma. Hemos visto que el mo-vimiento es esencial a la existencia; nada que tenga vida permanece inmóvil. Toda la creación, ya sea del reino mineral, del vegetal, o del animal, está compelida a obedecer la ley del movimiento: debe ascender, o bien descender. Pero en el caso del alma humana, no existe declive. Su único movimiento es hacia la perfección; sólo el crecimiento y el progreso constituyen el movimiento del alma.
La perfección divina es infinita, por lo cual el progreso del alma es también infinito. Desde el mismo nacimiento del ser humano, el alma progresa, la inteligencia crece y el conocimiento aumenta. Cuando el cuerpo muere, el alma sobrevive. ¡Todos los diferentes grados de los seres físicos tienen límite, pero el alma es ilimitada!
En todas las religiones existe la creencia de que, a la muerte del cuerpo, el alma sobrevive. Se hacen oraciones para las personas queridas fallecidas, oraciones para su progreso y para el perdón de sus pecados. Si el alma pereciera con el cuerpo, todo esto no tendría significado alguno. Además, si al alma no le fuese posible avanzar hacia la perfección tras haber sido liberada del cuerpo, ¿para qué servirían todas estas oraciones de amor y devoción?
Leemos en las sagradas escrituras que "todas las buenas obras se vuelven a encontrar."1 Ahora bien, si el alma no sobreviviese, esto no tendría ningún significado.
El mismo hecho de que nuestro instinto espiritual, que con seguridad no nos ha sido dado en vano, nos impulse a orar por el bienestar de aquellos a quienes amamos, que se han alejado del mundo material, ¿no es un testimonio de la continuidad de su existencia?
En el mundo del espíritu el retroceso no existe. El mundo de la mortalidad es un mundo de contradicciones, de opuestos; siendo que el movimiento es obligatorio, todo debe ir hacia adelante, o bien retroceder. En el reino del espíritu no hay retroceso posible, todo el movimiento tiende hacia un estado perfecto. "Progreso" es la expresión del es-píritu en el mundo de la materia. La inteligencia del ser humano, su poder de raciocinio, su conocimiento, sus logros científicos, al ser todos ellos manifestaciones del espíritu, participan de la ley inevitable del progreso espiritual y, por consiguiente, son necesariamente inmortales.
Mi esperanza es que vosotros progreséis en el mundo del espíritu, como también en el mundo de la materia, que vuestra inteligencia se desarrolle, que vuestro conocimiento aumente, y que vuestro entendimiento se amplíe.
Debéis avanzar siempre, nunca deteneros; evitad el estancamiento, el primer paso hacia el movimiento retrógrado, hacia la decadencia.
La creación física, en su totalidad, es perecedera. Estos cuerpos materiales están compuestos de átomos; cuando estos átomos comienzan a separarse, se produce la descomposición, y entonces sobreviene lo que llamamos muerte. Esta composición de átomos, que constituye el cuerpo o elemento mortal de todo ser creado, es temporal. Cuando el poder de atracción que mantiene unidos a estos átomos cesa de actuar, el cuerpo como tal deja de existir.
Con el alma ocurre algo diferente. El alma no es una combinación de elementos, no se compone de muchos átomos, sino de una sustancia indivisible y, por consiguiente, eterna. Está completamente fuera del orden de la creación física. ¡Es inmortal!
La filosofía científica ha demostrado que un elemento simple ("simple", en el sentido de "no compuesto") es indestructible, eterno. El alma, al no ser una composición de elementos es, por naturaleza, un elemento simple y, por consiguiente, no puede dejar de existir.
Siendo una sustancia indivisible, el alma no puede su-frir desintegración, ni destrucción, por lo que no hay razón para que sobrevenga su fin. Todas las cosas vivientes expresan los signos de su existencia, por lo que estos signos no podrían existir por sí mismos, si aquello que ellos expresan o testifican no existiera. Por supuesto, una cosa que no existe no puede mostrar signos de su existencia. Los múltiples signos de la existencia del espíritu están siempre ante nosotros.
Las huellas del Espíritu de Jesucristo, la influencia de sus Enseñanzas Divinas, están hoy presentes con nosotros, y lo estarán eternamente.
Estamos de acuerdo en que una cosa no existente no puede manifestarse por sus signos. Para poder escribir debe existir una persona, pues alguien no existente no puede escribir. La escritura es, en sí misma, un signo del alma y la inteligencia del escritor. Las Sagradas Escrituras (siempre con las mismas Enseñanzas) prueban la continuidad del espíritu.
Considerad el propósito de la creación: ¿es posible que todo haya sido creado para evolucionar y desarrollarse a través de incontables edades, con este exiguo propósito, unos pocos años de la vida de un ser humano sobre la tierra? ¿No es impensable que éste pudiera llegar a ser el propósito final de la existencia?
El mineral evoluciona hasta que es absorbido en la vida de la planta; la planta progresa hasta que finalmente pierde su vida en la del animal; el animal, a su vez, formando parte del alimento del ser humano, es absorbido en la vida humana.
Por ello el ser humano demuestra ser la suma de toda la creación, el ser superior entre las criaturas vivientes, la meta hacia la cual han progresado incontables edades de existencia.
En el mejor de los casos, todo lo que un individuo vive en este mundo son noventa años, ¡un corto tiempo, por cierto!
¿Cesa de existir el ser humano cuando abandona su cuerpo? ¡Si su vida finaliza, entonces, toda su anterior evolución ha sido en vano, todo ha sido para nada! ¿Puede alguien imaginar que la Creación no tiene mayor propósito que éste?
El alma es eterna, inmortal.Los materialistas dicen: "¿Dónde está el alma? ¿Qué es? No podemos verla, ni podemos tocarla."
Esto es lo que debemos contestarle: por mucho que pueda progresar el mineral, nunca podrá comprender al mundo vegetal. Ahora bien, ¡la falta de tal comprensión no prueba la inexistencia de la planta!
Por muy elevado que sea el grado de evolución que al-cance la planta, está incapacitada para comprender el mundo animal; pero ¡esta ignorancia no es prueba de que el animal no exista!
El animal, por más desarrollado que se encuentre, no puede imaginar la inteligencia del ser humano, ni puede comprender la naturaleza de su alma. Pero, una vez más, ello no prueba que el ser humano carezca de intelecto, o de alma. Sólo demuestra que una determinada forma de existencia es incapaz de comprender a una forma superior a sí misma.
Esta flor puede ser inconsciente de la existencia de un ser como el ser humano, pero el hecho de su ignorancia no impide la existencia de la humanidad.
De igual modo, si los materialistas no creen en la exis-tencia del alma, su incredulidad no prueba que no exista un reino tal como el mundo del espíritu. La misma existencia de la inteligencia del ser humano prueba su inmortalidad; además, la oscuridad justifica la presencia de la luz, pues sin luz no habría sombras. La pobreza demuestra la existencia de la riqueza pues, sin riqueza, ¿cómo podríamos medir la pobreza? La ignorancia prueba que el conocimiento existe, pues sin conocimiento, ¿cómo podría existir la ignorancia?
Por consiguiente, la idea de la mortalidad presupone la existencia de la inmortalidad, pues si no existiese la Vida Eterna, ¡no sería posible medir la vida de este mundo!
Si el espíritu no fuese inmortal, ¿cómo podrían las Manifestaciones de Dios soportar pruebas tan terribles?
¿Por qué Jesucristo sufrió la horrible muerte en la cruz?
¿Por qué Mu¥ammad soportó las persecuciones?¿Por qué el Báb consumó el supremo sacrificio, y por qué Bahá'u'lláh pasó tantos años de Su vida en prisión?
¿Por qué habrían de existir todos estos sufrimientos sino para probar la vida sempiterna del espíritu?
Cristo sufrió; Él aceptó todas las pruebas por la inmortalidad de Su espíritu. Si alguien reflexiona podrá comprender el significado espiritual de la ley del progreso, de cómo todo se mueve desde el grado inferior al grado superior.
Sólo un individuo sin inteligencia, después de conside-rar estas cosas, puede imaginar que el gran plan de la creación pudiera repentinamente dejar de progresar, y que la evolución pudiera llegar a tan incongruente final.
Los materialistas que razonan de este modo y sostienen que estamos incapacitados para ver el mundo del espíritu o para percibir las bendiciones de Dios, son indudablemente como los animales que no tienen entendimiento; tienen ojos y no ven, tienen oídos pero no oyen. Y esta falta de visión y de au-dición no es más que una prueba de su propia infe-rioridad; acerca de ellos leemos en el Quran: "Son seres ciegos y sordos al Espíritu." Ellos no emplean ese gran don de Dios, el poder del entendimiento, por medio del cual podrían ver con los ojos del espíritu, oír con los oídos espirituales, y además comprender con un corazón divinamente iluminado.
La incapacidad de la mente materialista de captar la idea de la Vida Eterna, no es prueba de la no existencia de esa vida.
¡La comprensión de esa otra vida depende de nuestro nacimiento espiritual!
Oro por vosotros para que vuestras facultades y vuestras aspiraciones espirituales crezcan cada día, y para que nunca permitáis que los sentidos materiales oculten a vuestros ojos los esplendores de la Iluminación Celestial.
30Día y noche ruego al cielo para que os fortalezca y que todos y cada uno de vosotros podáis participar de las bendiciones de Bahá'u'lláh, y que entréis en el Reino.
Suplico que os convirtáis en seres nuevos, iluminados con la Luz divina como lámparas brillantes, y que de uno a otro extremo de Europa pueda difundirse el conocimiento del amor de Dios.
Ojalá que este amor infinito colme vuestros corazones y vuestras mentes, de forma que la melancolía no pueda encontrar lugar en ellos, y con corazones alegres os elevéis como pájaros hacia el Resplandor Divino.
Ojalá que vuestros corazones se vuelvan claros y puros como bruñidos espejos, en los que pueda reflejarse la gloria plena del Sol de la Verdad.
Ojalá que vuestros ojos se abran para ver los signos del Reino de Dios, y que vuestros oídos se destapen para oír con entendimiento perfecto la Proclamación Celestial que resuena entre vosotros.
Ojalá que vuestras almas reciban ayuda y consuelo, y así fortalecidas, puedan estar capacitadas para vivir de acuerdo con las enseñanzas de Bahá'u'lláh.
Ruego por todos y cada uno de vosotros para que seáis como llamas de amor en el mundo, y que el resplandor de vuestra luz y el calor de vuestro afecto, alcancen el corazón de todos los tristes y afligidos hijos de Dios.
Ojalá que seáis como estrellas brillantes, radiantes y eternamente luminosas en el Reino.
Os aconsejo que estudiéis con empeño las enseñanzas de Bahá'u'lláh, para que, con la ayuda de Dios, os convirtáis en Bahá'ís de palabra y de acción.
31En el mundo de la humanidad existen tres grados: los del cuerpo, el alma y el espíritu.
El cuerpo es el grado físico o animal del ser humano. Desde el punto de vista del cuerpo, el ser humano participa del reino animal. Los cuerpos, tanto de las personas como de los animales, se componen de elementos que se mantienen unidos por la ley de atracción.
Como el animal, el ser humano posee las facultades de los sentidos, está sometido al calor, al frío, al hambre, a la sed, etc.; pero a diferencia del animal, la persona posee un alma racional, la inteligencia humana.
Esta inteligencia humana es la intermediaria entre su cuerpo y su espíritu.
Cuando el individuo permite que el espíritu, a través de su alma, ilumine su entendimiento, entonces abarca toda la Creación; pues al ser la culminación de todo lo anterior y, por consiguiente, superior a todas las anteriores evoluciones, el ser humano contiene dentro de sí mismo la totalidad del mundo inferior. Iluminado por el espíritu, a través de la mediación del alma, la inteligencia radiante del ser humano lo convierte en el punto culminante de la Creación.
Pero, por otra parte, cuando una persona no abre su corazón y su entendimiento a la bendición del espíritu, sino que vuelve su alma hacia las cosas materiales, hacia la parte corpórea de su naturaleza, entonces cae de su elevada posición y llega a un estado inferior al de los seres del reino animal. ¡En este caso el individuo desciende a una lamentable condición! Pues si las cualidades espirituales del alma, abiertas al hálito del Divino Espíritu, nunca se emplean, se atrofian, se debilitan y, finalmente, se inutilizan; mientras que si sólo se ejercitan las cualidades materiales del alma, éstas alcanzan un poder terrible, y ese individuo infeliz y extraviado se vuelve más salvaje, más injusto, más vil, más cruel, más malvado que los mismos animales inferiores. Estando sus aspiraciones y deseos fortalecidos por el lado más bajo de la naturaleza de su alma, se hace cada vez más brutal, hasta que todo su ser no es en modo alguno superior al de las bestias que perecen. Tales personas son las que planean hacer el mal, dañar y destruir; carecen en absoluto de espíritu de compasión Divina, pues la cualidad celestial del alma ha sido dominada por la material. Si, por el contrario, la naturaleza espiritual del alma ha sido fortalecida hasta el punto de someter bajo su dominio al lado material, entonces el ser humano se aproxima a lo Divino; su condición humana se glorifica y las virtudes de la Asamblea Ce-lestial se manifiestan en él; irradia la Misericordia de Dios, y estimula el progreso espiritual de la humani-dad, por cuanto se convierte en una lámpara que ilumina su camino.
Vosotros comprendéis cómo el alma es la intermediaria entre el cuerpo y el espíritu. Del mismo modo este árbol1 es el intermediario entre la semilla y el fruto. Cuando el fruto aparece en el árbol y alcanza la madurez, entonces sabemos que el árbol es perfecto; si el árbol no produjera fruto su crecimiento sería inútil, y no cumpliría su propósito.
Cuando el alma posee la vida del espíritu, entonces produce buenos frutos y se convierte en un árbol divino. Deseo que tratéis de comprender este ejemplo. Espero que la inmensa bondad de Dios os fortalezca a tal punto que la cualidad celestial de vuestra alma, la que la pone en contacto con el espíritu, domine por siempre el lado material, gobernando tan enteramente los sentidos, que vuestra alma se aproxime a las perfecciones del Reino Celestial. Que vuestros rostros, constantemente dirigidos hacia la Luz Divina, se tornen tan luminosos que todos vuestros pensamientos, vuestras palabras y acciones brillen con el Esplendor Espiritual, dominando vuestras almas, para que en las reuniones del mundo demostréis la perfección de vuestras vidas.
Las vidas de algunas personas están ocupadas tan sólo con las cosas de este mundo; sus mentes están tan circunscritas a las formas exteriores y los intereses tradicionales, que están ciegas a cualquier otro reino de existencia, al significado espiritual de todas las cosas. Ellas piensan y sueñan con la fama terrenal, con el progreso material. Los deleites sensuales y el confort que les rodean limitan su horizonte, y sus más elevadas ambiciones se centran en el éxito de las condiciones y circunstancias mundanas. No refrenan sus bajas inclinaciones; comen, beben y duermen. Como los animales, no conciben otro pensamiento más allá de su propio bienestar físico. Es verdad que estas necesidades deben ser atendidas. La vida es una carga que debemos sobrellevar mientras estamos en la tierra, pero el cuidado de las cosas inferiores de la vida no debería monopolizar todos los pensamientos y aspiraciones del ser humano. Las ambiciones del corazón deberían elevarse hacia una meta más gloriosa, y la actividad mental debería ascender a niveles superiores. Todas las personas deberían tener en su alma la visión de la perfección celestial, y preparar en ella la morada de la inextinguible munificencia del Espíritu Divino.
¡Que vuestra ambición sea la realización en la tierra de una civilización celestial! Yo pido para vosotros la suprema bendición, que os colméis con la vitalidad del Espíritu Celestial, para que seáis la causa de la vida en el mundo.
32LOS Bahá'ís DEBEN TRABAJAR CON TODO SU CORAZÓN Y SU ALMA PARA LOGRAR UNA
MEJOR CONDICIÓN DEL MUNDOQué alegría se siente al ver una reunión como ésta, pues se trata, en verdad, de una reunión de "seres celestiales".
Estamos todos unidos en un único propósito divino; nuestros motivos no son materiales, y nuestro más caro deseo es difundir el Amor de Dios a través de todo el mundo.
Trabajamos y oramos por la unidad de la humanidad, para que todas las razas de la tierra se conviertan en una sola raza, que todos los países sean un solo país, y que todos los corazones puedan palpitar como un solo corazón, trabajando juntos por una unidad y hermandad perfectas.
Alabado sea Dios, pues nuestros esfuerzos son sinceros y nuestros corazones están vueltos hacia el Reino. Nuestro mayor deseo es que la verdad pueda ser establecida en el mundo, y con esta esperanza nos acercamos más unos a otros con amor y afecto. Todos y cada uno de vosotros estáis dispuestos, con todo vuestro corazón y libres de egoísmo, a sacrificar toda ambición personal por el gran ideal que todo el mundo persigue: amor fraternal, paz y unión entre los seres humanos.
No dudéis que Dios está con nosotros, a nuestra derecha y a nuestra izquierda, que día a día hará que nuestro número aumente y que nuestras reuniones crezcan en fuerza y utilidad.
Es mi mayor esperanza que podáis llegar a ser una bendición para los demás, que deis vista a los ciegos espirituales, que hagáis oír a los espiritualmente sordos, y deis vida a aquellos que yacen en el pecado.
Que ayudéis a los caídos en el materialismo a comprender que son criaturas divinas, y alentadlos a elevarse y a ser dignos de sus derechos de nacimiento; para que por vuestros esfuerzos el mundo de la humanidad se convierta en el Reino de Dios y de sus elegidos.
Agradezco a Dios que seamos como uno solo en este gran ideal, que mis anhelos sean también los vuestros y que trabajemos juntos en perfecta unidad.
Hoy vemos sobre la tierra el triste espectáculo de la guerra cruel. ¡El ser humano extermina a su hermano por ganancias egoístas y para aumentar su territorio! ¡Por esta innoble ambición el odio se ha posesionado de su corazón, y se continúa derramando cada vez más sangre!
¡Las batallas se suceden, los ejércitos aumentan, se envían más cañones, más rifles y más explosivos de toda clase, y la amargura y el odio aumentan día a día!
Pero esta asamblea, gracias a Dios, sólo anhela la paz y la unidad, y debe trabajar con todo su corazón y su alma para lograr una mejor condición en el mundo.
Vosotros que sois los siervos de Dios, luchad contra la opresión, el odio y la discordia, para que las guerras puedan cesar y las leyes de Dios, de paz y amor, sean establecidas entre los seres humanos.
¡Trabajad! Trabajad con todas vuestras fuerzas; difundid la Causa del Reino entre las gentes; enseñad a los presuntuosos a volverse humildemente hacia Dios, a los pecadores a no pecar más y, con alegre expectación, esperad la llegada del Reino.
Amad y obedeced a vuestro Padre Celestial, y descansad seguros de que la ayuda divina está con vosotros. ¡Verdaderamente os digo que vosotros conquistaréis el mundo!
¡Tan sólo tened fe, paciencia y valor; éste no es nada más que el comienzo, pero seguramente triunfaréis, pues Dios está con vosotros!
33Desde el comienzo del mundo hasta el presente, cada "Manifestación"1 enviada por Dios, ha sido combatida por una encarnación de los "Poderes de las Tinieblas".
Este tenebroso poder siempre se ha empeñado en extinguir la luz. La tiranía ha tratado constantemente de vencer a la justicia. La ignorancia ha procurado persistentemente aplastar el conocimiento bajo sus pies. Desde épocas remotas, éste ha sido el método del mundo material.
En el tiempo de Moisés, el faraón mismo trató de impedir que la Luz Mosaica se extendiera.
En los días de Cristo, Anás y Caifás sublevaron al pue-blo judío en Su contra, y los eruditos doctores de Israel se unieron para resistir Su poder. Circularon contra Él toda clase de calumnias. Los escribas y fariseos conspiraron para hacer creer al pueblo que Él era un impostor, un apóstata y un blasfemo. Di-fundieron estas calumnias contra Cristo por todo el mundo oriental, y fueron los causantes de que se Le condenara a una muerte vergonzosa.
También en el caso de Mu¥ammad, los eruditos doctores de su día decidieron extinguir la luz de Su influencia. Por medio del poder de la espada trataron de impedir la difusión de Su enseñanza.
A pesar de todos sus esfuerzos, el Sol de la Verdad brilló desde el horizonte. En todos los casos, el ejército de la luz venció a los poderes de las tinieblas en el campo de batalla del mundo, y el esplendor de las Enseñanzas Divinas iluminó la tierra. Aquellos que aceptaron las Enseñanzas y trabajaron por la Causa de Dios, se transformaron en estrellas luminosas en el firmamento de la humanidad.
Ahora, en nuestros días, la historia se repite.Aquellos que desearían mantener a las gentes en la creencia de que la religión es de su propiedad privada, una vez más dirigen sus esfuerzos contra el Sol de la Verdad; se resisten al Mandato de Dios; inventan calumnias al no tener argumentos ni pruebas contra Él. Atacan encubiertamente, sin atreverse a mostrarse a la luz del día.
Nuestros métodos son diferentes; nosotros no atacamos, ni calumniamos; no deseamos disputar con ellos; nosotros presentamos pruebas y argumentos; les invitamos a refutar nuestras declaraciones. Ellos no pueden responder, y en cambio escriben todo lo que se les ocurre contra el Divino Mensajero, Bahá'u'lláh.
¡No permitáis que vuestros corazones se apenen por estos escritos difamatorios! Obedeced las palabras de Bahá'u'lláh y no les respondáis. Más bien alegraos, pues hasta esas falsedades facilitarán la difusión de la verdad. Cuando esas calumnias aparecen, se hacen investigaciones y los que investigan son guiados hacia el conocimiento de la Fe.
Si alguien declarase: "En el cuarto contiguo hay una lámpara que no da luz", algunos de los oyentes podrían quedar satisfechos con esta declaración, pero una persona más inteligente entrará en el cuarto para investigar por sí misma y, he aquí, cuando encuentre la luz brillando resplandeciente en la lámpara conocerá la verdad.
Nuevamente, alguien exclama: "Allí hay un jardín en el que los árboles tienen las ramas rotas y no dan frutos, por lo que las hojas están secas y amarillas. En ese mismo jardín hay plantas de flor, sin flores, y rosales marchitos que se están secando. No entréis en ese jardín". Una persona justa, oyendo tales cosas sobre el jardín, no se sentirá satisfecha sin ver por sí misma si es cierto o no. Por consiguiente, entra en el jardín y, he aquí que lo halla bien cuidado; las ramas de los ár-boles son robustas y fuertes, cargadas a su vez de los frutos maduros más dulces, entre la exuberancia de hermosas hojas verdes. Las plantas de flor se en-cuentran radiantes con flores de variados tonos; los rosales están cubiertos con bellas y fragantes rosas y todo está pleno de verdor y muy bien cuidado. Cuando la gloria del jardín se despliega ante los ojos del individuo justo, él alaba a Dios pues, por las indignas calumnias, ha sido guiado a un lugar de tan maravillosa belleza.
Éste es el resultado de la obra de los difamadores: ser causa de guía para que las gentes descubran la verdad.
Sabemos que todas las falsedades que se difundieron acerca de Cristo y sus apóstoles y todos los libros escritos contra Él, sólo sirvieron para inducir a la gente a indagar sobre su doctrina; entonces, al haber visto la belleza e inhalado la fragancia, se internaron para siempre entre las rosas y los frutos de ese jardín celestial.
Por tanto os digo, difundid la Verdad Divina con todas vuestras fuerzas, para que la inteligencia de las personas pueda ser iluminada; ésta es la mejor respuesta para aquellos que difaman. No deseo hablar de esas personas, ni mucho menos decir algo malo sobre ellas; es solamente para haceros comprender que la difamación carece de importancia.
Las nubes pueden cubrir el sol pero, por muy densas que sean, sus rayos las traspasarán. Nada puede impedir que el resplandor del sol descienda para calentar y vivificar el Divino Jardín.
¡Nada puede impedir que la lluvia caiga del Cielo!
¡Nada puede impedir que se cumpla la Palabra de Dios!
Así pues, cuando veáis libros y periódicos escritos contra la Revelación, no os desesperéis, sino consolaos con la certeza de que por ellos la Causa cobrará fuerza.
¡Nadie arroja piedras a un árbol que no tiene frutos! ¡Nadie trata de extinguir una lámpara que no tiene luz!
Considerad los tiempos pasados. ¿Tuvieron algún efecto las calumnias del faraón? Afirmó que Moisés era un asesino, que había dado muerte a un hombre, y que merecía ser ejecutado. También declaró que Moisés y Aarón fomentaban la discordia y que trataban de destruir la religión de Egipto y que, por consiguiente, debían ser ejecutados. Las palabras del faraón fueron en vano. La luz de Moisés brilló. ¡El esplendor de la Ley de Dios ha circundado el mundo!
Cuando los fariseos dijeron de Cristo que Él había que-brantado el descanso del sábado, que había desafiado la Ley de Moisés, que había amenazado con destruir el Templo y la Ciudad Santa de Jerusalén, y que merecía ser crucificado, sabemos que todos estos ataques calumniosos no impidieron la difusión del Evangelio.
¡El Sol de Cristo brilló resplandeciente en el firmamento y el hálito del Espíritu Santo sopló sobre toda la tierra!
Y por eso os digo que ninguna calumnia puede prevalecer contra la Luz de Dios; ello sólo ayudará a que sea más universalmente reconocida. Si una Causa no tuviera importancia alguna, ¡quién se tomaría la molestia de trabajar contra ella!
Pero es bien sabido que cuanto más grande sea la causa, mayor será el número de enemigos que trata-rán de derribarla. Cuanto más brillante sea la luz, más oscura será la sombra. Nuestra parte consiste en actuar en conformidad con la enseñanza de Bahá'u'lláh, con humildad y firme determinación.
34NO PUEDEN EXISTIR FELICIDAD Y PROGRESO VERDADEROS SIN ESPIRITUALIDAD
21 de noviembreLa ferocidad y el salvajismo son propios de los animales, pero el ser humano debería demostrar cualidades de amor y afecto. Dios envió a todos sus Profetas a este mundo con un único propósito, el de sembrar en los corazones humanos amor y buena voluntad, y por esta gran aspiración ellos estuvieron dispuestos a sufrir y a ofrendar sus vidas. Todos los Libros Sagrados fueron escritos para guiar y dirigir a las gentes por los senderos del amor y la unidad; y, no obstante, a pesar de ello, tenemos ante nosotros el triste espectáculo de la guerra y del derramamiento de sangre.
Cuando hojeamos las páginas de la historia, pasada y presente, vemos la negra tierra enrojecida de sangre humana. Los seres humanos se matan unos a otros como lobos salvajes, y olvidan las leyes del amor y la tolerancia.
Ahora ha llegado esta época luminosa, trayendo consigo una maravillosa civilización y progreso material. El intelecto de la persona se ha ampliado, su percepción ha aumentado, pero lamentablemente, a pesar de todo ello, día a día continúa derramándose más sangre. Observad la actual guerra turco-italiana. ¡Considerad por un momento la suerte de esas infeli-ces gentes! ¡Cuántos han muerto durante este triste tiempo! ¡Cuántos hogares en ruinas, cuántas viudas desoladas, cuántos niños huérfanos! ¿Y qué es lo que se va a ganar a cambio de tanta angustia y sufrimiento? ¡Sólo una pequeña porción de tierra!
Todo esto muestra que el progreso exclusivamente material no eleva al ser humano. Por el contrario, cuanto más inmerso se encuentre en el progreso material, mayor será su oscuridad espiritual.
En tiempos pasados el progreso en el plano material no era tan rápido, ni el derramamiento de sangre era tan abundante. En las guerras de la antigüedad no existían cañones, ni rifles, ni dinamita, ni bombas, ni torpederos, ni buques de guerra, ni submarinos. ¡Ahora, gracias a la civilización material, tenemos todos estos inventos, y la guerra va de mal en peor! Europa se ha convertido en un inmenso arsenal, lleno de explosivos, y que Dios nos guarde de que exploten, pues si esto llegase a suceder, el mundo entero se vería involucrado.
Deseo haceros comprender que el progreso material y el progreso espiritual son dos cosas completamente distintas, y que sólo si el desarrollo material marcha a la par del crecimiento espiritual, podrá alcanzarse un verdadero progreso, y hacer que reine en el mundo la Paz Más Grande. Si todas las personas siguieran los Sagrados Consejos y las Enseñanzas de los Profetas, si la Luz Divina brillara en todos los corazones y si fuesen realmente religiosas, muy pronto veríamos la paz sobre la tierra y el Reino de Dios entre los seres humanos. Las leyes de Dios pueden ser comparadas con el alma, y el progreso material con el cuerpo. Si el cuerpo no estuviese animado por el alma, cesaría de existir. Es mi más ferviente plegaria que la espiritualidad crezca y se desarrolle en el mundo, para que las costumbres sean iluminadas, y la paz y la concordia puedan ser establecidas.
La guerra y la rapiña con todas las crueldades que las acompañan, son una abominación hacia Dios, y traen consigo su propio castigo, pues el Dios de amor es también un Dios de justicia, y cada individuo inevitablemente debe cosechar lo que ha sembrado. Procuremos comprender los mandamientos del Altísimo y ordenemos nuestras vidas de acuerdo a como Él nos dirige. La verdadera felicidad depende del bien espiritual y de mantener el corazón siempre dispuesto para recibir la Munificencia Divina.
Si el corazón se aparta de las bendiciones que Dios ofrece, ¿cómo puede esperar la felicidad? Si no deposita su esperanza y su confianza en la Misericordia de Dios, ¿dónde podrá encontrar descanso? ¡Oh, confiad en Dios, pues Su Munificencia es eterna, y en Sus Bendiciones, porque son espléndidas! ¡Oh, depositad vuestra fe en el Todo-poderoso, pues Él nunca os abandona y Sus bondades perduran eternamente! Su Sol brinda Luz continuamente, y las Nubes de Su Misericordia están colmadas con las aguas de la compasión, con las que refresca los corazones de todos aquellos que confían en Él. Su refrescante brisa siempre lleva en sus alas la curación para las abrasadas almas de los seres humanos. ¿Sería sabio alejarse de un Padre tan amo-roso, Quien derrama sus bendiciones sobre nosotros, y escoger por el contrario ser esclavos de la materia?
Dios en Su infinita bondad nos ha exaltado a tan alto honor, y nos ha hecho los amos del mundo material. ¿Debemos, pues, convertirnos en esclavos de ese mundo? ¡No! Clamemos más bien por nuestro derecho de nacimiento, y esforcémonos por vivir la vida de las criaturas espirituales de Dios. El glorioso Sol de la Verdad se ha elevado nuevamente en Oriente. Desde el lejano horizonte de Persia su esplendor se ha extendido a lo largo y a lo ancho, dispersando los densos nubarrones de la superstición. La luz de la unidad de la humanidad ha comenzado a iluminar el mundo, y muy pronto el estandarte de la armonía Divina y de la solidaridad de las naciones será enar-bolado muy alto en los cielos. ¡Sí, las brisas del Espíritu Santo inspirarán al mundo entero!
¡Oh pueblos y naciones! ¡Levantaos y trabajad, y sed felices! ¡Reuníos todos bajo la tienda de la unidad de la humanidad!
35En este mundo estamos influidos por dos sentimien-tos: alegría y pena.
¡La alegría nos da alas! Cuando estamos contentos nuestra fuerza es más vital, nuestra inteligencia más aguda y nuestro entendimiento menos nublado. Nos sentimos más capacitados para enfrentarnos con el mundo y para encontrar nuestra esfera de utilidad. Pero cuando la tristeza nos visita nos debilitamos, nuestro vigor nos abandona, nuestro entendimiento se nubla y nuestra inteligencia se vela. Las realidades de la vida parecen eludir nuestra comprensión, los ojos de nuestro espíritu no aciertan a descubrir los mis-terios sagrados, y nos convertimos en seres casi muertos.
No existe ser humano que no esté sometido a estas dos influencias; pero todos los sufrimientos y las penas que existen provienen del mundo material; el mundo espiritual sólo confiere alegría.
Si sufrimos, es el resultado de las cosas materiales, y todas las pruebas y desgracias provienen de este mundo de ilusión.
Por ejemplo, un comerciante puede perder su negocio, y la depresión le sobreviene. Un trabajador es despedido, y la miseria aparece ante él. Un labrador tiene una mala cosecha, y la ansiedad llena su mente. Una persona construye una casa, que es consumida por el fuego hasta los cimientos, y de inmediato se queda sin hogar, arruinada y desesperada.
Todos estos ejemplos son para demostraros que las pruebas que nos surgen a cada paso, todos nuestros sufrimientos, penas, vergüenzas y dolores, nacen del mundo de la materia; mientras que el Reino Espiritual nunca nos causa tristeza. El individuo que vive con sus pensamientos puestos en ese Reino conoce la felicidad perpetua. Los males que toda carne hereda también pasan por él, pero sólo tocan la superficie de su vida; en lo más profundo de su ser está en calma y sereno.
Hoy en día, la humanidad se encuentra agobiada con problemas, aflicción y sufrimientos; nadie puede escapar a ello. El mundo está empapado en lágrimas; pero, gracias a Dios, el remedio está a nuestro alcance. Apartemos nuestro corazón del mundo material y vivamos en el mundo espiritual. Sólo eso puede liberarnos. Si estamos rodeados por las dificultades sólo tenemos que implorar a Dios, y por su gran Misericordia, seremos ayudados.
Si el sufrimiento y la adversidad nos visitan, dirijamos nuestros rostros hacia el Reino, y el consuelo celestial nos será otorgado.
Si estamos enfermos o en desgracia, imploremos la curación de Dios, y Él responderá a nuestra súplica.
¡Cuando nuestros pensamientos estén ocupados con las amarguras de este mundo, dirijamos nuestra mirada hacia la dulzura de la compasión de Dios, y Él nos concederá calma celestial! ¡Si estamos encarcelados en el mundo material, nuestro espíritu podrá ascender a los Cielos, y seremos verdaderamente libres!
¡Cuando nuestros días se acerquen a su fin pensemos en los mundos eternos, y nos sentiremos plenos de alegría!
Vosotros veis a vuestro alrededor evidencias de lo ina-decuado de las cosas materiales: cómo la alegría, el consuelo y la paz no se encuentran en las cosas transitorias de este mundo. ¿No es entonces una insensatez negarse a buscar esos tesoros donde pueden encontrarse? Las puertas del Reino Espiritual están abiertas para todos, y fuera reina la oscuridad absoluta.
Gracias a Dios que vosotros en esta reunión tenéis este conocimiento, pues en todas las penalidades de la vida obtendréis el supremo consuelo. Aunque vuestros días sobre la tierra están contados, vosotros sabéis que la vida eterna os aguarda. Si la ansiedad material os envuelve en una nube oscura, el esplendor espiritual alumbrará vuestro camino. Verdaderamente, aquellos cuya mente está iluminada por el Espíritu del Altísimo poseen el consuelo supremo.
Yo mismo estuve encarcelado durante cuarenta años; un solo año hubiese sido imposible de soportar. ¡Nadie sobrevivía a ese encarcelamiento más de un año! Pero, gracias a Dios, durante todos esos cuarenta años fui sumamente feliz. Cada día, al despertarme, era como si escuchase buenas nuevas, y cada noche sentía una infinita felicidad. La espiritualidad era mi consuelo y dirigirme a Dios, mi mayor dicha. Si no hu-biera sido así, ¿pensáis que hubiera podido sobrevivir a esos cuarenta años en prisión?
Por ello, la espiritualidad es el más grande de los dones que recibimos de Dios, y "Vida Eterna" significa "Volverse hacia Dios." Ojalá que cada uno de vosotros pueda crecer diariamente en espiritualidad, que os fortalezcáis en toda bondad y que seáis ayudados cada vez más por el consuelo divino, liberados por el Espíritu Santo de Dios, y que el poder del Reino Celestial viva y actúe entre vosotros.
Éste es mi más ardiente deseo, y ruego a Dios que os conceda este favor.
36Todos vosotros deberíais sentiros felices y agradecidos a Dios por el gran privilegio que os ha concedido.
Ésta es una reunión enteramente espiritual. Alabado sea Dios, vuestros corazones están vueltos hacia Él, vuestras almas son atraídas hacia el Reino, tenéis aspiraciones espirituales, y vuestros pensamientos se remontan sobre el mundo del polvo.
Pertenecéis al mundo de la pureza, y no os conformáis con vivir la vida de los animales, empleando vuestros días en comer, beber y dormir. ¡En verdad, sois humanos! Vuestros pensamientos y ambiciones están dispuestos para adquirir la perfección humana. Vivís para hacer el bien y llevar la felicidad a otros. Vuestro mayor anhelo es confortar a aquellos que sufren, fortalecer al débil, y llevar confianza al alma desesperada. Día y noche vuestros pensamientos se dirigen hacia el Reino, y vuestros corazones están plenos del Amor de Dios.
Por ello, no conocéis ni la aversión, ni la antipatía, ni el odio, por cuanto toda criatura viviente os es querida, y buscáis el bien de cada una.
Éstas son virtudes y sentimientos humanos perfectos. Si una persona no tiene ninguno de ellos, sería preferible que dejara de existir. Si una lámpara ha cesado de brindar luz, mejor sería destruirla. Si un árbol no produce fruto, debería ser derribado, pues sólo estorba en el suelo.
En verdad, es mil veces preferible para una persona morir que continuar viviendo sin virtud.
Tenemos ojos para ver pero, si no los usamos, ¿de qué nos sirve tenerlos? Tenemos oídos para oír pero, si somos sordos, ¿de qué nos sirve tenerlos?
Tenemos una lengua para alabar a Dios y proclamar las buenas nuevas pero, si permanecemos mudos, ¡cuán inútil es tenerla!
El Todoamoroso Dios creó al ser humano para que irradiara la Luz Divina e iluminase al mundo con sus palabras, sus acciones y su vida. Si no tiene virtud no será mejor que un simple animal, y una criatura carente de inteligencia es una cosa vil.
El Padre Celestial dio al ser humano el inapreciable don de la inteligencia, para que pudiera convertirse en una luz espiritual, penetrando la oscuridad de la materialidad, y llevando benevolencia y verdad al mundo. Si vosotros seguís con ahínco las enseñanzas de Bahá'u'lláh, sin duda os transformaréis en la luz del mundo, el consuelo y la ayuda de la humanidad, y la fuente de salvación para el universo entero. Esforzaos entonces, con alma y corazón, por seguir los preceptos de la Bendita Perfección, y podéis estar seguros que si lográis vivir la vida que Él os ha señalado, la vida eterna y la felicidad perpetua en el Reino Divino serán vuestras, y todos vuestros días os será enviado el sustento celestial para fortaleceros.
¡Es mi más sincera oración que cada uno de vosotros pueda alcanzar esta felicidad perfecta!
37Me acaban de anunciar que ha ocurrido un terrible accidente en este país. Un tren ha caído al río y han muerto por lo menos veinte personas. Hoy éste será un tema de discusión en el Parlamento francés, y convocarán al Director de los Ferrocarriles del Estado para que informe. Le harán múltiples preguntas sobre las condiciones del ferrocarril y sobre las causas del accidente, y habrá una acalorada discusión. Estoy su-mamente sorprendido y maravillado por el interés y excitación que se ha despertado por todo el país por la muerte de veinte personas, mientras que la gente permanece fría e indiferente ante el hecho de que miles de italianos, turcos y árabes sean asesinados en Trípoli. ¡El horror de este colosal exterminio no ha conmovido en absoluto al gobierno! Sin embargo, esas desgraciadas personas también son seres humanos.
¿Por qué se muestra tal interés y tan vehemente compasión hacia veinte individuos, mientras que para cinco mil personas no hay ninguna? Todos son seres humanos, todos pertenecen a la familia de la humanidad, aunque sean de otras tierras y otras razas. A los países no involucrados no les preocupa si estas gentes son hechas pedazos; esta gigantesca matanza no les afecta. ¡Qué injusto, qué cruel es esto, cuán absolutamente desprovisto de todo sentimiento bueno y verdadero! ¡Las gentes de esas otras tierras tienen hijos y esposas, madres, hijas y niños pequeños! Ahora en esos países es difícil que exista una casa ajena al amargo sonido del llanto, y apenas será posible hallar un hogar que no haya sido tocado por la cruel mano de la guerra.
¡Ay! Vemos por doquier qué cruel e injusto es el ser humano y cuán cargado de prejuicios, y qué lento es para creer en Dios y seguir sus mandatos.
Si estos pueblos se amaran y se ayudaran unos a otros en lugar de estar tan ansiosos de destruirse con la espada y el cañón, ¡cuánto más noble sería! ¡Cuánto mejor sería si vivieran como una bandada de palomas, en paz y armonía, en lugar de ser como los lobos y hacerse pedazos unos a otros!
¿Por qué el ser humano es tan duro de corazón? La razón es que aún no conoce a Dios. Si tuviese conocimiento de Dios, no podría obrar en directa oposición a sus leyes. Si tuviera aspiraciones espirituales, tal línea de conducta sería imposible. Si tan sólo se hubiesen creído, comprendido y obedecido las leyes y preceptos de los Profetas de Dios, las guerras no oscurecerían más la faz de la tierra.
Si el ser humano tuviese al menos algunos rudimentos de justicia, tal estado de cosas sería impensable.
Por consiguiente os digo, orad y volved vuestros rostros hacia Dios, para que Él, en su infinita compasión y misericordia, pueda ayudar y socorrer a esos seres extraviados. Orad para que Él les conceda entendimiento espiritual y les enseñe tolerancia y piedad, para que los ojos de sus mentes sean abiertos y puedan ser dotados con el don del espíritu. Enton-ces, la paz y el amor marcharán mano a mano a tra-vés de las naciones, y esos pobres e infelices pueblos podrán tener descanso.
Esforcémonos noche y día por contribuir al logro de mejores condiciones. Mi corazón está desgarrado por estos terribles sucesos y clama con fuerza. ¡Ojalá este grito llegue a otros corazones!
Entonces los ciegos verán, los muertos serán resucitados, y la Justicia vendrá y reinará sobre la tierra.
Os suplico que roguéis con toda vuestra alma y vuestro corazón para que esto pueda cumplirse.
38Cuando apareció Cristo Se manifestó en Jerusalén. Convocó a las personas al Reino de Dios, les invitó a la Vida Eterna, y les habló acerca de la adquisición de perfecciones humanas. La Luz de Guía fue derramada por aquella brillante Estrella, y al final entregó Su vida en sacrificio por la humanidad.
Durante toda Su bendita vida sufrió opresión e injusticia y, a pesar de todo, esta humanidad fue Su enemigo.
Le negaron, se burlaron de Él, Le maltrataron y maldijeron. No fue tratado como un hombre y, no obstante todo ello, fue la personificación de la piedad y de la suprema bondad y amor.
Amó a toda la humanidad, pero le trataron como a un enemigo, y fueron incapaces de comprenderle. No dieron valor a Sus palabras y no fueron iluminados por la llama de Su amor.
Más tarde se dieron cuenta de Quién se trataba; que Él era la Sagrada y Divina Luz, y que sus palabras contenían la Vida Eterna.
Su corazón rebosaba de amor hacia todo el mundo, su bondad estaba destinada a alcanzar a todos, y en cuanto comenzaron a darse cuenta de ello, se arrepintieron, pero Él ya había sido crucificado.
No fue sino muchos años después de su ascensión que supieron Quién había sido, pero en el tiempo de su ascensión Él tenía muy pocos discípulos; sólo un grupo relativamente pequeño de seguidores creyó en sus preceptos y siguió sus leyes. Los ignorantes dijeron: "¿Quién es este individuo? ¡Sólo tiene unos cuantos discípulos!" Pero aquellos que sabían dijeron: "Es el Sol que brillará en Oriente y en Occidente, es la Manifestación que dará vida al mundo."
Aquello que los primeros discípulos habían visto, el mundo lo comprendió mucho después.
Por consiguiente, vosotros que estáis en Europa, no os desalentéis porque seáis pocos o porque la gente crea que vuestra Causa carece de importancia. Si asisten pocas personas a vuestras reuniones no os descorazonéis, y si se os ridiculiza y se os contradice, no os aflijáis, pues los apóstoles de Cristo tuvieron que sufrir lo mismo. Ellos fueron ultrajados y perseguidos, maldecidos y maltratados, pero al final resultaron victoriosos y se reconoció que sus enemigos estaban equivocados.
Si la historia se repitiese y todas estas mismas cosas os ocurriesen, no estéis tristes, sino por el contrario, estad plenos de felicidad, y agradeced a Dios que hayáis sido llamados a sufrir, como los santos de la antigüedad sufrieron. Si se os enfrentan, sed amables; si os contradicen, sed firmes en vuestra fe; si os abandonan y se apartan de vosotros, buscadles y tra-tadles con bondad. No hagáis daño a nadie; orad por todos; procurad que vuestra luz brille en el mundo y dejad que vuestra enseña ondee en lo alto de los Cielos. El agradable perfume de vuestras nobles vidas penetrará por todas partes. La luz de la verdad encendida en vuestros corazones resplandecerá en el distante horizonte.
La indiferencia y el escarnio del mundo no importan en absoluto, mientras que vuestras vidas serán muy importantes.
Todos aquellos que buscan la verdad en el Reino Celestial brillan como las estrellas; son como árboles frutales cargados con el fruto escogido, como mares colmados de perlas preciosas.
Tan sólo tened fe en la Misericordia de Dios, y difundid la Verdad Divina.
39Me siento profundamente emocionado por las cariñosas palabras que me han sido dirigidas, y espero que día a día el amor verdadero y el afecto crezcan entre nosotros. Dios ha querido que el amor sea una fuerza vital en el mundo, y todos vosotros sabéis cómo me alegra hablar de amor.
A través de las edades los profetas de Dios han sido enviados al mundo para servir la causa de la verdad; Moisés trajo la ley de la verdad, y todos los profetas de Israel que Le sucedieron, trataron de difundirla.
Cuando vino Jesús encendió la antorcha de la verdad, y la llevó muy alto, para que iluminase al mundo entero. Después de Él vinieron sus apóstoles escogidos, y ellos viajaron en todas direcciones, llevando la luz de las enseñanzas de su Maestro al oscuro mundo, y cuando les llegó su turno pasaron a mejor vida.
Luego vino Mu¥ammad, Quien, en su tiempo y a su modo, difundió el conocimiento de la verdad entre gente salvaje; pues ésta siempre ha sido la misión de los elegidos de Dios.
Y, finalmente, cuando Bahá'u'lláh surgió en Persia, Su más ardiente deseo fue reavivar la débil luz de la verdad en todas las naciones. Todos los santos de Dios han luchado con toda su alma y todo su corazón por difundir la luz del amor y la unidad a través del mundo, para que la oscuridad del materialismo pueda desaparecer, y la luz de la espiritualidad pueda brillar entre todos los seres humanos. Entonces desaparecerían el odio, la calumnia y el crimen, rei-nando en su lugar el amor, la unidad y la paz.
Todas las Manifestaciones de Dios vinieron con el mismo propósito, y todas han procurado guiar a los seres humanos por los senderos de la virtud. No obstante, nosotros, sus siervos, continuamos luchando entre nosotros. ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué no nos amamos unos a otros y vivimos en unidad?
Ello es debido a que hemos cerrado nuestros ojos al principio fundamental de todas las religiones, que Dios es uno, que Él es el Padre de todos nosotros, que todos estamos inmersos en el océano de Su misericordia, y amparados y protegidos por Su amoroso cuidado.
El glorioso Sol de la Verdad brilla para todos por igual, las aguas de la Divina Misericordia sumergen a todos, y Sus divinos favores son otorgados a todos Sus hijos.
Este Dios amoroso desea la paz para todas sus criaturas, ¿por qué, entonces, malgastan su tiempo en guerras?
Él ama y protege a todos Sus hijos, ¿por qué se olvidan de Él?
Él nos confiere Su paternal cuidado, ¿por qué abando-namos a nuestros hermanos?
Seguramente, si nos diéramos cuenta de cómo Dios nos ama y cuida de nosotros, ordenaríamos nuestra vida para asemejarnos a Él.
Dios nos ha creado a todos, a cada uno de nosotros, ¿por qué actuamos contrariamente a Sus deseos, cuando todos somos Sus hijos y amamos al mismo Padre? Todas estas divisiones que vemos por doquier, todas estas disputas y antagonismos, se originan porque el ser humano se apega al ritual, y a las observancias externas, y olvida la simple y fundamental verdad. La práctica externa es la que hace que las religiones sean tan diferentes, y es la causa de enemistades y disputas, mientras que la realidad es siempre una y la misma. La Realidad es la Verdad, y la verdad no tiene división. La verdad es la guía de Dios, es la luz del mundo, es amor, es misericordia. Estos atributos de la verdad son también virtudes humanas inspiradas por el Espíritu Santo.
Por tanto, ¡aferrémonos todos y cada uno de nosotros firmemente a la verdad, y seremos realmente libres!
Llegará el día cuando todas las religiones del mundo se unirán, pues, en principio, son una. Ya no existe ninguna necesidad de división, al ver que es tan sólo por las formas exteriores por lo que están desunidas. Entre toda la humanidad algunas almas están sufriendo debido a la ignorancia, apresurémonos a enseñarles; otras son como niños necesitadas de cuidado y educación hasta que crezcan, y otras están enfermas; a éstas debemos llevarles la curación di-vina.
Aunque sean ignorantes, como niños o enfermos, deben ser amados y ayudados, y no menospreciados por su imperfección.
Los doctores de la religión fueron instituidos para llevar a los pueblos la curación espiritual, y para ser causa de unidad entre las naciones. Si ellos se convierten en fuente de división, ¡mejor sería que no existieran! Si se administra un remedio para curar una enfermedad, pero sólo sirve para agravar el mal, es mejor abandonarlo. Si la religión sólo ha de ser causa de desunión, es mejor que no exista.
Todas las Manifestaciones Divinas enviadas por Dios al mundo, han soportado terribles dificultades y sufrimientos, con la única esperanza de difundir la Verdad, la unidad y la concordia entre los seres humanos. Cristo sobrellevó una vida de sufrimiento, pena y dolor, para dar un ejemplo perfecto de amor al mundo y, a pesar de ello, continuamos actuando unos hacia otros con un espíritu de enfrentamiento.
El amor es el principio fundamental del propósito de Dios para la humanidad, y Él nos ha ordenado amarnos los unos a los otros como Él nos ama. Todas estas discordias y disputas que vemos y oímos por todas partes, sólo tienden a aumentar el materialismo.
El mundo, en su mayoría, está hundido en el materia-lismo, y las bendiciones del Espíritu Santo son ignoradas. Existe tan sólo un pequeño sentimiento espiritual auténtico, y el progreso del mundo es, en su mayor parte, meramente material. El género humano se está asemejando a las bestias que perecen, pues sabemos que ellas no tienen sentimientos espirituales, no se dirigen a Dios, no tienen religión. Estas cosas sólo pertenecen al ser humano, y si carece de ellas se convierte en un prisionero de la naturaleza, y no es ni un ápice mejor que un animal.
¿Cómo puede la persona conformarse con llevar sola-mente una existencia animal, cuando Dios ha hecho de ella una criatura tan noble? Toda la creación ha sido subyugada a las leyes de la naturaleza, pero el ser humano ha sido dotado para conquistar estas leyes. El sol, no obstante su poder y su gloria, está limitado por las leyes de la naturaleza, y no puede cambiar su curso ni tan siquiera en el espesor de un cabello. El inmenso y poderoso océano es impotente para cambiar el flujo y reflujo de sus mareas. ¡Nada puede enfrentarse a las leyes de la naturaleza, salvo el ser humano!
Sólo al individuo Dios le ha dado un poder tan maravi-lloso que puede guiar, controlar y vencer a la naturaleza.
La ley natural del ser humano es la de caminar sobre la tierra, pero él construye aviones y vuela por el aire. Fue creado para vivir sobre tierra seca, pero puede atravesar el mar y aun viajar bajo su superficie.
Ha aprendido a controlar el poder de la electricidad, y la toma a su arbitrio y la aprisiona en una lámpara. La voz humana se hizo para hablar a corta distancia, pero el poder del ser humano es tal, que construye instrumentos con los que puede hablar de Oriente a Occidente. Todos estos ejemplos os demuestran cómo puede gobernar a la naturaleza, y cómo, por decirlo de algún modo, le arranca la espada de sus manos para emplearla en contra de ella misma. Viendo que el ser humano ha sido creado amo de la naturaleza, ¡cuán insensato es que se convierta en su esclavo! ¡Qué ignorancia y qué necedad es venerar y adorar a la naturaleza, cuando Dios en Su bondad nos ha hecho amos de ella! El poder de Dios es visible para todos y, no obstante, las gentes cierran sus ojos para no verlo. ¡El Sol de la Verdad está brillando en todo su esplendor, pero la humanidad, con los ojos cerrados, no puede contemplar Su gloria! Es mi más ferviente oración a Dios que, por Su Misericordia y Amorosa Bondad, todos lleguéis a estar unidos y rebosantes de la máxima felicidad.
Os ruego a todos y cada uno de vosotros que unáis vuestras oraciones a las mías, a fin de que cesen la guerra y el derramamiento de sangre, y que el amor, la amistad, la paz y la unidad lleguen a reinar en el mundo.
A través de las edades hemos visto cómo la sangre ha teñido la superficie de la tierra; mas ahora, un rayo de una luz mayor ha venido, la inteligencia del ser humano es superior, la espiritualidad está comenzando a crecer, y seguramente llegará un día cuando las religiones del mundo se hallarán en paz. Dejemos los argumentos discordantes que se refieren a las formas exteriores, y reunámonos para apresurar el esta-blecimiento de la Divina Causa de la unidad, hasta que toda la humanidad se considere a sí misma como una sola familia, unidos todos en el amor.
SEGUNDA PARTELOS ONCE PRINCIPIOS EXTRAÍDOS DE LAS ENSEÑANZAS DE Bahá'u'lláh,
DESARROLLADOS POR ‘Abdu'l-Bahá EN PARÍS6.- Igualdad de oportunidades en los medios de subsistencia.
7.- La igualdad de las personas ante la ley.9.- No interferencia de la religión y la política.
10.- Igualdad de los sexos - Educación de la mujer.
11.- El poder del Espíritu Santo.Desde mi llegada a París me han hablado de la Socie-dad Teosófica, y sé que está compuesta por hombres muy honrados y respetados. Sois personas de in-telecto y de juicio, con ideales espirituales, y es un gran placer para mí hallarme entre vosotros.
Agradezcamos a Dios por habernos reunido esta tarde. Me llena de una gran alegría, pues veo que sois buscadores de la verdad. No estáis cautivos por las cadenas del prejuicio, y vuestro mayor anhelo es conocer la verdad. ¡La verdad puede ser comparada con el sol! El sol es un cuerpo luminoso que dispersa todas las sombras; de igual modo la verdad disipa las sombras de nuestra imaginación. Del mismo modo que el sol proporciona vida al cuerpo de la humanidad, así la verdad otorga vida a las almas. La verdad es un sol que amanece por diferentes puntos del horizonte.
Algunas veces el sol surge del centro del horizonte; en verano lo hace más hacia el norte, en invierno más hacia el sur, pero es siempre el mismo sol, aun cuando sean diferentes los puntos de su amanecer.
De igual manera, la verdad es una, aunque sus manifestaciones puedan ser muy diferentes. Algunas personas tienen ojos, y ven. Veneran al sol, cualquiera que sea el punto del horizonte desde el cual aparezca; y cuando el sol ha dejado el cielo invernal para aparecer en el cielo de verano, saben cómo encontrarlo nuevamente. Hay otras que sólo veneran el punto del cual amaneció el sol, y cuando amanece con toda su gloria desde otro lugar, continúan en contemplación delante del punto de su anterior aparición. Lamentablemente, estas personas están privadas de las bendiciones del sol. Aquellos que en verdad adoran al sol, lo reconocerían en cualquier lugar en que pudiera aparecer, e inmediatamente volverían sus rostros hacia su resplandor.
Debemos adorar al sol en sí mismo, y no meramente el lugar donde aparece. De igual manera, las personas de corazón iluminado veneran la verdad cualquiera que sea el horizonte donde aparece. No están circunscritas a la personalidad, sino que siguen la verdad, y están capacitadas para reconocerla sin importar el lugar de donde provenga. Es esta misma verdad, la que ayuda a la humanidad a progresar, la que otorga vida a todos los seres creados, pues ella es el Árbol de Vida.
En sus enseñanzas, Bahá'u'lláh nos da la explicación de la verdad, y deseo hablaros brevemente acerca de ello, pues veo que estáis capacitados para comprenderlo.
El primer principio de Bahá'u'lláh es:El ser humano debe liberarse de todo prejuicio y de los productos de su propia imaginación, para que pueda investigar la verdad sin obstáculos. La verdad, en todas las religiones, es sólo una, y por medio de ella puede llevarse a cabo la unidad del mundo.
Todos los pueblos tienen en común una creencia fun-damental. Siendo una, la verdad no puede ser dividida, y las diferencias que parecen existir entre las naciones no son sino el resultado de su apego al prejuicio. Si sólo investigaran la verdad, los seres humanos se verían unidos.
El segundo principio de Bahá'u'lláh es:El único Todoamoroso Dios otorga Su Divina Gracia y Su Favor a toda la humanidad; todos y cada uno son siervos del Altísimo, y Su benevolencia, Su misericordia y Su amorosa bondad se derraman sobre todas Sus criaturas. La gloria de la humanidad es la herencia de cada una de ellas.
Todos los seres humanos son las hojas y los frutos de un mismo árbol; todos ellos son ramas del árbol de Adán, todos tienen el mismo origen. La misma lluvia ha caído sobre todos ellos, el mismo sol ardiente les hace crecer, todos se refrescan con la misma brisa. Las únicas diferencias que existen y que los mantienen apartados son éstas: hay niños que necesitan ser guiados, ignorantes que deben ser instruidos, enfermos que deben ser atendidos y curados; y así os digo que la humanidad entera está rodeada por la Mi-sericordia y la Gracia de Dios. Como nos dicen las Sagradas Escrituras: Todos los seres humanos son iguales ante Dios. Él no hace distinción entre las personas.
El tercer principio de Bahá'u'lláh es:La religión debería unir a todos los corazones y hacer que las guerras y las disputas se desvanecieran de la faz de la tierra, dando nacimiento a la espiritualidad, confiriendo vida y luz a cada corazón. Si la religión se convierte en causa de aversión, de odio y de división, sería mejor no tener ninguna y apartarse de semejante religión sería un acto verdaderamente religioso. Pues está claro que el propósito de un remedio es curar; pero si el remedio sólo sirve para agravar la enfermedad sería mejor desecharlo. Una religión que no sea causa de amor y unidad no es una religión. Todos los santos profetas fueron como médicos para el alma; prescribieron un tratamiento para la curación de la humanidad; por tanto, cualquier remedio que cause enfermedad no proviene del gran Médico Supremo.
El cuarto principio de Bahá'u'lláh es:Podemos pensar que la ciencia es como un ala, y la religión es como la otra; un pájaro necesita dos alas para volar, una sola le sería inútil. Cualquier religión que contradiga a la ciencia o se oponga a ella, es sólo ignorancia, pues la ignorancia es lo opuesto al conocimiento.
La religión que sólo consiste en ritos y ceremonias basadas en el prejuicio, no es la verdad. Esforcémonos con ahínco para que seamos los instrumentos de la unificación de la religión y la ciencia.
‘Alí, el yerno de Mu¥ammad, dijo: "Aquello que está en conformidad con la ciencia está también en conformidad con la religión." Todo lo que la inteligencia del ser humano no pueda comprender, la religión no debería aceptarlo. La religión y la ciencia marchan de la mano, y cualquier religión contraria a la ciencia no es la verdad.
El quinto principio de Bahá'u'lláh es:Todo lo que divide al mundo -el odio, la guerra y el derramamiento de sangre- tiene su origen en uno u otro de estos prejuicios.
El mundo entero debe ser considerado como un único país, todas las naciones como una sola nación, todos los seres humanos como pertenecientes a una sola raza. Las religiones, las razas y naciones son tan sólo divisiones hechas por el ser humano, y necesarias sólo a su mente; ante Dios no existen persas, ni árabes, ni franceses, ni ingleses; Dios es Dios para todos, y para Él toda la creación es una. Debemos obedecer a Dios y esforzarnos por seguirle, abandonando todos nuestros prejuicios y haciendo realidad la paz sobre la tierra.
El sexto principio de Bahá'u'lláh es:Toda persona tiene derecho a vivir, tiene derecho al descanso y a un cierto grado de bienestar. Así como una persona rica puede vivir en su palacio, rodeada de lujo y de comodidades, también un individuo pobre debería tener lo necesario para vivir. Nadie debería morir de hambre; todos deberían tener la indumentaria suficiente; nadie debería vivir en la opulencia en tanto que otro no tenga posibilidad de ganarse la vida.
Tratemos con todas nuestras fuerzas de mejorar estas condiciones, para que ni una sola alma esté en la miseria.
El séptimo principio de Bahá'u'lláh es:Debe reinar la Ley, y no el individuo; sólo así este mundo se convertirá en un lugar de belleza, y la verdadera hermandad se verá realizada. Al alcanzar la solidaridad, la humanidad habrá encontrado la verdad.
El octavo principio de Bahá'u'lláh es:Los pueblos y los gobiernos de cada nación deberán elegir un Tribunal Supremo, en el que miembros de cada país y gobierno se reunirán en unidad. Todas las disputas serán sometidas a esta Corte, cuya misión será la de prevenir la guerra.
El noveno principio de Bahá'u'lláh es:La religión está relacionada con las cosas del espíritu, y la política con las cosas del mundo. La religión tiene que actuar en el mundo del pensamiento; en cambio, el campo de la política está situado en el mundo de las circunstancias externas.
El trabajo del clero es el de educar a la gente, instruirla, darle buenos consejos y enseñanzas, para que pueda progresar espiritualmente. Con las cuestiones políticas, el clero no tiene nada que hacer.
El décimo principio de Bahá'u'lláh es:En este mundo las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres; en la religión y en la sociedad ellas son elementos muy importantes. Mientras se impida a las mujeres alcanzar sus más elevadas posibilidades, los hombres serán incapaces de lograr la grandeza que podría ser suya.
El undécimo principio de Bahá'u'lláh es:Solamente por medio del hálito del Espíritu Santo puede llegar a producirse el desarrollo espiritual. No importa cuánto pueda progresar el mundo material, ni cuán espléndidamente se adorne, nunca será sino un cuerpo sin vida si carece de alma, pues es el alma la que anima al cuerpo; el cuerpo por sí solo no tiene una significación real. Privado de las bendiciones del Espíritu Santo, el cuerpo material sería inerte.
Aquí están, explicados muy someramente, algunos de los principios de Bahá'u'lláh.
En breve, es deber de todos nosotros ser amantes de la verdad. Busquémosla en cada ocasión y en cada país, teniendo sumo cuidado de no apegarnos a las personalidades. Veamos la luz dondequiera que brille, y ojalá podamos reconocer la luz de la verdad sea cual fuere el lugar de donde amanezca. Aspiremos el perfume de la rosa en medio de las espinas que la rodean; bebamos del agua que brota de cada manantial puro.
Desde mi llegada a París he sentido un gran placer al conocer a parisienses como vosotros, pues, alabado sea Dios, sois inteligentes, estáis libres de prejuicios, y anheláis conocer la verdad. Poseéis en vuestro corazón el amor a la humanidad y os esforzáis, en la medida de vuestras posibilidades, por realizar obras caritativas y en lograr la unidad; esto es lo que Bahá'u'lláh deseó especialmente.
Es por esta razón por la que me siento tan feliz entre vosotros, y ruego para que seáis los receptáculos de las bendiciones de Dios, y que podáis ser los instrumentos para la difusión de la espiritualidad a través de este país.
Tenéis ya una maravillosa civilización material e igual-mente alcanzaréis la civilización espiritual.
El señor Bleck dio las gracias a ‘Abdu'l-Bahá, quien respondió:
"Estoy muy agradecido por los amables sentimientos que acabáis de expresar. Espero que muy pronto estos dos movimientos se extiendan sobre toda la tierra. Entonces la unidad de la humanidad levantará su tienda en el centro del mundo."
42El primer principio de las Enseñanzas de Bahá'u'lláh es:
LA INVESTIGACIÓN DE LA VERDADSi una persona desea triunfar en la búsqueda de la verdad, en primer lugar debe cerrar sus ojos a todas las supersticiones tradicionales del pasado.
Los judíos tienen tradiciones supersticiosas, los budistas y los zoroastrianos no están exentos de ellas, y tampoco lo están los cristianos. Todas las religiones se han sometido gradualmente a la tradición y el dogma.
Todas se consideran a sí mismas, respectivamente, las únicas guardianas de la verdad, y creen que todas las demás religiones están llenas de errores. ¡Sólo ellas están en lo cierto, y todas las demás están equivocadas! Los judíos creen que ellos son los únicos poseedores de la verdad, y condenan a todas las demás religiones. Los cristianos afirman que su re-ligión es la única verdadera, y que todas las demás son falsas. Lo mismo ocurre con los budistas y mahometanos; todas las religiones se circunscriben a sí mismas. Si todas condenan a las demás, ¿dónde debemos buscar la verdad? Todas se contradicen mutuamente, todas no pueden ser verdaderas. Si cada uno cree que su religión particular es la única verdadera, cegará sus ojos a la verdad de las demás. Si, por ejemplo, un judío está atado a las prácticas externas de la religión de Israel, se está negando a descubrir la verdad que puede existir en otra religión; ¡todo debe estar contenido en la suya!
Nosotros deberíamos, pues, desprendernos de las for-mas y prácticas externas de la religión. Debemos convencernos de que estas formas y prácticas, aun siendo hermosas, no son sino la vestimenta que arropa el ardiente corazón y los miembros vivientes de la Verdad Divina. Debemos abandonar los prejuicios tradicionales, si es que deseamos tener éxito en la búsqueda de la verdad en la esencia de todas las reli-giones. Si un zoroastriano cree que el sol es Dios, ¿cómo podrá unirse a las demás religiones? Si los idólatras creen en sus diferentes ídolos, ¿cómo podrán comprender la unicidad de Dios?
Por consiguiente, resulta claro que para poder hacer algún progreso en la búsqueda de la verdad, debemos despojarnos de la superstición. Si todos los buscadores siguieran este principio, alcanzarían una visión clara de la verdad.
Si se unieran cinco personas para buscar la verdad, deberían comenzar por librarse de sus propias condiciones particulares y renunciar a todas las ideas preconcebidas. Para poder encontrar la verdad tenemos que abandonar todos nuestros prejuicios, nuestras nociones triviales; una mente abierta y receptiva es esencial. Si nuestro cáliz está lleno de egoísmo, no hay lugar en él para el Agua de Vida. El hecho de pensar que tenemos razón y que todos los demás están equivocados es el mayor de todos los obstáculos en el camino hacia la unidad, y la unidad es esencial si queremos alcanzar la verdad, pues la verdad es una.
Por tanto, es imperativo que renunciemos a nuestros prejuicios particulares y a nuestras supersticiones si es que deseamos ardientemente buscar la verdad. A menos que hagamos en nuestra mente una distinción entre dogma, superstición y prejuicio, por un lado, y verdad, por el otro, no podremos triunfar. Cuando tenemos verdadero empeño por encontrar algo, lo buscamos por todas partes. Debemos poner en práctica este principio en nuestra búsqueda de la ver-dad.
La ciencia debe ser aceptada. No hay verdad que pueda contradecir a otra. ¡La luz es buena en cualquier lámpara en que brille! ¡Una rosa es bella en cualquier jardín en que florezca! ¡Una estrella tiene el mismo esplendor si brilla en el Este o en el Oeste! ¡Estad libres de prejuicios, sólo así podréis amar al Sol de la Verdad en cualquier punto del horizonte en que se levante! Entonces comprenderéis que si la Luz Divina de la Verdad brilló en Jesucristo, también brilló en Moisés y en Buda. El buscador fervoroso llegará a esta verdad. Esto es lo que significa la "Investigación de la Verdad."
También quiere decir que debemos tener la voluntad de eliminar todo lo que aprendimos anteriormente, todo lo que podría entorpecer nuestros pasos en el camino hacia la Verdad; no debemos dudar, si fuera necesario, en comenzar de nuevo nuestra educación. No debemos permitir que nuestro amor por cualquier religión o por cualquier personalidad nos ciegue de tal forma que quedemos encadenados por la superstición. Cuando estemos libres de todos estos lazos y bus-quemos con mentes liberadas, entonces alcanzaremos nuestra meta.
"Investigad la verdad, y ella os hará libres." De este modo veremos la verdad en todas las religiones, pues está en todas ellas, y ¡la verdad es una!
43Ayer me referí al primer principio de las Enseñanzas de Bahá'u'lláh, "La investigación de la verdad"; acerca de cómo es necesario que el individuo haga a un lado toda clase de superstición y toda tradición que pudiera cegar su visión a la existencia de la verdad en todas las religiones. Aunque ame o esté adherido a alguna forma de religión, no debería permitirse detestar a las demás. Es esencial que busque la verdad en todas las religiones, y si su búsqueda es sincera, con seguridad triunfará.
Ahora bien, el primer descubrimiento que hacemos en nuestra "Investigación de la Verdad" nos guiará al segundo principio, que es "La unidad de la humanidad". Todas las personas son siervos del único Dios. Un solo Dios reina sobre todas las naciones del mundo y se complace con todos Sus hijos. Todos los seres humanos pertenecen a una misma familia; la corona de la humanidad descansa sobre la cabeza de cada persona.
A los ojos del Creador, todos Sus hijos son iguales; Sus bondades se derraman sobre todos. Él no favorece a esta nación o a aquella otra, todas por igual son Sus criaturas. Siendo así, ¿por qué hacemos divisiones, separando a una raza de la otra? ¿Por qué creamos barreras de superstición y de tradición que provocan discordia y odio entre la gente?
La única diferencia que existe entre los miembros de la familia humana es de grado. Algunas personas son como niños ignorantes, y deben ser educados hasta alcanzar la madurez. Otras son como enfermos, y deben ser tratadas con cuidado y cariño. Ninguna es mala ni perversa. No debemos sentir repulsión hacia estos pobres niños. Debemos tratarles con gran bondad, enseñando al ignorante y atendiendo cuidadosamente al enfermo.
Reflexionad: la unidad es necesaria para la existencia. El amor es la verdadera causa de la vida; por el contrario, la separación acarrea la muerte. En el mundo de la creación material, por ejemplo, todas las cosas deben su vida presente a la unidad. Los elementos que componen la madera, el mineral o la piedra, se mantienen unidos por la ley de atracción. Si esta ley cesara de actuar por un momento, estos elementos no se mantendrían unidos, se desintegra-rían, y el objeto dejaría de existir en esa forma particular. La ley de atracción ha reunido ciertos elementos en la forma de esta hermosa flor, pero cuando dicha atracción se retira de su centro, la flor se descompone y, como flor, deja de existir.
Lo mismo sucede con el gran cuerpo de la humanidad. La asombrosa Ley de Atracción, Armonía y Unidad, mantiene unida a esta maravillosa Creación.
Así como es con el todo, es con las partes; tanto sea una flor o un cuerpo humano, cuando el principio de atracción se retira de ellos, la flor o el ser humano mueren. Resulta claro, por consiguiente, que la atracción, la armonía, la unidad y el Amor son la causa de la vida, mientras que la aversión, la discordia, el odio y la separación acarrean la muerte.
Hemos visto que cualquier cosa que traiga división al mundo de la existencia causa la muerte. Igualmente, en el mundo del espíritu actúa la misma ley.
Por consiguiente, todos los siervos del Dios único deberían ser obedientes a la ley del Amor, evitando el odio, la discordia y la lucha. Cuando observamos la naturaleza, encontramos que los animales mansos se reúnen en rebaños y manadas, mientras que el animal salvaje, las criaturas feroces, tales como el león, el tigre y el lobo, viven en las selvas, apartados de la civilización. Dos lobos o dos leones pueden vivir amigablemente; pero un millar de corderos pueden compartir el mismo aprisco, y un gran número de venados pueden formar una sola manada. Dos águilas pueden vivir en un mismo nido, pero un millar de palomas pueden reunirse en un mismo palomar.
El ser humano debería, al menos, contarse entre los animales mansos; pero cuando se vuelve feroz es más cruel y perverso que los más salvajes de la creación animal.
Ahora bien, Bahá'u'lláh ha proclamado "la Unidad del Mundo de la Humanidad." Todos los pueblos y naciones son una sola familia, los hijos de un mismo Padre, y deberían ser uno para el otro como hermanos y hermanas. Espero que os esforcéis en vuestra vida por demostrar y difundir estas enseñanzas.
Bahá'u'lláh dijo que deberíamos amar incluso a nuestros enemigos. Si todas las personas obedecieran este principio, se crearía en los corazones de toda la humanidad un gran sentimiento de unidad y comprensión.
44Que la religión debería ser Causa de Amor y Afecto, está enfatizado en muchas de las disertaciones consignadas en este mismo texto, así como en el desarrollo de varios de los otros principios.
45EL CUARTO PRINCIPIO: LA ACEPTACIÓN DE LA RELACIÓN ENTRE LA RELIGIÓN Y LA CIENCIA
Av. de Camoëns 4Os he hablado de algunos de los principios de Bahá'u'lláh: La investigación de la verdad y La unidad de la humanidad. Ahora desarrollaré el Cuarto principio, que es La aceptación de la relación entre la Religión y la Ciencia.
No existe contradicción entre la verdadera religión y la ciencia. Cuando una religión se opone a la ciencia, se convierte en mera superstición: aquello que es contrario al conocimiento, es ignorancia.
¿Cómo puede un individuo dar crédito a un hecho que la ciencia ha demostrado que es imposible? Si él cree a despecho de su propia razón, es más bien ignorante superstición que fe. Los verdaderos principios de todas las religiones están en conformidad con las enseñanzas de la ciencia.
La unidad de Dios es lógica, y esta idea no está en contradicción con las conclusiones a las que ha llegado el estudio científico.
Todas las religiones enseñan que debemos hacer el bien, ser generosos, sinceros, veraces, obedientes a la ley y fieles; todo esto es razonable y, lógicamente, el único modo por el cual la humanidad puede progresar.
Todas las leyes religiosas concuerdan con la razón, y están adaptadas a los pueblos para quienes fueron creadas, y para la época en la cual debían ser obedecidas.
La religión tiene dos partes esenciales:La parte espiritual nunca cambia. Todas las Manifesta-ciones de Dios y sus Profetas han enseñado las mismas verdades y han ofrecido la misma ley espiritual. Todos enseñan un único código de moralidad. No existe división en la verdad. El Sol ha enviado muchos rayos para iluminar la inteligencia humana pero la luz es siempre la misma.
La parte práctica de la religión se refiere a las formas externas y las ceremonias, y a varios métodos de castigos para ciertas ofensas. Éste es el lado material de la ley, y guía las costumbres y la educación de los pueblos.
En el tiempo de Moisés había diez crímenes penados con la muerte. Cuando vino Cristo eso fue modificado; el viejo axioma "ojo por ojo, y diente por diente" se convirtió en "Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian". ¡La antigua ley dura fue cambiada por una de amor, de misericordia y tolerancia!
En el pasado, el castigo por robo era el de cortar la mano derecha; en nuestro tiempo, esta ley no podría aplicarse. En esta época, a alguien que maldice a su padre se le permite continuar viviendo, cuando en tiempos pasados se le habría quitado la vida. Por tanto, es evidente que mientras la ley espiritual nunca se altera, las reglas prácticas deben cambiar en su aplicación, de acuerdo con las necesidades de los tiempos. El aspecto espiritual de la religión es el más amplio, el más importante de los dos, y es el mismo en todas las épocas. Nunca cambia. Es el mismo, ayer, hoy y siempre. "Como fue en el comienzo, es ahora y siempre será."
Ahora bien, todas las cuestiones de moralidad conteni-das en la ley espiritual e inmutable de todas las religiones son lógicamente correctas. Si la religión fuese contraria a la lógica de la razón, entonces dejaría de ser una religión, para ser meramente una tradición. La religión y la ciencia son las dos alas con las que la inteligencia del ser humano puede remontarse a las alturas, con las que el alma humana puede progresar. ¡No podrá volar sólo con un ala! Si trata de volar sólo con el ala de la religión, caerá inmediatamente al lodazal de la superstición, mientras que, por otro lado, si sólo trata de usar el ala de la ciencia, tampoco podrá hacer ningún progreso, pues se hundirá en el angustioso pantano del materialismo. Todas las religiones de la actualidad han caído en prácticas supersticiosas, quedando en discordancia tanto con los verdaderos principios de las enseñanzas que ellas representan, como con los descubrimientos científicos de la época. ¡Muchos líderes religiosos han llegado a creer que la importancia de la religión radica principalmente en la adherencia a una colección de ciertos dogmas y a la práctica de ritos y ceremonias! A aquellos cuyas almas pretenden curar les enseñan a creer de la misma manera, aferrándose tenazmente a las formas exteriores, confundiéndolas con la verdad interior.
Ahora bien, estas formas y rituales difieren en las dis-tintas iglesias y entre las diferentes sectas, e incluso se contradicen unas a otras, dando lugar a la discordia, al odio y la desunión. El resultado de todo este desacuerdo es la creencia, entre muchas personas cultas, de que la religión y la ciencia están en contradicción, que la religión no necesita de los poderes de reflexión, y que no debería ser regulada por la ciencia en modo alguno, sino que están, ne-cesariamente, en oposición una con la otra. El desafortunado resultado de esto es que la ciencia se ha apartado de la religión, y que ésta se ha convertido en un mero ciego que sigue, más o menos apáticamente, los preceptos de ciertos maestros religiosos, que insisten en que sus propios dogmas fa-voritos sean aceptados, aun cuando resulten mani-fiestamente contrarios a la ciencia. Esto es una nece-dad, pues es bastante evidente que la ciencia es la luz y por eso la verdadera religión no se opone al conocimiento.
Estamos familiarizados con las frases "Luz y Oscuri-dad", "Religión y Ciencia". Pero la religión que no marcha mano a mano con la ciencia, se ha colocado ella misma en la oscuridad de la superstición y la ignorancia.
La mayor parte de la discordia y desunión del mundo ha sido creada por las oposiciones y las contradicciones que las personas han forjado. Si la religión estuviese en armonía con la ciencia y caminaran juntas, gran parte del odio y la amargura que en la actualidad causan tanta miseria a la raza humana habría acabado.
Considerad lo que distingue al ser humano de entre todos los seres creados y hace de él una criatura diferente. ¿No es su poder de razonar, su inteligencia? ¿No debe hacer uso de ellos para el estudio de la religión? Yo os digo: pesad cuidadosamente en la balanza de la razón y de la ciencia todo lo que os sea presentado como religión. ¡Si pasa esta prueba, aceptadla, pues es la verdad! ¡Si, por el contrario, no se ajusta a ella, rechazadla, pues es ignorancia!
¡Observad a vuestro alrededor y ved cómo el mundo de hoy está sumergido en la superstición y en las formas externas!
Algunos veneran el producto de su propia imaginación: crean para sí mismos un dios imaginario y le adoran, pero esta creación de sus mentes finitas no puede ser el Infinito y Poderoso Hacedor de todas las cosas visibles e invisibles. ¡Otros adoran al sol o a los árboles, y también a las piedras! En tiempos pasados, existían quienes adoraban al mar, a las nubes, ¡y hasta a la arcilla!
En nuestros días, algunas personas han llegado a un grado tal de apego a las formas y ceremonias externas, que disputan acerca de este punto del ritual o de aquella práctica en particular, hasta que por todos lados se oyen interminables discusiones y hay malestar. Existen individuos de débil inteligencia y cuya capacidad de razonamiento no se ha desarrollado, pero la fuerza y el poder de la religión no deben ponerse en duda por la incapacidad de estas personas para comprender.
Un niño no puede captar las leyes que gobiernan la naturaleza; pero ello es consecuencia de la inmadurez del intelecto de ese niño; cuando haya crecido y haya sido educado, él también comprenderá las verdades eternas. Un niño no alcanza a entender el hecho de que la Tierra gira alrededor del Sol, pero cuando su inteligencia despierte, este hecho le resultará claro y sencillo.
Es imposible que la religión sea contraria a la ciencia, aun cuando algunas inteligencias sean demasiado débiles o demasiado inmaduras para comprender la verdad.
Dios ha hecho que la religión y la ciencia sean la medi-da, por así decirlo, de nuestro entendimiento. Estad alertas para no menospreciar tan maravilloso poder. Pesad todas las cosas en esta balanza.
Para quien tiene el poder de comprensión, la religión es como un libro abierto, pero ¿cómo puede comprender las Realidades Divinas de Dios una persona carente de razón e inteligencia?
Poned todas vuestras creencias en armonía con la ciencia; no puede existir contradicción, pues la verdad es una. Cuando la religión, libre de supersticiones, tradiciones y dogmas ininteligibles muestre su conformidad con la ciencia, se sentirá en el mundo una gran fuerza unificadora y purificadora que limpiará de la tierra las guerras, desacuerdos, discordias y luchas, y entonces la humanidad será unificada por el poder del Amor de Dios.
46Se debe renunciar a todos los prejuicios, ya sean de religión, de raza, de política o de nacionalidad, pues estos prejuicios han causado la enfermedad del mundo. Se trata de una grave dolencia, que, a menos que sea detenida, es capaz de provocar la destrucción de la totalidad de la raza humana. Todas las guerras ruinosas, con su terrible derramamiento de sangre y sus miserias, han sido causadas por uno u otro de estos prejuicios.
Las lamentables guerras que se suceden en estos días, han sido originadas por el odio religioso fanático de un pueblo hacia otro, o por los prejuicios de raza o de color.
Hasta que todas estas barreras erigidas por los prejui-cios no sean derribadas, no será posible que la humanidad alcance la paz. Por esta razón Bahá'u'lláh ha dicho: "Estos prejuicios son perjudiciales para la humanidad."
En primer lugar, contemplamos el prejuicio de religión: considerad las naciones de los llamados pueblos religiosos; si fueran verdaderos adoradores de Dios obedecerían Su Ley, que les prohíbe matarse unos a otros.
Si los sacerdotes de la religión adoraran realmente al Dios de amor y sirvieran a la Luz Divina, enseñarían a sus pueblos a guardar el principal Mandamiento: "Amar y ser caritativos con todos los seres humanos." Pero encontramos lo contrario, pues a menudo son los sacerdotes quienes incitan a las naciones a luchar. ¡El odio religioso es siempre el más cruel!
Todas las religiones enseñan que deberíamos amarnos los unos a los otros, que deberíamos ver nuestros propios defectos antes de pretender condenar las faltas de los demás, que no debemos considerarnos superiores a nuestros semejantes. Debemos tener mucho cuidado de no enaltecernos, para no ser humillados.
¿Quiénes somos nosotros para juzgar? ¿Cómo podemos saber nosotros quién es, a la vista de Dios, el más honrado? ¡Los pensamientos de Dios no son como los nuestros! Cuántas personas, que parecían santas ante sus amigos, cayeron en la mayor humillación. Pensad en Judas Iscariote; comenzó bien, pero recordad su final. Y por otro lado, Pablo, el Apóstol, en su juventud fue un enemigo de Cristo, mientras que más tarde se convirtió en Su siervo más fiel. ¿Cómo, entonces, podemos enorgullecernos y me-nospreciar a los demás?
Por tanto, seamos humildes, sin prejuicios, prefiriendo el bien de nuestro prójimo antes que el nuestro propio. Nunca digamos: "Yo soy un creyente, y él es un infiel"; "Yo estoy cerca de Dios, mientras que él es un descarriado." ¡Nunca podremos conocer cuál será el juicio final! Por tanto, ayudemos a todo aquel que necesite cualquier clase de ayuda.
Enseñemos al ignorante, y cuidemos al niño hasta que alcance la madurez. Cuando encontremos una persona que ha caído en las profundidades de la miseria o del pecado, debemos ser bondadosos con ella; tomadla de la mano y ayudadla a recobrar su equilibrio, su fuerza; debemos guiarla con amor y ternura, tratarla como a un amigo, no como a un enemigo.
No tenemos derecho a considerar a ninguno de nuestros semejantes como si fuera un malvado.
Con respecto al prejuicio de raza: ¡es una ilusión, una pura y simple superstición! Pues Dios nos creó a todos de una sola raza. No existían diferencias al principio, pues todos somos descendientes de Adán. Además, en el principio tampoco hubo límites ni fronteras entre las diferentes regiones; ninguna parte de la tierra perteneció más a un pueblo que a otro. A los ojos de Dios no hay diferencia entre las distintas razas. ¿Por qué ha de inventar el ser humano tal prejuicio? ¿Cómo podemos sostener una guerra basada en una ilusión?
Dios no creó al género humano para que se destruyera entre sí. Todas las razas, tribus, sectas y clases disfrutan por igual de las bondades de su Padre Celestial.
La única diferencia real radica en los grados de fideli-dad y de obediencia a las leyes de Dios. Hay algunos que son como antorchas encendidas, otros que brillan como estrellas en el cielo de la humanidad. Aquellos que aman al género humano son los seres humanos superiores, cualquiera que sea la nacionalidad, credo o color que tengan. Pues es a ellos a quienes Dios dirigirá estas benditas palabras: "Bien hecho, mis buenos y fieles siervos." En ese día Él no preguntará: "¿Eres inglés, o francés, o tal vez persa? ¿Vienes de Oriente, o de Occidente?"
La única división real es ésta: Existen seres humanos celestiales y seres humanos terrenales; servidores de la humanidad que se sacrifican por el amor del Altísimo, trayendo armonía y unidad, enseñando la paz y la buena voluntad entre las gentes y, por otra parte, personas egoístas, que odian a sus semejantes, en cuyos corazones el prejuicio ha reemplazado a la amorosa bondad, y cuya influencia crea discordia y contienda.
¿A qué raza o a qué color pertenecen estas dos divisiones de seres humanos, a la blanca, a la amarilla, a la negra, al Este, al Oeste, al Norte o al Sur? Si éstas son divisiones que Dios ha hecho, ¿por qué inventar otras? El prejuicio político es una de las grandes causas de amarga contienda entre las criaturas de la raza humana. Hay personas que encuentran placer engendrando la discordia, y que están constantemente empeñadas en incitar a sus países para combatir contra otras naciones, y ello, ¿por qué? Piensan que obtendrán ventajas para su propio país, en detrimento de los demás. Envían ejércitos para arrasar y destruir la tierra, para hacerse famosos ante el mundo, por el placer de conquistar. Para que se diga: "Tal país ha derrotado a tal otro, y lo ha colocado bajo el yugo de su autoridad más poderosa y superior." Esta victoria, obtenida a cambio de gran derramamiento de sangre, no perdura. El conquistador algún día será conquistado, y los vencidos serán vencedores. Recor-dad la historia del pasado: ¿No conquistó Francia a Alemania más de una vez?, y luego, ¿no fue Alemania la que sojuzgó a Francia?
También sabemos que Francia conquistó a Inglaterra, y que luego la nación inglesa resultó victoriosa sobre Francia.
¡Estas gloriosas conquistas son tan efímeras! ¿Por qué darles tanta importancia a ellas y a su fama, como para estar dispuestos a derramar la sangre de los pueblos para alcanzarlas? Cualquier victoria ¿es acaso merecedora de la inevitable sucesión de males que sobrevienen como consecuencia de la matanza humana, la pena, el dolor y la ruina que abruman a tantos hogares de ambas naciones? Puesto que no es posible que sufra un solo país.
¡Oh! ¿Por qué el ser humano, el hijo desobediente de Dios, que debería ser un ejemplo del poder de la ley espiritual, desvía su rostro de la Divina Enseñanza y pone todos sus esfuerzos en la destrucción y la guerra?
Es mi esperanza que durante este siglo iluminado la Divina Luz del amor difunda su resplandor sobre el mundo entero, buscando la inteligencia sensible del corazón de cada ser humano; que la luz del Sol de la Verdad guíe a los políticos, para que se despojen de todas las cadenas del prejuicio y de la superstición, y que con sus mentes libres sigan la Política de Dios; pues la Política Divina es poderosa, y la política humana es débil. Dios ha creado a todo el mundo, y derrama Su Divina Munificencia sobre todas las criaturas.
¿No somos nosotros los siervos de Dios? ¿Dejaremos de seguir el ejemplo de nuestro Maestro e ignoraremos Sus Mandamientos?
Ruego que el Reino venga a la tierra y que todas las sombras se disipen con la refulgencia del Sol Celestial.
47Uno de los más importantes principios de la Enseñanza de Bahá'u'lláh es:
El derecho de todo ser humano al pan de cada día, por medio del cual subsiste, o a la equiparación de los medios de subsistencia.
Las medidas para regularizar las condiciones económi-cas de la gente deberían ser tales que la pobreza de-sapareciera y que todos, en la medida de lo posible y de acuerdo con su rango y posición, tuvieran su parte de comodidad y bienestar.
Por un lado, vemos entre nosotros a personas que están sobrecargadas de riquezas, y por otro lado, otras desafortunadas que desfallecen por no tener ni qué comer; aquellos que tienen varios palacios imponentes, y otros que no tienen dónde descansar su cabeza. Encontramos a algunos con abundancia de alimentos, exquisitos y costosos; mientras que otros apenas pueden conseguir un mendrugo para mantenerse con vida. Mientras unos se visten con terciopelos, pieles y delicado lino, otros sólo tienen prendas miserables, pobres y ligeras con las que protegerse del frío.
Esta situación es injusta, y debe ser remediada. Pero el remedio deberá emprenderse con sumo cuidado. No puede hacerse de manera que haya absoluta igualdad entre las personas.
¡La igualdad es una quimera! ¡Es completamente im-practicable! Aun cuando la igualdad se alcanzara, no tendría continuidad, y si su existencia fuese posible, todo el orden del mundo sería destruido. La ley del orden debe existir siempre en el mundo de la humanidad. Éste es un decreto divino aplicado a la creación del ser humano.
Algunos tienen una gran inteligencia, otros tienen una inteligencia común, y otros están desprovistos de intelecto. Entre estas tres clases de individuos existe un orden, pero no una igualdad. ¿Cómo podría ser que la sabiduría y la necedad fueran iguales? La humanidad, como un gran ejército, necesita un general, capitanes, suboficiales de todos los grados, y también soldados, cada uno con sus deberes señalados. Los grados son absolutamente necesarios para asegurar una organización ordenada. Un ejército no podría componerse solamente de generales, o de capitanes, o tan sólo de soldados sin alguna autoridad. El resultado de un plan semejante, sin duda, sería que el desorden y la desmoralización se apoderarían de todo el ejército.
El rey Licurgo, el filósofo, formuló un gran plan para igualar a los ciudadanos de Esparta; con su propio sacrificio personal y gran sabiduría comenzó el experimento. Entonces, el rey convocó al pueblo de su reino y les hizo jurar que mantendrían el mismo sistema de gobierno en caso de que él dejara el país, y que además no harían nada por alterarlo hasta su regreso. Habiendo asegurado este juramento, dejó su reino de Esparta y jamás regresó. Licurgo abandonó su puesto, renunciando a su elevado rango, pensando que lograría el bienestar permanente de su país por medio de la igualdad de los bienes y las condiciones de vida en su reino. Todo el sacrificio personal del rey fue en vano. El gran experimento fracasó. Después de algún tiempo todo fue destruido, y la constitución, tan cuidadosamente elaborada, llegó a su fin.
La futilidad de tal proyecto quedó demostrada, y la im-posibilidad de alcanzar iguales condiciones de vida fue proclamada en el antiguo reino de Esparta. En nuestros días, cualquier intento semejante estaría igualmente condenado al fracaso.
Verdaderamente, habiendo algunos enormemente ricos y otros lamentablemente pobres, es necesaria una organización para regular y mejorar tal estado de cosas. Es importante limitar la riqueza, como también es importante limitar la pobreza. Ninguno de los dos extremos es bueno. Lo más deseable es asentarse en un término medio.1 Si es justo que un capitalista posea una gran fortuna, es igualmente justo que sus trabajadores tengan los medios suficientes para vivir.
No debería existir un financiero con una colosal riqueza mientras cerca de él haya alguien en extrema necesidad. Cuando vemos que la pobreza alcanza los límites del hambre, es un signo seguro de que en alguna parte existe tiranía. La humanidad debe implicarse de lleno en este asunto, y no demorar por más tiempo la modificación de las condiciones que causan la miseria de la tiranía de la pobreza a un gran número de personas. Los ricos deben dar una parte de su abundancia, deben enternecer su corazón y cultivar una inteligencia compasiva, pensando en aquellos infelices que carecen de lo más necesario para la vida.
Deberán establecerse leyes especiales, que traten de las condiciones extremas de riqueza y de pobreza. Los funcionarios del gobierno deberían tener en cuenta las leyes de Dios cuando formulen planes para gobernar al pueblo. Los derechos universales de la humanidad deben ser protegidos y preservados.
Los gobiernos de los distintos países deberán ajustarse a la Ley Divina, que otorga igual justicia a todos. Ésta es la única manera de abolir la deplorable futilidad de la riqueza exagerada, así como la miserable, desmoralizante y degradante pobreza. Hasta que esto no sea un hecho, no se habrá obedecido la ley de Dios.
48"Las Leyes de Dios no son imposiciones de la voluntad, del poder, o del placer, sino resoluciones de la verdad, de la razón y de la justicia."
Todos los seres humanos son iguales ante la ley, que debe reinar soberana.
El propósito del castigo no es la venganza, sino la pre-vención del crimen.
Los reyes deben reinar con sabiduría y justicia; el prín-cipe, el noble y el campesino tienen los mismos derechos a un tratamiento justo, no debiendo existir los privilegios individuales. Un juez no debe hacer distinción de personas, sino administrar la ley con estricta imparcialidad en todos los casos que le sean presentados.
Si una persona comete un crimen contra vosotros, no tenéis derecho a perdonarle; es la ley la que deberá castigarle, con objeto de prevenir que otros repitan el mismo crimen, pues la pena de un individuo tiene poca importancia frente al bienestar general de la comunidad.
Cuando la justicia perfecta reine en todo el mundo oriental y occidental, entonces la tierra se convertirá en un sitial de belleza. La dignidad y la igualdad de cada siervo de Dios serán reconocidas; el ideal de la solidaridad de la raza humana, la verdadera hermandad de la humanidad se realizarán; y la gloriosa luz del Sol de la Verdad iluminará las almas de todos los seres humanos.
49Un Tribunal Supremo será establecido por los pueblos y gobiernos de todas las naciones, compuesto de miembros elegidos de cada país y gobierno. Los miembros de este Gran Consejo se reunirán en unidad. Todas las disputas de carácter internacional serán sometidas a esta Corte, cuyo trabajo será resolver, por medio del arbitraje, todos los asuntos que de otra forma serían causa de guerra. La misión de este Tribunal sería la de evitar la guerra.
Uno de los grandes pasos hacia la paz universal sería el establecimiento de un idioma universal. Bahá'u'lláh dispone que los siervos de la humanidad deberían reunirse y escoger, o bien una lengua ya existente, o bien crear una nueva. Esto fue revelado en el Kitáb-i-Aqdas hace cuarenta años.1 Allí se señala que la cuestión de la diversidad de lenguas es muy complicada. Existen más de ochocientos idiomas en el mundo, y nadie podría aprenderlos todos.
Las razas de la humanidad ya no están aisladas, como en los días de antaño. Actualmente, para estar en estrecha relación con otros países es necesario saber hablar sus lenguas.
Un idioma universal haría posible el intercambio con todas las naciones. De este modo, sería necesario aprender sólo dos idiomas, la lengua materna y el idioma universal. Este último permitiría a una persona comunicarse con todos y cada uno de los seres humanos del mundo.
No sería necesario un tercer idioma. ¡Qué útil y qué có-modo para todos poder hablar con un miembro de cual-quier raza o de cualquier país sin necesidad de un intér-prete!
El esperanto se ha creado con esta finalidad en mente; es una invención admirable y una obra espléndida, pero necesita ser perfeccionado. El esperanto, tal y como está, es sumamente difícil para algunas personas.
Debería formarse un congreso internacional integrado por delegados de todas las naciones del mundo, orientales así como occidentales. Este congreso crearía un idioma que pudiera ser aprendido por todos, y todos los países resultarían sumamente beneficiados.
Hasta que tal idioma esté en uso, el mundo continuará sintiendo la intensa necesidad de este medio de intercambio. La diferencia de idioma es una de las causas más fructíferas de desacuerdo y desconfianza que existe entre las naciones, que se mantienen distantes por la imposibilidad de comprender el idioma de la otra, más que por ninguna otra razón.
Si todo el mundo pudiese hablar una sola lengua, ¡cuánto más fácil sería servir a la humanidad!
Por consiguiente, apreciad el esperanto, pues es el co-mienzo del cumplimiento de una de las más importantes Leyes de Bahá'u'lláh, y debe ser continuamente mejorado y perfeccionado.
50EL NOVENO PRINCIPIO: LA NO INTERFERENCIA DE LA RELIGIÓN EN LA POLÍTICA
Av. de Camoëns 4En su conducta en la vida, el ser humano actúa por dos motivos principales: "la esperanza en la recompensa", y "el temor al castigo".
Consecuentemente, esta esperanza y este temor deben ser tomados muy en cuenta por aquellos que poseen autoridad y ocupan cargos de gobierno. Su tarea en la vida es la de consultar entre ellos para estructurar las leyes y procurar su justa administración.
La tienda del orden en el mundo se levanta y establece sobre los dos pilares de "Recompensa y Retribución".
En los gobiernos despóticos, conducidos por personas carentes de fe divina, donde no existe el temor a la retribución espiritual, la ejecución de las leyes es tiránica e injusta.
No existe mayor prevención para la opresión que estos dos sentimientos, esperanza y temor. Ambos tienen consecuencias políticas y espirituales.
Si los administradores de la ley tomaran en considera-ción las consecuencias espirituales de sus decisiones y siguieran la guía de la religión, "serían los agentes divinos en el mundo de la acción, los representantes de Dios para quienes están en la tierra, y defenderían, por el amor de Dios, los intereses de sus siervos como defenderían los suyos propios." Si un gobernante comprende su responsabilidad, y teme desafiar la Ley Divina, sus juicios serán justos. Sobre todo, si cree que las consecuencias de sus actos le seguirán más allá de su vida terrenal y que "así como siembre así cosechará", tal persona, sin duda, evitará la injusticia y la tiranía.
Si, por el contrario, un funcionario pensara que toda la responsabilidad de sus actos termina con su vida terrenal, sin conocer ni creer en absoluto en los divinos favores y en el reino espiritual de la felicidad, carecerá de incentivo para obrar con justicia, y de inspiración para acabar con la opresión y la injusticia.
Cuando un gobernante sabe que sus juicios serán pesados en la balanza del Juez Divino, y que si no se le encuentra deficiente entrará al Reino Celestial, y que la luz de la Munificencia Celestial brillará sobre él, entonces seguramente actuará con justicia y equidad. ¡Observad qué importante es que los ministros de Estado sean iluminados por la religión!
Sin embargo, ¡los clérigos no tienen nada que hacer con las cuestiones políticas! Los asuntos religiosos no deberían confundirse con la política, en la condición actual del mundo (pues sus intereses no son los mismos).
La religión concierne a los asuntos del corazón, del es-píritu y de la moral.
La política se ocupa de las cosas materiales de la vida. Los maestros religiosos no deberían invadir el campo de los políticos; deberían preocuparse de la educación espiritual de la gente; deberían dar siempre buenos consejos a las personas, tratando de servir a Dios y a la raza humana; deberían esforzarse por despertar la aspiración espiritual, y tratar de aumentar el entendimiento y el conocimiento de la humanidad, de mejorar la moral y de incrementar el amor a la justicia.
Esto está de acuerdo con las Enseñanzas de Bahá'u'lláh. En el Evangelio también está escrito: "Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios."
En Persia hay algunos de los más importantes ministros de Estado que son religiosos, ejemplares, veneran a Dios, y temen desobedecer Sus Leyes; juzgan con justicia y gobiernan a sus pueblos con equidad. En esa tierra hay otros gobernantes que no tienen el temor a Dios ante sus ojos, que no piensan en las consecuencias de sus actos, y que sólo trabajan para satisfacer sus propios deseos, y son ellos los que han arrastrado a Persia a la mayor tribulación y dificul-tad.
¡Oh, amigos de Dios, sed ejemplos vivientes de justicia! Para que así, por la Misericordia de Dios, el mundo pueda ver en vuestras acciones que manifestáis los atributos de justicia y misericordia.
La justicia no es limitada, es una cualidad universal. Su acción debe aplicarse sobre todas las clases sociales, desde la más elevada hasta la más baja. La justicia debe ser sagrada y deben tomarse en consideración los derechos de todos los pueblos. Desead para los demás sólo aquello que deseáis para vosotros mismos. Entonces gozaremos del Sol de la Justicia, que brilla desde el Horizonte de Dios.
Cada ser humano ha sido colocado en un sitial de ho-nor, que no debe abandonar. Un humilde trabajador que comete una injusticia es tan culpable como un famoso tirano. Por esta razón, todos podemos escoger entre justicia e injusticia.
Yo espero que cada uno de vosotros llegue a ser justo, y dirija sus pensamientos hacia la unidad de la humanidad; que nunca perjudiquéis a vuestros vecinos, ni habléis mal de nadie; que respetéis los derechos de todos los seres humanos, y os preocupéis más por los intereses de los demás que por los vuestros propios. Sólo así os convertiréis en antorchas de la Justicia Divina, actuando en conformidad con las Enseñanzas de Bahá'u'lláh, Quien durante Su vida su-frió innumerables pruebas y persecuciones para poder mostrar al mundo de la humanidad las virtudes del Mundo de la Divinidad, haciendo posible que compren-dierais la supremacía del espíritu y que os regocijarais de la Justicia de Dios.
¡Por su Misericordia, la Divina Munificencia será derra-mada sobre vosotros, y ruego por ello!
51El décimo principio de la Enseñanza de Bahá'u'lláh es la igualdad de los sexos.
Dios ha creado a todas las criaturas en parejas. El ser humano, la bestia o los vegetales, todo en estos tres reinos es de dos sexos, y entre ambos existe igualdad absoluta.
En el mundo vegetal existen plantas macho y plantas hembra; tienen iguales derechos, y comparten por igual la belleza de su especie; aunque en verdad, el árbol que produce frutos podría decirse que es superior al que no los produce.
En el reino animal vemos que el macho y la hembra tienen iguales derechos, y que cada uno de ellos participa de los beneficios de su clase.
Ahora bien, en los dos reinos inferiores de la naturaleza hemos visto que no se plantea la cuestión de la superioridad de un sexo sobre el otro. En el mundo de la humanidad encontramos una gran diferencia; el sexo femenino es tratado como si fuese inferior, y no se le conceden los mismos derechos y privilegios. Esta condición no es debida a la naturaleza, sino a la educación. En la Creación Divina no existe tal distinción. A la vista de Dios, ningún sexo es superior al otro. ¿Por qué, entonces, un sexo debe afirmar la inferioridad del otro, adjudicándose derechos y privilegios como si Dios les hubiese concedido Su autoridad para tal modo de actuar? Si las mujeres recibieran las mismas opor-tunidades educativas que los hombres, el resultado demostraría la igualdad de capacidades de ambos para la adquisición del saber.
En ciertos aspectos, la mujer es superior al hombre. Posee un corazón más tierno, es más receptiva y su intuición es más intensa.
No se puede negar que, en varios sentidos, la mujer actualmente está más atrasada que el hombre, pero esta inferioridad temporal se debe a la falta de oportunidades educativas. En las necesidades de la vida, la mujer posee un instinto más poderoso que el del hombre, pues él le debe a ella su propia existencia.
Si la madre es educada, entonces sus hijos serán bien instruidos. Si la madre es sabia, entonces sus hijos serán guiados hacia el camino de sabiduría. Si la madre es religiosa, enseñará a sus hijos cómo deben amar a Dios. Si la madre tiene moral, guiará a sus pequeños por los senderos de la rectitud.
Es evidente, entonces, que las generaciones futuras dependen de las madres de hoy. ¿No es ésta una responsabilidad vital para la mujer? ¿No necesita todas las ventajas posibles para capacitarse para semejante tarea?
Por consiguiente, con seguridad no agrada a Dios que un instrumento tan importante como es la mujer sufra de falta de instrucción, tan necesaria para el logro de la deseada perfección, indispensable para la gran obra de su vida. La Justicia Divina demanda que los derechos de ambos sexos sean igualmente respetados, puesto que ninguno de ellos es superior al otro ante los ojos del Cielo. La dignidad ante Dios no depende del sexo, sino de la pureza y luminosidad del corazón. ¡Las virtudes humanas pertenecen a todos por igual!
La mujer deberá esforzarse, pues, por alcanzar la mayor perfección, por ser igual al hombre en todos los aspectos, por progresar en todo aquello en lo que ha estado postergada para que el hombre se vea obligado a reconocer su igualdad en capacidad y logros.
En Europa, las mujeres han realizado mayores progresos que en Oriente, pero ¡aún hay mucho por hacer! Cuando los estudiantes llegan al término del año escolar se realiza un examen, cuyo resultado determina el conocimiento y capacidad de cada estudiante. De igual modo ocurrirá con la mujer; sus acciones demostrarán su poder, sin necesidad de proclamarlo con palabras.
Es mi esperanza que las mujeres de Oriente, así como sus hermanas de Occidente, progresen con rapidez hasta que la humanidad alcance la perfección.
La Munificencia de Dios es para todos y proporciona poder para todo progreso. Cuando los hombres reconozcan la igualdad de las mujeres no será necesario que ellas luchen por sus derechos. Uno de los principios de Bahá'u'lláh es, por tanto, la igualdad de sexos.
Las mujeres deben hacer el mayor esfuerzo por adquirir poder espiritual y por desarrollar las virtudes de la sabi-duría y la santidad hasta que su entendimiento y su es-fuerzo logren la unidad del género humano. ¡Deben trabajar con vehemente entusiasmo para difundir la Enseñanza de Bahá'u'lláh entre los pueblos, para que la radiante luz de la Divina Munificencia abrace las almas de todas las naciones del mundo!
52En la Enseñanza de Bahá'u'lláh se halla escrito: "Únicamente por medio del poder del Espíritu Santo puede progresar el ser humano, pues su poder es limitado, y el Poder Divino es infinito." El análisis de la historia nos lleva a la conclusión de que todas las personas verdaderamente notables, las benefactoras de la raza humana, aquellos que han inducido a las gentes a amar el bien y a detestar el mal, y que han sido la causa del verdadero progreso, todas ellas han sido inspiradas por la fuerza del Espíritu Santo.
Los Profetas de Dios no se graduaron en las escuelas de erudición filosófica; por el contrario, de hecho fueron muy a menudo de humilde origen, en apariencia totalmente ignorantes, personas anónimas y sin importancia a los ojos del mundo; algunas veces, careciendo incluso del conocimiento de la lectura y la escritura.
Fue el poder del Espíritu Santo lo que elevó a estos grandes seres humanos por encima de los demás, y los capacitó para convertirse en Maestros de la Verdad. Su influencia sobre la humanidad, en virtud de esta potente inspiración, fue grande y penetrante.
La influencia de los más sabios filósofos, carentes de este Divino Espíritu, ha sido comparativamente de escasa importancia, a pesar de la amplitud de su saber y la profundidad de su erudición.
Los intelectos excepcionales, como por ejemplo el de Platón, Aristóteles, Plinio y Sócrates, no han tenido una influencia tan intensa como para que algunas personas hayan anhelado sacrificar su vida por sus enseñanzas; mientras que algunos de aquellos seres sencillos conmovieron de tal manera a la humanidad que miles de personas se convirtieron voluntariamente en mártires para defender sus palabras; pues ¡esas palabras fueron inspiradas por el Divino Espíritu de Dios! Los profetas de Judea e Israel, Elías, Jeremías, Isaías y Ezequiel, fueron hombres humildes, como también lo fueron los apóstoles de Jesucristo.
Pedro, el adalid de los apóstoles, solía dividir el producto de su pesca en siete partes, y cuando al haber tomado cada una de esas partes para su sustento diario llegaba a la séptima porción, sabía entonces que era sábado, día de descanso. Considerad esto, y luego pensad en su posición futura; cuán grande fue la gloria que alcanzó debido a que el Espíritu Santo llevó a cabo grandes obras a través de él.
Vemos claro que el Espíritu Santo es el factor energi-zante en la vida del ser humano. Quienquiera que reciba este poder será capaz de influir en todos los que tengan contacto con él.
Los más grandes filósofos espirituales, sin este Espíritu, carecen de poder, sus almas no tienen vida, sus corazones están muertos. A menos que el Espíritu Santo exhale en sus almas, no podrán realizar buenas obras. Ningún sistema filosófico ha sido capaz de mejorar las conductas y costumbres de los pueblos. Los filósofos eruditos, sin la iluminación del Espíritu Divino, han sido casi siempre hombres de una moralidad inferior; no han proclamado con sus accio-nes la realidad de sus hermosas frases.
La diferencia entre los filósofos espirituales y los otros se demuestra con sus vidas. El Maestro Espiritual muestra su creencia en su propia enseñanza, siendo él mismo lo que recomienda a los demás.
Una persona humilde sin instrucción, pero plena del Espíritu Santo, es más poderosa que el más profundo y noble erudito carente de esa inspiración. Aquel que es educado por el Espíritu Divino puede, a su tiempo, guiar a otros a que reciban el mismo Espíritu.
Oro para que seáis instruidos por la vida del Espíritu Divino, para que podáis ser el instrumento de la educación de los demás. La vida y la moral de una persona espiritual constituyen en sí mismas una educación para quienes la conocen.
No penséis en vuestras propias limitaciones, fijad vuestra atención sólo en el bienestar del Reino de Gloria. Considerad la influencia de Jesucristo sobre sus apóstoles, y luego pensad en su efecto sobre el mundo. Estos simples hombres fueron capacitados para difundir las buenas nuevas por el poder del Espíritu Santo.
¡De la misma manera, todos vosotros podéis recibir la asistencia divina! ¡La capacidad no tiene límites cuando es guiada por el Espíritu de Dios!
La tierra por sí sola no tiene las propiedades de la vida, es árida y seca, hasta que el sol y la lluvia la fertilizan; no obstante, la tierra no tiene que lamentarse de sus propias limitaciones.
¡Que la vida os sea conferida! Que la lluvia de la Misericordia Divina y el calor del Sol de la Verdad hagan fructificar vuestros jardines, para que puedan brotar en abundancia muchas flores hermosas de exquisita fragancia y amor. Apartad vuestros rostros de la contemplación de vuestras propias limitaciones, y fijad la mirada en el Esplendor Eterno; entonces vuestras almas recibirán en gran medida el divino poder del Espíritu y las bendiciones de la Infinita Merced.
Si os preparáis así, os convertiréis en una ardiente llama para el mundo de la humanidad, en una estrella de guía, en un árbol fructífero, transformando su oscuridad y su tristeza en luz y alegría, por los brillantes rayos del Sol de la Misericordia y las infinitas bendiciones de las Buenas Nuevas.
Éste es el significado del poder del Espíritu Santo, que pido sea generosamente derramado sobre vosotros.
53En estas reuniones en las que nos hemos conocido y hemos conversado juntos os habéis familiarizado con los principios de esta dispensación, y con la realidad de los hechos. Se os ha concedido el conocimiento de estas cosas. Pero aún hay muchos que son ignorantes y están sumergidos en la superstición. Ellos han oído tan sólo un poco de esta grande y gloriosa Causa, y el conocimiento que tienen está fundado, en su mayor parte, únicamente en rumores. ¡Ay de ellos, pobres almas! El conocimiento que poseen no está basado en la verdad, el fundamento de su creencia no es la enseñanza de Bahá'u'lláh. Seguramente, hay cierta proporción de verdad en lo que les han contado, pero en su mayor parte la información ha sido inexacta.
Los verdaderos principios de la bendita Causa de Dios son las once reglas que os he dado, y que, cuidadosamente, os he explicado, una por una.
Debéis procurar siempre vivir y actuar en directa obe-diencia a las enseñanzas y leyes de Bahá'u'lláh, para que cada individuo pueda ver en todos los actos de vuestra vida que, de palabra y de obra, sois los seguidores de la Bendita Perfección.
Esforzaos para que esta gloriosa enseñanza circunde el mundo, y que la espiritualidad sea infundida en los corazones de todos los seres humanos.
¡El hálito del Espíritu Santo os confirmará, y aunque muchos se alcen contra vosotros, no prevalecerán!
Cuando el Señor Jesucristo fue coronado con espinas, Él sabía que todas las diademas del mundo estaban a Sus pies. Todas las coronas terrenales, por muy brillantes, poderosas y resplandecientes que fueran se inclinaron en adoración ante la corona de espinas. Con este indudable y certero conocimiento Él habló cuando dijo: "Toda potestad Me es dada en el cielo y en la tierra."1
Ahora os digo, atesorad esto en vuestro corazón y en vuestra mente. En verdad, vuestra luz iluminará el mundo entero, vuestra espiritualidad conmoverá el corazón de las cosas. En verdad, vosotros llegaréis a ser las antorchas encendidas del mundo. No temáis, ni tampoco os desalentéis, pues vuestra luz penetrará la más densa oscuridad. Ésta es la Promesa de Dios que yo os doy. ¡Levantaos, y servid al Poder de Dios!
54Cuando hace algún tiempo llegué a París por vez pri-mera, observé con mucho interés todo lo que me rodeaba, y en mi mente comparé esta hermosa ciudad con un gran jardín.
Con amoroso cuidado y mucha atención examiné el suelo, y lo encontré muy bueno y pleno de posibilidades para una fe perdurable y una creencia firme, pues la semilla del amor de Dios fue sembrada en este suelo.
Las nubes de la Misericordia Celestial derramaron su lluvia sobre ella, y el Sol de la Verdad templó la tierna semilla, y ahora se puede ver entre vosotros el nacimiento de la fe. La semilla sembrada en el suelo ha comenzado a brotar y día a día la veréis crecer. ¡Las munificencias del Reino de Bahá'u'lláh traerán sin duda una maravillosa cosecha!
¡He aquí! ¡Os traigo buenas y alegres nuevas! ¡París se convertirá en un jardín de rosas! En este jardín crecerán y florecerán toda clase de hermosas flores, y la fama de su fragancia y de su belleza se difundirá por todas las naciones. Cuando pienso en el París del futuro, me parece verlo bañado por la luz del Espíritu Santo. Verdaderamente, está amaneciendo el día en el que París recibirá su iluminación, y la Bondad y Misericordia de Dios serán visibles para las criaturas vivientes.
No dejéis que vuestra mente viva en el presente, sino que, por el contrario, con los ojos de la fe contemplad el futuro, pues en verdad el Espíritu de Dios está actuando entre vosotros.
Desde mi llegada hace algunas semanas, he podido observar el crecimiento en espiritualidad. Al principio sólo unas pocas almas vinieron a mí en busca de Luz, pero durante mi corta estancia entre vosotros su número ha aumentado y se ha duplicado. ¡Ésta es una promesa para el futuro!
Cuando Cristo fue crucificado y dejó este mundo, sólo tenía once discípulos y muy pocos seguidores; pero como Él sirvió a la Causa de la Verdad, contemplad ahora los resultados de la labor de Su vida. Él ha iluminado al mundo y ha dado vida a una humanidad exánime. Después de Su ascensión, Su Causa creció poco a poco, las almas de Sus seguidores se hicieron cada vez más luminosas y el exquisito perfume de sus santas vidas se difundió por doquier.
En la actualidad, gracias a Dios, una condición similar ha surgido en París. Hay muchas almas que se han vuelto al Reino de Dios, y que son atraídas hacia la unidad, el amor y la verdad.
Procurad trabajar en forma tal que la bondad y miseri-cordia de Abhá envuelva a todo París. El hálito del Espíritu Santo os ayudará, la Luz Celestial del Reino brillará en vuestro corazón, y los ángeles benditos de Dios, desde el Cielo, os darán fortaleza y os socorrerán. Entonces, dad gracias a Dios con todo vuestro corazón por haber alcanzado esta recompensa suprema. Una gran parte del mundo está sumergida en un profundo sueño, pero vosotros habéis sido despertados. ¡Muchos están ciegos, pero vosotros veis!
El llamado del Reino se escucha entre vosotros. Gloria sea a Dios; habéis nacido de nuevo; habéis sido bautizados con el fuego del Amor de Dios; habéis sido sumergidos en el Mar de Vida y regenerados por el Espíritu de Amor.
Habiendo recibido un favor tal, sed agradecidos con Dios, y nunca dudéis de Su Generosidad y de Su Amorosa Bondad, y conservad una fe inquebrantable en la Munificencia del Reino. Asociaros con amor fraternal, estad dispuestos a dar vuestra vida por los demás, y no sólo por aquellos que os son queridos, sino por toda la humanidad. Considerad a la raza humana como a miembros de una sola familia, todos hijos de Dios; y, al hacerlo así, no veréis diferencia entre ellos.
La humanidad puede compararse con un árbol. Este árbol tiene ramas, hojas, flores y frutos. Pensad que todos los seres humanos son flores, hojas o retoños de este árbol, y tratad de ayudarles a todos a comprender y a alegrarse de las bendiciones de Dios. Dios no olvida a nadie; Él ama a todos.
La única diferencia real que existe entre la gente son sus distintas etapas de desarrollo. Algunos son imperfectos, deben ser encaminados a la perfección; algunos están dormidos, deben ser despertados; algunos son negligentes, deben ser alentados; pero todos y cada uno de ellos son hijos de Dios. Amad a todos con todo vuestro corazón; ninguno es un extraño para el otro, todos son amigos. Esta noche he venido a deciros adiós, pero tened siempre presente esto, que aunque nuestros cuerpos estén muy aleja-dos, en espíritu siempre estaremos juntos.
Os llevo a todos y a cada uno de vosotros en mi cora-zón, y no olvidaré a ninguno, y espero que ninguno de vosotros me olvide.
Yo en Oriente y vosotros en Occidente, trabajemos con todo nuestro corazón y con toda nuestra alma para que la unidad se establezca en el mundo, que todos los pueblos lleguen a ser un solo pueblo, y que toda la superficie de la tierra sea como un solo país, pues el Sol de la Verdad brilla sobre todos por igual.
Todos los Profetas de Dios han venido por amor a este único gran propósito.
Observad cómo luchó Abraham por implantar la fe y el amor en el pueblo; cómo Moisés trató de unir al pueblo con leyes justas; cómo el Señor Jesucristo sufrió hasta morir por traer la luz del amor y la verdad a un mundo en tinieblas; cómo Mu¥ammad trató de establecer la unidad y la paz entre las diferentes tribus incivilizadas, entre las que vivió. Y, finalmente, Bahá'u'lláh sufrió durante cuarenta años por la misma causa -por el único y noble propósito de difundir el amor entre toda la humanidad- y el Báb entregó su vida por la paz y la unidad del mundo.
Por tanto, esforzaos por seguir el ejemplo de estos Seres Divinos, bebed de Su Fuente, sed iluminados por Su Luz, y sed para el mundo como símbolos de la Misericordia y el Amor de Dios. Sed para el mundo como la lluvia y las nubes de misericordia, como soles de la verdad; sed un ejército celestial y, en verdad, conquistaréis la ciudad de los corazones.
Dad gracias a Dios de que Bahá'u'lláh nos haya legado un fundamento tan firme y sólido. No dejó lugar en los corazones para la tristeza, y las escrituras de Su sagrada pluma contienen consuelo para el mundo entero. Él tiene las palabras de la verdad, y todo lo que es contrario a Su enseñanza es falso. La finalidad esencial de toda Su obra es la de eliminar las divisiones.
El testamento de Bahá'u'lláh es una Lluvia de Bondades, un Sol de Verdad, el Agua de Vida, el Espíritu Santo. Por tanto, abrid vuestros corazones para recibir todo el poder de Su Belleza; y yo oraré por todos vosotros para que esta alegría sea vuestra.
Ahora os digo adiós.Esto lo digo sólo a vuestro ser exterior, no lo digo a vuestras almas, pues nuestras almas estarán siempre juntas.
Sentíos reconfortados y descansad con la confianza de que día y noche dirigiré mis súplicas al Reino de Abhá por vosotros, para que cada día os hagáis mejores y más santos, acercándoos más a Dios, y cada vez más iluminados con el esplendor de Su Amor.
TERCERA PARTEHace alrededor de mil años se formó en Persia una so-ciedad llamada la Sociedad de los Amigos, que se reunían en silenciosa comunión con el Todopoderoso.
Ellos dividían la filosofía divina en dos partes: una de ellas es aquella cuyo conocimiento se puede alcanzar por medio de cursos y el estudio en escuelas y colegios. La segunda clase de filosofía era la de los Iluminados, o seguidores de la luz interior. La enseñanza de esta filosofía se hacía en silencio. Por medio de la meditación, y dirigiendo sus rostros hacia la Fuente de Luz, los misterios del Reino se reflejaban en los corazones de esta gente por medio de esa Luz central. Todos los problemas divinos eran resueltos por este poder de iluminación.
Esta Sociedad de los Amigos se desarrolló notablemente en Persia, y hasta la fecha aún existe. Sus líderes escribieron muchos libros y epístolas. Cuando se congregan en su centro de reunión se sientan calladamente y meditan; su líder inicia la sesión con alguna proposición, diciendo a la asamblea: "Debéis meditar sobre este problema." Entonces, liberando sus mentes de cualquier otra cosa, se sientan y reflexionan y, al poco rato, la respuesta les es revelada. Muchas cuestiones divinas abstrusas son resueltas por medio de esta iluminación.
Algunos de los grandes enigmas que se revelan por medio de los rayos del Sol de la Realidad sobre la mente del ser humano son: el problema de la realidad del espíritu humano; del nacimiento del espíritu; de su nacimiento desde este mundo al mundo de Dios; la cuestión de la vida interior del espíritu y de su destino después de su ascensión desde el cuerpo.
Ellos también meditan sobre los interrogantes científicos del momento, y éstos son resueltos del mismo modo.
Estas personas, a quienes se llama "seguidores de la luz interior", alcanzan un grado superior de poder, y están enteramente libres de los ciegos dogmas e imitaciones. Las gentes confían en las aseveraciones de estos hombres: por ellos mismos, y en su interior, resuelven todos los misterios.
Si encuentran una solución con la ayuda de la luz inte-rior la aceptan, y luego la declaran: de otro modo, la considerarían materia de ciega imitación. Llegan al punto de reflexionar sobre la naturaleza esencial de la Divinidad, de la revelación divina, y de la manifestación de la Deidad en este mundo. Todas las cuestiones divinas y científicas son resueltas por ellos a través del poder del espíritu.
Bahá'u'lláh dice que hay un signo (de Dios) en cada fenómeno: el signo del intelecto es la contemplación, y el signo de la contemplación es el silencio, puesto que es imposible para una persona hacer dos cosas al mismo tiempo: no puede hablar y meditar a la vez.
Es un hecho axiomático que mientras se medita se está hablando con el propio espíritu. En tal estado mental, se hacen ciertas preguntas al espíritu y éste os contesta; la luz se abre paso y la realidad se manifiesta.
No podéis aplicar la denominación de "ser humano" a cualquier ser carente de esta facultad de la meditación; sin ella, sería un simple animal, inferior a las bestias.
A través de la facultad de la meditación, el ser humano alcanza la vida eterna; mediante ella recibe el soplo del Espíritu Santo; los dones del Espíritu son otorgados a través de la reflexión y la meditación.
Durante la meditación, el espíritu humano es infor-mado y fortalecido; a través de ella, cosas de las cuales éste no tenía conocimiento, se revelan ante su vista. Por medio de ella, recibe inspiración divina; gracias a ella, recibe el alimento celestial.
La meditación es la llave que abre las puertas de los misterios. En ese estado, el ser humano se abstrae; en esa actitud se aísla de todos los objetos que le rodean; en este estado subjetivo se sumerge en el océano de la vida espiritual, y puede descubrir los secretos de las cosas en sí mismas. Para ilustrar esto, pensad en un individuo dotado con dos clases de vista: cuando usa el poder de la visión interior, el poder de la visión exterior no ve.
Esta facultad de la meditación libera al ser humano de la naturaleza animal, le hace discernir la realidad de las cosas y le pone en contacto con Dios.
Esta facultad hace aparecer desde el plano invisible las ciencias y las artes. A través de la facultad meditativa, se hacen realidad las invenciones y se llevan a cabo colosales empresas; gracias a ella, los gobiernos pueden gobernar con tranquilidad. Por intermedio de esta facultad, el ser humano entra en el mismo Reino de Dios.
No obstante, algunos pensamientos son inútiles para la persona; son como olas moviéndose en el mar, sin resultado. Pero si la facultad de la meditación está bañada de luz interior y marcada con los atributos divinos, sus resultados serán confirmados.
La facultad meditativa es semejante a un espejo: si se sitúa frente a los objetos terrenales, los reflejará. Por consiguiente, si el espíritu del ser humano se encuentra en contemplación de las cosas terrenales, será informado de ellas.
Pero si volvéis vuestro espejo espiritual hacia el cielo, las constelaciones celestiales y los rayos del Sol de la Realidad se reflejarán en vuestros corazones y obtendréis las virtudes del Reino.
Conservemos, por tanto, esta facultad debidamente orientada, volviéndola hacia el Sol Celestial y no hacia los objetos terrenales, para que así podamos descubrir los secretos del Reino y comprender las alegorías de la Biblia y los misterios del espíritu.
Ojalá que seamos, en verdad, espejos reflejando las realidades celestiales, y que nos volvamos tan puros que podamos reflejar las estrellas del cielo.
56‘Abdu'l-Bahá: "Sí, en la Causa Bahá'í, las artes, las ciencias y todos los oficios son [considerados como] adoración. La persona que fabrica un pedazo de papel con toda la habilidad de que es capaz, concienzudamente, concentrando sus fuerzas en perfeccionarlo, está alabando a Dios. En pocas palabras, todo esfuerzo y dedicación realizados por una persona con todo su corazón, es adoración, si es-tán inspirados en motivos elevados y el deseo de servir a la humanidad. Esto es adoración: servir a la humanidad y proveer las necesidades de las gentes. El servicio es oración. Un médico atendiendo a los enfermos cariñosa, tiernamente, libre de prejuicios y creyendo en la solidaridad de la raza humana, está ofreciendo alabanzas."
"¿Cuál es el propósito de nuestras vidas?"‘Abdu'l-Bahá: "Adquirir virtudes. Venimos de la tierra; ¿por qué fuimos trasladados desde el reino mineral al reino vegetal, y desde la planta al reino animal? Para alcanzar la perfección en cada uno de estos reinos, para poseer las mejores cualidades del mineral, para adquirir el poder de crecimiento de planta, para poder ser adornados con los instintos del animal y poseer las facultades de la vista, oído, olfato, tacto y gusto, hasta que del reino animal accedemos al mundo de la humanidad y somos dotados de razón, de poder de invención y de las fuerzas del espíritu."
57‘Abdu'l-Bahá: "El mal es imperfección. El pecado es el estado del ser humano en el mundo de la naturaleza inferior, pues en la naturaleza existen imperfecciones tales como injusticia, tiranía, odio, hostilidad, lucha; éstas son características del plano más bajo de la naturaleza. Éstos son los pecados del mundo, los frutos del árbol del que comió Adán. A través de la educación, debemos librarnos de estas imperfecciones. Con el propósito de que el ser humano pueda ser libre, los Profetas de Dios han sido enviados y se han escrito los Libros Sagrados. De igual modo que nace-mos a este mundo de imperfección del vientre de nuestra madre terrenal, así también nacemos al mundo del espíritu a través de la educación divina. Cuando un ser humano nace al mundo fenoménico, encuentra el universo; cuando nace desde este mundo al mundo del espíritu, encuentra el Reino."
58"¿Progresa más el alma en este mundo por medio del dolor o de la felicidad?"
‘Abdu'l-Bahá: "La mente y el espíritu del ser humano avanzan cuando es probado por el sufrimiento. Cuanto más se are la tierra mejor crecerá la semilla y tanto mejor será la cosecha. Así como el arado surca la tierra profundamente, limpiándola de cardos y malezas, del mismo modo el sufrimiento y la tribulación liberan al ser humano de las mezquindades de esta vida mundana, hasta que alcanza un estado de completo desprendimiento. Su actitud en este mundo será de divina felicidad. El ser humano es, por así decirlo, inmaduro; el calor del fuego del sufri-miento lo madurará. Fijaros en el pasado y descubriréis que las personas más notables son las que más sufrieron."
"Aquel que ha evolucionado a través del sufrimiento, ¿deberá temer la felicidad?"
‘Abdu'l-Bahá: "A través del sufrimiento alcanzará una felicidad eterna que nada podrá arrebatársela. Los apóstoles de Cristo sufrieron; ellos alcanzaron la felicidad eterna."
"Entonces, ¿es imposible lograr la felicidad sin sufri-miento?"
‘Abdu'l-Bahá: "Para alcanzar la felicidad eterna uno debe sufrir. Quien ha llegado al estado del autosacrificio ha obtenido la verdadera dicha. La dicha temporal se desvanecerá."
"Un alma que ha partido, ¿puede conversar con otra que aún está en la tierra?"
‘Abdu'l-Bahá: "Se puede mantener una conversación, pero no en la forma de nuestra conversación. No hay duda de que las fuerzas de los mundos superiores se interrelacionan con las fuerzas de este plano. El corazón del ser humano está abierto a la inspiración; ésta es una comunicación espiritual. Así como en un sueño uno habla con un amigo mientras la boca permanece en silencio, del mismo modo sucede con la conversación del espíritu. Una persona puede conversar con su propio yo cuando dice: '¿Puedo ha-cer ésto? ¿Sería prudente que realizara este trabajo?' Similar a ésta es la conversación con el yo superior."
59¡Qué poder es el amor! Es el más maravilloso, el más importante de todos los poderes vivientes.
El amor confiere vida a los que no la tienen. El amor enciende una llama en el corazón helado. El amor concede esperanza a los desesperados y alegra las almas de los angustiados.
Ciertamente, en el mundo de la existencia no existe un poder mayor que el poder del amor. Cuando el corazón de una persona se enciende con la llama del amor, está dispuesta a sacrificarlo todo, hasta su vida. En el Evangelio se dice que Dios es amor.
Hay cuatro clases de amor. El primero es el que emana de Dios hacia el ser humano; está compuesto de inagotables gracias, resplandor divino e iluminación celestial. Gracias a este amor, el mundo de los seres recibe vida. A través de este amor, el ser humano es dotado de existencia física, hasta que, por medio del hálito del Espíritu Santo -este mismo amor- recibe la vida eterna y se convierte en la imagen del Dios Viviente. Este amor es el origen de todo amor en el mundo de la creación.
El segundo es el amor que fluye del ser humano hacia Dios. Éste es, fundamentalmente, fe, atracción hacia lo divino, enardecimiento, ascenso y admisión en el Reino de Dios, recibiendo las bondades divinas y la iluminación de las luces del Reino. Este amor es el origen de toda filantropía; este amor es la causa de que los corazones de los seres humanos reflejen los rayos del Sol de la Realidad.
El tercero es el amor de Dios hacia Sí mismo, o la Identidad de Dios. Éste es la transfiguración de su Belleza, el reflejo de Sí mismo en el espejo de Su Creación. Ésta es la Realidad del Amor, el Amor Inmemorial, el Amor Eterno. Mediante un solo rayo de este Amor, es posible la existencia de cualquier otro amor.
El cuarto es el amor del ser humano hacia sus semejantes. El amor que existe entre los corazones de los creyentes es inspirado por el ideal de la unidad de los espíritus. Este amor se alcanza a través del conocimiento de Dios; de este modo, el ser humano ve reflejado el Amor Divino en su corazón. Cada uno ve en los demás la belleza de Dios reflejada en el alma y, al encontrar este punto de similitud, se sienten atraídos por amor uno hacia otro. Este amor hará de todos los seres humanos olas de un solo mar; estrellas de un mismo cielo y frutos de un único árbol. Este amor promoverá el establecimiento de la verdadera armonía, fundamento de la auténtica unidad.
Pero el amor que alguna vez existe entre amigos no es [verdadero] amor, puesto que está sujeto a la transmutación; no es más que mera fascinación. Cuando sopla la brisa, el árbol tierno se inclina. Si sopla del este, el árbol se dobla hacia el oeste, y si sopla del oeste, el árbol se dobla hacia el este. Esta clase de amor tiene su origen en las circunstancias accidentales de la vida. Esto no es amor, es simplemente amistad; está sujeta a cambios.
Hoy veis dos almas aparentemente unidas por sincera amistad, mañana todo puede cambiar. Ayer estaban dispuestas a morir una por la otra, hoy evitan toda asociación. Esto no es amor; es la condescendencia de los corazones hacia los acontecimientos de la vida. Cuando aquello que ha originado este "amor" muere, el amor también muere; en realidad, esto no es amor verdadero.
El amor existe solamente en las cuatro formas que os he explicado: a) El amor de Dios hacia la identidad de Dios. Cristo ha dicho que Dios es amor. b) El amor de Dios por Sus hijos [por Sus siervos]. c) El amor del ser humano hacia Dios, y d) el amor del ser humano hacia sus semejantes. Estas cuatro clases de amor tienen su origen en Dios. Son los rayos del Sol de la Realidad; los Hálitos del Espíritu Santo; los Signos de la Realidad.
60Tu fluida y elocuente carta fue leída en un jardín, bajo la fresca sombra de un árbol, mientras soplaba una suave brisa. Los medios de complacencia física estaban desplegados ante mis ojos, y tu carta se transformó en motivo de complacencia espiritual. En verdad te digo, no era una carta, sino un jardín de rosas adornado con jacintos y flores.
Contenía la dulce fragancia del paraíso, y el céfiro del Amor Divino emanó de sus floridas palabras.
Como no dispongo de mucho tiempo, te envío una respuesta breve, concluyente y comprensiva. Es la siguiente:
En esta Revelación de Bahá'u'lláh la mujer marcha a la par del hombre. En ninguna actividad se quedará atrás. Sus derechos son iguales en grado a los del hombre. Ella accederá a todas las ramas administrativas de la política. Alcanzará en todo un desarrollo tal, que llegará a ser considerada como la más elevada posición en el mundo de la humanidad, y tomará parte en todos los asuntos. Ten la seguridad. No te fijes en las condiciones actuales; en un futuro no lejano el mundo de la mujer llegará a ser completamente refulgente y glorioso. ¡Pues Su Santidad, Bahá'u'lláh, así lo ha deseado! Cuando se realicen elecciones, el derecho al voto será un derecho inalienable de la mujer, y la entrada de la mujer en todas las esferas de actividad humana es una cuestión irrefutable e incontrovertible. Ningún alma puede retardarlo o impedirlo.
Pero existen ciertos aspectos que no merecen la participación de la mujer. Por ejemplo, en el momento en que la comunidad adopta enérgicas medidas defensivas contra los ataques de los enemigos, las mujeres están exentas de los deberes militares. Puede suceder que en un momento determinado tribus salvajes y guerreras ataquen furiosamente a un cuerpo político, con la intención de exterminar total-mente a sus miembros; en tales circunstancias, la de-fensa es necesaria, pero es deber de los hombres organizar y ejecutar tales medidas defensivas, y no de las mujeres, pues sus corazones son tiernos y no pueden soportar el horror de la carnicería, aun cuando sea con fines defensivos. De éste y de otros compromisos similares las mujeres están exentas.
Con respecto a la constitución de la Casa de Justicia, Bahá'u'lláh se dirige a los hombres. Él dice: "¡Oh vosotros, hombres de la Casa de Justicia!"
Pero cuando sus miembros sean elegidos, el derecho que corresponde a la mujer en lo referente a su voz y voto, es indiscutible. Cuando las mujeres alcancen el más alto grado de progreso, entonces, de acuerdo con las exigencias de tiempo y lugar y de su gran capacidad, obtendrán extraordinarios privilegios. Tened confianza en todo esto. Su Santidad Bahá'u'lláh ha fortalecido excepcionalmente la causa de la mujer, y sus derechos y privilegios son uno de los más im-portantes principios de ‘Abdu'l-Bahá. ¡Tened la seguri-dad! Pronto llegará el día en que los hombres, dirigiéndose a las mujeres, dirán:
"¡Benditas seáis! ¡Benditas seáis! Verdaderamente, sois merecedoras de todos los dones. Verdaderamente, merecéis adornar vuestras cabezas con la corona de la gloria sempiterna, porque en ciencia y en artes, en virtudes y perfecciones, vosotras seréis iguales al hombre, y en cuanto a ternura de corazón y abundancia de misericordia y simpatía, vosotras sois superiores."